EDITORIAL

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañer@ del alma, tan temprano.
.
Alimentando lluvias, caracolas
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
.
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
.
.Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte


.
¿Quién dice cómo debe ser un editorial?¿Quién puede decir que esta Elegía, de Miguel Hernández, no es, al fin y al cabo, superior a cualquier editorial que se pueda escribir aquí, hoy?
Reflexionar sobre la muerte; decir las cosas que todo el mundo dice; alzar con la letra un panegírico no traerá a Morgana de vuelta ni aliviará el dolor ni calmará el vacío, porque el vacío está allí, asentado ya en el costado de doler como todo lo que duele para siempre.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera

.
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañer@ del alma, compañer@.

Va por vos, negrita de mi vida.

MORGANA DE PALACIOS, POETA

Una voz, altiva y poderosa, tan humanamente femenina que, aún con todo su poder, siempre conservó lo sensitivo y lo frágil.

Desde aquello netamente poético como aggiornar al siglo el formato clásico, como lo íntimo vital del fatalismo que cae como un rapaz sobre los hiperlúcidos, su poética se centra en el análisis de «la poeta y sus circunstancias/la mujer y sus circunstancias/el ser y sus circunstancias».

ARS AMANDI

I

Si tus labios prensiles en la noche
no me cercaran de infinitas lenguas
y el corazón no fuera la palabra
para beber a golpe de latido.

Si demorado el tacto, fuera el vínculo
la razón de la huella clandestina
en la humedad perfecta de las ingles

-retráctil caracol que sube por la espalda
hasta la nuca hermética
oculta en el temblor de los cabellos-

Si no fueras un cuerpo extemporáneo

vivo de cicatrices

para lamer despacio mientras fuerzas
la verticalidad en la sonrisa
del músculo extasiado.

Si yo no fuera yo
ni tú el disturbio
ni ambos el misterio

la herida fuera amor en la garganta.

II

Aquí me tienes
vestida de inclemencia
y en total desnudez. No existe luna
que me alumbre la voz en la garganta
bajo la negra bóveda del aire
y nadie puede oirme si te hablo.

Mírame silenciosa.

Soy casi de cristal cuando respiro
y de cristal las venas me recorren
y de cristal me quiebro si me dices
con la coral de hombres de tu boca
que me quieres

que

bra

da


Quien me soñó de acero
me consiguió de acero y estirada
sobre un desierto frígido de olvido
pero a ti te confieso
que mi fragilidad no es inventada
y que puedo morirme de repente
sonora como el vidrio del insomnio.

Sé que me harás añicos de silencio
cualquier fragante noche de verano.

III

Lo que nos hace cuerdos, nos disloca
y nos rompe en pedazos imposibles
el día que se cumplen las ausencias
y como un animal agazapado
palpita, predadora, la memoria
en todos los febreros de la vida.

Febrero con su cruz, tiene su cara,
con la mirada escéptica del que lo ha visto todo
y en su fragilidad se hace de hierro
y es yunque
y es martillo
y es chispa de mi fragua.

Lo mismo que nos mata nos rebela el instinto
de la sobrevivencia.

No sería tan hombre como es
de no haber sido bestia sin amarres
ni amaría la vida con tanta intensidad,
con esa lealtad de kamikaze
si no tuviera claro lo fácil que es quitarla
lo enormemente fácil que es morirse.

Porque conozco todos sus dogales
sé de la seda oculta tras los dientes
del ángel tenebroso que le signa,
del código amoral con el que besa
mi sombra cuando duermo descuidada.

Sé donde está.

Enraizando la voz en mis pupilas,
frondoso como el árbol de la fatalidad
vibrando mutaciones,

sólo para mis ojos que marcean
en él.

IV

Mi silencio está vivo.

Es la autista criatura
de sangre y semen
que se opone al zumbido de lo muerto
en tu piel añorante de su tábano.

No es mi voz quien te crea
y regenera el miembro mutilado,
es mi silencio el que fagocita
la llamada a deshora del sepulcro
abierto en la memoria.

Sólo entonces me exiges la palabra
y buscas la ebriedad
en su copa de láudano.

Sólo entonces me miras
con los ojos de un vivo.

No temas mis silencios cuerpo a tierra
mas no te atrevas nunca
a respirar sin mí mientras me callo,

que no quiero morirme
envenenada
mordiéndome la lengua.

V


Se me olvida quien era antes de ti,
como si mi consciencia necesitara espacio
para que tú me ocurras
con la amplitud de un sueño
irremediable.

Todo se vuelve tú, después de ti.

Los vivos se enmarañan en mi sombra
y los muertos se duermen en la hondura
inevitablemente.

Sólo me asombras tú
después de ti,
y mi egoismo medra en la medida
en que crece tu escándalo en mis pulsos.

Se ha detenido el mundo en tus pupilas
y en tu boca la sed de mi memoria.

Todo eres tú y alrededor no hay nada
salvo mi lengua viva pronunciándote.

VI

Mis ojos contra ti y tus oscuros ojos.

Siempre mis ojos contra tu mirada,
por más que nuestras bocas se acompasen
presas de algarabía o de silencio.

Rota tu voz contra la mía rota
y el verso contra el verso que renuncia
a juzgar tu inclemencia
porque existe
otra forma de ver, tras las palabras.

Como te miro yo, te mira el tiempo
que en su fugacidad guarda las claves,
te mira una mujer que no te teme
porque no tiene nada que perder,
ni ha de bailarle el agua a ningún loco herido
porque la mire, absorto, como un hombre
desprogramado y libre.

Tu cuervo contra el vuelo de mis pájaros
por un cielo de puertas clausuradas,
sin milagros ni llaves.

Y los días que pasan enseñando los dientes.


Detener el tiempo

Vas a heredar mi boca cualquier día,
esa naranja amarga de adulterio,
mi lengua de tormenta que incisiva
hace crujir las gavias de tu aliento.

