EDITORIAL

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañer@ del alma, tan temprano.
.
Alimentando lluvias, caracolas
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
.
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
.
.Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte


.
¿Quién dice cómo debe ser un editorial?¿Quién puede decir que esta Elegía, de Miguel Hernández, no es, al fin y al cabo, superior a cualquier editorial que se pueda escribir aquí, hoy?
Reflexionar sobre la muerte; decir las cosas que todo el mundo dice; alzar con la letra un panegírico no traerá a Morgana de vuelta ni aliviará el dolor ni calmará el vacío, porque el vacío está allí, asentado ya en el costado de doler como todo lo que duele para siempre.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera

.
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañer@ del alma, compañer@.

Va por vos, negrita de mi vida.

MORGANA DE PALACIOS, POETA

Una voz, altiva y poderosa, tan humanamente femenina que, aún con todo su poder, siempre conservó lo sensitivo y lo frágil.

Desde aquello netamente poético como aggiornar al siglo el formato clásico, como lo íntimo vital del fatalismo que cae como un rapaz sobre los hiperlúcidos, su poética se centra en el análisis de «la poeta y sus circunstancias/la mujer y sus circunstancias/el ser y sus circunstancias».

ARS AMANDI

I

Si tus labios prensiles en la noche
no me cercaran de infinitas lenguas
y el corazón no fuera la palabra
para beber a golpe de latido.

Si demorado el tacto, fuera el vínculo
la razón de la huella clandestina
en la humedad perfecta de las ingles

-retráctil caracol que sube por la espalda
hasta la nuca hermética
oculta en el temblor de los cabellos-

Si no fueras un cuerpo extemporáneo

vivo de cicatrices

para lamer despacio mientras fuerzas
la verticalidad en la sonrisa
del músculo extasiado.

Si yo no fuera yo
ni tú el disturbio
ni ambos el misterio

la herida fuera amor en la garganta.

II

Aquí me tienes
vestida de inclemencia
y en total desnudez. No existe luna
que me alumbre la voz en la garganta
bajo la negra bóveda del aire
y nadie puede oirme si te hablo.

Mírame silenciosa.

Soy casi de cristal cuando respiro
y de cristal las venas me recorren
y de cristal me quiebro si me dices
con la coral de hombres de tu boca
que me quieres

que

bra

da


Quien me soñó de acero
me consiguió de acero y estirada
sobre un desierto frígido de olvido
pero a ti te confieso
que mi fragilidad no es inventada
y que puedo morirme de repente
sonora como el vidrio del insomnio.

Sé que me harás añicos de silencio
cualquier fragante noche de verano.

III

Lo que nos hace cuerdos, nos disloca
y nos rompe en pedazos imposibles
el día que se cumplen las ausencias
y como un animal agazapado
palpita, predadora, la memoria
en todos los febreros de la vida.

Febrero con su cruz, tiene su cara,
con la mirada escéptica del que lo ha visto todo
y en su fragilidad se hace de hierro
y es yunque
y es martillo
y es chispa de mi fragua.

Lo mismo que nos mata nos rebela el instinto
de la sobrevivencia.

No sería tan hombre como es
de no haber sido bestia sin amarres
ni amaría la vida con tanta intensidad,
con esa lealtad de kamikaze
si no tuviera claro lo fácil que es quitarla
lo enormemente fácil que es morirse.

Porque conozco todos sus dogales
sé de la seda oculta tras los dientes
del ángel tenebroso que le signa,
del código amoral con el que besa
mi sombra cuando duermo descuidada.

Sé donde está.

Enraizando la voz en mis pupilas,
frondoso como el árbol de la fatalidad
vibrando mutaciones,

sólo para mis ojos que marcean
en él.

IV

Mi silencio está vivo.

Es la autista criatura
de sangre y semen
que se opone al zumbido de lo muerto
en tu piel añorante de su tábano.

No es mi voz quien te crea
y regenera el miembro mutilado,
es mi silencio el que fagocita
la llamada a deshora del sepulcro
abierto en la memoria.

Sólo entonces me exiges la palabra
y buscas la ebriedad
en su copa de láudano.

Sólo entonces me miras
con los ojos de un vivo.

No temas mis silencios cuerpo a tierra
mas no te atrevas nunca
a respirar sin mí mientras me callo,

que no quiero morirme
envenenada
mordiéndome la lengua.

V


Se me olvida quien era antes de ti,
como si mi consciencia necesitara espacio
para que tú me ocurras
con la amplitud de un sueño
irremediable.

Todo se vuelve tú, después de ti.

Los vivos se enmarañan en mi sombra
y los muertos se duermen en la hondura
inevitablemente.

Sólo me asombras tú
después de ti,
y mi egoismo medra en la medida
en que crece tu escándalo en mis pulsos.

