Fondo de armario / Dinámica de la vergüenza propia / Un instante eterno / La serena brevedad del agua I, II & III, por José Carlos Hernández

Fondo de armario

Me propongo adivinarte
aunque sé que tú me ignoras,
mientras me dejas colgado
de una percha para besos
en el fondo del armario de tus dudas:
entre un vestido de fiesta
y alguna reticencia a nuestras fantasías.

Mi único empeño entonces
es empapar de amor a tus hormonas
y a ti envolverte en citas románticas,
mientras te pienso en clave de sexo
e intento seducirte
con todo lo que tengo a mi alcance.

Porque llegados a este punto…
no quiero seguir perdido
en la confusión de tu fondo de armario.

Dinámica de la vergüenza propia

Me cayó encima como si fuera un mundo
y no supe librarme de tanto peso,
quizás porque me faltó astucia,
sesera
o el coraje suficiente.

Lo cierto es que me hizo trizas la moral,
me abolló la armadura de las certidumbres,
llenando el aire con mis rubores
por toda la verdad desoída.

Al menos pude conservar
el cuero que me envuelve los huesos.

Un instante eterno

De cómo puede el sol de la mañana,
suspendido sobre un mar en calma,
redimirme y transportarme a un lugar
desconocido de mi propio universo.

traza un surco de fuego lacerante
y estalla su poder ante mis ojos
cuando agota su viaje por la lámina inmensa
nimbando el horizonte
lamiéndose la sal
.
me sobrecoge tanto como me reconforta
la pasión del abrazo
dejándome temblar en el umbral del éxtasis

sólo pienso en fundirme con un todo
del que integro la parte más humilde
y la intuición me anuncia perdurable

La serena brevedad del agua

I

Susurro recogido el de la lluvia
cuando sutil se vierte
componiendo aguazales cristalinos
en la fría piedad del roquedal:
lágrimas
que la tierra cobija.

II

A las puertas del alba
son los inquietos dedos de la brisa
los que rompen la esférica presencia
de la luna, alterando su reflejo
sobre el mutable espejo de las aguas.

III

Apaciguo mi sed en la gárgola espléndida
por la que mana vida esa montaña
de cima encanecida por la nieve.

Acerca de José Carlos Hernández

Ardiente frialdad / Difícil despertar / SOS, por María Del Mar Lana

Ardiente frialdad

Porque estaba cerca vio como él miraba la fotografía. En ella, un hombre con la cara contraída y los labios apretados llevaba un niño ensangrentado en los brazos. Alrededor se distinguían cuerpos dislocados esparcidos por la acera y, sobre el fondo, el esqueleto de lo que antes fuera un autobús, rodeado de humo negro.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó entonces a su esposo absorto en el periódico.
—Nada. Lo importante es que hoy hay fútbol; he quedado con los amigos y no vendré a cenar.

Difícil despertar

A través de los párpados que se mantenían cerrados contra mi voluntad, cosidos por un calor sofocante que había sellado sus bordes, supe que la luz era intensa. No podía moverme, aunque sentía que me balanceaba en el aire como si estuviera en aquel columpio de mi niñez. Un delirio de días arrinconaba los recuerdos, y la pérdida de esperanza y fe empezaba a doler menos al ser barrida por la resaca de vacíos de mi mente. A intervalos, unos ecos lejanos se hicieron presentes y la espuma del agua hirvió sobre mi piel alcanzando con su sal mi boca. Entonces recordé que me encontraba en una barca que seguía su viaje sin rumbo.

SOS

Las palabras convocaron a las letras en una reunión de urgencia para notificarles los nuevos ajustes. Era necesario ahorrar tiempo y espacio. Se cedieron la voz unas a otras. La Q dijo que no podía mantener a la U y a la E y las despidió sin indemnización. Las demás, arrinconaron a los acentos y marginaron a las vocales. Al final de la reunión, irrumpieron con voces destempladas los signos matemáticos y en su glotonería financiera, se merendaron algunas palabras haciendo valer su fuerza. Las letras enfurecidas se pusieron en huelga. Sólo los puntos y las rayas se quedaron al margen. Comenzó entonces la edad dorada del Morse.

