El lado de doler – In memoriam

Video de Isabel Reyes sobre un poema de Morgana de Palacios


Si te tocara a ti sentir mi ausencia
como sentí la tuya tantas veces,
recuerda que volver es la premisa,
que no olvido jamás a quien me enseña
y tú me has enseñado que los hombres existen
y se llaman «Lauchita» de pequeños.

Que tus manos de niño
ya eran barricadas amorosas
protectoras de abuelas y de hermanas
porque tomar partido está en tus genes
y es la voz de tu hombría nopoeta
la que cava dulcísimas trincheras
en nombre de mi nombre,
jugado hasta la sangre.

Que da lo mismo el tiempo que transcurra
con la carga letal del gas sarín,
si un hombre como tú
-más animal de láudano que nunca-
me presta sus pulmones
con el aire vital que no le sobra.

Te digo hoy
te estoy diciendo todo
por si mañana no llegara nunca
y algo de mí muriera en el tintero.
Te digo hoy y digo de la suerte
de haberte disfrutado en toda tu potencia.

Ocurra lo que ocurra
(si no lo escribes tú el destino no existe)
voy a vivir en medio de tu frente
y ese será mi templo al que volver
y mi mayor triunfo.


El otro a tu costado

apareciste de pronto a mi costado
como un grito espacioso de fatiga,
vos
la que levanta pájaros en el pecho del mundo
la que surte profundos himnos de agua
en la sed de mis ojos
la que anda con mis jirones de alegría entre sus dientes
como llevando pan
como llevando nidos destejidos de aire
como llevando parte de mis costillas rotas
como llevando todo mi peso
siempre

apareciste entre mis mordiscos
hecha de mis severas maldiciones
puteada en mis idiomas carniceros
odiada mansamente por este animal árido
que aceptaba el destino de tu fuerza

apareciste entre mis explosiones tenebrosas
toda de candelabros y de mantras
mientras yo me afanaba con mi tumba
cavando a toda orquesta
sosteniendo a mi muerte del cabello
porque te vio y huía

apareciste como un puntal de mi costado flaco
de mi torpeza embólica
de mi tartamudez desafectiva
de mis armas de guerra y mis sollozos

apareciste y te quedaste ahí
como una jalâ santa en mi mesa sin dios

entonces mis hambres te comieron
con todas sus mandíbulas
y todos
sus vacíos de estómago
y se volvió mi mundo un juramento
a tu carne de azúcares avaros
azúcares inhóspitos y avaros

me quedé a tu costado con las armas cansadas
y los pies monolíticos

me quedaste, mujer, a tu costado con la mano tendida
y yo ahí
volviéndome decente en medio de tu palma prodigiosa

eso es lo que soy
ese oeste sombrío
amoroso y violento
guardián del cuadrante de tu brújula

y vos
mi norte inamovible

Gavrí Akhenazi

Poesía de Antonio Rojas, República Dominicana

Poemas del viajero perdido

Alguien sueña con nosotros
y es soñado a su vez
por otro
que es el sueño de un sueño.
Ana Blandiana -Genealogía


¿Cómo sabes que la tierra no es el infierno
de otro planeta? Aldous Huxley -Un mundo feliz

La noche lentamente se desliza hacia el alba
a través de este gran ventanal
que amas tanto
porque sus luces nocturnas ocultan la ciudad verdadera.
Cristina Peri Rossi -Asombro



La nostalgia se filtra por los sumideros
que recorren la ciudad.
Algunas palomas se refugian
en estrechos balcones
donde sueños de asfalto se lanzan al vacío.

En las aceras,
gentes que no hablan entre sí
transitan sin pena ni gloria.
Algo brusco y discorde
les muda el rostro,
las envuelve en un manto de ruido y mentira,
mientras la ambición
borra
la última huella de humanidad que llevaban puesta.

Abordo un taxi hasta el puerto.
A veces, dicen, llegan en furgones ángeles mojados.

El chofer me mira por el retrovisor;
parece leerme antes de iniciar plática.

Confiesa que, en ocasiones,
las avenidas se abren como venas
al tráfico y al vértigo,
y maneja por horas
sin recoger un solo cliente:
no quiere oír historias ajenas,
fragmentos de vidas contadas al azar
en el asiento trasero.
Conduce sin ruta ni plan
porque perderse es un modo de buscar,
y tal vez, en una de esas calles que no toma
se encuentre el hogar que aún no conoce.

Me tranquiliza el azul nocturno
cayendo sobre el mar,
ahora que no queda nadie;
el brillo de la luz urbana en el temblor del agua.

De regreso, a través del vidrio tintado,
los semáforos titilan igual que luciérnagas ausentes.

Salgo del coche en una esquina con olor a café
y carne quemada.
Un indigente busca qué comer
en la oscuridad de los zafacones.

Tal vez no haya ruta ni hogar,
solo este viaje interminable entre sombras y luces,
estas ganas de encontrarme en el reflejo fugaz
de lo que aún no conozco.

De pétalo metálico, Eva Lucía Armas, Argentina

A veces pienso que cierro los capítulos de mi vida como cierro los libros que no voy a volver a leer. Los cierro, los pongo en la biblioteca entre otro montón de libros cerrados y se quedan ahí, perdidos y formando parte de una gran colección de citas célebres.

Adquirí una extraordinaria facilidad para sacarme los pelechos aunque no sea la época de muda. Mudo por las circunstancias de mi clima interior y no le hago caso a la primavera, que, como me gustan los climas cálidos, impera junto al verano, todo el año. Por eso, en vez de mudar piel, voy mudando corazas y cada vez me crecen más regias.

Soy —cada vez más— algo galvanizado, pero no puedo decir que sea una «flor blindada» porque de flor tengo cada vez menos y tanto de metal, que si lloro me oxido.

Lo peor de un metal es lo que tiene de cosa fría. Es un elemento inerte y frío, naturalmente invulnerable o naturalmente indiferente. Está ahí, contemplando y contemplado por la naturaleza, inmóvil en sí mismo y hecho para durar los siglos de los siglos.

No se me ocurre todavía acuñar un término que pueda adjudicarse a este cambio mío en los estados de la materia, pero ya voy a encontrar alguno que señale cómo se impermeabiliza el alma.

Creo que en mi caso, hasta «maternidad» sería apropiado.