Heredarás mi voz de jarcha y sable,
mi cetro de cristal, mi amor sin dedos,
mi astucia de tarántula perdida
en la vasta inquietud de los espejos.

Mi látigo de seda, la distancia
que va del corazón hasta los huesos,
la hondura roja y gualda de mi idioma
bajo el azul y blanco de tu verbo.

El pulso de la luz con que destella
el nombre que le puse a tu misterio,
los confines del Norte que limitan
con mi fatalidad de oscuro enebro.

Vas a heredar las cartas del ayuno,
las horas de vigilia en el trapecio
donde colgué tu sol dilapidado
en el calor de mis poemas muertos.

Cuando te lleguen a los ojos, cava
una fosa en la tierra de tu pecho
y olvídate de mí en el instante
en que me entierres cerca de tus miedos.

Cuando sientas que el aire huele a rosas
será que han florecido los silencios.


Como un cuchillo de humo
afilado en el poema
yo me disuelvo y asumo
que no he de beber el zumo
de tu boca cuando quema.

Asumo que está perdida
la guerra en los abrojales
del corazón, que la vida
no es más que una abierta herida
sobre profundos eriales.

Y estoy tan acostumbrada
a ir y venir por mí
que sola o acompañada
me resumo en la mirada
con la que te mato a ti.

No sé quién está más roto
si tu alien o mi extraña
pero de la pena broto
con los dientes de alboroto
y la lengua de artimaña.

Por tanto, me da lo mismo
que estés partido o entero.
Con tu vocación de sismo
siempre existirá un abismo
para el que salte primero.

Más desnuda que un alambre
y con vocación de endecha
soy la Reina del enjambre
que escribe viva de hambre
para morir satisfecha.


Tal vez desilusión, no aburrimiento.

Jamás me aburro yo conmigo misma,
me inauguro portátil, voy y vengo
y me sobra talento armamentista
para partir de cero en cualquier guerra,
al no soñar con tierras prometidas.

Mi territorio se abre en el presente
sobre el páramo azul de la inventiva.

No soy de las que lloran el pasado
negando la pasión de cada día,
porque lo que me gusta es el camino,
la huella de los pasos, la genista
en la cuneta donde duermen tantos
sobre sus cuerpos yertos invasiva.

A ninguno le debo un mal capricho,
ninguno me ha dejado malherida,
lo que me dieron di, siempre sobrada,
y al irse pasé página deprisa.

Mi lealtad se ajusta a lealtades
que no terminan más que con la vida,
el resto ni me mueve ni me importa
ni consigue borrarme la sonrisa.

¿Aburrimiento? No, ni estando muerta.
¿Desengaño? Quizás, por estar viva.

Pero es lo que estoy, viva y armada
hasta los dientes con la poesía.


Un mundo de metáforas

A veces, junto a ti, me ataca el desconcierto
por esa diferencia de tu tacto y mi tacto
e invento la caricia y el golpe y el exacto
instante de atraerte a puro cielo abierto.

Por esa diferencia de tu boca y mi boca
es que gestas las guerras que enamoran al labio
y el verso que seduce, enardecido y sabio,
de tu lengua a mi lengua se agita y descoloca.

Porque somos distintos de palabra y de gesto,
de ojos y mirada, el instinto me apuesto
para desentrañarte sin un roce de piel.

Un mundo de metáforas con el rostro velado
no oculta la certeza de saberte a mi lado
el más hombre del mundo con carne de papel.


Trepidaciones

No vayas a creerte que es oro todo lo que reluce
si tiro de tu lengua porque desbarres sin asidero.
La cita que propongo sólo conduce al despeñadero
de lo que has aprendido de otras mujeres. Yo soy un cruce
de verdad y mentira que no se apiada de voz alguna,
un garfio en tu garganta, la cara oculta de cualquier luna
que malvenda secretos por los tejados de lo prohibido
asustando a los gatos ronroneantes. No admito dueño
ni espuelas de jinetes en los ijares del turbio sueño
en que, por ser yo misma ante los hombres, me he convertido.

A veces hasta siento no ser la tierra que engendra el beso
de algunos hombres buenos para su lírica apasionada,
pero cuando soy tierna siempre hay un malo con la mirada
dispuesta a taladrar mi fragilidad hasta el mismo hueso.

Si me visto de seda para la fábula de tu hombría
o me cimbro en el aire, látigo hembra de la utopía,
no te quedes absorto ante el revuelo de mi palabra
ni creas que lo escrito es algo más que provocación
para que tú disfrutes mis alacranes de sinrazón.
En mí no hay un resquicio ni puerta alguna que se entreabra.


2 heroicos

Últimamente, siempre, estoy en otra parte
y ni siquiera sé lo que deseo.
Dios dejó de mirarme y se presenta
tan sólo alguna vez durante el sueño
y se mete en mi cama, tan cansado
como cansada estoy de desafueros.

Me hago a un lado y llueve sin reproches
sobre la rebeldía de mi fuego,
y yo tampoco le reprocho nada,
bastante tiene con contar los cuerpos
que superpuestos llegan a su puerta,
y separar los vivos de los muertos.

La omnipotencia da mucho trabajo
y digan lo que digan, ya está viejo,
como estoy vieja yo para el ruido
que meten al entrechocar los huesos,
los vivos que maté por divertirme
y los que se mataron a destiempo,
antes de que pudiera demostrarles
que el mayor asesino es el recuerdo.

Me olvido de mí misma, por los que no me olvidan
ni cuando tienen hambre de silencio.


Están pasando demasiadas cosas
que no tienen que ver conmigo nada.
Cosas que vuelan, cosas que bucean
en rápido zig-zag, un sube y baja
de la resignación por lo perdido,
ante la euforia por lo que se gana.

Al mito se renuncia, la quimera
nunca termina de enseñar la cara,
y la vida nos cambia los paisajes
que divisamos desde las ventanas.