Acerca de Mar Lana

Revista Ultraversal edición especial de Reyes 2016

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Sumario

Los juegos del hambre » El mundo, el demonio y la carne » Por Morgana de palacios
 » Por Gavrí Akhenazi
 » Por Arantza Gonzalo Mondragón
 » Por José Carlos Hernández
 » Por Eugenia Díaz
 » Por Carmen de Tome
 » Por Máximo Pérez-Gonzalo
 » Por Rosario Vecino
 » Por Orlando Estrella
 » Por Joan Casafont Gaspar
 » Por Eva Lucía Armas
 » Por Vicente Vives
 » Por Juliana Mediavilla
 » Por Victoria Tejel Altarriba
 » Por Mariví González
 » Por Silvana B. Pressacco
 » Mercedes Carrión Masip
 » Por Ovidio Moré
 » Por Héctor Michi
 » Por Mirella Santoro
 » Por Rosario Alonso
 » Por Ana Bella López Biedma
 » Por Ricardo Fernández Esteban
 » Por Gonzalo Reyes
 » Por Leo F. Zambrano
 » Por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
 » Por Ricardo López Castro

Staff

EDICIÓN ESPECIAL DE REYES – ENERO 2016

Dirección general
Gavrí Akhenazi

Subdirección
Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

Redacción
Arantza Gonzalo Mondragón
Eva Lucía Armas
Isabel Reyes Elena
Morgana de Palacios
Rosario Alonso

Diseño & diagramación
Jorge Ángel Aussel

Ilustración de tapa
Ovidio Moré

Delirio Tropical: homenaje a Morgana de Palacios

Revista Ultraversal está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-Sin-Derivar 4.0 internacional (CC BY-NC-ND 4.0).



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Revista Ultraversal edición especial de Reyes 2016

Revista Ultraversal ed. especial de Reyes 2016

El mundo, el demonio y la carne, por Morgana de Palacios

El 2.015 ha sido un año duro para todos, un año en el que se ha puesto en evidencia que el hombre con Dios en la boca, es el peligro más grande de la humanidad, y en el que hemos seguido juntos, quizás porque cuanto más inhóspito se hace el mundo, más necesidad tenemos de compartirnos a nivel almático y regalarnos lo único que no pasará nunca de moda: la emoción.

Sentí que pese a los problemas de cada uno, las enferme-dades, las tragedias y hasta la muerte de algún compañero, o precisamente por todo ello, sería hermoso reunirnos para hablar, como tantas otras veces, sobre la vida con todas sus consecuencias y ceder al golpe de la inspiración que suele ser tan positivo para los que pertenecemos a la corriente literaria que bautizamos como «Poesía del arrebato». Ceder al impulso de la inspiración, aunque uno empiece a escribir algo como ejercicio de costumbre, porque el poema va tomando por asalto al pensamiento y termina adueñándose de él.

Os convoqué y una vez más habéis respondido con el espíritu de los ultraversales a la llamada a la acción.

Ultraversal va cumpliendo sus ciclos vitales, sus objetivos, sin prisa pero sin pausa, y en este año, la Revista adquirió consistencia dando una idea muy aproximada de la altura poética y literaria de los autores que componen nuestro proyecto, con el que seguimos adelante en todos los frentes potenciando calidad sobre cantidad, sin olvidarnos de la solidaridad tan necesaria en cualquier faceta de la vida, e imprescindible en la lírica y la literatura por ser un ambiente extremadamente proclive al egocentrismo.

Lo mejor que se puede decir de un Ultraversal es que, además de ser buen escritor, digno escritor, es solidario, sincero y generoso con sus compañeros a la hora de com-partir conocimientos sin melindres ni falsos pudores para ejercer la crítica honesta que ayude al crecimiento de todos.

Estoy orgullosa y agradecida de compartir la vida con vo-sotros y os lo hago saber, porque somos mucho más que un grupo que se reúne para desengrasar neuronas dialécticas: somos un auténtico ejemplo de creatividad literaria vanguardista.

