Ardiente frialdad / Difícil despertar / SOS, por María Del Mar Lana

Ardiente frialdad

Porque estaba cerca vio como él miraba la fotografía. En ella, un hombre con la cara contraída y los labios apretados llevaba un niño ensangrentado en los brazos. Alrededor se distinguían cuerpos dislocados esparcidos por la acera y, sobre el fondo, el esqueleto de lo que antes fuera un autobús, rodeado de humo negro.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó entonces a su esposo absorto en el periódico.
—Nada. Lo importante es que hoy hay fútbol; he quedado con los amigos y no vendré a cenar.

Difícil despertar

A través de los párpados que se mantenían cerrados contra mi voluntad, cosidos por un calor sofocante que había sellado sus bordes, supe que la luz era intensa. No podía moverme, aunque sentía que me balanceaba en el aire como si estuviera en aquel columpio de mi niñez. Un delirio de días arrinconaba los recuerdos, y la pérdida de esperanza y fe empezaba a doler menos al ser barrida por la resaca de vacíos de mi mente. A intervalos, unos ecos lejanos se hicieron presentes y la espuma del agua hirvió sobre mi piel alcanzando con su sal mi boca. Entonces recordé que me encontraba en una barca que seguía su viaje sin rumbo.

SOS

Las palabras convocaron a las letras en una reunión de urgencia para notificarles los nuevos ajustes. Era necesario ahorrar tiempo y espacio. Se cedieron la voz unas a otras. La Q dijo que no podía mantener a la U y a la E y las despidió sin indemnización. Las demás, arrinconaron a los acentos y marginaron a las vocales. Al final de la reunión, irrumpieron con voces destempladas los signos matemáticos y en su glotonería financiera, se merendaron algunas palabras haciendo valer su fuerza. Las letras enfurecidas se pusieron en huelga. Sólo los puntos y las rayas se quedaron al margen. Comenzó entonces la edad dorada del Morse.

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