Por Alejandro Salvador Sahoud (z’l)
El vocablo “praxis” se utiliza para describir un saber hacer no ligado a la ciencia, distinto del conocimiento. Un saber que se sabe sin saberse. Más allá de lo simbólico, un hombre que sabe hacer es un artista.
Poesía viene del griego “poiesis” que significa tanto acción, creación, fabricación, confección, como poesía, poema. Y, esta, del verbo poieo, que significa hacer, fabricar, ejecutar, engendrar, dar a luz, obtener, sacar, causar, obrar, ser eficaz.
La poesía es un hacer con las palabras.
El acto de la palabra poética es un acto creativo. Es una palabra particular, fuera del circuito de la comunicación, que, tomada en su materialidad deja de ser un medio para ser un fin en sí misma. Así, Sartre dirá que el poeta “no se sirve de las palabras, sino que las sirve.” y Bachellard dirá, en el mismo sentido: la palabra poética debe “crear su propio lector y de ninguna manera expresar ideas comunes.”
Entonces, más allá del discurso cotidiano la palabra pierde su atadura con los sentidos prefijados para abrirse a la diversidad de otros sentidos. Para ello, se produce una reedificación de los sintagmas y su semántica, convirtiéndose, éstos mismos sintagmas, en ladrillos con otros nombres : metáfora, hipálage, oxímoron.
Dice Lacán : “En cuanto al límite inefable de la palabra, éste radica en el hecho de que la palabra crea la resonancia de todos sus sentidos. A fin de cuentas, somos remitidos al acto mismo de la palabra. Es el valor de este acto el que hace que la palabra sea vacía o plena.”
Lo primero a destacar en esta cita es “el límite inefable de la palabra”. Inefable, es decir in-affabilis. Lo que no puede ser descripto. Esto sucede cuando la palabra crea “la resonancia de todos sus sentidos”, cuando abre tantas posibilidades, que al ampliar sentidos roza lo indecible o indefinible.
Las raíces de la poesía son orales ya que la poesía, originalmente, fue un canto. Canto, en latín, se dice carmen. Y significa: canto, música, poema, composición en verso, fórmula mágica, sortilegio hechizo, respuesta de un oráculo, predicción. La figura del poeta, se asocia, entonces, a la del chamán, del profeta o del vate. En el siglo VIII en Europa sólo se llamaba poetas a quienes escribían en Latín.
Aquí, quizás cabría hacer un comentario sobre “mimesis” (palabra aportada por Platón y Aristóteles) que los griegos aplicaban al arte en general, cuando la estética griega arcaica se dividía en dos ramas bien definidas : las artes expresivas, que incluían poesía, música, danza, representaban sentimientos y eran rituales y las artes constructivas, unificadas en la arquitectura (que incluía pintura y escultura) que luego se separan en el período clásico.
El origen de la palabra “mimesis”, a pesar de que se pierde en los anales del tiempo y cualquier interpretación de la misma implicaría un empobrecimiento semántico, aparece en las artes expresivas. Platón introduce un cambio semántico, para darle un sentido representacional y puede haber cambiado “mimesis” por “metexis”.
En las artes expresivas griegas aparece en el siglo VII vinculada a “mimos” (singular) y “mimoi” (plural) que eran artistas ambulantes o comediantes.
Probablemente de allí, se deriva el concepto de “el gay saber”de la tradición trovadoresca. Eran llamados trovadores y no poetas porque, como antes referí, el término poetas se reservaba para aquellos que escribian en latín y los trovadores cantaban en su lengua vernácula y no en latín.
Siglos después en Tolosa, Ramón Vidal, 1323, funda el “Consistorio de la gaya ciencia” dónde siete jueces mantenedores del gay saber ponderaban los méritos de las composiciones presentadas. La gaya ciencia es la “ciencia de la poesía, o sea el conjunto doctrinal de reglas y preceptos para trovar o componer poesías”. Se utiliza cómo sinónimo del gay saber que es la ciencia de lo bello representado por la forma poética. A su vez este se vincula al joi amor (el amor alegre). Y la exaltación del amor cortés. La poesía de estos trovadores era poesía lírica. La poesía lírica, es la poesía hecha para el canto. En la antigüedad se acompañaba con la lira, y canta los sentimientos o ideas del poeta. El verbo trovar significa tanto componer versos como hallar, encontrar y tiene un parentesco semántico con el verbo latino invenio que significa tanto encontrar, descubrir como inventar. Invenio es en latín, como poiesis en griego el verbo destinado a la creación poética.