A veces soy de una suavidad desesperada, el último recurso de lo áspero, la carraspera de una contralto, el decente ademán de una caricia.
La vida me es tan simple, tan simples las pasiones que aprendí a descifrar, que me hacen complicada para aquel al que toda la vida le parece complicada.

Aprendí a ser feliz en la felicidad de los que quiero, porque la felicidad en los afectos es una cosa pública y cuando alguien es feliz, hay un poco más de dios en todas partes.

Hoy estoy muy contenta. Tan contenta como estuve también hace unos días en los que dije, «no me pongo luto». He aprendido a vivir en mis amigos.
Y estoy segura que por primera vez desde hace un año, una de mis mejores amigas mira el cielo.

Dios estará en nosotros mientras aprendamos a contar la historia en sus milagros y dejemos de contarla por las guerras.

Poesía de Rosario Alonso, España

A oscuras

El día me persigue
como un gato mohíno que caza mis tormentas
y me aleja del sol.

Hoy permanezco a oscuras,
desahuciada del gesto y la caricia
con los ecos dentados de la palabra hiriente
que vino a conversar con las ganas de irme
a mi caparazón de cangrejo ermitaño.

Tan solo son recuerdos
que se quedaron mudos, en estado latente,
sin arañar mis noches,

-aunque a veces despiertan –

Mañana volverá la calma y su latido,
la lluvia sigilosa,
el sol y la alegría,

porque aunque no lo sepas
no soy el cuerpo gris
de un invierno perpetuo.


Corpore insepulto

Todo ha muerto, repites.

Todo ha muerto
y tu lengua de sombra,
de tumba abierta,
se vuelve una corona de difuntos
para cubrir mis ojos.

Caen sobre mi aliento las flores del sepelio
y me vuelvo un jardín desconsolado.

La vida como un gato enfurecido
araña las heridas sobre heridas

y cuánta desazón viaja a lomos
de todos tus desvelos

y cuánta soledad sustenta el ánimo,
cuánta llaga de sal
y cuánta sangre.

Todo ha muerto de muerte innecesaria.

Es inútil rotar esta agonía
de brillos apagados,
de puertas para adentro,
de padecer a secas.

Es inútil buscar escaparates
de un mundo diferente.

Todo ha muerto, sin más,
y yo lo entierro
sin cruces y sin salmos
sin un adiós siquiera.

Pero a ti
no te cierro los ojos de cadáver andante,
todavía se esconde algún fulgor
aunque el miedo lo invente con el roce del frío,
o el córpore insepulto de la vida.

Consideraciones sobre el protagonista

por Daniel Adrián Leone


Protagonista-Trama-Historia.



Podemos ensayar mil definiciones respecto del concepto “protagonista” sin embargo hay una extremadamente simple y no por eso menos certera.

Protagonista es quien hace avanzar la trama.

Es decir el protagonista no es necesariamente aquel personaje que desarrollamos mejor ni a quien le damos un especial énfasis en una historia.

Bien puede pasar y pasa a menudo que un personaje accesorio termine haciendo avanzar la trama “a pesar de nosotros” tan solo porque le hemos dado circunstancialmente un lugar en el que la trama encuentra un giro, una complicación, o bien que es portador más o menos casual de una hipótesis de conflicto o de alguna resolución…

Esto suele suceder por diversos motivos aunque el más general es confundir trama con historia.

La historia puede avanzar de forma independiente sin que avance la trama por ejemplo.
También puede pasar que el personaje que dispusimos como protagonista sea arrastrado por el desarrollo de la historia sin que hace hecho avanzar la trama un milímetro.

Para evitar estos inconvenientes que se pueden transformar en verdaderos rompederos de cabeza que nos dejen a mitad de camino a merced de la página en blanco es conveniente distinguir trama de historia.

La trama es un recorte de la historia.
Pero no un recorte cualquiera.
Es un recorte a partir de la experiencia del protagonista.

La trama es su registro íntimo, personalísimo de la historia, en la que se pondrán en juego diversos tipos de relaciones con otros personajes pero todos los personajes que irán apareciendo en la trama son secundarios respecto de la misma.

Ilustrémoslo con un ejemplo:

Supongamos que nuestra historia (que será contexto, antecedente y/o caso general de la trama) es un triángulo amoroso entre el protagonista, su pareja y el ex de su pareja ocupando la función de antagonista.


La trama será el registro que nuestro protagonista hace de esa historia, o sea, cómo la vivencia de cabo a rabo, dicho de otra manera: la trama siempre es el trayecto entre el punto A y el punto B que realiza un protagonista.

Ahora supongamos que a fin de darle un especial atractivo o por cumplir con los mandatos de un determinado género o lo que fuere tratamos de espesar la trama confiriéndole mayor peso específico al antagonista al punto de que nuestro protagonista termina siendo una suerte de espectador pasivo de los movimientos que hace el antagonista sin poder hacer otra cosa que reaccionar pasivamente…

Puede pasar tranquilamente que tal pasividad se disponga como parte del conflicto y que por tanto el arco del personaje del protagonista pase por superar esa pasividad cumpliendo, por ejemplo, con la demanda de su pareja y resolviendo el conflicto.

Pero si nos descuidamos y dejamos que todo el trayecto de la trama se desarrolle con esa mecánica, aunque hayamos definido como protagonista a un determinado personaje, es probable que el rol protagónico lo termine sosteniendo aquel que habíamos definido como antagonista.

El rol del antagonista es sin duda darle soporte a la trama ofreciendo al protagonista obstáculos a vencer para cumplir con su objetivo de llegar desde el punto A al punto B.


Pero si el protagonista no toma parte de la dinámica y la vive solo superficialmente desde la misma posición en todo el desarrollo de la trama, tal protagonista se verá eclipsado y sustituido por aquel que cumpla con su rol de avanzar la trama.

Lo que nos permite establecer otro principio solidario:

ya habíamos dicho que:

El protagonista es quien hace avanzar la trama.

Y ahora podemos agregar:

La trama es aquella situación que hace que el protagonista evolucione cambiando más o menos progresivamente por X motivos su posición inicial por una posición superadora.


O lo que es lo mismo decir:
Trama es aquello que le impone al protagonista un trabajo a realizar para poder alcanzar un objetivo determinado.

