La pasión triste,
según el libro homónimo de Gavrí Akhenazi
Autores que aparecen en esta edición
Almudena Santalla
Arantza Gonzalo Mondragón
Elhi Delsue
Enrique Ramos
Eugenia Díaz Mares
Eva Lucía Armas
Gavrí Akhenazi
Gildardo López Reyes
Isabel Reyes
John Madison
Jorge Ángel Aussel
José Carlos Hernández
Juliana Mediavilla
María Del Mar Lana
Máximo Pérez Gonzalo
Orlando Estrella
Ovidio Moré
Ronald Harris
Rosario Alonso
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Revista Ultraversal ed. Nº 5
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La palabra es un arma. La palabra es una institución de la metáfora y tiene un peso específico dentro de cualquier desarrollo textual, inclusive atendiendo a sus diversos pesos semánticos de acuerdo a la ubicación intencional que demos a un mismo vocablo. La palabra es una dirección de la voluntad expresiva. Mediante ella, se marca el sentido de circulación de las ideas y una misma palabra, adecuada a una determinada intención, sirve tanto para el amor como para el odio, porque la palabra en sí misma es metafórica, simbólica, es un elemento propio de un código que debe ser interpretado a partir del lecto y las condiciones en que se emplee. Rodeada de otros símbolos que generan lo denotativo, una palabra siempre resulta connotativa en sí, porque depende de sus intérpretes que son los considerados receptores del mensaje final que la palabra representa y son los que deben aplicar interpretativamente la intención que tiene el símbolo colocado en tal o cuál posición dentro de lo oracional. En nombre de la misma palabra, pongamos por caso Dios, se mata o se salva. Esto ocurre por la interpretación que se le otorga y el valor semántico que tiene para cada receptor, de acuerdo a su ámbito: “Dios lo manda” (como ejemplo de lo anterior). Desde los simbolismos, las culturas trabajan sobre sus diseños comunicacionales y modifican el valor aséptico de los semas para reconvertirlos en una resemantización necesaria por el valor electivo que le da la cultura que los emplea. La pérdida de la palabra es la pérdida del código completo y de sus variables, como aquello de que un kilo de plumas pesa igual que un kilo de plomo, ambos serán kilos, pero de diferente material y por lo tanto, pese a ser kilos, no son equiparables en una misma función. En la actualidad hay una batalla de códigos que desarraigan las palabras para desarrollar mutaciones que se apartan de los valores simbólicos. Es el caso de la palabra “bizarro”. Según algún aberrante traductor perdido en los anales de la semántica contemporánea, la insólita traducción de un adjetivo inglés en su traspolación al castellano (ignorancia de ambos idiomas pura y dura y sin apelativo) ha vuelto del revés el significado y el símbolo que el español le otorga a esa palabra, justamente mutándola en su símbolo opuesto. Y lo más trágico es que no se produce la corrección desde ningún lugar y aplicar la tergiversación pasa a ser de uso común. Alabar a alguien con la palabra bizarro se ha convertido en insultar a alguien con ella. Sucede que los escritores no están exentos de estas peculiaridades, ya que hasta la misma palabra “escritor”, con el advenimiento de las redes sociales, ha dejado su valor semántico por el camino imitando a la palabra bizarro. Me pregunto ¿qué querrá decir dentro de un tiempo lo que hoy escribimos aún con los símbolos dentro de sus expresiones semánticas?¿Dirá lo mismo que quisimos decir o justamente lo opuesto? Verdaderamente trágico sería que no dijera nada, porque la Humanidad haya regresado a entenderse con gruñidos.
¿Ves, te lo dije! Aquí, tras el invierno, tras este invierno tan herido y tan hermoso, otra vez reviven los colores, la mar se hace un sínodo de carnes a la intemperie, un reducto suntuoso de lascivia, un canto universal a la belleza.
Sí, te lo dije, tras un invierno de pálidos helores, tras nacernos oscuras las palabras, revivirán las luces y los festejos exigirán su sitio en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas y las gentes afectas de fábricas y de asfaltos, de cinc y de cristal y de cementos, de grises paisajes indestructibles, regresaremos, te lo dije, al aire bruñido y a los azules, al cántico-alborozo de las olas, al olvido transitorio de sus males, a vivir como único remedio, a imbuirse de tus versos y a recordarte, en este caso.
Jota Azimut
Llevo el peso de mi tigre abrochado a la noche matarife inocente recortándome el vino que amable me devora amadas luminarias poblándome en sus dientes nacarados el oscuro. Es su calma, digo, el tigre todo el barro violento de la paz nueva que clama en advertencia, sangre sobre la nieve, luz gacha.
Así, en la noche, me siento de sus fauces inmersas de animal y baldeo mi pánico con cantos melodiosos quedando, de esa burla, contándome la boca, borracho de su número, agitado, tranquilo. Con ello, confío haber logrado en aquellos momentos robados a la piel anaquelar el brillo, capturar los afeites, los giros de justicia de los que el caos se nutre.
Miradlo. Ya me ruge. Hoy toca hacer llanura de nuevo está esa boca en boca de mis faldas nacarando la senda que trazan sus colmillos.
El tigre tiene la noche hoy lejos por poner mi boca en cruz el alba en amenaza.
Doblo mi cordobán, y espero al cazador, al vino violento de la noche, a la música opaca de mis balas.
Esta noche ha de llover a filo.
Federico Ruibal
Sé que estás… aquí en tus palabras, en tus poemas y sus finuras y en la mano tendida a compartir tus sabidurías, por eso sólo puedo agradecer a Dios tu presencia y el regalo de tus versos.
Con pesar, por saberte ya del otro lado, tan lejos nuestro, pero con la fe de que vives y viven tus poemas, un abrazo, señor, caballero de las letras.
Solange Schiaffino
como un andén a medianoche que se vacía mientras los viajes continúan y los amantes miran las rutas de los mapas tomados de la mano y los que aún no tienen casa duermen sobre un bongó envuelto en nylon pasa este día sin haberte alcanzado
sintiendo que llegué tarde de nuevo (y que sabías bien de mis defectos) me queda la sensación de amor de hermano que se posó en mis poemas cabizbajos con la ternura de quien todo lo comprende
esos instantes en que tu voz llegaba al cuenco y se volvía de vino o de agua eran un día de campo
eran de noche con luz de pueblo nuevo probablemente a donde te diriges
no te alcancé –ni con esta alma que suspira— mas dejaste en nuestra banca tus dorados tu letra en los umbrales hacia el triunfo tu piel entretejida en las palabras tu libertad tu vuelo
a lo lejos se escucha un aleluya mientras abrazo un hasta pronto en tus cuadernos
Sabeli Ceballos Franco
Y aire y tiempo cubren lo espantable, para que ni uno demasiado lo ame con oraciones o el alma. Hölderlin -Grecia
Llenas de cosas confiadas, alegremente extendidas las manos hacia el caos en que eres memoria de fuego, traen, desde una imposible primavera, a este vuelo de aves tu asombro monosílabo: ah no a esta hora, no esta tarde de grullas y heliotropos, cordilleras divinamente verticales oh Dios, el pan recién tostado en la mesa y mira: tronco adusto de acebos y riachuelos de dulce resina.
Amable fue, tal vez, el silencio al empuñar su cuchillada de negruras: no viven ya, en tu corazón, los dioses de este mundo. Panderos y címbalos de una canción poderosa maduran el arroz y doblan las montañas, mas tú, en la inocente paradoja de su ritmo, traes los sones del amanecer y un regio olor a madera florecida.
Antonio Rojas
salí con la mente hirviendo de promesas y el corazón atado con tres nudos
cercano el río despeñaba ausencias y el aire respiraba masculino sobre mi boca su hálito desnudo
salí de mí rompiendo las paredes y su cerco de trémulas visiones crucé el umbral del rostro de Caronte y desbrocé la hierba que gritaba bajo mis pies todos tus nombres
cómo no amar el pulso de la vida si late en la corriente de la muerte
tú eres Octubre Rojo y estás vivo yo sigo muerta
indefinidamente
Morgana de Palacios
Has galopado, amigo, por la intemperie inmensa de los versos sangrándote las manos, sangrando la palabra que penetró tu carne y te erigió poeta.
Al vuelo despeñado de tu pluma me acostumbré callada, bebiendo de tu verbo imaginario a la sombra morena de tus dedos, de tus lunas deslenguadas, de tu mundo de cristal y soledades.
Por delante te has ido, compañero, para sembrar de versos el futuro y no sabes, Villena, que me dejas el sello de tu mito en las retinas y un poema perdido en el papel llorando tu vacío.
Luvia Kremel
Hay un hombre sepia acurrucado en la esquina de su dolor desnudo. Es un ser sin rostro tallado por Miguel Ángel en el diván de la ceguera. Séneca caligrafió su corazón para la vida breve, para el camino del sabio que vence al tiempo porque conoce el pasado y responde al futuro.
Hay un hombre sepia que sabe todo lo que no sabe y que disimula el ingenium tras un malabar de mariposas azules.
Este hombre serigrafiado me enseñó los aquafortes del silencio y se hizo pasar por rico cuando mendigué una palabra.
