La pasión triste,
según el libro homónimo de Gavrí Akhenazi
Autores que aparecen en esta edición
Almudena Santalla
Arantza Gonzalo Mondragón
Elhi Delsue
Enrique Ramos
Eugenia Díaz Mares
Eva Lucía Armas
Gavrí Akhenazi
Gildardo López Reyes
Isabel Reyes
John Madison
Jorge Ángel Aussel
José Carlos Hernández
Juliana Mediavilla
María Del Mar Lana
Máximo Pérez Gonzalo
Orlando Estrella
Ovidio Moré
Ronald Harris
Rosario Alonso
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Revista Ultraversal ed. Nº 5
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La palabra es un arma. La palabra es una institución de la metáfora y tiene un peso específico dentro de cualquier desarrollo textual, inclusive atendiendo a sus diversos pesos semánticos de acuerdo a la ubicación intencional que demos a un mismo vocablo. La palabra es una dirección de la voluntad expresiva. Mediante ella, se marca el sentido de circulación de las ideas y una misma palabra, adecuada a una determinada intención, sirve tanto para el amor como para el odio, porque la palabra en sí misma es metafórica, simbólica, es un elemento propio de un código que debe ser interpretado a partir del lecto y las condiciones en que se emplee. Rodeada de otros símbolos que generan lo denotativo, una palabra siempre resulta connotativa en sí, porque depende de sus intérpretes que son los considerados receptores del mensaje final que la palabra representa y son los que deben aplicar interpretativamente la intención que tiene el símbolo colocado en tal o cuál posición dentro de lo oracional. En nombre de la misma palabra, pongamos por caso Dios, se mata o se salva. Esto ocurre por la interpretación que se le otorga y el valor semántico que tiene para cada receptor, de acuerdo a su ámbito: “Dios lo manda” (como ejemplo de lo anterior). Desde los simbolismos, las culturas trabajan sobre sus diseños comunicacionales y modifican el valor aséptico de los semas para reconvertirlos en una resemantización necesaria por el valor electivo que le da la cultura que los emplea. La pérdida de la palabra es la pérdida del código completo y de sus variables, como aquello de que un kilo de plumas pesa igual que un kilo de plomo, ambos serán kilos, pero de diferente material y por lo tanto, pese a ser kilos, no son equiparables en una misma función. En la actualidad hay una batalla de códigos que desarraigan las palabras para desarrollar mutaciones que se apartan de los valores simbólicos. Es el caso de la palabra “bizarro”. Según algún aberrante traductor perdido en los anales de la semántica contemporánea, la insólita traducción de un adjetivo inglés en su traspolación al castellano (ignorancia de ambos idiomas pura y dura y sin apelativo) ha vuelto del revés el significado y el símbolo que el español le otorga a esa palabra, justamente mutándola en su símbolo opuesto. Y lo más trágico es que no se produce la corrección desde ningún lugar y aplicar la tergiversación pasa a ser de uso común. Alabar a alguien con la palabra bizarro se ha convertido en insultar a alguien con ella. Sucede que los escritores no están exentos de estas peculiaridades, ya que hasta la misma palabra “escritor”, con el advenimiento de las redes sociales, ha dejado su valor semántico por el camino imitando a la palabra bizarro. Me pregunto ¿qué querrá decir dentro de un tiempo lo que hoy escribimos aún con los símbolos dentro de sus expresiones semánticas?¿Dirá lo mismo que quisimos decir o justamente lo opuesto? Verdaderamente trágico sería que no dijera nada, porque la Humanidad haya regresado a entenderse con gruñidos.
¿Ves, te lo dije! Aquí, tras el invierno, tras este invierno tan herido y tan hermoso, otra vez reviven los colores, la mar se hace un sínodo de carnes a la intemperie, un reducto suntuoso de lascivia, un canto universal a la belleza.
Sí, te lo dije, tras un invierno de pálidos helores, tras nacernos oscuras las palabras, revivirán las luces y los festejos exigirán su sitio en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas y las gentes afectas de fábricas y de asfaltos, de cinc y de cristal y de cementos, de grises paisajes indestructibles, regresaremos, te lo dije, al aire bruñido y a los azules, al cántico-alborozo de las olas, al olvido transitorio de sus males, a vivir como único remedio, a imbuirse de tus versos y a recordarte, en este caso.
Jota Azimut
Llevo el peso de mi tigre abrochado a la noche matarife inocente recortándome el vino que amable me devora amadas luminarias poblándome en sus dientes nacarados el oscuro. Es su calma, digo, el tigre todo el barro violento de la paz nueva que clama en advertencia, sangre sobre la nieve, luz gacha.
Así, en la noche, me siento de sus fauces inmersas de animal y baldeo mi pánico con cantos melodiosos quedando, de esa burla, contándome la boca, borracho de su número, agitado, tranquilo. Con ello, confío haber logrado en aquellos momentos robados a la piel anaquelar el brillo, capturar los afeites, los giros de justicia de los que el caos se nutre.
Miradlo. Ya me ruge. Hoy toca hacer llanura de nuevo está esa boca en boca de mis faldas nacarando la senda que trazan sus colmillos.
El tigre tiene la noche hoy lejos por poner mi boca en cruz el alba en amenaza.
Doblo mi cordobán, y espero al cazador, al vino violento de la noche, a la música opaca de mis balas.
Esta noche ha de llover a filo.
Federico Ruibal
Sé que estás… aquí en tus palabras, en tus poemas y sus finuras y en la mano tendida a compartir tus sabidurías, por eso sólo puedo agradecer a Dios tu presencia y el regalo de tus versos.
Con pesar, por saberte ya del otro lado, tan lejos nuestro, pero con la fe de que vives y viven tus poemas, un abrazo, señor, caballero de las letras.
