A pesar, quizás, aún
castradora de aguas santas
mis fluidos
mi llanto
la sagrada humedad de dos cuerpos
trenzados
amándose
cadena de mis manos impidiéndome
el tacto
la caricia
traidora de mi esencia
has congelado mi lengua junto con mi corazón
pero no recordaste -rosarito-
que yo respiro por el estómago
me escondo en el estómago
me muestro en el estómago
y
resucito a otras vidas
-adiviná-
regurgitando
Duermevela
Duérmete mi niña.
Duérmete,
te dejo libre porque al fin te encontré y ya estabas curada,
yo dramatizando, siempre, con mi escasez de rosa,
quédate así, dulzona, despeinados los rulos
andrajosa y traviesa,
pobre, con cama compartida con tus hermanas duendes,
y tan bonitas
y tan felices.
Soy yo, la adulta, quien tiene que arreglar sus puteríos,
no debieron mis mentirosos traumas ponerte como excusa.
Pasó lo que pasó porque debía pasar,
todas las cosas, en todas mis edades,
vamos, duérmete niña,
que yo ya desperté.
Con otro palpitar
enviciada despersonalización
de una persecución inagotable
circular
insoslayable ya
para encontrar al que apagó la luz
una sensación de nada
pero no de una buena
absoluta
nada
nada
solo una ridícula
caricaturesca nada con palabras
las palabras son solo hologramas mentirosos
jamás llegan hasta el fondo
fondo
fondo
fondo
de alguien que detesta las alturas