Está en la memoria del agua que viaja al mar, se evapora y retorna a la montaña… es un ser cíclico que se conduce entre hados para llegar con un acento de rocío al recuerdo de las horas de poesía.
Este hombre, amigos, dejó en la mesa de todos nosotros una taza de café que jamás se enfría.
Ricardo Sayalero García
Justo. Llegó Octubre con su actitud de escudo, noble como un caballo con crines de tormenta, manos gigantes de coloso roto y reciedumbre verde de acorazados tilos a colgar su precisa lágrima de víctima.
No quiso ser el mes, le fue impuesto.
Llegó desprotegido, con la angustia creciendo como crecen las sombras en la tarde y el polvo en el camino. Y así, triste, inmensamente triste, abrió su puerta grande, porque grande es el alma en el umbral y grande su equipaje de poemas.
¡Ay! ¡Triste Octubre! Desgraciada tarea te fue impuesta. ¿Puedes darnos, Octubre, los versos que viven como alondras tiritando en el asombro? ¿Los versos con sabor del hombre parco de alma buena? ¡Ay! ¡Triste Octubre! Desgraciada tarea te fue impuesta.
Enrico Espino
La luna se deshoja plateada sobre el luto mortal del cementerio; los cipreses murmuran un misterio que se extiende en el mármol de la nada.
La noche no es tan noche, ni es callada, ni sirve de mortaja al cautiverio de esos huesos que yacen sin criterio sobre el lecho ancestral de su morada.
Noche y luna se funden en quimera. El hombre se estremece, siente pánico, cuando del alma el miedo se apodera;
es un miedo feroz, casi volcánico, plasmado en pesadilla, larga espera, con un poder fatal, casi tiránico.
Vicente Mayoralas
No hay lágrimas que inunden tu latido no hay voz, ni amor, ni besos en tu esquela, no hay nada, nada -amigo, centinela- ni un solo verso más ¿Por qué te has ido dejándonos el cielo sin tu estela? ¿Por qué razón? ¿Acaso no he sabido rezarle a Dios? ¿Por qué lo ha consentido? Y ahora te vas, y sé que, aunque me duela, aunque sufra en mi ser tu desventura jamás podré encontrarte nuevamente llenándonos el alma con tus gozos. No hay lágrimas que apaguen mis sollozos ni hay nadie que te alcance en estatura. Lo sabemos los dos, perfectamente.
Vicente Vives
En cada madrugada, en cada ausencia, se queda el corazón desangelado y siente que por mucho que ha llorado el llanto no ha borrado la impotencia.
El tiempo nos castiga sin clemencia, el que pronto llegó ya ha descansado pero el de aquí espera anonadado mascullando su pena, su dolencia.
Y en cada atardecer vuela en el rojo ennubecido cielo el corazón que busca sin creer que te hayas ido
y se vuelve, y se afana y de reojo, sin querer molestar, con aflicción, ve tus letras y llora compungido.
Idella Esteve
Tanta belleza para vivir sólo una vez compatriotas de la muerte; cuán certero aquel hombre que desgasta segundo tras segundo lo que tiene de arena en la clepsidra del futuro. El amor que se va será una uva que el gusto del recuerdo catará cuando afloren nostalgias del vivir. El llanto es la gimnasia del dolor, así como el paisaje, de los ojos. Los momentos grandiosos de la vida se convierten en sombras que refulgen necias ante el acoso de los años.
Aquí nadie nos salva, sólo queda aferrarse a la tabla del naufragio y aguardar que aparezca tierra firme:
«No hay para mí sensación más satisfactoria que hacer un buen poema que trasmita mis emociones a otras personas»
A Arantza Gonzalo Mondragón, una escritora vitoriana, curiosa y muy observadora, le gusta estar bien informada de cuanto ocurre en el mundo y a su alrededor a todos los niveles. Le encantan los documentales de historia y de animales siendo sus preferidos los de rapaces y de animales salvajes. Se siente feliz en plena naturaleza observando el cielo y los pájaros y también podría pasarse horas mirando el mar. Amiga de sus amigos, se considera leal a la gente que quiere. Una de sus pasiones es la buena cocina y no existe mejor plan para Arantza que una cena con algún amigo/a que sea buen conversador/a. Nos comenta que sus mejores virtudes son la empatía y la paciencia y entre sus defectos, de los que dice tener muchos, se encuentra dejar entrar más negatividad de la normal. Para Arantza un buen perfume es imprescindible ya que es una convencida de los beneficios de la aromaterapia. Es hija de aquellos programas nocturnos de radio de finales de los 80 y 90, donde descubrió la buena música y la mejor literatura. Inolvidables para ella fueron Quintero, Aberasturi, Marchamalo o Moreno-Ruíz. Ya con 16 años se quedaba escuchándolos hasta la madrugada a pesar de que entraba a las 8 de la mañana en el instituto. Desde entonces es noctámbula. Nos dice que la noche es su patria y que “es cuando soy yo y cultivo el alma.
1. ¿Qué es para ti la literatura?
Para mí es una puerta abierta, un puente hacia otros mundos reales e imaginarios, algo que me ayuda a conocer y a conocerme.
2. ¿Y la poesía?
Lo más íntimo de la literatura, el reflejo del alma en el papel.
3. ¿Desde cuándo escribes y qué motivación te impulsa a continuar?
El primer poema lo hice con catorce años y a los veinte tenía apenas una docena. Fue mucho más tarde cuando empecé a tomármelo en serio.
Más que motivación, lo que me empuja a escribir es una necesidad. No hay para mí sensación más satisfactoria que hacer un buen poema que trasmita mis emociones a otras personas.
4. ¿Cómo definirías tu poesía?
En un noventa y nueve por ciento la definiría como catártica. No me gusta ni lo cursi ni lo pedante, yo escribo sencillo y hondo a la vez. Busco que el poema golpee al lector como tantos poemas de otros me han golpeado a mí.
5. ¿Y tu prosa?
Me he decantado sobre todo por el relato y la prosa poética, siempre con tintes autobiográficos.
Escribo historias sencillas que sean capaces de trasmitir.
6. ¿Qué influencias literarias han marcado tu manera de escribir?
Muchos poetas, aunque yo soy más de poemas que de poetas. Es difícil que me guste toda la obra de una misma persona, sin embargo hay poemas de todo tipo de autores que se clavaron en mí para siempre. Si tengo que decir cuatro para no extenderme, diría Miguel Hernández, Vicente Huidobro, Luis Cernuda y Luis Miguel Rabanal, pero al que más admiré y del que más aprendí, sobre todo a desnudarme, fue de Alejandro Salvador Sahoud.
7. ¿A qué público pretendes llegar?
A la gente normal, a la gente que no tenga que coger un diccionario para saber qué puñetas escribiste. A los que buscan emoción al leer.
8. Para ti ¿qué condiciones debe cumplir un escritor para ser considerado como tal?
No sólo de sentimientos vive el poeta ni de contar historias vive el escritor. Además, hay que hacerlo bien. No todo vale. El pintor ha de conocer todas las técnicas pictóricas para luego elegir su propio estilo. Lo mismo ha de hacer el escritor. Quien no sabe leer, no sabe escribir.
Hay que estar abierto a la crítica y estudiar.
También es cierto que la forma se aprende, cosa que no pasa con el talento.
9. En tu prosa, ¿cuánto de verdad y cuánto de inventado podemos encontrar?
Un buen escritor al que admiro, Gavrí Akhenazi, me dijo una vez que si escribimos de lo que conocemos nunca vamos a equivocarnos, y tenía toda la razón. ¿Y qué es lo que mejor conocemos? Pues a nosotros mismos.
Todos tenemos un universo en la memoria para llenar diez enciclopedias. Entre lo que vivimos y lo que recordamos que vivimos, que no es siempre lo mismo, hay pequeñas y grandes historias.
Yo no sé inventar, de momento.
10. Dentro de todo el panorama, ¿con qué tipo de poesía te sientes más cómoda?
Con aquella que me diga algo, independientemente del estilo. Puede estar escrita con el corazón o con las tripas, ser excesivamente lírica o totalmente barriobajera. Me ha de impactar. Cuando voy al cine a ver una película puedo reír o llorar, pero lo peor es quedarme indiferente. Lo mismo busco en la poesía.
11. ¿Cuál es tu proceso creativo, te sientas a escribir poesía o esperas que la inspiración llegue?
Generalmente escribo por impulsos. Cuando tengo una necesidad imperiosa de decir algo no hay quien me pare, aunque pase pocas veces. Otras tantas me pongo a escribir, me obligo y entonces la inspiración llega.
12. ¿Piensas que hay mucho egocentrismo en el mundo poético o que, por el contrario, es un mito?
Sí, hay mucho egocentrismo en este mundo. La mayoría de las veces viene de poetas que no han expuesto su trabajo a la crítica sincera y solo escuchan alabanzas del círculo que ellos mismos alaban.
13. Tienes un libro de poesía publicado —Barca Varada—. ¿Qué te impulsó a escribirlo?
Fue un contrapunto con el poeta Alex Augusto Cabrera en Ultraversal. Barca Varada es mi parte de ese contrapunto. Nos fuimos provocando el verso poema a poema hasta conseguir un buen resultado.
