Después de un gran esfuerzo conjunto, por fin tenemos el agrado de presentarte nuestra Revista Ultraversal, bajo la dirección de Gavrí Akhenazi y la subdirección de Silvio Manuel Rodríguez Carrillo, con el equipo de redacción conformado por Arantza Gonzalo Mondragón, Eva Lucía Armas, Isabel Reyes Elena, Luis García Centoira, Morgana de Palacios y Rosario Alonso, el diseño y la diagramación a cargo de Jorge Ángel Aussel, y la ilustración de tapa realizada por Ovidio Moré.
En la edición número cero te traemos:
El editorial escrito por Luis García Centoira, donde te contamos un poco acerca del Foro Ultraversal y cómo llegó a ser lo que es en la actualidad.
Un sentido homenaje de Morgana de Palacios a Alejandro Salvador Sahoud, in memoriam, acompañado por algunas obras inéditas del autor que te sumergirán en las profundidades del alma humana.
Poemas de Eva Lucía Armas, Arantza Gonzalo Mondragón, Eugenia Díaz, Carmen de Tomé y Alex Augusto Cabrera.
Prosas de Mirella Santoro, Silvio Manuel Rodríguez Carrillo e Isabel Reyes Elena.
Dos artículos. En el primero, el novelista Gavrí Akhenazi nos explica cómo estructurar una novela de principio a fin. En el segundo, Morgana de Palacios, en su Coloquio sobre preceptiva, trata desde el llamado Verso libre Hispánico, el Verso libre vs. el Verso blanco y rimado.
La reseña de la Antología Ultraversal, Poética del arrebato, con sinopsis de Morgana de Palacios y prólogo de Alejandro Sahoud.
La imperdible entrevista realizada por Rosario Alonso al prolífico escritor Silvio Manuel Rodríguez Carrillo, que entre novelas y poemarios ya lleva catorce libros publicados, y aún así no para de escribir.
Crónica del primer día del viaje de Johann Sparragus por la región altiplánica de la Puna, acompañada de unas sorprendentes fotografías tomadas por el propio autor, en ese colorido paisaje.
Ilustraciones de Luis García Centoira y Ovidio Moré, así como también fotografías cedidas por algunos autores para acompañar sus textos.
Versión PDF
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En el año 2003, de la mano y bajo el patrocinio de esa gran poeta que publica como Morgana de Palacios, nace el foro Ultraversal.com. Más allá de ser una escuela de talento, mucho más allá de ser un taller literario en el que los que supuestamente “saben” enseñan a quienes “todavía no saben” a escribir, ese foro se convierte, pasado el tiempo, en un lugar de encuentro donde escritores de todo el mundo se ayudan entre sí para depurar sus escritos, afinar su estilo, compartir lo propio y estimular la creación en otros.
Decenas de miles de escritos —poemas, relatos, ensayos…— han sido, en estos once años, pulidos y ajustados palabra por palabra en ese laboratorio de calidad en la escritura en que se ha convertido, gracias al esfuerzo de tantos, Ultraversal.com. Muchos de ellos han visto la luz en libros, revistas y diversos medios escritos, pero si hay un lugar donde el código Ultraversal se hace presente hoy en día, ese es Internet.
Una treintena de blogs son publicados por autores ultraversales, haciendo de la expresión justa, el trato respetuoso al idioma y la autoexigencia de calidad el santo y seña de cada una de sus publicaciones.
La nómina de autores que se han formado en el foro, la de sus libros, la de sus páginas en La Red es tan larga que no sirve un solo artículo para, ni siquiera, intentar listarlos.
Lo que sí podemos decir es que el ultraversalismo tiene ya suficientes representantes y un código propio lo bastante reconocible y decantado como para ser considerado, en sí mismo, como una corriente literaria que se extiende a ambos lados del Atlántico.
Si los pilares sobre los que se asentó en su día la poética del arrebato (ese alter ego del ultraversalismo) fueron el apoyo solidario entre escritores, la exigencia a ultranza de calidad literaria y la presencia en Internet, esas mismas son las bases sobre las que asentamos ahora la creación colectiva de nuestra revista.
Poética del arrebato es la corriente literaria basada en la pulsión estética que detona cuando un autor lee algo que lo impele a escribir porque lo leído conmueve sus estructuras internas.
Lo advertimos desde un principio: esta no es una revista al uso. No. La Revista Ultraversal nace de La Red, se concibe y se escribe para La Red. Ahí, en Internet, es donde nació Ultraversal.com, en Internet se forjó el espíritu y los valores que conforman la estética del arrebato y es en Internet donde halla esta publicación, lógicamente, su acomodo.
Escribamos desde México, Chile o Argentina, desde Uruguay, Paraguay, Israel o España, desde el hemisferio norte o el sur del planeta, la patria de todos nosotros, cuando llegamos a Ultraversal, no es otra que La Red.
Seguramente esta es, por todo lo dicho hasta ahora, una revista diferente. Pero, además de ser diferentes, queremos algo más. Aspiramos a ser un referente de calidad en el ciberespacio, un lugar donde el rigor y el gusto estético convivan con la mejor narrativa, la mejor poesía y el ensayo más atinado. En definitiva, un lugar donde la literatura halle una morada donde se quede a vivir, un hogar donde vosotros, lectores, seáis siempre bienvenidos.
Entender y admitir la personalidad de un Índigo no es nada fácil, porque la mayoría de nosotros hemos perdido la pureza primigenia, el salvajismo natural, inmersos como estamos en una sociedad demoledora que nos condiciona en cuerpo y alma. Hay que abrir canales especiales y estar dispuestos a creer que existen diferentes estadios evolutivos en la especie humana.
El índigo marca siempre a fuego, tanto al amigo como al enemigo porque su luz acaba prevaleciendo sobre cualquier oscuridad. Mensajeros de luz los llaman y, antes o después, si no estamos totalmente anquilosados psíquicamente, se nos abren nuevos parámetros y formas de contemplar la vida, al sintonizar con su imparable energía mental, emocional y física.
Para un índigo que, como él, estaba lleno de dones digamos “especiales” y que recordaba todas sus vidas anteriores, perfeccionar su parte de hombre tampoco resultó fácil. Nunca terminó de cumplir con su misión de Levantador de almas, ni de batallar por cambiar lo injusto de su entorno, ni de hacerlo contra él mismo para asemejarse a su prójimo, amar a su prójimo y dolerse en su prójimo.
Como guerrero tuvo que ser soberbio, temerario, estratega, cruel y por puro equilibrio universal, compasivo, valiente, generoso, padre de cualquier huérfano que se le cruzara, entregado a la causa del más débil, y lo fue.
Tuvo que dejarse el corazón en la batalla encomendada y se lo dejó sin pestañear.
¿En qué se basaba su fortaleza? ¿En qué se apoyaba un autodidacta de su envergadura para mantener el corazón abierto, la mente alerta y la espada dispuesta, en ese mundo feudalista, primitivo y fuera de la ley ante el que tantos siguen cerrando los ojos?
Sólo leyéndole se puede llegar a apreciar la grandeza llena de humildad de un pleyadiano esforzándose porque su parte negativa de hombre (la positiva supo disfrutarla como nadie) no pudiera con el misticismo propio de su naturaleza inicial.
Llega del Universo, con mayúsculas, porque se nombra la dimensión del dios que nos habita y nos vuelve probables y posibles. Cifra del bien, ecuación de los mundos. Armonía.
Luego, porque está escrito que el equilibrio estalla entre las fuerzas, ha de llegar el Mal.
¿Y qué es el Mal?
En la tierra, es aquello sujeto al raciocinio mediocre de los hombres que descreen de la única llama que poseen.
Lo universal profesa el equilibrio, y equidista los mundos y los bienes y la felicidad de la tragedia.
Nada será en el universo sin su contrapartida, porque todo en lo eterno es la balanza.
No hay eternidad si no hay balanza.
Luego, quedan los hombres arropados en una fruta insulsa. La religión provee de dioses a los hombres que buscan conocerse y les resulta al fin, su propio desconocimiento.
Un dios es lo infinito, lo posible-imposible, lo total que todo totaliza.
¿En qué hombre habitará el derecho de fabricarse un Dios para sí mismo, excluyendo al resto de sus prójimos?
Ya falla por su base.
Dios lo es todo, inclusive, los hombres que lo habitan.
➋
Todo resulta dios.
Este barro disímil del que estamos armados y movibles y esta brisa y el hálito que nos envuelve en magia.
Todo resulta dios y su infinito.
Todo es la maravilla de tanta exactitud en que nos debatimos preguntando.
¿Y… al cabo… qué hay que preguntar?
¿Acaso la llama interna no dicta las sentencias del día?
¿Tu prójimo no es prójimo?
¿El mundo no está hecho de manos que se ayuden y rescaten la especie que fallece?
A veces no lo sé, ni sé a qué vine.
O sea, sé a qué vine, pero me cuesta tanto llevarlo a puerto siempre, que en el final del todo se me disuelve el hombre.
Apenas es un pensamiento de Dios, que no consigo rescatar de nada.
Y siempre, acabo en los demonios.
➌
Habla el silencio.
Juan me pregunta por qué yo hablo con dios o donde queda dios.
Esas cosas no las pueden preguntar los hombres de tres años. Pero él quiere saber con quién habla su padre las noches con estrellas y con sapos, de cara el infinito, con la frente en el suelo.
Jamás me pongo una camisa de seda frente a dios.
Porque delante de él, soy tan desnudo como todo el universo que me habita.
Un guerrero se quita su armadura ante su superior en la batalla.
Humilla espada y frente.
Delante de dios yo siempre estoy desnudo de corazón y cuerpo.
Igual que delante de los hombres
Porque Dios los habita, los puebla, los ordena, los ama, los predice, los dibuja.
Todo lo que se ve –le digo a Juan– está en manos de dios. No hay nada que quede por fuera de sus manos, ni usted ni yo ni el mundo.
El universo exige mi costado. Y yo lo sacrifico, como cabe, así, orgullosamente.
Es un orgullo de cualquier guerrero saberse pertenencia del universo.
➍
El día que yo muera ¿qué será de mi prole?
De esta extraña hija mía que se me parece tanto y tanto. A veces pienso por qué jodimos tanto las verdades y tuvimos que hacer tantos arrestos en la zamba del miedo.
Algún día, el dinero no pagará la verdad de lo posible y las cosas hallarán su cauce.
Todos somos distintos. Tan distintos.
Eso sucede cuando se funde una dinastía de huérfanos y náufragos.
Ay, esta hija mía que me hace de escudero, de guardaespaldas, de todo lo logístico que me ha dado de apoyo el dios de todos los universos nuestros.
Yo nunca he sido padre de mujeres.
➎
Yo quiero una mujer que me comprenda.
Es lo único que pido en este mundo al que he venido a dar tanta batalla.
Señor, te lo suplico. Quiero una compañera para el miedo.
➏
¿Y para qué carajo me diste la palabra si todo lo que escribo es arameo? Hoy regresé a mi casa.