Salud para todos y no olvidéis compañeros que, hoy por hoy, seguimos siendo el futuro.

Un año más que pasa y sigo viva.

Algo obvio, quizás, para la gente
pero no para mí que estoy amenazada
por la «larga y penosa enfermedad»
a la que alude el mundo
cuando, disimulando en un susurro,
pretende hablar del cáncer
como si fuera algo vergonzoso.

El mundo, sí,
qué discreto y delicado para ciertos temas
y qué salvaje y turbio para otros
donde la crueldad la ejerce el hombre
y no precisamente,
con la total indiferencia de Natura,
sino con la ambición que frena y desbarata
la evolución del bien en nuestra tierra.

Nada cambia en el mundo,
la carne sigue siendo fragilidad sufriente
y el demonio se impone con su imperio
caótico y perverso sobre todas las razas.

Escriban un poema que no sea un panfleto
de los muchos que surgen por las redes,
una emoción que, humana, se aproxime
al otro con las letras extendidas,
los pájaros dispuestos para el vuelo más alto
y el diente para el hambre que nos acucia a todos.

Un rítmico poema
que ponga los acentos en la vida
porque tendremos tiempo ad aeternum
de ser fans de la muerte.

Escriban el poema que acelere los pulsos
de los que, por amor, siguen despiertos,
y avanzan por amor y se rebelan
ante el inmovilismo de las masas.

Nihil novum sub solem, compañeros,
pero escribamos viejas cosas nuevas
y estrenemos el alma.

Acerca de Morgana de Palacios

El mundo, el demonio y la carne, por Gavrí Akhenazi

cada vez me veo más como un enfermo
me veo y me siento así, como un enfermo dentro de un leprosario
como si yo habitara en otra realidad

en otro mundo que no queda en el de las cosas putamente buenas

no puedo atribuir a nadie más que a mí esta sensación
esta hambruna de hombre
esta carne del corazón que se me atrofia un poco cada día
cada hora
cada oscuro minuto en el que roto sobre el eje de los malos vientos

no reconozco en el Diablo un enemigo superior al hombre
no he visto nunca a ese señor
pero he visto kilómetros de serpientes con sonrisas hipócritas
antropomorfas y políticamente correctísimas
empáticas serpientes a las que solo emociona su saliva asquerosa
cuando babean delante de un McDonald’s

ya sé que existen como criaturas que nos rozan a todos
y que animan la vida colosalmente impune
en la que nacen, crecen, se reproducen, mueren
mientras joden al prójimo con sus manos lavadas
y sus trajes planchados
y su voz que no sirve más que para callarse

qué es el mundo sino una pantomima
sin dioses y sin diablos

todos murieron cuando el primer hombre
ejerció la humanidad sobre la tierra

Acerca de Gravrí Akhenazi

El mundo, el demonio y la carne, por Arantza Gonzalo Mondragón

Qué difícil se hace escribir sobre el mundo
sin caer en panfletos demagógicos.
Yo prefiero llevar el dolor en silencio
como el Dios que se usa en todas las matanzas,
el Dios que observa y nunca da respuesta.

Yo tengo que sacar a mis demonios
tan inocentes y catárticos,
a veces tan amables,
a veces tan esquivos y poéticos
y los invito a un trago que adormezca
el profundo dolor de ser humana.

Qué poca cosa soy entre tanta barbarie
pero aún tengo un corazón dispuesto
a compartir contigo la utopía.

Acerca de Arantza Gonzalo Mondragón

El mundo, el demonio y la carne, por José Carlos Hernández

a mi diablo
yo sé que le subyuga
poder mercadear con mi alma insana
siempre que se la ofrezco en venal acto
a un precio que no puede rechazar

a ese cabrón con pintas
que me ha tocado en suerte
al repartir demonios personales
regatear lo vuelve loco

le pone a cien hurgar en mis miserias
y tasarlas después muy a la baja

el salaz indecente que es mi diablo
se traviste de súcubo carnal
y viene a turbarme los rincones
del alma algunas noches agitadas

