«Para tu libertad», Ángeles Hernández Cruz

Imagen by Sahil Moosa

Me hiere esta distancia que no se mide en metros
sino en la cantidad de monosílabos
que mengua cada noche en tus respuestas.

A pesar de tu empeño en secuestrar la risa,
en postergar encuentros y en enjaular palabras,
conoces el tesón que me sostiene
y va apretando lazos uno a uno.

Las cuerda que te ató un día aquí en mi vientre
se volverá camino, brisa y agua.

Senda cuando tus pasos
se cansen de esquivar selvas y abismos;
manantial de frescura en los desiertos
de arenas que supuren soledades
y aire que respirar cuando te ahoguen
las esquirlas de sueños reventados.

Para tu libertad busco el abrigo
de la leña que quemo con trozos de mi orgullo
para que arda la escarcha, blasón de tu bandera.


Sin aliento

Las madrugadas sin aliento
se inclinan ante el sol que ya esclarece
las sábanas mojadas de vigilia,
los ojos que enrojecen los cristales
en los que mira ausente mi cansancio.

Las madrugadas sin aliento
llenan de paz la incertidumbre
al expulsar las pesadillas
como el boqueo
de peces rezagados al huir la marea.

Hay otras madrugadas sin aliento,
aire que se ha quemado en nuestros labios
en las noches al borde de tu boca,
y que se troca en súplica extenuada
para que no alboree.

«Sea sombra», William Vanders

Imagen by Víctor Furtuna

Sea sombra -me dijeron-
y fui reflejo colándose
por los resquicios de las rejas.

Luego me gritaron: Sea callado.
Y junté todas mis voces,
las insospechadas, las ocultas, las no tan mías;
y fui atronador dentro de la palabra incesante.

Me insistieron: camine derecho mirando al piso.
Y fui recto por rumbo torcido viendo al cielo.
Entonces los pájaros migraron a mi ojos
y me sentí aumentado en cosas buenas.

Me buscaron, me golpearon y me encerraron.
Me obligaron a borrarme.
Me volví arena entre grilletes,
y salí por pies
a coleccionar caracolas en playas redimidas.


Agradecido

Mientras exista gente más vieja a tu alrededor siempre serás joven. Si sufres, calla, aguanta, sé fuerte hasta el final. Es de hombre tragar nudos y no soltar lágrimas. Vamos, hombre, la vida es dura, enfréntala con valentía.

Desde niño escuché este tipo de sentencias como si se tratara de una receta para el vivir bien. Hoy no gestionaré mi muerte en silencio. Me cansé de ocultar este dolor enemigo. Haré lo correcto: otorgarle al tiempo espacios para las despedidas, una ventana de vida en la agonía. Y como dice Silvio, en ansi dejaré una lista de voluntades:

a.- La docena de bisagras para ataúdes que me debe Raúl, que se las pague a Florencio con 3 arrobas de naranjas. Y que Florencio se dé por bien pagado.

b.- Los sillones de caoba agradezco los pongan en la buhardilla mirando a la ventana. Eso es por si confirmo que uno se vuelve fantasma. Me gustaría en el más allá sentarme un rato junto a mis abuelos-padres.

c.- A mis tres hijas, les heredo todas las pinturas, la hacienda y los poemas inconclusos por si quieren, algún día, continuarlos. Si tocan las bocas de cualquier lienzo apareceré para darles un abrazo y decirles cuánto las amo.

d.- A mi esposa, le debo cada cosa del todo . Convivimos en el triunfo, en la derrota y sobrevivimos sobre rescoldos de velones. A mi esposa, le dejo un te amo eterno sentado en el mueble del ático; ahí cabremos los dos como siempre. Dejo rollos de btc ocultos dentro de un código memorioso, para cuando lo material sea necesario. La maravilla de la añadidura seguirá forjándose, es un imán que nos ganamos a pesar de haber creído en la penuria inmortal.

e.- A mis padres, lamento irme anciano en sus tiempos de vejez milenaria. El tiempo es del tiempo y todos somos la misma semilla. En la arena seremos uno, pronto.

