Orlando Estrella – República Dominicana

Virtualidad de lo quimérico

Una sombra me visita



Mujer, cuando percibas la sombra que se exhibe
en los tiempos difíciles, mírala sin recelo
que puede ser un niño jugando a ser mi ángel
o si por el contrario
quiere que lo recuerde como un dardo letal,
no lo creas con saña.

Él es un inocente en busca de respuestas,
de por qué un hijo e puta se sumió en la catástrofe
trepándose a las nubes queriendo sofocar
las llamas en que el hombre
y sus propias miserias
se consumían
en vez de susurrar una canción de cuna
a parte de su sangre.

Esta bruma será como un eclipse
que me acompañará, igual que un talismán
perdido en el desierto
escondido en la arena esperando las aguas
que quizás nunca lluevan para salir a flote.

Hijo, ¿Sabes de mí?
También busco respuestas.




Soldadito de cuerda

Si miro tu fantasma por las noches,
y no hiede a podredumbre de cadáver
es que sigues tan viva como en aquellos tiempos.
Tan dinámica como esos corceles
libres en la pradera detrás de un horizonte
no importando cuan lejos estaba de tu lar.

Tarareabas siempre «soldadito de cuerdas»
y parlabas que había que clavarme una estaca
en el centro del pecho -como a cualquier vampiro-
para hacer que brotara el fuego por mis ojos,
y pudiera salir de un letargo quimérico
mientras tú cimbreabas tus sueños a mil pies,
allá en lo alto.

La cuerda se gastó y tuve que crear
energías internas como esos chips robóticos
que nunca se degradan y seguirán aún
después de muertos.

Sí, después de enterrado,
lo poco que habré escrito, me mantendrá con vida,
pues no estarás para romperme el tórax.

Orlando Estrella – República Dominicana

Doble exposición by Pedro Beja

Una reflexión

Esta pandemia es una de esas cosas que colocan al humano frente a realidades que existen por siglos pero solo cada cierto largo tiempo nos recuerda que si no cambiamos de rumbo, un día nos sorprenderá algo que ni siquiera el aislamiento o cualquier otra medida nos será suficiente para sobrevivir.

El hecho de que hayan existido varias civilizaciones a través de millones de años nos demuestra que algo ha pasado en cada una de ellas. No podemos decir mucho ,pues sabemos muy poco de que sucesos han ocurrido. Poco nos han enseñado en escuelas y en la historia. Tendrán sus razones.
Un virus como este no creo que naciera del aire, pero eso no es el tema ni el saber de donde provino nos va a salvar. Lo importante es darse cuenta de lo extraña que es la vida y como tu actitud es modificada como una tragicomedia.

Anoche, a unos 50 metros de mi casa y en pleno toque de queda, unos gritos desesperados despertaron a todo el barrio, un joven falleció y los familiares perdieron el control y fueron horas de quejidos mientras los policías no sabían que hacer pues el drama se trasladó a las calles circundantes con personas llorando y corriendo como locos. Una escena dantesca

En una guerra puedes salvar personas con solo darle albergue o esconderlos de persecuciones y también matar para salvar a otros, pero este virus trastorna toda la psiquis humana y las secuelas son peores que la propia guerra.



Un poema

Cobarde

Si miro a ese prójimo aturdido
tambaleándose sin fuerzas
rogando por su vida que se escapa,
tendré que huir lo más lejos posible
del escenario.

Nunca pensé mi cobardía ayer
me creí solidario para siempre
pero me han convertido en un cobarde,
¿será obra del destino
o de maestros de la perdición?

Sicarios sin caretas y sin nombre
y otros que dan la cara exponiendo su vida
que no saben de tramas, escondiendo sus lágrimas
y su impotencia.

No puedo solo huir, he de esconderme
como aquel criminal sin cuerpo del delito,
tapando mi ruindad
aquí en lo oscuro.

No es un consuelo que en la lista estén
millones de cobardes a la fuerza
queriendo ir al entierro de sus padres
y solo despedirlos por el móvil.