Es la música, el sonido, el tono, la seducción de la voz, lo que fija el sentido a la palabra otorgándole su fascinante poder.
Lejos de desconocer ese poder, la antigüedad lo tuvo muy en cuenta: “No basta con que una obra sea bella; ha de ser enternecedora y ha de poder llevar a dónde quiera el ánimo del oyente” dice Horacio en su Poética.
Aristóteles definirá a la tragedia como mimesis, como la representación grave de una acción memorable y perfecta, acción para ser recitada cuyos protagonistas son los dioses y los héroes
La tragedia perseguía un fin distinto al de provocar placer estético. Provocaba placer estético por ser una imitación de los hechos que producen miedo o compasión. Pero a través de eso tenía un fin moral, la purificación de las pasiones (catarsis) por la identificación con el héroe. En la tragedia, la poesía hace mover a compasión y temor. La compasión y el temor conmueven el tedium vitae y, justamente, para Aristóteles, el tedio es el justo medio. La tragedia para realizar la catarsis, necesita conmover el justo medio.
Lo que caracteriza a la mimesis aristotélica es un proceso de construcción. No es la definción mimesis = copia, sino que al vincularle a la mimesis la poiesis, con el caracter dinámico que este término implica, sitúa a la mimesis en el ámbito de la praxis. Diría Ricoeur: no hay mimesis sin hacer.
“La realidad contemporánea, el presente inestable y efímero, la vida sin comienzo ni fin, sólo era objeto de representación de los géneros inferiores.” (Bajtin)
Es, en la comedia, en la parodia, donde se cuestiona eso absoluto y sublime que nos presentan la tragedia y la épica, porque todos los personajes aparecen representados con sus debilidades, sus yerros y sus torpezas.
No toda poesía sostiene necesariamente lo bello.
Rimbaud escribió: “senté a la belleza sobre mis rodillas, y la encontré amarga, y la injurié”. Injuriar, mal-decir, en latín: maledicere, ultrajar, denigrar. Serán Baudelaire, Rimbaud, Artaud y otros, los que deciden desgarrar la belleza para construir otro mito, el del poeta maldito. Cristina Piña afirma que estos poetas “concibieron a la poesía como un acto trascendente y absoluto que implicaba una verdadera ética… ” luego agrega que el “mito del poeta maldito culmina con la muerte —real o metafórica, accidental o voluntaria— como gesto extremo ante la imposibilidad de conjugar la exigencia de absoluto que se le atribuye a la tarea poética con las limitaciones de la experiencia vital…”
A partir de Baudelaire, los poetas fueron los primeros en captar el desencanto por la vida en el mundo moderno que, al estar cada vez más signado por la utilidad inmediata, ahuyentaba a la poesía.
Luego, en la praxis poética, no sólo interviene el artista o artesano.
Para aplicarle el concepto de mimesis, diría-mos que en la poesía, lo observado se modifica en el observador. Y es en éste, donde vacilan las premisas ya que no importa el principio que formula el autor, sino lo verdaderamente importante es el instante de reunión entre el “yo poético” y su asombro y la emoción del lector frente a esto.
Todo lector vuelve a rescribir lo que el autor ha dicho, como un objeto en cuya construcción puede participar también él, ya que en la praxis poética, se rechaza lo representado por lo real a través de una búsqueda cada vez más profunda en, volviendo al principio, “la resonancia de todos los sentidos” a través de la palabra.
La diferencia subyace entre pensar y percibir. La percepción de la palabra, es lo que permite que todos los sentidos busquen una pluralidad de imágenes que conformen, al fin, el acto creativo. ◣