f.- A mi entrañable amigo de las letras y el teatro. A quien rescató de la hoguera mis libros y los acunó como suyos. La trova de esperanza juro sembrarla en el incendio como prueba de su inmortalidad.

g.- A quienes espantaron mi hambruna cuando el vientre se hizo espalda.

h.- Casi siempre se deja algo cuando el habitáculo es abandonado. Se debe a los ojos. Solo vemos átomos lentos. Pero existe la maravilla de lo intangible, eso esencial que pervive en el recuerdo y alimenta el alma. Dejo todo aquello inmaterial que honró mi humanidad estando vivo.


El dolor se amiga de mis huesos. Es cómplice del destino y no pacta con los tiempos extras. Agradecido del mar, agradecido
de las orejas en mis suelas y del dios sin boca que me habló en el silencio.

«Quiero mi ley»,Sergio Oncina

Imagen by Cristiano Temporini

No quiero recoger los frutos fáciles
aunque su carne me estremezca
y la lascivia inunde mis deseos.

No quiero de la alquimia
el favor del milagro
ni el oro en el anillo del cadáver
ni el diamante sin taras
que reposa en la tierra.

Quiero que me desnude cada sueño
y se convierta en furia,
que la sangre me hierva y surja la palabra:
la exacta, la que arde
y calienta los fríos de las vírgenes.

Calcinarme las lágrimas
si solas no me ciegan.

Permitirme matar lo que aborrezco,
amar a quien me ama sin motivo
y recibir la paz de la victoria armada.

Que si existe justicia se dicte con mi ley.


Cansado de mí

Me he cansado de mí
y por eso no escribo como antes,
a todas horas, ávido de letras
que formen lo que siento.

Creo que no estoy bien
porque ya no me gustan mis palabras
y las leo vencido
y con voz pusilánime.

No sé lo que sucede,
si me falta ilusión
para seguir por el camino crudo
del verso y de su ausencia
o daña masticar
porque como sin hambre.

La otra noche miré
a través de un poema
y no vi nada mío,

solo la furia muerta de otro hombre
que alcanzó la victoria, la contó
y no supo vivirla.

«1994», Isabel Reyes Elena

Imagen by Sebastian Mark

Están las fosas llenas de cadáveres,
de miradas selladas
y temblores inmóviles.
Están las fosas llenas de silencios,
de retorcidos gestos
y brazos apuntando,
un revuelo en el aire de mi Bihac herido.
Están las fosas llenas de despojos
y hay ribetes de luto en los dondiegos.
El rictus de la boca se concreta
en un susto pasmado, en un asombro
que se quedó desnudo para siempre
en la noche de Bosnia-Herzegovina.
Están las fosas llenas, rebosantes
de corazones rotos, de recuerdos
que ya no tendrán pecho en que albergarse.
Están llenas las fosas de ausentes recobrados
a golpe de odio y bala.
Sólo la tierra sabe su regreso
.


Metáfora del lugar

Las ciudades en esta parcela del mundo parecen inventadas y tienden a la sublimación de la realidad. El hombre de por aquí lo que desea es encontrarle a la metáfora sus despropósitos, porque se dan con tanta frecuencia los espejismos, que se ve lo que no está; se elevan tanto en el aire las paneras y los hórreos que cualquiera los convierte en castillos. Por esta tierra anduvo Pelayo observando la meseta, mientras hurgaba entre sus secretos, hasta convertir la batalla en victoria.

Los paisajes de estos montes están a propósito para que se resbale el personal por la raya del horizonte y se caigan de bruces al encuentro consigo mismo. La gente va feliz a través de los renglones de su lengua vernácula, y con mucha capacidad de imaginar.