Y sigo escribiendo en arameo y encima hablo también en arameo y los hombres me miran como a un monstruo.
Estoy un poco cansado de ser monstruo.
Me gustaría a veces, parecerme a esos tres chuzos pobres que deciden que la injusticia es justa.
Y carajo ¡no puedo!
Son mi prójimo.
➐
Sí, perdón, lo sé. No es que me haya olvidado.
Claro que sé eso.
Si no supiera eso ¿para qué serviría en la predisposición del universo?
Ya sé que yo lo sé.
Lo que se deja en dios, dios lo resuelve.
¿Acaso puedo cuestionarme esa verdad?
Jamás lo haría. Porque le pertenece a lo magnífico.
Si algo deja este guerrero en las manos de dios, ya la preocupación no existirá en su mundo, en su conciencia, ni en ningún sitio, porque, lo que se deja en dios, siempre se cumple.
Y la ley dice: Es cosa de paciencia.
➑
Ya me ves.
Me diste muchos dones, Señor, los agradezco.
Con la frente en el suelo, reconozco y honro tu grandeza.
Señor, este guerrero te pide solamente que pongas paz en su espíritu y luz en su corazón.
Siempre lo mismo.
Que soy un combatiente de tu nombre.
➒
Te pido una mujer, señor, la mía.
Alguna que me entienda y que me quiera como lo que yo soy.
No me parece para tu enormidad algo difícil.
Dame una, señor, en quien me apoye. En quién pueda vivir lo que no vivo. Estoy tan solo, al fin, y tan cansado, señor. Ya estoy tan cansado, humanamente, de ser un solo a ultranza y sólo solo.
Claro que te agradezco, señor, lo que me diste.
Pero un padre no se acuesta con sus hijas.
Yo quiero una mujer que me comprenda, toda mi absurda intimidad. La que te pertenece porque soy tu guerrero.
Quiero una mujer mía.
Porque ya no me equivoco con demonios de los que me salvó tu amor enorme.
Ya no estoy confundido, señor. No me confundo. Ni me humanizo más de lo necesario.
De rodillas señor. Te pido una mujer que me contenga.
Por favor, devuélveme señor a La Guerrera.
Los pueblos de tu nombre
Magicia
—¿Y qué ves?
Ella inclinó los ojos y le quitó una brizna de entre un pliegue de las alas de piedra.
—Allá —insistió ella, extendiendo su brazo con la misma suavidad con la que él desplegaba las alas para el vuelo.
—¿Eso en la bruma? Es una construcción sobre la bruma, sobre el agua del mar… Parece una ciudad en una isla… una ciudad que flota…
—Háblame de lo que ves —susurró ella—. ¿Qué hay en la ciudad?
—Está muy lejos… quizás haya sueños… porque una ciudad no puede flotar sobre el mar… un castillo no puede flotar sobre el mar. Y lo estoy viendo. Quizás, un espejismo.
—¿Sueños?… ¿O un espejismo?
—Sueños… los espejismos se terminan. Deben ser sueños, por eso flota sobre el agua y se alarga hacia el cielo… por los sueños. Tienen esa condición.
Aunque no la miraba, supo que ella sonreía a su lado, mientras el viento enredaba su cabellera blanca en las plumas de piedra de las alas de él.
—Eso… es Magicia —escuchó, antes de que ella se echara al mar desde la cima del acantilado.
Origamia
Llevaba un retrato en el morral y preguntaba a todos en las calles, imponiéndoles la visión del retrato: “Has visto a La Mujer”.
Los habitantes todos lo miraban, porque el retrato vacío tenía solamente escritas dos palabras: “La Mujer”.
Pero él insistía, como enfermo de algún mal incurable que debiera encontrar un mago curandero en un mundo sin magos.
“Esa Mujer no existe” se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el retrato vacío y las palabras.
Él señaló entonces todos los papeles de los que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto papel escrito de formas infinitas, sólidos como muros, voladores como pájaros, luminosos como farolitos, altos como palabras, profundos como el cielo, tristes, como él mismo.
—Esa busco.
—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma. Es lo que estás viendo… papeles con palabras.
Rumoria
Frecuentemente verde, llegaban todas las aguas hasta allí y en el aire, infinitos cerezos deshacían un plumón de flores como niebla. Una niebla rosada igual que el horizonte del acantilado, que se perdía en el mar de su memoria cuando él decidió cruzar el otro mar.
Todo era un susurro de palomas y hierba, alrededor del viento.
Todo era viento. Imágenes de viento. Movibles. Transparentes. Cambiantes. Habladoras. Cercadas por los verdes y las cortinas de flores de cerezo.
Pero él podía oír a un mismo tiempo, la fuerza de lo fuerte, como un don natural igual que el viento, el árbol y las aguas.
Decidió dejarse guiar por el oído. Atender a las voces de las cosas como si fueran espíritus cautivos en una sola voz.
A veces era sabio.
Supo que ella le hablaba desde el mundo infinito del silencio.
Grutelia
La suave oscuridad de los fantasmas dejaba evaporar el resplandor antiguo de la antorcha.
Y llegaban las sombras a suavizar el fuego y luego el fuego regresaba para quemar las sombras.
Las grutas en la piedra tenían símbolos en todas sus paredes.
Y él seguía con el tacto ese idioma que contaba la historia de los hombres con un buril de espanto y una espina de tronco de naranjo.
Cantaba, para no tener miedo, las cosas que leía. Las cantaba en voz alta y a través de la piedra le regresaba el canto en otro idioma, como un eco que llega de otro mundo.
Las grutas lo guiaban al interior del hambre, al fondo del amor, a las largas estancias de la muerte y a veces, hacia el cielo, hacia el sol, hacia las luces.
Las grutas lo guiaban por sus propios caminos en otra voz distinta.
Hizo noche en Grutelia, igual que en un vientre de mujer.
Almaria
La de las catedrales y las bóvedas, la de los cementerios y los jaspes, la del sol sobre el agua.
Estuvo un rato mirando a la pastora, que llevaba con cayado de nácar y látigo de púas, un rebaño de luces y de sombras hacia los territorios prohibidos.
Sobre el peñasco gris estuvo fundiéndose entre la piedra, los árboles hirsutos y el llamador de viento, casi sin darse cuenta, porque sus ojos estaban en el valle.
Ella andaba desnuda apacentando el aire y los espejos, con la naturalidad en la indecencia que tiene una leyenda.
Nutricia
—¿Y qué comen las gárgolas? ¿Humanos imprudentes? ¿Malas aves? ¿Heladas y frambuesas?
¿Vientos y almas? ¿Corazones oscuros?
—No creo que haya comido antes de ahora. No sé qué cosa como… pero sí sé qué cosa me alimenta.
Ella extendió los dedos y enjugó una gota de sangre en el ala de piedra.
—Pensé que no… pero llegaste… Nadie encuentra el camino —murmuró, con asombrado alivio.
Él le enredó una flor de papel y palabra en el cabello.
—¿Y qué come una gárgola? —insistió ella, tomándole la garra para dejarle sobre ella el corazón.
Avalon
—Ahora sabes… —le dijo ella y señaló la ciudad que flotaba sobre el mar en la niebla—. Nadie sabe llegar… o nadie puede ¿Sabes cómo se llama la ciudad?
—Magicia —respondió él.
Ella bajó los ojos y curvó la boca de la sonrisa trágica, con un mohín de niña.
Debería ponerme un buen traje de loca de llorona norteña en un velorio y derrapar miserias por el verso que es evidente que dan buen resultado.
Debería quebrar tanta mañana de este otoño dulzón de sol entero y hacerme con la lluvia de la vida para llenar papeles con dolores.
Lo puedo hacer si quiero porque dolores sobran y si fuera a contarlos podría rellenar tres libros con poemas de doscientas mil hojas cada uno.
Las penas no me faltan, me acompañan, vienen a mí, despacio, como perros enormes pero dóciles al riesgo de mi mano que aprendió a acariciarlas, suavemente.
Las penas no me faltan, como a nadie le faltan.
Husmean mis cajones de doler se sientan a mi mesa y me trenzan el pelo de los sueños con flores que he guardado en libros de aventuras.
Pero no soy así.
Y tampoco me sale ser así ni aún de vez en cuando ni para darme el gusto de estar en el centro de un capítulo y no ser una nota en el margen de Las Gracias.
Contrapostura
Me sigues, claridad, a todas partes dorándome los bordes como si fuera un pan recién horneado desmigado en las mesas olvidador del hambre.
Me sigues, claridad, como una espiga de la luz de diciembre perfumada de lluvias en mi trigo sonoro, tela de araña clara que me envuelve repitiendo su vértigo concéntrico.
Me sigues claridad, como una gota de mis lagos del alma mojadora de todos mis papeles del hábito de vida de mis ojos de esta ancha sonrisa fascinada por el doliente acto de vivir.
Me sigues, claridad, cascabelera como una fiesta patronal antigua con tu disfraz de sol sobre la sombra y tu candela alzada y tu arcoíris.
Le respondo a tu nombre con mi sino de no entregarme nunca a los “no puedo” y rearmo tus formas en mis manos como un puzzle de espejos prodigiosos. Estallo en el umbral del imposible como un fénix de frutas nacaradas y lloro luz a veces cuando venzo en los charcos con luna a la ancha noche.
Paisajes de mí
Al borde de la piel hay un aroma de palo santo dulce y un vigoroso espliego entre la ropa que al viento se sacude.
Cae el atardecer y es todo pájaros el cielo. Se produce un movimiento pálido y terrestre dibujado con luces.
Queda apenas la boca demorada como en un canto fúnebre y todo se amarrona y subdivide. La vida se diluye.
Lejos de la ciudad existe el mundo en el que yo no existo y al que acude mi corazón universal. Palpito con mi temblor de caña, en mansedumbre.
Frente a la adversidad del día a día soy un metal precioso que se funde en un sol cardinal, luz demorada, un temblor ancestral, agreste y dúctil.
Pienso en mi paz y voy a mis fronteras para verme llegar, extraña y múltiple.
Soy ese ser vital hecho de especias que nace del derrumbe.
El San Giorgio no era un barco como el Andrea Doria que pertenecía a una línea de lujo y que, como el Titanic, tuvo una vida efímera y se hundió en el Atlántico septentrional. El San Giorgio era viejo y destartalado.
Loredana, al investigar sus orígenes, descubre en su historial que antes tenía otro nombre y que se había destacado en la etapa en que sirvió como buque hospital de la armada italiana durante la Segunda Guerra, época en que fue bombardeado. Lo acondicionaron y, a principios de los años ’50, fue destinado a una ruta hacia Sudamérica.
Era un barco pobre y para los pobres que emigraban a otro hemisferio, escapando de un futuro de miseria, en la persecución de esperanzas a las que aferrarse.
