El contrapunto A instigación del viento entre Eva Lucía Armas y John Madison se inicia a partir de un poema de John cuyo título es El bello arte de la marinería, colgado también actualmente en el Foro de verso libre y verso blanco de Ultraversal, en el que ya ambos intercambian poemas. A instigación del viento aparece por iniciativa de Eva Lucía y con una dedicatoria a John.
Los poemas se cruzan en una especie de viaje misterioso y legendario en el que se crea una atmósfera envolvente que no descuida nunca lo poético. Hay referencias épicas, mitológicas y procedentes del atractivo mundo de los corsarios. Pero la fuerza del contrapunto radica en que en esa epopeya, donde la poesía se nos muestra con todo su poderío y en la que las alas de la fantasía no tienen límites, se desciende también a lo humano, al sentimiento desnudo y es esa cercanía, esa humanidad, la que potencia la aventura y la hace “creíble” desde el vuelo poético de los autores.
He escogido dos poemas que estarían den-tro de esta vertiente humana, en los que el viaje parece detenerse para dar paso a la confesión, al acercamiento en una especie de descenso a lo cotidiano, manteniendo siempre la tensión poética.
(El manzano de Eva)
Ella me dice: usted.
Ella me dice usted, que no es lo mismo
que: «mister o Don Juan».
Ella me habla de usted con la magnificencia
y el noble poderío
que alberga su palabra sanadora.
Ella me reza: usted,
y por supuesto, no es un alejamiento, una raya
que parte en cien mitades
nuestros mundos.
Ella me nombra: usted
como yo llamo «usted» a lo que es mío.
Y entiéndase por mío lo sagrado
lo auténtico,
algo que sobrepasa
lo efímero y carnal
entre un macho y su hembra
en estado animal
y primitivo.
Usted: ese barril
de ron
que emerge de la nada
en medio del desastre
del naufragio que todo
náufrago- hombre
soporta alguna vez
cuando Neptuno baila.
John Madison
¿Qué voy a hacer con la mujer que lleva
sahumado el cabello con hollín de cebolla
y las manos atadas al ajo y al romero?
¿Qué voy a hacer con la mujer de a pie
que no usa zapatos de princesa de tacón elegante
ni se pinta las uñas ni se pinta los labios
y no se saca el jean ni bajo el agua?
¿Habrá alguna mujer en esta forma andrógina
de muchacho prepúber,
con la que me confunden por el pelo rapado a lo skinhead?
Ya no tengo un cabello majestuoso
desangrando sus ondas por mi espalda,
ni esa franqueza húmeda en los ojos con que habla el corazón.
Mis ojos están mudos de certezas.
Guardé las alas en un baúl de trastos
en el que nunca guardé muñecas rubias
(yo no quise muñecas ni jueguitos de té
porque jugaba al fútbol y a la guerra).
¿Mis amigos? Varones.
Manejo una katana Ojo de Tigre
y aprendí a usar el Klaukol y pegar azulejos,
poner pisos, encolar los muebles,
revocar la pared, pintarla luego, arreglar los enchufes,
resolver los problemas de pérdida de agua.
No me asusta una rata ni un murciélago
ni me asusta una víbora ni un sapo.
Llevo de maravillas la falta de comida y la falta de luz.
No me gusta pescar. Hay que tener paciencia.
Me gusta amasar pan. Requiere brío.
Y usted,
me llega hasta la isla amurallada
con su mundo de remos ancestrales,
capitán de la voz que no conozco
y llama por su nombre a la mujer oculta,
prohibida,
a aquella que se fue o que no está.
Me regala la caja de Pandora
una vez ya vaciada sobre el mundo.
¿Ves lo que hay en el fondo? me pregunta.
Yo veo la esperanza.
Eva Lucía Armas
El poema de John tiene 27 versos: está encabezado por un heptasílabo suelto y dividido después en 6 estrofas con versos de 2, 3, 4, 2, 7 y 8 versos. Queda bastante espaciado, concentrándose en las dos últimas estrofas. Es un poema polimétrico con versos que van de las 2 a las 17 sílabas, con un predominio claro de heptasílabos. Está escrito en verso blanco, aunque podemos encontrar varias asonancias. El ritmo es endecasilábico.
El tema sería el sentimiento que despierta en el poeta la manera que “Ella” tiene de nombrarlo: “usted”. Es muy curioso porque para el español nuestro sería un tratamiento de cortesía, sin embargo, ese usted argentino, dicho por Ella tiene para el poeta todas las connotaciones del cariño y de la exclusividad.
En la estructura interna vemos cómo ese apelativo va ganando en intensidad, para convertirse en algo en propiedad, en algo suyo, una llamada solo para él:
- Ella me dice usted
- Ella me habla de usted
- Ella me reza: usted
- Ella me nombra: usted
El poema está basado en los recursos por repetición como la anáfora Ella, que ya aparece en el primer verso y encabezando las cuatro estrofas que le siguen. La sustitución del nombre por el pronombre tiene un poder enfático y singulariza al personaje. Dentro de las repeticiones estaría también la palabra “usted” que aparece en siete ocasiones y que viene a ser el eje temático del poema, pues ese apelativo y el significado que tiene para el poeta lo consolidan.
Encontramos también la repetición de estructuras morfosintácticas en forma de paralelismos, muchos presididos por la anáfora como hemos visto en los ejemplos anteriores.
Hay también una sustantivación de adjetivos:
- entiéndase por mío lo sagrado / lo auténtico
- algo que sobrepasa lo efímero y carnal
Puede observarse la antítesis entre las dos primeras adjetivaciones que hablan del valor espiritual, frente al valor material de las segundas.
