Morgana de Palacios – España

De: Diario de la gata

Hubo un tiempo en que la astenia profesional pudo conmigo y la idea de un año sabático se fue abriendo camino entre otras menos apetecibles hasta que llegó a serme más necesaria que el beneficio económico que dejaría de percibir. Cuando me decidí, mi mayor ambición después de tantos años de trabajo incesante, era disfrutar una buena temporada actuando de florero, aunque tuviera que hacer un curso acelerado de mujer objeto por correspondencia, que siempre sería preferible a seguir actuando como hermafrodita funcional, sin ver las ventajas por ningún lado. Todavía me asombro de lo que se considera en nuestra sociedad, una mujer realizada.

Internet se abrió ante mí como el cofre del tesoro que todo pirata sueña y, aunque posteriormente el cofre mutó en caja de Pandora, su atracción sigue en pie.

Me costó caro llegar a puerto.

Pagué un precio desmesurado a nivel personal por ser libre de palabra y obra en un lugar sin vasallajes ni estereotipos y comprobé que no es cierto que por tener derecho a la libertad ésta sea gratuita.

Yo me gané la mía en una lucha que todavía continúa y me temo que no termine nunca aunque sé que valdrá la pena porque puedo ofrecérsela a los demás como me hubiera gustado recibirla a mí, cuando la necesité para poder expresarme.

La mayoría de los sometidos en ciberlandia, lo son por decisión propia. Se pueden seguir quejando eternamente de su infortunio, victimizándose en busca de la piedad del prójimo de quien chupan energía como vampiros, porque, en definitiva, es mucho más cómodo que te lo den todo masticado. A pesar de mis sueños de florero minimalista, aún no he aprendido a ser cómoda.

La lectura pasó de ser un vicio solitario a un diálogo con otros lectores y otras inquietudes, por lo que desemboqué en la poesía sin ser realmente consciente de lo que se me venía encima.

Escribir era algo que de no ser por Internet, no me hubiera planteado jamás.

Me gusta abrir la puerta del cielo o del infierno alternativamente y sentarme concentrada como una médium esperando una posesión espiritual que siempre llega en forma de palabras. Santas o diabólicas, palabras finalmente sagradas.

Aprendí a darme desde la hondura y a recibir, gozosa, de otros la misma profundidad y me hubiera encantado reírme a carcajadas en la cara de Saramago cuando afirmó que es imposible llorar sobre un teclado, como si la emoción o el sufrimiento sólo pudieran manifestarse en lugares predeterminados por convencionalismos emocionales absurdos.

—Está claro que los sabios tienen también sus momentos idiotas y los considerados grandes son, a menudo, patéticos en su enanismo—.

El pensamiento del hombre avanza a lomos de un caballo interactivo al que nadie puede embridar. Hoy soy consciente del milagro y tengo un ente vivo entre los dedos, tan exigente y satisfactorio como un amante en celo.

Somos muchos y hambrientos.

Algunos crearon la leyenda que acabé asumiendo como propia.

Nunca he sido «la gata» pero esa, es otra historia que alguien contará por mí.

Guardar.

Breves

Quedarán los poemas cuando todo se acabe.

Poemas en el aire como cartas absurdas que no esperan respuesta.

O no, porque si tengo un resto de lucidez cuando llegue el momento, voy a quemarlo todo, hasta el recuerdo de la sangre con que le di la espalda a la que pude haber sido, de no empecinarme en la palabra.

Nadie me va a heredar las noches de penumbra y párpados cosidos, la boca sin mordaza.

Sólo el silencio es realmente mío y es humo inútil en el cristal del tiempo.

Nadie va a pelear por él.

Se me echó la palabra encima.

Me cortó su ambigüedad con un filo mellado y corrosivo.

Me aplastó el sueño contra la cama.

Pocas veces he tenido menos ganas de levantarme y mirar.

Por puta inercia me levanté y miré.

Ella, desnuda en verso blanco, como si fuera yo, me levantó el alma.

Nunca lo hubiera dicho mejor.

v

Será porque ha pasado por demasiadas pérdidas, que no pasa por mí como algo inefable, como algo líquido y fluyente que arrastra la miseria de la memoria y alguna que otra brizna de esperanza.

Se ha vuelto consistente y necesario como un desayuno cotidiano para un estómago repleto de vacío.

Podría prescindir de él hasta el almuerzo con sólo una molestia controlable, mas a la hora de la cena ya tendría un motivo imperioso para llevármelo a la boca de la desmotivación.

Qué belleza letal la de su desnudez devolviéndole el ansia a mis papilas, desperezándose en blanco y negro sobre mi lengua.

Qué extraño estar tan cerca con tan sólo el asombro de por medio para paliar el hambre.

v

No hay en la muerte magia.

Su sombra no proyecta más que abulia porque uno se aburre de sentirla rondar, semidesnuda, y termina tratándola de tú, con la confianza de un amante astragado.

No hay en las penas magia ni metálicos peces de escamas fluorescentes que inciten a inmersiones deslenguadas y encandilen los marítimos ojos del silencio.

La magia no está cerca ni se apoya en el hombro del miedo.

He oído decir que cuando surge, se desdibujan todas las fronteras y caen estrellas rubias desde el cosmos, bellas desamparadas que exigen pleitesía, aunque nunca se mueran por un hombre.

¿Qué es lo que hacía yo en las trincheras de un agosto siniestro, que no sentí su rayo atravesar mi médula? Seguramente me sobremoría, con las letras heladas y la magia perdida en casa ajena, mientras el sol jugaba al escondite.

v

Mi voz es solamente mía aunque yo la regale a borbotones.

