Sergio Oncina – España

Poemas escogidos

Imagen by Robert Richardson

Despedida a las 12

Como muñeco endeble, rojo hielo,
como lago vertido en una mano
que no logra atraparlo, partisano
incapaz de romper su turbio velo.

Como límite azul de mar y cielo:
indefinido, lánguido y lejano.
Como perfil de luz glauca, liviano
acompaño la senda de tu vuelo.

Revoloteo tras de ti, estornino
sin bandada que insiste en tu camino
pues no hay otro mejor para sus pasos.

Y no reclamo, pero sí me asusto
cuando despierto solo en el injusto
lecho de las derrotas y fracasos.



Frialdad

Hoy no quiero arrastrarme por el suelo
llorando como un cínico payaso,
he obviado alimentar un porsiacaso
que frene con excusas el canguelo.

Hoy toca desgranar, a golpes, hielo
y beber con su frío cada vaso
que sirven anunciándome un fracaso
creyendo que mi piel es terciopelo.

Mi invierno es un favor al mundo ocre
que aunque muda sus hojas cada octubre
no consigue un matiz menos mediocre.

Hoy resisto perenne a cielo abierto,
aguanto la tormenta que nos cubre
y pese a congelarme no estoy muerto.



Tocar la magia

Hay momentos que escapan de la realidad
y se guardan en planos impropios de la física:

Los riesgos de acercarse
a un contacto ficticio.
Los dedos revolviendo mechones de su pelo,
la sonrisa intangible del adiós,
la luz que no ilumina la penumbra
y, sin embargo, es.

La posibilidad latente de fugarse
a otro mundo ajeno,
la incertidumbre exótica de saberse distinto.

Y una lógica sobrevuela el alma
y exige impertinente
resolver los enigmas
del lugar corporal donde contengo
la magia de un quizá.

John Madison – Cuba

Poemas escogidos

Imagen by Shahab Azad

Son montuno

Jamás tuvimos garbo pero aún así danzamos
con la vitalidad de un sentenciado a muerte
salmodiando al perdón frente a su cena.

Danzamos,
y el resto del concurso que nos mal imitaba
nos mostraba su enojo.

Ingrávidos danzamos,
tú amarrada a mi cuerpo
yo al vuelo de tu falda
tú llenando mis manos
yo atado a tu cintura, en breve contrapunto.

Apoyado en tu pecho
sobre mi fe tu voz
danzamos indomables
hasta que la locura,
dejó de intrepretarnos el vals de los amantes
y el tiempo y los silencios,
nos quitaron las fuerzas.



Habana inmaterial

Estoy aquí,
viviendo
con los pies enraizados a esta casa magnífica
minimalista y ancha,
confortable,
con los labios sellados y el corazón penando
los ojos ya desérticos y mudos
ante esta geografía sin límites
con las manos raídas
de tejer al presente direcciones y rostros,
de retener en la memoria turbia
papalotes sangrando tinta china en las nubes
solares bulliciosos habaneros y esquinas,
los autos con sus sones de salseros modernos
boleros sumergidos en tragos de daiquiris.

Estoy aquí
vestido de pasado
mecido por las aguas sin ventura ni suerte
de este mayo europeo nostálgico y sin trópico
mal viviendo, muriendo,
amortajado en ésta habanidad distante
que se me antoja cada vez más rota.



Jack Skeleton

En voto de silencio me declaro
aunque la «verbi gratia» me desborde
que puede mi discurso no ser claro
si mi voz de poeta es monocorde.

Y ya puede mi Sally tras la reja
pedir que rompa en dos mi mandamiento
que no daré cordel a la madeja
de versos sin tener conocimiento

Hay silencios que dictan en su arrastre
una suerte de efecto mariposa
no temas, Sally Persson, si el desastre
alcanza a mi liturgia clamorosa.

Te vuelves por momentos adictiva
a amores que alimenten tu brasero,
yo soy tu Frankenstein y tú la diva
que doma la pasión del romancero.

Y mientras la metáfora resiste
a regalarme su divino encanto
carcelera es la sombra que te asiste
hasta que el verbo anuncie el contracanto.