El paisaje asturiano tiene tendencia a darse la vuelta sobre sí mismo y por mor de tantos rodeos y circunloquios por las montañas y prados, posee el don de sobrepasar el aquí y ahora y fantasear más de la cuenta. Los hombres y mujeres de este lado de la tierra, piensan que en el puerto de Pajares se acaba el mundo y se deslíen los colores últimos. Las cosas al fin y al cabo, carecen de consistencia en sí mismas y el ser humano se define como ser abierto al infinito, incorregible fabulador habituado a metamorfosear porque sí la evocación del cortezón de la intemperie. A cada quien le sobra por tales “andarivienes” su ración de herejía. En tales enclaves el burgués falto de mollera, el cura, la sobrina del boticario, el vendedor de pan a domicilio, el lechero…todos están escuetamente centrados en la mitad misma del paisaje desatinado y quieto.

Por acá no hay movimiento. Las figuras que aparecen, si se movieran, ocasionarían un gran desnivel en el universo, pues están convencidos de que tienen en su mano el eje de la tierra.

No se sabe qué tiene este paisaje, estos verdes, sus montañas, las calles de este lugar, el orvallo, el «volanderío» de sus casas sobrepuestas en los pueblos marineros. Los habitantes de este doblez del mapa de la tierra, sobre todo si han sido tocados por el arte, fundan cada mañana el lugar, o lo reinventan, o fingen que lo hacen. No es tan fácil, apenas sí se deja. Está, de algún modo, aguardando y se acicala como una mujer detrás de los espejos. Venid almas sensibles de ahora o nunca, venid, reclinad vuestros sentidos en este paisaje donde el laúd suena en cada paso, en cada acera, en cada mano vibrátil que anuncia un nuevo mundo.

En definitiva este lugar es el resultado de una invención, o el escalofrío de una metáfora sin posibilidad de resolver. Las golondrinas rasantes que antaño cruzaban la cordillera volverán, o han vuelto, como en la rima de Bécquer.

«Respecto del fondo…¿y cómo era?», Silvio Rodríguez Carrillo

Imagen by Jonah Brown

Oscuro, el fondo me recibe y me acompaña
cayendo inútil a mi lado en el absurdo
que el tiempo dicta o nos propone sin hablarlo.
Sabemos tanto de la guerra que ofrecemos
que apenas somos un etcétera granate.

La perra, menos displicente, se acomoda
sonriente y guapa al imposible que se teje
difícil, duro pedernal despreciador
de nubes negras, de riachuelos despojados
de niños breves conquistando un oleaje.

A solas, siempre sin testigos, ocurrimos
arriba, abajo, por los bordes de lo simple.
Igual que un mar que se ignoraba y que aparece
de rojo o negro, palpitando sus crueldades
sin nombres propios, escondiéndose sus víctimas.


«Yo amé mucho a un niño,
y vivimos encerrados cien años en un cuchillo».


Un africano, en el corazón del continente, discutiendo poderes con el sol se entrega al trance a través de un tambor. Desprovisto de hambre, de sed, de una piel que le permita, acaso, acceder a dolores profanos, alcanza el ritmo.

Golpea, profundo. Cada golpe es un gesto en una red de infinitas aristas ondulantes que reciben y transmiten, del impacto, su consecuencia vibratoria; la tensión sostenida por dos manos que se hacen una misma secuencia con el tambor.

El sol recorre la breve y bruna geografía del africano, sin prisa, casi como si lo mirase detenidamente desde varios ángulos. Primero su cintura; de apoco, después, la forma de punta de lanza clavada en la tierra que es la anchura de su espalda, brillosa, imponente, solitaria; su cabeza llena de rizos diminutos, negros, y, luego de algunas horas, el pozo profundo de sus ojos, donde parece habitar el rastro de algo anterior a todas las fieras.

El africano golpea tranquilo un rato más, inmutable al sudor, a las moscas, a la derrota del sol, que de nuevo volverá mañana a examinarle el ritmo.

Del otro lado, donde terminan las redes que el tambor palpita, un niño de plata, de piel blanca, ojos negros y pelo criollo, azabache, murmura preces en el muelle de una bahía en donde las barcazas sueñan, ciegas, atrevidas, con navegar en mar abierto.

«Mudanza», Eugenia Díaz Mares

La casa se hace polvo. Presiento un cataclismo.
Deambulo por los cuartos observando las cosas:
zapatos empolvados, las cajas ordenadas
que siguen en espera del destino final.