En Resumen:

Protagonista es aquel que acepta vivir un conflicto y encontrarle alguna resolución o sea, quien vive la trama.

Historia es el contexto que da soporte físico, simbólico, psicológico para que advenga la trama en el preciso momento en el que alguien acepta el lugar de protagonista y toma la decisión de hacerse cargo de algún conflicto que demanda resolución, aceptando también abandonar una posición inicial y conquistar una posición superadora respecto del conflicto en sí.

Trama es el registro histórico de ese evento en el que el protagonista acepta su función de protagonista se hace cargo de un conflicto que demanda resolución a sabiendas de que tal «hacerse cargo» implica un cambio de posición hacia una posición superadora.

Cucurucho de nata y fresa, Raúl Muñoz, España

Si hay algo en la vida por lo cual vale la pena insistir, es salir a la calle con mi abuelo a jugar.

Soy muy insistente, no cedo un ápice haciendo carantoñas al viejo -algo triste, a veces, con pocas ganas de moverse del butacón-. Puedo esconderme en el lavabo, correr hacia la sala de estar y, en el marco de la puerta, soltar unas cuantas carcajadas con varias exclamaciones.

—¡Aquí estoy viejito mío! ¡En un plis-plas nos vamos a la calle! ¡No acepto un no por respuesta!

Otras veces, si se queda dormido, le quito con disimulo el reloj de pulsera; ah, cuando el viejo despierta y ve que no tiene el reloj, a poco comienza a fruncir el entrecejo, alguna mueca de disgusto asoma en sus labios; aun así, la arruga del rostro enfadado se desliza suavemente y, medio sonriendo, me busca con la mirada. Corro hacia la butaca, me planto delante suyo y digo en tono socarrón, cruzando los brazos:

—¡Ahora sí que sí, viejito! ¡Ahora, sí o sí, nos vamos!

Cuando quiero puedo ser muy insistente. Y el viejo acaba por entender, que la vida es coger un poquito de allí y otro poquito de allá; disponer de un poquito de tiempo para todo, que si alguien, además, se pone muy pesado, no es menester hacerse tanto de rogar. Y sigo insistiendo, de tal forma, que el viejo anda despacio a coger la chaqueta, y yo tiro que tiro del bolsillo del pantalón. Las escaleras son algo más de lo mismo, pero con cierta precaución, está muy débil de las piernas, no es cosa que se vaya a caer. Así seguimos por la calle. A veces, me adelanto, me detengo y salto delante suyo, comienzo a saltar y gritar de alegría:

—¡Ahora sí, ahora sí, viejito!

Una vez en el parque, descansa un poco de mí, se queda pensando en sus cosas, puede que en las cosas del tiempo: si hay muchas o pocas nubes, si bajó o subió la temperatura, si el sol ha perdido algo de su ímpetu al ponerse, si estará animada esta noche la luna. Vete a saber, qué piensa el viejo. Yo sigo a lo mío. Enfilándome al columpio más alto, grito al viejo hasta que se vuelve.

—¡Eso sí que no! ¡Caerás, baja de ahí!

Y suele funcionar. Bajo presto y tiro de su chaqueta, ahora mucho más insistente.

—¡Ya, vamos por el helado, ya vamos, viejito, antes de subir a casa!

Hasta que no tengo el cucurucho de nata y fresa en mis manos, no puedo mirar al viejo a los ojos. Entonces, con los dedos pringados de helado, derretido, restriego la palma de la mano en mis pantalones, salto y grito -así que me oigan todos los ángeles-:

—¡Te quiero mucho, viejito mío, te quiero mucho! ¡Siempre vendrás conmigo!

El viejo sonríe, algo melancólico, suspira. Yo sigo con mis cosas.

Poesía de Silvia Heidel, Argentina

Episteia

¿Dónde estás, César, Vallejo, dónde estás?
A qué Andes escalaste.
En cuál Cusco se mimetizó tu boca.
En qué Trilce tu enigma se extravió.

De qué habla esa mujer, inquieren.
De qué habla su esqueleto
amasado con hielo volcánico
que corre por calles írritas
y prodiga abrazos de frescor.

De qué habla tu lengua chola y críptica
que se agita en mi boca bipolar,
César, Vallejo, estoy aquí,
soy una sin techo
sin casa
homeless
sentada en tu zaguán.

Hoy me haces una falta sin fondo.


Lamento que mi poesía
no sea para vos cómoda como dry fit
capaz de evaporar en el aire
las secreciones de tu alma
y aquí nada pasó.

Me apena, de verdad, que mi lengua áspera
provoque tu molestia con su decir de moscardón
enrevesado zumbando en tus vestíbulos.

No reclames de mí jogo bonito,
ni pas de deux,
ni trago de miel apto para tumores faríngeos,
ni viajes de diente de león
sobre brisas exorcistas.

Porque apenas soy un grito que anuncia
juegos de coliseo en la noche salvaje.

Los que van a morir te saludan.

No me pidas que no duerma en la falla,
allí donde la tierra vomita sus vísceras.

Esfera de agua, Solange Schiffino, Chile

Abro los ojos.
Con cierta pesadez se vuelven a cerrar mientras hago el esfuerzo de enderezar la habitación que se ladea hacia mi derecha. Veo caer el sillón en que reposa mi madre.
La distingo y se vuelve a borrar como si resbalara.

De pronto, su imagen triste aparece frente a mi cama y en mi sopor siento más tristeza aún por darle ese pesar. Pero está y la necesito justo ahí sin importar mi edad, para decirle: «mamá, estoy viva».

Veo su sonrisa casi a través de una esfera líquida, como si fuesen ondas, haciéndome olvidar el dolor del pecho y las ataduras de mis piernas y cada vía de mis brazos.

Quizás, como me dijeron meses después mi hermano Paulo y José, la borrachera anestésica me hacía «excesivamente cariñosa» porque no dejaba de repetir sonriente «los quiero mucho, no me morí», como si el corazón zurcido no tuviese bastante ya para remendarse con más limitaciones.

Yo solo quería abrir los ojos y no volverlos a cerrar. Aun si dormía, quería ver a mi madre a mi lado, porque el dolor de la sangre ajena entrando por mi mano derecho, el hierro por la otra o los antibióticos en la vía del cuello, me hacían cómplice de sus propios sacrificios de años de diálisis. Entonces, me pregunté por qué no estuve sentada al lado de su sillón durante tantos años en que tres veces por semana debía oxigenarse para seguir. No podría pensar en una forma más heroica de cuidado que la suya.

