Por Ovidio Moré
Dibujo de Ovidio Moré
Nada diferencia a la concepción literaria de la concepción plástica, el proceso creativo es idéntico. En el primer caso, el creador, dibuja imágenes con palabras, en el segundo, crea las palabras con las imágenes. El dibujo, el óleo, o la acuarela, pueden ofrecer un discurso poético, de la misma forma que el poema o la prosa pueden ofrecer un discurso pictórico. En resumidas cuentas, estamos hablando de arte, independientemente de cómo se manifiesta.
Pero yendo más allá, cuando ambas son leídas o visionadas por estos artistas (pintor o narrador o viceversa) da pie a inspiraciones mutuas: un poema o una narración puede inspirar una obra plástica, y una obra plástica puede inspirar una obra literaria.
Y eso es lo que me ha pasado a mí con la lectura del último libro de Gavrí Akhenazi, que me ha inspirado el siguiente dibujo y, a su vez el dibujo ha dado pie al texto que sigue a continuación.
A propósito de la pasión triste de Gavrí Akhenazi
En tu cabeza habita el pájaro hambriento de ojo insomne, y llueve en las sombras de tu rostro, pero llueve de manera diferente a como llueve en el amarillo del día y en el negro de la noche.
Te alzas desde el gris, como un reloj de arena que se nutre del agua viva de tus lágrimas, en una desmedida ambición de ser clepsidra.
Tus lágrimas anegan el pecho, inconmensurable mar azul donde navega el corazón atravesado por la punzante flor de la pasión, de la pasión triste, la que duele lo que SÍ está escrito. Es el mismo corazón que vive, late y sangra versos que se vuelven ave: Cisne intrépido a la conquista de nuevas constelaciones, que son como circuitos eléctricos que han de dar luz al lucernario que te habita y que añoras.
Y en esos amarillos días en que la sangre cae gota a gota, la esperanza (inmensa neurona verde y espinosa a la que siempre perseguimos) te persigue, va a tu espalda porque eres como ese Cristo redentor dolido y lacerado el que refuerza su piel de aleaciones de plata y acero, para que ni la bala perdida de plomo ni la bala de la desidia del mundo, encuentren carne en la que echar raíces, justo allí, donde tu ala de pájaro de barro quedó trunca.
Pero siempre regresas del horror y renaces del gris, siempre. Y el pájaro roto de barro se hace hombre que ama, sueña y escribe. Porque el amor y la letra son el mejor ungüento contra la soledad, el horror y el olvido.
La literatura de Gavrí Akhenazi, de La pasión triste, es una literatura visceral y auténtica. Prosa poética donde las haya, exuda un exquisito lenguaje metafórico que no deja indiferente, al tiempo que se revela como lenguaje testimonial único. Cuando lees a Gavrí, la empatía y la sinergia te atrapan, ahí quedas en simbiosis con la escritura y con un mundo vivencial pletórico de emociones desgarradoras, donde el amor y el “horror” van de la mano, formando parte de la cotidianidad del hombre-guerrero-cooperante-escritor, que viste de belleza el encanto en una catarsis continua para poder sobrevivir.
Entre cartas y epitafios te sumerges en una obra literaria de una calidad y riqueza verbal inigualables.
Os la recomiendo de todo corazón, porque esto es literatura de muchos quilates.