Loredana tenía cinco años cuando zarparon del puerto de Génova. De la uniformidad de la travesía de casi un mes, ella recoge apenas unas hilachas que su memoria le robó al olvido. Flashes que con el tiempo pudieron desvirtuarse —quién sabe, ya no están los padres para confirmarlos y sus hermanos mayores vivieron en ese viaje otra realidad—. Sin embargo, lo que persistió en ella de esos recuerdos fragmentarios, fue un sentimiento genuino, sutil como el perfume de un ramito de lavanda oculto en el fondo de un cajón.
La madre había pasado buena parte del trayecto en el camarote, recostada en la litera, así le contaron, doblegada por las náuseas. Todos esos días de navegación se condensan para Loredana en las escasas imágenes de su escapada.
Como en una película borrosa en blanco y negro, que vira al amarillo igual a fotos que envejecen en álbumes, se ve con un vestidito sin mangas, con volados en los hombros (probablemente un detalle más asociado a su foto del pasaporte que a la veracidad de los hechos), correteando por largos pasillos vacíos que se ensombrecen en laberintos descendentes, conectados por escaleras de hierro.
Sin transición, como en los sueños, está en una sala grande, iluminada con avaricia por unas lámparas. Hay filas y filas de literas dobles, mucha gente, voces, risas, llantos y canciones, en una mezcla viva, palpitante. En el limitado espacio disponible se apiñan baúles, bultos, valijas.
Caras pálidas, anémicas de sol, la rodean: mujeres con ropas negras y pañuelos atados detrás de la cabeza, algunas con bebés prendidos al pecho; chiquilines panzones y descalzos la espían detrás de sus polleras y, los más atrevidos, se acercan para tocarle la abundancia de los rulos, a esa edad de un castaño casi rubio, sujetos con un moño que parece una mariposa con las alas abiertas.
La sensación que se mantiene en el recuerdo es que se encuentra bien allí, en la gran cámara de las mujeres. Después se enterará de que las familias habían sido separadas, los hombres estaban todos juntos en otro sector de la bodega. Y supo que cuando llegaron al Golfo de Santa Catarina, hubo una tormenta tan fuerte que zarandeó al barco como si fuese de papel, el agua inundó parte de la tercera clase y a muchos se les arruinaron las pertenencias.
Pero en el recorte que permanece alojado en su memoria, todo es novedad, sorpresa. También para las mujeres verla allí abajo, solita. Tampoco sabe si la frase fue dicha, ni si fueron las palabras exactas, que perduran como el eco de un estribillo: povera creatura, s’è perduta… Hay una protección salvaje, de lobas que cuidan a sus cachorros y el instinto las lleva a no abandonar al que de otra manada se ha perdido. No se marcan diferencias: la que viene de “arriba” con las que están en las tripas del barco. Forman un cerco de amparo, de telas oscuras y manos ásperas de trabajo, procurando destejer miedos.
Unas manos le han quedado particularmente grabadas. Cerca hay una bolsa grandota de arpillera, llena de frutos secos. Las manos, que ya no tienen ni cara ni cuerpo, toman algunas nueces, las aprietan entre sí con fuerza, una boca ignota sopla las cáscaras, y le ofrecen la carne cándida y sabrosa del fruto.
Si armara el recuerdo como si fuese una película podría decir que después de un fundido en negro, se vería en subjetiva la entrada del salón por la que se asoman mujeres anónimas, sin facciones, apenas unas sombras que agitan sus brazos en el saludo final. A medida que se aleja, ellas empequeñecen hasta convertirse en un manchón fuera de foco. Y en la secuencia siguiente habría un plano de la nena del moño enorme, sujeta a otra mano, que la conduce por pasillos y escaleritas que suben y la devuelven a la comodidad del minúsculo camarote para seis en segunda clase, logro de las múltiples gestiones hechas por el padre.
El último vestigio de la aventura es la vista del mar desde algún punto estratégico, un poco más alto que el nivel del agua. Loredana recuerda las salpicaduras saladas, como lágrimas furiosas, y los surcos de espuma que bordan arabescos en el agua verde del océano: una especie de mantilla de encaje que el barco va desplegando a su paso. Y si fuera una película, sobreimpresa en la estela ondulante, aparecería la palabra fin.
Lo que sucedió en el barco después de esas escenas, es la parte olvidada de su historia. Lo que ella hoy necesita recrear es la tenue sensación de confianza, de libertad, la mirada inocente, donde aún no han encallado los miedos de los mandatos y las obligaciones, los prejuicios. La vida es un juego feliz, compartido con mujeres viajeras que ofrecen caricias y nueces, mientras se deslizan sobre un mar que teje para todas puntillas de espuma.
Cuando lleguen al otro lado del mundo serán inmigrantes y cada cual cumplirá su destino, cargando con la incertidumbre de ser extranjeros, de no tener pertenencia, de empezar de nuevo. Pero eso vendrá después, todavía están en el San Giorgio, como en familia, como en la patria.
Descuelgan del balcón que son mis labios simulando sonrisas, trémulas mariposas a los ojos del aire, para engañar las voces que cuestionan sin descanso.
No sé qué debo hacer con esta jaula, en la que la memoria se sigue estremeciendo sin cordura, como frágil espiga, de tanto que escudriñan mis pasos dejándolos sin sombra.
Cuánta morbosidad hay en la gente que como telarañas sacuden el recuerdo, para con avidez pizcar aullidos o burlas a la muerte, y le contabilizan encanecidas aves a las enredaderas de mi pelo.
Yo les brindo una mueca con risa de amargura en lugar de escuchar lo que desean, ensayo cada gesto al arrancar los gritos que guardan mis arterias, para depositarlos en la jaula que fabrican mis versos.
Me quedé afuera
Desearía saber si aún me esperas para entonces cavar una abertura en el océano almacenado de una lágrima, y fugarme del bosque enmarañado en el que estoy cautiva con ciclos sin cerrar.
Yo sé que ahora estoy afuera de mi piel, al verme en una esquina de la vida consumida y estéril, pero llevo conmigo abecedarios con letras impacientes de iniciar un capítulo nuevo que lleve nuestras huellas.
Si mi regreso aguardas yo saldré de las sombras, caminaré contigo sin temor a orillas del presente.
Solo duermes
Te observo muy tranquila descansando —tienes una sonrisa complacida—. Hoy vistes con tu ropa preferida y en silencio, te sigo contemplando.
Un murmullo. Personas caminando me hacen sentir extraña y aturdida. Me estrechan en sus brazos. Confundida no entiendo qué sucede, voy llorando.
Quiero olvidarme de esta pesadilla —tan sólo duermes y abrirás los ojos— tenemos un acuerdo mi chiquilla.
Levántate, sostente fuertemente, lograremos vencer estos cerrojos. No importa que camines lentamente.
Como cualquier otro trabajo técnico y que requiere habilidad, la escritura de una novela necesita cierto entrenamiento. Claro que una idea original es el punto de partida, pero el desarrollo, la técnica, la corrección e incluso la relación con editores y agentes son gajes del oficio que deben aprenderse.
Empezar a trabajar cuando ya los personajes están perfectamente definidos, ayuda mucho. La falta de preparación suele ser evidente para los lectores.
Hay que conocer a los personajes, su pasado. Crear una ficha de personaje, con toda la información relevante. Cada vez que se escriba el nombre de un personaje, es aconsejable crear su ficha correspondiente, al menos con el nombre y las características más esenciales. Si luego deviene en alguien más importante, se completará. No es agradable volver atrás a comprobar el nombre del personaje que salía 100 páginas antes cada vez que se mencione o accione.
Tan importantes como los personajes son los escenarios donde transcurre la acción. Si el autor no los conoce, el lector tampoco lo hará. Consultar mapas, atlas y cualquier otro elemento necesario. Los mapas son útiles para consultar distancias y hacer que el tiempo para mover los personajes de un escenario a otro sea verosímil. Los atlas suelen contener información interesante sobre los lugares de los que se habla, y pueden llegar a ser puntos importantes en que apoyar la historia.
Emilio Salgari escribió todas sus novelas sin salir de su buhardilla.
Hacer esquemas de los sitios importantes, como la casa donde vive el personaje principal o el negocio de su amiga donde pasa todas las tardes. Si un personaje siempre va a la derecha para ir al baño y más adelante, en el capítulo 20, gira a la izquierda, un lector atento se va a dar cuenta.
Los esquemas son importantes para mantener los sub argumentos subordinados a la trama principal. Evitar irse por la tangente está relacionado con en qué puntos de la historia hay que desarrollar el sub argumento (y cuándo y cómo volverá a aparecer para incidir en el argumento principal). Crear el esquema antes de empezar a escribir, no solo evitará pérdidas de tiempo innecesarias sino que además ayudará a mantener la historia bien construida.
Un esquema es escoger un principio y un final para un capítulo. Después las peguntas que el autor se plantea son ¿cómo voy de uno a otro? ¿Cuál es el propósito de este capítulo? También es necesario observar el capítulo dentro del esquema general de la historia ¿Dónde se encuadra? ¿Es el momento adecuado para que suceda lo que el capítulo narra? Sin un punto final decidido, el capítulo tenderá a desdibujarse.
Historia y técnica
Las novelas de género (fantasía, ciencia ficción, thrillers y misterios) son las que más se adecuan a este tipo de esquema.
Encontramos cinco elementos importantes en la estructura narrativa de cualquier novela: un incidente inicial, una serie de complicaciones progresivas, una crisis, un clímax y la resolución. Estos son los cinco pasos a seguir para desarrollar cualquier historia.
El incidente inicial es el anzuelo. Es un acontecimiento dinámico y debe ser visto como tal por el lector. Debe, a la vez, cambiar el equilibrio de fuerzas y el resto de la novela debe ser el intento por parte del protagonista de devolver las cosas a su cauce.
La serie de complicaciones progresivas escalan en el conflicto y se conocen también como suspense. Aunque tenga que ver con la salvación del mundo por parte de un héroe o con la autosuperación de un personaje marginal, el suspense forma parte de casi cualquier historia. El suspense, en una novela de misterio, puede provenir del tic-tac de un reloj. En una novela de misterio en el clásico: ¿Quién lo hizo? A veces tiene que ver en la forma en que el bueno consigue detener al malo. No importa el tipo de suspense, pero tiene que atrapar al lector.
Algunos escritores creen que el suspense es ofrecer una sorpresa casi al final de la novela. El problema que encuentro a este método es que el lector no sabe que la sorpresa se acerca, así que en realidad no hay suspense.
Incluso tener una sorpresa en la manga para el final, no impide escalar en el conflicto para mantener el nivel de suspense cada vez más alto hasta que el lector llegue a la sorpresa.
En el momento de crisis, el protagonista deberá decidir si quiere recuperar el equilibrio roto en el incidente inicial, durante la primera parte de la novela. En este momento no deberían ser obvios para el lector los pasos que tomará el protagonista para que continúe preguntándose qué sucederá. La crisis suele ser el momento más oscuro del protagonista.
Después viene el clímax. En el clímax el protagonista ya ha elegido y se ha restablecido el equilibrio o bien se ha conseguido un equilibrio nuevo. El protagonista forma parte del clímax. La escena del clímax debe involucrar al protagonista y al antagonista llegando a una conclusión sobre el dilema iniciado al principio.