Solange Schiaffino
como un andén a medianoche que se vacía mientras los viajes continúan y los amantes miran las rutas de los mapas tomados de la mano y los que aún no tienen casa duermen sobre un bongó envuelto en nylon pasa este día sin haberte alcanzado
sintiendo que llegué tarde de nuevo (y que sabías bien de mis defectos) me queda la sensación de amor de hermano que se posó en mis poemas cabizbajos con la ternura de quien todo lo comprende
esos instantes en que tu voz llegaba al cuenco y se volvía de vino o de agua eran un día de campo
eran de noche con luz de pueblo nuevo probablemente a donde te diriges
no te alcancé –ni con esta alma que suspira— mas dejaste en nuestra banca tus dorados tu letra en los umbrales hacia el triunfo tu piel entretejida en las palabras tu libertad tu vuelo
a lo lejos se escucha un aleluya mientras abrazo un hasta pronto en tus cuadernos
Sabeli Ceballos Franco
Y aire y tiempo cubren lo espantable, para que ni uno demasiado lo ame con oraciones o el alma. Hölderlin -Grecia
Llenas de cosas confiadas, alegremente extendidas las manos hacia el caos en que eres memoria de fuego, traen, desde una imposible primavera, a este vuelo de aves tu asombro monosílabo: ah no a esta hora, no esta tarde de grullas y heliotropos, cordilleras divinamente verticales oh Dios, el pan recién tostado en la mesa y mira: tronco adusto de acebos y riachuelos de dulce resina.
Amable fue, tal vez, el silencio al empuñar su cuchillada de negruras: no viven ya, en tu corazón, los dioses de este mundo. Panderos y címbalos de una canción poderosa maduran el arroz y doblan las montañas, mas tú, en la inocente paradoja de su ritmo, traes los sones del amanecer y un regio olor a madera florecida.
Antonio Rojas
salí con la mente hirviendo de promesas y el corazón atado con tres nudos
cercano el río despeñaba ausencias y el aire respiraba masculino sobre mi boca su hálito desnudo
salí de mí rompiendo las paredes y su cerco de trémulas visiones crucé el umbral del rostro de Caronte y desbrocé la hierba que gritaba bajo mis pies todos tus nombres
cómo no amar el pulso de la vida si late en la corriente de la muerte
tú eres Octubre Rojo y estás vivo yo sigo muerta
indefinidamente
Morgana de Palacios
Has galopado, amigo, por la intemperie inmensa de los versos sangrándote las manos, sangrando la palabra que penetró tu carne y te erigió poeta.
Al vuelo despeñado de tu pluma me acostumbré callada, bebiendo de tu verbo imaginario a la sombra morena de tus dedos, de tus lunas deslenguadas, de tu mundo de cristal y soledades.
Por delante te has ido, compañero, para sembrar de versos el futuro y no sabes, Villena, que me dejas el sello de tu mito en las retinas y un poema perdido en el papel llorando tu vacío.
Luvia Kremel
Hay un hombre sepia acurrucado en la esquina de su dolor desnudo. Es un ser sin rostro tallado por Miguel Ángel en el diván de la ceguera. Séneca caligrafió su corazón para la vida breve, para el camino del sabio que vence al tiempo porque conoce el pasado y responde al futuro.
Hay un hombre sepia que sabe todo lo que no sabe y que disimula el ingenium tras un malabar de mariposas azules.
Este hombre serigrafiado me enseñó los aquafortes del silencio y se hizo pasar por rico cuando mendigué una palabra.
Está en la memoria del agua que viaja al mar, se evapora y retorna a la montaña… es un ser cíclico que se conduce entre hados para llegar con un acento de rocío al recuerdo de las horas de poesía.
Este hombre, amigos, dejó en la mesa de todos nosotros una taza de café que jamás se enfría.
Ricardo Sayalero García
Justo. Llegó Octubre con su actitud de escudo, noble como un caballo con crines de tormenta, manos gigantes de coloso roto y reciedumbre verde de acorazados tilos a colgar su precisa lágrima de víctima.
No quiso ser el mes, le fue impuesto.
Llegó desprotegido, con la angustia creciendo como crecen las sombras en la tarde y el polvo en el camino. Y así, triste, inmensamente triste, abrió su puerta grande, porque grande es el alma en el umbral y grande su equipaje de poemas.
¡Ay! ¡Triste Octubre! Desgraciada tarea te fue impuesta. ¿Puedes darnos, Octubre, los versos que viven como alondras tiritando en el asombro? ¿Los versos con sabor del hombre parco de alma buena? ¡Ay! ¡Triste Octubre! Desgraciada tarea te fue impuesta.
Enrico Espino
La luna se deshoja plateada sobre el luto mortal del cementerio; los cipreses murmuran un misterio que se extiende en el mármol de la nada.
La noche no es tan noche, ni es callada, ni sirve de mortaja al cautiverio de esos huesos que yacen sin criterio sobre el lecho ancestral de su morada.
Noche y luna se funden en quimera. El hombre se estremece, siente pánico, cuando del alma el miedo se apodera;
es un miedo feroz, casi volcánico, plasmado en pesadilla, larga espera, con un poder fatal, casi tiránico.
Vicente Mayoralas
No hay lágrimas que inunden tu latido no hay voz, ni amor, ni besos en tu esquela, no hay nada, nada -amigo, centinela- ni un solo verso más ¿Por qué te has ido dejándonos el cielo sin tu estela? ¿Por qué razón? ¿Acaso no he sabido rezarle a Dios? ¿Por qué lo ha consentido? Y ahora te vas, y sé que, aunque me duela, aunque sufra en mi ser tu desventura jamás podré encontrarte nuevamente llenándonos el alma con tus gozos. No hay lágrimas que apaguen mis sollozos ni hay nadie que te alcance en estatura. Lo sabemos los dos, perfectamente.
Vicente Vives
En cada madrugada, en cada ausencia, se queda el corazón desangelado y siente que por mucho que ha llorado el llanto no ha borrado la impotencia.
El tiempo nos castiga sin clemencia, el que pronto llegó ya ha descansado pero el de aquí espera anonadado mascullando su pena, su dolencia.
Y en cada atardecer vuela en el rojo ennubecido cielo el corazón que busca sin creer que te hayas ido
y se vuelve, y se afana y de reojo, sin querer molestar, con aflicción, ve tus letras y llora compungido.