Para mí fue el despegue. Perdí el miedo, me desnudé, saqué todos los fantasmas.
Principalmente es un poemario intimista sobre la infancia herida y robada, entre otras cosas.
14. Estás preparando un nuevo poemario. ¿Puedes adelantarnos algo?
Estoy preparando un nuevo poemario llamado «Desescombrando», un título que le va de perlas a mi temática. Es una recopilación de poemas que ya están en el foro y que estoy puliendo. Verso libre, blanco, sonetos, décimas, un poco de todo.
15. ¿Crees que la poesía vende?
No, en absoluto. Lo que vende es lo que se promociona hasta la saciedad, independientemente de la calidad que tenga.
Yo sí compro poesía, pero creo que soy la excepción. Cuando realmente me gusta algo, quiero tenerlo conmigo, en papel.
Ahora con internet tenemos toda la poesía mundial a golpe de ratón, lo que demerita las ventas. Es comprensible.
16. ¿Cómo ves la poesía en la sociedad actual?
En la realidad es casi inexistente y en la virtualidad, de cada ordenador surge un poeta. Se está haciendo muy buena poesía y también muy mala.
17. ¿Qué opinas del formato digital con vistas al futuro?
No es el futuro, es ya el presente. Lo digital va a llegar a muchas más personas. Ahora se está empezando y las revistas bien hechas de hoy serán la referencia para el mañana.
Cuando el enero es blanco
la nieve es negra,
se hiela entre pinares
la madreselva,
y ojo al plantío,
con las hojas del chopo
tapa el camino.
Por la vereda quise
seguir tus huellas,
peregrinando al ritmo
de tus caderas,
ando de noche,
la razón que me guía
sólo es tu nombre.
De eneros tengo parte
de mi cosecha,
pregonando aleluyas
voy por mi aldea,
canto dorado,
puestas de sol que alargan
mi calendario.
Enero será corto
como el estuche
que me trajo un rey mago.
Por dentro luce
turrón y almendras,
en la vida te endulza
quien te recuerda.
Enero paliducho,
escarcha y frio,
parabién de contrastes
de a pan y vino,
quieto y en calma.
La ansiedad que me cubre
guarda mi casa.
Ansiedad
Ser o no ser, mi calidad no existe.
Sigue mi piel con los zurcidos ocres
de mi lejana juventud que escupe
la lluvia amarga de pasados sueños.
Risa fugaz de temporero al saco.
Casa de ayer, con paramera al aire
y soportales con hilvanes de ocio
que alimentaron de alquitrán mi barba.
En peso valgo lo que pesa un mirlo.
De estilizados compromisos lucro,
a media alforja, mi vejez creciente.
No gano el pan que mi sustento exige,
ni aporto el don que a perfección me inclina,
ni soy el ser que mi ansiedad reclama.
La tienda de Modesta
La plaza era sencilla, leve cuesta
en la calle empedrada, y por cimiento
la soledad de un viejo ayuntamiento,
y en la esquina, la tienda de Modesta.
De adobe y corazón creció el poblado,
y en la escasez, las sombras del destino,
sueños de alondra levantando el trino
para olvidar los ecos del pasado.
En los días de otoño una candela
colgaba en cada hogar. De mala gana,
con mueca de hambre y pantalón de pana,
aprendiendo a ser niño, iba a la escuela.
El rostro helado, la mirada ausente,
desnutrido el ajuar de cada día,
y un rayo de esperanza en sintonía
con la inquietud que amaneció en mi mente.
Una casucha oscura era la tienda,
que atendía Modesta, un santuario,
sometido a los ritos de un horario,
mitad despacho, y la mitad vivienda.
Alineados entorno a una farola,
colocada a la puerta de la casa,
con hambre y sed, y la barriga escasa,
los niños de la escuela haciendo cola.
Por despensa un arcón, y en la cocina
con zumo de limón y chocolates
solventaba la sed de los gaznates,
y algún beso perdido por propina.
Cuanto niño creció, amor y beso,
y un poco de ternura en la mirada
de aquella dama, loba enamorada
de limpia voz y corazón travieso.
En forjados de hierro, y por tabiques,
se colgaron escudos honorarios,
y entre letras de adorno y comentarios,
las hazañas de tiempos de caciques.
Modesta se perdió, tarde sin prisa,
con su pobreza al sol de una mañana,
y en los golpes de honor de una campana
se fue su voz y el eco de su risa.
Nadie esculpió su gesto, y en aquellas
calles de ayer, la indiferencia y mito.
Entre el recuerdo, y el altar de un rito.
Lo poco que me queda
El hambre con la sed se acerca a la ligera
lamiendo la pandemia que abrasa mi costado,
y ese grito de ayer, que presumo olvidado,
me rasca en el recuerdo, como si ayer, hoy fuera.
En mis sienes rezuman las mieles de la higuera,
el aroma del huerto, aquel canto rodado
entre cercos de adobe, y albardas de un pasado
con el sello en las noches de luna pasajera.
No consigo el olvido ni afilando mi mente,
y aunque rabie y no escuche, oigo el canto del mirlo.
La penitencia suple el afán de mi encierro.
Al río de mis años, le pesa la corriente,
y en la edad que me oprime, me da miedo decirlo,
lo poco que me queda, pasear a mi perro.
Batallamos cada día con toda esta ternura que llamamos tristemente soledad. Abrimos y cerramos nuestros ojos a tanta maravilla diciendo: “no gracias, hoy no quiero ser ni parecer”. Pero nos equivocamos, y caemos arrodillados cada siguiente ocasión, tentados en la posibilidad de encontrar lo que nos huye; pertenecer no es verbo para moribundos. Supongo que no todo obedece al macabro juego del azar. Eso debería incitar una plegaria, pero mi lengua está cansada de pedir. Quizá me he metido demasiadas cosas en el alma o los alvéolos. Demasiadas trampas. Demasiadas pesadillas. He recorrido este infierno demasiadas veces. Pero hoy todo me parece demasiado: el horario, las luces, el pastoso murmullo de mi respiración. Todo me parece innecesario y petulante: la música que baja de los muros, la sequedad del aire acumulado en las oficinas, todos estos papeles llenos de garabatos incomprensibles. Y si pudiera gritar o llorar, levantarme y destruirlo todo con un alarido, asesinarlos a todos bramando sus nombres en un solo y aterrador sonido, también me parecería demasiado.
La alegría de olvidar
Acceder a esa parte del alma que todo lo puede, que todo lo perdona. Acceder al amor que trasciende la carne, el deseo, la necesidad. Tareas de santo que arruinan el ego más viril. Divinas tareas para un dios pobre, un dios vagabundo que todo lo soporta. El asceta que habita en mí, que duerme en su manta acurrucado en la orilla, esperando despertar. Ese oscuro monje con su puñal de amor que me empobrece. Lo que alguna vez fue poesía en mí, y que hoy no es más que este dulce abandono en la alegría de olvidar.
Sin título
Al final la condena era yo y esta manía insoportable de querer ser otro. Yo y el hábito amargo de suponer que no me amas, que no me amarás, cuando en realidad no hay más cielo para ti que mis vellos acariciando el amanecer de tus caderas. Hay una celda en cada beso, un grillete sexual que arrastramos hasta la saciedad. Pero la condición implícita de odiarnos acaba por ser la única certeza, el vínculo inevitable de esta tragedia griega.
Tomados del poemario de sonetos “A una voz que es la mía” de Vicente Vives.
El soneto de Vicente resulta muy rítmico por la variedad de los acentos en los endecasílabos, entre los que encontramos un cierto predominio de los melódicos, en combinación con enfáticos, heroicos y yámbicos. La rima se ciñe a los modelos clásicos: ABBA-ABBA-CDE-CDE. Entre la variedad de rima en los tercetos, vemos que riman en paralelo: 1º con 1º, 2º con 2º y 3º con 3º.
Forma parte de un largo poemario de sonetos que está colgado en el Foro actualmente, con un dominio de esta estrofa en todas sus variantes: en alejandrinos, blanco, asonante, polimétrico… He escogido éste que responde al soneto clásico y que está dedicado a Mercedes Carrión, por lo que incluyo también su respuesta, para mostrar un ejemplo de pequeño contrapunto, en una disciplina tan difícil como ésta. Pretendo también destacar esa «sincronía» de los contrapuntos, en los que las réplicas tienen que responder al sentido del que las provoca, aunque cada una de las voces conserve su idiosincrasia.
Vemos que el presente soneto es un poema de admiración, de cariño, de complicidad hacia su destinataria, en una especie de reencuentro.
El afecto y sus matices recorren toda la composición, incluso respetando fielmente la estructura del soneto:
Presentación del tema y desarrollo en los cuartetos.
Reflexión de la idea central en el primer terceto.
Conclusión y emotividad en el segundo terceto.