Finalmente, debe resolverse los argumentos y subargumentos para llegar a la resolución final. No debe dejarse ningún hilo suelto. El lector se preocupará por todos los personajes y todos los acontecimientos. La resolución ofrece al lector una sensación de redondez subrayando lo que el lector ha ganado al final del libro.
Argumento
Algo tiene que suceder en una novela. La mayoría de los escritores no pueden permitirse el lujo de escribir una historia de personajes que simplemente se limiten a estar, sin hacer nada. La acción, tome la dirección que tome, es lo que mueve la historia y arrastra a los personajes consigo. A veces los personajes actúan y a veces reaccionan y esto es lo que crea el argumento.
Es importante tener una idea clara sobre cuál será el clímax de la historia antes de escribir la primera frase. Teóricamente, toda acción debe ir encaminada hacia él. El hecho de conocer el clímax de antemano ayudará a dar la dirección adecuada a la historia y a mantener en la mente el argumento principal. También impide que el autor se vaya por la tangente y que desarrolle un subargumento en el clímax. Sin una idea clara del clímax se estará escribiendo el Cuento de la Buena Pipa.
La vida real está llena de coincidencias pero hay cierto debate sobre cuántas coincidencias se pueden añadir a una novela para que resulte verosímil. Hay quien afirma que no se puede usar ningún tipo de coincidencia en una novela, que todo debe tener un por qué. Soy de la misma opinión. Lo que subyace es la idea de evitar que el autor manipule demasiado la trama. Pero, al fin y al cabo, el autor es el creador del mundo y en realidad, toda novela es una manipulación de la realidad que no se debe notar.
Trabajar en una novela, necesita en el autor la idea de lógica interna. El argumento tiene que tener sentido por sí mismo.
Dónde empezar
En realidad hay dos principios en una novela. Las primeras palabras que un escritor pone sobre el papel y las primeras palabras que el lector ve en cuando abre el libro.
Estos dos conjuntos de palabras, no tienen por qué ser los mismos. Algunos escritores se estancan intentando escribir ese principio perfecto pero como la gran mayoría tendemos o deberíamos tender a corregir y re-corregir, la mayoría de este tiempo se pierde.
Cuando se determina el inicio del libro, hay que mantener el propósito de la obra. El primer capítulo debe llevar al lector hasta la puerta. La historia debe enganchar a los lectores y a la vez presentar el problema, el tema o introducir los personajes principales. Ese primer capítulo puede hacer ambas cosas, pero no sobrecargar al lector con demasiada información al principio.
Otra herramienta interesante a tener en cuenta es un archivo con el pasado de la historia. ¿Qué sucedió antes del instante en que empieza la novela? Si bien no se usará directamente en la obra es posible que se usen pequeños fragmentos para rellenar agujeros que los lectores deban saber para entender qué está sucediendo.
El núcleo principal
Los personajes son la clave principal puesto que son los que crean la historia. Hay que conocer las motivaciones del personaje principal, por qué actúa de esa manera y qué es lo que desea. Otros elementos importantes pueden ser: vestuario, actitudes, gestos, educación, cultura, clase social, necesidades, sueños, miedos, creencias y valores.
El escenario es tan importante como los personajes. En muchas novelas, es el escenario principal lo que distingue una novela de otra. Si no es el escenario, son los personajes. El escenario puede ayudar a responder la pregunta ¿Qué es lo que distingue tu novela de otras ya publicadas?
El escenario implica conocer perfectamente el dónde y el cuándo de la historia. Y hay mucha más miga en el dónde de lo que la gente cree a simple vista. Los sitios donde se ha vivido ¿La gente no era diferente? ¿El clima? ¿La arquitectura? No hay que limitarse a describir el lugar. Se necesita mucho más para hacerlo salir vivo de la página.
El punto de vista es otro elemento crítico.
En realidad es el problema principal al que se enfrentan numerosos escritores.
Hay que tener en cuenta que aunque el autor es el dios principal, el creador de un mundo y conoce todos sus recovecos, el lector sólo verá lo que el escritor decida que la cámara enfoque. Por este motivo, el enfoque debe ser consistente a lo largo de la obra. No se puede andar cambiando de punto de vista sin ningún tipo de justificación. No hay un punto de vista erróneo. Todos ellos son válidos. Simplemente hay que intentar no confundir al lector.
Final
Los personajes, los escenarios y el punto de vista deben construir el mundo y llevar al lector hacia el final deseado, la resolución del problema, o argumento que se ha introducido en el primer o segundo capítulo. Se debe asimismo concluir todos los sub-argumentos al final, lo que a veces puede resultar algo complicado.
Cuando llega el final de la historia, llega. Eso se siente por más entusiasmado que el escritor esté con lo que escribe.
Precisamente porque ya se escribieron todas esas páginas anteriores, ya se ha perdido algún tipo de control sobre el final. El final debería ser la conclusión natural a la historia. Y se siente. Otra cosa es que el escritor (normalmente por su compulsión) lo admita.
Tal como se ha comentado anteriormente, ayuda bastante tener en mente cual el clímax del libro antes de empezar a escribir puesto que es hacia donde se dirige la historia, aunque algunos autores se niegan a hacerlo.
La corrección
La corrección se basa en equilibrar los dos lados del cerebro. El lado derecho del cerebro se considera más creativo mientras que el izquierdo se considera más lógico. Mucha gente considera que la corrección es cuestión del lado izquierdo pero si no confiamos en nuestro lado derecho nos estamos haciendo un mal favor. Algunos escritores permiten que su lado derecho domine demasiado y acaban destrozando su escritura.
Hay que leer con simpatía lo que se ha escrito. Pulirlo. Quitar lo que sobra, pero no tirarlo porque nunca se sabe cuándo se puede necesitar (en otro lugar del manuscrito corregido o bien en otra historia diferente). Empezar el día releyendo lo que se ha escrito predispone para continuar escribiendo.
Cuando se corrige hay que considerar la idea de pedir a algún corrector profesional que revise la obra, pero hay que tener muy en cuenta que los escritores no pueden permitirse ser sentimentales con su obra. Hay que aceptar las críticas y examinarlas fríamente. Si no se aceptan bien las críticas, hay un serio problema como escritor.
No corregir nada en los primeros estadios de la novela. Si se corrige demasiado pronto simplemente se perderá el tiempo puesto que más adelante se volverá a añadir elementos que harán volver atrás.
Algunos escritores pierden demasiado tiempo corrigiendo sus primeras palabras y nunca acaban nada de lo que empiezan.
Corregir los dos primeros capítulos una vez tras otra puede evitar que algún día se pueda escribir el último. También muchas veces se encuentra el escritor con que ha quitado detalles que luego más adelante serán cruciales en la novela y necesita volver a añadirlos. El subconsciente, afortunadamente, trabaja con el escritor y va plantando semillas que más adelante darán su fruto. Si se elimina demasiado pronto algún material, se corre el riesgo de no poder usarlo más adelante.
Una técnica útil para la corrección eficaz es dejar descansar la novela por un tiempo antes de emprender su lectura para aclarar las ideas y mirarla con ojos nuevos. En el argot editorial “dormir la obra”. A veces se ven con más claridad las construcciones extrañas una vez que el autor se ha distanciado de la misma.
Reescritura
Aunque la idea principal se mantenga, siempre hay pequeños fragmentos importantes a cambiar.
La reescritura no es sólo lo que ocurre después del primer borrador. También es un proceso que cambia cada vez que el argumento cambia o que hay un giro inesperado en el argumento.
No se acaba cuando se cree que se ha acabado.
El aspecto más importante en la reescritura es ser honesto. Mirar la obra objetivamente y encontrar sus defectos. Confiar en el instinto a la hora de corregir.
No subestimar al lector. Si puede leer, tiene una cierta educación. La mayoría de los escritores tienden a ser redundantes aunque algunos pocos yerran en el otro sentido, siendo tan sutiles que el lector medio no puede captarlos. Es muy posible que aunque no entiendan el significado de todo lo que está escrito en su momento, en el momento final, cuando llegue el clímax sí den su lugar a cada frase o hecho relacionado que ha ocurrido con anterioridad.
No hay que dar cátedra ni pontificar. A veces se escribe algo con lo que el autor se identifica plenamente pero que añade muy poco a la historia. Cortar parte de estos fragmentos puede ser doloroso pero también puede ser necesario. Hay que concentrarse en la historia en general, no en un capítulo.
Un autor, como decía Huidobro, es un dios.
Depende de él hacer posibles los paraísos para el hombre. Esto lo digo yo.
Primer día del viaje de Johann Sparragus
por la región altiplánica de la Puna
La Ecorregión Puna —conjunto de ecorregiones, según otros autores, entre los que se encuentra el Fondo Mundial para la Naturaleza— o simplemente puna (del quechua o quichua región de altura), es una región altiplánica, o meseta de alta montaña, propia del área central de la cordillera de los Andes, que cubre territorios del noroeste de Argentina, occidente de Bolivia, noreste de Chile y centro y sur del Perú.
Ya llevaba exactamente trece días deambulando entre las provincias de Salta y de Jujuy, haciendo nuevos amigos, maltratando mi cuerpo y esperando a mis compañeros de viaje con los que compartiríamos una travesía por la Puna en la que teníamos varias metas u objetivos. Unos compañeros de viaje que son un lujo para quienes tienen la suerte de acompañarlos.
Nos encontramos cerca de las 9 de la noche en La Silleta, un pueblo en las afueras de la ciudad de Salta. Compartimos unas cervezas, comimos el último asado en varios días y nos fuimos sin más a dormir. O eso creí. Hasta ese momento sabía que el sonido ronco de Andy podía traspasar paredes, pero no imaginé que mis compañeros, todos, ronquen que dan calambre.
En el tercer día para los recién llegados desde Buenos Aires, y el primero para mí, hicimos un recorrido tranquilo apuntando hacia el punto más septentrional del país, cruzando coloridas quebradas, subiendo cuestas mineras, rodeando salares y bordeando extensas lagunas.
Éramos, de la tripulación inicial, un grupo de 5 personas en tres camionetas: La aventurera Elsa con su Toyota Hilux y Eduardo Cinicola, “El Señor de los Mapas”, de copiloto, responsable de www.viajeros4x4.com, al que los entusiastas del off road le debemos los 1001 mapas de viajes que el señor brinda en forma gratuita y desinteresada en www.viajerosmapas.com. Andy, en su Toyota Land Cruiser HDJ 80, con Denis de copiloto y piloto, ya que conoce las 80 mejor que ninguno, fruto de los cientos de miles de kilómetros que le metió a una idéntica a la de Any, de color azul marino, que se viene comiendo con gusto las piedras de la orografía argentina y acompañando a Eduardo en muchas travesías, siempre como punta de lanza, abriendo el camino cuando este no existe.