Idella Esteve
Tanta belleza para vivir sólo una vez compatriotas de la muerte; cuán certero aquel hombre que desgasta segundo tras segundo lo que tiene de arena en la clepsidra del futuro. El amor que se va será una uva que el gusto del recuerdo catará cuando afloren nostalgias del vivir. El llanto es la gimnasia del dolor, así como el paisaje, de los ojos. Los momentos grandiosos de la vida se convierten en sombras que refulgen necias ante el acoso de los años.
Aquí nadie nos salva, sólo queda aferrarse a la tabla del naufragio y aguardar que aparezca tierra firme:
Cuando el enero es blanco
la nieve es negra,
se hiela entre pinares
la madreselva,
y ojo al plantío,
con las hojas del chopo
tapa el camino.
Por la vereda quise
seguir tus huellas,
peregrinando al ritmo
de tus caderas,
ando de noche,
la razón que me guía
sólo es tu nombre.
De eneros tengo parte
de mi cosecha,
pregonando aleluyas
voy por mi aldea,
canto dorado,
puestas de sol que alargan
mi calendario.
Enero será corto
como el estuche
que me trajo un rey mago.
Por dentro luce
turrón y almendras,
en la vida te endulza
quien te recuerda.
Enero paliducho,
escarcha y frio,
parabién de contrastes
de a pan y vino,
quieto y en calma.
La ansiedad que me cubre
guarda mi casa.
Ansiedad
Ser o no ser, mi calidad no existe.
Sigue mi piel con los zurcidos ocres
de mi lejana juventud que escupe
la lluvia amarga de pasados sueños.
Risa fugaz de temporero al saco.
Casa de ayer, con paramera al aire
y soportales con hilvanes de ocio
que alimentaron de alquitrán mi barba.
En peso valgo lo que pesa un mirlo.
De estilizados compromisos lucro,
a media alforja, mi vejez creciente.
No gano el pan que mi sustento exige,
ni aporto el don que a perfección me inclina,
ni soy el ser que mi ansiedad reclama.
La tienda de Modesta
La plaza era sencilla, leve cuesta
en la calle empedrada, y por cimiento
la soledad de un viejo ayuntamiento,
y en la esquina, la tienda de Modesta.
De adobe y corazón creció el poblado,
y en la escasez, las sombras del destino,
sueños de alondra levantando el trino
para olvidar los ecos del pasado.
En los días de otoño una candela
colgaba en cada hogar. De mala gana,
con mueca de hambre y pantalón de pana,
aprendiendo a ser niño, iba a la escuela.
El rostro helado, la mirada ausente,
desnutrido el ajuar de cada día,
y un rayo de esperanza en sintonía
con la inquietud que amaneció en mi mente.
Una casucha oscura era la tienda,
que atendía Modesta, un santuario,
sometido a los ritos de un horario,
mitad despacho, y la mitad vivienda.
Alineados entorno a una farola,
colocada a la puerta de la casa,
con hambre y sed, y la barriga escasa,
los niños de la escuela haciendo cola.
Por despensa un arcón, y en la cocina
con zumo de limón y chocolates
solventaba la sed de los gaznates,
y algún beso perdido por propina.
Cuanto niño creció, amor y beso,
y un poco de ternura en la mirada
de aquella dama, loba enamorada
de limpia voz y corazón travieso.
En forjados de hierro, y por tabiques,
se colgaron escudos honorarios,
y entre letras de adorno y comentarios,
las hazañas de tiempos de caciques.
Modesta se perdió, tarde sin prisa,
con su pobreza al sol de una mañana,
y en los golpes de honor de una campana
se fue su voz y el eco de su risa.
Nadie esculpió su gesto, y en aquellas
calles de ayer, la indiferencia y mito.
Entre el recuerdo, y el altar de un rito.
Lo poco que me queda
El hambre con la sed se acerca a la ligera
lamiendo la pandemia que abrasa mi costado,
y ese grito de ayer, que presumo olvidado,
me rasca en el recuerdo, como si ayer, hoy fuera.
En mis sienes rezuman las mieles de la higuera,
el aroma del huerto, aquel canto rodado
entre cercos de adobe, y albardas de un pasado
con el sello en las noches de luna pasajera.
No consigo el olvido ni afilando mi mente,
y aunque rabie y no escuche, oigo el canto del mirlo.
La penitencia suple el afán de mi encierro.
Al río de mis años, le pesa la corriente,
y en la edad que me oprime, me da miedo decirlo,
lo poco que me queda, pasear a mi perro.
Batallamos cada día con toda esta ternura que llamamos tristemente soledad. Abrimos y cerramos nuestros ojos a tanta maravilla diciendo: “no gracias, hoy no quiero ser ni parecer”. Pero nos equivocamos, y caemos arrodillados cada siguiente ocasión, tentados en la posibilidad de encontrar lo que nos huye; pertenecer no es verbo para moribundos. Supongo que no todo obedece al macabro juego del azar. Eso debería incitar una plegaria, pero mi lengua está cansada de pedir. Quizá me he metido demasiadas cosas en el alma o los alvéolos. Demasiadas trampas. Demasiadas pesadillas. He recorrido este infierno demasiadas veces. Pero hoy todo me parece demasiado: el horario, las luces, el pastoso murmullo de mi respiración. Todo me parece innecesario y petulante: la música que baja de los muros, la sequedad del aire acumulado en las oficinas, todos estos papeles llenos de garabatos incomprensibles. Y si pudiera gritar o llorar, levantarme y destruirlo todo con un alarido, asesinarlos a todos bramando sus nombres en un solo y aterrador sonido, también me parecería demasiado.
La alegría de olvidar
Acceder a esa parte del alma que todo lo puede, que todo lo perdona. Acceder al amor que trasciende la carne, el deseo, la necesidad. Tareas de santo que arruinan el ego más viril. Divinas tareas para un dios pobre, un dios vagabundo que todo lo soporta. El asceta que habita en mí, que duerme en su manta acurrucado en la orilla, esperando despertar. Ese oscuro monje con su puñal de amor que me empobrece. Lo que alguna vez fue poesía en mí, y que hoy no es más que este dulce abandono en la alegría de olvidar.
