Silvana Pressacco – Argentina
Tal vez, solo así
Todo continuará
cuando cierre los ojos definitivamente.
Yo me iré y quedarán tareas inconclusas,
no habré aprendido todo,
me iré sin más reclamos,
sin darles más respuestas.
No sabré ni la fecha, ni la hora,
ni el valor de mi entierro
y no me importará, ya nada importará,
ni siquiera que deje de dar explicaciones
y nadie, ni yo misma,
pueda con un regaño.
Espero que después
no surja algún soldado
que quiera reemplazarme en esta imaginaria
hasta quedar sin resto,
alguien que encuentre el norte sin agujas
y ofrezca su columna como armario de errores.
Se apagará mi luz y tal vez, sólo así,
de sus ojos se caigan las cortinas,
entiendan que detrás de las ventanas
hay golpes, frustraciones, sufrimientos
y sobre todo hay un aire delicioso .
Ana Bella López Biedma – España
Cuadernario de silencio
Un golpe.
Un golpe y el silencio.
Hay un hombre talado en mitad de la tierra.
Sus raíces me muerden de los pies a la boca.
Apenas es de día y, sin embargo,
se ha derrumbado el sol sobre mi espalda.
Después solo un tic tac acuoso, inexorable
y un pasillo plagado de luciérnagas
con su destello triste.
Mi mundo se parece a un ajedrez
lleno de damas blancas
que cruzan el cansancio de mis ojos
con su rictus de pájaro.
Voy tejiendo la espera con hilos de colores
que destiñen mis manos, deshaciéndose en lágrimas
que gotean también sobre el silencio.
Hay un beso de polvo que se durmió en tu nombre
por no llamarte hogar lo suficiente.
Ángeles Hernández Cruz – España
Los de antes, los de ahora
Un pañuelo anudado detrás de la cabeza
enfunda mi cabello rubio eslavo
con tonos albaneses;
los ojos se entrecierran
para que no deserten del horror
mis párpados semitas;
la nariz es de indígena amerindio,
pequeño promontorio
que equidista los pómulos de un azul bereber;
de Birmania y el Tíbet es la sal de mi cuello,
y la barbilla siria se me escurre
sobre la piel del rostro negra centroafricana.
Mi lengua habla el idioma
de todas las mujeres, los niños y los hombres
subidos a unos pies que se deshacen
por el camino amargo de la huida,
al vadear los ríos de esperanza,
cuando escalan los muros de vergüenza,
y al adherirse al suelo de los botes
que llevan rumbo al fondo de los mares
o al castigo
de una deuda perpetua.
Qué corta es la memoria
para tan largo viaje.