Por esos días, solo sus palabras en tono de reto evitaban el vacío y eran el deseo de continuar sin demasiadas preguntas por la utilidad o el sentido. Era suficiente verla con su dificultad para caminar o sus propias cicatrices o la grieta que dejó la pérdida del primer hijo para siquiera dudar en darme por vencida.

Con ella aparecían todas las respuestas, aunque su silencio fingiera tranquilidad. Bastaba oírla repetir su rosario como un mantra de nombres a los que cuidar, para sentir que en esas cuentas nos sostenía con un nudo a algo superior.

No necesitaba otro cuidado más que su presencia, su respiración tranquila.


**

Sé que pasaron 16 horas de pabellón. Todo me duele, pero me siento fuerte como ella.

–Nos quedan muchos viajes por cumplir, así que cuídate tú, que a mí después de ésta, no me vuelven a amarrar–.le digo entonces.
–Cuídate, hija. Con el corazón no se juega,
–Bahhh si ya está muy parchado. Habérselo dicho a los ‘giles’ que jugaron con él– le respondo haciéndome la indiferente– pero ya está bueno, ahora solo a disfrutar la vida.
–Yo le he pedido a todos los de arriba que te cuiden. ¿Pero no sé en qué andan?
– Ahh y te parece poco!! Mírame con todos estos cables y pensar que vine por un resfrío. ¡Qué mal agradecida! Y además, de urgencia… así que no voy a pagar ni uno!
–Eso sí, ¡qué bueno! Estaba preocupada por cómo ibas a pagar la clínica.
–¿Viste? Mejor les das las gracias. Por ahora tengo claro que no les hizo chiste que se llenara tan pronto el sitio en el parque y me mandaron de vuelta.
–No, pues ya está bueno. ¿Y supiste que a Javier le salió el departamento en La Serena? Y me llamó tu tía Alicia…

Escucho a mi madre con atención. Vuelvo a sentir que me cuida.
Es sabia cuando cambia de tema.
Me pone al día de las señoras del barrio, de sus compañeros de diálisis. Repasa en lo que está cada nieto, mis hermanos y siento que la vida sigue como debe seguir, así es como funciona bien, con su mirada y sus opiniones tamizando con total claridad lo que es bueno de lo que necesita enfrentarse o de las tristezas que solo queda poner en manos de alguno de sus Santos y que no se nos olvide que «la vida da muchas vueltas» así que no desesperar.

No sé qué día es. Pero calculo que van casi dos meses en tratamiento intensivo, las horas de visitas se hacen tan breves que las he encapsulado en la memoria y parecen apenas un día con numerosas figuritas de personas girando alrededor, brillantes. Diría que son colores flotando alrededor de mi madre.

Sí, pienso que soy fuerte como ella, aunque tenga el esternón fracturado. Ya estoy en pie. Firme, en sentido más allá de lo literal, porque no hay dolor o trizaduras que puedan quebrar esta fe. Como si se tratara de eso la vida: ser felices por el solo hecho de sentir, sea con los ojos abiertos o cerrados, que hay presencias conectando el corazón para latir a un ritmo único.

La «Ana», como me gustaba llamar a mi madre, es esa vibración capaz de ordenar los puntos como si fueran la nieve en esas bolas de agua, que una vez agitadas, se asientan lentamente y otra vez hay calma. Y en el centro de ese paisaje que es tu vida, lo primero que ves, es su rostro.

Cartas abominables

Tu boca, aún en mí, es una larga circunstancia que acontece con dulce morbidez.

Sierpe tu lengua envolvedora de los pensamientos que me acosan el día con tu nombre, hecho todo de oscuras maravillas constantemente deformadas.

Duermo en tu espacio de enredadera fiel, gustoso de tu hiedra venenosa que me traspasa el sueño y la vigilia como una escolopendra irrefrenable.

Me acuno en tu costado doloroso.

Me bebo tu costilla de las penas y horado mi garganta con tu piel.

Muerdo el sollozo con el hambre estéril, en lo estéril del sino despiadado.

Luego, la soledad y toda el ansia. La inconclusión y el ansia. La soledad y el ritmo del vacío, la nada de la nada y el silencio, como un incendio de agua, aquí, en mis ojos. Como un incendio de agua.

Si no estás, tampoco estoy.

Tampoco.



Llevo tiempo sin escribir algo que realmente me satisfaga; algo que me recuerde el escritor que siempre he sido.

La escritura ha dejado de curarme porque ya no tiene nada que salvar. Todo está exageradamente destrozado una y mil veces sobre el mismo destrozo, y ya no le queda a la escritura un espacio sano en que meter la aguja de zurcir.

Es que no hay nada que zurcir en este monstruo de Frankenstein, cosido y vuelto a coser en extraordinarios pedazos que se rompen, rasgan o descosen apenas el monstruo intenta un movimiento.

El escritor aquel se ha transformado en una especie de prenda podrida, una prenda que se ha abandonado a la intemperie durante tanto tiempo que cuando se recuerda que está allí y se intenta su rescate, ya ni siquiera es una tela. Se ha convertido en un cúmulo de hilachas que se agita atrapado en un alambrado entre el que corre un huracán.

Todos llegamos a este tipo de momentos, cuando descubrimos que nos han otorgado un don: el de sufrir.

Pese a que siempre me he reído de aquellos que consideran a la escritura una especie de tortura china que llevar integrada, casi que ahora puedo entenderlos, pese a que nunca ha sido una tortura para mí, sino algo que me ha salvado de la mía propia.

Ni siquiera puedo salir de aquí. Es como estar atrapado en uno de los rizos de un bucle e ir y venir por él, sin desplazamiento que nos lleve al siguiente y al siguiente. Una especie de parálisis, de no tener qué. De no tener para qué.

Así que la escritura ya no me sirve para nada. Ya no puedo salvarme a mí mismo, como toda la vida pude.

Los demonios ya están afuera y no precisan de más exorcismos para manifestarse en un folio. Ya están expurgados y nos observan desde ese afuera al que los hemos y nos hemos condenado.

