En torno a Manuel Martínez Barcia
El árbol del embrujo de fuego: ilustración de Ovidio Moré en homenaje a Manuel Martínez Barcia
Se nos han ido el hombre y el poeta. Y una estela de amor y verso mantendrá por siempre su luz en esta casa.
Manuel Martínez Barcia nos ha mostrado su alma con excelente calidad poética, desde la pausa y la pasión, en una aparente calma que tensa su discurso embelleciéndolo, igual que lo sujeta a una somera estructura entre el espacio y el lenguaje, de una plasticidad perfeccionista que roza en ocasiones la abstracción, especialmente en verso blanco, confiando no solo en la sensibilidad del lector sino también en su inteligencia.
Hay en la poesía de Manuel una emoción latente, un amor incontenido, un ansia de hablar no satisfecha que le impele a escribir en tantas ocasiones de forma compulsiva, movido de una necesidad extrema que en estas tristes circunstancias parece revestir carácter premonitorio.
No era muy dado a confidencias pero desde su actividad continua en el foro nos fue dejando ver su gran calidad humana, un talante sentimental, cercano, y aquella facilidad casi angustiosa para pedir perdón ante quien fuere si creía haber cruzado alguna puerta sin permiso.
Amable y cariñoso para los veteranos como para quienes acudían al foro con la ilusión del principiante, no dejaba de mostrar su voz airada si pensaba que la ocasión lo requería. Entonces el color de su palabra se tornaba marea expresionista, espátula y pincel de trazo recio, dejándonos también sentir su fuerza.
Su empatía, generosidad y afecto por Ultraversal, por todos nosotros, se ha mostrado en lo cotidiano de su participación, en sus comentarios acompañados tantas veces de exquisitos poemas, y en su entrega desde los contrapuntos que tanto provocó y llegó a disfrutar.
Nos deja como herederos de su voz y su pasión poética sin límites. Algunos de nosotros, además, hemos ido recibiendo a título personal generosos legados de su arte, valiosísimos, que seguirán fructificando, irrenunciables ya, en memoria suya.
Manuel amaba la vida en las personas y solicitaba abiertamente ser correspondido. Nos queda el consuelo de que sin duda se supo muy querido y admirado en este foro. Nunca le faltaron pruebas.
Para Manuel éramos y para él seguiremos siendo, gozosamente, su familia poética, la madre Ultraversal.
Mercedes Carrión Masip
Septiembre de 2015
Homenaje a Manuel M. Barcia
Selección de poemas
El 30 de Noviembre de 2013 Manuel Martínez Barcia escribió en el Foro:
Nunca he sido renglón de ningún libro, mi tiempo en poesía se limita al espacio de mi blog y, desde que descubrí el espacio Ultraversal, a compartir aquí vivencias y palabras con ánimo de ser encuentro en compañía.
No aspiran estos versos que ahora escribo a dejar unos surcos profundos, ni a ser del día a día, deseo o frustración, ni del dolor infiel, futuro o despedida.
Tan sólo en su interior, traspasar las fronteras de la luz, un viento del exilio que libere al lector de pesos y cadenas, acaso un desandar entre la gente, un bosque inesperado, una nueva galaxia o el brote de una estrella en éxtasis de dos… infinito su amor bajo palabra.
Mi signo, sin embargo, es su eco, mi voz en el cristal y tras mis reflexiones un perfil.
Bastaría un oasis oculto en mis quimeras, si no hubiese un mar de sensaciones que extiende su oleaje en la quietud, acariciando mis huellas en la arena…
Ahora, con vuestro permiso, que no celosa complacencia, quisiera dejar aquí, estos trozos de alma que algún día sembré surcando con mi lápiz los papeles, como un tragaluz de mi memoria convertido en deseo.
Acá de lo versal
Ha vuelto a suceder.
Me idean en la sombra
unas voces que omiten la ilusión.
Guiones de lo absurdo
y páginas en blanco de otra edad
que nunca leeré,
mi pasado imperfecto.
