EDITORIAL

El lector, ese emoticón

Tanto en la realidad como en la virtualidad, suele salir la discusión acerca de qué es publicable o no. Es un tema que ha conseguido perturbarme desde que —a través de internet— comencé a leer textos vacíos, repetitivos, mal formados, con verdaderos problemas de escritura en estos «espacios virtuales», que, frente a las plataformas de libre publicación, salen a la venta de manera irrestricta.

Muchas cuestiones me llaman a la reflexión:

1) Las ideas que no progresan.

2) Lo inverosímil de lo que leo.

3) La falta de formación en el oficio de escritor.

Y podría seguir enumerando porque en la generalidad no hay quien acierte con las correlaciones verbales aunque sean errores cuasi delictivos ni le encuentre uso a la coma y ni qué decir del punto y coma.

Luego, está el tema de los seguidores a los que —teóricamente— debe llegarles el mensaje de lo que uno ha escrito. Para ello, me planteo el  supuesto de que a la mayoría les interesa el tema literario en cualquiera de sus formas (lectura, escritura, análisis de texto, infografía literaria) ya que siguen a un escritor, integran comunidades literarias y promueven sus propios escritos en cuanta plataforma virtual tengan a mano.

Pero, aquí comienza el calvario de demostrar la hipótesis precedente ya que yendo a la contabilidad pura y dura, nos encontramos con la sorpresa de que, apenas, el escritor de nuestro estudio cosecha unos pocos comentarios que no dicen nada, un montón —tampoco excesivo— de emoticones, pero pocos, por no decir ninguna opinión relevante y con relevante me refiero a incidir con objetividad en lo leído y que realmente le sirva. Se le tiran flores y paremos de contar.

Por supuesto, existen las excepciones, como en todos lados. Pero son justamente eso: excepciones.

Infiero que la gente le teme a los debates literarios o a dar una opinión realista de lo que ha leído porque le teme a su propia carencia de recursos, ya que es lo que abunda, es lo que hay, es lo que hacen todos y es lo que está emparejando hacia abajo al arte expresivo hasta el punto de sumirlo en una chatura infamante.

En un altísimo porcentaje de trabajos, no se ve una mínima «corrección del corrector de Word», porque una enorme proporción de los que se autotitulan escritores (desconociendo lo arduo y complejo que es realmente llegar en serio a serlo o creen en los espejitos de colores que les venden quienes lucran con «Se escritor en catorce movimientos» ) ni siquiera tienen el buen tino de editar las mayúsculas de versos que no son esticomíticos sino que pertenecen a un fraseo semántico consecutivo o sea, a versos que si los distribuyéramos en prosa, resultarían en una oración que debería leerse de esta manera: Hay que Sacar las mayúsculas DE principio DE Verso, Cuando Todas las palabras Conforman Una misma idea.

¿Un emoticón se puede tomar como opinión? ¿Un autor puede considerar el emoticón que le coloca un seguidor como una opinión? Creo que no. No se puede tomar como una opinión. Una opinión es expresarse con varias palabras después de haber reflexionado y llegado a una conclusión.

¿Qué conclusión es un emoticón? ¿Me gustó? Y entonces, frente al dedito levantado o las manitos aplaudiendo, uno se pregunta: ¿Qué le gustó a esa persona de lo que leyó?

El autor ignora lo que el lector percibe, porque un like u otro emoticón sirve para justificar presencia, si acaso no la mecanicidad de ir repartiéndoselos a todos los contactos pero no para saber qué recibió el lector de lo que uno dijo o si entendió o no entendió lo que se dijo o si por lo menos pensó lo que uno dijo.

Ahora ¿por qué no debatir? Una red social ¿no es intercambio de experiencia entre personas? Entonces ¿por qué evitar un debate o por qué evitar ejercer el sano ejercicio de opinar?

Esos son mis puntos en este asunto.

En la segunda parte de mi hipótesis me formulo la siguiente pregunta: ¿Cuál es el modelo de lector que sugieren los espacios virtuales (google, facebook, twitter y demás)? ¿Es posible escribir para «todo el mundo»?

Mi respuesta, hoy, es: no.

Un autor es una recuperación de un para quién. Ese «quien» es el otro, el lector.

¿Por qué reflexiono sobre esto? Porque cada una de estas plataformas donde las personas escriben no es sino la constatación de que el otro, en ellas, no existe como lector que se diga lector, sino apenas como un mero espectador, alguien que está de paseo en una plaza con gente, un hombre apurado por sus propios escritos que no deja huellas en los escritos de los que sigue, más allá de un emoticón, la mayor parte de las veces como un elemento de autropreservación, para que, a posteriori, el agasajado con él se vea en la obligación de ir a su muro a devolverle la gentileza.

Las huellas de estos lectores son efímeras, inconducentes, porque todo se dirime con un pulgar alzado, una carita sonriente o con el silencio. Esa es la dicotomía intrascendente que todo lo divide en me gusta y no me gusta, en el caso de que haya habido alguna clase de lectura referida.

Mi opinión es que la amplia mayoría de las redes sociales y sus plataformas impersonales y multitudinarias, han destrozado hasta desaparecer la figura del lector como ente participativo en el feedback de la creación literaria y al desaparecer el lector, el autor pierde la única referencia que tiene por objetivo el hecho comunicativo.

Gavrí Akhenazi

Un comentario en “EDITORIAL”

  1. En mi caso, alejado ya de las redes y volcado totalmente a la lectura, coloco este emoticón para hacerte saber, Gavrí, de mi interés por tu nota editorial. Interés en su cuarta acepción: “Inclinación del ánimo hacia un objeto, una persona, una narración, etc.”. Tremendo el trabajo que hacés para llevar adelante el foro y la revista. Y no cualquier revista sino una que no “empareja hacia abajo al arte expresivo”. De vez en cuando dejo los libros a un lado y visito los pocos sitios de Internet, como este, en los cuales se puede disfrutar de la buena letra.

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