EN VERSO LIBRE

Una mujer de otro mundo
Orlando Estrella

Ando de puntillas
para no despertar el silencio
que la hace ver tan hermosa.
A cambio, su mirada es cuchillo afilado
que corta la distancia entre nosotros.

No me importa la aridez que se oculta
en su mente de prodigio
que me atrae y sorprende.

Un carácter, a veces airado, pero salva entuertos.
Los cura, o los hace volar.

Una rebeldía callada, triste,
al ver, querer y no poder
cambiar el curso de algunos cauces amargos.

Una frustración que excede la frontera
de la posibilidad humana:
No poder dirigir el cosmos, o por lo menos
a once millones de habitantes.
Dígase; a media isla.

Una ambición que por ratos confunde,
pero con un corazón
que no sé como hacer mío.


Esta es la ciudad donde vivo,
esta es la ciudad en donde vivimos.
A ella se llega como a un rumor de cosas pasadas y perdidas,
de ella se sale
haciéndola pequeña en la nostalgia.
Manuel Ibaña Rosazza -La ciudad otra vez



Ahora que tan lejos me han traído los años
y solo queda el licor de sus vísceras amargas,
¿hacía qué lado grito?
¿a quién?
Buscando el lazo que me ata
a este organismo infinito de luces y rumores,
entro al tumulto de sus calles
con el asombro de un animal que despierta en otra selva.

El viento grita
entre antenas y árboles
mientras el murmullo de las redes
ahoga
el canto
de los pájaros perdidos.

Paso alguna historia trágica contada por grafitis,

vitrinas repletas de sueños en oferta,
deseos prestados y máscaras vacías.

El aire espeso azota con su amapola triste:

me elude un amor que una vez fue mío
y no acaba de mostrarse.

Sin respuesta a mis dudas,

el negro epigrama del crepúsculo
anuncia que todavía no regresas.

Infinitamente llueve ahora, amor,
y acaso escuche el nombre que tendrás mañana.

Ahora, es el peso aplastante de la ciudad sin ti,
donde tú terminas al igual que los demás
en ese lugar oscuro donde la fe se pierde
en el temblor de los días.

Antonio Rojas
El viajero perdido (IV)

Marzo
Alex Cabrera

banderas tambores y recuerdos de una tarde lejana
muy al sur de la vida

una madre un hermano y un hijo

todo está en la maleta

a lo lejos los buitres
y en el norte la muerte
con los brazos abiertos

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una oruga se convierte lentamente en mariposa
y poco antes de que aquí caiga la noche
empiezan a vivir cien mil gusanos
en lo que alguna vez fue un hombre solo
que partió a caminar lleno de fe
y en medio del desierto
se echó a toser un poco y a soñar
con un día feliz
y una preciosa noche iluminada


“Pequeña alma, blanda, errante/ huésped y amiga del cuerpo/ ¿Dónde morarás ahora/ pálida, rígida, desnuda/ Incapaz de jugar como antes?” – Adriano
“Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre” Flaubert
“Grosería de los que dicen ‘Adriano es usted’. Grosería quizás mayor de los que se sorprenden de que yo haya elegido un tema tan lejano y extraño. El hechicero que practica una incisión en su pulgar en el momento de evocar las sombras, sabe que ellas no sólo obedecerán esa llamada porque van a beber a su propia sangre. Sabe también, o debería saber, que las voces que le hablan son más sabias y más dignas de atención que sus propios gritos”. Marguerite Yourcenar

Al sumergirme en tus “Meditaciones”
sé que vos, Marco Aurelio,
obtuviste provecho de este monólogo
en el cual embarqué tras los llamados de mi deseo.

Hoy, cuando estos jirones de vida asemejan
las salas desmanteladas de un palacio sin fin,
cuyo propietario no ocupa ni en una décima,
admito que fue vasto lo renunciado.

Así es
como mi cuerno de caza no invita a Diana de los bosques,
ni brinda con sangre de sus hijos, preferida por mí,
ya que la sagacidad del lince es lealtad prístina
frente a las arteras emboscadas del próximo.

Siquiera atino montar a Borístenes,
con quien tuve vínculos de cálculo amatorio:
su geométrica intuición del punto exacto
en que voluntad y fuerza colisionan.

Tal como he abdicado al nado y la carrera,
a sus metas que no son otras que el sí mismo,
objetivos donde inteligencia misántropa
aparece coja en la intersección crucial.

Artes cuya práctica, querido nieto,
me legara saberes resarcitorios del perdido placer:
un desafío acometido es parodia de lo inmortal.

Entenderás la pretensión de mi espíritu por endilgarte
tareas propias del humano superior: aquello que no fui
– en esta hora en la que el alma me abandona-
se vuelve realidad definitiva para este estoico epicúreo.

La de nombre acrónimo hasta aquí nos trajo,
desde el fondo de los tiempos, para habitar esta urbe
levantada por ella sobre renglones al margen de las eras.

No ignora que es orbe el antiguo laberinto:
en él desbocan sus ansias nuestros monstruos,
anudadores y desanudadores de Ariadna,
escapistas de este súcubo donde cada letra
guerrea con personalísimos dédalos .

Como viento sin amo
Silvia Heidel

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