Se ha detenido el mundo en tus pupilas
y en tu boca la sed de mi memoria.

Todo eres tú y alrededor no hay nada
salvo mi lengua viva pronunciándote.

VI

Mis ojos contra ti y tus oscuros ojos.

Siempre mis ojos contra tu mirada,
por más que nuestras bocas se acompasen
presas de algarabía o de silencio.

Rota tu voz contra la mía rota
y el verso contra el verso que renuncia
a juzgar tu inclemencia
porque existe
otra forma de ver, tras las palabras.

Como te miro yo, te mira el tiempo
que en su fugacidad guarda las claves,
te mira una mujer que no te teme
porque no tiene nada que perder,
ni ha de bailarle el agua a ningún loco herido
porque la mire, absorto, como un hombre
desprogramado y libre.

Tu cuervo contra el vuelo de mis pájaros
por un cielo de puertas clausuradas,
sin milagros ni llaves.

Y los días que pasan enseñando los dientes.


Detener el tiempo

Vas a heredar mi boca cualquier día,
esa naranja amarga de adulterio,
mi lengua de tormenta que incisiva
hace crujir las gavias de tu aliento.

Heredarás mi voz de jarcha y sable,
mi cetro de cristal, mi amor sin dedos,
mi astucia de tarántula perdida
en la vasta inquietud de los espejos.

Mi látigo de seda, la distancia
que va del corazón hasta los huesos,
la hondura roja y gualda de mi idioma
bajo el azul y blanco de tu verbo.

El pulso de la luz con que destella
el nombre que le puse a tu misterio,
los confines del Norte que limitan
con mi fatalidad de oscuro enebro.

Vas a heredar las cartas del ayuno,
las horas de vigilia en el trapecio
donde colgué tu sol dilapidado
en el calor de mis poemas muertos.

Cuando te lleguen a los ojos, cava
una fosa en la tierra de tu pecho
y olvídate de mí en el instante
en que me entierres cerca de tus miedos.

Cuando sientas que el aire huele a rosas
será que han florecido los silencios.


Como un cuchillo de humo
afilado en el poema
yo me disuelvo y asumo
que no he de beber el zumo
de tu boca cuando quema.

Asumo que está perdida
la guerra en los abrojales
del corazón, que la vida
no es más que una abierta herida
sobre profundos eriales.

Y estoy tan acostumbrada
a ir y venir por mí
que sola o acompañada
me resumo en la mirada
con la que te mato a ti.

No sé quién está más roto
si tu alien o mi extraña
pero de la pena broto
con los dientes de alboroto
y la lengua de artimaña.

Por tanto, me da lo mismo
que estés partido o entero.
Con tu vocación de sismo
siempre existirá un abismo
para el que salte primero.

Más desnuda que un alambre
y con vocación de endecha
soy la Reina del enjambre
que escribe viva de hambre
para morir satisfecha.


Tal vez desilusión, no aburrimiento.

Jamás me aburro yo conmigo misma,
me inauguro portátil, voy y vengo
y me sobra talento armamentista
para partir de cero en cualquier guerra,
al no soñar con tierras prometidas.

Mi territorio se abre en el presente
sobre el páramo azul de la inventiva.

No soy de las que lloran el pasado
negando la pasión de cada día,
porque lo que me gusta es el camino,
la huella de los pasos, la genista
en la cuneta donde duermen tantos
sobre sus cuerpos yertos invasiva.

A ninguno le debo un mal capricho,
ninguno me ha dejado malherida,
lo que me dieron di, siempre sobrada,
y al irse pasé página deprisa.

Mi lealtad se ajusta a lealtades
que no terminan más que con la vida,
el resto ni me mueve ni me importa
ni consigue borrarme la sonrisa.

¿Aburrimiento? No, ni estando muerta.
¿Desengaño? Quizás, por estar viva.

Pero es lo que estoy, viva y armada
hasta los dientes con la poesía.


Un mundo de metáforas

A veces, junto a ti, me ataca el desconcierto
por esa diferencia de tu tacto y mi tacto
e invento la caricia y el golpe y el exacto
instante de atraerte a puro cielo abierto.

Por esa diferencia de tu boca y mi boca
es que gestas las guerras que enamoran al labio
y el verso que seduce, enardecido y sabio,
de tu lengua a mi lengua se agita y descoloca.

Porque somos distintos de palabra y de gesto,
de ojos y mirada, el instinto me apuesto
para desentrañarte sin un roce de piel.

Un mundo de metáforas con el rostro velado
no oculta la certeza de saberte a mi lado
el más hombre del mundo con carne de papel.