Los cuartetos se escriben en segunda persona y están presididos por el tú, de la destinataria, mientras que los tercetos se centran en el yo, reafirmando sus sentimientos: Cuartetos
Tú, aire de mi aliento…
creadora de la perfecta calma que me ofreces…
me naces, me renaces, y me creces…
y vuelves hacia mí, reapareces…
Tercetos
y quererte, quererte, y adorarte…
no podría pagar lo que te debo…
me puede la verdad de tu mirada…
y por vivir en ella y por mirarte…
En el presente soneto destacamos los recursos por repetición, muy notables en el tercer verso: «Me naces, me renaces y me creces», en el que destaca la trimembración de los verbos, dos con el mismo lexema, también el “me” se repite anafóricamente delante de los tres, que a su vez tienen la misma aliteración de la sílaba “ces”. Un verso muy logrado porque su forma pronominal otorga a la destinataria unos poderes especiales entre maternales y divinos.
La repetición destaca también en el verso 10: «y quererte, quererte y adorarte», también en trimembración, formando una rima interna y con la aliteración rt en los tres términos.
Anafóricamente aparece la conjunción y al inicio de verso, en los versos 6, 8, 10 y 13. Otras veces como nexo del último miembro de la trimembración o de la bimembración:
y quererte, quererte y adorarte
y por vivir en ella y por mirarte
Dentro del campo metafórico, encontramos imágenes que tienden a la idealización de la destinataria en los sentimientos que le despierta:
Tú, aire de mi aliento
creadora de la perfecta calma que me ofreces
esa voz que te inspira, soñadora
Me puede la verdad de tu mirada
Son notables las comparaciones:
vuelves hacia mí… como un ángel de vida
me creces como una rosa blanca
Destacamos también un encabalgamiento que se produce entre los dos cuartetos:
…………………………….Me enamora
esa voz que te inspira, soñadora…
Vemos que todos los recursos están encaminados a resaltar esa corriente afectiva entre el emisor y su destinataria. Sentimientos más cercanos al cariño, a la admiración, al respeto y a esa búsqueda de apoyo en la serenidad que le inspira.
El soneto nos muestra no solo los sentimientos, hay en él toda una confirmación del «oficio» de Vicente Vives en esta estrofa. Éste y otros poemas en contrapunto responden a la poética del arrebato. Acunado en el soneto por los grandes sonetistas de Ultra —él suele citar mucho a Isabel Reyes—, su dominio del mismo le ha permitido saltar a todo tipo de composiciones poéticas pasando de las estructuras clásicas al verso blanco o al verso libre. Poeta prolífico, se mueve bien por todas las secciones del foro, no solo en sus posteos, también acude puntual a la lectura y comentario de sus compañeros en cualquiera de los subforos.
Mercedes nos muestra su respuesta mediante otro soneto clásico que se atiene con fidelidad a la estructura, la rima sigue el esquema del anterior, incluso en los tercetos: ABBA-ABBA-CDE-CDE.
Destaca la musicalidad del poema por la variedad de los endecasílabos, entre los que encontramos un ligero predominio de los melódicos, seguidos de yámbicos y heroicos.
La claridad y la armonía son cualidades que destacan en este soneto que es el contrapunto al de Vicente.
La voz del compañero después de una ausencia convoca a la poeta que nos habla de esa larga espera y lo incita a quedarse.
Los cuartetos describen la inquietud por ese silencio y la espera de una respuesta. Los tercetos recogen ese encuentro y la dulce incitación de la amiga:
Reposa de tu larga travesía…
El escenario del encuentro es en el soneto de Mercedes la Naturaleza, un marco muy reconocible en su poética:
Te presintió mi tiempo en la floresta
Sobre el canto del agua
el arroyo abrazado a los pinares
Quédate en mi cercado
El trino del jilguero, risa pura
Aparecen también términos que identifican la ausencia con un viaje, que se presenta con reminiscencias de lejanas epopeyas:
Marinero remando entre pesares
te presintió mi tiempo…
Aquí donde levanto mis altares,
se nutrió mi esperanza en tu respuesta
Reposa de tu larga travesía
También tu voz descanso se merece
para volver, repuesta, a la aventura.
Puesto que el poema se centra en la voz: mi voz llega lejana…y se dirige a la voz: También tu voz…, vemos que está presente en el poema el recurso de la personificación de la voz, que incluye a su vez una metonimia (la parte por el todo). Es un recurso potente que preside todo el poema.
Aunque ambas voces son las protagonistas, en el plano real, no es la voz, sino la palabra escrita.
En la sonoridad del soneto influye el gusto de Mercedes por las aliteraciones:
desde la luna en vilo de mis lares (aquí con la personificación de la luna que nos sugiere el insomnio en las noches de espera)
Marinero remando entre pesares (aparte de la aliteración, el acierto de ese sentido figurado: remando entre pesares, que es como ella lo imagina, nos presenta la acción en desarrollo y nos hace visualizar la escena y el esfuerzo)
El arroyo abrazado a los pinares (que suma a la claridad de las vocales, la personificación del arroyo).
Los cuartetos discurren serenos con encabalgamientos suaves que finalizan en el siguiente verso. Los tercetos aparecen encabalgados hasta el primer verso del segundo terceto. El encabalgamiento se inicia casi al final del verso:
Reposa de tu larga travesía,
quédate en mi cercado. Ya amanece
y el trino del jilguero, risa pura,
despertará en tus versos la alegría.
Dentro del campo de la metáfora, hay imágenes de una gran belleza:
Marinero remando entre pesares
Sobre el canto del agua
el arroyo abrazado a los pinares
quédate en mi cercado
el trino del jilguero, risa pura,
despertará en tus versos la alegría
Destacamos también ese presente del verbo amanecer, que sugiere el renacer afectivo y tiene un gran valor poético:
quédate en mi cercado. Ya amanece.
Vemos que, al contrario del soneto de Vicente, en éste hay un reparto invertido de las voces: en los cuartetos la presencia del yo y en los tercetos la del tú:
Cuartetos
Mi voz llega tardía, descompuesta
Te presintió mi tiempo en la floresta
Se nutrió mi esperanza en tu respuesta
Tercetos
Reposa de tu larga travesía
Despertará en tus versos la alegría
También tu voz descanso se merece
El amor se manifiesta en el soneto de Mercedes como un sentimiento acogedor que invita a la serenidad, al descanso y al recogimiento y se ciñe por tanto a la demanda amorosa del emisor en el primer soneto.
Los versos son claros, sin artificios ni en el léxico ni en la construcción sintáctica, eso unido a una puntuación abundante versal o dentro del verso, dan al poema un gran dinamismo.
En su lectura destaca la armonía, la belleza y la precisión. A pesar de que Mercedes siempre muestra sus reservas frente al soneto, ella dice moverse mejor en verso blanco, los que la conocemos sabemos que es capaz de ceñirse a cualquier estructura. Poeta contrapuntista por excelencia, ha mantenido contrapuntos en sonetos y los mantiene en verso blanco. Su voz es muy reconocible porque la ha ido forjando y consolidando, no solo en sus poemas, también en los comentarios que deja, o a los que responde en los espacios de los compañeros y en los que se implica a fondo. Es perfeccionista y generosa: cuando uno de sus textos sale a escena ha pasado ya todos los filtros. Se atiene a aquella expresión juanramoniana: “¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas!”, porque en poesía no cuenta solo la inspiración y el trabajo, la inteligencia es también un factor muy importante, puesto que un poema, como cualquier obra de arte, no deja de ser, entre otras cosas, un ejercicio intelectual.
¡No me levantes!, deja que mis pies
palpen las blancas vísceras del aire,
que lo que ayer fue lazo
hoy es horrenda soga,
y es la muerte fatídico presagio
y la felicidad, simple entelequia.
No mires los espasmos de mis ojos,
no beses las tinieblas de mis manos,
que lo que ayer fue eterno
hoy es clamor del polvo,
y es la vida el cantil hacia un calvario
coronado por cruces en la cima.
No digas, madre mía, que fui solo
pálido lis que flageló el invierno,
si hallé en la poesía
todo el calor divino
que no encontré jamás en otro fuego,
ni otro sol, ni otro vientre, ni otro hogar.
No hurgues en la umbría de mi fe
mis alucinaciones y demonios;
abre veredas nuevas
con tus dolores viejos
y en el altar, refugio de tus santos,
ponme, madre, de hinojos ante Dios.
Ábreme con cuchillos de la aurora
para que broten todas las luciérnagas
que quedaron cautivas
en mi sangre quijote,
y amarra en los puntales de la noche
los volantines que jamás icé.
Esparce las cenizas de mis versos
en las aguas del mar de las Antillas
¡Que surquen victoriosos
continentes de espuma
y renazcan blanquísimos de luz
en los silos poéticos del alma!
La crítica
Inspirado en el artículo «De odios necesarios y otras literaturas» publicado en la Revista Ultraversal n.° 3, de nuestro compañero Gavrí Akhenazi, y a él dedicado.
Parecía en el fondo de su fosa
un souvenir de la desidia humana…
Su voz, que de la lengua fue soldado,
yacía en la conciencia sepultada
y era una piedra oscura enmohecida
su corazón de cáñamos y dalias.
Allí estaban, al pie de su sepulcro,
los pseudos más sesudos con la farsa
de su gran «patrimonio emocional»,
sus berrinches pueriles y patrañas,
sus moldes y su ego, sus falencias,
la métrica excusándoles la plana,
sus imposturas y sus fondos Disney
y el ludismo en su forma más prosaica.