No tengo más historia que narrar,
ni mitos, ni leyendas.
Pero el amor no sabe de pedazos,
sólo mi alma se mantiene
a golpe de anhelos,
sin culpa, sin plegarias.
Aunque nadie comprenda que no es mía,
que sangra la locura de un poeta,
acá de lo versal,
luz de otoño que aviva la nostalgia
en las huellas del viento
y aurora boreal de lo que nace
tendido en las quimeras.
Hay nubes con silueta de alimaña
y buitres que carroñan la paz del creador,
dejadme abrir la puerta
hacia un mundo volátil,
las órbitas del bien cuando despierte
y devorad mis sueños,
la noche os pertenece.
De todo corazón
Mientras son desnudez las iras aparentes
que hicieron desabrigo en el amor,
la querencia en el mal
del yo más verdadero
en alguien que no fui.
Mientras, a media noche,
me despierto con culpa,
sin discernir apenas
la antigua vocación de amanecer
tan libre de pecado,
la presencia de un dios entre mis sueños
llevándome a la luz
de los mundos nacientes…
Mientras soy en la niebla testigo de mudez
que se finge invisible
para esquivar miradas al frente del espejo,
para ser corazón
que supo alguna vez tener amante
con el alma versal,
tan palpable su espíritu en mí mismo,
tan inútiles justas que hicieron miserables
mis ansias de virtud.
Acaso regalé
sin pretenderlo
al manso más pueril
para que fueran otros
causantes de la guerra.
Tan inútil costumbre
Es tiempo de elegir,
una vida pendiente, suicidio en lo que fui,
o la profanación del interior
saqueando del miedo la memoria.
Pero cómo olvidar la esclavitud,
esta luz del otoño contigo en su lamento.
Me hiere todavía tu impostura
en brazos del amor.
Aquellos paraísos alcanzables
que dejamos caer
en profundos abismos de la noche,
como un temblor de cielo sin fronteras.
No es preciso saber quién te convoca.
Atravieso la esfera del reloj,
tus huellas envejecen
y escribo una historia sin recuerdos:
Tan inútil costumbre
fingir que soy poeta.
Evocaciones
La escucho conversar en un siseo,
entrecortado y leve,
como los pensamientos que rehúyen
las razones de algún significado.
Y sigilosamente
abre mi corazón y se agiganta,
expande la mandíbula hasta mí
y ansía devorarme
con signos de tarot entre mis sueños.
Apenas soy del tiempo escaramuza,
lugar donde expiar lo que no existe,
para sobrevivir,
para que su tesón no venza mi memoria,
ni me aprisione Brecht
volteando los pájaros de luz
como si fueran dudas.
Acaso sea yo aquel Narciso
que habita en el espejo.
Responde, criatura:
¿Hablas tú con mi mente?
Mujer de barro y furia
Había en las palabras retazos de la noche
con huellas de cristal
delirando la luz de mis pisadas.
(De mí mismo)
robótica también
y abstracta, fantasía e intuición
según sea el cristal donde se mire.
No hay en su destino fijaciones,
salvo el grito del mar,
allí la voz es suya,
—porque se siente libre—
navegando espejismos del amor
que avista horizontes con un verso cercado.
No es fácil definir la resiliencia,
pero ella lo sabe,
para ser amazona sin espuelas,
caminito del alma
si hay hombre que le fuerce a ser guerrera.
Y podría seguir
difundiendo toda su antología
mientras Tauro enrojece
la sed de mis pupilas.
Pero hubiere de robar su talento,
ser letra de Morgana
y yo sólo soy luz cuando me asombra,
ardiendo entre mis ojos ese barro…
Los otros poetas
Ya sé que tú conoces el alma de un poeta,
su desnudo sutil
y esa pretensión de libertades
que buscan sobresalto si seducen
lo que la mente quiera,
—no hablo de recuerdos, ni de oír
esa lenta llamada sin voz al otro lado—
hablo de conversar
en memorias de nadie,
dormir las estaciones y viajarlas,
a veces en lo cómplice del frío
mientras la luna cae
silencios de una noche rutinaria
y otras con el fuego bajo piel,
las súplicas a un dios
que asombra y nunca llega.