Mi voz de salamandra en la pared del tiempo.

Mi voz de ventanales sin cortinas, de herida abierta en el muro de las lamentaciones.

Qué desierto mi voz, soñando lluvia, mientras sangra arenales.

Cuestión de equilibrio / La libido textual / Vanguardia / Ábrete vida, por Morgana de Palacios

The Morrigan, por Jessica Galbreth

Cuestión de equilibrio

A mí me tocan los malos
como a las dulces los buenos,
los asesinos me tocan
los torcidos, los rastreros,
los amargados profundos,
los pozos de desespero.
A mí me tocan los hombres
más oscuros y siniestros,
los de la ira en la boca
y el maltrato entre los versos,
angustiados dominantes
con la lengua de escalpelo
y una serpiente pitón
durmiéndoles sobre el pecho.

A mí me tocan halcones,
cuervos, buitres carroñeros,
como a otras con más suerte
tortolitos abrileños
con las tragaderas amplias,
limpitos y bien dispuestos
que no levantan la voz
ni te alborotan los sueños.

Me tocan los afilados,
los que cargan los acentos
en la cara de la vida
que se oculta al pensamiento.

Los torvos que deambulan
por el bajo astral del cuento
y ajustan todas sus cuentas
sin pedir cuentas al viento.

Los locos y los suicidas,
los kamikazes de acero,
los que esconden en el alma
un arsenal de misterio,
los malditos no poetas,
los gurús de mal agüero,
los arúspices que en prosa
te desentrañan el cuerpo
y se vengan del amor
con los gritos del silencio.

Y así podría seguir
hasta el fín del sentimiento
hablando de hombres capaces
de provocar aguaceros
que te anegan los instintos
mientras se arrancan el cuero
y te lo ofrendan sangrante
alguna vez que son tiernos.

Y no me asusto ni espanto
ni se me eriza el cabello
ni trastabillo furiosa
ni me acobardo ni rezo
ni temo a dioses menores
aunque tengan ojos negros,
porque es cuestión de equilibrio
y hasta es justo que en el tiempo
a una muerta como yo
sólo la quieran los muertos.

La libido textual

No toca techo la libido textual
y sólo toca fondo
si se abre de piernas a la muerte,
deriva
salta
gira
se deprime
se le quitan las ganas y recupera el ansia
violando silencios
pese a las alambradas de la mente.

Mata la realidad que no le excita
y la recrea, tan en exclusiva,
que entra en erección al roce de las letras
suspira
llora
gime
 y se refleja
en la húmeda piel de los orgasmos.

Una sigue escribiendo, embarazada,
vulnerabilidades
y dando a luz los monstruos de la tinta
como si un padre oscuro los amara.

Ábrete vida

Ábrete, vida,
y admite que la muerte va contigo,
unida a la virtud como el pecado.

No tengas miedo, vida,
y ábrete,
que no te desbarate el maltrato del tiempo
imponiendo cerrojos a tus puertas.

Humedécete, vida,
ábrete
de ojos y de piernas,
de misterios,
que tengo que explorarte todavía
con la inocencia rota
y los dedos de agua.

Hasta el olvido, vida,
á————–bre————–te
y cumple tu función de prostituta
que voy a penetrarte con todos los sentidos
como si fuera un hombre enamorado.

Ábrete, vida,
ahora
que tocan a rebato las campanas
de todos mis silencios.

Vanguardia

Yo no voy con las modas,
no me adapto
a su veneno tópico y efímero.

La vanguardia soy yo, desde intramuros,
auriga de mi tempo
y nadie va a decirme qué registros
he de emplear, qué fibras
he de tocar,
qué pedante origami
he de poner en vuelo para darle
placer a algún estúpido aburrido,
ni cómo seducir una mirada.

Yo salgo con mi jaula vacía
a las calles de todos
a los campos de nadie
en busca de los pájaros del sueño
que alguna vez insomnian en mi lengua
antes de suicidarse
en algún viento alisio atormentado.

No me derramo en lágrimas
por prescripción de algún facultativo
ni río, escandalosa,
después de haber vaciado
la botella del ansia.

No me sujeto a voces moralistas
ni me escudo
en la crudeza estética del trampantojo porno,
y no ando, famélica,
a la caza de reconocimiento,
como pueda pensar la muchedumbre
de poetas esclavos de la gloria.

El rostro de la fama, inexpresivo,
no me atrajo jamás.

Soy la caligrafía del silencio
que íntimo me grita,
cuando quiere vivir de muerte súbita,
orgasmo en la garganta.

Un graffiti pulsante en algún muro
que el tiempo borrará
sin una duda.

Acerca de Morgana de Palacios

Alejandro Salvador Sahoud

Por Morgana de Palacios

Entender y admitir la personalidad de un Índigo no es nada fácil, porque la mayoría de nosotros hemos perdido la pureza primigenia, el salvajismo natural, inmersos como estamos en una sociedad demoledora que nos condiciona en cuerpo y alma. Hay que abrir canales especiales y estar dispuestos a creer que existen diferentes estadios evolutivos en la especie humana.

El índigo marca siempre a fuego, tanto al amigo como al enemigo porque su luz acaba prevaleciendo sobre cualquier oscuridad. Mensajeros de luz los llaman y, antes o después, si no estamos totalmente anquilosados psíquicamente, se nos abren nuevos parámetros y formas de contemplar la vida, al sintonizar con su imparable energía mental, emocional y física.