Y yo sigo de pie con la corteza dura
resistiendo el embate constante de los días.

Comenzaré a embalar el sentimiento frágil,
la palabra no dicha irá en pequeños frascos,
en la caja de roble mi sonrisa más triste.

Y reservado especial un cofre de cristal
para aquellos que quise y a mí me despreciaron,
que observen fijamente lo fuerte que me hicieron
llenándome de ausencias.

Se acerca ya el momento de hacer sentir mi falta
y despegar el vuelo.




Como todas las noches degustando un café
de tu mirada caen una y mil decepciones,
viendo hacia el infinito recorres esos campos
que labraron tus manos para plantar simientes
anhelando sus frutos.

Te observas apagado los callos de tus manos,
te dueles de la espalda y de tus piernas,
que dejaron sus fuerzas de tanto laburar
y proteger semillas infecundas,
-es lo que siempre dices-.

Te veo como un árbol que agoniza dejando
revestir por los líquenes, viendo pasar la vida
encadenado siempre a la pregunta
del porqué este castigo.

¿Cómo puedo ayudarte?
Toma mi mano y vamos, sigamos caminando
hacia la luz del faro.
Ya tañen las campanas a lo lejos
dejemos el cansancio, la pena y decepciones.

«Imaginarium», Morgana de Palacios

Aquí no se oye nada.

No se ve nada.

Anda rígido el aire
y han crecido murallas de otra especie
impalpables
como un símbolo extraño de impotencia
que aísla los sonidos de la luz.

Soy una carta abierta golpeando cerraduras
destinada al fracaso,
un susurro en la noche
soñando alegorías del silencio
porque el mundo, al final, es un lenguaje absurdo,
un engendro entre MySQL y php
que no será jamás el mío.

Una araña reclusa con tres pares de ojos vigilantes
me amanece en el tórax
y pasea indecisa por mis pechos
desde hace demasiados días.

Ni me inmuto.


*******


En mí no cabe una palabra más.

Todas las paradojas se dan cita en mi almario
pugnando por salir en un momento,
y al siguiente dormidas superpuestas
en sus grises literas submarinas.

No eres tú la causa.

Soy yo con mis cerrojos.

Soy yo en las trincheras del absurdo,
cubriéndome la espalda de silencios,
porque perdí la fe en el mañana
y he de engrasar, sin pausa, aquel fusil de asalto
que tenía guardado para tiempos de cólera.

Pienso si alguna vez estuve en paz conmigo
o es que me la inventé por seducirte
a ti que de la guerra
hiciste el pan caliente
que me diste a comer día tras día.

No eres tú, por más que tus ventanas
se abran a sacrílegos paisajes
y el miedo se acomode a la rutina
de huir hacia adelante, mientras el corazón
no convulsione.

Soy yo con la crudeza de esta boca
que calla mucho más de lo que expresa
y alguna vez, también, quisiera ser de luz,

dolor escintilante de la luz
pariéndose a sí misma
sólo para tus ojos.

«Decir amigo», «No me vengan con necesidades, Eva Lucía Armas

Imagen by Elina Elena

Decir amigo

a Gerardo Campani

La vida nos plantea sus recursos de barro.
¿Qué lejos nos conmina a largamente frágiles,
y pálidos y solos?

Si me doliera menos tu amistad en mis manos
y el corazón tuviera ese cándido eclipse
con que se aparta el día de los ojos del hombre
podríamos bebernos tu agraz filosofía,
tu vino de cosecha selecta y arrumbada
y discutir, nocturnos, la lengua de los dioses
y el pánico del viento sobre los versos planos.

Se quedará la tarde tan tontamente sola
como la vieja noche de cervezas y umbrales
conque arreglamos mundos,
mancamos utopías
y quedamos mojados de soles sobre el río.

No me dejes tan sola
porque ya estoy cansada
de sostener las drizas en mi nave violenta.

Y si te vas un día, «cuando muera la tarde»
las palomas ocultas romperán las fronteras.