La última estrofa encabezada por el “usted” incluye una metáfora compleja:
Usted: ese barril
de ron
que emerge de la nada…
Estrofa que se resuelve muy bien poéticamente y que cierra el poema a modo de conclusión, incluyendo otras metáforas y una personificación:
…en medio del desatre
del naufragio que todo
náufrago-hombre
soporta alguna vez
cuando Neptuno baila.
Es un poema ágil, con mucho ritmo, apoyado como hemos visto en los recursos de tipo fónico, pero también en la utilización del verso corto y en la musicalidad que le agregan las rimas, en algún caso palabras-rima, como la repetición de “usted” a final de verso.
Tiene un gran lirismo porque todo él está presidido por el sentimiento del yo poético y lo que supone para él esa “llamada” de “Ella”.
Es también un poema de fácil lectura, que huye del retoricismo y adopta una forma natural en la transmisión de los sentimientos.
El poema de Eva Lucía tiene 40 versos, distribuidos en 12 estrofas, 5 de ellas formadas por solo 2 versos, incluye también dos versos aislados: uno entre la cuarta y la quinta estrofa y otro entre la sexta y la séptima. Está escrito en verso blanco. A pesar de que el poema es polimétrico, tiene bastante regularidad en la extensión de los versos, generalmente endecasílabos, alejandrinos o bien versos más extensos que se componen de unidades afines: 11+7, 7+11, respetando el ritmo endecasilábico. Aunque encontramos también heptasílabos, incluso un verso de tres y otro de cuatro sílabas, la gran mayoría son endecasílabos propios.
El poema no tiene título y se trata de un autorretrato, puesto que en él la autora describe rasgos físicos y rasgos psíquicos, en un ejercicio de desnudez total. Nos encontramos ante una «Eva al desnudo», desde una óptica bastante realista porque en ningún momento se omite la dureza de las circunstancias que conforman la vida de la poeta. No hay paliativos, aunque sí hay una mirada poética y en algunos casos, un distanciamiento a través de la ironía. En el retrato encontramos también cierta valentía y una autorreafirmación. Después de la descripción, las últimas estrofas las dirige la autora a ese «usted», en unos versos de agradecimiento por esa conexión espiritual, por llegar a «la mujer oculta». El poema termina con unos versos preciosos en los que se asoma la esperanza:
¿Ves lo que hay en el fondo? Me pregunta.
Yo veo la esperanaza.
En la utilización de recursos destacamos esas tres interrogaciones retóricas que introducen las tres primeras estrofas y que dan pie al desarrollo de la descripción:
- ¿Qué voy a hacer con la mujer que lleva…
- ¿Qué voy a hacer con la mujer de a pie…
- ¿Habrá alguna mujer en esta forma andrógina…
Las dos primeras repiten anáfora y paralelismo.
Como elemento descriptivo se utiliza el recurso de la enumeración, a veces en asíndeton:
poner pisos, encolar muebles,
revocar la pared, pintarla luego…
Otras veces la enumeración se hace a través de puntos, lo que le da una mayor rotundidad:
No me gusta pescar. Hay que tener paciencia.
Me gusta amasar pan. Requiere brío.
(aquí podríamos señalar también las relaciones de causa-consecuencia que se establecen entre las oraciones, incluso separadas por los puntos).
Otro tipo de enumeraciones aparecen en polisíndeton, unidas por la conjunción «ni»:
No me asusta una rata ni un murciélago
ni me asusta una víbora ni un sapo…
Son abundantes los recursos dentro del campo de la metáfora:
sahumado el cabello con hollín de cebolla
y las manos atadas al ajo y al romero…
ni se pinta las uñas ni se pinta los labios
y no se saca el jean ni bajo el agua…
El retrato se perfila muy bien cuando describe «la forma andrógina / de muchacho prepúber / con la que me confunden por el pelo rapado…».
Dentro de ese realismo, hay versos intensos en los que se da paso a la añoranza:
Ya no tengo un cabello majestuoso
desangrando sus ondas por mi espalda
ni esa franqueza húmeda en los ojos
con que habla el corazón.
Las metáforas y los sentidos figurados adquieren ahora la fuerza de la renuncia:
Mis ojos están llenos de certezas.
Guardé las alas en un baúl de trastos
en el que nunca guardé muñecas rubias…
La valentía va apareciendo a medida que la protagonista avanza en los rasgos de su carácter y la descripción vuelve otra vez al realismo:
porque jugaba al fútbol y a la guerra)
poner pisos, encolar los muebles,
revocar la pared, pintarla luego, arreglar los enchufes,
resolver los problemas de pérdida de agua.
Con lo que esa mujer de a pie del inicio se nos muestra con el coraje y la fuerza de una mujer excepcional, que contrasta con la fragilidad de la mujer «de forma andrógina de muchacho prepúber», una mujer que toma las riendas y asume todo tipo de trabajos, incluso aquellos que tradicionalmente se adjudicaban a los hombres.
En las últimas estrofas reaparece con fuerza el lenguaje poético para agradecer esa llamada a «la mujer oculta». Las metáforas enlazan aquí con ese mundo mágico que se crea en el contrapunto en el que los personajes adquieren una nueva dimensión:
Y usted,
me llega hasta la isla amurallada
con su mundo de remos ancestrales,
capitán de la voz que no conozco
y llama por su nombre a la mujer oculta,
prohibida,
Es un poema bellísimo, porque más allá del retrato que refleja a esa mujer tan fuerte den-tro de su aparente fragilidad, está ese agradecimiento final al hombre que ha sabido llegar «a aquella que se fue o que no está» y establecer esa conexión poético-espiritual en la que todo es posible.
Mujer singular y polifacética: poeta fina y aguda crítica literaria, Eva Luz es también una mujer mágica, una especie de heroína como se nos muestra en este contrapunto que comparte con John Madison.