Rebelión / Honestidad / Insensibilidad / Resurrección, por Mariví González

Rebelión

Hoy no voy a fingir, no voy a ser
un pilar de cordura que soporta
toneladas de escombros.

Mi boca es un cajón lleno de bastas.

No tengo ganas de volverme lluvia
ni de inventarme dócil,
ni quiero ser el apellido manso
del nombre de un ciclón.

Me duelen demasiado las rodillas
de arrastrarme en el barro del aguante
sin pegar cuatro tiros al silencio.

No contaré hasta diez una vez más,
se sublevó el hartazgo de mis hombros
de tanta sumisión que se callaba
todos los desacatos.

Hoy
no tengo ganas de morir de espera
ni de atrapar distancias,
ni de abrirme las venas de la angustia.

Ni quiero otra tristeza para la colección.

Así que me proclamo como un grito,
una enajenación que no concluye,
un huracán de olores a tormenta.

Un espécimen raro que se atreve
a romper el estúpido sosiego
de la resignación.

Honestidad

Se ha vuelto a quedar sola, despojada,
en otro déjà vu descalabrado,
con los dedos vacíos de otros dedos
y los ojos resecos de costumbre.

Sólo dice verdades sin rincones,
sin escudos ni sombra agazapada,
pero vierte su voz en solitario
e insiste en despeñarse en precipicios
donde aguardan melosas las mentiras.

No logra acostumbrarse a tanta trampa
enterrada en esperas, ni comprende
tanto mayo matando mariposas,
tanta esquina vestida de llanura.

Quizás es porque siempre fue descalza
y no sabe jugar a los disfraces
ni a promesas con sílabas de olvido.

Quizás sea su eterna desnudez.

Pero a estas alturas de la nada
conoce cada palmo de la ausencia
y se muerde los labios de la fe
tragándose su sangre entristecida.

Y encuentra su refugio
en la indulgencia de su nombre limpio.

Insensibilidad

Empieza a hacerse tarde en lo sensible,
se endurecen las cosas y los mundos
de tanto no abrazarlos, de tanta dejadez
acumulada en las esquinas frígidas
por las que el tiempo huye.

Ya no hay templos que recen al futuro,
ya no hay que llamar a gritos al olvido.

Va pasando el silencio y a su paso
deja un rastro de frío inconmovible
que impide transparencias.

Se erosiona la magia,
palidece el asombro,
se congelan los ojos de la sangre.

Empieza a hacerse tarde en los recuerdos
y hay una piedra más sobre la nada.

Resurrección

Cuando todo parece inevitable
y nacen madrugadas de mis dedos,
cuando toco la sombra de los miedos
justo entonces me vuelvo inagotable.

Cuando quieren hacerme despreciable
y se anudan con fuerza los enredos,
cuando el negro me cubre hasta los credos
resurjo como un ave, inexorable.

Y aunque puedan mis alas de cristal
parecer cicatrices que naufragan
la ternura del viento me hace fuerte.

Porque no existe nada más real
que estas ganas de vida que me embriagan
después de cada herida y cada muerte.

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