Amigo,
amigo mío de los vinos del alba,
siempre serás el tango que nunca compusiste
para que yo bailara tu terco pragmatismo.

Cuando nos encontremos después de nuestros días
hablaremos de todo en lo que no creíste,
pensador de alas quietas
y todo será nuevo
en tu boca prosaica.



No me vengan con necesidades

Ya no estoy para amores de película
ni para suspirar como Gautier
por un Armando más de otros armandos.

La felicidad
es coja y se construye una pata de palo
o anda renga
igual que un pajarito al que una rata hambreada mutiló
pero no deja de volar por eso.

El amor
tiene mucho de hambre
porque el corazón es un desconsolado
que no sabe qué hacer consigo mismo
y entonces busca afuera
igual que una vecina -de aquellas de visillo-
que ocupaban su nada en espiar
qué hacíamos los jóvenes turgentes
con nuestra propia magia.

Ya no estoy para amores. Ni siquiera
recuerdo los pasados.
Espanto a los futuros con el Raidmatamoscas
-y mosquitos-, porque chupan la sangre
de la ilusión que queda
en algún rinconcito donde nadie ha pasado la Ultracomb.

La ilusión es un muerto
a cuyo velatorio nunca iré
porque los muertos siempre nos existen
en el fondo del alma.

Ya no estoy para amores de película
ni para hombres que ilusionen gatos,
ni para hombres a los que ilusionen
brebajes de gastada hechicería.

Casi soy una ostra, hablando mal y pronto.
Pragmática, serena,inteligente,
a veces peleadora,

a veces,
mansa como una diplomática que pretende un acuerdo
pero siempre soy yo,
sola y distinta.

Estoy como «De nos»…*

Ya lo hice todo.
Ahora,
solo quiero a mi perro.

Punto.

Aparte.**

NdA: *Cuarteto de Nos (grupo musical uruguayo)

**Expresión del campo argentino que se usa cuando se separan las vacas que por edad o por problemas, ya no pueden integrar el rodeo

«Historia de unas manos», «Diciembre», Ángeles Hernández Cruz

Imagen by Полина Андреева

Historia de unas manos

Escribe en el reverso de tus manos
“valentía” en mayúsculas,
y al bajar tu mirada en los momentos
en que sientas pisadas de amargor,
recordarás quién eres.

Aunque la vida
no siempre nos enseña su perfil
que viste de hermosura,
me permitió escuchar nobleza en pentagramas
que hilaban tus adentros.

Tus dedos no conocen la arrogancia;
sus durezas sí saben que esculpieron
tiempos y laberintos,
y tus manos guiaron a las mías
a desbrozar malezas para hallarnos.


Diciembre

Me sorprendió diciembre
como una primavera anticipada.

Con tus manos hiciste rebrotar
torrentes en mi cuerpo,
arenal epicentro de una estepa
queriendo ser laguna.

Y me inundaste
con un perfume a sueños,
a soledad difusa adivinada
en la piel de tus labios.

Lucharé por atar a la memoria,
entre mi boca y tu extrañeza,
las huellas de este invierno
que llegó con llovizna hecha de risas
que juegan a encontrarse.

«Me esquiva la calma», «Tres ángeles caídos», Orlando Estrella

Me esquiva la calma

Me esquiva la calma
como un sano a un contagiado.
Será que proyecto un mal de fondo,
una enfermedad esquizofrénica que perdura
pero que no se muestra.

Es la sangre que reverbera silenciosa
esperando lo imposible,
un volcán dormido que ni las leyes naturales
reviven pero que lo angustia.
¿Qué pasó en mi transitar que me aisló de la paz
y me arrinconó como a un perro
que abandonaron por necio y por gruñón?

Será que maldigo lo que otros aman,
lo que me mantiene atado a la soledad
viendo a los malditos disfrutando
del dolor y de la sangre ajena,
muriéndose tranquilos en sus camas
rodeado de sus familiares y secuaces.