Sin título
Al final la condena era yo y esta manía insoportable de querer ser otro. Yo y el hábito amargo de suponer que no me amas, que no me amarás, cuando en realidad no hay más cielo para ti que mis vellos acariciando el amanecer de tus caderas. Hay una celda en cada beso, un grillete sexual que arrastramos hasta la saciedad. Pero la condición implícita de odiarnos acaba por ser la única certeza, el vínculo inevitable de esta tragedia griega.
Tomados del poemario de sonetos “A una voz que es la mía” de Vicente Vives.
El soneto de Vicente resulta muy rítmico por la variedad de los acentos en los endecasílabos, entre los que encontramos un cierto predominio de los melódicos, en combinación con enfáticos, heroicos y yámbicos. La rima se ciñe a los modelos clásicos: ABBA-ABBA-CDE-CDE. Entre la variedad de rima en los tercetos, vemos que riman en paralelo: 1º con 1º, 2º con 2º y 3º con 3º.
Forma parte de un largo poemario de sonetos que está colgado en el Foro actualmente, con un dominio de esta estrofa en todas sus variantes: en alejandrinos, blanco, asonante, polimétrico… He escogido éste que responde al soneto clásico y que está dedicado a Mercedes Carrión, por lo que incluyo también su respuesta, para mostrar un ejemplo de pequeño contrapunto, en una disciplina tan difícil como ésta. Pretendo también destacar esa «sincronía» de los contrapuntos, en los que las réplicas tienen que responder al sentido del que las provoca, aunque cada una de las voces conserve su idiosincrasia.
Vemos que el presente soneto es un poema de admiración, de cariño, de complicidad hacia su destinataria, en una especie de reencuentro.
El afecto y sus matices recorren toda la composición, incluso respetando fielmente la estructura del soneto:
Presentación del tema y desarrollo en los cuartetos.
Reflexión de la idea central en el primer terceto.
Conclusión y emotividad en el segundo terceto.
Los cuartetos se escriben en segunda persona y están presididos por el tú, de la destinataria, mientras que los tercetos se centran en el yo, reafirmando sus sentimientos: Cuartetos
Tú, aire de mi aliento…
creadora de la perfecta calma que me ofreces…
me naces, me renaces, y me creces…
y vuelves hacia mí, reapareces…
Tercetos
y quererte, quererte, y adorarte…
no podría pagar lo que te debo…
me puede la verdad de tu mirada…
y por vivir en ella y por mirarte…
En el presente soneto destacamos los recursos por repetición, muy notables en el tercer verso: «Me naces, me renaces y me creces», en el que destaca la trimembración de los verbos, dos con el mismo lexema, también el “me” se repite anafóricamente delante de los tres, que a su vez tienen la misma aliteración de la sílaba “ces”. Un verso muy logrado porque su forma pronominal otorga a la destinataria unos poderes especiales entre maternales y divinos.
La repetición destaca también en el verso 10: «y quererte, quererte y adorarte», también en trimembración, formando una rima interna y con la aliteración rt en los tres términos.
Anafóricamente aparece la conjunción y al inicio de verso, en los versos 6, 8, 10 y 13. Otras veces como nexo del último miembro de la trimembración o de la bimembración:
y quererte, quererte y adorarte
y por vivir en ella y por mirarte
Dentro del campo metafórico, encontramos imágenes que tienden a la idealización de la destinataria en los sentimientos que le despierta:
Tú, aire de mi aliento
creadora de la perfecta calma que me ofreces
esa voz que te inspira, soñadora
Me puede la verdad de tu mirada
Son notables las comparaciones:
vuelves hacia mí… como un ángel de vida
me creces como una rosa blanca
Destacamos también un encabalgamiento que se produce entre los dos cuartetos:
…………………………….Me enamora
esa voz que te inspira, soñadora…
Vemos que todos los recursos están encaminados a resaltar esa corriente afectiva entre el emisor y su destinataria. Sentimientos más cercanos al cariño, a la admiración, al respeto y a esa búsqueda de apoyo en la serenidad que le inspira.
El soneto nos muestra no solo los sentimientos, hay en él toda una confirmación del «oficio» de Vicente Vives en esta estrofa. Éste y otros poemas en contrapunto responden a la poética del arrebato. Acunado en el soneto por los grandes sonetistas de Ultra —él suele citar mucho a Isabel Reyes—, su dominio del mismo le ha permitido saltar a todo tipo de composiciones poéticas pasando de las estructuras clásicas al verso blanco o al verso libre. Poeta prolífico, se mueve bien por todas las secciones del foro, no solo en sus posteos, también acude puntual a la lectura y comentario de sus compañeros en cualquiera de los subforos.
Mercedes nos muestra su respuesta mediante otro soneto clásico que se atiene con fidelidad a la estructura, la rima sigue el esquema del anterior, incluso en los tercetos: ABBA-ABBA-CDE-CDE.
Destaca la musicalidad del poema por la variedad de los endecasílabos, entre los que encontramos un ligero predominio de los melódicos, seguidos de yámbicos y heroicos.
La claridad y la armonía son cualidades que destacan en este soneto que es el contrapunto al de Vicente.
La voz del compañero después de una ausencia convoca a la poeta que nos habla de esa larga espera y lo incita a quedarse.
Los cuartetos describen la inquietud por ese silencio y la espera de una respuesta. Los tercetos recogen ese encuentro y la dulce incitación de la amiga:
Reposa de tu larga travesía…
El escenario del encuentro es en el soneto de Mercedes la Naturaleza, un marco muy reconocible en su poética:
Te presintió mi tiempo en la floresta
Sobre el canto del agua
el arroyo abrazado a los pinares
Quédate en mi cercado
El trino del jilguero, risa pura
Aparecen también términos que identifican la ausencia con un viaje, que se presenta con reminiscencias de lejanas epopeyas:
Marinero remando entre pesares
te presintió mi tiempo…
Aquí donde levanto mis altares,
se nutrió mi esperanza en tu respuesta
Reposa de tu larga travesía
También tu voz descanso se merece
para volver, repuesta, a la aventura.
Puesto que el poema se centra en la voz: mi voz llega lejana…y se dirige a la voz: También tu voz…, vemos que está presente en el poema el recurso de la personificación de la voz, que incluye a su vez una metonimia (la parte por el todo). Es un recurso potente que preside todo el poema.