Para un índigo que, como él, estaba lleno de dones digamos “especiales” y que recordaba todas sus vidas anteriores, perfeccionar su parte de hombre tampoco resultó fácil. Nunca terminó de cumplir con su misión de Levantador de almas, ni de batallar por cambiar lo injusto de su entorno, ni de hacerlo contra él mismo para asemejarse a su prójimo, amar a su prójimo y dolerse en su prójimo.

Como guerrero tuvo que ser soberbio, temerario, estratega, cruel y por puro equilibrio universal, compasivo, valiente, generoso, padre de cualquier huérfano que se le cruzara, entregado a la causa del más débil, y lo fue.

Tuvo que dejarse el corazón en la batalla encomendada y se lo dejó sin pestañear.

¿En qué se basaba su fortaleza? ¿En qué se apoyaba un autodidacta de su envergadura para mantener el corazón abierto, la mente alerta y la espada dispuesta, en ese mundo feudalista, primitivo y fuera de la ley ante el que tantos siguen cerrando los ojos?

Sólo leyéndole se puede llegar a apreciar la grandeza llena de humildad de un pleyadiano esforzándose porque su parte negativa de hombre (la positiva supo disfrutarla como nadie) no pudiera con el misticismo propio de su naturaleza inicial.

Su obra poética en www.ultraversal.com

La magnitud de la palabra

Llega del Universo, con mayúsculas, porque se nombra la dimensión del dios que nos habita y nos vuelve probables y posibles. Cifra del bien, ecuación de los mundos. Armonía.

Luego, porque está escrito que el equilibrio estalla entre las fuerzas, ha de llegar el Mal.

¿Y qué es el Mal?

En la tierra, es aquello sujeto al raciocinio mediocre de los hombres que descreen de la única llama que poseen.

Lo universal profesa el equilibrio, y equidista los mundos y los bienes y la felicidad de la tragedia.

Nada será en el universo sin su contrapartida, porque todo en lo eterno es la balanza.

No hay eternidad si no hay balanza.

Luego, quedan los hombres arropados en una fruta insulsa. La religión provee de dioses a los hombres que buscan conocerse y les resulta al fin, su propio desconocimiento.

Un dios es lo infinito, lo posible-imposible, lo total que todo totaliza.

¿En qué hombre habitará el derecho de fabricarse un Dios para sí mismo, excluyendo al resto de sus prójimos?

Ya falla por su base.

Dios lo es todo, inclusive, los hombres que lo habitan.

Todo resulta dios.

Este barro disímil del que estamos armados y movibles y esta brisa y el hálito que nos envuelve en magia.

Todo resulta dios y su infinito.

Todo es la maravilla de tanta exactitud en que nos debatimos preguntando.

¿Y… al cabo… qué hay que preguntar?

¿Acaso la llama interna no dicta las sentencias del día?

¿Tu prójimo no es prójimo?

¿El mundo no está hecho de manos que se ayuden y rescaten la especie que fallece?

A veces no lo sé, ni sé a qué vine.

O sea, sé a qué vine, pero me cuesta tanto llevarlo a puerto siempre, que en el final del todo se me disuelve el hombre.

Apenas es un pensamiento de Dios, que no consigo rescatar de nada.

Y siempre, acabo en los demonios.

Habla el silencio.

Juan me pregunta por qué yo hablo con dios o donde queda dios.

Esas cosas no las pueden preguntar los hombres de tres años. Pero él quiere saber con quién habla su padre las noches con estrellas y con sapos, de cara el infinito, con la frente en el suelo.

Jamás me pongo una camisa de seda frente a dios.

Porque delante de él, soy tan desnudo como todo el universo que me habita.

Un guerrero se quita su armadura ante su superior en la batalla.

Humilla espada y frente.

Delante de dios yo siempre estoy desnudo de corazón y cuerpo.

Igual que delante de los hombres

Porque Dios los habita, los puebla, los ordena, los ama, los predice, los dibuja.

Todo lo que se ve –le digo a Juan– está en manos de dios. No hay nada que quede por fuera de sus manos, ni usted ni yo ni el mundo.

El universo exige mi costado. Y yo lo sacrifico, como cabe, así, orgullosamente.

Es un orgullo de cualquier guerrero saberse pertenencia del universo.

El día que yo muera ¿qué será de mi prole?

De esta extraña hija mía que se me parece tanto y tanto. A veces pienso por qué jodimos tanto las verdades y tuvimos que hacer tantos arrestos en la zamba del miedo.

Algún día, el dinero no pagará la verdad de lo posible y las cosas hallarán su cauce.

Todos somos distintos. Tan distintos.

Eso sucede cuando se funde una dinastía de huérfanos y náufragos.

Ay, esta hija mía que me hace de escudero, de guardaespaldas, de todo lo logístico que me ha dado de apoyo el dios de todos los universos nuestros.

Yo nunca he sido padre de mujeres.

Yo quiero una mujer que me comprenda.

Es lo único que pido en este mundo al que he venido a dar tanta batalla.

Señor, te lo suplico. Quiero una compañera para el miedo.

¿Y para qué carajo me diste la palabra si todo lo que escribo es arameo?
Hoy regresé a mi casa.

Y sigo escribiendo en arameo y encima hablo también en arameo y los hombres me miran como a un monstruo.

Estoy un poco cansado de ser monstruo.

Me gustaría a veces, parecerme a esos tres chuzos pobres que deciden que la injusticia es justa.

Y carajo ¡no puedo!

Son mi prójimo.

Sí, perdón, lo sé. No es que me haya olvidado.

Claro que sé eso.

Si no supiera eso ¿para qué serviría en la predisposición del universo?

Ya sé que yo lo sé.

Lo que se deja en dios, dios lo resuelve.

