El mundo, el demonio y la carne, por Rosario Vecino

busco

es un vicio implacable

nunca tuve un mapa
una señal
que me indique que no hay más mundo
que el que exhibe esta vidriera
de trajes con sangre de alta costura

siempre sentí que la vida es una situación
cada uno baila con la que le toca

o no

yo me reconozco genocida
de cada célula que intoxico
con humo
con fármacos
con rabietas que producen taquicardia

pero sigo buscando-me sin ningún temor
mis pobres demonios se vuelven pigmeos
ante mi inmaculada prepotencia

Acerca de Rosario Vecino

El mundo, el demonio y la carne, por Orlando Estrella

Incógnitas de vida que se tornan fantasmas
vacíos sin respuestas que llegan sin verdades
traumas que te corroen como el ácido al hierro.

Trastornos de conciencia dilemas y conflictos
del ser y del no ser, eterna dualidad.

Creces oyendo Dioses que proclaman bondades
dando la otra mejilla al atorrante vil
te hablan de perdonar criminales de guerra
enemigos eternos de la paz de los hombres.

Borrón y cuenta nueva impunidad e indultos
palabras que confunden y burlan el saber
mientras ¿que tú vislumbras? un mundo endemoniado
donde Dioses y Diablos moran en la indolencia.

El mundo, el demonio y la carne, por Joan Casafont Gaspar

¿Cómo hablar del demonio, del mundo y de la carne,
obviando lo más obvio que para mí es la muerte?
¿Y cómo obviar el hecho de nombrarla
si yo constantemente estoy siempre a su lado
luchando para que me dé respuestas
sabiendo de antemano que no me las dará?

Quiero dejar constancia que no puedo
resignarme a morir si no he luchado
contra el paso del tiempo que malvado
me encamina acucioso hacia un final.
Tal vez no debería dar más pasos
si la vida tan solo significa
esta angustia que duele y mortifica,
que constata que soy un ser mortal.

Si de alguna manera yo pudiera
revertir este tiempo que la vida
me robó por perder en la partida
que jugué contra todo porvenir.
Si al menos yo pudiera responderme,
ser capaz de explicarme de algún modo,
por qué la muerte acabará con todo,
con mi voz, mi camino, mi sentir.

¿Dónde hallar el final de este martirio?
¿Es qué va a ser la muerte quien me ayude
a escapar de este angustia que sacude
mi cuerpo, mis entrañas y mi alma?
¿Es que va ser la muerte compañera
del camino de paz que necesito,
la que me salvará de estar proscrito
la que me ofrecerá reposo y calma?

Hoy puedo imaginarme mi futuro,
incluso verme inerte en una caja,
silencioso, luciendo una mortaja,
con la tranquilidad de conocer
que la muerte y la vida van unidas
como la cara y cruz de una moneda,
sin que nada ni nadie las preceda

sin un hoy, ni un mañana ni un ayer.

Acerca de Joan Casafont Gaspar

El mundo, el demonio y la carne, por Eva Lucía Armas

resolveré la vida enfrentando este miedo
y mataré los diablos con la mano en el alma

si no escribo habré muerto como una planta seca
en una macetita que se olvidó el vecino
en el décimo piso de una torre sin nadie
después de la mudanza que la dejó tan sola
en el sol de noviembre

yo no diré ¡ay de mí!¡que cálices amargos
pusiste en mi camino mientras buscaba agua
vida que me vivís, humanamente!

llevo la miel conmigo
el sol es siempre mi defensor y aliado
y en los rebordes del camino hay verdes

siempre escucho los pájaros
mis hijos están sanos
mi perro sobrevive a todos sus problemas
y después del pulgón
los pensamientos y las alegrías han florecido fuertes
ante la luz del este melancólico

yo sé que nací efímera en medio de los siglos,
que el demonio ha querido seducirme de prisa
y hacerme de su corte
que el mundo gira impávido en su peor frecuencia
y que la carne es apenas carne
apenas carne
apenas carne, putrecible carne, que se enferma y se muere

pero este ser que soy y que fue destinado a la batalla
es un idioma fértil
tan hijo de la luz que se deslumbra solo ante el espejo
y que nunca, jamás
se ve como una pobre y demacrada víctima

¿qué más puedo pedir?

ya me creció el cabello

Acerca de Eva Lucía Armas

El mundo, el demonio y la carne, por Vicente Vives

Partiéndome la vida
voy a abrirme en canal y descarnarme
para sacar de mí la flor que guardo
desde que me conozco.

Sigue brotando dentro
con la fuerza de un tronco inalcanzable
y quiere armar un bosque entre mis venas
de plástico y de sangre desangrada.

Dejaré de ser hombre —dichoso el día—
una noche de éstas, la más horrible
y pasaré a ser bosque de pinares
y eternidad de dioses en la tierra.

Ninguna mala hierba en la espesura
ni un arbusto de espinos en los valles.
Un río pequeñísimo de piedras redonditas
y agua de cristales en un millar de espejos
para calmar la sed de los hidrópicos.