Ya no siento placer cuando me pongo
para bailar desnuda alguna máscara.
El cuerpo que se exhibe no es mi cuerpo
ni soy yo si me tapo la palabra.

Donde los fuegos eran de artificio,
hoy solo queda pólvora mojada
y tan solo resulto venenosa
administrada en dosis elevadas.

El mar ya no me añora ni me entiende
ni es la memoria que jamás me engaña,
pero si nos rozamos pasan cosas,
siguen pasando cosas si me abraza.


Legado

En ese libro extraño que nunca va a cerrarse
hasta que deje un día de mirarme por dentro
y me cierren los ojos los dedos de la vida,
encontrarás la clave de todos mis silencios
y la maraña oculta de los pájaros mudos
que, para protegerte, nunca alzaron el vuelo.

Vas a entender, entonces, que no puede cambiarse
lo anómalo del mundo ni sus vicios secretos,
que miles de caminos no conducen a Roma
y el mal lo embarga todo con su pútrido aliento.

Que no puedes salirte del ciclo de la luna
ni eludir las mareas que te arrasen los sueños,
que has de escuchar tu grito entre la muchedumbre
y acorazarte en ti cuando te asalte el miedo.

Sabrás, sin una duda, que el amor solo es fuerte
cuando lo despojamos de carne y de deseo,
y es así como puede derribar las murallas
y tender nuevos puentes y dominar los vientos.

Sabrás que, como el junco, adaptarse al entorno,
no es doblegar la mente ni ceder tu terreno.
Que esa es la estrategia para el sobreviviente
que lucha por su vida, su familia, su credo,
y atraviesa las zonas más oscuras del alma
por buscarse a sí mismo, en un viaje eterno.

Al filo del amor que guardo en la memoria,
al filo de la muerte y en su desfiladero,
se amontonan las letras que dejaré a tu nombre
para ser, en tus manos, un simple libro abierto.


Épica, sensitiva, fatalista, pragmática, apasionada, heroicamente frágil y violentamente femenina, con un extraordinario manejo de la técnica al servicio del discurso sin que la palabra pierda su autenticidad de alma y de raíz, es y será una de las mejores poetas que he leído.

Por siempre y para siempre, Morgana de Palacios.

POESÍA DE ISABEL REYES

Y tú no estás


No queda tiempo ya

No queda tiempo ya.
Se escurre de puntillas despoblándome,
halo de luz que deja
huellas tenues de seda parecida
a la estela nocturna de un caracol que escapa.

Se alejan los recuerdos.
Un frenesí de sombras como un río
agitando su propia inexistencia
que adelgaza la vida lo mismo que un silbido.

Ningún camino acoge
el arrastrar del paso que soporto.
Retrocede el aliento hasta su génesis
para intentar decir palabras sanas,
pero un silencio viejo
agotado de andar entre los dientes
anega los sembrados de mi voz.
Tropiezo al escapar con mis deseos,
a tientas los descubro
y son viscosas formas
que al intentar asirlas
como peces escapan.

Nada sé del destino, y el pasado
me ofrece sólo sombras deslizándose,
apresurada brisa que se convierte en tiempo,
en tierra, en polvo, en humo, en nada.


Ave de paso

Nunca sé cuando llega ni cuando va a emigrar,
es un ave de paso que lo mismo detiene
el curso del otoño, que rasga primaveras.

Puede encontrarme oyendo esa rapsodia in blue
que ciñe a los crepúsculos el malva de sus notas
o dejando en mis versos todo cuanto traspasa.

Hay veces que es el alba quien me lleva hasta ti
haciendo de infinito, para que sienta el peso
de las alas caídas, refugio de lo oscuro.

Yo no sé si te alejas, soledad, cuando cruzas
este abismo ignorado o vienes a dejarme.

POESÍA DE ROSARIO ALONSO

Azul cobalto

Llueve,
y las gotas regalan su presencia
sobre el azul cobalto de la marea calma.

Se apresura el otoño a cerrarme otro ciclo
con su aroma indomable de tristeza,
de hojas moribundas que me buscan
para su despedida.

Se apresura y me pide que lacre las compuertas
de un pasado dañino
y que abra la vida al asombro de siempre,

-con el olor de fondo
de la tierra mojada-

Y yo sigo sentada en mi rincón de huida
preparando un destino ,
-una plaza de piedra, un cementerio viejo,
el follaje, la senda-
como el ave que busca la calidez del mundo
para empezar de nuevo.


El mar en ti

El mar mece su cuerpo
como una danza hipnótica que induce
al sosiego y la calma.

Me pierdo en su vaivén y adormecida
profundizo en su arena mojándome los pies.

Camino por la orilla un rato largo
y el tiempo se detiene porque sabe
que vengo a descansar todas las prisas
y a reposar en ti
mientras contengo el mundo
con el compás pausado de tu respiración
.

Hoy me quedo a vivir en tus espacios
de sal y de silencio.


Amanece en mí

Porque amanece en mí la vida y su revuelta
pongo mi corazón a tu recaudo
en este día pleno que saluda
con olor a café,
a corriente marina,
a barcas que se alejan hacia ninguna parte.

Amanece, y sí , tu nombre y su cadencia
se mece en la mañana al ritmo de tus pasos.

El sol viene muy lento
y entrará sin permiso a mis rincones hondos
tocando los soportes que juntos compartimos
y el entorno será un manto que acaricie
los planes de este día.

Contigo el mundo es mío
y así lo certifico.

POESÍA DE MARÍA JOSÉ QUESADA

Prenda de su corazón

Ven aquí lucero hermoso,
dame tus manitas tiernas,
voy a contarte los dedos
como si contara estrellas
:

Diez dedos tiene este niño
como diez luces pequeñas
y en los pies, diez diminutos
cordeles de una cometa.
Cuando tu aprendas a andar
se irán soltando los hilos
con la justa longitud
que hay de los padres al hijo.

