CONTRATAPA

Modelo de Bohr

«El mundo se resuelve por círculos cerrados. Es la imagen que da. Se expresa a través de círculos cerrados que se mantienen cerrados de modo de resultarse inaccesibles unos a otros. Lo literario no es la excepción» digo, como consigna, para promover el debate entre mis alumnos porque son ellos los que deben plantearse las preguntas y debatir las respuestas.

Dudar y preguntarse te hace libre como también escuchar lo que otro que duda y se pregunta tiene para decir.

Ellos debaten. Yo apenas reconduzco la cosa con una observación mínima si el asunto deriva demasiado, aunque considero que siempre las derivas son fructíferas en el campo de los pensamientos. El pensamiento es, en resumen, una suma de derivas que se entrecruzan en el mar de los imposibles para resolverse, acaso, como posibles.

Ahora que están cerradas las fronteras del que fue alguna vez un país para mí y del que, voluntariamente, entregué el pasaporte sobre el que tantas veces maldije y otras tantas lloré, retomé algunas de mis viejas, postergadas costumbres. Leer, por ejemplo. Tengo tiempo para leer libros. Leer como solaz, como condición natural que se ejerce de manera natural porque es parte fundante de nuestro propio ser.

Lo he dicho muchas veces: «Un escritor que se precie de tal es fundamentalmente un buen lector».

Lo he dicho siempre, como otras cosas que también digo siempre y luego veo que otros repiten como si fueran suyas y no mías. Pero uno no puede estar poniéndole el copyright a cada cosa que se le ocurre. Eso también lo tengo claro.

Crear pensamiento es eso. Si alguien repite lo que uno ha dicho es porque lo elaboró y está de acuerdo. Si así no fuera, diría otra cosa, como en el debate de mis alumnos que presencio desde el silencio –pacífico– que me otorga la satisfacción frente al intercambio de ideas y repreguntas. Soy un enamorado cultor del pensamiento.

Todos son círculos cerrados, a veces hasta extrañamente concéntricos, como los anillos que indica el protocolo de seguridad, pero, en este caso específicamente literario, círculos cerrados que se repelen unos a otros en función de su estructura.

¿Se rozan en alguna ocasión? Extrañamente, a veces, como sucede con los átomos, salta un electrón de una a otra órbita y después ya no vuelve porque, energéticamente, no pertenece más a la órbita que lo vio nacer. Tiene que absorber un fotón, con todo lo que ello implica, metafóricamente.

El mundo literario es así, atomizado, no molecular. Los círculos se cierran y se encierran en sí mismos. Cada círculo se transforma en una ciudad amurallada donde, en general, todos recelan de su vecino de alguna manera pero defienden el patrimonio egotista de las invasiones porque todo salto requiere una absorción de luz.

Alguien dona la luz que otro absorberá para saltar al próximo nivel.

Cuando uno deja de escribir, dona esa luz que otro aprovechará. Dona un lugar en la órbita, en el círculo.

También apagarse resulta una elección. Casi como entregar el pasaporte, las credenciales, las armas reglamentarias y todo eso que uno entrega para obstaculizarse a uno mismo cualquier conato de regreso.

גברי אכנזי

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