Aunque ambas voces son las protagonistas, en el plano real, no es la voz, sino la palabra escrita.
En la sonoridad del soneto influye el gusto de Mercedes por las aliteraciones:
desde la luna en vilo de mis lares (aquí con la personificación de la luna que nos sugiere el insomnio en las noches de espera)
Marinero remando entre pesares (aparte de la aliteración, el acierto de ese sentido figurado: remando entre pesares, que es como ella lo imagina, nos presenta la acción en desarrollo y nos hace visualizar la escena y el esfuerzo)
El arroyo abrazado a los pinares (que suma a la claridad de las vocales, la personificación del arroyo).
Los cuartetos discurren serenos con encabalgamientos suaves que finalizan en el siguiente verso. Los tercetos aparecen encabalgados hasta el primer verso del segundo terceto. El encabalgamiento se inicia casi al final del verso:
Reposa de tu larga travesía,
quédate en mi cercado. Ya amanece
y el trino del jilguero, risa pura,
despertará en tus versos la alegría.
Dentro del campo de la metáfora, hay imágenes de una gran belleza:
Marinero remando entre pesares
Sobre el canto del agua
el arroyo abrazado a los pinares
quédate en mi cercado
el trino del jilguero, risa pura,
despertará en tus versos la alegría
Destacamos también ese presente del verbo amanecer, que sugiere el renacer afectivo y tiene un gran valor poético:
quédate en mi cercado. Ya amanece.
Vemos que, al contrario del soneto de Vicente, en éste hay un reparto invertido de las voces: en los cuartetos la presencia del yo y en los tercetos la del tú:
Cuartetos
Mi voz llega tardía, descompuesta
Te presintió mi tiempo en la floresta
Se nutrió mi esperanza en tu respuesta
Tercetos
Reposa de tu larga travesía
Despertará en tus versos la alegría
También tu voz descanso se merece
El amor se manifiesta en el soneto de Mercedes como un sentimiento acogedor que invita a la serenidad, al descanso y al recogimiento y se ciñe por tanto a la demanda amorosa del emisor en el primer soneto.
Los versos son claros, sin artificios ni en el léxico ni en la construcción sintáctica, eso unido a una puntuación abundante versal o dentro del verso, dan al poema un gran dinamismo.
En su lectura destaca la armonía, la belleza y la precisión. A pesar de que Mercedes siempre muestra sus reservas frente al soneto, ella dice moverse mejor en verso blanco, los que la conocemos sabemos que es capaz de ceñirse a cualquier estructura. Poeta contrapuntista por excelencia, ha mantenido contrapuntos en sonetos y los mantiene en verso blanco. Su voz es muy reconocible porque la ha ido forjando y consolidando, no solo en sus poemas, también en los comentarios que deja, o a los que responde en los espacios de los compañeros y en los que se implica a fondo. Es perfeccionista y generosa: cuando uno de sus textos sale a escena ha pasado ya todos los filtros. Se atiene a aquella expresión juanramoniana: “¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas!”, porque en poesía no cuenta solo la inspiración y el trabajo, la inteligencia es también un factor muy importante, puesto que un poema, como cualquier obra de arte, no deja de ser, entre otras cosas, un ejercicio intelectual.
¡No me levantes!, deja que mis pies
palpen las blancas vísceras del aire,
que lo que ayer fue lazo
hoy es horrenda soga,
y es la muerte fatídico presagio
y la felicidad, simple entelequia.
No mires los espasmos de mis ojos,
no beses las tinieblas de mis manos,
que lo que ayer fue eterno
hoy es clamor del polvo,
y es la vida el cantil hacia un calvario
coronado por cruces en la cima.
No digas, madre mía, que fui solo
pálido lis que flageló el invierno,
si hallé en la poesía
todo el calor divino
que no encontré jamás en otro fuego,
ni otro sol, ni otro vientre, ni otro hogar.
No hurgues en la umbría de mi fe
mis alucinaciones y demonios;
abre veredas nuevas
con tus dolores viejos
y en el altar, refugio de tus santos,
ponme, madre, de hinojos ante Dios.
Ábreme con cuchillos de la aurora
para que broten todas las luciérnagas
que quedaron cautivas
en mi sangre quijote,
y amarra en los puntales de la noche
los volantines que jamás icé.
Esparce las cenizas de mis versos
en las aguas del mar de las Antillas
¡Que surquen victoriosos
continentes de espuma
y renazcan blanquísimos de luz
en los silos poéticos del alma!
La crítica
Inspirado en el artículo «De odios necesarios y otras literaturas» publicado en la Revista Ultraversal n.° 3, de nuestro compañero Gavrí Akhenazi, y a él dedicado.
Parecía en el fondo de su fosa
un souvenir de la desidia humana…
Su voz, que de la lengua fue soldado,
yacía en la conciencia sepultada
y era una piedra oscura enmohecida
su corazón de cáñamos y dalias.
Allí estaban, al pie de su sepulcro,
los pseudos más sesudos con la farsa
de su gran «patrimonio emocional»,
sus berrinches pueriles y patrañas,
sus moldes y su ego, sus falencias,
la métrica excusándoles la plana,
sus imposturas y sus fondos Disney
y el ludismo en su forma más prosaica.
Allí estaban, al pie de su sepulcro,
con sus negros crespones y corbatas,
sus versos con olor a naftalina,
estériles las sienes de metáforas
y el tosco diccionario de clichés
y la obvia torpeza en la palabra.
Nunca hallarán el tiempo que no sea
el de ver sus ombligos y medallas,
abonarán las sendas del elogio,
crecerá entre las rosas la cizaña.
La matarán mil veces, como aquella
canción de Soledad a la cigarra;
pero mil veces resucitará
con la fuerza que tiene la esperanza.
La crítica es amor, es altruismo,
no el indigno argumento que difama,
una cantera de la poesía,
un remanso de tinta, una ventana,
un ejercicio humano, una virtud,
una espada en la roca literaria.
