Por Enrique Ramos
Con esta palabra de origen griego, que significa transposición, se designa al tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita.
La metáfora implica, pues, la sustitución de un término propio por otro en virtud de la similitud de su significado o de su referente. Se aplica el nombre de un objeto a otro objeto con el cual se observa alguna analogía; el autor, utilizando su sensibilidad y su intelecto, establece entre estos objetos una comparación y designa a uno con el nombre del otro, eliminando cualquier rastro gramatical de la comparación.
Tradicionalmente se habla de A y de B como los términos real e imaginario, y como fundamento la característica que hace a A semejante a B (igual que decíamos en el caso de la comparación). De esta manera, si decimos “tus ojos son estrellas”, el término real sería “ojos” (A) y el término imaginario, “estrellas” (B); el fundamento sería el brillo de las estrellas, al que veo idéntico al de tus ojos, tanto, que identifico unas y otros.
Es fácil observar que una metáfora puede ser una comparación en la que se omite el enlace o nexo.
En cualquier caso, la metáfora es mucho más audaz que la comparación, ya que establece una identidad entre el plano real y el plano figurado. No se dice que A es como B, sino que se va más allá y se afirma que A es B. Se pueden expresar los dos planos, siempre sin partículas comparativas que los unan, pero también es posible (y muy frecuente) que se eluda el plano real y se exprese tan sólo el plano figurado.
La metáfora supone una trasgresión del orden racional de las cosas; revela una evidencia intuitiva, a veces irracional, saltándose los límites de la interpretación lógica de la realidad. La metáfora supone la afirmación de lo imposible con tanta naturalidad que parece posible. Esa es la razón por la que la metáfora, cuando está bien construida, tiene tanta fuerza expresiva.
En la metáfora, el plano figurado enriquece con sus cualidades al plano real, lo dota de matices de los que inicialmente carece, a diferencia de la comparación, que únicamente resalta la semejanza, sin añadir nada. Con la metáfora se superpone la fuerza poética del plano figurado con la fuerza poética del plano real, dando lugar a una imagen mucho más poderosa, mucho más expresiva y sorprendente que cada uno de los términos separadamente.
La metáfora supone sugerir en el término real rasgos que sólo están en el término imaginario. Según decía Ortega y Gasset, “la metáfora es un procedimiento intelectual por cuyos medios conseguimos aprehender lo que se halla más lejos de nuestra potencia conceptual. Con lo más próximo y lo que mejor dominamos, podemos alcanzar contacto mental con lo remoto y más arisco. Es la metáfora un suplemento a nuestro brazo intelectivo”.
La metáfora es un recurso de muchísima fuerza expresiva, pero debe ser utilizada con una cierta prudencia que le poeta debe saber medir. Debe huir del uso tópico de las metáforas, ya que cuando se utilizan metáforas gastadas o muertas, el lector no siente la extrañeza que se persigue con su uso, sino más bien un gran aburrimiento cercano a la náusea. No tiene ya sentido hablar de “correr un tupido velo”, de “el manto de la noche”, de “labios de coral” y lugares comunes similares.
También es cierto que el poeta debe tener una cierta prudencia con la oscuridad de las metáforas.
Cuando en un poema en el que el poeta utiliza muchas metáforas éstas son oscuras, de forma que el lector es incapaz de encontrar un plano real detrás del plano imaginario, el lector se pierde, bucea. Es cierto que una metáfora exige del lector una actitud activa, dispuesta a descubrir su sentido profundo, pero no es menos cierto que si a pesar de esa actitud activa la metáfora se resiste a ser interpretada, o bien sólo permite vislumbrar un sentido (con mil dudas) tras una ardua meditación o después de muchos razonamientos, el poema se convierte en un jeroglífico, en un ejercicio propio de filólogos más que de lectores inteligentes. En este caso, el poema fracasa, a mi entender. La responsabilidad de que la comunicación no sea eficaz no es nunca del receptor del mensaje, sino del emisor. Si a un buen lector le resulta imposible entender un poema porque está plagado de metáforas oscuras, el problema es del poeta, no del lector. Una metáfora que sólo entiende el poeta que la escribió no es una buena metáfora. Recalco aquí que estoy hablando de metáforas, tal y como se han definido al principio, no de “imágenes”, que son otro recurso poético bien distinto que responde a otras pautas y que se sustenta en otras razones, como veremos en otro apartado.