Orlando Estrella – República Dominicana

Poemas escogidos

Las grietas

Si no puedo sellar mis grietas
que permiten que se inunde mi pensamiento
cuando la lluvia me atrapa
alevosa, y con el sol a la vista,

solo bastará
un ligero tremor
para disgregarme
y servir de alimento
a los poetas que solo han respirado
dentro de sus burbujas de murria.

No sé si podrán digerir
mi sangre sin tipo definido
y las arterias quemadas
por el odio humanista que me corroe,
hacia la claque de humanos sin humanidad.

Podrán nutrirse de verdades y mentiras
que enuncié para salvarme
y salvar a otros
de la soga del cadalso.
Conocerán de la tristeza de muchos
sin nombre ni apellidos
a través de mis células
que podrían horrorizar al peor de los indolentes.

Mientras sigo buscando el mortero
que se adapte a mis cicatrices,
hago el autorretrato que se niega
a plasmarse con exactitud.
Solo la imagen de un Frankenstein
moderno y pesaroso
se vislumbra en el lienzo.



Una fantasía

Pudiste ser la niña que debió estar presente
para tender tus manos cuando corrí directo
hacia ese mar de fuego donde encontré destinos
ocultos en la sombra.

Allí perdido me formé soldado
para vivir en pleitos hasta con mi conciencia.
Hoy no sé cómo abandonar las armas
y hasta mi catre, creo, es mi baluarte
frecuentado de espectros.

Avanzo con el ritmo de alguien que no pasea
sino que trota hacia un carretón
donde estoy atrapado como en las pesadillas
que tenemos de niños.

Voy y zafo las amarras del otro yo más joven
con la esperanza de que vuelva atrás
no para que claudique, sino para que busque
dónde quedó escondido
el espacio de paz que me toca por ley.
Y me declaro inútil para lograrlo hoy.

Sólo espero con calma el resultado
-toda una fantasía-
pero… quién sabe.



La madre que conspira

Miro esa madre conspirando en fugas,
que imagina trepar por las fachadas
como una Gárgola que busca cúspides
y se aleja del mundo terrenal.

Sueña con Ángeles que buscan nido
para esconder lo amargo del destierro,
como si hubiesen profanado al mundo.

Teje en su mente alas de raíces
que va escondiendo en un rincón del cuarto
donde se siente presa de mil monstruos.

Hurta maderas del galpón del fondo
y recoge los clavos que descubre
en sus paseos que mantienen vivas
sus ansias de escapar hacia los mares.

Sueña con una hermosa barca verde
que dirige la proa al infinito.

No sabe si sus fuerzas, que ya merman,
le bastarán para lograr su hazaña.

Una voz la sorprende cuando dice:
¿por qué tu hijo trae un remo aquí?

Jorge Ángel Aussel- Argentina

Sonetos escogidos

A un paso de los treinta

Van veintinueve otoños arrancados
en este abril de labios entreabiertos
que sopla en mí feroces desconciertos
como Jumanji al arrojar los dados.

Pienso tanto en futuros sin pasados
como en pasados todavía inciertos
mientras apilo días como muertos
apilan en las guerras los soldados.

¿Cuándo fue que el reloj tejió las horas
que nunca volverán, si siempre vuelven
y vuelven otra vez y nos envuelven

con su lengua de agujas predadoras
que lograrán matar de todos modos
con tiempo al tiempo y con el tiempo a todos?



Año nuevo, escoba nueva

Se acerca el fin de un año y otro llega
con la ilusión de que serán mejores
los días que vendrán —embajadores
de nuestra devoción a la fe ciega—.

El pensamiento mágico se entrega
a sus propósitos masturbadores
mientras si ajustas los retrovisores
año a año ves más tragedia griega.

En el crepúsculo del mes postrero
apostamos el júbilo a un enero
donde quizá nos tocará la muerte.

La novedad va siempre bien vestida,
mas toda escoba nueva se convierte
y no barre tan bien, es ley vivida.



Medianizados

En este tiempo en que canta cualquiera
lo que primero pasó por su mente,
donde la rima es el ripio inherente
a tanta copla con letra somera,

donde al talento el carisma supera,
donde el estulto es un tipo influyente
en el YouTube del inculto presente
solo por ser un modelo en vidriera,

está mal visto opinar que se iguala
más hacia abajo que arriba en la escala
de unos valores que venden baratos.

