Mi cama estaba situada junto a la ventana que da a la calle. Desde allí podía escuchar a los niños que jugaban al salir de la escuela, sus risas, gritos y voces, incluso podía ver cómo volaban sus cometas.
Debido a mi frágil salud nunca tuve la oportunidad de hacer esas cosas y por eso no las echaba de menos, pero los envidiaba.
Las armas que yo tenía para correr, saltar, y vivir un sinfín de aventuras eran los libros.
A través de ellos fui mosquetero; estuve en el centro de la tierra; dentro de la tripa de una ballena; en la prisión del castillo de If, …
Pero un día todo cambió. Entré en un profundo sueño y cuando desperté me invadió una gran sensación de libertad y ya no hay cama ni ventana ni he vuelto a escuchar a los niños de la calle.
Ahora vuelo entre montañas, profundos valles y planeo en las corrientes de aire.
Mis armas, ahora, son alas.
Soy Halcón, Rey, Centinela del cielo.
Precioso, precioso,tierno, muy bello.
Muchas gracias, Elisabeth. Un abrazo.