Trepidaciones

No vayas a creerte que es oro todo lo que reluce
si tiro de tu lengua porque desbarres sin asidero.
La cita que propongo sólo conduce al despeñadero
de lo que has aprendido de otras mujeres. Yo soy un cruce
de verdad y mentira que no se apiada de voz alguna,
un garfio en tu garganta, la cara oculta de cualquier luna
que malvenda secretos por los tejados de lo prohibido
asustando a los gatos ronroneantes. No admito dueño
ni espuelas de jinetes en los ijares del turbio sueño
en que, por ser yo misma ante los hombres, me he convertido.

A veces hasta siento no ser la tierra que engendra el beso
de algunos hombres buenos para su lírica apasionada,
pero cuando soy tierna siempre hay un malo con la mirada
dispuesta a taladrar mi fragilidad hasta el mismo hueso.

Si me visto de seda para la fábula de tu hombría
o me cimbro en el aire, látigo hembra de la utopía,
no te quedes absorto ante el revuelo de mi palabra
ni creas que lo escrito es algo más que provocación
para que tú disfrutes mis alacranes de sinrazón.
En mí no hay un resquicio ni puerta alguna que se entreabra.


2 heroicos

Últimamente, siempre, estoy en otra parte
y ni siquiera sé lo que deseo.
Dios dejó de mirarme y se presenta
tan sólo alguna vez durante el sueño
y se mete en mi cama, tan cansado
como cansada estoy de desafueros.

Me hago a un lado y llueve sin reproches
sobre la rebeldía de mi fuego,
y yo tampoco le reprocho nada,
bastante tiene con contar los cuerpos
que superpuestos llegan a su puerta,
y separar los vivos de los muertos.

La omnipotencia da mucho trabajo
y digan lo que digan, ya está viejo,
como estoy vieja yo para el ruido
que meten al entrechocar los huesos,
los vivos que maté por divertirme
y los que se mataron a destiempo,
antes de que pudiera demostrarles
que el mayor asesino es el recuerdo.

Me olvido de mí misma, por los que no me olvidan
ni cuando tienen hambre de silencio.


Están pasando demasiadas cosas
que no tienen que ver conmigo nada.
Cosas que vuelan, cosas que bucean
en rápido zig-zag, un sube y baja
de la resignación por lo perdido,
ante la euforia por lo que se gana.

Al mito se renuncia, la quimera
nunca termina de enseñar la cara,
y la vida nos cambia los paisajes
que divisamos desde las ventanas.

Ya no siento placer cuando me pongo
para bailar desnuda alguna máscara.
El cuerpo que se exhibe no es mi cuerpo
ni soy yo si me tapo la palabra.

Donde los fuegos eran de artificio,
hoy solo queda pólvora mojada
y tan solo resulto venenosa
administrada en dosis elevadas.

El mar ya no me añora ni me entiende
ni es la memoria que jamás me engaña,
pero si nos rozamos pasan cosas,
siguen pasando cosas si me abraza.


Legado

En ese libro extraño que nunca va a cerrarse
hasta que deje un día de mirarme por dentro
y me cierren los ojos los dedos de la vida,
encontrarás la clave de todos mis silencios
y la maraña oculta de los pájaros mudos
que, para protegerte, nunca alzaron el vuelo.

Vas a entender, entonces, que no puede cambiarse
lo anómalo del mundo ni sus vicios secretos,
que miles de caminos no conducen a Roma
y el mal lo embarga todo con su pútrido aliento.

Que no puedes salirte del ciclo de la luna
ni eludir las mareas que te arrasen los sueños,
que has de escuchar tu grito entre la muchedumbre
y acorazarte en ti cuando te asalte el miedo.

Sabrás, sin una duda, que el amor solo es fuerte
cuando lo despojamos de carne y de deseo,
y es así como puede derribar las murallas
y tender nuevos puentes y dominar los vientos.

Sabrás que, como el junco, adaptarse al entorno,
no es doblegar la mente ni ceder tu terreno.
Que esa es la estrategia para el sobreviviente
que lucha por su vida, su familia, su credo,
y atraviesa las zonas más oscuras del alma
por buscarse a sí mismo, en un viaje eterno.

Al filo del amor que guardo en la memoria,
al filo de la muerte y en su desfiladero,
se amontonan las letras que dejaré a tu nombre
para ser, en tus manos, un simple libro abierto.


Épica, sensitiva, fatalista, pragmática, apasionada, heroicamente frágil y violentamente femenina, con un extraordinario manejo de la técnica al servicio del discurso sin que la palabra pierda su autenticidad de alma y de raíz, es y será una de las mejores poetas que he leído.

Por siempre y para siempre, Morgana de Palacios.

POESÍA MINIMALISTA

…DE LA MEMORIA

Miguel Palacios

Con un desgarro,
tus lágrimas la lluvia,
las mías barro.
(del polvo que me enturbia
y al que a veces me agarro)

Podrás clamar
en tu vasto desierto
con vista al mar,
sin conseguir
que el que dejó tu huerto
vaya a acudir.