¿Acaso puedo cuestionarme esa verdad?

Jamás lo haría. Porque le pertenece a lo magnífico.

Si algo deja este guerrero en las manos de dios, ya la preocupación no existirá en su mundo, en su conciencia, ni en ningún sitio, porque, lo que se deja en dios, siempre se cumple.

Y la ley dice: Es cosa de paciencia.

Ya me ves.

Me diste muchos dones, Señor, los agradezco.

Con la frente en el suelo, reconozco y honro tu grandeza.

Señor, este guerrero te pide solamente que pongas paz en su espíritu y luz en su corazón.

Siempre lo mismo.

Que soy un combatiente de tu nombre.

Te pido una mujer, señor, la mía.

Alguna que me entienda y que me quiera como lo que yo soy.

No me parece para tu enormidad algo difícil.

Dame una, señor, en quien me apoye. En quién pueda vivir lo que no vivo. Estoy tan solo, al fin, y tan cansado, señor. Ya estoy tan cansado, humanamente, de ser un solo a ultranza y sólo solo.

Claro que te agradezco, señor, lo que me diste.

Pero un padre no se acuesta con sus hijas.

Yo quiero una mujer que me comprenda, toda mi absurda intimidad. La que te pertenece porque soy tu guerrero.

Quiero una mujer mía.

Porque ya no me equivoco con demonios de los que me salvó tu amor enorme.

Ya no estoy confundido, señor. No me confundo. Ni me humanizo más de lo necesario.

De rodillas señor. Te pido una mujer que me contenga.

Por favor, devuélveme señor a La Guerrera.

Los pueblos de tu nombre

Magicia

—¿Y qué ves?

Ella inclinó los ojos y le quitó una brizna de entre un pliegue de las alas de piedra.

—Allá —insistió ella, extendiendo su brazo con la misma suavidad con la que él desplegaba las alas para el vuelo.

—¿Eso en la bruma? Es una construcción sobre la bruma, sobre el agua del mar… Parece una ciudad en una isla… una ciudad que flota…

—Háblame de lo que ves —susurró ella—. ¿Qué hay en la ciudad?

—Está muy lejos… quizás haya sueños… porque una ciudad no puede flotar sobre el mar… un castillo no puede flotar sobre el mar. Y lo estoy viendo. Quizás, un espejismo.

—¿Sueños?… ¿O un espejismo?

—Sueños… los espejismos se terminan. Deben ser sueños, por eso flota sobre el agua y se alarga hacia el cielo… por los sueños. Tienen esa condición.

Aunque no la miraba, supo que ella sonreía a su lado, mientras el viento enredaba su cabellera blanca en las plumas de piedra de las alas de él.

—Eso… es Magicia —escuchó, antes de que ella se echara al mar desde la cima del acantilado.

Origamia

Llevaba un retrato en el morral y preguntaba a todos en las calles, imponiéndoles la visión del retrato: “Has visto a La Mujer”.

Los habitantes todos lo miraban, porque el retrato vacío tenía solamente escritas dos palabras: “La Mujer”.

Pero él insistía, como enfermo de algún mal incurable que debiera encontrar un mago curandero en un mundo sin magos.

“Esa Mujer no existe” se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el retrato vacío y las palabras.

Él señaló entonces todos los papeles de los que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto papel escrito de formas infinitas, sólidos como muros, voladores como pájaros, luminosos como farolitos, altos como palabras, profundos como el cielo, tristes, como él mismo.

—Esa busco.

—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma. Es lo que estás viendo… papeles con palabras.

Rumoria

Frecuentemente verde, llegaban todas las aguas hasta allí y en el aire, infinitos cerezos deshacían un plumón de flores como niebla. Una niebla rosada igual que el horizonte del acantilado, que se perdía en el mar de su memoria cuando él decidió cruzar el otro mar.

Todo era un susurro de palomas y hierba, alrededor del viento.

Todo era viento. Imágenes de viento. Movibles. Transparentes. Cambiantes. Habladoras. Cercadas por los verdes y las cortinas de flores de cerezo.

Pero él podía oír a un mismo tiempo, la fuerza de lo fuerte, como un don natural igual que el viento, el árbol y las aguas.

Decidió dejarse guiar por el oído. Atender a las voces de las cosas como si fueran espíritus cautivos en una sola voz.

A veces era sabio.

Supo que ella le hablaba desde el mundo infinito del silencio.

Grutelia

La suave oscuridad de los fantasmas dejaba evaporar el resplandor antiguo de la antorcha.

Y llegaban las sombras a suavizar el fuego y luego el fuego regresaba para quemar las sombras.

Las grutas en la piedra tenían símbolos en todas sus paredes.

Y él seguía con el tacto ese idioma que contaba la historia de los hombres con un buril de espanto y una espina de tronco de naranjo.

Cantaba, para no tener miedo, las cosas que leía. Las cantaba en voz alta y a través de la piedra le regresaba el canto en otro idioma, como un eco que llega de otro mundo.

Las grutas lo guiaban al interior del hambre, al fondo del amor, a las largas estancias de la muerte y a veces, hacia el cielo, hacia el sol, hacia las luces.

Las grutas lo guiaban por sus propios caminos en otra voz distinta.

Hizo noche en Grutelia, igual que en un vientre de mujer.

Almaria

La de las catedrales y las bóvedas, la de los cementerios y los jaspes, la del sol sobre el agua.

Estuvo un rato mirando a la pastora, que llevaba con cayado de nácar y látigo de púas, un rebaño de luces y de sombras hacia los territorios prohibidos.