Nos han asesinado lo poco que quedaba
de humanidad en nuestro recorrer,
diseñando el estadio para el juego final.

Orlando Estrella – República Dominicana

Poemas escogidos

Las grietas

Si no puedo sellar mis grietas
que permiten que se inunde mi pensamiento
cuando la lluvia me atrapa
alevosa, y con el sol a la vista,

solo bastará
un ligero tremor
para disgregarme
y servir de alimento
a los poetas que solo han respirado
dentro de sus burbujas de murria.

No sé si podrán digerir
mi sangre sin tipo definido
y las arterias quemadas
por el odio humanista que me corroe,
hacia la claque de humanos sin humanidad.

Podrán nutrirse de verdades y mentiras
que enuncié para salvarme
y salvar a otros
de la soga del cadalso.
Conocerán de la tristeza de muchos
sin nombre ni apellidos
a través de mis células
que podrían horrorizar al peor de los indolentes.

Mientras sigo buscando el mortero
que se adapte a mis cicatrices,
hago el autorretrato que se niega
a plasmarse con exactitud.
Solo la imagen de un Frankenstein
moderno y pesaroso
se vislumbra en el lienzo.



Una fantasía

Pudiste ser la niña que debió estar presente
para tender tus manos cuando corrí directo
hacia ese mar de fuego donde encontré destinos
ocultos en la sombra.

Allí perdido me formé soldado
para vivir en pleitos hasta con mi conciencia.
Hoy no sé cómo abandonar las armas
y hasta mi catre, creo, es mi baluarte
frecuentado de espectros.

Avanzo con el ritmo de alguien que no pasea
sino que trota hacia un carretón
donde estoy atrapado como en las pesadillas
que tenemos de niños.

Voy y zafo las amarras del otro yo más joven
con la esperanza de que vuelva atrás
no para que claudique, sino para que busque
dónde quedó escondido
el espacio de paz que me toca por ley.
Y me declaro inútil para lograrlo hoy.

Sólo espero con calma el resultado
-toda una fantasía-
pero… quién sabe.



La madre que conspira

Miro esa madre conspirando en fugas,
que imagina trepar por las fachadas
como una Gárgola que busca cúspides
y se aleja del mundo terrenal.

Sueña con Ángeles que buscan nido
para esconder lo amargo del destierro,
como si hubiesen profanado al mundo.

Teje en su mente alas de raíces
que va escondiendo en un rincón del cuarto
donde se siente presa de mil monstruos.

Hurta maderas del galpón del fondo
y recoge los clavos que descubre
en sus paseos que mantienen vivas
sus ansias de escapar hacia los mares.

Sueña con una hermosa barca verde
que dirige la proa al infinito.

No sabe si sus fuerzas, que ya merman,
le bastarán para lograr su hazaña.

Una voz la sorprende cuando dice:
¿por qué tu hijo trae un remo aquí?

Orlando Estrella – República Dominicana

Poemas escogidos

Cruza los dedos sobre el vientre


Cruza sus dedos sobre el vientre joven
que hoy se subleva en calma pero tiembla con dudas,
solo un destino, pero dos caminos
inoculados por la sangre vil.

Un veneno que cruza las fronteras
de la inocencia incrédula y late poderoso
por salir a la vida, pero con un amargo
sabor a muerte que le ronda activa.

Dilema existencial, entre dos polos
que son incertidumbre tortuosa.
¿Qué busca un Ángel o ese monstruo en mí?
-se pregunta una niña sin saber el porqué,
si solo juega al escondite-

No existe el odio niño
para aplicar justicia que es cosa de los grandes
pero esa es otra historia que tendrá su epitafio.

No será la divinidad que actúe,
quien defina y concluya
que viva o muera
el Ángel monstruo
en un vientre inocente.




Ve al arroyo ve a los mares


Trae el rumor de calma de ese arroyo
que reposa tranquilo
y cántalo a los pies de la niña abusada
como un ritual de curación tardía.