Es grave expresar ciertos pensamientos
pero más grave es no poder revertirlos.
No puedo, ni el subconsciente me ayuda,
no tengo lo que todos, un dios al que rezar
y pedirle ángeles de guerra
pues sólo eso puede regresar la maldición
de vivir en un purgatorio dirigido por ratas
con zapatos y camisas.

Quizás la ausencia de calma, la soledad,
el exilio humano, el olvido
y el horizonte en tinieblas
es lo que me hace
no ser uno de ellos.


Tres ángeles caídos

Busca en la espuma de la mar y observa,
escudriña los tonos de la orilla
para ver si han quedado rastros nítidos
del ángel abatido por la maldad que impera.

Aun sepultado por las aguas, logra
el aliento de sangre que resiste
los tiempos de la muerte, acuérdate de Cristo,
esa sangre persiste según hablan
los profetas de antaño.

No esperes que las puertas del infierno
se quiebren y se escape un ser ya redimido
de sus viejos pecados en busca de venganza.
Carga con tu conciencia y caza los malandros,
haz la justicia de los hombres buenos
esos que creen que el mal no puede ser impune.

Proclama luego al viento tu hazaña de cobrar
crímenes que apagaron las alas de tres ángeles
que creyeron que el hombre es signo de bondades.

Emely y su retoño y Liz María
esperan por tu fuerza, no las desilusiones.

Hay crímenes que nunca pueden quedar indemnes,
no importa que la sangre te manche la conciencia.

«Trepidaciones», «La flor de agua», Morgana de Palacios

Imagen by 김경복

Trepidaciones

Cómo trepida el nombre del amor
en la quietud brumosa de la noche,
aunque mi indiferencia ante su sombra
sea más estruendosa que su escándalo
y me pronuncie al margen de sus reclamaciones
y a salvo de su dádiva.

No le presto atención a la sonrisa
promiscua del amor, si busca abrazo,
porque hace mucho tiempo que desacralicé
su ritual de cinismo
y hay demasiadas grietas en su rostro
por las que mi silencio no penetra.

Cómo percute el tiempo del amor
en la piel rasurada de los sueños,
aunque ya no me excite
la realidad impávida,
ni me provoque resquebrajamientos
en la voz de la sed.

Puedo decir te amo
y no amar más que el aire de un vacío,
y callarme por siglos lo invisible
del asma de un amor cuando me ahoga.

El mío es un amor que no precisa
de vértigos extraños
ni de focos que impacten sobre su lejanía
para cegar las públicas
retinas asombradas de la pasión ajena.

Es fiel a mi desnudo y hasta sabe
que no lo necesito para ser lo que soy:
el claroscuro de una descreída
que salmodia penumbras
con boca de espejismo inverosímil.



La flor de agua

Me he dejado empapar por tu voz de tormenta
en la distancia,
por tu imagen viril otoñecida,
y he puesto rumbo a ti, a tu aguacero,
sin irme a pique pese a su potencia.

Hoy soy tu flor de agua, tu marítima actinia,
y puedo ser de carne,
de escarcha,
o de pólvora
cuando a ti te apetezca,
porque tú que naciste original y único
no te has vuelto,
la triste fotocopia de tantos que no extraño.

No me exilio de mí cuando estás cerca,
me mueve a la alegría tu arrogancia,
tu voluntad a la oración lumínica,
y estoy casi segura de que vas a morirte
tan sólo cuando a ti te dé la gana,
porque muera el poder que tengo sobre ti.

Nunca vas a estar solo,
-terco animal de láudano-
nunca, mientras la tinta nos corra por las venas
y el músculo responda a los rituales íntimos.

Yo te daré un poema sin ningún adjetivo,
un tiempo para amar disturbios en mi boca,
una duda que arrase con todas tus certezas
y te daré un motivo para salir de ti.

Como si no tuviera otra cosa que darte
te daré la ocasión de violentar mis ojos
y liberar tus muertos seduciendo los míos
por compartir aquellos que están pidiendo paso.

Te voy a dar un sueño para que lo maltrates
cuando te incite Sade, la carne para el diente
y un pedazo de instinto para tu diversión.

