Mi argumentario: un ardid
Mi consigna: soltar lastre.
Mi pudor: temeridad.
Mi equilibrio: el desenfreno.
Mi pesadumbre: doler.
Mi asilo: la confusión.
Mi excentricidad: pensar.
Mi valor: a convenir.
Mi emoción: siempre un conato.
Mi morada: una trinchera.
Mi turbulencia: ventral.
Mi bandera: reversible.
Mi patria: donde no hay culpa.
Mi estímulo: conspirar.
Mi convicción: sólo dudas.
Mi anomalía: borrar huellas.
Mi urgencia: desratizar.
Mi identidad: un conflicto.
Mi sosiego: en cualquier bar.
Mi deber: según la urgencia.
Mi existir: tribulación
Mi reservorio: el azar
Mi aislamiento: por desidia.
Mi fineza: al delinquir.
Mi pasión: con poca espuma.
Mi pereza: desandar.
Mi mentor: el desafuero.
Mi filiación: dos zapatos.
Mi trono: sobre un volcán.
Mi pena: sin redimir.
Mi credo: si hay palpación.
Mi proyecto: despertar.
Mi impaciencia: concluir.
Mi pretendiente: el ocaso.
Mi adscripción: a la escasez.
Mi placebo: la razón.
Mi repulsa: a lo grupal.
Mi lado oscuro: a la vista.
Mi extrañeza: respirar.
Mi apostura: el desaliño.
Mi ideología: barril.
Mi regla: ser la excepción.
Mi esperanza: ornamental.
Mi honestidad: reductible.
Mi ideal: de quita y pon.
Mi mismidad: negligencia.
Mi excitación: resbalar.
Mi enemiga: la doblez.
Mi opulencia: una erección.
Mi privanza: lo fugaz.
Mi señuelo: una alabanza.
Mi agotamiento: ser yo.
Mi perversidad: cabal.
Mi tragedia: desistir.
Mi ruta: la del cometa.
Mi peripecia: volver.
Mi reino: desbastecido.
Mi comburente: la sed.