En el tercer vehículo quien escribe, en otra Toyota, SW4 para Argentina, y Fortuner para el resto de los países en donde se comercializa, viajando sin acompañante, como tantas veces.
No todos nos conocíamos pero compartimos una misma pasión. Podían presentarse sorpresas. Especialmente en un escenario por el que durante varios días casi siempre circularíamos por sobre los 4.000 m.s.n.m., en donde el aire enrarecido puede jugarle a nuestros cerebros o cuerpos una mala pasada. También a nuestros vehículos.
Primer día: De Salta a Santa Catalina
Tomamos la nueva Ruta 9, el camino más rápido hasta Humahuaca, en donde nos hicimos de combustible y yo de hojas de coca (casi una cábala en mis viajes por la puna).
Aunque era un día de enlace, no nos privamos de tomar el camino más largo, conduciendo por un camino de cornisa que lleva a la Mina El Aguilar, de larga trayectoria, y posiblemente ya explotada por los Incas, y que desde 1936 extrae plomo, plata y zinc de las laderas de la Sierra Aguilar a 4.500 m.s.n.m.
Tras recorrer este camino anaranjado de cornisa, fuimos ascendiendo entre rocas y cardones siempre entre los 3.700 y 4.000 metros de altura hasta llegar a la entrada de la mina misma, un lugar prohibido para terceros o ajenos pero que emplea a más de 600 personas, que con sus familiares llegan a componer un pueblo de más de 4.000 almas al que los pobladores llaman “El Campamento”.
El Aguilar, tal es el nombre que resulta en uno de los tres centros poblaciones más altos del mundo.
La mina pertenece a Glencore International, una minera de gigantes capitales suizos que tras muchos años de hacer minería subterránea en El Aguilar se decidió a explotar y desaparecer montañas y hacer lo que se conoce como minería a cielo abierto, práctica que se repite en Bajo de la Alumbrera (Catamarca), Mina Veladero en San Juan y Pascua Lama en el límite fronterizo entre los departamentos Alto del Carmen (Chile) y de Iglesias (San Juan, Argentina).
El camino pasaba por el minúsculo y prolijo caserío de Casa Grande, con sus pircas, su iglesia y la infaltable cancha de fútbol. Aprovechando la sombra de algunos árboles plantados y cuidados por el hombre, paramos por nuestro primer picnic provisto por Andy y su interminable heladera de las mil cervezas y unos salames grandes como espadas.
El camino busca abrirse gentil entre las Sierras de Aguilar. Las vistas por momento son escarpadas y nunca dejan de ser bellas, siempre acompañadas por un suave matiz verde y pardo.
Tras pasar por la puerta de la Mina Aguilar y ya volviendo hacia la ruta por un camino de pavimento roto que a veces presentaba precipicio a ambos costados, desembocamos en un cuartel de gendarmería que controla a todos los que pasan por ese camino minero.
Volvimos a la ruta en busca del oro combustible, cargando por última vez en una estación de bandera blanca en Abra Pampa. A partir de entonces solo podíamos surtirnos de los más de 80 litros de combustible extra que llevábamos en bidones y tanques auxiliares de las camionetas.
A lo poco de seguir por caminos de ripio y a buen ritmo siento mi rueda delantera derecha pinchada, y Denis, alias “Dr. Tarugo”, vuelve a mostrar otro de sus múltiples talentos, esta vez arreglando la goma con un tarugo, pese a que “la pinza esta” no era ARB y le dificultaba la faena.
En seis o siete minutos estábamos nuevamente andando y alcanzando a Elsa y Eduardo que se encontraban pululando en la Laguna de los Pozuelos y nos lo comentaban todo por radio.
Un rato más adelante, todavía camino a Laguna Pozuelos, la Toyota Land Cruiser de Andy experimenta una rotura en la manguera que comunica los dos tanques de combustible que posee la nave. Apremiados por el tiempo, pues (supuestamente) nos esperaban en Santa Catalina para comer y dormir, el team pone manos a la obra y con su caja de 100 kilogramos de herramientas solucionan el problema en 8 minutos con treinta, distraídos por galletitas de las dulces.
Por ese camino, que no mostraba cambios significativos de altitud, llegamos cerca de las 21 horas al pueblo de Santa Catalina, uno de los más septentrionales del país, enclavado a 3.800 metros de altura (ideal como para aclimatar) y contando con una población estimada de 2.000 habitantes, aunque son muchos menos los que uno ve y percibe.
Doña Rosa, quien fuera a alojarnos y alimentarnos, tenía la casa llena de familiares, por lo que se tomo la molestia de conseguirnos lugar en una simpática hostería de dos o tres cuartos. Nos procuramos alimento, un pollo al limón con fideos crudos y sin más nos fuimos a dormir en esos cuartos pequeños de cercanas camas sabiendo que nos esperaba un día largo y difícil.
No caigas en la tentación de rememorar el tiempo, de fijarlo y festejar el paso del mismo. No vale la pena, lo sabes, aunque no te guste, aunque no lo aceptes, aunque la sangre te pide lo contrario, convéncete y vive de acuerdo a lo que en tu alma anidó tu cerebro. Piensa, y trata de sentir de acuerdo a lo que piensas, porque si el corazón es grande, no lo es más que tu mente, deja la cursilería barata y asume que un nuevo tiempo de desprendimientos te esperan, a la vuelta del pasto roto, el pozo del abismo, los ojos azules de un doberman bastardo.
Soy un cuerpo extendido al mundo, soy lo que queda luego de toda destrucción, soy el último eslabón hacia el nuevo espacio.
Acaso se lo lleva la que menos le cuesta. Halló en ella más fácil la vida ya pesada. Todo cerebro activo lleva un alma quebrada Y el hombre, en las mujeres, busca un poco de fiesta. Alfonsina Storni. Y agrega la tercera.
Aquí es lugar sagrado, la violenta tempestad del espíritu, donde nadie llega sin estar dispuesto a todo. Aquí es donde los músculos se tensan, donde las colinas son montañas. Aquí las manos están curtidas por piedras, cuero y sal. Aquí los ojos ven mejor, porque ocultamos a los niños en la oscuridad hasta que cumplen tres meses de vida y el iris cierra su desarrollo. Aquí el lunes dura cinco días, el viernes, dos, y el domingo nadie habla demasiado.
El cierre de campaña es siempre bastante demoledor, sobre todo para los “representantes finales”. Este año sólo quedaron dos partidos, por lo que la competencia final se realizó entre dos personas. El representante final del partido verde limón y el del partido naranja vieja se encontraron en los límites de Efrat, donde se inicia la hierba. La tradición obliga a cada partido a elegir un representante (el representante final) sobre el cual recae el cierre de campaña. Cada partido tiene una serie de músicas que lo identifica, por supuesto, bien pegadizas y de letra bastante burda, pero eficaz para canturrear por los bares antes de ejecutar las necesarias hurras madrugueras.
Bien, las caravanas se dieron cita a las siete de la mañana, y cada partido levantó una muralla de veinte bafles, 1.000 watts reales de salida, una belleza. Las murallas se levantaron una frente a la otra con cincuenta metros de distancia, todo el séquito de adherentes de uno y otro partido se colocaron detrás de su muralla correspondiente junto con el disc-jockey. En frente, a una distancia de cinco metros, se sentaron los representantes finales.
Así, cada representante tiene la muralla de bafles de su partido cinco metros detrás, cuarenta metros enfrente a su adversario, y cuarenta y cinco metros delante la muralla de bafles de su contrincante de turno. La ceremonia se inicia puntualmente a las ocho de la mañana, cuando cada partido hace sonar a todo lo que da el himno que lo caracteriza. Luego del himno inicial, casi todo depende del disc-jockey, quien irá poniendo las músicas que crea necesarias para vencer al partido contrario. En esta última prueba no existe un ganador oficial, pero si uno de los representantes muestra mayores signos de disgusto que el otro, se considera como perjudicial para su partido, y esto muchas veces ha terminado en una corrida de votos, y otras en un advenimiento de los famosísimos indecisos. Porque el representante puede mostrarse irritado, pero en esa irritación puede notarse a veces verdadera inutilidad, o un sentimiento de ofensa por la vulgaridad de lo que está escuchando. Así, de una imagen de aturdido puede llegar a una de víctima, lo cual puede favorecerlo extremadamente, aunque es una posibilidad remota, dada la calidad neuronal de los asistentes, y del propio representante. Otras veces, alguno de los partidos, o ambos, dañan una buena parte de los bafles, de manera que el sonido salga sin bajo, volviendo a la música horriblemente estridente, y es aquí donde los representantes más se lucen, porque no sólo deben soportar el nivel escandaloso de decibeles, sino también un sonido pésimo.
La ceremonia termina a las siete de la tarde, por lo que se trata de once horas de música por detrás y por delante, y con sólo la figura de un representante adverso enfrente como símbolo de la especie. Quede claro que durante todo este tiempo los representantes no pueden ni beber ni comer, aunque se les está permitido levantarse de sus sillas para realizar sus necesidades fisiológicas (a este respecto, la práctica consiste en que cada representante se traslada hasta la mitad exacta del terreno, y ahí, despojándose de las ropas, defeca y orina con diversidad de estilos, expresando su repudio o cualquier otro tipo de sentimiento que pueda hacia el adversario). Por lo demás, el resto de los participantes se limita a ubicarse y permanecer detrás de los bafles, alentando al disc-jockey, quien por lo común no tiene idea de lo que ocurre allende los bafles, puesto que ni a él ni a los adherentes se les está permitido siquiera asomar la cabeza al terreno.
Finalmente, luego de once horas de polkas, óperas, conciertos, villancicos y cánticos de hinchada, termina el cierre de campaña. Cada partido retira a su representante, que se encuentra por lo general en un estado de estupidez envidiable, estimulándolo primero con palabras, y luego golpeándolo (es parte de la tradición) con palos para que hable y relate la jornada, y es en base a esta narración que cada partido juzga si ganó o no en el cierre de campaña. Sin embargo, dado el estado de los representantes, que apenas atinan a decir una que otra palabra, y dado el nivel de comprensibilidad del resto de los participantes, es frecuente que cada partido se retire convencido de que ha ganado una gran cantidad de votos.
Dos días después se realizan las elecciones, con absoluta calma y en medio de un clima más bien alegre. Nunca se han registrado hechos de violencia, ni insultos de ningún tipo, nunca hubo acusaciones ni detracciones, ni nada que pudiera provocar una alteración de la paz. Al tercer día se dan a conocer los resultados (que son inapelables), y el nuevo presidente, junto con su representante final, pasea por la avenida principal de la ciudad saludando a sus adherentes. En tanto que el presidente del partido derrotado, junto con los suyos, se encarga de romper minuciosamente cada uno de los huesos de su representante final, el cual, semimuerto, es depositado en las afueras a su suerte, donde finalmente muere olvidado por todos bajo un cartel que dice “por inútil”.
—¡¡¡Baal!!! Prepara mis ropas, ¡marsupial decrépito! ¡¡¡Gabrieeeel!!! Algo de música, por favor… Sí, Baal, lo sé, pero aún así selecciona algo de amarillo, bordó y azul. Ajá, sí, vamos a probar.