Y por si fuera poco, te voy a dar el alma
para el último trago del desierto que cruzas.
Deséchala una vez que no te sirva.

«De vuelta», «Lágrimas frías», Sergio Oncina

Imagen by Sookyung An

De vuelta

Creen que me olvidé de escribir poesía,
del juego deslumbrante y del placer
de la piel en el verbo
y de la muesca exacta en el renglón maldito.

Los fetiches caducan con la monotonía
y el velo de las vírgenes
ni frena la calima de la tinta en el sexo
ni cubre tempestades.

Me entretuve, sin más,
sin ninguna razón que justifique
el borrón de la pena
y el tiempo evaporado en las caricias.

Me erguí para otear lo que se palpa
y abracé los paisajes con el temblor extraño
de quien se sabe solo
en los muslos calientes del origen.

Hube de regresar al frío de mi roca,
decepcionado, falto de la verdad escrita,
el fármaco que palia los dolores agudos
del bienestar fingido.


Lágrimas frías

¿Cuántas veces, a punto de llorar,
contuviste el dolor?
No sirvió. Nunca sirve.
Las lágrimas vedadas congelan lo profundo
y su hielo carcome.

Los cuerpos piden sexo, manjares, agua y aire,
y exigen desprenderse del veneno
si quema las entrañas.

La alegría se muere cada noche
en las cárceles faltas de verdades
y en la carne vacía de deseos.

El invierno interior araña y nos descubre
en la firmeza frágiles
y en las dudas humanos
pues la sinceridad busca salidas
y la tristeza escuece si se oculta.

No se libera el miedo con el llanto
pero mata la rabia,
los impulsos suicidas y la vana indolencia.

«Siempre al borde», «Tan breve y sin embargo», Silvio Rodríguez Carrillo

Imagen by Antonio López

Siempre al borde

Hoy, aquí, siempre al borde
de lo que espero y de lo que quieren
de eso que consigo y de aquello que tensa
la mirada que proyecto –limpiándome de furias–
sobre el lomo de las aves que prescinden, por perfectas
de imaginar cosas raras
de vivir extremos
de pensar iniciar el día sin saludarme

me pregunto cuánto puede durar una estrofa
cómo se mide el ritmo de un imbécil
cuánto vale el silencio de un amigo
de qué manera se calcula el peso
emocional
que tiene la mirada con el rabillo del ojo
para
cada cual.

Nunca he sabido esconderme,
aun habiéndome doctorado en jamás
darle importancia a lo inservible,

con la espalda llena, pletórica,
de olvidos de gente que siente,

de chicas que no rasguñan el detrás de sus ojos
buscando el por qué de sus puentes,

de chicos que meten las manos en sus bolsillos
asumiendo que el miedo es buen consejero.

Me miro y admiro
en el amor
que irreverente cuando lo recibes
irreverente lo impones
es
así.


Tan breve y sin embargo

Siempre era debajo de los puentes
desde donde miraba los eclipses,
aunque si tocaba lluvia, y los gatos se le arrimaban a los tobillos
cerraba los ojos y con el pulgar y el índice de la mano derecha
se tocaba los párpados pensando en Saint-Exupéry
cuando pensó, con-en su amada soledad por qué tenía que morir.

Si ocurría el día, y era el torneo o la kermés
se guardaba lo mejor para el final,
cuidando de que el sudor le marque la camiseta
el hambre la mirada
y todas las hormonas el aliento de chita nómada,
sintiendo en las caderas el reclamo de Gaia
exigiéndole aparearse.

En un mismo cubo mágico nos miramos,
sin sabernos del todo, en altos riesgos pasados y futuros
coincidimos en un calendario espiral
de ojos verdes y pelos largos y rubios,
en un frenesí vital que por amar la vida y temer a la muerte
necesita
componer catedrales inauditas en donde someterse
pisando con los pies desnudos
antes que brasas de carbones cristianos o paganos,
trizas de vidrios sobre un asfalto nocturno, de callejón.

