«El culmen vanguardista», Eva Lucía Armas

Imagen by Anh Henry Nguyen

Qué asfixiante resulta su estulticia,
pipirigallo de inflexible gola,
que nada escucha más que su vitrola
ajustada a su ritmo y su impericia.
Hasta el mejor plantado se desquicia
oyendo sus rebuznos opulentos
fundados en nubajes flatulentos
decorados con falsas etiquetas.
Un vendedor de humo, un anti esteta,
con la lengua falaz de los violentos.

Un otario que abusa de su suerte
-porque de razonar, nada de nada-
y solo se dedica a la estocada
de un discurso que todo lo subvierte.
Es un jetita más ya que no advierte
lo cansina y obtusa que resulta
hasta su mala leche cuando insulta.
Insustancial, retórico, aburrido,
se cree innovador por retorcido
jugando a ser la rata sabia-inculta.

Mas repetido que puré de ajo,
no cambia sintonía ni a garrote
porque de estrecho peca su marote:
le cabe media idea a este burrajo.
De su raro disfraz ¿qué habrá debajo?
¿Un resentido, un infeliz, un mono
que lucha por ser hombre, tener trono
escupiendo en la boca de la gente?
No podremos decir que no es ingente
su vocación por mantener su encono.

Un inútil pazguato con dos copas,
que se las da de eximio transgresor
sin conocer de nada ni el olor,
mientras insulta nuestro guardarropas.
Payaso rellenado, solo estopas,
un triste comic de la misiadura
que juega a ser la voz anticultura
del fundamentalista, sin ideas.

Cuánta pena me das mientras te creas
el culmen vanguardista en tu chatura.

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