Sobre el peñasco gris estuvo fundiéndose entre la piedra, los árboles hirsutos y el llamador de viento, casi sin darse cuenta, porque sus ojos estaban en el valle.

Ella andaba desnuda apacentando el aire y los espejos, con la naturalidad en la indecencia que tiene una leyenda.

Nutricia

—¿Y qué comen las gárgolas? ¿Humanos imprudentes? ¿Malas aves? ¿Heladas y frambuesas?

¿Vientos y almas? ¿Corazones oscuros?

—No creo que haya comido antes de ahora. No sé qué cosa como… pero sí sé qué cosa me alimenta.

Ella extendió los dedos y enjugó una gota de sangre en el ala de piedra.

—Pensé que no… pero llegaste… Nadie encuentra el camino —murmuró, con asombrado alivio.

Él le enredó una flor de papel y palabra en el cabello.

—¿Y qué come una gárgola? —insistió ella, tomándole la garra para dejarle sobre ella el corazón.

Avalon

—Ahora sabes… —le dijo ella y señaló la ciudad que flotaba sobre el mar en la niebla—. Nadie sabe llegar… o nadie puede ¿Sabes cómo se llama la ciudad?

—Magicia —respondió él.

Ella bajó los ojos y curvó la boca de la sonrisa trágica, con un mohín de niña.

—Sólo esta vez, llamémosle Magicia.

Acerca de Morgana de Palacios

Coloquio sobre preceptiva

por Morgana de Palacios

Desde el llamado Verso libre Hispánico.
Verso libre vs. Verso blanco y rimado

En los inicios de la poesía castellana se llamaba verso libre hispánico al verso blanco con rimas interiores y que ya ha llovido mucho desde entonces y se han diferenciado por completo. No estamos sólo hablando de métrica castellana, hubo un momento en que las patrias no existían para la poesía… porque todas las corrientes se mezclaron y en todos los países hubo poetas para todas las corrientes.

La acidez de la discrepancia, en este caso, surge por la necesidad clasificatoria que cualquier Foro poético tiene de los poemas que se exponen, y que unos afrontan con más valentía que otros, o menos condescendencia, por lo absurdo que resulta convertir el foro de Verso Libre en el cajón de sastre que algunos usuarios quisieran para la mayor difusión de su obra. Naturalmente, suelen ser los menos interesados en el estudio de las estructuras poéticas.

Detallar la historia del verso libre, nos llevaría más tiempo del que yo estoy dispuesta a dedicar a la teoría, pero tengo muy claro que los poetas contemporáneos, ante la posibilidad de trabajar con un metro digamos que relativamente nuevo, tuvieron que crear algunas normas que contribuyeron a darle unidad.

Se prescindía de la métrica y de la tradicional rima, aunque no de los elementos rítmicos que lo diferenciaban de la prosa y, en el vacío que se creaba, tuvieron que apoyarse en un esqueleto que lo sustentara y que potenciara la expresión emocional. La rima, al fin y al cabo, no es más que la reiteración de un sonido determinado en el interior o exterior del verso, que realza el ritmo intensivo y lo subraya.

Sus reemplazantes para el verso libre, resultaron ser la utilización de anáforas y los grupos fónicos y estróficos que contribuyen al buen discurrir de la obra.

El desconocimiento de las estructuras tradicionales supuso para muchos versolibristas y sigue suponiendo en nuestros días, el alejamiento del arte poético en sí mismo (de la música) para dar paso a mediocres o directamente malas obras prosísticas, carentes de ritmo. La perfección estructural no es garantía de que el contenido de un poema tenga alcance poético o suponga emoción alguna para el lector, pero la falta absoluta de estructura tampoco garantiza la libertad de la palabra ni de la expresión, ni siquiera garantiza poder definir una obra como poética.

El verso libre es, en definitiva, un medio más de la poesía contemporánea al servicio del poeta que, si es bueno, debe saber emplear intuitivamente. A un poeta, debe ser el verso el que le pida la estructura a emplear y no al contrario.

Todos los medios, heredados y nuevos son válidos para ello, porque la auténtica libertad de expresión está en la falta de condicionamiento de la palabra a las formas, que deben servir exclusivamente para potenciarla. Ni la esclavitud en las formas tradicionales es tan grande como creen los versolibristas mal informados, ni la libertad en el verso libre es completa. Sólo con el conocimiento profundo de ambas corrientes, puede desplegarse el talento libertario del poeta a la hora de enfrentarse al papel en blanco.

Cuando un poeta prescinde, normalmente por ignorancia, de los elementos rítmico-auditivos y para colmo en aras de un surrealismo mal entendido, diluye la metáfora apartándola de su principal función que es la de referir al lector a un objeto físico o emocional determinado, la lógica del poema, su unidad, se rompe, convirtiéndose en un artificio más que no responde a ninguna realidad objetiva y acrecentando la confusión. No se puede verter la vivencia sobre la palabra escrita sin la necesaria base estructural, porque el versolibrismo no es caos.

En definitiva, se ha abusado tanto del concepto de verso libre, se ha manifestado un desprecio tan grande por todo lo que era considerado como tradicional: metro, estrofa, ritmo, rima, estructura, puntuación, etcétera, que uno no se explica a veces porqué se toman la molestia de escribir en verso y no lo hacen directamente en prosa.

Casi todo en la vida es circular y el arte poético vuelve a sus cauces y el poeta con talento hace uso de su oficio. Así que las corrientes actuales de poesía, se decantan por la vuelta a la música del poema. El verso blanco avasalla al verso libre de manera clarísima y todas las formas heredadas se funden para mayor brillo de la expresión.