Para que nunca lo pongan en duda,
en la igualdad el mediocre se escuda
y pinta pardos a todos los gatos.

Gerardo Campani – Argentina

Poemas escogidos

Artifex vitae artifex sui

No tuve un hijo (pero sí una hija).
No planté ningún árbol
(pero en la escuela germiné judías).

Escribí varios libros aceptables
aunque muy pocos los leyeron.
Y no se culpe a nadie.

Creo que conquisté el promedio
de la mediocridad de esta vida tan rara.
Así que en paz, igual que Amado Nervo.



Candidatura

Ella me dijo:
—No me gustan los hombres
con pelos en la espalda.
—¡Bien! ¿Por qué? —pregunté.
—Cuestión de gustos. Y tampoco
la barba tipo Valle Inclán.
Y debe ser más alto que yo misma.
—Tiene su lógica…
—Que no le falte un brazo, o una pierna.
—También es razonable.
—Ni tatuajes ni piercings.
—Ajá, voy bien, correcto.
—Que sus besos no sepan a cebolla
cruda, ni a ajo.
—Claro, es muy atendible. ¿Y qué
del cigarrillo?
—Eso no me molesta,
yo soy fan de Marlboro.
—Pues entonces pongámonos
de novios —dije, muy confiadamente.
—Hum, gracias, pero no. Cuestión de gustos.
Justo pasaba un taxi, y lo tomó.



Anas

Tantos poemas, tantos, tan diversos
de todos los poetas que acertaron
tocar mi alma y luego se quedaron
también entre mis versos.

El viejo madrigal de De Cetina,
de mis amores representativo;
el nocturno de Silva, amor prohibido
a un paso de mi esquina.

El soneto a Jesús crucificado,
que es el amor a Dios tal cual lo siento
y el amor cómplice del pensamiento
de un Borges inspirado.

¿Por qué las elegías y las odas
y todos esos cánticos inútiles
siguen poblando mis recuerdos fútiles
si las detesto a todas?

Quizá debiera huir de tanta cáscara
y concentrarme en el carozo mismo
de mi alma, y buscar el paroxismo
oculto tras la máscara.

Ah, la mujer incógnita se oculta
detrás de tantas cosas cotidianas:
la Virgen del rosario y tantas Anas
que ya son turbamulta.

Sólo un poema de un amor cualquiera
me distrae del miedo de la muerte.
Tal vez un día yo también acierte
y escriba mi quimera.

Daniel Adrián Leone – Argentina

Poemas escogidos

Gatos

Ma chère ami

Busco ensimismado
El contorno de una letra
Lamiéndome
La ausencia
Enquistada en mis sílabas balbuceantes.

Regalame una palabra
Ocurrente, dulce e inquieta
Ma chère amie, y ¡lo juro!
Amanezco poeta.



Sobre el odio

¿Acaso es ésta piedra a mitad de camino
que no se decide a ser hija de la inercia
ni esclava del acto
y yace, ahí, como dormida
en un lecho de sueños coagulados?

¿O es aquel horizonte turbio
que se yergue autoritario
sobre todo ojo, sobre toda esperanza
recayendo con la brutalidad de una piedra
capaz de obturarlo todo
con su gravedad aplastante?

Tal vez sea solo una palabra muerta
en unos labios muertos

una expresión torturante
de unas almas torturadas

el punto de fuga
para un ser-a-presión
que se horroriza al imaginar que el otro existe
-más allá y más acá-
de su propia inconsistencia.



Vanidad centrífuga

De vez en cuando me gusta dejarme caer
y deslizarme por palabras puntiagudas
-de esas que atragantan-
desafiándoles el filo
aunque me desgarren el cuero
y no me queden ni los jirones de alguna excusa calentita
con la que cobijarme.

*

Otras veces simplemente me pasa
y soy el recorrido caprichoso de una fuerza inhóspita
que en su vanidad centrífuga insiste con arrojarme fuera
aunque me fuerce, a un mismo tiempo,
a sostener sus incertidumbres centrípetas
con mis balbuceos.

*

Lo más divertido de ser yo
es que puedo ser eje y centro
recorrido e inercia
de las contradicciones que me habitan
y a la vez
un albañil improvisado
jugando a reiventarme ladrillo
ahí donde otros solo ven barro.