Clasificación
Existen muchas clasificaciones de las metáforas, atendiendo a diferentes criterios. Yo he elegido una (en realidad, cualquier clasificación que facilite su estudio es buena, pues todas son convencionales), que clasifica las metáforas en dos grandes grupos:
a) METÁFORAS PURAS
b) METÁFORAS IMPURAS
b.1) Metáfora de nombre
b.1.1.) Metáfora de reclamo
b.1.2) Metáfora copulativa
b.1.3) Metáfora metamórfica
b.1.4) Metáfora de genitivo
b.2) METÁFORA DEL VERBO
b.3) METÁFORA DEL ADJETIVO
b.4) METÁFORA DEL ADVERBIO
A continuación, haremos un pequeño análisis de cada uno de estos tipos de metáfora:
a) METÁFORAS PURAS, entendiendo por tales aquellas en las que se omite el plano real, ofreciendo sólo el plano figurado. Suelen ser mucho más difíciles de escribir de forma que se asegure su comprensión por parte del lector. Sin embargo, son las de mayor fuerza expresiva. Su fórmula es B en lugar de A, de forma que A no se menciona. Veamos este ejemplo de Miguel Hernández, en su “Elegía”:
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado
En el que el término real es la muerte y el término imaginario, compuesto, como se puede apreciar fácilmente.
b) METÁFORAS IMPURAS, en las que se expresan ambos planos, real y figurado, identificándolos entre sí. Admite muchas variantes, como las siguientes:
b.1) METÁFORA DEL NOMBRE:
b.1.1.) Metáfora de reclamo: el término B sustituye a un contenido A antes mencionado. Puede adoptar las formas de aposición (A y B separados por una simple coma), vocativo, por paralelismo o demostrativa. A veces se trata de una sinonimia de dos expresiones, de las cuales una es metáfora de la otra.
Por ejemplo, estos versos de Juan Ramón Jiménez, con el esquema A, B:
¡Oh, mar, azogue sin cristal;
mar, espejo picado de la nada
O éste de J. Guillén, con el mismo esquema:
El ruiseñor, pavo real
facilísimo del pío
donde el ruiseñor (A) es un pavo real (B) que canta bien.
Sugerente la metáfora siguiente, en unos versos de «Irene», de Luis García Montero:
Y la distancia,
esa divinidad que medita en el agua
de los puertos (…)
Bellísimos estos de Alberti, con el esquema A, B, B…
Buen marinero, hijo de los llantos del norte,
limón del mediodía, bandera de la corte
mosa del agua, cazador de sirenas
En éste, Borges emplea el esquema contrario, B, A:
¡Ah, si aquel otro despertar, la muerte
Y éstos de Bécquer, con el esquema B, B, B, A:
dos ideas que al par brotan;
dos besos que a un tiempo estallan;
dos ecos que se confunden:
eso son nuestras dos almas
b.1.2) Metáfora copulativa, en la que A es (parece, significa, se convierte en) B, o en la que B es A. Es la fórmula gramatical más sencilla de metáfora.
Por ejemplo, en estos versos de Miguel Hernández, intensísimos, de las «Nanas de la Cebolla», en los que A es B:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda
O en estos otros de Cernuda:
El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo
(…)
Sus caricias son sueño,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta
O estos versos, maravillosos, de Ana Rossetti, en “Domus Aurea”:
Es la casa perfecta
y mi amor vendaval, es aguacero, alondra
que no encuentra lugar donde quedarse
O ésta metáfora, muy conocida, de Antonio Machado en su “Retrato”:
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero
Guillermo León, nos dejó disfrutar en Ultraversal de hermosas metáforas de este tipo en su poema “Elegía a un no nacido”, como ésta:
La vida es un ocaso que pierde su memoria
También lo hizo José Luis J. Villena con metáforas de este tipo con un esquema A es B, B, B… en su poema «El Animal»:
Yo soy el animal y tú la selva húmeda
la raíz que endereza el tesón de los árboles,
el calor sofocante, la tormenta, la lluvia
salvaje eres, aire, la comida del hambre.