Jamás se ha dicho desde la Administración de Ultraversal, que alguna rima (natural en cualquier discurso) demerite un poema en verso libre, estamos cansados de repetir lo contrario, pero no es de verso libre, en su definición básica, el que mantiene una secuencia de rimas con método o sin él, lo escriba San Pedro.

Tampoco el verso blanco puede ser considerado libre, aunque en sus comienzos fue a ese verso concreto con semejanzas métricas y acentuales y sin rima al que le dieron ese nombre, pero hoy en día es un concepto ampliamente superado y sus diferencias con el verso libre, notorias y definibles.
Y fijar sus definiciones, no vendrá mal a nadie, en mi opinión:

Verso

Un verso (del latín versus, que significa “vuelto”, por oposición a prosus, de donde viene prosa, que significa “todo seguido”) es un conjunto de palabras sujetas a medida, ritmo y cadencia, o sólo a cadencia, en contraposición a la prosa, que no está sometida habitualmente a estos procedimientos. Suele ser el cauce formal habitual de expresión de la poesía lírica o épica.

Conviene distinguir claramente entre verso, que es una forma literaria, y poesía lírica, que es un género literario. Si tenemos clara esta definición, entenderemos por qué puede haber y hay, por ejemplo, obras narrativas, dramáticas y didácticas escritas en verso e, inversamente, que existan poemas escritos en prosa en vez de en verso.

Se han compuesto versos en distintas culturas siempre en torno a un recurso literario concreto. Así, la poesía hebrea compuso versos fundándose sólo en el paralelismo semántico. La poesía germánica medieval, por el contrario, se fundaba en la aliteración de al menos tres palabras por cada verso, y la poesía grecolatina clásica en la repetición de unas secuencias determinadas de sílabas largas y breves, y la poesía europea tradicional en la rima y el ritmo acentual. Por otra parte, el rechazo que las vanguardias europeas del siglo XX, especialmente el Surrealismo, experimentaron por la tradición literaria, incluso la métrica, introdujo un tipo de verso más extenso, el versículo, que no rima ni posee ritmo acentual, sino que funda su musicalidad en repeticiones de motivos y campos semánticos.
Fernando Pessoa decía en su Libro del desasosiego que la poesía se encontraba entre la prosa y la música. Es así en tanto que el verso es una prosa provista de algunos de los elementos que forman la música, gracias a lo cual toda canción con letra ha de estar escrita en verso para poderse adaptar a la música instrumental. Esos elementos que adquiere el verso de la música son el tempo, el ritmo, el compás y la melodía. El tempo viene dado por una velocidad de enunciación marcada por el número fijo de sílabas de la recitación, el ritmo por la colocación o situación fija de determinados acentos, el compás por la alternancia de diferentes tipos de versos y estrofas y la melodía por la repetición de una rima o un estribillo o bordón concreto.

El verso suele darse dentro de una estructura literaria fija que se compone de una métrica definida, un ritmo conseguido por la ubicación de las sílabas tónicas y átonas y una rima recurrente; a estas secuencias fijas se les llama estrofas. La disciplina que estudia las clases de versos y estrofas se denomina métrica.

Existe una gran variedad de estructuras en el verso, comenzando por una división inicial entre verso rimado o con rima y el verso suelto o verso blanco sin rima, pero con un número fijo de sílabas y con unos acentos concretos. Por otra parte, el verso libre es un verso sin rima ni cantidad preestablecida de sílabas.

La creación del verso se remonta hacia las composiciones griegas clásicas, en la que el verso no era rimado, sino que consistía en la repetición de una determinada secuencia de sílabas largas y breves y el compás acentual o ictus.

El verso rimado tiene un origen probable en la región de la península itálica en el Medioevo, donde nacen composiciones versificadas que persisten hasta hoy en día como el soneto, la canción o el madrigal. Del latín vulgar, su paso al español es sencillo y se encuentran composiciones versificadas en rima y con metro desde casi el principio del idioma español, en el siglo X, las denominadas jarchas.

El verso es la forma natural en que nació la literatura en lenguas vernáculas o lenguas romances; siempre ha precedido el verso a la prosa,

Verso blanco

El verso blanco es un tipo de composición poética, que se caracteriza por tener una métrica regular y carecer de rima. En inglés, el verso blanco normalmente ha empleado el pentámetro yámbico.

El primer verso blanco que se conoce en lengua inglesa fue escrito por Henry Howard, Conde de Arundel y Surrey en su interpretación de la Eneida (c. 1554). Puede que Howard estuviese inspirado por el texto latino original al crear este verso, ya que el verso latino clásico (así como el verso griego) no utilizaba rima; o puede haber sido inspirado por la forma italiana del versi sciolti, que tampoco contenía rima.

Christopher Marlowe fue el primer autor en lengua inglesa que sacó un gran partido del verso blanco, además de establecerlo como el verso preponderante en el drama inglés en la época de Isabel I y James I de Inglaterra. Pero ha sido William Shakespeare quien ha logrado los mejores resultados con el verso blanco inglés.

Además, la épica Paraíso perdido, de Milton, también está escrita en verso blanco. Después de Milton, los poetas ingleses consideraron que el verso blanco estaba anticuado y favorecieron el uso de las coplas. Algunos poetas románticos ingleses como por ejemplo William Wordsworth, Percy Bysshe Shelley, y John Keats volvieron a utilizar el verso blanco revalorizándolo. Poco después, Alfred Lord Tennyson dedicó gran atención al verso blanco, utilizándolo, por ejemplo, en su largo poema narrativo “The Princess”, así como para uno de sus más famosos poemas: “Ulysses”.