A la par que vas creciendo
se hará más largo tu paso,
y cuando seas ya un hombre
que no cabe entre mis brazos,
si la vida me da tiempo,
me sostendrás como un arco.

Vuela niño cuanto puedas
con nobleza y desenfado.

Dos cometas en los pies
y una estrella en cada mano.


Los dedos de la mano

Cada dedo de la mano
tiene un nombre personal,
el primero es el más bajo
y le llamamos Pulgar.
Al pequeño regordete
lo usamos para agarrar.

Al siguiente de la fila
le gusta más señalar,
Índice es largo y delgado,
más que su hermano Pulgar
y cuando cumples un año
¡a todos se lo dirá!

El tercero de la fila
es el dedo Corazón
está en el centro de todos
y es alto como un señor,
queda en medio de la mano,
a su lado hay dos y dos.

Ya casi estamos llegando,
con los dedos, al final,
pero antes de que acabemos
hay que nombrar a dos más;
uno que es muy presumido,
y que se llama Anular
porque se pone el anillo
de los novios y papás.

Por último un chiquitín,
pequeño como un penique,
más flaquito que el Pulgar
¿Cómo se llama? ¡Meñique!

Y ya que los conocemos,
¡vamos todos a jugar!
Pero antes diré un secreto:
a los dedos de las manos
¡les encanta dibujar!


La bruja Lombarda
se ha puesto perdida:
haciendo un brebaje
le saltó una chispa,
le cayó en la falda,
se ha vuelto amarilla.

Su búho, asustado,
no quiere mirarla,
le dice muy serio
y hablando de espaldas:
¡Estás horrorosa!
¡Límpiala con agua!

La bruja Lombarda
no viste colores,
siempre va de negro,
de día y de noche,
y el color del sol
le alegra la cara
igual que el limón
alegra la rama.

Se han puesto a bailar
por toda la casa,
el búho la sigue,
-qué cosa más rara-
y es que la brujita
le ha echado en las alas
gotas del brebaje
que tiñó su falda.

La bruja Lombarda

POESÍA DE SOLANGE SCHIFFINO

El lugar de este amor

Se atrasa la ciudad que nos contamos
y las horas aguardan el asombro
de aquella ansiada cita a donde vamos
a ser descanso amado, hombro con hombro.

Ya transcurren los días sin reclamos
de viejas erosiones y su escombro.
Llenos de norte y sur nos regresamos
cada vez que me nombras y te nombro.

Respira nuestro azul salar de litio,
las terrazas al sol con tendederos
y el beso a media calle, inesperado.

Porque sé que en tu voz está mi sitio,
sin importar los días venideros,
el lugar de este amor será a tu lado.


Inútil el silencio

Inútil el silencio entre los dos.
Agosto no renuncia a su promesa
ni al rumor de la piel que te regresa
como latido audaz de los bongós.

Gotas en el rocío, tú, yo y Dios,
bañados de este amor que se confiesa
percutiendo tu voz, ahora impresa
en los ecos que huyen del adiós.

Inútil la distancia, el tiempo estrecho,
callarte en los rumores de mi pecho
incluso, el ocultar tu rostro en sombras,

porque libres resuenan las palabras
tan llenas de Valdivia y de las Cabras
cada tarde sintiendo que me nombras.


De esas miradas


Me seduce esta forma que sugiere
cada tarde contigo, iris fecundo
sobre mi piel, vibrando en un segundo
con tu voz material que se me adhiere.

Y me dejo llevar por lo que adquiere
su magia sorprendiéndome profundo
como brisa sensual de amor rotundo
en esta serendipia que no muere.

Hallazgo y frenesí que no hace ruido,
química pura, abrazo en tu mirada
y sentirme otra vez enamorada.

De ese brillo en tus ojos nunca ido
como astro que pronuncio inevitable
sin culpar al destino insobornable.

NUESTRAS NOVEDADES EDITORIALES

Ultraversal, Proyecto Cultural es un sello editorial dependiente del Taller de Perfeccionamiento Literario, virtual y gratuito, Ultraversal.com

Centrado en promover el trabajo de los autores ultraversales, nuestro sello editorial no persigue fines de lucro y se encuentra a cargo de John Madison y Eva Lucía Armas, quienes llevan a cabo una tarea totalmente altruista.

Las publicaciones se realizan tanto en e-book como en papel, tapa blanda y tapa dura, a través de Amazon. Derechos y regalías pertenecen a los autores incluidos en el catálogo del sello.

El objetivo es dar a conocer el talento y los resultados obtenidos por quienes participan de Ultraversal.com, fundado en 2003 por la recientemente desaparecida poeta española Morgana de Palacios.

Honraremos su legado.

POESÍA MINIMALISTA

…DE LA MEMORIA

Miguel Palacios

Con un desgarro,
tus lágrimas la lluvia,
las mías barro.
(del polvo que me enturbia
y al que a veces me agarro)

Podrás clamar
en tu vasto desierto
con vista al mar,
sin conseguir
que el que dejó tu huerto
vaya a acudir.


Ser de cristal,
traslucido, sin huellas.
Eras tal cual.

De luz tu ser
siempre resplandeciente,
siempre mujer.

Esa alegría
convirtiéndome en bruma
día tras día.

Amanecer,
en tus brazos quisiera
dejar de ser,
por todo lo que era.
Por ti mujer.


Piedra angular
que no dejaste nunca
de colocar.

Noche profunda,
en mis sueños su ausencia
todo lo inunda.

Descansa en Tauro,
Aldebarán su estrella.
Por siempre lauro.

POESÍA DE ANTONIO ROJAS

Una pantera
a mitad de salto, me mira
desde el último vapor que sudan
los espejos de la tarde.
Alta,
sin peso,
en la mirada el enigma de lo que está por ocurrir.