Allí estaban, al pie de su sepulcro,
con sus negros crespones y corbatas,
sus versos con olor a naftalina,
estériles las sienes de metáforas
y el tosco diccionario de clichés
y la obvia torpeza en la palabra.
Nunca hallarán el tiempo que no sea
el de ver sus ombligos y medallas,
abonarán las sendas del elogio,
crecerá entre las rosas la cizaña.
La matarán mil veces, como aquella
canción de Soledad a la cigarra;
pero mil veces resucitará
con la fuerza que tiene la esperanza.
La crítica es amor, es altruismo,
no el indigno argumento que difama,
una cantera de la poesía,
un remanso de tinta, una ventana,
un ejercicio humano, una virtud,
una espada en la roca literaria.
Semblanza
I
Tal vez fui bendecido el día que la Muerte
vertió su suero amargo en el cáliz materno
y quiso amamantarme de sus senos inmundos
para que nunca vieran mis ojos la alborada.
Tal vez nunca lo he sido… y mis lábiles sueños
aprendieron el vuelo que no pueden las alas
y mis sienes palparon el pedazo de cielo
celosamente oculto detrás de las palabras.
Yo amalgamé la plata, el jade y la genista
recostado en la hierba, bajo lunas y soles,
y me amparé en la música como un ciego al sonido,
y ensordecí de rabia del amor las campanas
para que no quedara ni un atisbo de sombra
que pudiera empañar el prisma de mis versos.
Y fue así que empezó la hermosa travesía
de este epígono triste de vuelos nerudianos
que amó su glauca esencia, su inusitada lira,
sus osadas metáforas y el tristísimo acento
mineral y salino de su voz de atalaya.
No sé cuándo llegaron las Piérides del alba
con sus labios etéreos a besar mis silencios;
sólo sé que era noche mi nemorosa vida
y flagraba en el novel tintero de mi sangre,
como tímida llama, la luz de la poesía.
II
Así fueron naciendo mis primeros poemas,
como constelaciones de universos ignotos,
y mudaron el pálido color de su plumaje,
y vencieron las simas del fondo de mi alma
como aves que emigran buscando su destino
Muchas veces cayeron de bruces derrotados,
otras se levantaron como atlas soberbios
y cargaron el peso de toda mi existencia,
de todos mis azares, de toda mi amargura.
Y surcaron el aire como australes cometas
que vuelan anhelantes buscando entre las cosas
la unicidad sublime del instante poético,
ese donde la magia se funde en los vocablos,
donde el aliento suave de la lengua acaricia
como un céfiro blando la gravidez del verso.
Allí están, en la aurora, como gárgolas negras,
como heraldos de piedra, como espejos dormidos,
como simientes nuevas bajo la tierra vieja,
esperando que el cántaro de la lluvia se rompa
y germine de nuevo mi verso en el papel.
Negación del amor
Vengo del fondo de la tierra misma,
raíz de lluvia soy, cieno y tinaja,
soy de la oscuridad negra navaja,
brasa ardiente en el frío del sofisma.
Mi verso es como el ave que se abisma
buscando entre lo bello una migaja,
una rosa de luz que se desgaja
pétalo a pétalo en su limpio prisma.
Vivir, morir tan solo es el reflejo
de lo que soy: el tímido trebejo
que elude los escaques de la ausencia.
Y soy feliz así porque en el fondo,
allí de donde soy, en lo más hondo,
es donde no me alcanza su presencia.
“Nadie supone nada, el que dice supongo sólo afirma sin ánimos de ofender”. Decir que suponemos cuando queremos afirmar, es una forma de expresar lo que pensamos suavizándolo, tratando de no ofender al otro con nuestras ideas contrarias, esperando no parecer intransigentes.
Así nos enseñaron desde niños, a empequeñecernos. Aprender que nuestra opinión no es lo suficientemente válida para afirmarla y tener que recargarla en la muleta de la duda; aprendimos también a hablar de nosotros en tercera persona o en un incoherente plural, para no parecer presuntuosos y llenos de vanidad. A sonar lo más amables que se pueda: diplomáticos e hipócritas, con falsa modestia y falsa humildad.
Por qué se habría de ofender el otro de que pensemos diferente a él. A menos, claro, que nuestra actitud fuera agresiva y el volumen de nuestra voz hubiera subido de tono, evidenciando una agresión. Si esto no pasa tenemos todo el derecho de pensar distinto.
Decir supongo, creo, me parece, en vez de un rotundo “sé”. Pero además en pleonasmo: yo supongo, yo creo, a mí me parece. “Es o no es, cómo que crees”, me gritó una vez mi padre ante mi vacilante “yo creo que…” Pero como decía, así nos enseñaron, a mí al menos. Así aprendí. Y me cuesta muchísimo trabajo dejar de usar el simpático pleonasmo y afirmar lo que sé y lo que pienso: sin suavizarlo, sin querer quedar bien con los demás. Cuando lo formulo en mi cabeza suena agresivo, así que me autocensuro y voy por lo seguro y aceptado. Casi nadie quiere parecer un mamón sabelotodo. “Smart ass” dicen los gringos, me gusta la expresión.
Nada diferencia a la concepción literaria de la concepción plástica, el proceso creativo es idéntico. En el primer caso, el creador, dibuja imágenes con palabras, en el segundo, crea las palabras con las imágenes. El dibujo, el óleo, o la acuarela, pueden ofrecer un discurso poético, de la misma forma que el poema o la prosa pueden ofrecer un discurso pictórico. En resumidas cuentas, estamos hablando de arte, independientemente de cómo se manifiesta.
Pero yendo más allá, cuando ambas son leídas o visionadas por estos artistas (pintor o narrador o viceversa) da pie a inspiraciones mutuas: un poema o una narración puede inspirar una obra plástica, y una obra plástica puede inspirar una obra literaria.
Y eso es lo que me ha pasado a mí con la lectura del último libro de Gavrí Akhenazi, que me ha inspirado el siguiente dibujo y, a su vez el dibujo ha dado pie al texto que sigue a continuación.
A propósito de la pasión triste de Gavrí Akhenazi
En tu cabeza habita el pájaro hambriento de ojo insomne, y llueve en las sombras de tu rostro, pero llueve de manera diferente a como llueve en el amarillo del día y en el negro de la noche.
Te alzas desde el gris, como un reloj de arena que se nutre del agua viva de tus lágrimas, en una desmedida ambición de ser clepsidra.
Tus lágrimas anegan el pecho, inconmensurable mar azul donde navega el corazón atravesado por la punzante flor de la pasión, de la pasión triste, la que duele lo que SÍ está escrito. Es el mismo corazón que vive, late y sangra versos que se vuelven ave: Cisne intrépido a la conquista de nuevas constelaciones, que son como circuitos eléctricos que han de dar luz al lucernario que te habita y que añoras.
Y en esos amarillos días en que la sangre cae gota a gota, la esperanza (inmensa neurona verde y espinosa a la que siempre perseguimos) te persigue, va a tu espalda porque eres como ese Cristo redentor dolido y lacerado el que refuerza su piel de aleaciones de plata y acero, para que ni la bala perdida de plomo ni la bala de la desidia del mundo, encuentren carne en la que echar raíces, justo allí, donde tu ala de pájaro de barro quedó trunca.
Pero siempre regresas del horror y renaces del gris, siempre. Y el pájaro roto de barro se hace hombre que ama, sueña y escribe. Porque el amor y la letra son el mejor ungüento contra la soledad, el horror y el olvido.
La literatura de Gavrí Akhenazi, de La pasión triste, es una literatura visceral y auténtica. Prosa poética donde las haya, exuda un exquisito lenguaje metafórico que no deja indiferente, al tiempo que se revela como lenguaje testimonial único. Cuando lees a Gavrí, la empatía y la sinergia te atrapan, ahí quedas en simbiosis con la escritura y con un mundo vivencial pletórico de emociones desgarradoras, donde el amor y el “horror” van de la mano, formando parte de la cotidianidad del hombre-guerrero-cooperante-escritor, que viste de belleza el encanto en una catarsis continua para poder sobrevivir.
Entre cartas y epitafios te sumerges en una obra literaria de una calidad y riqueza verbal inigualables.
Os la recomiendo de todo corazón, porque esto es literatura de muchos quilates.
Me preguntaba yo, luego de hacer la siesta, qué pasaría hoy, exactamente hoy. Un Lunes a las seis si me muriera.
Mi amor, mi gran amor del mundo y de los mundos buscaría otro amor, porque tú sabes bien, amigo mío, de amor nadie se muere. Y el hombre siempre vuelve a ser amor.
Es ley de vida.
Mis hijas, mis mataharis guerreras. Compañeras de fatigas del alma a las que hice mujeres antes de que sus ojos lo pidieran, a las que hice montañas sin posibles ascensos de lo absurdo, se buscarán la vida con tal de que la vida no las muerda.
Como les enseñé.
Me quiero más que nunca en esta hora. 6:45 de la tarde.
Cada trozo de carne, de manos y de noche.
De mí, lo adoro todo.