La vida se transforma en la derrota a la que siempre estuvimos predestinados. Una derrota hecha con montículos de victorias pírricas en las que hemos engañado el ego y la costumbre hasta que, al fin, hemos descubierto el engaño. Una especie de The Truman Show.

La escritura ya no puede salvarme porque no te he salvado. No nos ha salvado.

Ni a ti ni a mí.

El destino nos ha alcanzado igual. Nos ha alcanzado igual.


Romances cruzados, varios autores

La propuesta consiste en tomar uno o varios versos del poema de otro autor y escribir un romance en base a ellos, a modo de respuesta.

Romance de noviembre

El frío frota sus manos
mientras tirita noviembre
al calor de las bufandas
que como piel de serpiente
impiden el vaho helado
que en las bocas se desprende.
.
La magia sale en mi ayuda
desde el fondo de noviembre
como el sombrero de un mago
que saca un nuevo aliciente
para que crucemos versos
mostrando el alma o los dientes
y escribir como se escribe
sobre la piel o en papeles
con el corazón abierto
para atraer a la suerte.
Nada nuevo bajo el sol
para encontrarnos de frente.

El mes que comienza triste
es el mismo mes de siempre.

Rosario Alonso


Desde el fondo de noviembre (Rosario Alonso)

Desde el fondo de noviembre
me viene un regusto amargo
porque cumplo un año más,
no voy a llamarme a engaño
pues la nostalgia se instala
de nuevo sobre mis labios.

Llevo tanta carga encima
por aquello que he pasado,
y lo que me está ocurriendo
con este cerebro extraño
que se volvió del revés
y ya no admite milagros
que incapaz soy de narrar
y escribir como un disparo
como lo hiciera hace tiempo
como escribiera yo antaño.

Es por ello compañeros
que os pido con humildad
no me soltéis de la mano
y disculpad mis poemas
pues muchas veces desbarro.

Isabel Reyes


pues la nostalgia se instala
de nuevo sobre mis labios.
Isabel Reyes


Guardo una pira de agua
en el hueco de mis manos.

Quiero volar las palomas
que anidaban en mis labios
pero solo crece un yermo
paisaje deshabitado.

Ya no me lleva en volandas
ese olor a pan tostado
ni las flores del camino.
El mar se ha ido secando
y la barquita de nube
encallada sobre un banco
llora en un mapa infinito
hecho de añicos pasados.

¿Dónde la emoción tardía?
¿Dónde el hueco de un abrazo?
El silencio se hizo sombra
sobre el brocal de mi canto.

Ana Bella López Biedma


que quiero olvidar pues llegan
igual que el viento solano
y me asaltan con tal fuerza
que se me van de los manos.
(Isabel Reyes)


Rasguño desde el silencio
el silencio a mi costado
y si golpeo en mi pecho
como en un tambor amargo,
la resonancia rechina
la voz de un noviembre extraño.

Tan extraño este noviembre
de restos evaporados
que sobre el cristal me dejan
un aturdimiento apático,
como un sol que ya no es sol
porque el canto ya no es canto.

Miro la luz y mis ojos
solo ven jirones magros,
como si el tiempo muriera
en un estertor sin pálpitos
arrastrado por un viento
todo de cuchillos álgidos.

¿Dónde el sosiego, noviembre?
¿Por qué oscuro el escenario?
¿Por qué la espira se angosta
sobre el cuero quebrantado?
¿Por qué esperar a mañana?
¿Por qué no morir temprano?

Noviembre, sin las respuestas,
junto a mí, pasa de largo.

Álvaro Font de Lajas


Tan extraño este noviembre
de restos evaporados
que sobre el cristal me dejan
un aturdimiento apático,

(Alvaro Font de Lajas)


Con el olor del membrillo
llegó de súbita forma.
Apagando los colores
se coló trayendo sombras
acompañadas de lágrimas
que mojan el triste ahora.
Tornó el calor por abrigo,
cobijo con que se ahoga
el canto calmo del agua
mientras que en el cielo trona,
callando a los gorriones
dejando sus alas rotas.
Arrancó en cada suspiro
anhelos que el tiempo forja
para cubrir con lamentos
un rastro de mustia alfombra.
Y entorno mis tenues ojos
al igual que hace la aurora,
para ver si se abre el alma,
para ver si un verso asoma
y brote la flor que cese
la amargura que hoy me colma.

Santiago Vázquez


¿Dónde el sosiego, noviembre?
¿Por qué oscuro el escenario?
¿Por qué la espira se angosta
sobre el cuero quebrantado?
¿Por qué esperar a mañana?
¿Por qué no morir temprano?

(Álvaro Font de Lajas
)

Eso me pregunto yo
estimado compañero
si ha llegado la tristeza
a empaparnos el pañuelo
y a romper todos los mapas
con que tocamos el cielo.

Sí se ha esfumado la magia
aunque aquí quede su hálito
ese que siempre nos daba
la alegría y el encanto
el valor de la amistad
y que hoy solo son llanto.

Lloremos juntos amigo
enterremos nuestro espanto
porque sé que donde esté
nos protege con su manto.

Isabel Reyes


Porque sé que donde esté
nos protege con su manto.


Isabel Reyes


Verdaderos del dolor
hijos míos empapados
de todo lo que una herida
pueda doler de arrebato,
de ardientes letras ahora
que llego a oír y mi canto
suena frágil luz quebrada
deshaciéndose en el pasto
antes de las madres verdes.

Dejadme agitar badajos
y ser una sola lágrima
por el papel de tabaco.
No pido a un dios. Solo pido
romper la copa y sajado
lloverme esta noche juntos.

Raúl Muñoz

Disparos en mis pausas, Silvana Pressaco, Argentina

Es tiempo de olvidar los guantes de modales.

Mi cuerpo ya no tiene miedo y se ofrece desnudo al barro viejo que se acumula en todas las puertas que voy abriendo porque fue testigo de la incapacidad de la lluvia, de todas las lluvias que me han caído, para lavar las miserias que escondí bajo la alfombra o que saqué del rincón de mis rincones. Es increíble cómo los años enseñan a caminar sobre cualquier pantano.


Ya no respeto a quien exige silencio para mostrarse respetable, no me importa dónde vomito ni a quién salpico con mi vómito porque confío en mi lengua que se acciona con un interruptor de sentimientos sinceros; un interruptor que estimula la caricia a unos o quita el suelo a otros.