María José, nuestra compañera de foro, nos obsequió esta metáfora, también con esquema A es B, B… en su poema “Mis líneas”:
Eres pájaro en el viento
cantar del mañana
duda que adormece
la sospecha que no acaba
Famosos son los versos de Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de Don Rodrigo Manrique:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir
En estos versos se pueden distinguir dos metáforas, ambas copulativas:
Nuestras vidas son los ríos (A es B)
que van a dar en la mar
que es el morir (B es A)
b.1.3) Metáfora metamórfica, en la que C cambia A en B, como en estos versos de Miguel Hernández:
En su mano los fusiles
leones quieren volverse
b.1.4) Metáfora de genitivo, con variantes: una, en la que el esquema es A de B, pero en la que A y B se asimilan, como en estos versos de Miguel Hernández:
Un cadáver de cera desmayada
y un silencio de abeja detenida
O en estos de Antonio Colinas:
Después del sueño lento del otoño,
después del largo sorbo del otoño,
después del huracán de las estrellas…
Otra variante, en la que el esquema es B de A, como en este verso de Juan Ramón Jiménez:
En las paredes de mi alma abandonada
O en estos versos de F. García Lorca:
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano
(Tambor (B) del llano (A) [= tambor]
Otra variante, en la que A es el B de C, como en estos versos de Álvarez de Cienfuegos:
Tendido allí sobre la verde alfombra
de grama y trébol [=prado]
b.2) METÁFORA DEL VERBO
Se trata de un tipo de metáfora mucho más sutil que la metáfora del nombre; está en todas partes, discreta, casi sin llamar la atención, pero dotando a los poemas de una expresividad sorprendente, enriqueciendo el poema de sentidos, emociones y sensaciones que contribuyen decisivamente a generar emoción, a conmover al lector. Veamos algunos ejemplos, como éste de Aleixandre:
Aunque la sangre mienta melancólicamente (…)
O éste de Miguel Hernández:
Un muerto nubla el camino
O este otro de Luis Antonio de Villena:
ese mar que rasgan los delfines
como en nosotros prende la tristeza
O éste, bellísimo, de la “Elegía”, de Miguel Hernández, poema que como vemos, está lleno de metáforas de todo tipo, como casi toda su poesía:
pajareará tu alma colmenera
b.3) METÁFORA DEL ADJETIVO
Se puede considerar la sinestesia como el tipo más importante de metáfora del adjetivo; sin embargo, hay otro tipo de metáforas que, sin ser sinestésicas, es decir, sin centrarse en las características sensibles de los objetos, contagian un sustantivo con los atributos de otro, como en este ejemplo de Juan Ramón Jiménez:
Del blando pinar umbroso;
serían más hondos los céfiros,
el soñar se hará más hondo…
O en este otro de Gil de Biedma, en el que la calificación de la compañía de “frondosa” la imprime de alguna manera de un carácter vegetal:
Y está la compañía que formamos plena,
frondosa en presencias
El efecto más común de este tipo de metáforas es la humanización de los objetos o de los animales, como en estos versos de Gerardo Diego:
A los púdicos tomates,
soles les tornen granates
O como en éste de Miguel Hernández, en su ya citada “Elegía”:
a las desalentadas amapolas
b.4) METÁFORA DEL ADVERBIO
En el mismo sentido que las anteriores, pero en este caso con adverbios, como en el siguiente ejemplo con versos de Miguel Hernández:
Murcianos de dinamita
frutalmente propagada
O en estos de Goytisolo:
que después de quitarle el sonido al televisor saco la
lengua a las autoridades naturalmente
norteamericanas
Para terminar, quisiera reproducir aquí “Morticia”, un poema de Isabel Reyes, nuestra compañera, cuajado de metáforas bellísimas que pueden ejemplarizar muchos de los tipos de metáforas arriba comentados. Me resisto, espero que con el visto bueno de su autora, a no reproducirlo completo, por su hermosura:
Tiene que ser -mirándote- la muerte
una mujer muy bella y muy distante.
La voz, susurro cálido, y los ojos,
vendimia azul e inmensa y agua verde.
Tiene que ser la muerte parecida
a la hierba que en vilo te mantiene.
Contemplarte mujer es admirarla
en tapias de creciente enredadera.
La muerte crece en ti, llega radiante
de frutas misteriosas y de enigmas
maduros de fragancia. Se enamora
de la vida en tus ojos, es alegre
igual que una tristeza clara y dulce.
Tiene que ser la muerte como eres:
compendio de milagros y sorpresa.
Enrique Ramos