Luego, otea en los mares turbulentos
el rumor de violencia,
conviértelo en justicia con tus manos
y busca el salmo justo que oriente tu camino,
pero no tengas la piedad que exige
el mandamiento que procura paz
y amor entre los hombres.

No puede haber amor ni compasión
hacia los prójimos que traspasaron
fronteras inviolables, inocentes.

No temas la condena de los Dioses,
ellos están en tregua, sus límites de asombro
ya llegaron al máximo, y no saben que hacer.

Ármate de valor, pues los fantasmas
serán tu compañía, pero el crimen
no habrá quedado impune.

Coloca en la balanza las opciones,
lo mío son palabras de un desarraigado
que ha perdido la fe en el hombre y sus normas.

Si hay tiempo, o el que decida la dirección.

El timbalero amigo de mi amigo (De un Anecdotario Carcelario) » Por Orlando Estrella

Los primeros días de estancia de los reclusos en los penales siempre son complicados, nunca faltan conflictos, cuando no es con los rateros, lo es con los manipuladores en busca de ventajas atento a ser presos viejos.

Si en tu expediente figuras solo, la cosa es más compleja todavía. Eso es un signo de debilidad como lo fue en el mío. Tuve algunos conflictos menores y siempre hay que estar alerta, pues te quedas incluso sin cama, si es que has comprado una.

Una mañana mientras compraba algo en el colmado de Adolfito, un ex preboste de varios años y hablábamos de algunos reclusos que conocíamos, mencioné a un compañero del ala sindical y él reaccionó sorprendido:

— ¿Tú conoces a Nolasco? —me preguntó.

 Le contesté que sí, que era mi amigo. Entonces él brincó desde su mostrador (pensé que me iba agredir), se dirigió a mi sitio al otro extremo del pabellón, tomó la cama y la arrastró con violencia al medio del local. Luego la empujó hacia su frente, movió otras camas y la colocó, mientras me decía: «Este es tu sitio. Al que se meta contigo pártelo, no hay problema».

Me explicó que aquel compa que yo le mencioné era su amigo de la infancia, y que se habían criado como hermanos. Luego agregó: «El que es amigo de Nolasco es mi amigo».

 Luego señaló la parte de abajo de su cama.

—Ahí dormía él, una vez estuvo preso en el hospital y logré traerlo aquí, tuve que dar algún dinero. Me señaló que en lo único que no estaba de acuerdo con él es en la «maldita política, eso lo va a hundir a todos ustedes más tarde o más temprano».

A partir de ahí mi situación cambió de manera notable.

A la hora de cerrarse las puertas del pabellón, Adolfito colocaba unas latas y otros objetos y comenzaba a tocar y cantar, él era uno de los dos mejores timbaleros del país y había tocado con varias orquestas hasta el día de su problema.

En una ocasión, un director musical visitó el penal a tratar de que las autoridades le facilitaran el músico por dos noches, pero la negociación no fue posible, eso demostró el nivel profesional de este hombre.

Mientras tocaba parecía como poseído por el don musical y había que llamarle la atención para que los reclusos pudiéramos dormir.
Tenía en sus espaldas unas cicatrices de heridas no bien atendidas y, más que cicatrices, parecían cordones de gran grosor, quizás de cortes de cuchillo o machete, lo que le daba una imagen grotesca.

Como buen preso viejo siempre tenía guardadas bebidas, y me preguntaba: «romo o whisky», en son de broma le decía » hasta trementina que sea». Después de dos tragos dentro de un penal comienzas a ver los barrotes como de cartón y a los policías chiquiticos, pero cuidado con eso.

No me imaginé que con la mención de un amigo común mi situación iba a cambiar para bien, lo que demostró que la amistad es un fenómeno que se puede transmitir más allá de lo personal.

Acerca de Orlando Estrella

Orlando Estrella – República Dominicana

Atrapados

Nos cubren las tinieblas como mantos del mal,
horadan pensamientos que quedaron varados
en ambientes hipócritas.