Me cansaron los zurcidos sobre los zurcidos porque nunca pudieron con el potencial del río que llevo adentro, porque pese a la insistencia de curarme seguí sangrando muy seguido. Ahora, ofrendo al viento mis verdades porque después de sus golpes viene siempre un tiempo que seca, cicatriza y libera.


Aprendí a considerar mi tiempo como infinito porque concibo la vida como una cadena de proyectos. No le permito a mi mirada que se distraiga con el tablero que indica la autonomía de viaje, sino que la invito a disfrutar del paisaje ahora que entendí que las cortinas pueden enemistarse con las ventanas, los espejos revelar secretos y que no me importa qué dirá y cuándo se escribirá, la última página de mi agenda.


En el trayecto de mi historia armé y desaté varios nudos como pude, lo hice metódicamente, considerando lo conveniente y oportuno; hoy solté las riendas y me puse a merced del piloto automático para que me sorprenda donde me lleve, no importa si es sin equipaje.


Quiero que en este tramo de la vida cierre los ojos por las noches sin hambre de sonrisas, dejar atrás lo prescindible como dejo atrás los postes ante la ventana de mi viaje.


No es fácil
sostener esta fama de algarrobo
si se añora el pasado como un sauce llorón.

Por qué le permitiste al mar lamer tus huellas
si estabas en la orilla de mi boca.

Es imposible ver otro horizonte
si solo se contemplan fotos viejas.

Escribí una melodía de vacío porque no había nadie para abrazarme.
Una sola certeza es la que vale:
siempre cuento conmigo.


Cuando vienes a mi, dejo de ser
un girasol en medio de la noche.

Qué grita una garganta tan rota de injusticias
si cantó libertad
y las cadenas nunca se rompieron

Cómo hacen los pies
para andar por la vida sin coserse los ojos.

Ya no caben más tumbas en mi patio.
No soñaré más sueños
para no asesinarlos

Novedades editoriales

Silvia Heidel, poeta, escritora y pintora argentina, ha sumado dos nuevos títulos a su obra.

El primero, un ensayo sobre tres autores argentinos y lo significativo de la personalidad autoral sobre la creación hecha en base a AI.

Un autor siempre será un creador.

El segundo, un intenso poemario de esmerada ejecución, trabajado en el Grupo Ultraversal de Escritores del que Silvia Heidel es parte activa.

MORGANA DE PALACIOS, POETA

Una voz, altiva y poderosa, tan humanamente femenina que, aún con todo su poder, siempre conservó lo sensitivo y lo frágil.

Desde aquello netamente poético como aggiornar al siglo el formato clásico, como lo íntimo vital del fatalismo que cae como un rapaz sobre los hiperlúcidos, su poética se centra en el análisis de «la poeta y sus circunstancias/la mujer y sus circunstancias/el ser y sus circunstancias».

ARS AMANDI

I

Si tus labios prensiles en la noche
no me cercaran de infinitas lenguas
y el corazón no fuera la palabra
para beber a golpe de latido.

Si demorado el tacto, fuera el vínculo
la razón de la huella clandestina
en la humedad perfecta de las ingles

-retráctil caracol que sube por la espalda
hasta la nuca hermética
oculta en el temblor de los cabellos-

Si no fueras un cuerpo extemporáneo

vivo de cicatrices

para lamer despacio mientras fuerzas
la verticalidad en la sonrisa
del músculo extasiado.

Si yo no fuera yo
ni tú el disturbio
ni ambos el misterio

la herida fuera amor en la garganta.

II

Aquí me tienes
vestida de inclemencia
y en total desnudez. No existe luna
que me alumbre la voz en la garganta
bajo la negra bóveda del aire
y nadie puede oirme si te hablo.

Mírame silenciosa.

Soy casi de cristal cuando respiro
y de cristal las venas me recorren
y de cristal me quiebro si me dices
con la coral de hombres de tu boca
que me quieres

que

bra

da


Quien me soñó de acero
me consiguió de acero y estirada
sobre un desierto frígido de olvido
pero a ti te confieso
que mi fragilidad no es inventada
y que puedo morirme de repente
sonora como el vidrio del insomnio.

Sé que me harás añicos de silencio
cualquier fragante noche de verano.

III

Lo que nos hace cuerdos, nos disloca
y nos rompe en pedazos imposibles
el día que se cumplen las ausencias
y como un animal agazapado
palpita, predadora, la memoria
en todos los febreros de la vida.

Febrero con su cruz, tiene su cara,
con la mirada escéptica del que lo ha visto todo
y en su fragilidad se hace de hierro
y es yunque
y es martillo
y es chispa de mi fragua.

Lo mismo que nos mata nos rebela el instinto
de la sobrevivencia.

No sería tan hombre como es
de no haber sido bestia sin amarres
ni amaría la vida con tanta intensidad,
con esa lealtad de kamikaze
si no tuviera claro lo fácil que es quitarla
lo enormemente fácil que es morirse.

Porque conozco todos sus dogales
sé de la seda oculta tras los dientes
del ángel tenebroso que le signa,
del código amoral con el que besa
mi sombra cuando duermo descuidada.

Sé donde está.

Enraizando la voz en mis pupilas,
frondoso como el árbol de la fatalidad
vibrando mutaciones,

sólo para mis ojos que marcean
en él.

IV

Mi silencio está vivo.

Es la autista criatura
de sangre y semen
que se opone al zumbido de lo muerto
en tu piel añorante de su tábano.

No es mi voz quien te crea
y regenera el miembro mutilado,
es mi silencio el que fagocita
la llamada a deshora del sepulcro
abierto en la memoria.

Sólo entonces me exiges la palabra
y buscas la ebriedad
en su copa de láudano.

Sólo entonces me miras
con los ojos de un vivo.

No temas mis silencios cuerpo a tierra
mas no te atrevas nunca
a respirar sin mí mientras me callo,

que no quiero morirme
envenenada
mordiéndome la lengua.

V


Se me olvida quien era antes de ti,
como si mi consciencia necesitara espacio
para que tú me ocurras
con la amplitud de un sueño
irremediable.

Todo se vuelve tú, después de ti.

Los vivos se enmarañan en mi sombra
y los muertos se duermen en la hondura
inevitablemente.

