Miguel Urbano – España
El hombre que me habita
El hombre que me habita tiene talla,
su noble corazón amor rezuma,
ante la sinrazón presta su pluma
y raudo se dispone a la batalla.
El hombre que me habita no se calla
ni por nada se arredra ni se abruma,
a la causa del bien su esfuerzo suma
y sale a flote si su barco encalla.
Quiere sembrar de abrazos el camino,
soñando siempre en alcanzar la meta
va con el rumbo fijo a su destino.
A la vida dibuja una pirueta,
y tiene un no se qué de peregrino…
El hombre que me habita es un poeta.
Sergio Oncina – España
¿Qué me queda?
La luna es un satélite desierto
y no creo en los dioses ni en la magia,
¿cómo voy a frenar esta hemorragia
de números sin fe, de un mundo yerto,
de tener desalmado más acierto?
¿Cómo voy a soñar si se presagia
el fin y el pesimismo se contagia?
¿Qué me queda? ¿Morir entre lo cierto?
¿Reír sin que se note cuánto duele
ocultar cada lágrima maldita
detrás de una mentira que consuele?
¿Abandonarme exánime por mudo?
Queda la voz y la palabra escrita,
el verbo honesto, indómito y desnudo.
Jordana Amorós – España
Alienaciones
Me refugio en lo idílico, de raso
azul celeste pinto el gris que aploma
el horizonte y visto de paloma
al halcón montaraz si llega el caso.
Fuerzo destellos en mi vida roma
hasta que arde, veo siempre el vaso
casi colmado aunque luzca escaso
e incluso a la huesuda tomo a broma.
Si a mi realidad no la depuro
tras un cristal rosado, es lo seguro
que habrá de ser motivo de incomodo.
Ayuda a transitar las estaciones
el ir coleccionando alienaciones.
La ceguera es un don, después de todo.
Morgana de Palacios – España
Con la cola del viento
No te duelas por mí, que me sobra entereza
y no le tengo miedo ni al cáncer ni a la muerte.
Estas cosas ocurren en la naturaleza
y no soy excepción por no tener más suerte.
Déjate de llorar que yo no quiero verte
naufragando en el llanto sin tener la certeza
de que vaya a morirme. Pretendo conmoverte
con los ripios burlones que rondan mi cabeza.
Todavía soy joven, todavía me altero
con la hombría de alguno, todavía me muero
por aquel que se ríe del mundo y su falacia.
Créeme si te digo que prefiero, sin duda,
vivir intensamente cuatro días desnuda
a diez años vestida de luctuosa desgracia.