La bylina rusa también está escrita en verso blanco.

Verso libre

El verso libre es la forma literaria que se caracteriza por su falta de rima y metro. Desarrollado hacia finales del siglo XIX, esta forma logró su aceptación de la mano del cambio social generado por el siglo XX y sus convulsiones políticas, así como por las guerras mundiales. Como una respuesta al modernismo con su forma clásica estricta, ciertas escuelas poéticas, entre ellas la imaginista, respondieron con este rompimiento de formas y moldes que imponían las formas poéticas medidas y rimadas como el madrigal, el soneto y la décima.

El verso libre tiene sus antecedentes más antiguos en las formas poéticas griegas clásicas, donde la calidad del verso se encontraba en la tonalidad de sus sílabas. El verso libre en este sentido retoma al ritmo versal como factor de calidad y de análisis. A pesar de que las estructuras poéticas usadas desde el siglo XV contaban con el uso del ritmo como parte fundamental de su construcción, en el verso libre este elemento es el único asidero que permite calificar al verso libre como tal y diferenciarlo de la construcción en prosa.

Dentro de las reglas del verso libre, también conocido como verso libre, se encuentra evitar la rima consonante o asonante, así como caer en el metro, lo cual genera una falsa ilusión de ritmo en el verso y lo hace en realidad sucio estilísticamente hablando. La variación del verso libre que acepta el metro como parte de su composición es conocida como verso blanco.

Entre los principales desarrolladores del verso libre encontramos a poetas como Ezra Pound, Octavio Paz y otros autores del siglo XX.

Composición en verso

  • Acataléctico: verso griego o latino que tiene cabales todos sus pies.
  • Adónico: verso de la poesía griega y latina, que consta de un dáctilo y un espondeo, y se usa generalmente en combinación con los sáficos, de tres de los cuales va precedido en cada una de las estrofas de que forma parte.
  • Verso de la poesía española, que consta de
  • cinco sílabas, la primera y la cuarta largas, y breves las demás, y tiene el mismo empleo que el adónico antiguo:
  • Agudo: que termina en palabra aguda.
  • Alcaico: verso de la poesía griega y latina, que se compone de un espondeo, o a veces de un yambo, de otro yambo, de una cesura y de los dáctilos. Otro verso del mismo nombre consta de dos dáctilos y dos troqueos.
  • Alejandrino: de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios.
  • Amebeo: Cada uno de los de igual clase con que hablan o cantan a competencia y alternativamente los pastores que se introducen en algunas églogas, como en la tercera de Virgilio.
  • Amétrico: no se sujeta a una medida fija de sílabas.
  • Anapéstico: poesía griega y latina, verso compuesto de anapestos o análogos.
  • Asclepiadeo: verso de la poesía griega y latina, que se compone de un espondeo, dos coriambos y un pirriquio. Se mide también contando un espondeo, un dáctilo, una cesura y otros dos dáctilos.
  • Asclepiadeo mayor: que acaba con dos dáctilos y consta además de un espondeo y dos coriambos, o sea de un espondeo, un dáctilo, otro espondeo, un anapesto, y asclepiadeo menor.
  • Cataléctico: verso de la poesía griega y latina, al que le falta una sílaba al fin, o en el cual es imperfecto alguno de los pies.
  • Coriámbico: consta de coriambos.
  • Dactílico: consta de dáctilos.
  • Verso de arte mayor, de doce sílabas, que consta de dos hemistiquios.

Más de ocho sílabas

  • De arte mayor castellano normalmente dodecasílabo, con dos hemistiquios, en cada uno de los cuales se da la combinación de dos sílabas átonas entre otras dos tónicas.
  • De arte menor, redondilla mayor o menor.

Menos de ocho sílabas

  • De cabo roto, suprimida o cortada la sílaba o sílabas que siguen a la última acentuada.
  • Redondilla mayor, de ocho sílabas u octosílabo.
  • Redondilla menor, de seis sílabas o hexasílabo.
  • Ecoico, cuyas dos últimas sílabas son iguales.
  • Esdrújulo, finaliza en voz esdrújula.
  • Espondaico, hexámetro que tiene espondeos en determinados lugares.
  • Falecio, endecasílabo que se compone de cinco pies. El primero espondeo, el segundo dáctilo, y troqueos los demás.
  • Ferecracio, verso compuesto de tres pies, espondeos el primero y tercero, y dáctilo el segundo.
  • Gliconio, compuesto de tres pies, un espondeo y dos dáctilos. El primero es también a veces yambo o coreo.
  • Heroico. En cada idioma se tiene por más a propósito para ser empleado en la poesía de esta clase; p. ej., en la lengua latina el hexámetro y en la española el endecasílabo.
  • Hexámetro, consta de seis pies, cada uno de los cuatro primeros espondeo, o dáctilo, dáctilo el quinto, y el sexto espondeo.
  • Hiante, contiene hiatos.
  • Leonino, verso latino usado en la Edad Media, cuyas sílabas finales forman consonancia con las últimas de su primer hemistiquio.

