Poemas escogidos
Pájaro dormido
Un pájaro de sal se posa a veces
en el tibio brocal de la mañana
y me revuelve el pelo y la tristeza
con sus alas de luz y de metralla.
Lleva la muerte escrita entre las plumas
y entre las plumas lleva una guadaña,
y sin embargo con su picofuego
hace añicos las sombras cuando canta.
Sortea los balcones y las ruinas,
doblega con su trino las murallas,
retuerce el mismo aire, y luego deja
una piedra de ausencia a sus espaldas.
Es un pájaro oscuro como el hambre,
con hambre de verdad y de palabra,
que clava uñas y dientes en los cuerpos
de los que domestican su garganta.
Puede volverse aliento diminuto
y abandonarse apenas en las palmas
de mis manos. Después, apenas siempre
desvuelará de nuevo la esperanza.
¿Cómo no ser feliz cuando en su vuelo
dibuja verde y viento con sus alas
y llueve inexorable los tejados
derramando su trueno-voz de aljaba?
El pájaro no viene hace unos días
y las paredes crujen en mi casa.
Quizás esté dormido, quizás sueña
con otro cielo de banderas blancas.
Y duelen los jardines con esquirlas,
los árboles no quieren tener ramas,
tiritan los aleros con el frío
del roto que ha dejado en la mañana.
Qué solos van los días por la cuesta,
qué sola se ha quedado mi ventana.
Amor de bruma
En viaje circular a mi memoria
tu boca de paisaje costalar
horada el agua triste y los silencios,
y nos vuelve vaivén. De arena y sal,
no nos tocamos nunca, y sin embargo
somos caricia en esta realidad,
desnuda y tibia como flor de otoño
que sahuma su ocaso a leña y pan.
Y rozo suavemente con mis manos
la bruma que te aleja en su cristal.
Aquellos que no somos sino en sueños
se acercan por los labios. La verdad
es solo ese momento, una cometa
que tiembla con sus ganas de volar,
una niña sin sombras en los ojos
vestida de sonrisa y tafetán.
Me acojo a la ternura de tu nombre
que me muerde por dentro, ese fugaz
destello de locura que tu aliento
siembra al reverso de mi piel. Frutal,
tu sol restalla entre mis noches rotas
luminoso y feliz. Quietud lunar,
me duermo entre tus brazos de quimera
como si el mundo no existiera más.
Despedida a las 12
Toco tu boca, rozo con mi dedo
ese perfil amargo que derramas
con tu saliva tibia, mientras cedo
a la fragilidad con que me llamas
de astillas y de sal, prendido el miedo
de tu perfil escuálido y sin llamas
hecho madera húmeda. Trasgredo
mi propio yo, y aunque jamás reclamas
acuno tu silencio entre mis brazos
y te anudo a mi pecho, ronco grito
de tuétano y temblor. Te haces pedazos,
te disgregas de azul, te recompones
desde el adentro de tus emociones
de lágrimas y sol en sangre escrito.