Llevaba un retrato en el morral y preguntaba a todos en las calles, imponiéndoles la visión de retrato: «Has visto a La Mujer».
Los habitantes todos lo miraban, porque el retrato vacío tenía solamente escritas dos palabras: «La Mujer».
Pero él insistía, como enfermo de algún mal incurable que debiera encontrar un mago curandero en un mundo sin magos.
«Esa Mujer no existe», se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el retrato vacío y las palabras.
Él señaló entonces todos los papeles de los que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto papel escrito de formas infinitas, sólidos como muros, voladores como pájaros, luminosos como farolitos, altos como palabras, profundos como el cielo, tristes, como él mismo.
—Esa busco.
—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma. Es lo que estás viendo…papeles con palabras.