Sólo me asombras tú
después de ti,
y mi egoismo medra en la medida
en que crece tu escándalo en mis pulsos.

Se ha detenido el mundo en tus pupilas
y en tu boca la sed de mi memoria.

Todo eres tú y alrededor no hay nada
salvo mi lengua viva pronunciándote.

VI

Mis ojos contra ti y tus oscuros ojos.

Siempre mis ojos contra tu mirada,
por más que nuestras bocas se acompasen
presas de algarabía o de silencio.

Rota tu voz contra la mía rota
y el verso contra el verso que renuncia
a juzgar tu inclemencia
porque existe
otra forma de ver, tras las palabras.

Como te miro yo, te mira el tiempo
que en su fugacidad guarda las claves,
te mira una mujer que no te teme
porque no tiene nada que perder,
ni ha de bailarle el agua a ningún loco herido
porque la mire, absorto, como un hombre
desprogramado y libre.

Tu cuervo contra el vuelo de mis pájaros
por un cielo de puertas clausuradas,
sin milagros ni llaves.

Y los días que pasan enseñando los dientes.


Detener el tiempo

Vas a heredar mi boca cualquier día,
esa naranja amarga de adulterio,
mi lengua de tormenta que incisiva
hace crujir las gavias de tu aliento.

Heredarás mi voz de jarcha y sable,
mi cetro de cristal, mi amor sin dedos,
mi astucia de tarántula perdida
en la vasta inquietud de los espejos.

Mi látigo de seda, la distancia
que va del corazón hasta los huesos,
la hondura roja y gualda de mi idioma
bajo el azul y blanco de tu verbo.

El pulso de la luz con que destella
el nombre que le puse a tu misterio,
los confines del Norte que limitan
con mi fatalidad de oscuro enebro.

Vas a heredar las cartas del ayuno,
las horas de vigilia en el trapecio
donde colgué tu sol dilapidado
en el calor de mis poemas muertos.

Cuando te lleguen a los ojos, cava
una fosa en la tierra de tu pecho
y olvídate de mí en el instante
en que me entierres cerca de tus miedos.

Cuando sientas que el aire huele a rosas
será que han florecido los silencios.


Como un cuchillo de humo
afilado en el poema
yo me disuelvo y asumo
que no he de beber el zumo
de tu boca cuando quema.

Asumo que está perdida
la guerra en los abrojales
del corazón, que la vida
no es más que una abierta herida
sobre profundos eriales.

Y estoy tan acostumbrada
a ir y venir por mí
que sola o acompañada
me resumo en la mirada
con la que te mato a ti.

No sé quién está más roto
si tu alien o mi extraña
pero de la pena broto
con los dientes de alboroto
y la lengua de artimaña.

Por tanto, me da lo mismo
que estés partido o entero.
Con tu vocación de sismo
siempre existirá un abismo
para el que salte primero.

Más desnuda que un alambre
y con vocación de endecha
soy la Reina del enjambre
que escribe viva de hambre
para morir satisfecha.


Tal vez desilusión, no aburrimiento.

Jamás me aburro yo conmigo misma,
me inauguro portátil, voy y vengo
y me sobra talento armamentista
para partir de cero en cualquier guerra,
al no soñar con tierras prometidas.

Mi territorio se abre en el presente
sobre el páramo azul de la inventiva.

No soy de las que lloran el pasado
negando la pasión de cada día,
porque lo que me gusta es el camino,
la huella de los pasos, la genista
en la cuneta donde duermen tantos
sobre sus cuerpos yertos invasiva.

A ninguno le debo un mal capricho,
ninguno me ha dejado malherida,
lo que me dieron di, siempre sobrada,
y al irse pasé página deprisa.

Mi lealtad se ajusta a lealtades
que no terminan más que con la vida,
el resto ni me mueve ni me importa
ni consigue borrarme la sonrisa.

¿Aburrimiento? No, ni estando muerta.
¿Desengaño? Quizás, por estar viva.

Pero es lo que estoy, viva y armada
hasta los dientes con la poesía.


Un mundo de metáforas

A veces, junto a ti, me ataca el desconcierto
por esa diferencia de tu tacto y mi tacto
e invento la caricia y el golpe y el exacto
instante de atraerte a puro cielo abierto.

Por esa diferencia de tu boca y mi boca
es que gestas las guerras que enamoran al labio
y el verso que seduce, enardecido y sabio,
de tu lengua a mi lengua se agita y descoloca.

Porque somos distintos de palabra y de gesto,
de ojos y mirada, el instinto me apuesto
para desentrañarte sin un roce de piel.

Un mundo de metáforas con el rostro velado
no oculta la certeza de saberte a mi lado
el más hombre del mundo con carne de papel.


Trepidaciones

No vayas a creerte que es oro todo lo que reluce
si tiro de tu lengua porque desbarres sin asidero.
La cita que propongo sólo conduce al despeñadero
de lo que has aprendido de otras mujeres. Yo soy un cruce
de verdad y mentira que no se apiada de voz alguna,
un garfio en tu garganta, la cara oculta de cualquier luna
que malvenda secretos por los tejados de lo prohibido
asustando a los gatos ronroneantes. No admito dueño
ni espuelas de jinetes en los ijares del turbio sueño
en que, por ser yo misma ante los hombres, me he convertido.

A veces hasta siento no ser la tierra que engendra el beso
de algunos hombres buenos para su lírica apasionada,
pero cuando soy tierna siempre hay un malo con la mirada
dispuesta a taladrar mi fragilidad hasta el mismo hueso.

Si me visto de seda para la fábula de tu hombría
o me cimbro en el aire, látigo hembra de la utopía,
no te quedes absorto ante el revuelo de mi palabra
ni creas que lo escrito es algo más que provocación
para que tú disfrutes mis alacranes de sinrazón.
En mí no hay un resquicio ni puerta alguna que se entreabra.


2 heroicos

Últimamente, siempre, estoy en otra parte
y ni siquiera sé lo que deseo.
Dios dejó de mirarme y se presenta
tan sólo alguna vez durante el sueño
y se mete en mi cama, tan cansado
como cansada estoy de desafueros.

Me hago a un lado y llueve sin reproches
sobre la rebeldía de mi fuego,
y yo tampoco le reprocho nada,
bastante tiene con contar los cuerpos
que superpuestos llegan a su puerta,
y separar los vivos de los muertos.