El mundo, el demonio y la carne, por Juliana Mediavilla

Hace ya tiempo que me duele el mundo,
con un dolor tenaz en el costado.
Como una barca frágil que hace aguas,
tan expuesta a las olas y a los vientos,
el mundo balancea su naufragio,
de poco han de servir curas y parches.

Clonaron al demonio y hay demonios
por todas las esquinas
siempre dispuestos a comprarte el alma.
Desalmados los hombres cargan tristes
—desahuciada y perdida la ilusión—
el fardo de la vida y sus cadenas.

Pecado era la carne, así nos lo enseñaron
cuando era tierna y joven, tan propensa a pecar.
La vida era cuaresma permanente.
La carne por fortuna es también débil
y en su debilidad lleva la fuerza:
la moral desconoce esos recursos.

Acerca de Juliana Mediavilla

El mundo, el demonio y la carne, por Victoria Tejel Altarriba

El mundo hiende el alma como torre de arqueros,
saetas de violencia torturando mi entraña,
arropada en barrotes, enfermedad y muerte.

No tengo nada más que ofrecerte en candil
que demonios meciendo mi carne tierna y débil
como luz de luciérnaga enroscada a mi cuerpo.

Quiero olvidar mi carne y el demonio y el mundo
y ser un ritmo largo besando un cielo limpio,
mecer un arco iris de oro y cristal amante,
romper los laberintos y temblar con estruendo
que alcance toda voz; resonar en las almas.

Habladme del incienso, del pan para el espíritu
como tallo encendido sobre ritmos de aurora;
contadme del amor, de su capa de luces,
de las remotas tierras que son cálido rezo.

Decidme que en el mundo se abre un amanecer,
que el Hombre ya no llora, que es blanco y sin lamento,
que evoca en su contento días de honor y gloria.

Dadme en suma esperanza y no angustia y tristeza.

El mundo, el demonio y la carne, por Mariví González

Nadie podrá quitarme la palabra,
aunque a veces mi voz
sea de agua y tiemble
cuando la soledad se asoma al precipicio.

A esa tierra sin alma
donde habitan los hombres de corazones secos
que la incitan al salto a lo insensible.

Pero nada podrá congelarle la vida.

Yo voy con mi dolor entre los ojos
buscando algún lugar lleno de pájaros
donde los miedos vuelen,
donde se pare el vértigo,
donde las piedras cierren sus ombligos
y las distancias abran sus sorderas.

Nadie podrá quitarme esta palabra,
esta obesa palabra que recorre y recorre
los mapas hacia el sol
hasta quedarse quieta y en los huesos,
exhausta,
pero con una luz siempre encendida.

Acerca de Mariví González

El mundo, el demonio y la carne, por Silvana Pressacco

Cuál será la palabra poderosa
que rompa las costuras de los párpados
y cosa en nuestras manos dedos multicolores.

En qué otoño caerán las armas
para abonar el mundo.

Qué río lavará los ojos de inocentes
y les presentará sus sonrisas sin hambre.

De qué semilla nacerá la estaca
que venza los demonios.

Acerca de Silvana Pressacco

El mundo, el demonio y la carne, por Mercedes Carrión Masip

la amnesia nos transita anestesiados

zombis autistas
de risa medio ausente
ajenos al dolor al odio y a los mapas
que el miedo desdibuja

el presente encapsula la inquina de la historia
la guerra se traviste y vuelve a escena
con ínfulas de estreno

que nadie se confunda si el diablo
aparece en pantalla repartiendo
con gesto politólogo
el mundo entre los dioses
sus sectas y herejías reventando
la carne de quien sobre

si un día la mañana no me ofrece
resquicios de promesa
rendijas de pasión para abordar
la vida en lo inmediato y compartirla
soltaré las amarras del recuerdo
zarparé de inmediato hacia otra luz
en busca de otro altar y otro legado

dejando que el olvido
habite mis estancias

de algo hay que morirse

mientras eso no llegue
hoy pido por vosotros
como pido por mí
por los míos
por todos

aunque hace mucho tiempo
que dejé de rezar

Acerca de Mercedes Carrión Masip

El mundo, el demonio y la carne, por Ovidio Moré

Yo tengo
algo de Satán, y de algoritmo,
de matemático ente endemoniado,
de poros que destilan un azufre
inocuo y, a la vez, algo perverso.

Tengo
algo de ángel caído, de Ícaro desnudo,
de corazón que late bajo hojas de yagruma,
pero en el fondo, muy a mi pesar,
sólo soy hojarasca voluble.
Irrisorio neonato, blanda carne,
romántico héroe.

Tengo
algo del músculo de la tierra,
de la arcilla cocida del alfarero:
pájaro sediento en su nido,
pájaro de barro (bestia taciturna,
poética bestia
perdida en los pliegues
de la noche incandescente).
Ave pétrea en la rama
de un árbol bicéfalo y triste.
Así me veo,
como en un evangelio apócrifo,
donde los milagros se concretan a golpe de pluma,
a golpe de tinta, a penitencia del verbo,
a silicio de la metáfora.