De tristeza gemela,
sus ojos son charcos de música intuida.
Alguna vez fue suya una vocal de agua.

A veces la escucho
en los incendios del sándalo
como una canción muda que brota en silencio,

entre las voces que llaman sin cesar
en la tibia erudición de mi sangre.

La sigo en tanto se desvanece
su ágil simetría,
y me hiere la primera sombra de la noche.

Por las negras cascadas del tiempo
se desploman los axiomas del crepúsculo.


Las horas perdidas

Porque lo único que no se nos quita es la memoria
hubiera querido ser otro,
el primer o el último hombre,
los que fueron,
son,
los que están por venir,
no este andar prendido en sombras
que deshuesan los buitres del ocaso.

Pude haber sido
la palabra precisa, el silencio justo,
el beso que se da
una tarde de oro molido y girasoles,
la bondad de una ventana abierta hacia la sed del aire,
y allá van mis años, pesarosos,
como hojas que arden en la respiración del viento.

(Soñaba una flor abriendo hacia el mañana;
ofrendas, claridades,
y un simple concurso de acasos
llenó mis puños con las horas perdidas).


Libélula fatale

Y vienes y te quedas
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro para subir a Dios.
Carlos Sahagún –Cuerpo desnudo

Me sorprende la velocidad de la noche
en que viajas
al límite del olvido.

Llevo tiempo sin oír de ti,
de tus quejas habituales
que, al final, no importan mucho,
si termino besando
las monedas
que te alumbran la sonrisa.

Eres siempre otra
cuando vienes y exhibes
tus dotes
de libélula fatale.

Si el humor te alcanza llegas reluciente,
el brillo de mil lunas en los ojos;

otras veces decaída,
como si fueran tuyos los pesares del mundo;

rubia o morena
dorada de sol,
la danza del viento en tus cabellos,

generalmente opaca,
igual que esos pájaros que solo vuelan en la bruma.

Si supieras
que, por acariciarte,
se me han hecho las manos relámpagos de hielo.

POESÍA DE ALEX CABRERA

dónde queda Inglaterra

toca mi corazón
¿lo escuchas?

allí está Inglaterra
vive en mi corazón

¿un país cabe en un corazón?

cabe
un país es tu madre
tu padre y tus hermanos
los paseos en bicicleta

¿la bicicleta es otro país?

no
pero te permite viajar

si Inglaterra es tu corazón
qué país somos nosotros

ustedes son mis manos

por qué somos tus manos

porque todo lo hacemos juntos
ya ves lo bonita que quedó la escuela


mi mamá dice que allí podrá enseñar

pronto vamos a tener una iglesia para alabar a Dios como se debe

yo no quiero una «iglesia»
me gustan tus misas en el parque

pero a tus papis no
ellos casi no vienen

es que mis papis no tienen campanitas
cuando yo sea grande quiero ser viajero

por qué quieres ser viajero

para ser como tú
quiero tener países en mi corazón y en mis manos

Alex
las personas son como los espejos
cuando tú seas grande vas a ver un espejo y ese espejo te va a mostrar tu vida

lo vivido es a veces una suma de muertos

ahora que soy grande y veo espejos y que tengo países en la espalda
busco en mi corazón y no encuentro a Inglaterra
ni a ese hombre con barba en bicicleta


Las personas no son como los espejos

Soledad que vienes de los días curvos

soledad que vienes de los días curvos y las cuatro calles blancas de la infancia
ya no me persigas
déjame en el patio de esta vieja casa tan cerca del mar

he vivido un poco lejos de la lluvia
rodeado de muertos he nacido mucho y sigo naciendo cada que apareces con un nuevo nombre

nunca pedí un ángel ni tu gran amor

si la tumba es gloria prefiero la sombra

me sobraron luces al fin del camino y sigo despierto

esta esfera es corta para estar contigo y ya estoy muy viejo para continuar arañando el lodo

ha volado el tiempo y hoy tan solo tengo voces de otras vidas

vivir es amar
aunque nada vuelva de los días curvos


Palabras sin acentos

lo que nunca se va
de tanto querer ir retorna en polvo

cuatro horas son seis si nadie suma
o dos
si se miran las restas de aquello que no brilla
tres segundos al sur
o lo que sufre
por sobrar al momento
en el que cada quien se hace distinto

el otro siempre cambia en un espejo

no refleja la luz la sola sombra

la muerte es otra playa

todo vuelve al hogar
menos la vida

ROMANCES DE OTOÑO

POESÍA CORAL

Rosario Alonso – España

El cuerpo de la hojarasca
por el otoño y sin vida,
como una serpiente inquieta
a mis pies se arremolina,
y entre el crujir de las hojas
que anuncian la despedida
se inunda el campo y me mojas
el pelo con tu llovizna.
Hueles a tierra mojada
perfumando el nuevo día,
a calma que se apodera
–con su semblanza tranquila–
del corazón que se mece
en tus manos sanativas..

Disfruto tanto del agua,
de la tierra, de este día,
disfruto porque estás cerca
entre mis cosas sencillas.


Eva Lucía Armas – Argentina

El otoño busca breve
el día que se desliza
con su diapasón de herrumbre
sobre calles de llovizna.

El otoño, por aquí,
muda su piel, la hace tibia,
y en un carrillón de pájaros
la luz huye, fugitiva.

Amo el otoño y su mundo,
su acuarela de amatistas,
su mansedumbre de cobre,
el fuego de su hornacina.

Soy un otoño que late.
Mi latir no tiene prisa.


Isabel Reyes – España

Vuelve el otoño de nuevo
a ensombrecer la palabra
pues la tristeza aparece
y en mis adentros se instala.

El septiembre veraniego
ha vuelto a mutar su cara
y en este invierno precoz
por nuestro rostro resbala
el dolor de lo caótico
que agresividad desata
sucediéndose las guerras
que algún orate proclama
con el dolor que producen
en las gentes indignadas
inocentes e indefensas
y en el centro de sus almas.

