Ya sé que el mundo tiende su cuerpo malherido
sobre un diván de acero
y que el diablo le apremia vestido de psiquiatra
con el firme propósito de anestesiar su mente
para estrenar más sangre.
Y así
la historia se repite igual que una condena.
También nacen demonios noche y día
—miserables e innobles—
y se alojan en cada pensamiento
que se acerque a sus códigos,
—nos invaden—
pero saco correas del fondo de mi piel
y los sujeto
con camisas de fuerza improvisadas.
Después puedo sentir que les venzo en la guerra
donde todo sucede a puro corazón,
aunque me dejen llagas sus intentos de fuga
indefinidamente.