Semblanza
I
Tal vez fui bendecido el día que la Muerte
vertió su suero amargo en el cáliz materno
y quiso amamantarme de sus senos inmundos
para que nunca vieran mis ojos la alborada.
Tal vez nunca lo he sido… y mis lábiles sueños
aprendieron el vuelo que no pueden las alas
y mis sienes palparon el pedazo de cielo
celosamente oculto detrás de las palabras.
Yo amalgamé la plata, el jade y la genista
recostado en la hierba, bajo lunas y soles,
y me amparé en la música como un ciego al sonido,
y ensordecí de rabia del amor las campanas
para que no quedara ni un atisbo de sombra
que pudiera empañar el prisma de mis versos.
Y fue así que empezó la hermosa travesía
de este epígono triste de vuelos nerudianos
que amó su glauca esencia, su inusitada lira,
sus osadas metáforas y el tristísimo acento
mineral y salino de su voz de atalaya.
No sé cuándo llegaron las Piérides del alba
con sus labios etéreos a besar mis silencios;
sólo sé que era noche mi nemorosa vida
y flagraba en el novel tintero de mi sangre,
como tímida llama, la luz de la poesía.
II
Así fueron naciendo mis primeros poemas,
como constelaciones de universos ignotos,
y mudaron el pálido color de su plumaje,
y vencieron las simas del fondo de mi alma
como aves que emigran buscando su destino
Muchas veces cayeron de bruces derrotados,
otras se levantaron como atlas soberbios
y cargaron el peso de toda mi existencia,
de todos mis azares, de toda mi amargura.
Y surcaron el aire como australes cometas
que vuelan anhelantes buscando entre las cosas
la unicidad sublime del instante poético,
ese donde la magia se funde en los vocablos,
donde el aliento suave de la lengua acaricia
como un céfiro blando la gravidez del verso.
Allí están, en la aurora, como gárgolas negras,
como heraldos de piedra, como espejos dormidos,
como simientes nuevas bajo la tierra vieja,
esperando que el cántaro de la lluvia se rompa
y germine de nuevo mi verso en el papel.
Negación del amor
Vengo del fondo de la tierra misma,
raíz de lluvia soy, cieno y tinaja,
soy de la oscuridad negra navaja,
brasa ardiente en el frío del sofisma.
Mi verso es como el ave que se abisma
buscando entre lo bello una migaja,
una rosa de luz que se desgaja
pétalo a pétalo en su limpio prisma.
Vivir, morir tan solo es el reflejo
de lo que soy: el tímido trebejo
que elude los escaques de la ausencia.
Y soy feliz así porque en el fondo,
allí de donde soy, en lo más hondo,
es donde no me alcanza su presencia.
Me preguntaba yo, luego de hacer la siesta, qué pasaría hoy, exactamente hoy. Un Lunes a las seis si me muriera.
Mi amor, mi gran amor del mundo y de los mundos buscaría otro amor, porque tú sabes bien, amigo mío, de amor nadie se muere. Y el hombre siempre vuelve a ser amor.
Es ley de vida.
Mis hijas, mis mataharis guerreras. Compañeras de fatigas del alma a las que hice mujeres antes de que sus ojos lo pidieran, a las que hice montañas sin posibles ascensos de lo absurdo, se buscarán la vida con tal de que la vida no las muerda.
Como les enseñé.
Me quiero más que nunca en esta hora. 6:45 de la tarde.
Cada trozo de carne, de manos y de noche.
De mí, lo adoro todo.
Porque quiero vivir pa’ que vivan los míos mi alegría. Mi son de libertad. Cada grito de guerra que le doy al destino.
Vaya a la mierda el diablo y sus tragedias.
Nunca creí en la muerte. Ni quiero que me lloren.
Que corra el ron sobre cubierta.
Pero aún queda mucho que dar a nuestra flota.
Maferefun mi cuervo, Maferefun.
Ayer mañana y siempre.
Mamá, quiero ser sonetista
Querido Juan Ramón, pido un soneto como quien pide en medio de una fiesta vuelen al aire ritmos de bolero para amarrarse al cuerpo de una hembra.
Tu abolengo y montura, moguereño, inalcanzables son para mi empresa. Lánzame un cable a tierra, viejo arriero, desde tus anchos vuelos de poeta.
Pues de catorce patas y once nudos se presenta la bestia ante mis ojos retándome a montarla en desafío.
Si domarla consigo, te aseguro, la bulla va a escucharse en «Alto Songo».
En su grupa violenta voy mecido.
Aún sigo en Estocolmo
Aún sigo en Estocolmo.
El galeón se derrumba sobre la laxitud callada de su suerte.
Es un Lázaro envuelto en un sudario blanco de carámbanos a la espera de Cristo, un témpano aquietado sobre el mar negado a subyugarse.
Hoy nieva en Estocolmo.
El ancla se resiste a toda orden.
La arboladura gime y el velamen sisea moribundo entre mis rezos. Los ángeles custodios han tendido sus alas sobre el sindicalismo de la huelga.
El tiempo confabula.
La ciudad confabula como una bailarina caprichosa que ofrece a los turistas y portuarios su exigua pompa de gogó falsaria solo por retenerlos.
Quizá mañana.
Quizá mañana ronden otros vientos y llueva en Estocolmo.
Desde cubierta exijo a lo divino: —Que no cese. Que no calle, Señor mi delgada llovizna libertaria.
Ésta palabra ardiendo que me cruza la frente y los deseos.
Que no calle tu índigo de peces ni tu morral de panes de futuro que barre con pensarte las rejas de mi oscuro falansterio.
La buena estrella
Algunas noches no quiero ser marino. Solo Goriot.
Ese Goriot tan francés y abnegado que ofrece sus rodillas a tu joven ventura y bebe sopa amarga con migas de pan duro sin quejarse durante todo el año.
Y el otro, y el siguiente.
Para cumplir con todos tus caprichos. Mi botín a los vientos para limpiar tu estrella.
Pero no necesitas un Goriot, sino a este Draco de papel que mata a puros cañonazos, a los caimanes fieros de la ciénaga que veneran a Giorgio.
Un igual que conozca la magnitud y el peso de tu terrible caja de pandora.
