El mundo, el demonio y la carne, por Ana Bella López Biedma

Dices que hable del mundo.

El mundo era un desierto y yo desnuda.
Eso fue ayer… Ayer e incluso antes.

Y ya no es más.

Como una herida azul, de orillas anchas,
una grieta cansada y sin esquinas
no deja sin embargo
de mirar hacia el sol
entre las sombras de las catedrales
y las esquirlas de fuego.

Yo no soy nada apenas,
un reducto de carne diminuto
que no pide perdón por estar viva.

Pero creo en la piel y en el asombro,
en el hombre mejor porque se sabe.

El mundo tiene manos de poeta
y sigue siendo un pájaro sin miedo.

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