Esta noche tendré que elegir, también habrá elecciones dentro de mí. ¿O seré elegido yo? ¿Coincidencias de elección? Probabilidades nulas, cada quien toma lo que puede en la medida que en verdad lo quiere, cosa de no terminar en las afueras… jajaja.
¡Bum bum bum ea! Creí que eras pura miel, producto de abejas, amor de zánganos y reina promiscua. Te busqué por las calles de cera, prestando verdadera atención, pero no estuviste, faltaste a nuestra tácita cita citadina y eso, no se hace. Ahora no estás, y yo que pensaba llegar a un acuerdo contigo, ya sabes, esas cosas que ocurren de madrugada. Pero ni modo, será otra la compañía, otros brazos y otros besos, hilos de colores diferentes. Por ahí la clave justa, músicas iguales en casetes diferentes, y en otro punto de otro lugar esa misma música sonando entre cuatro paredes, cuatro bafles gigantes y mucha gente, cerveza, cigarrillos y el cruce de miradas, el reconocimiento en el casi furor, un detenerse y reconocer. ¡Ea! Cuando los chicos se portan mal.
Viernes de delicia. Alfonsina, si estuvieras por ahí, si pudiera encontrarte de este lado del tiempo, aquí, más cerca, al alcance de mi deseo… pero tampoco vos estás, ¿y qué me queda? Hoy dejo el castillo, la fiesta de anoche fue como debía ser, buena. Pero hoy, esta noche, las cartas se jugarán y me echaré a correr por el asfalto, velocidad y música, perfumes y bebidas, eso que algunas veces es necesario porque se quiere, porque en el fondo está bien, porque nunca estuvo mal, porque se me da la gana, la verdad. De manera que se quedan en el castillo todos, Baal, Gabriel, Philip Glass, Puccini, Tchaikovski y Scharwenwa, Nietzsche, West y Láinez, todos bajo llave, detrás del puente. Esta vez cruzo el puente yo, esta noche me ofrezco a quien pudiera animarse a comprarme por unas horas.
¿Mañana? Mañana será mañana, el mañana es una idea, una posibilidad, y ya veremos qué ocurre, qué pasa y qué transita. Si habrá arrepentimiento (como les pasa al resto) o si habrá ese sentimiento de burla y menosprecio, nada fuera de lo extraordinario, todo dentro de lo previsible, a menos que se dé el cariño certero, la crueldad de la ternura, eso que luego se convierte en ancla, eso que te arroja hacia abajo, que te eleva hasta el fondo de un alma ajena. Paso.
Sin complicaciones, entrega sencilla, plena y sin rodeos, y por favor dejame escuchar esta música, que no vengo a menudo.
Quedará alguien en casa, a uno le faltará edad, otra estará “castigada” por llegar tarde la noche anterior. Y en la cadena de desenlaces, disgustos y reconciliaciones, habrá olas que sobrepasarán las previsiones, y en la cresta de cada una de ellas destellarán los nombres que harán historia, que serán parte de mí, como el mío de ellos. Una fusión caliente, como la piel, una intromisión desenfadada como una lengua en otra boca, mientras hay que pensar en este detalle: “no dejarse atrapar”.
un escombro mutante, un embarazo de alfaguara, una prometedora asepsia contra desilusiones.
A veces rozo la frenopatía, la blancura siniestra que habita el balneario.
Pero a pesar de todo mi corazón supera a mi cabeza y a ratos soy feliz cuando en mi pecho cantan horizontes de pájaros.
He aprendido a ser honesta, tanto, que cada día estoy más sola.
Y tan contenta.
Enésimo poema de amor
Cada tiempo sin ti se va sumando a una triste rutina de carencias, a un cúmulo de siglos
desangelados
y sigo aquí, esclava de la inercia andando por un campo de granadas, sin ases en la manga, con la mirada al frente viendo de nuevo cómo barajea el destino las cartas que jamás ganan ni pierden, sino que solo abultan la baraja.
El amor es siempre un horizonte nocturno porque en la oscuridad también late la vida.
Amores perros
Tanto te amo que te estoy matando y quiero que te alejes porque no te merezco. Pero si por casualidad te vas, si un buen día te hartas y te vas
yo me muero.
Has de aguantar mis exabruptos, mis ataques de crueldad con sumiso estoicismo y morirte por mí hasta que yo decida cuando voy a matarte.
¿Y el amor dónde está? No sé, llama a otra puerta.
Desde el llamado Verso libre Hispánico. Verso libre vs. Verso blanco y rimado
En los inicios de la poesía castellana se llamaba verso libre hispánico al verso blanco con rimas interiores y que ya ha llovido mucho desde entonces y se han diferenciado por completo. No estamos sólo hablando de métrica castellana, hubo un momento en que las patrias no existían para la poesía… porque todas las corrientes se mezclaron y en todos los países hubo poetas para todas las corrientes.
La acidez de la discrepancia, en este caso, surge por la necesidad clasificatoria que cualquier Foro poético tiene de los poemas que se exponen, y que unos afrontan con más valentía que otros, o menos condescendencia, por lo absurdo que resulta convertir el foro de Verso Libre en el cajón de sastre que algunos usuarios quisieran para la mayor difusión de su obra. Naturalmente, suelen ser los menos interesados en el estudio de las estructuras poéticas.
Detallar la historia del verso libre, nos llevaría más tiempo del que yo estoy dispuesta a dedicar a la teoría, pero tengo muy claro que los poetas contemporáneos, ante la posibilidad de trabajar con un metro digamos que relativamente nuevo, tuvieron que crear algunas normas que contribuyeron a darle unidad.
Se prescindía de la métrica y de la tradicional rima, aunque no de los elementos rítmicos que lo diferenciaban de la prosa y, en el vacío que se creaba, tuvieron que apoyarse en un esqueleto que lo sustentara y que potenciara la expresión emocional. La rima, al fin y al cabo, no es más que la reiteración de un sonido determinado en el interior o exterior del verso, que realza el ritmo intensivo y lo subraya.
Sus reemplazantes para el verso libre, resultaron ser la utilización de anáforas y los grupos fónicos y estróficos que contribuyen al buen discurrir de la obra.
El desconocimiento de las estructuras tradicionales supuso para muchos versolibristas y sigue suponiendo en nuestros días, el alejamiento del arte poético en sí mismo (de la música) para dar paso a mediocres o directamente malas obras prosísticas, carentes de ritmo. La perfección estructural no es garantía de que el contenido de un poema tenga alcance poético o suponga emoción alguna para el lector, pero la falta absoluta de estructura tampoco garantiza la libertad de la palabra ni de la expresión, ni siquiera garantiza poder definir una obra como poética.
El verso libre es, en definitiva, un medio más de la poesía contemporánea al servicio del poeta que, si es bueno, debe saber emplear intuitivamente. A un poeta, debe ser el verso el que le pida la estructura a emplear y no al contrario.
Todos los medios, heredados y nuevos son válidos para ello, porque la auténtica libertad de expresión está en la falta de condicionamiento de la palabra a las formas, que deben servir exclusivamente para potenciarla. Ni la esclavitud en las formas tradicionales es tan grande como creen los versolibristas mal informados, ni la libertad en el verso libre es completa. Sólo con el conocimiento profundo de ambas corrientes, puede desplegarse el talento libertario del poeta a la hora de enfrentarse al papel en blanco.
Cuando un poeta prescinde, normalmente por ignorancia, de los elementos rítmico-auditivos y para colmo en aras de un surrealismo mal entendido, diluye la metáfora apartándola de su principal función que es la de referir al lector a un objeto físico o emocional determinado, la lógica del poema, su unidad, se rompe, convirtiéndose en un artificio más que no responde a ninguna realidad objetiva y acrecentando la confusión. No se puede verter la vivencia sobre la palabra escrita sin la necesaria base estructural, porque el versolibrismo no es caos.
En definitiva, se ha abusado tanto del concepto de verso libre, se ha manifestado un desprecio tan grande por todo lo que era considerado como tradicional: metro, estrofa, ritmo, rima, estructura, puntuación, etcétera, que uno no se explica a veces porqué se toman la molestia de escribir en verso y no lo hacen directamente en prosa.
Casi todo en la vida es circular y el arte poético vuelve a sus cauces y el poeta con talento hace uso de su oficio. Así que las corrientes actuales de poesía, se decantan por la vuelta a la música del poema. El verso blanco avasalla al verso libre de manera clarísima y todas las formas heredadas se funden para mayor brillo de la expresión.
Jamás se ha dicho desde la Administración de Ultraversal, que alguna rima (natural en cualquier discurso) demerite un poema en verso libre, estamos cansados de repetir lo contrario, pero no es de verso libre, en su definición básica, el que mantiene una secuencia de rimas con método o sin él, lo escriba San Pedro.
Tampoco el verso blanco puede ser considerado libre, aunque en sus comienzos fue a ese verso concreto con semejanzas métricas y acentuales y sin rima al que le dieron ese nombre, pero hoy en día es un concepto ampliamente superado y sus diferencias con el verso libre, notorias y definibles. Y fijar sus definiciones, no vendrá mal a nadie, en mi opinión:
Verso
Un verso (del latín versus, que significa “vuelto”, por oposición a prosus, de donde viene prosa, que significa “todo seguido”) es un conjunto de palabras sujetas a medida, ritmo y cadencia, o sólo a cadencia, en contraposición a la prosa, que no está sometida habitualmente a estos procedimientos. Suele ser el cauce formal habitual de expresión de la poesía lírica o épica.
Conviene distinguir claramente entre verso, que es una forma literaria, y poesía lírica, que es un género literario. Si tenemos clara esta definición, entenderemos por qué puede haber y hay, por ejemplo, obras narrativas, dramáticas y didácticas escritas en verso e, inversamente, que existan poemas escritos en prosa en vez de en verso.
Se han compuesto versos en distintas culturas siempre en torno a un recurso literario concreto. Así, la poesía hebrea compuso versos fundándose sólo en el paralelismo semántico. La poesía germánica medieval, por el contrario, se fundaba en la aliteración de al menos tres palabras por cada verso, y la poesía grecolatina clásica en la repetición de unas secuencias determinadas de sílabas largas y breves, y la poesía europea tradicional en la rima y el ritmo acentual. Por otra parte, el rechazo que las vanguardias europeas del siglo XX, especialmente el Surrealismo, experimentaron por la tradición literaria, incluso la métrica, introdujo un tipo de verso más extenso, el versículo, que no rima ni posee ritmo acentual, sino que funda su musicalidad en repeticiones de motivos y campos semánticos. Fernando Pessoa decía en su Libro del desasosiego que la poesía se encontraba entre la prosa y la música. Es así en tanto que el verso es una prosa provista de algunos de los elementos que forman la música, gracias a lo cual toda canción con letra ha de estar escrita en verso para poderse adaptar a la música instrumental. Esos elementos que adquiere el verso de la música son el tempo, el ritmo, el compás y la melodía. El tempo viene dado por una velocidad de enunciación marcada por el número fijo de sílabas de la recitación, el ritmo por la colocación o situación fija de determinados acentos, el compás por la alternancia de diferentes tipos de versos y estrofas y la melodía por la repetición de una rima o un estribillo o bordón concreto.
