, por Enrique Ramos
Segunda entrega del estudio de Enrique Ramos
publicado en el taller de Ultraversal
Símil o comparación
La actividad de comparar es inherente al ser humano; comparamos de forma habitual para presentar de una manera más plástica, más visual, lo que se quiere decir y, en muchas ocasiones, para concretar un pensamiento abstracto.
En literatura, decimos que SÍMIL o COMPARACIÓN es una figura estilística del pensamiento que sirve para vincular dos o más términos para ampliar la significación de uno de ellos. No es otra cosa que comparar un término con otro a fin de poner en evidencia su semejanza o su diferencia. La comparación requiere tres elementos:
- Un plano o término real (la realidad que vamos a comparar con otra cosa), al que podemos llamar A.
- Un plano o término imaginario (o varios), también llamado “imagen”, (la realidad con la que comparamos el plano real), al que podemos llamar B.
- Una o varias partículas comparativas, o expresiones que sirvan de enlace y establezcan la relación comparativa entre los dos planos. Entre estos nexos explícitos, el más utilizado es la palabra “como”, aunque se pueden emplear otros como “tan”, “tal”, “cual”, “así como”, además de verbos como “parecer” y algunas formas perifrásticas.
Por ejemplo, si decimos:
Su tez era blanca como la nieve
El término A, el plano real, es “Su tez”.
El término B, el plano imaginario, es “la nieve”.
La partícula comparativa es “como”.
La existencia de la partícula comparativa es importante porque su presencia nos indica que nos hallamos ante una comparación, no ante una metáfora. En el símil o comparación decimos que “A es COMO B”, no que A ES B. Sirva este comentario sólo como pequeño avance sobre lo que es la metáfora, tropo que se analizará más adelante.
La comparación es un recurso estilístico muy potente (capaz de generar gran extrañeza) siempre y cuando resulte sugestiva, ni extravagante ni desmesurada.
Veamos algunos ejemplos:
En primer lugar, un fragmento de un poema de Morgana de Palacios dentro del conjunto de poemas insertados en “Días de Marihuana”, en cuyo segundo verso se utiliza este recurso:
Y vuelvo a mí del Sur, vuelvo a mi Norte,
lamiéndome la duda como una perra herida,
un gesto de salitre me acompaña
y la sonrisa torpe, grisácea por el polvo
de la batalla inútil que pende de mis labios.
O este otro fragmento de un poema de Morgana de Palacios, insertado dentro de “Días de Marihuana”, en el que se puede apreciar un bellísimo símil en el primer verso:
Sólo tus ojos nacen como gemas astrales
para inundar los míos de murmullos silentes,
sólo tus ojos hablan de ríos siderales
y de amores nacidos en diminutas fuentes.
De gran plasticidad es la comparación que nos regala Ángel González en este fragmento de “Quinteto enterramiento para cuerda en cementerio y piano rural”:
El primer violín canta
en lo alto del llanto
igual que un ruiseñor sobre un ciprés
En el que se puede apreciar perfectamente el término real “el primer violín” y el término imaginario “un ruiseñor”.
También de gran hermosura es esta comparación continuada obra de José Hierro en un fragmento de su “Poema para una nochebuena»
Te soñé como un ángel
que blandiera la espada
y tiñera de sangre
la tierra pálida;
como una lava ardiente;
como una catarata
celeste, como nieve
que todo lo olvidara
Por último, dos bellas comparaciones escritas por Miguel Hernández, en uno de sus conocidos Sonetos, cuyos primeros ocho versos reproduzco:
Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
Enrique Ramos