Nos cubren las tinieblas como mantos del mal, horadan pensamientos que quedaron varados en ambientes hipócritas.
Así estamos, mi nena, viendo en los mares rojos impensables señales de un mundo sin razón.
Traiciones encubiertas como velos mugrientos que enlodan los caminos para que resbalemos sobre esa mierda húmeda que nos arropa hoy los sueños inconclusos.
La vida pasajera nos obliga a mentir y solo las verdades las usamos de paso como puñales finos para herir las ideas que defienden el mundo.
-Y que por cierto está- en manos de cabrones.
Vamos para la cama que es el único sitio donde somos nosotros.
Ahí quizás logremos ser felices un chin.
Entonces la mañana nos despertará lúcidos pero si nos pasamos la gran noche fingiendo que somos detectives, entonces somos pillos y estamos atrapados.
Hombre
Tomaste posesión de un horizonte límpido —el que la rigidez te fijó en la mirada—, ese fue tu sendero que habrías de trillar y caminaste incólume cual guerrero de luz.
Fui tu primer destello, sol que te deslumbró y motivó la fuerza de macho convencido con su inmenso poder y de inusual sorpresa e instinto maternal ¡ vaya la vida extraña!
Hiciste añicos normas sagradas hasta hoy pero, ¿de qué maldito material te fundieron?, una incógnita grata que me sigue feliz. Bien hubiera querido heredar tal proeza.
Sentí en mi piel de niño tu firmeza letal que marcó como hierro mis tiempos del futuro ¿fue mi necedad bruta o tú fuiste vidente? Incorruptible ser, lo fuiste hasta tu ocaso.
Te honraré mientras pueda, pero no soy igual. Tus tiempos fueron calmos, los míos turbios, padre.
Huérfano
Te mecieron con cantos que aún recuerdas. Fueron notas muy breves, canciones sin final que el destino truncó por azares secretos. Esos versos de paz hoy son baladas tristes cosas que el gran amor desconocía, niño.
Hoy vas de salto en salto buscando las respuestas, incógnita de vida oculta en pesadillas. Solo el tiempo descifra estos juegos del hambre y lo hará con tu vida y también con tu muerte. Tú, trata de ganar, que perder no es fracaso.
Una inocencia muda, una infancia perdida en calles de avatar con suelos movedizos donde naufragan sueños de bebés hechos hombres a fuerza de sus huevos curtidos en las lides de luchas desiguales contra un mundo sin alma.
Temores…
Temes a la muerte siendo un laureado que ganó la vida por suerte o azar en un maratón de miles de ansiosos en busca del premio de un vientre materno.
Esos perdedores también lo soñaban ¿Sabes dónde fueron? A burdos canales y jamás verán ni las sombras muertas de su travesía hacia tal incógnita que solo un dichoso como tú conoces.
¿Y tú, qué esperabas? ¿Ser un inmortal?
Eres privilegio, todo un monumento que respira y sangra, que come y defeca ama y también odia, -especie de Dios- sobre un suelo turbio donde tú pernoctas y ahí quedarás con tus blancos huesos.
Tú sigues temiendo pero es a la vida pues ésta se esfuma y no hay ningún modo de variar el curso de esa gran verdad.
Me propongo adivinarte
aunque sé que tú me ignoras,
mientras me dejas colgado
de una percha para besos
en el fondo del armario de tus dudas:
entre un vestido de fiesta
y alguna reticencia a nuestras fantasías.
Mi único empeño entonces
es empapar de amor a tus hormonas
y a ti envolverte en citas románticas,
mientras te pienso en clave de sexo
e intento seducirte
con todo lo que tengo a mi alcance.
Porque llegados a este punto…
no quiero seguir perdido
en la confusión de tu fondo de armario.
Dinámica de la vergüenza propia
Me cayó encima como si fuera un mundo
y no supe librarme de tanto peso,
quizás porque me faltó astucia,
sesera
o el coraje suficiente.
Lo cierto es que me hizo trizas la moral,
me abolló la armadura de las certidumbres,
llenando el aire con mis rubores
por toda la verdad desoída.
Al menos pude conservar
el cuero que me envuelve los huesos.
Un instante eterno
De cómo puede el sol de la mañana,
suspendido sobre un mar en calma,
redimirme y transportarme a un lugar
desconocido de mi propio universo.
traza un surco de fuego lacerante
y estalla su poder ante mis ojos
cuando agota su viaje por la lámina inmensa
nimbando el horizonte
lamiéndose la sal
.
me sobrecoge tanto como me reconforta
la pasión del abrazo
dejándome temblar en el umbral del éxtasis
sólo pienso en fundirme con un todo
del que integro la parte más humilde
y la intuición me anuncia perdurable
La serena brevedad del agua
I
Susurro recogido el de la lluvia
cuando sutil se vierte
componiendo aguazales cristalinos
en la fría piedad del roquedal:
lágrimas
que la tierra cobija.
II
A las puertas del alba
son los inquietos dedos de la brisa
los que rompen la esférica presencia
de la luna, alterando su reflejo
sobre el mutable espejo de las aguas.
III
Apaciguo mi sed en la gárgola espléndida
por la que mana vida esa montaña
de cima encanecida por la nieve.
Porque estaba cerca vio como él miraba la fotografía. En ella, un hombre con la cara contraída y los labios apretados llevaba un niño ensangrentado en los brazos. Alrededor se distinguían cuerpos dislocados esparcidos por la acera y, sobre el fondo, el esqueleto de lo que antes fuera un autobús, rodeado de humo negro.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó entonces a su esposo absorto en el periódico.
—Nada. Lo importante es que hoy hay fútbol; he quedado con los amigos y no vendré a cenar.
Difícil despertar
A través de los párpados que se mantenían cerrados contra mi voluntad, cosidos por un calor sofocante que había sellado sus bordes, supe que la luz era intensa. No podía moverme, aunque sentía que me balanceaba en el aire como si estuviera en aquel columpio de mi niñez. Un delirio de días arrinconaba los recuerdos, y la pérdida de esperanza y fe empezaba a doler menos al ser barrida por la resaca de vacíos de mi mente. A intervalos, unos ecos lejanos se hicieron presentes y la espuma del agua hirvió sobre mi piel alcanzando con su sal mi boca. Entonces recordé que me encontraba en una barca que seguía su viaje sin rumbo.