Porque quiero vivir pa’ que vivan los míos mi alegría. Mi son de libertad. Cada grito de guerra que le doy al destino.
Vaya a la mierda el diablo y sus tragedias.
Nunca creí en la muerte. Ni quiero que me lloren.
Que corra el ron sobre cubierta.
Pero aún queda mucho que dar a nuestra flota.
Maferefun mi cuervo, Maferefun.
Ayer mañana y siempre.
Mamá, quiero ser sonetista
Querido Juan Ramón, pido un soneto como quien pide en medio de una fiesta vuelen al aire ritmos de bolero para amarrarse al cuerpo de una hembra.
Tu abolengo y montura, moguereño, inalcanzables son para mi empresa. Lánzame un cable a tierra, viejo arriero, desde tus anchos vuelos de poeta.
Pues de catorce patas y once nudos se presenta la bestia ante mis ojos retándome a montarla en desafío.
Si domarla consigo, te aseguro, la bulla va a escucharse en «Alto Songo».
En su grupa violenta voy mecido.
Aún sigo en Estocolmo
Aún sigo en Estocolmo.
El galeón se derrumba sobre la laxitud callada de su suerte.
Es un Lázaro envuelto en un sudario blanco de carámbanos a la espera de Cristo, un témpano aquietado sobre el mar negado a subyugarse.
Hoy nieva en Estocolmo.
El ancla se resiste a toda orden.
La arboladura gime y el velamen sisea moribundo entre mis rezos. Los ángeles custodios han tendido sus alas sobre el sindicalismo de la huelga.
El tiempo confabula.
La ciudad confabula como una bailarina caprichosa que ofrece a los turistas y portuarios su exigua pompa de gogó falsaria solo por retenerlos.
Quizá mañana.
Quizá mañana ronden otros vientos y llueva en Estocolmo.
Desde cubierta exijo a lo divino: —Que no cese. Que no calle, Señor mi delgada llovizna libertaria.
Ésta palabra ardiendo que me cruza la frente y los deseos.
Que no calle tu índigo de peces ni tu morral de panes de futuro que barre con pensarte las rejas de mi oscuro falansterio.
La buena estrella
Algunas noches no quiero ser marino. Solo Goriot.
Ese Goriot tan francés y abnegado que ofrece sus rodillas a tu joven ventura y bebe sopa amarga con migas de pan duro sin quejarse durante todo el año.
Y el otro, y el siguiente.
Para cumplir con todos tus caprichos. Mi botín a los vientos para limpiar tu estrella.
Pero no necesitas un Goriot, sino a este Draco de papel que mata a puros cañonazos, a los caimanes fieros de la ciénaga que veneran a Giorgio.
Un igual que conozca la magnitud y el peso de tu terrible caja de pandora.
Paul Valery utiliza estas palabras mágicas, sagradas, para expresar que nada cambia en el mundo literario y que no hay nada realmente novedoso. En la poesía visual todo ha sido ya experimentado, todos los terrenos explorados y el campo de la palabra es el que se eleva por encima del adorno. La expresión oral es la innovadora, la sugestiva, la tremendamente subjetiva y sugerente. La poesía visual es sólo el contorno, no la clave.
Para un lector de a pie la existencia de una poesía visual se remonta a Apollinaire, que fue quien hizo resurgir esta manera expresiva. Pero hay que remontarse antes, mucho antes en el tiempo. Digamos, en primer lugar, a la Prehistoria. El hombre primitivo, una vez aseguradas las comodidades básicas de su vida, se dedicó a pintar y expresar su realidad en las paredes de las cuevas. Formas lineales y geométricas, animales y humanas fueron su mundo, como podemos constatar en los múltiples ejemplos que disponemos. Este hombre ya tenía un cierto gusto estético, ya utilizaba la policromía, ya tenía un cierto deseo de comunicación y de pervivencia.
Escritura jeroglífica
Saltemos de época y cultura. Egipto y su esplendor. Las paredes son verdaderos testimonios de una civilización que se resistía a caer en el olvido. La escritura jeroglífica encierra esa combinación testimonial y artística que emplearon para servir a un común objetivo. Pero no fue un hecho aislado: podemos recurrir a los glifos, a la literatura cuneiforme hitita o a los glifos mayas para deducir sin margen de error que la poesía visual es a menudo anterior a la aparición de la poesía tradicional.
El Hacha, Las Alas y El Huevo, Simias de Rodas
Pero tuvo que llegar el año 300 a.C. para que toda una tradición previa llegara a conformar el primer caligrama. Sí, año 300 antes de Cristo, a un hombre llamado Simmias de Rodas, todo un innovador. Estamos en Grecia, una Grecia que fue esplendorosa en todos los sentidos. Simmias de Rodas escribió, al menos que sepamos, tres caligramas, El hacha, El huevo y Las Alas. El huevo, por ejemplo, ha de leerse alternadamente, el primer verso y luego el último, el segundo verso y luego el antepenúltimo, hasta terminar en el verso central. El objeto representado, esto es, el huevo, sintetiza la idea del texto en cuanto a símbolo de vida, la gestación y el origen. El sentido general parece claro: la madre ruiseñor nos dice haber perdido un poema en forma de huevo, recogido por Hermes bajo su ala, que ordenó sus versos para enviarlo a los hombres.
Inscripción Duenos
No fue un hecho sujeto al más puro azar, sino que tuvo una serie de antecedentes previos: los mandalas hindúes, pero, sobre todo, la inscripción de “Duenos” del siglo IV a.C., encontrada en Roma cerca del Quirinal, que es una espiral grabada en un vaso y que puede leerse de derecha a izquierda. Hay incluso algunos que lo han relacionado con el disco de Phaestos fechado en torno al segundo milenio a. C. y compuesto también en espiral por pictogramas aún no descifrados. Y no hay que irse tan lejos: en su mismo siglo y en el anterior hubo autores griegos que practicaron ejercicios visuales, como El altar de Dosíadas o Teócrito, que hizo un caligrama en el que imita la forma de un instrumento musical de viento llamado siringa, que tocaba el dios Pan, al que la composición va dirigida.
Hay muchos más ejemplos, desde el altar caligramático de Julius Vestinus, que es, además, un acróstico: Olumpie pollous etesi quseias, o los trabajos de Publio Optaciano Porfirio (siglo IV), artífice de carmina quadrata, es decir, poemas cuadrados, y carmina figurata, o poemas con forma de figuras o caligramas, en cuyos tentos destacan letras que van formando símbolos o mensajes dentro de esta especie de gran sopa de letras literaria que se presenta como primer texto a los ojos del lector y debajo del cual hay que extraer el mensaje que se trata de resaltar, para lo cual emplea, por ejemplo, letras en negrita.
Monograma de Cristo
¿Qué otros recursos son atribuibles a nuestros más remotos ancestros? Por ejemplo, el lipograma, textos en los que se omite sistemáticamente una letra. Así, el primero reconocido en hacerlo fue Laso de Herminone en el siglo IV, que omitió la letra sigma en la Oda a los Centauros y en el Himno a Démeter. En el siglo III Néstor de Laranda reescribió la Ilíada en forma de lipograma, suprimiendo en cada canto una letra: en el primero alfa, en el segundo beta, y así sucesivamente. O en el siglo V, Trifidoro de Sicilia, que reescribió la Odisea, eliminando una en cada una de las veinticuatro secciones en que dividió los viajes de Ulises.
Otro recurso fueron los monogramas, que es un símbolo formado por cifras y letras entrelazadas en conjunto que ya existían en la época de Constantino con el nombre de Jesucristo. Hay quienes afirman que fueron la base constructiva de la que proceden laberintos literarios, poemas cúbicos y caligramas.
El acróstico también pertenece a esta época. La Biblia y los Textos Sagrados son prueba fidedigna de su antigüedad y de su papel en la literatura hebrea. Los Salmos ofrecen múltiples ejemplos, desde los de plegaria y acción de gracias hasta los de liturgia.
Ideograma egipcio
Y los ideogramas…proceden del arte pictográfico y jeroglífico, y también pueden ser considerados en parte los padres del caligrama.
Los centones, o poemas construidos con fragmentos de versos de otros poetas, lo que los convierte en un precedente claro del “collage”, los poemas polilingües, o los cacenphaton, figura que consiste en buscar la dificultad de pronunciación y otros muchos “vicios”: macrología, tautología, anfibología, cacosíndeton, etc, con los tipos poéticos que estas licencias pueden formar, como es el caso del Carmen amphibologicum.
Diómedes Athanasio, por su parte, en su Arte grammatica, recoge versos llamados reciprocus y neothericus o sotádicos, recurso que permite una lectura inversa. Véase el ejemplo:
Musa mihi causas memore quo numine Laeso Laeso numine quo memore causas mihi musa.
Hay tantos ejemplos que es imposible enumerarlos todos. La importancia de la simbología y la potencia del significado de la palabra ya existía mucho antes de que fuéramos conscientes de ello.
Entre fines del siglo IV y principios del siglo V Iulius Rufinianus, Aquila Romanus, Donato y Servio recopilaron formas no convencionales que denominaron vicios. Así, Donato cita como vicios los barbarismos, solecismos, acyrología, tautología, eclipsis, tapinosis, “labdacismus”, “iotacismus”, “myotacismus” (versos letreados, donde cada palabra se inicia con l, i, m o con predominio de éstas).