Es posible que tú, si eres juglar,
conozcas en los signos del dolor
a los otros poetas,
a los que cada día el hambre sufren,
secuelas de la guerra,
el envejecimiento en la mirada,
la desesperación,
a los que el mundo da por excluidos
en cárceles sin sol
mientras ellos vislumbran abundancias
de amor por compañía,
esas etnias extrañas
donde palabra y luz son único deseo.
Nadie suple tu luz
He cubierto la etapa, cada paso insalvable
durante el recorrido que transita la pena
por espacios de amor y las huellas de arena
marcadas por relojes allá de lo insondable.
Crepúsculos de ti me hacen vulnerable
al sentir todavía esa piel tan morena
tupiéndome de sol la noche que la estrena
con la ilusión de ser apetito insaciable.
Todo es silencio ahora, nadie suple tu luz,
apenas los recuerdos asoman la testuz
para dar apariencia de tristeza y olvido,
la urgencia de latir el último reproche
y la amortización de todo aquel derroche,
inútil terminal del tiempo que se ha ido.
Amor, digo sin más
Abril se ha encarnizado por tu boca,
más caníbal que nunca, predador
original del fuego, fingidor
restañando la herida de la roca.
De tu labio extensión que nos embroca,
inútil el vacío de su ardor,
generar en su instinto poblador
ofrendas beatíficas si toca.
Sólo resucitamos en la luz
inframundos cubiertos por la espera,
no existe muerte allí, ni laberinto.
Mis brazos y tus piernas forman cruz,
apasionadamente sementera,
surcos nuevos de amor en tu recinto.
A pluma rota
Porque tú eres la piedra donde yo soy tropiezo
metafóricamente, diríase caer,
a paso cambiado, sin riesgo a fracasar
el límite absoluto, lo que repta el amor
sin huella en las alturas.
Porque ambos fingimos ser pálpito de luz
mientras sueñan los cuervos
el tiempo de un poema,
porque yo soy guión
y te conozco actriz,
sobreactuando siempre,
veraz a tu manera.
Por estas tan inútiles razones
hoy pretendo extravíos,
la búsqueda de mí
sin que sangren palomas los aires de mi vuelo.
Inútil mi presente
Los únicos demonios en este mundo son los que
corren por nuestros propios corazones. Es allí donde se tiene que librar la batalla.
Mahatma Gandhi
Imposible volver a los tiempos en calma,
abrir el corazón en lo contaminado
sin que sangre la herida puñaladas recientes
en sonetos que nunca se atreven a callar.
Hay una voz oscura transitando los versos,
en sus huellas el frío desnuda la testuz
fingiéndose verano, le arde la impaciencia
con que ha de irruir poemas humillados.
Yo soy en esta guerra destino de finales,
causa de la pasión que grita desde adentro
cuando sufre un amigo sin que nadie le atienda,
como rinde blancura la paz en las batallas,
como si fuera olvido,
inútil mi presente.
Poema final
Diles que mi vida fue maravillosa
Ludwig Wittgensten
Antes de mí, tan sólo inspiraciones
copulando quietud,
palabras de papel con que burlar
el asedio veloz
de lo imaginario.
Mas no podré saber
quiénes fueron sembrando
plantaciones de abril
mientras la sombra finge medialuna
y un verso en lejanía.
Soy margen desvalido en el final,
un apartado punto
sin reseñas de musas que otorgar
ni cárceles de piel que me cautiven.
En esta ingravidez,
en su calma sin noche,
ecos del escritor que fue leyenda
de lo que cumple luz
por tiempo hereditario
y me nombra,
como un instante en ti,
sonora libertad
si enmudecieras
la risa, el vientre
y todo.
Mercedes Carrión Masip para Ultraversal,
20 de Septiembre de 2015
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