Tengo
de la carne de la isla, que es madre
y atalaya donde otear el horizonte
de aquel otro mundo arcaico
que ahora quiere retoñar
de entre las cenizas y desde las naves quemadas.

Tengo
del ciclón que silba y saca sus pezuñas
arañando el agua, y luego llora sus lágrimas
de verde cocodrilo.
De esa carne, tengo.
Acaso he de sobrevolar esa galaxia imberbe
que saca sus colores de mundo nuevo,
de estrella recién creada;
acaso he de vestir sobre mis hombros
otra piel de león de Nemea,
ahora, justo ahora, que Oshun
ha llenado de miel las jícaras
y Obatalá pinta de blanco
con cal viva cada rincón,
cada estancia, cada arteria…
Y el hacedor de los caminos,
el inquieto Eleguá,
limpia de marabú y de guao
el sendero que ha de conducirme
al último grito, al último suspiro.

Acaso no soy yo mi propio demonio.
Acaso cada hombre no es un mundo.

Todos tenemos nuestro infierno cotidiano,
el paraíso no estaba a la vuelta de la esquina.
Se equivocaba Vargas Llosa,
el paraíso estaba en mi única neurona,
y hace tiempo,
mucho, pero mucho tiempo,
que celebré sus exequias.

Acerca de Ovidio Moré

El mundo, el demonio y la carne, por Héctor Michivalka

He sido una ilusión inoportuna
siempre que quise nunca estuve listo
cuando lo estuve nunca pude hacerlo
cara o cruz dando vueltas en el aire

Subyugan los aprietos en la vida
y te aflojan la cuerda los fracasos
a intervalos los sueños se despiertan
y a veces por insomnio ya no duermen

siempre vivo sumido en la lujuria
y pago los favores al pecado

Soy el payaso alegre en el entierro
el cura desnortado en una morgue
la nostalgia moral de una ramera
los recuerdos salaces de una monja

me aguarda la esperanza en un andén
comiéndose las uñas de los pies

El mundo, el demonio y la carne, por Mirella Santoro

Me estoy yendo de a gotas,
como migas que caen de un pan seco,
me voy,
pellizcando la nada
para hacerla cenestesia de mis células enfermas.

Me voy de este mundo que amo y desprecio.

Lo amo en el candor de los niños, en sus dientes de leche
o cuando los pájaros en vuelo trazan sombras en el agua,
lo amo en la tibieza de la mano amiga en mis manos.
Lo desprecio en la avidez por los cetros,
en la hipocresía de las guerras santas,
en el gatopardismo, la indiferencia, el abandono.

Me voy,
en puntas de pie para no despertar sospechas
ni sepan que aún estoy
y ser leal a la mujer invisible que siempre fui.

Ya me ha visto la muerte
en alguna de sus rondas hambrientas,
la muerte, portadora de sahumerios de incienso
para cubrir su fetidez.
Ella, la simbólicamente oscura,
es la otra cara de la vida, su inseparable hermana gemela.

Me voy,
encorvada bajo el peso de dioses y demonios, míos y ajenos,
con la bolsa roja de Papá Noel al hombro, vacía de amores:
esa suma de misterios,
pliegues y dobleces de la carne y el alma
un entrar y salir por puertas giratorias
así como entramos y salimos del mundo,
desnudos y solos.

Acerca de Mirella Santoro

El mundo, el demonio y la carne, por Rosario Alonso

Ya sé que el mundo tiende su cuerpo malherido
sobre un diván de acero
y que el diablo le apremia vestido de psiquiatra
con el firme propósito de anestesiar su mente
para estrenar más sangre.

Y así
la historia se repite igual que una condena.

También nacen demonios noche y día
—miserables e innobles—
y se alojan en cada pensamiento
que se acerque a sus códigos,

—nos invaden—

pero saco correas del fondo de mi piel
y los sujeto
con camisas de fuerza improvisadas.

Después puedo sentir que les venzo en la guerra
donde todo sucede a puro corazón,

aunque me dejen llagas sus intentos de fuga
indefinidamente.

Acerca de Rosario Alonso

El mundo, el demonio y la carne, por Ana Bella López Biedma

Dices que hable del mundo.

El mundo era un desierto y yo desnuda.
Eso fue ayer… Ayer e incluso antes.

Y ya no es más.

Como una herida azul, de orillas anchas,
una grieta cansada y sin esquinas
no deja sin embargo
de mirar hacia el sol
entre las sombras de las catedrales
y las esquirlas de fuego.

Yo no soy nada apenas,
un reducto de carne diminuto
que no pide perdón por estar viva.

Pero creo en la piel y en el asombro,
en el hombre mejor porque se sabe.

El mundo tiene manos de poeta
y sigue siendo un pájaro sin miedo.