dice que no le apaña el estar solo
que no le gusta
que para eso se agencia él las ánimas

para tener amigos

El mundo, el demonio y la carne, por Eugenia Díaz Mares

me expulsaste del vientre y de tu vida

hacia un mundo que gira sin parar

flaca como un polluelo careciendo de plumas
con la estrella sin luz
caminé a tropezones escalando la cuesta
resbalando mis pies por agua salitrada
fluyendo de mis ojos

me caí muchas veces engruesando mi carne
con tantas cicatrices

y en una intensa lucha con demonios internos
fracasé intentando llegar hasta mi oasis
la cuna de tus brazos
tu mano al sostenerme
o tu sonrisa madre

una que devolviera el calor a mi alma
la que tú congelaste al querer abortar

aunque logré vivir
me has dejado marcada con una sombra oscura
tan llena de temores
que apenas sí despego centímetros del suelo

mis demonios me atan
para qué me engendraste

Acerca de Eugenia Díaz

El mundo, el demonio y la carne, por Carmen de Tomé

Miedo a palabras envueltas en papel de caramelo
que endulzan los oídos en busca de una voz
que les rinda pleitesía,

palabras oxidadas en bocas de hombres débiles
que anhelan sembrar con proyectos infecundos
campos llenos de trigo y amapolas.

Juramentos vulnerados por medrosos
que amparándose en la ley de la codicia
dinamitan sus miedos y destruyen la pureza
que les habitó en su niñez.

Palabras que huelen a muerte,
proyectos inconclusos y futuros vencidos
que sollozan en busca de una frontera
que les muestre posibles arcoíris.

Luchemos por las utopías de los osados
por la humanidad y su mansedumbre,
recemos para vencer al demonio que asesina
en nombre de un Dios silencioso.

Acerca de Carmen de Tomé

El mundo, el demonio y la carne, por Máximo Pérez-Gonzalo

Por mundo, el yo, redondo y saturado
en las duras cavernas del hechizo,
tan lastimero duende en el tormento
de vieja esclavitud, peldaño y venta.
Regocijo ancestral, de hambrienta pluma,
tatuaje en los barrotes de conventos,
abrojo en el destino de las masas,
sumidero en cloacas malolientes,
desconcierto total entre vampiros
con hambre de apagados regidores.

Demonio, ayer, con la habitual frescura
de pantalón rayado y camiseta
con la voz de reclamo silencioso.
Palacete de duendes atrevidos,
girasoles de noches perfumadas,
alcohol y sus costumbres plañideras
con meretrices en pañales de oro,
pasarelas a piernas de un equívoco,
transeúntes sexuados a la antigua,
y viejos ya sin novedad al pairo.

La carne, el colofón de mis desdichas,
tan vaga y sustancial, tan peripuesta.
La pedigüeña de retales sobrios,
la del ocio y jergón en cada esquina,
la de alquitranes con sabor a almendra,
la del tambor en botellones de ocio.
Ratonera y fugaz, siempre cacique,
maloliente al olor de sus proyectos
incapaz de un disfraz en “suma y sigue”…
……………………………………………..
La apoteosis de mi vida entera!

El mundo, el demonio y la carne, por Rosario Vecino

busco

es un vicio implacable

nunca tuve un mapa
una señal
que me indique que no hay más mundo
que el que exhibe esta vidriera
de trajes con sangre de alta costura

siempre sentí que la vida es una situación
cada uno baila con la que le toca

o no

yo me reconozco genocida
de cada célula que intoxico
con humo
con fármacos
con rabietas que producen taquicardia

pero sigo buscando-me sin ningún temor
mis pobres demonios se vuelven pigmeos
ante mi inmaculada prepotencia

Acerca de Rosario Vecino

El mundo, el demonio y la carne, por Orlando Estrella

Incógnitas de vida que se tornan fantasmas
vacíos sin respuestas que llegan sin verdades
traumas que te corroen como el ácido al hierro.

Trastornos de conciencia dilemas y conflictos
del ser y del no ser, eterna dualidad.