No puedo escribir, no puedo
con la angustia que me mata
ni siquiera un buen romance
con lo bien que se me daban.

En este otoño baldío
Isabel, en retirada,
sigue intentando expresar
lo que le duele con rabia
pero se siente incapaz
de dar a luz la palabra.


Solange Schiaffino – Chile

De pronto, hasta el cielo arde
en rumor estremecido
el alma estallando en rojo
como recuerdos de niños
que en sus rostros atardecen
con el llegar del rocío.
Es el tiempo en su inminencia
alargado en un suspiro,
la sombra de un banco viejo
donde abracé mi destino.

Hoy son ecos, los Otoños
del caminar desprovistos,
tan desnudos en las ramas
de cuanto pretenda abrigo
en lo vano y material.
Que no importe si deslizo
los residuos del café
en los márgenes del libro.
Anhelar respiración
sin sentir ya que me fijo
cada vez que avanzo un paso
por temor al amarillo.
Simplemente oír descalza
cuando el ocre se hace añicos
y querer ese perderse
de ir muriendo estando vivos.


María José Quesada – España

Las hojas tiernas que un día
en los árboles brotaban,
compitiendo con el verde
de la hierba más lozana,
han cambiado de color
sin moverse de la rama.
El otoño viste al bosque
con trajecito de gala
hecho de tinte marrón,
amarillo y color grana.

Pero queda otra sorpresa:
en cajitas bien cerradas
el otoño trae tesoros
-es un fruto y lleva cáscara-
¿qué será ese gran secreto?
¡Nuececitas y avellanas!

Esta estación cierra pronto
las dos cortinas del cielo
para que todos los niños
también jueguen en sus sueños.


Orlando Estrella – República Dominicana

En un otoño se fue
huyendo de los dorados.
Se abrazó de los inviernos,
prefería suelos blancos
esos que inspiran pureza.
Se enamoró de los cantos
que anunciaban fantasias
como de esos reyes magos,

pero el hielo sorprendió
su alma tropical, causando
malestar en su indefensa
dermis de otoño y verano.
Cuando quiso regresar
era tarde para el salto.


Ana Bella López Biedma – España

Llega el otoño despacio
a cubrirme las aceras
con su corazón de noche
y su abrazo de tristeza.
Toca mis sienes de luna
y en mis párpados recrea
la estatura de los sueños
cuando la vida era eterna.
Camina el tiempo descalzo
sobre mis costuras nuevas,
me sepulta entre las hojas,
soledad de las afueras.
Hay un cansancio de pájaro
sobre mis noches en vela.
Pero aún en lo profundo
me late la primavera.


Milagros Morales – España

Con sigilo y con cuidado
vas cambiando los colores:
el verde por el dorado.
Menos el verdor del pino
que te desafía ufano,
mirando desde su copa
su victoria y tu fracaso.

¡Ay, otoño! ¿ Te creías
que tenías en tus manos
la destrucción absoluta?

Siempre habrá pinos más altos
que harán inútil tu lucha.


Eugenia Díaz Mares – México

Una alfombra azafranada
resguarda las experiencias,
con horas y con minutos
casi como la conciencia.
La fina lluvia humedece
los recuerdos con urgencia,
envueltos en tonos rojos
del otoño y su presencia,
cuando apenas es verano
en mí lo hace por prudencia,
para no teñir de oscuro
al sol con su diligencia
sabe que quiero emigrar
lejos de la penitencia,
o buscar muy dentro mío
manos con independencia
suelo mojado al andar
descanso de tanta pérdida,
besar la tierra en mis pies
con la semilla y su esencia
ya carente de rastrojo,
darle luz a mi existencia.


Raúl Muñoz – España

Escribo sobre la lluvia
que decora mi cabeza.
Amante de plataneros,
esposo de la chopera;
al abrigo de las nubes,
alimento con promesas
las miradas infantiles.
De lluvia mi teorema
corona melancolías,
con otoños de la métrica
escribo llenando copas,
y los árboles se alegran.


Jorge Ángel Aussel – Argentina

El veintiocho de julio
ocurre un suceso insólito:
«Han muerto el rey y la reina»,
se titulan los periódicos.

«¡No es posible! ¡Es imposible!»,
plañe la plebe en sus tópicos.

En el palacio Versal,
la Muerte toca en el órgano
Adagio for Strings de Barber,
mientras se reza el responso.
El clima se torna un túnel
tan oscuro y claustrofóbico
que comprime las gargantas
hasta el mismísimo ahogo.
Sin la reina y sin el rey
brindando guía y apoyo,
el pueblo llora elegías
en un reino, ahora, inhóspito.

Algunos autoexiliados
se enteran del necrológico
e imploran volver al reino,
atraídos por el morbo.

Otros vuelven por amor,
ese amor de darlo todo.

Los bufones de la corte
y sus claques accesorios
se asocian ilegalmente
deseando el protagónico.
Se comenta en el palacio
que algunos son alcohólicos
de los que beben delirios,
como borrachos anónimos.
Enmascarando el motín,
se fingen fieles devotos
mientras queman los jardines,
como pirados pirómanos,
para encender la discordia
y hacerse al fin con el trono.

Los protectores del reino
y nobles guardianes cósmicos,
se enfrentan a las calumnias
que persiguen el oprobio
y van reventando egos
igual que si fueran globos.

La reina envía señales
del más allá a sus custodios
y llama a la resistencia
para vencer a los monstruos.
«¡Solo ha cambiado de forma,
pero sigue con nosotros!»,
los guardianes se convencen
en medio de tanto engorro.
«¡Mi seudónimo de bruja
no es un seudónimo, tonto!»,
dice la reina a un guardián,
desde el propio purgatorio.
«¡Y cambien esa del Barber
que me va a dar un soponcio!»,
termina diciendo «ríome»,
y ríe y llora, psicótico,
el guardián que ve su voz
de un violeta metamórfico.

