Es tiempo de olvidar los guantes de modales.
Mi cuerpo ya no tiene miedo y se ofrece desnudo al barro viejo que se acumula en todas las puertas que voy abriendo porque fue testigo de la incapacidad de la lluvia, de todas las lluvias que me han caído, para lavar las miserias que escondí bajo la alfombra o que saqué del rincón de mis rincones. Es increíble cómo los años enseñan a caminar sobre cualquier pantano.
Ya no respeto a quien exige silencio para mostrarse respetable, no me importa dónde vomito ni a quién salpico con mi vómito porque confío en mi lengua que se acciona con un interruptor de sentimientos sinceros; un interruptor que estimula la caricia a unos o quita el suelo a otros.
Me cansaron los zurcidos sobre los zurcidos porque nunca pudieron con el potencial del río que llevo adentro, porque pese a la insistencia de curarme seguí sangrando muy seguido. Ahora, ofrendo al viento mis verdades porque después de sus golpes viene siempre un tiempo que seca, cicatriza y libera.
Aprendí a considerar mi tiempo como infinito porque concibo la vida como una cadena de proyectos. No le permito a mi mirada que se distraiga con el tablero que indica la autonomía de viaje, sino que la invito a disfrutar del paisaje ahora que entendí que las cortinas pueden enemistarse con las ventanas, los espejos revelar secretos y que no me importa qué dirá y cuándo se escribirá, la última página de mi agenda.
En el trayecto de mi historia armé y desaté varios nudos como pude, lo hice metódicamente, considerando lo conveniente y oportuno; hoy solté las riendas y me puse a merced del piloto automático para que me sorprenda donde me lleve, no importa si es sin equipaje.
Quiero que en este tramo de la vida cierre los ojos por las noches sin hambre de sonrisas, dejar atrás lo prescindible como dejo atrás los postes ante la ventana de mi viaje.
No es fácil
sostener esta fama de algarrobo
si se añora el pasado como un sauce llorón.
Por qué le permitiste al mar lamer tus huellas
si estabas en la orilla de mi boca.
Es imposible ver otro horizonte
si solo se contemplan fotos viejas.
Escribí una melodía de vacío porque no había nadie para abrazarme.
Una sola certeza es la que vale:
siempre cuento conmigo.
Cuando vienes a mi, dejo de ser
un girasol en medio de la noche.
Qué grita una garganta tan rota de injusticias
si cantó libertad
y las cadenas nunca se rompieron
Cómo hacen los pies
para andar por la vida sin coserse los ojos.
Ya no caben más tumbas en mi patio.
No soñaré más sueños
para no asesinarlos