Hasta mañana
Quiero pedirte, amor, que me mandes de nuevo aquella foto
en la que me abrazabas dulcemente. ¿La recuerdas?
Estuvimos pensando en ir a Roma, a Berlín o a Viena
pero al final nos fuimos a París, aquella tarde.
A la orilla del Sena nos besamos esa primera vez
y luego, tantas otras, por el Barrio Latino y por Montmartre,
bajo la Torre Eiffel y las estrellas. Los días eran largos como espadas
y grises como cielos.
Pero las noches,
las noches eran nuestras, y podíamos vernos y tocarnos y besarnos,
y hacernos el amor, salvajemente.
Yo te amé en un hotel de esos gran lujo
sobre una cama ancha, como un sueño,
y una botella de champán francés
en la mesilla,
tus pechos dulces,
tus gritos de placer y mis gemidos
y tus manos sedientas y mis manos
y mis labios hambrientos y los tuyos.
Tú me amaste en silencio con los ojos cerrados,
calladamente. No importaba el lugar, importaba el momento.
Por la ventana entraba, mortecina, una luz suave
como tus dedos y tu mirada triste sobre mis ojos.
Susurrabas mi nombre y me abrazabas,
y jurabas tu amor, y yo te protegía con mis brazos
e imaginaba que todo aquello estaba sucediendo.
Después, nos despedimos
con un cuánto te quiero, amor, hasta mañana
y apagamos los sueños y la luz.
Mañana volveremos
a encender la pantalla y a soñar un viaje
de amor en la distancia.