Se dijo que habité en el borde de su boca
cuando el hijo de María conoció a su primo,
que me acarició las espaldas, cargadas de sombras,
cuando Ceres se abstuvo de ser puta;
hubieron niños que cantaron, solemnes, un réquiem
cuando una misma tarde nuestras rodillas se rompieron.

A veces llora
con la frente apoyada en un muro de 200 kilómetros de altura;
sabiéndole,
en silencio le arrimo palabras a las manos,
como si le sirviera
por si le fuera útil
sentir que existo, de algún modo.

En otros momentos soy el que ríe,
el que cruza las nubes más gordas,
como un titán entrenando sus piernas en un lodazal infinito;
entonces me alienta
me escribe libros en idiomas que no conozco,
me arroja piedras a la cara
y un espejo para que vea que sangro
todavía.

Todo esto es muy breve
y edad es lo que nos sobra.

«Frugal poesía», «Perdonen la sonrisa», poemas de Juan Carlos González Caballero

Imagen by Brent Olson

Frugal Poesía


Me arrimo a tu caldero y sólo hierve el agua,
aunque a veces me nutres con lo justo
y no preciso más.

Antepongo tu íntegra pobreza
al recetario de palabras dulces
que camufla el sabor del verso crudo
y la naturaleza de dentellada amarga.

Al menos no colocas en el fuego
ralladuras de cuernos de unicornios
ni el pez de los milagros y los panes,
ni el licor que destilan los poemas malditos
o cualquier otro condimento exótico.

Siempre fuiste capaz 
de salir del mercado con las manos vacías,
con la dignidad alta y por montera,
delgada
e ignorando el exceso.



Perdonen la sonrisa


No es que levite,
ni flote ingrávido a lo Peter Pan.
Es que no sé que hacer con esta mueca, hoy,
que me brota espontánea de la cara,
que me hace de mimo en el espejo
y se ríe de mí
porque sonrío.

Si así se escapa,
yo la absuelvo de la infelicidad 
por los días que la mantuve presa.

Si alguien la acusa
porque existan motivos de sobra para el llanto,
porque hoy no la venda,
porque hoy me la quede para mí,
me permita le mande a ver el mundo
donde suele morir un poco cada día.

«Ruleta rusa», «Coloreando», «Juguete del miedo», poemas de Ángeles Hernández Cruz

Imagen by Victoria Borodinova

Ruleta rusa


Eres cabalgata inagotable de segundos
que a veces galopa
y otras ralentiza el paso
para cincelarnos el alma,
a golpe de recuerdos.

Hoy te tengo, tiempo,
atrapado en una lata de galletas
donde mi madre encerró
un caótico muestrario de tu rostro
en distintos contornos y colores
desgastados por viajes de ida y vuelta
entre ojos y manos.

De vez en cuando juego
a arrancarte al azar un trozo
que coloco como un naipe,
boca abajo sobre la mesa.

¿Será de risa o llanto la bala que dispares
al voltear la foto?



Coloreando


Hace tiempo descubrí
la realidad de mis adentros mortecinos
con olor a pétalos y polen que se pudren
en búcaros de melancolía
que ahora redecoro.

Pinto en esta casa las paredes
con la esmerada tarea
de cubrir el miedo y el hastío,
o el pasado que aparece insidioso
entre las grietas.

Las pinto de verde:
verde árbol, verde alga.
Las pinto de rojo:
rojo sangre, rojo vida .
Las pinto de azul:
azul sueño, azul mañana.
Las pinto de confianza y de sonrisas
porque el pincel es mío.



Juguete del miedo


Como siempre te arrastras en silencio,
serpiente trepadora de mis piernas
que entorpece el andar.

Encorsetas mi pecho y lo aprisionas,
envuelves mi cabeza en un turbante
pegajoso y caliente
que me quema los ojos y la lengua.
El aire se enrarece y ya no quiero
bocanadas de brisa que me presten
solo un fugaz alivio en la tortura.

Y es que me sé objeto de tus juegos:
me ahogas y me sueltas,
me sueltas y me ahogo en alegría,
me alegro y apareces de repente
para impregnarme, miedo, de tu esencia.