Dices que hable del mundo.
El mundo era un desierto y yo desnuda.
Eso fue ayer… Ayer e incluso antes.
Y ya no es más.
Como una herida azul, de orillas anchas,
una grieta cansada y sin esquinas
no deja sin embargo
de mirar hacia el sol
entre las sombras de las catedrales
y las esquirlas de fuego.
Yo no soy nada apenas,
un reducto de carne diminuto
que no pide perdón por estar viva.
Pero creo en la piel y en el asombro,
en el hombre mejor porque se sabe.
El mundo tiene manos de poeta
y sigue siendo un pájaro sin miedo.