SOS
Las palabras convocaron a las letras en una reunión de urgencia para notificarles los nuevos ajustes. Era necesario ahorrar tiempo y espacio. Se cedieron la voz unas a otras. La Q dijo que no podía mantener a la U y a la E y las despidió sin indemnización. Las demás, arrinconaron a los acentos y marginaron a las vocales. Al final de la reunión, irrumpieron con voces destempladas los signos matemáticos y en su glotonería financiera, se merendaron algunas palabras haciendo valer su fuerza. Las letras enfurecidas se pusieron en huelga. Sólo los puntos y las rayas se quedaron al margen. Comenzó entonces la edad dorada del Morse.
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El 2.015 ha sido un año duro para todos, un año en el que se ha puesto en evidencia que el hombre con Dios en la boca, es el peligro más grande de la humanidad, y en el que hemos seguido juntos, quizás porque cuanto más inhóspito se hace el mundo, más necesidad tenemos de compartirnos a nivel almático y regalarnos lo único que no pasará nunca de moda: la emoción.
Sentí que pese a los problemas de cada uno, las enferme-dades, las tragedias y hasta la muerte de algún compañero, o precisamente por todo ello, sería hermoso reunirnos para hablar, como tantas otras veces, sobre la vida con todas sus consecuencias y ceder al golpe de la inspiración que suele ser tan positivo para los que pertenecemos a la corriente literaria que bautizamos como «Poesía del arrebato». Ceder al impulso de la inspiración, aunque uno empiece a escribir algo como ejercicio de costumbre, porque el poema va tomando por asalto al pensamiento y termina adueñándose de él.
Os convoqué y una vez más habéis respondido con el espíritu de los ultraversales a la llamada a la acción.
Ultraversal va cumpliendo sus ciclos vitales, sus objetivos, sin prisa pero sin pausa, y en este año, la Revista adquirió consistencia dando una idea muy aproximada de la altura poética y literaria de los autores que componen nuestro proyecto, con el que seguimos adelante en todos los frentes potenciando calidad sobre cantidad, sin olvidarnos de la solidaridad tan necesaria en cualquier faceta de la vida, e imprescindible en la lírica y la literatura por ser un ambiente extremadamente proclive al egocentrismo.
Lo mejor que se puede decir de un Ultraversal es que, además de ser buen escritor, digno escritor, es solidario, sincero y generoso con sus compañeros a la hora de com-partir conocimientos sin melindres ni falsos pudores para ejercer la crítica honesta que ayude al crecimiento de todos.
Estoy orgullosa y agradecida de compartir la vida con vo-sotros y os lo hago saber, porque somos mucho más que un grupo que se reúne para desengrasar neuronas dialécticas: somos un auténtico ejemplo de creatividad literaria vanguardista.
Salud para todos y no olvidéis compañeros que, hoy por hoy, seguimos siendo el futuro.
Un año más que pasa y sigo viva.
Algo obvio, quizás, para la gente
pero no para mí que estoy amenazada
por la «larga y penosa enfermedad»
a la que alude el mundo
cuando, disimulando en un susurro,
pretende hablar del cáncer
como si fuera algo vergonzoso.
El mundo, sí,
qué discreto y delicado para ciertos temas
y qué salvaje y turbio para otros
donde la crueldad la ejerce el hombre
y no precisamente,
con la total indiferencia de Natura,
sino con la ambición que frena y desbarata
la evolución del bien en nuestra tierra.
Nada cambia en el mundo,
la carne sigue siendo fragilidad sufriente
y el demonio se impone con su imperio
caótico y perverso sobre todas las razas.
Escriban un poema que no sea un panfleto
de los muchos que surgen por las redes,
una emoción que, humana, se aproxime
al otro con las letras extendidas,
los pájaros dispuestos para el vuelo más alto
y el diente para el hambre que nos acucia a todos.
Un rítmico poema
que ponga los acentos en la vida
porque tendremos tiempo ad aeternum
de ser fans de la muerte.
Escriban el poema que acelere los pulsos
de los que, por amor, siguen despiertos,
y avanzan por amor y se rebelan
ante el inmovilismo de las masas.
Nihil novum sub solem, compañeros,
pero escribamos viejas cosas nuevas
y estrenemos el alma.
cada vez me veo más como un enfermo
me veo y me siento así, como un enfermo dentro de un leprosario
como si yo habitara en otra realidad
en otro mundo que no queda en el de las cosas putamente buenas
no puedo atribuir a nadie más que a mí esta sensación
esta hambruna de hombre
esta carne del corazón que se me atrofia un poco cada día
cada hora
cada oscuro minuto en el que roto sobre el eje de los malos vientos
no reconozco en el Diablo un enemigo superior al hombre
no he visto nunca a ese señor
pero he visto kilómetros de serpientes con sonrisas hipócritas
antropomorfas y políticamente correctísimas
empáticas serpientes a las que solo emociona su saliva asquerosa
cuando babean delante de un McDonald’s
ya sé que existen como criaturas que nos rozan a todos
y que animan la vida colosalmente impune
en la que nacen, crecen, se reproducen, mueren
mientras joden al prójimo con sus manos lavadas
y sus trajes planchados
y su voz que no sirve más que para callarse
qué es el mundo sino una pantomima
sin dioses y sin diablos
todos murieron cuando el primer hombre
ejerció la humanidad sobre la tierra
Qué difícil se hace escribir sobre el mundo
sin caer en panfletos demagógicos.
Yo prefiero llevar el dolor en silencio
como el Dios que se usa en todas las matanzas,
el Dios que observa y nunca da respuesta.
Yo tengo que sacar a mis demonios
tan inocentes y catárticos,
a veces tan amables,
a veces tan esquivos y poéticos
y los invito a un trago que adormezca
el profundo dolor de ser humana.
Qué poca cosa soy entre tanta barbarie
pero aún tengo un corazón dispuesto
a compartir contigo la utopía.