Héctor Michivalka – Honduras

Bosque de bonsais

1

Nos dejan los sueños
como un niño abandonado en un supermercado.

Niño que, a su vez, ve con asombro
que ese local está lleno

de otros niños abandonados como él.

2

Con el pasar del tiempo,
la verdad va mostrando sus harapos de indigente:

las bombillas de luz se opacan

y, nos achicamos
tanto,

que ya nos queda grande hasta el concepto
que teníamos de nosotros mismos.

3

Alta y con un corto vestido,
color rojo,
semejaba la opulencia
de un tulipán rebelde

a los destrozos del tiempo.

4

El silbato del tren
sonaba a destierro

y se hundía hiriente en su lejanía.

5

Los tenis que dejaste colgando
en los alambres eléctricos,
fueron una travesura de niño.

Los sueños que cuelgan en pares
en los alambres de tus anhelos fallidos,
son travesuras de la vida.

La vida es una anáfora de renuncias.

Leonardo Zambrano – Ecuador

Poesía minimalista

Toronto by Adrian Lang

Cortados

Hoy, los silencios de mis labios ocultan uñas
en los aullidos, con dedos de otros diseños…


Tú que conoces mis ecos, desnuda la memoria
con juegos entre la jaula y el universo del punto.


¿Cuántas veces son cuántas?
Cuando se niega que hubo labios,
si a veces el beso es un capítulo
y el poema abarca sus acasos.


Hay metal en la platea
y la hiedra tiene llamas claras
tentando al yunque con su fuego
donde el golpe es solo físico.

Fuerza , masa y aceleración…


El punto es único al paso
la llave está en la voz
que ladea indivisa…
…su mundo extraño.


Me faltan viajes tocando simplezas
un beso en un parroquia desierta
y a veces con sed cerca al silencio…


Jordana Amorós – España

Fresas salvajes

Moverse en la neblina.

Esa es la condición de los que eligen
buscar dentro de sí
y apenas hallan
un escueto manojo de relatos
pacientemente urdidos.

Hicimos todo un arte
de la conciliación de lo imposible,
la cicatriz turgente del dolor
y la supervivencia,
cultivando a placer la desmemoria.

No hay ningún vestigio de racionalidad
que consiga explicarnos qué nos trajo hasta aquí.

Por qué metamorfosis
la vida nos transforma
en fantasmas vivientes que avanzan como a tientas,
ya perdidos
el rumbo y la esperanza.

En seres sin futuro ni humedades
que llevarse a los ojos.

Por qué misterio somos, al tiempo, todavía
capaces de sentir intacta la pasión
y aún todas las hambres
rebullendo en la boca.

De qué modo nos muerde,
implacable, en los labios la evocación precisa
del intenso dulzor de las fresas salvajes.

Selección de poemas de John Madison

El imperio de Octavia

Te extraño tanto, Octavia,

ni te imaginas, cielo.

Tendrás que desearme

con esta unción de fuego,

que entero me arrebata

como un tornado enfermo

para entender mis ganas

de transmutarme en hielo;

una escultura helada

que no padezca el eco

de esta hambre tan brava,

perra como el infierno,

montaraz que me vuelve

un amante esperpéntico.

A ratos, cara Octavia,

quiero tornarme invierno

para no hacerte daño,

no desvelarte a un tiempo

mis cerrojos, mi mundo

de Pandora, mis tientos

de Lovecraft que envían

tu canción a un convento

y alejan de mi puerta

tu boca de desierto.

De veras, regia Octavia;

solo pienso en ser hielo

y que algún escultor

piadoso de un certero

golpe de gracia rompa

en pedazos mi cuerpo.

Maldita sea la gracia,

lejana Octavia, tengo

que exigir a mis dioses

romanos ser de hielo.

*****

Ya quisieran las sílfides, Octavia,

que las amara como a ti te amo.

Yo te traje a vivir aquí, a mi pecho.

En las noches te llevo yo del brazo,

a visitar los nidos de corales

que cultivo en mi templo de verano.

Y tú me llamas Juan, no Marco Antonio

y un triunvirato acústico de astros

me fulmina de dicha por entero

y me vuelvo tan hombre en tu reinado

que de mi mismo, Octavia, siento miedo;

miedo de la pasión de este hombre bárbaro.