Así estamos, mi nena,
viendo en los mares rojos impensables señales
de un mundo sin razón.

Traiciones encubiertas como velos mugrientos
que enlodan los caminos
para que resbalemos sobre esa mierda húmeda
que nos arropa hoy
los sueños inconclusos.

La vida pasajera nos obliga a mentir
y solo las verdades las usamos de paso
como puñales finos para herir las ideas
que defienden el mundo.

-Y que por cierto está-
en manos de cabrones.

Vamos para la cama
que es el único sitio donde somos nosotros.

Ahí quizás logremos
ser felices un chin.

Entonces la mañana nos despertará lúcidos
pero si nos pasamos la gran noche fingiendo
que somos detectives, entonces somos pillos
y estamos atrapados.



Hombre

Tomaste posesión de un horizonte límpido
—el que la rigidez te fijó en la mirada—,
ese fue tu sendero que habrías de trillar
y caminaste incólume cual guerrero de luz.

Fui tu primer destello, sol que te deslumbró
y motivó la fuerza de macho convencido
con su inmenso poder y de inusual sorpresa
e instinto maternal ¡ vaya la vida extraña!

Hiciste añicos normas sagradas hasta hoy
pero, ¿de qué maldito material te fundieron?,
una incógnita grata que me sigue feliz.
Bien hubiera querido heredar tal proeza.

Sentí en mi piel de niño tu firmeza letal
que marcó como hierro mis tiempos del futuro
¿fue mi necedad bruta o tú fuiste vidente?
Incorruptible ser, lo fuiste hasta tu ocaso.

Te honraré mientras pueda, pero no soy igual.
Tus tiempos fueron calmos, los míos turbios, padre.



Huérfano

Te mecieron con cantos que aún recuerdas.
Fueron notas muy breves, canciones sin final
que el destino truncó por azares secretos.
Esos versos de paz hoy son baladas tristes
cosas que el gran amor desconocía, niño.

Hoy vas de salto en salto buscando las respuestas,
incógnita de vida oculta en pesadillas.
Solo el tiempo descifra estos juegos del hambre
y lo hará con tu vida y también con tu muerte.
Tú, trata de ganar, que perder no es fracaso.

Una inocencia muda, una infancia perdida
en calles de avatar con suelos movedizos
donde naufragan sueños de bebés hechos hombres
a fuerza de sus huevos curtidos en las lides
de luchas desiguales contra un mundo sin alma.



Temores…

Temes a la muerte siendo un laureado
que ganó la vida por suerte o azar
en un maratón de miles de ansiosos
en busca del premio de un vientre materno.

Esos perdedores también lo soñaban
¿Sabes dónde fueron? A burdos canales
y jamás verán ni las sombras muertas
de su travesía hacia tal incógnita
que solo un dichoso como tú conoces.

¿Y tú, qué esperabas? ¿Ser un inmortal?

Eres privilegio, todo un monumento
que respira y sangra, que come y defeca
ama y también odia, -especie de Dios-
sobre un suelo turbio donde tú pernoctas
y ahí quedarás con tus blancos huesos.

Tú sigues temiendo pero es a la vida
pues ésta se esfuma y no hay ningún modo
de variar el curso de esa gran verdad.

El mundo, el demonio y la carne, por Orlando Estrella

Incógnitas de vida que se tornan fantasmas
vacíos sin respuestas que llegan sin verdades
traumas que te corroen como el ácido al hierro.

Trastornos de conciencia dilemas y conflictos
del ser y del no ser, eterna dualidad.

Creces oyendo Dioses que proclaman bondades
dando la otra mejilla al atorrante vil
te hablan de perdonar criminales de guerra
enemigos eternos de la paz de los hombres.

Borrón y cuenta nueva impunidad e indultos
palabras que confunden y burlan el saber
mientras ¿que tú vislumbras? un mundo endemoniado
donde Dioses y Diablos moran en la indolencia.