Castellano con rima interior

  • Libre, no está sujeto a rima ni a metro fijo y determinado.
  • Llano, termina en palabra llana o grave.
  • Oxítono, verso agudo.
  • Paroxítono, verso llano.
  • Pentámetro, compuesto de un dáctilo o un espondeo, de otro dáctilo u otro espondeo, de
  • una cesura, de dos dáctilos y de otra cesura. Se mide también contando después de los dos primeros pies un espondeo y dos anapestos.
  • Proparoxítono, esdrújulo.
  • Quebrado de cuatro sílabas cuando alterna con otros más largos.
  • Ropálico, cada palabra tiene una sílaba más que la precedente.
  • Sáfico compuesto de once sílabas distribuidas en cinco pies, de los cuales son, por regla general, troqueos el primero y los dos últimos, espondeo el segundo, y dáctilo el tercero. En la poesía española, verso que consta de once sílabas, como el griego y latino, y cuyos acentos métricos estriban en la cuarta y la octava. Es más cadencioso y tiene mayor semejanza con el sáfico antiguo cuando su primera sílaba es larga.
  • Senario de seis pies, y especialmente el yámbico de esta medida.
  • Suelto, no forma con otro rima perfecta ni imperfecta.
  • Trímetro, verso compuesto de tres pies, y también el compuesto de tres dipodias, o sea de seis pies, como el trímetro yámbico o senario.
  • Trocaico, verso que consta de siete pies, de los cuales los unos son troqueos y los demás espondeos o yambos, al arbitrio.
  • Yámbico, verso en que entran yambos, o que se compone exclusivamente de ellos.
  • Fesceninos, obscenos inventados en la ciudad de Fescenio y que solían cantarse en la antigua Roma.
  • Pareados, los dos versos que van unidos y aconsonantados, como los dos últimos de la octava.

Poética del arrebato (Antología Ultraversal), por Morgana de Palacios, con prólogo de Alejandro Sahoud

Este libro es un perfecto ejemplo de cómo autores de diferentes etnias, nacionalidades, costumbres, educación y condiciones sociales pueden llegar, a través de un mismo idioma, a congeniar poética y humanamente desde su particular idiosincrasia. Está dirigido tanto a los lectores amantes de la poesía de nuestro tiempo como a los que se inician en cualquier camino literario, y también a los interesados en la riqueza léxica del español, a los traductores y a todos aquellos que deseen ampliar sus conocimientos sobre la enorme diversidad idiomática de los países hispanoparlantes.

Es una brillante alianza intercultural a través de la palabra como nexo artístico. Un libro de identificación y búsqueda, escrito para abrir puertas y ventanas emocionales de vital sugerencia en las paredes de cada intimidad.

Prólogo

Me han elegido, o debería mejor decir, he sido honrado con la misión de prologar este libro. Prologar, escribir el prólogo, comúnmente se entiende como escribir un discurso que precede a la obra, en el que el prologuista intenta presentar o explicar al público lector los contenidos de la misma. Explicar una obra conlleva el riesgo de que quien la prologa trabaje en función de su propia subjetividad frente a ella, de sus emociones y de sus símbolos, por lo cual, explicar algo querido, algo que se ha amasado con las manos y en lo que se ha invertido toda la potencia creativa de la que se es capaz, es como hablar de un hijo. Entonces, no explicaré. Presentaré, con aquello que posee el hecho de presentar: gesto y voluntad de acercamiento.

Provocación. Desafío. Así podría calificarse la actitud común o estratégica que define a una vanguardia. Hablo de vanguardia como desafío a lo canónico estableciendo parámetros que no desarticulen las formas expresivas pero que al mismo tiempo irrumpan expandiendo los límites materiales y simbólicos de lo clásico hacia el tratamiento innovador en el lenguaje, como una rehechura de la realidad de la palabra.

Acercarse al autor con códigos alejados de lo preconcebido para un espacio literario virtual, constituyó en Morgana de Palacios lo fundacional de esta esfera diferente.

Ultraversal es, entonces, un espacio creado por una escritora para escritores, donde el autor se reconozca, además, como lector, en un plano de igualdad jerárquica y este hecho le motive en ambas direcciones: la emoción creadora la emoción participativa.

En Ultraversal, como entidad literaria de vanguardia, la premisa básica es la calidad, calidad que se ofrece como un hito diferenciado claramente de la producción literaria inserta en la virtualidad, transformándola en un referente a la hora de medir el valor de un espacio literario. Esta calidad se obtiene a partir del conocimiento de la disciplina artística que se desarrolla, porque un poeta o escritor que no sabe ni leer ni defender correctamente una obra, suya o ajena, siempre se encuentra en desventaja. La calidad se obtiene partiendo del trabajo de conocimiento conjunto. Trabajo del taller técnico y de taller lector, para que los que integran esta corriente literaria cuenten con todos los recursos disponibles para el ejercicio cabal del arte de escribir y del complejo arte de leer y comprender a otro autor. Esto hace a la formación natural de un escritor.

Decía al comienzo: provocación, desafío, incitación. Así se define el “arrebato”.

Podríamos definir entonces “poesía del arrebato” como la expresión que nace, fundada en el otro, aún en el otro que lleva todo autor consigo y que se anima a descubrir a partir de la motivación. La necesidad de la expresión genuina, obedeciendo a la provocación del pulso general y del pulso íntimo, es una característica de los autores reunidos en esta Antología en la que se funden poetas de diferentes registros y coloraturas, de diferentes enfoques y tratamiento poéticos, de diferentes ejercicios y propuestas artísticas, pero bajo un signo común: la búsqueda de la excelencia, de la nueva semántica textual, de la innovación de lo clásico pero trasladado a la lengua, como ente vivo y en constante expansión. Porque si en algún momento la lengua, para ser poesía, deja de ser “lenguaje” abandonará su entidad de espacio donde la plenitud de todos los sentidos se revelan.

Los poetas que aquí se leen, han hecho del desafío Ultraversal la expresión de su propio arrebato, por lo cual, Ultraversal configura un registro altamente poético que se constituye en una obstinación, la de perseguir una forma que a veces anuda y a veces, sencillamente, se dispara.

Acerca de Morgana de Palacios