El rey desaparecido
reaparece ante los ojos
de los leales guardianes
que lo esperaban ansiosos.
«¡El rey es un cuervo fénix
que nunca nos deja solos!»,
grita un loco sin camisa
afuera del manicomio.
«Que la muerte no me quiere
es un hecho categórico»,
contesta con su humor negro,
el rey en un soliloquio.

Al final la luz triunfa
contra cualquier despropósito
y la Nueva Alejandría,
que es el último unicornio,
resurge, siempre resurge
gracias a aquellos bibliófilos
que la salvan de las llamas
protegiendo su tesoro.

***

Acabo de comprender,
con este relato corto,
por qué es tan distinto este
otoño de otros otoños.

***

El otoño es la estación
donde mi tren se hace polvo
cuando marchaba, por hora,
a seiscientos tres kilómetros.

Después de un julio fatídico
y de un despiadado agosto,
en septiembre los planetas
se ordenaron en el cosmos
de tal forma que formaron
varios aspectos armónicos
que obraron en nuestro bien,
con poderes milagrosos.

Pero el otoño ha llegado
a sentarse en mi escritorio
para reabrirme las llagas
corroídas por el óxido.

¿Se puede salir incólume
de la muerte y sus destrozos?
¿Cuando se tuercen los días
como los malos negocios?
¿Cuando el mundo se derrumba
justo encima de tu dorso
y respiras atrapado
debajo de tus escombros?
Maldito otoño que llega
con sus preguntas en ocho
y por mucho que me esmero
no desentraño el meollo.
Giro y giro, giro y giro
y giro en mí como un trompo.

Cuando mueren los que amas
también te mueres un poco
y aunque seas el que eras
nunca más verás el rostro
del que en otros tiempos fuiste
cuando eras con el otro.

Con su marrón y su gris,
el otoño es un cronómetro
corriendo en contra del tiempo,
pintando un lúgubre óleo
dedicado al Dios Anubis
que, con unos ojos torvos,
nos observa y nos cuestiona
en el drama tragicómico
del funeral de la patria
donde es posible lo utópico
de dar por amor al arte
sin falsedad ni autobombo,
a la vez que el egoísmo
pretende subirse abordo
y actuar como siempre actúa,
en su beneficio propio.

Después de un julio nefasto
y del más nefasto agosto
donde mostraron la piel
los corderos y los ogros,
las turbulencias siguieron,
y a pesar del mal pronóstico,
reflotamos nuestra nave
descabezando demonios.

Recién entrando en octubre,
por mucho que filosofo,
no logro desentrañar
el sentido filosófico
que debe tener la vida
en este planeta tosco,
donde todo es tan ridículo
que resta hacerse filósofo…

Este otoño es más difícil
que muchos otros otoños
porque de nuevo sentí
lo poquitito que somos
cuando la vida me hachó
una vez más en el tronco;
porque aquí los que se quedan
se van al fondo del fondo
de las cosas que no tienen
ni remplazo ni retorno;
porque estamos los que estamos,
pero ya no estamos todos.

POESÍA DE JORGE ÁNGEL AUSSEL

Cuatro sonetos doblados

1. Incognoscible

¿Quiere ser un poeta indiscutible?
No importa si es terrible,
si no posee el don de la inventiva,
si rima por rimar, si le motiva
desperdiciar saliva
en hablar sin decir. A ser posible

utilice un lenguaje incognoscible,
ambiguo, intraducible,
cual petroglifo o lengua alternativa,
con nula claridad expositiva,
ya que, en definitiva,
todo es perfecto y todo es perfectible.

No corrija el poema primigenio
aunque el parnaso se lo recomiende,
que usted lo que pretende
es trascender, por lejos, su milenio.

Conteste a la objeción con un depende,
retuerza la sintaxis, gaste ingenio
en parecer un genio
al que este mundo ingrato no comprende.


2. Esperpentos

Si un soneto le manda hacer Violante
ase fuerte el volante
y, sin dudarlo, cambie de sentido
en dirección opuesta a su pedido,
pisando decidido
el acelerador en ese instante.

Si ella aún insiste, es importante
que siga hacia adelante,
se haga el sordomudo, el distraído,
el perturbado, el manco o poseído,
y huya pavorido,
como si lo acechara un asaltante.

Nunca entre en sus albos aposentos
ni se conmueva si la dama implora,
con su voz seductora,
que lo intente, aunque falle en los intentos.

Debe saber que es una acosadora
reencarnando desde el mil seiscientos
en tantos esperpentos
que ya da escalofríos la señora.


3. ¿Para qué?

¿Para qué prescindir de estratagemas,
iluminar los temas
y construir con elocuencia accesos
que den paso al mensaje sin excesos,
anidando en los huesos
desde la claridad de sus poemas?

¿Para qué decantarse por emblemas
que no sean problemas
sin solución, sin resolver, de esos
que omiten pasos, fuerzan los procesos
y retuercen los sesos
al presumir de imágenes supremas?

¿Para qué combatir la oscuridad,
la niebla y la oquedad,
como una antorcha, que la lengua enciende
con ángel, musa y duende,
en su explosión de creatividad?

¿Para qué desnudarse y ser, por ende,
un talento que esplende
y un corazón que late su verdad
con naturalidad,
si aunque nadie lo entienda, usted se entiende?


4. Planos

Ha confundido el plano cenital
con plano genital,
y ahora vulvas, falos, nalgas, senos…
se exhiben frente a cámara sin frenos,
en poemas obscenos
donde al pan, pan le llama literal.

Existe una premisa sustancial
en el plano sexual:
el erotismo explora los terrenos
que a la pornografía son ajenos,
y muestra mucho menos
porque insinuando incita a lo carnal.