También incluyen los Ropálicos, que en la poesía griega eran versos en que cada palabra tiene una sílaba más que la precedente.
En el siglo V, Flavio Félix inscribió sus epigramas en los baños de Alima, construidos por orden del rey Thrasamund, uno de los cuales es un poema de veinte hexámetros de treinta y seis letras cada uno, formando un pentacróstico en el que se lee: “Thrasamundus cuncta innovat vota serenans”.
Laberinto Svagrius
El padre Sedulio, por otra parte, fue autor de una larga elegía en versos serpentinos basada en el Antiguo y Nuevo Testamento, y al que también se le atribuyen acrósticos, como su himno A solis ortus cardine. También escribió un teléstico, donde su nombre venía formado con la última letra de cada verso.
Fortunato aunó formas precedentes, utilizando ampliamente laberintos y caligramas.
Por ejemplo, el Syagrius, que era un laberinto formado por un cuadrado de treinta y tres versos de treinta y tres letras, como la edad de Cristo al resucitar. Utiliza los acrósticos, los telestéticos y mesósticos (internos), dos de ellos formando una diagonal X: el símbolo de Jesucristo.
A su vez, escribió un caligrama perfecto: De Sancta Cruce, una cruz teutónica cuyo punto central viene formado por un rombo con la palabra crux legible desde el centro hacia fuera en todos los sentidos.
En el siglo VII, llega una nueva influencia que marcó la época: la de la estética germánica, que hizo mella en los textos monásticos, escritos en los “scriptorium” y talleres monásticos. Fue una época prolífica en las copias, donde surgieron también las unificaciones lingüísticas a efectos de escritura y ortografía.
Beda el Venerable, en su himno a St. Etheldreda, termina sus cuatro estrofas finales con las letras AMEN. Fue un recurso también utilizado por San Agustín, Hilary de Potiers y Sedulio, entre otros.
La Edad Media resaltó la idea de un mundo recogido por la armonía de los números y la concepción de la palabra a partir del ritmo musical. Abundan los acrósticos y los enigmas, al igual que los pentacrósticos, como en el caso del sajón Aldhelmo. Pero el género visual del Medievo por excelencia es el laberinto, basado en mensajes cifrados, jeroglíficos, simbólicos, sustentados en la geometría y con una representación caligráfica compleja, cuya lectura, por estos motivos, estaba limitada a gente cultivada. El laberinto tiene en cierta medida un origen mozárabe, cultura donde estaba prohibida la representación de la figura humana, que se venía a sustituir por el valor metafórico y alegórico que adquiría entonces la escritura. Los laberintos tienen una clara orientación religiosa, y se distinguen por participar de una estética de la ocultación, ya que se creía que a través de las palabras y revelaciones escondidas de los laberintos se accedía a los misterios de la fe cristiana, y que la fe estaba reservada sólo para los elegidos, capaces de desentrañar sus más íntimos secretos.
Laberinto de Rabano Mauro
Tanto en los laberintos como en el resto de géneros visuales adquiría una importancia crucial la colocación de los componentes del poema, el tamaño, la forma y color de las letras, números y signos y sus posibilidades combinatorias. Todos los elementos confluían en el centro, que era el núcleo del texto, asociado al Universo o el Cielo de los creyentes. Ese centro a menudo se representaba con la letra “O”, el astro sol o simplemente con un círculo.
Merece la pena también mencionar a uno de los más atinados creadores visuales de la época, el monje alemán Rabano Mauro, que empleó en sus obras en color rojo para obtener, en el interior de sus poemas, formas superiores que destacaban del conjunto.
El gramático Virgilio de Tortosa es una especie de sistematizador del sentido caótico de la poesía hasta la transgresión sintáctica: el neologismo, la derivación léxica extrema, el extranjerismo, abreviaciones, retruécanos forzados, ruptura de las palabras o las sílabas y nuevas ordenaciones de letras.
Poema epigráfico en las paredes de la Alhambra de Granada
Como se puede observar, haciendo una breve pausa en el devenir histórico, todas son formas que se han seguido utilizando hasta nuestros días. La indagación en la originalidad estética actual está puesta a debate.
El mundo árabe tampoco fue ajeno a las nuevas tendencias. En el siglo XI, la poetisa Omeyya Wallada se tatuaba al estilo bereber poemas con henna en el cuerpo, inaugurando la tendencia actual del “body painting” y el tatuaje.
Otro ejemplo meritorio de mencionar son los muros de la Alhambra, pues a la integración del poema caligráfico y su disposición en el plano se une el elemento básico de la escultura, el volumen, integrado todo en el espacio arquitectónico.
Hay que tener en cuenta que la escritura tiene en el mundo islámico especial importancia, de ahí que se manifestara en múltiples ocasiones en la arquitectura, por su carácter simbólico y gráfico, por su sentido plástico, por toda la magia que encierra.
Masorah en la torá
Y mientras la cultura islámica recurría a la arquitectura, la hebrea ejercía la poesía visual de otro modo bien distinto: a través de los masorah, escritura situada en los márgenes de las páginas formando motivos florales y otro tipo de adornos a modo de tapiz.
Prosigamos con la historia. La trascendencia de los elementos religiosos propios de la Edad Media dio paso al carácter profano del arte típico del Renacimiento. Dios ya no es el centro de las cosas, sino que lo es el hombre, y se van a imitar las obras clásicas de orientación visual. Entre ellos destaca el monje cisterciense madrileño Juan Caramuel, que vivió en el siglo XVII y que fue calificado de oscuro por llevar sus indagaciones visuales al extremo.
Otro ejemplo, en otra línea, es un soneto circular laudatorio al conde de Villaflor, ideado en el mismo siglo por Antonio Álvares da Cunha, que diseñó un código numérico basado en el título del poema, clave para descifrar el resto.
A pesar del carácter profano de la época, también se dieron casos de caligramas religiosos, como el que representaba el nombre de Jesucristo en una esvástica, emblema con el que los primitivos cristianos de la era romana designaban al Hijo de Dios.
También es destacable la técnica del retrógrado, donde se dan poemas con dos lecturas: una lineal y otra inversa, o sílaba a sílaba, o letra a letra, como “remire”, “regire”, las rims derivatius, formadas por palabras que derivan unas de otras, y las rims equivocz, con palabras parecidas fonéticamente.
En el terreno de los acrósticos, como novedad, hay un caso insólito digno de mención: Copla sola de Luis de Touar, donde, aparte del acróstico, aparecen insertados los nombres de nueve damas. El poema que le sigue en el cancionero da respuesta a una pregunta que se le formula sobre cuál es la más importante para él. El nombre aparece insertado en el poema a través de letras mayúsculas a lo largo del poema.
Como ejemplo curioso de rebus (o jeroglífico fonético) se encuentra uno, tal vez del siglo XIX, que recoge Carbonero y Sol:
SKDTDAK (ese cadete de acá) TDCAYAPTC (te decea y apetece) CKBCAYCKE (ce cabecea y ce cae) YTCDYTOBDC (y te cede y te obedece)
El Carmen Chronologico, chronographico o numerale es el tipo de poema que se refiere a una cifra histórica o fecha determinada a partir de la lectura de ciertas letras como números romanos. Es preciso entonces sumar dichas letras para obtener la fecha deseada. Un ejemplo sería el epitafio dedicado a Fernando de Hohemberg, que nos da como fecha 1655.
El Carmen Caballistico se basa también en valores numéricos, pero en este caso a partir de la cábala. Las letras tienen así un valor numérico determinado que es preciso sumar en cada palabra, según una tabla que el autor ofrece, para obtener una cifra total. El primer ejemplo que incluye es el dístico dedicado a la Virgen:
“Ecce potest animi mores affingere palma A facie mores discit imago mea”.
La suma de todas estas letras según dicha tabla nos da como resultado la cifra de 1668, que coincide con la primera edición de este libro.
El Carmen Arithmeticum, en cierta relación con el anterior, juega con los números y las letras, como en uno de los ejemplos que ofrece Paschasius):
Tertria sunt septê, septê sex, sex quoq tres sunt, octo dant quatuor, quatuor faciunt tibi septem, haec numeres, recte faciunt tibi millia quinq”.
Así tertria tiene siete letras, septem tiene seis, etc.
Más interesantes en el plano visual son los ejemplos que ofrece el autor del Carmen musicum, en los que se sustituyen aquellos elementos del verso que corresponden, a partir de sus letras, con las notas de la escala musical, ut, re, mi, fa, sol. De este modo, el verso:
“ma te nequit cat inclyta virtus”
debe leerse:
“FAma LAteRE nequit MIcat UT SOL inclyta virtus”.
En estos casos el texto aparece con el gráfico musical y al pie del mismo las letras que faltan para componer el verso.
El Carmen Grammaticum define al tipo de artificio por el que las palabras del verso aparecen desordenadas y es preciso encontrar la clave de su ordenación. A veces incluso las sílabas de una palabra hay que descomponerlas para lograr el sentido correcto, como en el siguiente ejemplo:
“Furfur edit pannum, panem quoque sustineamus”.
