Isabel Reyes Elena – España

Náufrago en tierra

¿Qué tiene dentro la paz de la palabra?
y muchas aguas
diluviaron encima de mis manos
sin dar con la respuesta.

Estoy muy sola
con unos cuantos nombres desnudando mis ojos.
Han huido de mí
dejándome en los dedos un perfume
de armas y ceniza
Y soy una mujer imposible de atar
que va dejando huellas por la arena,
un perdido perfil en un retrato
que no acierta la luz.

Yo quemé mis pestañas y mis dientes
en las hondas hogueras del ocaso
con la misma pregunta. ¿Acaso puedo
variar de rumbo al mundo?

Pero muchos maldicen mis palabras
se juntan en las tardes sin peldaños
conjuran al crepúsculo, se miran
buceando en los ojos y si oyen
un momento mi voz levantan árboles
y el mar ponen en pie. Ya no hay orillas
para mí que soy náufrago de tierra.

Ahora al mediodía de mis años
dejo que vengan otros a robarme
lo que yo nunca tuve, que me exilien
a una tierra jamás pertenecida
y no sean las sombras
quienes pongan mi grito en cuarentena.

Me he dado tanto
cuanto me fue posible, mas ignoro
si me queda en los huesos algún haz
de luz por entregar. Mientras, persisto
luchando por un mundo más humano
con toda mi inocencia en carne viva.

Que nadie venga
ahora a apedrearme la mirada
pues me sobra el arrojo
para quebrar sus cántaros de sombra.



Romance de noviembre

Siempre me lanza noviembre
los puñales de sus hielos
y me atraviesan la piel
y se me clavan muy dentro
en el corazón que late
con sístoles a destiempo.
Trae su cántaro de luto
con angostura repleto
que se derrama silente
por las lunas de mis pechos
y entre el vacío del aire
y el desconchón del silencio
con su gris deja grabados
en la cumbre de mis senos
los cánticos funerales
que musitan los espejos.
Yo no sé quién habré sido
ni hacia dónde va el revuelo
de la sombra de mis pasos
enlutados de silencio
sólo sé que entre mis ojos
llevo el alma al descubierto
que huyendo de los otoños
se enamoró del invierno.
Llevo clavos en las manos
—crucificados mis sueños—
mientras la rosa de pólvora
que alguna vez fue mi cuerpo
se deshace en la derrota
de tanto morir por dentro.



Dolor de luna rota

Llueve sobre mi voz rumor de llanto
y es el llanto la llama, que silente,
transforma con su látigo candente
la lluvia de una lágrima en quebranto.

Llora sobre el amor un frío canto
que corona de témpanos mi frente;
mi voz es el silencio que va hiriente
por la oscura salina del espanto.

Se desnortan las sílabas y brota
un íntimo aguacero sin sonido
y en mi rostro un dolor de luna rota.

Mis ojos son lagunas, hielo ardido
amor que se desangra gota a gota
en la garganta negra del olvido.



Vorágine

Aquí estoy de nuevo compañeros.
Traigo la voz partida en mil pedazos,
en muchos almanaques.
Estoy como una más, una cualquiera
de todos los poetas del lugar
disfrazada de mí, con este agobio
que aguanta una mujer sobre su espalda
con escasa esperanza, con sus párpados
medrosamente abiertos y en silencio.

A esta altura del año
quién va a darse importancia, si no somos
más que poquita cosa, un viento, un río,
un gorrión de luto que no alcanza
los astros, cada cual
se queda solo aquí, no es para tanto
la tragedia de una en voz primera,
el primer chaparrón, diluvia el tedio
por las calles de siempre, de hace siglos,
sin variar un número, una esquina.

En mi ventana
ya no existen sorpresas, la costumbre
de siempre es lo que hay, no va a ser todo
solemne y en mayúscula,
en mi vida no ocurre nunca nada.

Compañeros
he llegado de nuevo, me he quitado
del corazón terrazas y crepúsculos,
cuestas arriba y árboles, miradme,
viva otra vez, normal, repatriada,
las letras me dan vueltas, no detienen
su vértigo un momento.

Soy la mujer que siempre estuvo aquí
—dadme ese nombre—
que besó tanto el mar, que moriría
como tiene que ser a la sombra de un verso.
Estoy aquí de nuevo ante el cristal
y no me reconocen y me basta
sólo vuestro dolor, el que no tiene
un quicio en el periódico.

No es el tiempo de hablar en singular,
hoy la tristeza
tiene forma de mapa y es por eso
que revestida al cabo de mí misma
vuelvo a la soledad a quien me debo.

Acerca de Isabel Reyes Elena

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