Ya quisieran las sílfides, Octavia,

que yo las quiera como a ti te amo.

*************

Ya fui el marido niño de una china

y el amante truan de una Danesa.

Soy el marido cruel de cierta inglesa

a quien saqué del fondo de su ruina.

Ya he sido por desgracia tantos Juanes

que temo me dispares del cabreo

que provoca en tu paz de jubileo

la fiebre de mi sexo y sus desmanes.

Nunca pedí quererte, pero vino

no sé cuándo ni cómo ni en qué parte

de mi cuarto y mi noche tu estandarte

de bailarina cósmica a mi signo,

y perdí los papeles por tu boca

por tus siete puñales, por tu loca

costumbre de cantar la vida en verso.

Estoy loco por ti, loco de veras,

porque el cielo cantóme que tú eras

esa Octavia de Luz que tuve un día:

un planeta de Luz, la Luz María

que orbita mi galaxia de silencio.

Y me domino, a ratos me domino

en ejercicio exacto de cordura

por no correr al norte de tu hondura:

Ayúdame señor, no sirve el vino.

No me sirve quemar Alejandría

ni apelar al concepto de la hombría

para aguantar incólume estas ganas

de correr a Argentina. Ay, qué ganas

de amar a esa mujer, zunzún glorioso

que trina solitario en su alta rama

para el bárbaro triste que la llama

su primera mujer: Eva y Lucía.

Eugenia Díaz Mares – México

Imagen by Phuong Luu

Algún día

Algún día te voy a sacar del espejo,
te abrazarè muy fuerte para estar fusionadas
y te diré tranquila que ya puedes dejar
de llorar tu silencio en las esquinas

que soltaràs el llanto fuerte y triste,
con la ventana abierta sin temor.
Te pediré que mires en mis ojos las guerras
que has vivido y observes en mis manos
el puñado de sueños tan tuyos y tan míos.

Algún día
nos daremos el tiempo de volver
a ser niñas,y hacernos un ovillo en la cama
con la cara mojada por las làgrimas,
esperando ese ángel que sabemos existe.

Y las dos soltaremos el cansancio
de fingir ser valientes con la càscara abierta
mostrando cicatrices remendadas,
con un caudal sin freno corriendo por el rostro.


Tu tiempo y compañía

Ahora que dispones de tu tiempo
que ya no lo compartes con trabajo
-y algunas amistades-
los recuerdos me brotan de noches sin dormir
y sábanas heladas.

Ahora que dispones de tu tiempo
y estas aquí en la cama cuando suenan las ocho,
yo siento entre mis sienes
palpitar tu silencio cuando daban las cuatro
y entrabas en el lecho como escarcha.

Ahora, tienes tiempo de mirar la mujer
que camina a tu lado, que ya no ve la luna
y tiene mariposas en sus muslos
congeladas.

Que hacemos con tu tiempo, con toda la apetencia
que brota en tu mirada, con tus manos inquietas
intentando encontrar el camino perdido.

Tomemos un café
y hagamos un balance de lo que yo he ganado
con esa soledad,
caminemos tranquilos el resto de este viaje
probemos a ordenar un puzzle de lo antiguo.

No olvides que te quiero,
pero dentro de todo me he curado de ti.

Solange Schiaffino – Chile

Poemas escogidos

Naturaleza by Aron Visuals

Abrazo


Aquí quiero quedarme
en el medio de este gesto
como si solo de eso se tratara el mundo:
respirar hondo y permanecer
simplemente abrazada
y que las cosas conspiren
hasta hacerse mudas alrededor,
mínimas en su estado inmaterial
y restaran los otros solamente,
cada vez más lejanos, apagándose.


Pero no se detiene la vocación de pálpito
ni existe algún aquí
que pueda aprisionar mis brazos de montaña,
que ahora se abren
hasta rodear la tarde y su silencio.
Ya nada importa
si es caída profunda o desmesura
este aroma de nombre inevitable
que viene a disipar la herida
con su temperatura perfecta.


Quiero guardar el instante bienhechor
de estos hombros que me arropan,
ser la pulsación de su perfume
y quedar sostenida ahí en su pecho
como la escena central en este cuarto:

una mano que acaricia mi cabeza
y, – mientras la memoria
inicia a ojos cerrados la propagación
de sus ecos –
la otra, va traduciendo la belleza
que se grabó en mi espalda



Sí, aquí voy a quedarme,
aunque sea también brevedad
que va a doler.