El verso suele darse dentro de una estructura literaria fija que se compone de una métrica definida, un ritmo conseguido por la ubicación de las sílabas tónicas y átonas y una rima recurrente; a estas secuencias fijas se les llama estrofas. La disciplina que estudia las clases de versos y estrofas se denomina métrica.
Existe una gran variedad de estructuras en el verso, comenzando por una división inicial entre verso rimado o con rima y el verso suelto o verso blanco sin rima, pero con un número fijo de sílabas y con unos acentos concretos. Por otra parte, el verso libre es un verso sin rima ni cantidad preestablecida de sílabas.
La creación del verso se remonta hacia las composiciones griegas clásicas, en la que el verso no era rimado, sino que consistía en la repetición de una determinada secuencia de sílabas largas y breves y el compás acentual o ictus.
El verso rimado tiene un origen probable en la región de la península itálica en el Medioevo, donde nacen composiciones versificadas que persisten hasta hoy en día como el soneto, la canción o el madrigal. Del latín vulgar, su paso al español es sencillo y se encuentran composiciones versificadas en rima y con metro desde casi el principio del idioma español, en el siglo X, las denominadas jarchas.
El verso es la forma natural en que nació la literatura en lenguas vernáculas o lenguas romances; siempre ha precedido el verso a la prosa,
Verso blanco
El verso blanco es un tipo de composición poética, que se caracteriza por tener una métrica regular y carecer de rima. En inglés, el verso blanco normalmente ha empleado el pentámetro yámbico.
El primer verso blanco que se conoce en lengua inglesa fue escrito por Henry Howard, Conde de Arundel y Surrey en su interpretación de la Eneida (c. 1554). Puede que Howard estuviese inspirado por el texto latino original al crear este verso, ya que el verso latino clásico (así como el verso griego) no utilizaba rima; o puede haber sido inspirado por la forma italiana del versi sciolti, que tampoco contenía rima.
Christopher Marlowe fue el primer autor en lengua inglesa que sacó un gran partido del verso blanco, además de establecerlo como el verso preponderante en el drama inglés en la época de Isabel I y James I de Inglaterra. Pero ha sido William Shakespeare quien ha logrado los mejores resultados con el verso blanco inglés.
Además, la épica Paraíso perdido, de Milton, también está escrita en verso blanco. Después de Milton, los poetas ingleses consideraron que el verso blanco estaba anticuado y favorecieron el uso de las coplas. Algunos poetas románticos ingleses como por ejemplo William Wordsworth, Percy Bysshe Shelley, y John Keats volvieron a utilizar el verso blanco revalorizándolo. Poco después, Alfred Lord Tennyson dedicó gran atención al verso blanco, utilizándolo, por ejemplo, en su largo poema narrativo “The Princess”, así como para uno de sus más famosos poemas: “Ulysses”.
La bylina rusa también está escrita en verso blanco.
Verso libre
El verso libre es la forma literaria que se caracteriza por su falta de rima y metro. Desarrollado hacia finales del siglo XIX, esta forma logró su aceptación de la mano del cambio social generado por el siglo XX y sus convulsiones políticas, así como por las guerras mundiales. Como una respuesta al modernismo con su forma clásica estricta, ciertas escuelas poéticas, entre ellas la imaginista, respondieron con este rompimiento de formas y moldes que imponían las formas poéticas medidas y rimadas como el madrigal, el soneto y la décima.
El verso libre tiene sus antecedentes más antiguos en las formas poéticas griegas clásicas, donde la calidad del verso se encontraba en la tonalidad de sus sílabas. El verso libre en este sentido retoma al ritmo versal como factor de calidad y de análisis. A pesar de que las estructuras poéticas usadas desde el siglo XV contaban con el uso del ritmo como parte fundamental de su construcción, en el verso libre este elemento es el único asidero que permite calificar al verso libre como tal y diferenciarlo de la construcción en prosa.
Dentro de las reglas del verso libre, también conocido como verso libre, se encuentra evitar la rima consonante o asonante, así como caer en el metro, lo cual genera una falsa ilusión de ritmo en el verso y lo hace en realidad sucio estilísticamente hablando. La variación del verso libre que acepta el metro como parte de su composición es conocida como verso blanco.
Entre los principales desarrolladores del verso libre encontramos a poetas como Ezra Pound, Octavio Paz y otros autores del siglo XX.
Composición en verso
Acataléctico: verso griego o latino que tiene cabales todos sus pies.
Adónico: verso de la poesía griega y latina, que consta de un dáctilo y un espondeo, y se usa generalmente en combinación con los sáficos, de tres de los cuales va precedido en cada una de las estrofas de que forma parte.
Verso de la poesía española, que consta de
cinco sílabas, la primera y la cuarta largas, y breves las demás, y tiene el mismo empleo que el adónico antiguo:
Agudo: que termina en palabra aguda.
Alcaico: verso de la poesía griega y latina, que se compone de un espondeo, o a veces de un yambo, de otro yambo, de una cesura y de los dáctilos. Otro verso del mismo nombre consta de dos dáctilos y dos troqueos.
Alejandrino: de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios.
Amebeo: Cada uno de los de igual clase con que hablan o cantan a competencia y alternativamente los pastores que se introducen en algunas églogas, como en la tercera de Virgilio.
Amétrico: no se sujeta a una medida fija de sílabas.
Anapéstico: poesía griega y latina, verso compuesto de anapestos o análogos.
Asclepiadeo: verso de la poesía griega y latina, que se compone de un espondeo, dos coriambos y un pirriquio. Se mide también contando un espondeo, un dáctilo, una cesura y otros dos dáctilos.
Asclepiadeo mayor: que acaba con dos dáctilos y consta además de un espondeo y dos coriambos, o sea de un espondeo, un dáctilo, otro espondeo, un anapesto, y asclepiadeo menor.
Cataléctico: verso de la poesía griega y latina, al que le falta una sílaba al fin, o en el cual es imperfecto alguno de los pies.
Coriámbico: consta de coriambos.
Dactílico: consta de dáctilos.
Verso de arte mayor, de doce sílabas, que consta de dos hemistiquios.
Más de ocho sílabas
De arte mayor castellano normalmente dodecasílabo, con dos hemistiquios, en cada uno de los cuales se da la combinación de dos sílabas átonas entre otras dos tónicas.
De arte menor, redondilla mayor o menor.
Menos de ocho sílabas
De cabo roto, suprimida o cortada la sílaba o sílabas que siguen a la última acentuada.
Redondilla mayor, de ocho sílabas u octosílabo.
Redondilla menor, de seis sílabas o hexasílabo.
Ecoico, cuyas dos últimas sílabas son iguales.
Esdrújulo, finaliza en voz esdrújula.
Espondaico, hexámetro que tiene espondeos en determinados lugares.
Falecio, endecasílabo que se compone de cinco pies. El primero espondeo, el segundo dáctilo, y troqueos los demás.
Ferecracio, verso compuesto de tres pies, espondeos el primero y tercero, y dáctilo el segundo.
Gliconio, compuesto de tres pies, un espondeo y dos dáctilos. El primero es también a veces yambo o coreo.
Heroico. En cada idioma se tiene por más a propósito para ser empleado en la poesía de esta clase; p. ej., en la lengua latina el hexámetro y en la española el endecasílabo.
Hexámetro, consta de seis pies, cada uno de los cuatro primeros espondeo, o dáctilo, dáctilo el quinto, y el sexto espondeo.
Hiante, contiene hiatos.
Leonino, verso latino usado en la Edad Media, cuyas sílabas finales forman consonancia con las últimas de su primer hemistiquio.
Castellano con rima interior
Libre, no está sujeto a rima ni a metro fijo y determinado.
Llano, termina en palabra llana o grave.
Oxítono, verso agudo.
Paroxítono, verso llano.
Pentámetro, compuesto de un dáctilo o un espondeo, de otro dáctilo u otro espondeo, de
una cesura, de dos dáctilos y de otra cesura. Se mide también contando después de los dos primeros pies un espondeo y dos anapestos.
Proparoxítono, esdrújulo.
Quebrado de cuatro sílabas cuando alterna con otros más largos.
Ropálico, cada palabra tiene una sílaba más que la precedente.
Sáfico compuesto de once sílabas distribuidas en cinco pies, de los cuales son, por regla general, troqueos el primero y los dos últimos, espondeo el segundo, y dáctilo el tercero. En la poesía española, verso que consta de once sílabas, como el griego y latino, y cuyos acentos métricos estriban en la cuarta y la octava. Es más cadencioso y tiene mayor semejanza con el sáfico antiguo cuando su primera sílaba es larga.
Senario de seis pies, y especialmente el yámbico de esta medida.
Suelto, no forma con otro rima perfecta ni imperfecta.
Trímetro, verso compuesto de tres pies, y también el compuesto de tres dipodias, o sea de seis pies, como el trímetro yámbico o senario.
Trocaico, verso que consta de siete pies, de los cuales los unos son troqueos y los demás espondeos o yambos, al arbitrio.
Yámbico, verso en que entran yambos, o que se compone exclusivamente de ellos.
Fesceninos, obscenos inventados en la ciudad de Fescenio y que solían cantarse en la antigua Roma.
Pareados, los dos versos que van unidos y aconsonantados, como los dos últimos de la octava.
Hoy no puedo ser otra cosa que lo que escribo
y me dejo imbuir por este invierno
que me traspasa.
La decisión ya está tomada,
retornáis a donde vinisteis.
Y os digo: ¿qué haré sin vosotros?
Me repito a mí misma que no quiero despedidas,
que ya tuve bastantes,
mas éstas nunca son suficientes
para el destino tan voluble
que nos atrapa.
Y el aliento se agota de tantas veces que intento
afectos duraderos y lazos invisibles.
Me decís que nunca olvidaréis lo que vivimos,
pero no es cierto,
todos olvidamos para sobrevivir.
Pienso en tus niños, a los que no veré crecer
y me pregunto si recordarán mis besos,
intuyendo la respuesta.
Hoy no puedo ser más que escarcha
y no quiero tender manos ni abrazos
que sólo serán recuerdos
de lo que fuimos.
Hoy no quiero tristezas
Hoy no quiero tristeza en mis manos cansadas
ni llantos de pobreza que me agiten por dentro,
hoy quiero ser distinta, salir de este epicentro
que me marca las pautas con preguntas calladas.
Y huyo de lo absurdo, crónicas desfasadas
que provocan en mí un fatal desencuentro,
y a pesar de intentarlo, sólo me desconcentro
sin saber el porqué de estas luchas armadas.
Ya me cansé de tanta aflicción permanente
y pretendo ser gesto sincero que provoque
la sonrisa en tus labios arcanos y profundos.