Uno debe excitar a las neuronas,
liberar las hormonas,
dejar que la sinapsis se produzca,
que el cerebro traduzca
y no pintarle imágenes simplonas.

Uno debe observarse desde arriba,
convertirse en su criba,
ponerse en tela de su propio juicio
y honrar el ejercicio
de hacer pensar, escriba lo que escriba.

PROSA POÉTICA DE WILLIAM VANDERS

Ajeno

Estas paredes sin culpa están llenas de mis culpas. El concreto es áspero como la inocencia de la mano cuando siembra. Intento repintar mi lamento para atenuar el grosor de la grieta. Realmente me esfuerzo, pero cuando la mente se rompe el cuerpo se deshabita, se desarticula, porque el alma vive donde la raíz alguna vez hizo nicho.

Se puede arrancar el árbol y cambiarle de aire, incluso, taparle los ojos para que no memorice el traslado a campo ajeno, se puede, incluso, mimarle, decirle: aquí te replantaré, te cuidaré, te abonaré, te abrazaré para abrigar tu desconsuelo… pero no puedes devolverle aquel salitre, aquel sol, aquel carpintero que lo perforó para acunar a la familia.

Hay resiliencia de hueso, de sangre, de carne, de pensamiento… el alma siempre estará en donde tocaron el rostro de tu ternura.


Perseguido

Inventaste pájaros de agua volando por el fuego; peces, en el corazón de la piedra; árboles, con sequías en el llanto de sus hojas; muecas, borrando el hambre del abatido.

Inventaste el jolgorio del silencio, el caparazón de la pausa, el entresijo de la sospecha, el cansancio sin sueño.

Compusiste sonatas para la ventisca y operetas en la sordera del trueno. Proyectaste sombras azules para atrapar ángeles corruptos escapados del sol.

Pero al reinventar el tiempo, las horas antiguas retrocedieron hasta tu infancia para mostrar el alma muerta, aplastada por la finitud del sosiego y por la guerra.

Finalmente, tatuaste zapatos de ónix en tus pies para ocultar el rastro

POESÍA DE ORLANDO ESTRELLA

Huyó

Huyó por la pendiente del temor.
Le molestaba mí ropaje pálido
manchado de recuerdos conflictivos.
No intuyó sobre la bondad oculta
entre la opacidad que predomina.

No revisó mi alforja para encontrar las luces
que acompañaban los manchones.
Se demoró en lo oscuro;
el tono que la hizo infeliz, árida.

Yo no esperaba flores,
sólo un espacio para sembrar frutos
que agregara color a un rincón desteñido.

Nunca aprendí a camuflar mis grises.
No ha valido rascarme como culebra vieja
y prescindir de la coraza antigua.
Pero las cicatrices delatan las lesiones
como tatuajes que definen mi sino.


No quiero morir

No quiero morir
sin antes ver muertos a los asesinos
y a los abusadores, sin manos ni piernas.

No me juzgues.
No soy un psicópata.

Si te vas primero lo sufriría.
Pero no quiero irme
sin ver al pederasta empalado
y escuchar sus gritos.

Los únicos lamentos que conozco
son los de infantes que ya son adultos
y odian las iglesias aún siendo creyentes
porque no saben olvidar recuerdos.
-Culpa de las sotanas pervertidas-

Quiero vivir
pues sólo he visto familiares en ataúdes
con la impotencia dibujada en sus rostros.
También las últimas miradas de hermanos,
miradas que se han quedado conmigo.
Son ojos que me rondan
y hoy son mis fantasmas.

No quiero morir
sin ver al traidor sin lengua
ahogado en su sangre.

¿Crees que es demasiado odio?
Es posible.

Pero no todo en mí es oscuro,
nunca herí ni con palabras
al inocente o al indefenso.

Un poeta judío que no conozco me dijo un día:
«Uno es lo que la vida ha hecho de uno»

Si estás conmigo es porque lo entiendes.


Los tiempos de paz

POESÍA DE ENRIQUE GUTIÉRREZ ISOBA

Tormenta

Esta mañana bronca y desabrida
tras la sarta de truenos de ayer noche
vuelve conmigo sin ningún reproche
cauterizada ya la vieja herida.

Volví a las teclas con la amanecida
tras las horas de insomnio y el derroche
que siempre va conmigo y el fantoche
de la muerte anunciada del suicida.

Vengo embargado por la eterna ausencia
de los que ya no están ni son presencia
acostumbrada, vida hoy sepultura.

Vuelvo hecho trizas, polvo, desencanto,
sin expresiones como «flor de acanto»,
que tanto prodigó Literatura.

Vengo en el sura
de no rendirme más a la evidencia
de esa voraz y atroz clarividencia.


Dónde estarás ahora, amiga mía,
dónde tu pronto raudo y tu palabra,
y aquel bronco y veloz que descalabra
al más pintado, Mor, tu diafanía.

No sé cómo me atrevo en mi osadía,
la tozudez innata de la cabra
que no se aviene a nada y hoy me labra
estos palabros en mi mediodía.

Sé que desbarro lenguaraz al cabo
entre estos sentimientos donde cavo
mi tumba al fin y al cabo en mi herejía.

Me agarro a un clavo ardiendo sin remedio,
no derrapar tratando en este predio
que tantas indulgencias me cedía.

Yo ahora moriría
igual que un Quevedón en su quimera
e igual que en su poema nos decía:
«Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día».


Si a toda elocución, solucionando
me voy poquito a poco en la baldía
vendré como un raposo por la umbría
rumiando el tedio por seguir vagando.

No cataréis mi voz si estoy llorando
o arrañando asadura, alevosía
tramando hastiado tras la celosía
de este crudo penar que voy rumiando.

Vengo arrasado y ruco tanta pena
y es tanta decepción la que me inspira
que un bledo es harto el tedio en esta escena

donde amalgamo el caldo de la ira
y el cáncer negro que me meto en vena
para poder cantar a esta mentira.