Emailer-Deamon@

Hasta aquí enmudece la palabra
que desliza su falso estatus de silencio.

La memoria visita con su ritmo
de sueño en sueño para huir,
tal vez, porque del otro lado
sí existen los momentos que se añoran.

Escribo para defenderme
aún cuando no alcance
con el rasgueo de las teclas
para que se acaricien los recuerdos
que me invaden en este rectángulo infinito.

Y no es cuestión de tiempo
ni menos de distancias
para que algún deseo estalle
inesperado y sea, otra vez,
el pensamiento, piel y lágrimas,
queriendo adjuntarle significados más precisos
a un «te amo todavía»
mi querido…
a pesar
a pesar de
a pesar de todo
a pesar del todo, de mí y de ti…

para que en menos de un segundo
me arrase la ilusión
de que puedo llegar a donde sea
como cuando era el diálogo en los ojos
– ya fuera por tu voz o el tacto –
la respuesta simultánea
y nunca me inundara este vacío
de oscuro remitente y su sentencia imperturbable:

la entrega al destinatario falló permanentemente

Orlando Estrella – República Dominicana

Poemas escogidos

Cruza los dedos sobre el vientre


Cruza sus dedos sobre el vientre joven
que hoy se subleva en calma pero tiembla con dudas,
solo un destino, pero dos caminos
inoculados por la sangre vil.

Un veneno que cruza las fronteras
de la inocencia incrédula y late poderoso
por salir a la vida, pero con un amargo
sabor a muerte que le ronda activa.

Dilema existencial, entre dos polos
que son incertidumbre tortuosa.
¿Qué busca un Ángel o ese monstruo en mí?
-se pregunta una niña sin saber el porqué,
si solo juega al escondite-

No existe el odio niño
para aplicar justicia que es cosa de los grandes
pero esa es otra historia que tendrá su epitafio.

No será la divinidad que actúe,
quien defina y concluya
que viva o muera
el Ángel monstruo
en un vientre inocente.




Ve al arroyo ve a los mares


Trae el rumor de calma de ese arroyo
que reposa tranquilo
y cántalo a los pies de la niña abusada
como un ritual de curación tardía.

Luego, otea en los mares turbulentos
el rumor de violencia,
conviértelo en justicia con tus manos
y busca el salmo justo que oriente tu camino,
pero no tengas la piedad que exige
el mandamiento que procura paz
y amor entre los hombres.

No puede haber amor ni compasión
hacia los prójimos que traspasaron
fronteras inviolables, inocentes.

No temas la condena de los Dioses,
ellos están en tregua, sus límites de asombro
ya llegaron al máximo, y no saben que hacer.

Ármate de valor, pues los fantasmas
serán tu compañía, pero el crimen
no habrá quedado impune.

Coloca en la balanza las opciones,
lo mío son palabras de un desarraigado
que ha perdido la fe en el hombre y sus normas.

Si hay tiempo, o el que decida la dirección.

Sergio Oncina – España

Poemas escogidos

León, ciudad cementerio


Contemplo la ciudad. Se desmorona
y no encuentro pilares ni cimientos
que aferren los vetustos monumentos
sobre las catacumbas. No perdona

tanto desinterés y no funciona
el pasar de los años porque, lentos,
carcomen los despojos polvorientos
hasta ser nada. Y nada se cuestiona.

Al lejano curioso se le miente.
Lo fácil es obviar este declive
y que el olor a flores le cautive.

La muerte de lo muerto no la siente
más que quien, aledaña, la percibe
y sobre el camposanto muere y vive.




Retrato de un gato


Ayer pintábamos de azul un cielo,
unas nubes con ojos relucientes,
unas praderas verdes fluorescentes,
dos treses boca abajo en pleno vuelo.

Un meandro y un pez en un riachuelo,
una barquita roja, varios puentes,
flores para mamá poco corrientes,
corazones de amor para el abuelo.

Un sol anaranjado que ilumina
el collage de colores infinitos
desde el ángulo recto de la esquina.

En el dorso, de firma, un garabato.
Solo faltó explicar a los perritos
que detrás de la valla estaba el gato.