Si dividimos la última palabra en tres obtenemos, una vez colocada en su sitio cada una: Sus – tinea -mus.
Sus edit furfur, tinea pannum, mus panem.
Portada del primer libro iluminado de William Blake
Ya en la transición hacia el Barroco, resurgen con fuerza los caligramas, sobre todo en la Escuela alemana de Nürnberg, con obras con forma de copa, yunque, torres, ramas de laurel, cruz, alas, pirámide, huevo, animales como el oso, corona de espinas o incluso un ataúd (Johann Rudolf Karst). Según avanza el Barroco esta tendencia decae, aunque se siguen encontrando ejemplos todavía, para dar paso a la agudeza semántica, a la ironía, al juego verbal, … esto es, se potencia la palabra.
Acrósticos, caligramas, centones, anagramas,… todos ellos se han seguido usando, a veces intermitentemente, siempre con sello personal, a lo largo de la historia.
Para culminar con este paseo por la poesía visual y sus recursos, quizá uno de los casos más curiosos a mencionar: el poeta romántico inglés William Blake y sus poemas “iluminados”: La impresión iluminada implicaba escribir el texto de los poemas en planchas de cobre con plumas y cepillos, usando un medio resistente al ácido. Las ilustraciones podían aparecer junto al texto de igual modo que los manuscritos iluminados medievales. Luego bañaba las placas en ácido para disolver el cobre no tratado y dejar únicamente el diseño. Las páginas impresas con estas placas tenían que ser recoloreadas a mano con pinturas al agua y después se cosían para formar un volumen.
Blake utilizó esta técnica en cuatro de sus trabajos: Canciones de inocencia y de experiencia, The Book of Thel, El matrimonio del cielo y el infierno y Jerusalem; tratar su obra poética separada de la pictórica hace perder valor a la dimensión de su trabajo.
La originalidad de la poesía radica hoy en día, pues, en la fuerza de la palabra y las imágenes que con ellas se reflejan, ya que el resto de las técnicas visuales tan abundantes hoy, incluso con la poesía virtual o el videoarte, son fruto de indagaciones anteriores. En palabras de Lord Byron: The past is the best prophet of the future. No ignoremos, pues, nuestro amplio bagaje cultural y aprovechémonos de su sabiduría.
Nos cubren las tinieblas como mantos del mal, horadan pensamientos que quedaron varados en ambientes hipócritas.
Así estamos, mi nena, viendo en los mares rojos impensables señales de un mundo sin razón.
Traiciones encubiertas como velos mugrientos que enlodan los caminos para que resbalemos sobre esa mierda húmeda que nos arropa hoy los sueños inconclusos.
La vida pasajera nos obliga a mentir y solo las verdades las usamos de paso como puñales finos para herir las ideas que defienden el mundo.
-Y que por cierto está- en manos de cabrones.
Vamos para la cama que es el único sitio donde somos nosotros.
Ahí quizás logremos ser felices un chin.
Entonces la mañana nos despertará lúcidos pero si nos pasamos la gran noche fingiendo que somos detectives, entonces somos pillos y estamos atrapados.
Hombre
Tomaste posesión de un horizonte límpido —el que la rigidez te fijó en la mirada—, ese fue tu sendero que habrías de trillar y caminaste incólume cual guerrero de luz.
Fui tu primer destello, sol que te deslumbró y motivó la fuerza de macho convencido con su inmenso poder y de inusual sorpresa e instinto maternal ¡ vaya la vida extraña!
Hiciste añicos normas sagradas hasta hoy pero, ¿de qué maldito material te fundieron?, una incógnita grata que me sigue feliz. Bien hubiera querido heredar tal proeza.
Sentí en mi piel de niño tu firmeza letal que marcó como hierro mis tiempos del futuro ¿fue mi necedad bruta o tú fuiste vidente? Incorruptible ser, lo fuiste hasta tu ocaso.
Te honraré mientras pueda, pero no soy igual. Tus tiempos fueron calmos, los míos turbios, padre.
Huérfano
Te mecieron con cantos que aún recuerdas. Fueron notas muy breves, canciones sin final que el destino truncó por azares secretos. Esos versos de paz hoy son baladas tristes cosas que el gran amor desconocía, niño.
Hoy vas de salto en salto buscando las respuestas, incógnita de vida oculta en pesadillas. Solo el tiempo descifra estos juegos del hambre y lo hará con tu vida y también con tu muerte. Tú, trata de ganar, que perder no es fracaso.
Una inocencia muda, una infancia perdida en calles de avatar con suelos movedizos donde naufragan sueños de bebés hechos hombres a fuerza de sus huevos curtidos en las lides de luchas desiguales contra un mundo sin alma.
Temores…
Temes a la muerte siendo un laureado que ganó la vida por suerte o azar en un maratón de miles de ansiosos en busca del premio de un vientre materno.
Esos perdedores también lo soñaban ¿Sabes dónde fueron? A burdos canales y jamás verán ni las sombras muertas de su travesía hacia tal incógnita que solo un dichoso como tú conoces.
¿Y tú, qué esperabas? ¿Ser un inmortal?
Eres privilegio, todo un monumento que respira y sangra, que come y defeca ama y también odia, -especie de Dios- sobre un suelo turbio donde tú pernoctas y ahí quedarás con tus blancos huesos.
Tú sigues temiendo pero es a la vida pues ésta se esfuma y no hay ningún modo de variar el curso de esa gran verdad.
Sé que acabaré perdiendo la batalla. Mi cuerpo se convierte en historia, pero esa luz que se posa en la ventana y que, tímidamente, como un gorrión asustado, baja a comer de mi mano, me dice lo contrario.
Sé que esta desnudez de blandas carnes, de corazones mostrando sus arterias, de jadeos, de telúricas pasiones y de desayunos en la cama, no es apta para cardiacos; y sé que tu desnudez sigue avivando mis más “bajos instintos” ajena a mis sístoles y a mis diástoles.
Sé que a veces la rutina y el tedio atacan y acorralan en la trinchera a lo novedoso, a lo lúdico y a lo fantasioso; que tu fuerza es inversamente proporcional a mi debilidad y que, como los polos opuestos del imán, nos atraemos.
Sé que el amor, según dicen los sabios poetas, las pitonisas, las cartománticas y hasta los ángeles, dura más allá de la muerte. Sin embargo, yo sólo quiero amarte en vida, a no ser que en la nada, en nuestro regreso al polvo, convertidos en esas mínimas y atómicas partículas, podamos gozar del sexo y del deseo, o yo pueda disfrutar de la fugacidad de mi beso en tu frente, de la insistencia de mis dedos entre tus rizos.
Sé que esta música que ahora desgarro, que ahora sentencio, que ahora visto como una segunda piel, está en lucha continua con tus silencios, con esos estados callados de ausencia según Benedetti, con esa estática de tu pose en medio de la cocina.
Sé que vives para modelar cada día el barro, para cincelar el mármol, para esculpir en alabastro estas ansias que nos unen, estas pieles que nos funden. Y lo sé por la sencilla razón de que yo muero por ello.
Eugenia Díaz Mares, poeta novel mexicana, presenta su ópera prima “Su corto vuelo”.
Nacida en el portal literario www.ultraversal.com ha ido aprendiendo y haciéndose fácilmente con la técnica poética, métrica y rima en corto espacio de tiempo. De lenguaje fácilmente comprensible, sin que la sencillez se convierta en simpleza, no recurre a juegos malabares e introduce en sus versos metáforas sutiles. Su palabra no excluye la cadencia, la tradición y alcanza una voz que le es propia.
Todo el poemario está construido en Arte Mayor, la mayoría sonetos, y da la impresión de que la autora intentara reconstruir su vida desde lo destruido y decidida a edificar el futuro desde su carne abierta y sus propias cenizas humeantes. Versos urdidos con reflexión y dolor. Con la emocionalidad que late en los silencios.
En cada uno de sus versos hay una mujer doliéndose, pura llaga abierta que respira la pérdida de su hija menor, Erika, por una terrible e invasiva enfermedad, el lupus eritematoso diseminado. Pero también sorprende de qué forma se enfrentó la protagonista a la misma, un modelo de alegría y fortaleza que mantuvo hasta el final, incluso dando ánimos a todos sus seres queridos.
La muerte de un hijo es algo contra natura que no entra en los esquemas evolutivos, y cuando se produce, provoca grandes crisis a nivel físico y emocional, Eugenia ha tenido el valor de expresar en su libro todo el proceso de la enfermedad, hasta que Erika fue vencida por la misma. Una necesidad vital para alejarse de la locura e intentar encontrar de nuevo sentido a su vida. Porque aunque parezca mentira, es posible renacer después de un golpe así, a pesar de que un hijo nunca muere, pues siempre está en el corazón de madre el amor por el ausente.
En la fase final de la enfermedad dejó un testimonio de vida, un tesoro, que se presenta en forma de mariposas que revolotean a menudo alrededor de sus seres queridos.
Silenciosa y honrada con sus sentimientos, hermosa, así Eugenia Díaz Mares.