Creces oyendo Dioses que proclaman bondades
dando la otra mejilla al atorrante vil
te hablan de perdonar criminales de guerra
enemigos eternos de la paz de los hombres.

Borrón y cuenta nueva impunidad e indultos
palabras que confunden y burlan el saber
mientras ¿que tú vislumbras? un mundo endemoniado
donde Dioses y Diablos moran en la indolencia.

El mundo, el demonio y la carne, por Joan Casafont Gaspar

¿Cómo hablar del demonio, del mundo y de la carne,
obviando lo más obvio que para mí es la muerte?
¿Y cómo obviar el hecho de nombrarla
si yo constantemente estoy siempre a su lado
luchando para que me dé respuestas
sabiendo de antemano que no me las dará?

Quiero dejar constancia que no puedo
resignarme a morir si no he luchado
contra el paso del tiempo que malvado
me encamina acucioso hacia un final.
Tal vez no debería dar más pasos
si la vida tan solo significa
esta angustia que duele y mortifica,
que constata que soy un ser mortal.

Si de alguna manera yo pudiera
revertir este tiempo que la vida
me robó por perder en la partida
que jugué contra todo porvenir.
Si al menos yo pudiera responderme,
ser capaz de explicarme de algún modo,
por qué la muerte acabará con todo,
con mi voz, mi camino, mi sentir.

¿Dónde hallar el final de este martirio?
¿Es qué va a ser la muerte quien me ayude
a escapar de este angustia que sacude
mi cuerpo, mis entrañas y mi alma?
¿Es que va ser la muerte compañera
del camino de paz que necesito,
la que me salvará de estar proscrito
la que me ofrecerá reposo y calma?

Hoy puedo imaginarme mi futuro,
incluso verme inerte en una caja,
silencioso, luciendo una mortaja,
con la tranquilidad de conocer
que la muerte y la vida van unidas
como la cara y cruz de una moneda,
sin que nada ni nadie las preceda

sin un hoy, ni un mañana ni un ayer.

Acerca de Joan Casafont Gaspar

El mundo, el demonio y la carne, por Eva Lucía Armas

resolveré la vida enfrentando este miedo
y mataré los diablos con la mano en el alma

si no escribo habré muerto como una planta seca
en una macetita que se olvidó el vecino
en el décimo piso de una torre sin nadie
después de la mudanza que la dejó tan sola
en el sol de noviembre

yo no diré ¡ay de mí!¡que cálices amargos
pusiste en mi camino mientras buscaba agua
vida que me vivís, humanamente!

llevo la miel conmigo
el sol es siempre mi defensor y aliado
y en los rebordes del camino hay verdes

siempre escucho los pájaros
mis hijos están sanos
mi perro sobrevive a todos sus problemas
y después del pulgón
los pensamientos y las alegrías han florecido fuertes
ante la luz del este melancólico

yo sé que nací efímera en medio de los siglos,
que el demonio ha querido seducirme de prisa
y hacerme de su corte
que el mundo gira impávido en su peor frecuencia
y que la carne es apenas carne
apenas carne
apenas carne, putrecible carne, que se enferma y se muere

pero este ser que soy y que fue destinado a la batalla
es un idioma fértil
tan hijo de la luz que se deslumbra solo ante el espejo
y que nunca, jamás
se ve como una pobre y demacrada víctima

¿qué más puedo pedir?

ya me creció el cabello

Acerca de Eva Lucía Armas

El mundo, el demonio y la carne, por Vicente Vives

Partiéndome la vida
voy a abrirme en canal y descarnarme
para sacar de mí la flor que guardo
desde que me conozco.

Sigue brotando dentro
con la fuerza de un tronco inalcanzable
y quiere armar un bosque entre mis venas
de plástico y de sangre desangrada.

Dejaré de ser hombre —dichoso el día—
una noche de éstas, la más horrible
y pasaré a ser bosque de pinares
y eternidad de dioses en la tierra.

Ninguna mala hierba en la espesura
ni un arbusto de espinos en los valles.
Un río pequeñísimo de piedras redonditas
y agua de cristales en un millar de espejos
para calmar la sed de los hidrópicos.