Por eso me requiero vivir en el presente,
suplicando a mi piel que el amor se desboque
para mostrar miradas y deseos fecundos.
Ignorancia
Vivir en la ignorancia por costumbre,
saberte tan minúscula a ti misma,
sintiendo la conciencia como un cisma
que lejos de saberes te apenumbre.
Todo debido al ego que salumbre,
se revuelve formando una marisma
donde el verbo carece de carisma
sin nada talentoso que lo encumbre.
Qué absurdo ser feliz en las aceras,
desde allí no se alcanza a los luceros,
ni el sol calentará como concibes.
Camina lenta aunque sin esperas,
buscando sin cesar por los senderos,
que tu voz se revele en lo que escribes.
Este libro es un perfecto ejemplo de cómo autores de diferentes etnias, nacionalidades, costumbres, educación y condiciones sociales pueden llegar, a través de un mismo idioma, a congeniar poética y humanamente desde su particular idiosincrasia. Está dirigido tanto a los lectores amantes de la poesía de nuestro tiempo como a los que se inician en cualquier camino literario, y también a los interesados en la riqueza léxica del español, a los traductores y a todos aquellos que deseen ampliar sus conocimientos sobre la enorme diversidad idiomática de los países hispanoparlantes.
Es una brillante alianza intercultural a través de la palabra como nexo artístico. Un libro de identificación y búsqueda, escrito para abrir puertas y ventanas emocionales de vital sugerencia en las paredes de cada intimidad.
Prólogo
Me han elegido, o debería mejor decir, he sido honrado con la misión de prologar este libro. Prologar, escribir el prólogo, comúnmente se entiende como escribir un discurso que precede a la obra, en el que el prologuista intenta presentar o explicar al público lector los contenidos de la misma. Explicar una obra conlleva el riesgo de que quien la prologa trabaje en función de su propia subjetividad frente a ella, de sus emociones y de sus símbolos, por lo cual, explicar algo querido, algo que se ha amasado con las manos y en lo que se ha invertido toda la potencia creativa de la que se es capaz, es como hablar de un hijo. Entonces, no explicaré. Presentaré, con aquello que posee el hecho de presentar: gesto y voluntad de acercamiento.
Provocación. Desafío. Así podría calificarse la actitud común o estratégica que define a una vanguardia. Hablo de vanguardia como desafío a lo canónico estableciendo parámetros que no desarticulen las formas expresivas pero que al mismo tiempo irrumpan expandiendo los límites materiales y simbólicos de lo clásico hacia el tratamiento innovador en el lenguaje, como una rehechura de la realidad de la palabra.
Acercarse al autor con códigos alejados de lo preconcebido para un espacio literario virtual, constituyó en Morgana de Palacios lo fundacional de esta esfera diferente.
Ultraversal es, entonces, un espacio creado por una escritora para escritores, donde el autor se reconozca, además, como lector, en un plano de igualdad jerárquica y este hecho le motive en ambas direcciones: la emoción creadora la emoción participativa.
En Ultraversal, como entidad literaria de vanguardia, la premisa básica es la calidad, calidad que se ofrece como un hito diferenciado claramente de la producción literaria inserta en la virtualidad, transformándola en un referente a la hora de medir el valor de un espacio literario. Esta calidad se obtiene a partir del conocimiento de la disciplina artística que se desarrolla, porque un poeta o escritor que no sabe ni leer ni defender correctamente una obra, suya o ajena, siempre se encuentra en desventaja. La calidad se obtiene partiendo del trabajo de conocimiento conjunto. Trabajo del taller técnico y de taller lector, para que los que integran esta corriente literaria cuenten con todos los recursos disponibles para el ejercicio cabal del arte de escribir y del complejo arte de leer y comprender a otro autor. Esto hace a la formación natural de un escritor.
Decía al comienzo: provocación, desafío, incitación. Así se define el “arrebato”.
Podríamos definir entonces “poesía del arrebato” como la expresión que nace, fundada en el otro, aún en el otro que lleva todo autor consigo y que se anima a descubrir a partir de la motivación. La necesidad de la expresión genuina, obedeciendo a la provocación del pulso general y del pulso íntimo, es una característica de los autores reunidos en esta Antología en la que se funden poetas de diferentes registros y coloraturas, de diferentes enfoques y tratamiento poéticos, de diferentes ejercicios y propuestas artísticas, pero bajo un signo común: la búsqueda de la excelencia, de la nueva semántica textual, de la innovación de lo clásico pero trasladado a la lengua, como ente vivo y en constante expansión. Porque si en algún momento la lengua, para ser poesía, deja de ser “lenguaje” abandonará su entidad de espacio donde la plenitud de todos los sentidos se revelan.
Los poetas que aquí se leen, han hecho del desafío Ultraversal la expresión de su propio arrebato, por lo cual, Ultraversal configura un registro altamente poético que se constituye en una obstinación, la de perseguir una forma que a veces anuda y a veces, sencillamente, se dispara.
“Creo que cada escritor logra un estilo como extensión de lo que es él mismo en su totalidad”
Silvio Manuel Rodríguez Carrillo es un escritor prolífico que cuenta en la actualidad con 14 libros publicados, entre novelas y poemarios. Este economista paraguayo posee una amplia formación musical que abarca desde el piano al violonchelo, pasando por la guitarra clásica. Esta circunstancia le ha llevado a lograr una gran versatilidad en el ritmo de sus poemas.
En sus obras literarias involucra al lector para que vaya descubriendo las claves que parten de elementos comunes para llegar a la exclusividad de sus personajes de ficción.
Su poesía no es estática sino que a través de la cotidianidad logra crear un clima diferente donde el Yo poético se involucra de tal forma que consigue transformarse en un ser que siente al enfrentarse a la sociedad que le tocó vivir. Para ello, al igual que ocurre con su prosa, se apoya en elementos filosóficos y teológicos, ciencias de las que es un gran conocedor.
Es, además, un lector incansable, sobre todo de temas de historia, teología y Kabbaláh.
Silvio Manuel o Duali, como él prefiere llamarse, tiene un gran sentido del humor, es afable, amigo de sus amigos y fubolero al mango.
Vamos a conocerlo un poquito más.
1- ¿Qué es la literatura para ti?
La literatura es una escalera en espiral en donde uno nunca sabe si está cerca del principio o del final.
2- ¿Y la poesía?
La poesía es un licor muy complejo, en cuya elaboración lo más sencillo de todo resulta en echarlo a perder.
3- ¿Desde cuándo escribes y qué te motiva a continuar?
Fue en los años de universidad que comencé a escribir más o menos regularmente. Desde entonces y hasta hoy, la principal motivación es el placer inherente al acto de escribir. Disfruto de escribir como un atleta disfruta de entrenar.
4- ¿Cómo definirías tu poesía?
La definiría como dinámica, en el sentido de que aún cuando me repito sobre ciertos temas y en ciertos poemarios, siempre estoy tratando de alternar fondos y formas. Por otra parte, también voy optando entre lograr un poema claro o bien construir uno cerrado destinado a ciertos lectores específicos.
5- ¿Y tu prosa?
Similar a mi poesía, si no igual, puede ser clara y sencilla, como también hermética.
6- ¿Qué influencias literarias han marcado tu manera de escribir?
Hay muchos escritores que admiro, como Gabriel García Márquez y Aldous Huxley, por citar dos extremos entre los cuales hay más de una centena. Sin embargo, al menos a conciencia, es Julio Cortázar el que siempre me ha movido a emularlo, así que es este escritor el que definitivamente me ha marcado en cuanto a la manera de escribir.
7- Tienes muchísimos libros publicados. ¿Cuál de ellos es tu hijo preferido?
De momento, mi preferido es “217 consecuencias de las tierras altas”, en el cual he recorrido un montón de temas y sub temas desde esa visión subjetiva que también busca ser objetiva, desde esa mirada personal que al abordar lo circundante se hace así social. También lo siento como el más variado en cuanto a estilos abordados.
8- ¿Y el más odiado?
No tengo uno que odie, al contrario. A veces suelo hojearlos, leo un poco por arriba y ter-mino riéndome. Esto porque creo que cada libro nuevo tiene menos errores que el anterior.
9- Eres un gran lector y un excelente reseñista. ¿Ha habido un libro que te haya supuesto un antes y un después en tu forma de enfocar la vida?
Gracias por el concepto. Bueno, la verdad es que hay unos cuantos que me marcaron, pero si tengo que nombrar sólo uno, voy por Contrapunto, de Aldous Huxley, con el cual conocí ciertas maneras de mirar y afiancé algunas que ya tenía.
10- ¿A qué público pretendes llegar?
Creo que cada escritor logra un estilo como extensión de lo que es él mismo en su totalidad, y que por ello, se siente bien y busca la compañía de sus semejantes. Por ejemplo, quien disfruta de estudiar teología y este disfrute y conocimiento lo vuelca en lo que escribe, habrá de buscar un lector que, como él, indague sobre teología. Así, pretendo llegar a un público crítico, habituado a buscar errores en cualquier estructura, reglas acertadas ahí donde no hay ninguna escrita, es decir, a un público que no esté habituado a dar por sentado nada.
11- Para ti, ¿qué condiciones debe cumplir el escritor para ser considerado como tal?
Antes que nada debe ser capaz de tomar una postura ante cualquier aspecto de la realidad, tener su propia visión de las cosas, coincidiendo o discrepando en mayor o menor medida con la de los demás. Desde esta visión, desde esta postura es que puede escribir sobre lo que quiera y tendrá validez.
12- Cuál es tu proceso creativo, ¿te sientas a escribir poesía o esperas que la inspiración llegue?
Tengo una rutina bien marcada. Cada noche le dedico a escribir unos 20 a 30 minutos, y luego otra media hora a leer y comentar a los compañeros del foro.
13- ¿Piensas que hay mucho egocentrismo en el mundo poético o que, por el contrario, es un mito?
La verdad es que el único roce con el mundo poético que tengo es a través de Ultraversal, esa es mi experiencia. Y allí no existe el egocentrismo, todo lo contrario.
14- Pregunta polémica, ¿crees que el escritor nace o se hace?
Sin dudas, se nace. Pero esto no quiere decir que no pueda hacerse a un escritor.
15- ¿Crees que la poesía vende?
Estoy seguro que sí.
16- ¿Cómo ves la poesía en la sociedad actual?
Creo que, al igual que la música clásica, mantiene vigorosamente su vigencia, pero dentro de un ámbito más bien excluyente.
17- ¿Qué opinas del formato digital con vistas al futuro?
Creo que los contenidos en formato digital irán incrementándose, y que cada vez serán más los lectores y escritores que se beneficien con ello.
Hasta aquí hemos llegado, Silvio. Seguro que nuestros lectores ahora te conocen mejor. Te agradezco contar con tu presencia.
Rosario, gracias a vos por la atención y te aseguro que la he pasado muy bien compartiendo este momento, que espero alguna vez se repita. Un abrazo.