La omnipotencia da mucho trabajo
y digan lo que digan, ya está viejo,
como estoy vieja yo para el ruido
que meten al entrechocar los huesos,
los vivos que maté por divertirme
y los que se mataron a destiempo,
antes de que pudiera demostrarles
que el mayor asesino es el recuerdo.

Me olvido de mí misma, por los que no me olvidan
ni cuando tienen hambre de silencio.


Están pasando demasiadas cosas
que no tienen que ver conmigo nada.
Cosas que vuelan, cosas que bucean
en rápido zig-zag, un sube y baja
de la resignación por lo perdido,
ante la euforia por lo que se gana.

Al mito se renuncia, la quimera
nunca termina de enseñar la cara,
y la vida nos cambia los paisajes
que divisamos desde las ventanas.

Ya no siento placer cuando me pongo
para bailar desnuda alguna máscara.
El cuerpo que se exhibe no es mi cuerpo
ni soy yo si me tapo la palabra.

Donde los fuegos eran de artificio,
hoy solo queda pólvora mojada
y tan solo resulto venenosa
administrada en dosis elevadas.

El mar ya no me añora ni me entiende
ni es la memoria que jamás me engaña,
pero si nos rozamos pasan cosas,
siguen pasando cosas si me abraza.


Legado

En ese libro extraño que nunca va a cerrarse
hasta que deje un día de mirarme por dentro
y me cierren los ojos los dedos de la vida,
encontrarás la clave de todos mis silencios
y la maraña oculta de los pájaros mudos
que, para protegerte, nunca alzaron el vuelo.

Vas a entender, entonces, que no puede cambiarse
lo anómalo del mundo ni sus vicios secretos,
que miles de caminos no conducen a Roma
y el mal lo embarga todo con su pútrido aliento.

Que no puedes salirte del ciclo de la luna
ni eludir las mareas que te arrasen los sueños,
que has de escuchar tu grito entre la muchedumbre
y acorazarte en ti cuando te asalte el miedo.

Sabrás, sin una duda, que el amor solo es fuerte
cuando lo despojamos de carne y de deseo,
y es así como puede derribar las murallas
y tender nuevos puentes y dominar los vientos.

Sabrás que, como el junco, adaptarse al entorno,
no es doblegar la mente ni ceder tu terreno.
Que esa es la estrategia para el sobreviviente
que lucha por su vida, su familia, su credo,
y atraviesa las zonas más oscuras del alma
por buscarse a sí mismo, en un viaje eterno.

Al filo del amor que guardo en la memoria,
al filo de la muerte y en su desfiladero,
se amontonan las letras que dejaré a tu nombre
para ser, en tus manos, un simple libro abierto.


Épica, sensitiva, fatalista, pragmática, apasionada, heroicamente frágil y violentamente femenina, con un extraordinario manejo de la técnica al servicio del discurso sin que la palabra pierda su autenticidad de alma y de raíz, es y será una de las mejores poetas que he leído.

Por siempre y para siempre, Morgana de Palacios.

POESÍA DE ISABEL REYES

Y tú no estás


No queda tiempo ya

No queda tiempo ya.
Se escurre de puntillas despoblándome,
halo de luz que deja
huellas tenues de seda parecida
a la estela nocturna de un caracol que escapa.

Se alejan los recuerdos.
Un frenesí de sombras como un río
agitando su propia inexistencia
que adelgaza la vida lo mismo que un silbido.

Ningún camino acoge
el arrastrar del paso que soporto.
Retrocede el aliento hasta su génesis
para intentar decir palabras sanas,
pero un silencio viejo
agotado de andar entre los dientes
anega los sembrados de mi voz.
Tropiezo al escapar con mis deseos,
a tientas los descubro
y son viscosas formas
que al intentar asirlas
como peces escapan.

Nada sé del destino, y el pasado
me ofrece sólo sombras deslizándose,
apresurada brisa que se convierte en tiempo,
en tierra, en polvo, en humo, en nada.


Ave de paso

Nunca sé cuando llega ni cuando va a emigrar,
es un ave de paso que lo mismo detiene
el curso del otoño, que rasga primaveras.

Puede encontrarme oyendo esa rapsodia in blue
que ciñe a los crepúsculos el malva de sus notas
o dejando en mis versos todo cuanto traspasa.

Hay veces que es el alba quien me lleva hasta ti
haciendo de infinito, para que sienta el peso
de las alas caídas, refugio de lo oscuro.

Yo no sé si te alejas, soledad, cuando cruzas
este abismo ignorado o vienes a dejarme.

POESÍA DE ROSARIO ALONSO

Azul cobalto

Llueve,
y las gotas regalan su presencia
sobre el azul cobalto de la marea calma.

Se apresura el otoño a cerrarme otro ciclo
con su aroma indomable de tristeza,
de hojas moribundas que me buscan
para su despedida.

Se apresura y me pide que lacre las compuertas
de un pasado dañino
y que abra la vida al asombro de siempre,

-con el olor de fondo
de la tierra mojada-

Y yo sigo sentada en mi rincón de huida
preparando un destino ,
-una plaza de piedra, un cementerio viejo,
el follaje, la senda-
como el ave que busca la calidez del mundo
para empezar de nuevo.


El mar en ti

El mar mece su cuerpo
como una danza hipnótica que induce
al sosiego y la calma.

Me pierdo en su vaivén y adormecida
profundizo en su arena mojándome los pies.

Camino por la orilla un rato largo
y el tiempo se detiene porque sabe
que vengo a descansar todas las prisas
y a reposar en ti
mientras contengo el mundo
con el compás pausado de tu respiración
.

Hoy me quedo a vivir en tus espacios
de sal y de silencio.


Amanece en mí

Porque amanece en mí la vida y su revuelta
pongo mi corazón a tu recaudo
en este día pleno que saluda
con olor a café,
a corriente marina,
a barcas que se alejan hacia ninguna parte.

Amanece, y sí , tu nombre y su cadencia
se mece en la mañana al ritmo de tus pasos.

El sol viene muy lento
y entrará sin permiso a mis rincones hondos
tocando los soportes que juntos compartimos
y el entorno será un manto que acaricie
los planes de este día.

Contigo el mundo es mío
y así lo certifico.