Ser de cristal,
traslucido, sin huellas.
Eras tal cual.

De luz tu ser
siempre resplandeciente,
siempre mujer.

Esa alegría
convirtiéndome en bruma
día tras día.

Amanecer,
en tus brazos quisiera
dejar de ser,
por todo lo que era.
Por ti mujer.


Piedra angular
que no dejaste nunca
de colocar.

Noche profunda,
en mis sueños su ausencia
todo lo inunda.

Descansa en Tauro,
Aldebarán su estrella.
Por siempre lauro.

CONTRATAPA

Quizás, para ella, siempre fui un animal herido que llevar en los brazos. Un animal que desafiaba su capacidad de acariciar y que, sin embargo, desesperaba en silencio por sus caricias.

De ahí que, tan maduros ambos y tan lejanos a los ímpetus de nuestros años jóvenes, seguíamos haciendo sexo de nuestro mejor idioma.

Era en ese momento que a ella todas las caricias le estaban permitidas y yo me rendía. Siempre me rendía. Aprendí a rendirme frente a lo lacustre de sus ojos que me ofrecían una ternura líquida y compasiva y frente a sus labios, que murmuraban mi nombre como algo cabalístico que solo es capaz de cosas buenas.

Ella no era como yo, pero estoy seguro, como lo estoy de mí, que amaba a esta mujer como ella me amaba cuando se enzarzaba conmigo en retozos inverosímiles y siempre encontraba un nuevo juego que proponerle a la piel del pensamiento.

Yo era más bien de los después. De esos después de abrazo y calor en que quedarnos pausados y serenos, el animal y la caricia que lo ha domesticado.

Esta mujer, ahora, se representa en mí como una caricia que me sabe, que podría andar por mis ciclones sin perder el norte y por mi oscuridad, solo dejándose llevar por el poder enorme de su tacto.

Permanezco en aquel después que se transforma en el siempre del amor, dentro de esta habitación hecha con agua de lluvias infinitas, así, respirando en esa sensación de su cabeza sobre mi pecho y mi brazo rodeándola como una zarpa quieta y amorosa.

Nunca preguntó ni dónde estuve ni qué hice ni por qué acabé así. Solo se dedicó a curarme las secuelas sin hablar demasiado, ofreciendo sus palmas a mi olfato de dramática bestia acorralada.

Así, podíamos hacer el amor diez veces en un día si fuera necesario, hasta que, al fin, ella obtuviera una palabra o, como tantas veces, una lágrima.

Porque ella fue y será la única capaz de volverme un animal que llora.

Un animal que aprendió a llorar entre los dedos de esa mujer que me ofrecía el mar infinito de sus ojos y se recostaba a mi lado mientras sus manos atrapaban mis dos manos, como si fuéramos niños todavía, capaces de jugar.

LOS MALDITOS GUIONES NO SON EL SIGNO MENOS

La raya de diálogo, el guión intermedio y el guión corto, por Gerardo Campani (z’l)

—No quiero entrar —dijo Luisito—, no me gusta este lugar.
Berta miró al niño con resignación. Ya estaba harta de ese niño-problema. Al rato le dijo:
—Pero tenés que entrar.
Luego se quedaron ambos en silencio –un largo silencio– y Luisito se sentó en el suelo.

º º º

En la primera línea aparecen los guiones de diálogo. Siempre va uno inmediatamente antes de lo que dice el personaje. Los dos guiones siguientes van pegados a lo que indica el narrador, como aislando la voz narrativa. El personaje que habla, Luisito, está anunciado por la voz narrativa, en este caso, Luisito. Si el personaje sigue hablando después de esta “interrupción”, puede ir, si la sintaxis lo exige, el signo de puntuación correspondiente, en este caso una coma.

En la segunda línea aparece el guión corto, que es el separador de palabras compuestas, como por ejemplo “físico-matemático”. Esta línea es exclusiva del narrador, por eso aparecen, al final, los dos puntos, que indican que lo que vendrá es la voz de un personaje, en este caso, y como está anunciado, Berta.

La tercera línea es también de la voz narrativa. Los guiones que aparecen aquí son los intermedios, y cumplen la misma función que los paréntesis.

El guión largo (el de diálogo) está en el ángulo superior derecho del teclado numeral, y se consigue apretándolo al mismo tiempo que Ctrl+Alt. [—]

El guión intermedio (el que reemplaza los paréntesis) es el mismo, sólo que se consigue apretando al mismo tiempo nada más que Ctrl. [–]

El guión corto (separador de palabras) es el normal, que está en el teclado principal. [-]

Para que estas diferentes clases de guiones sean factibles, hay que escribir el texto en Word, siempre que el teclado tenga, además, teclado numeral.

Los guiones, cualesquiera sean, van pegados a las palabras, sin espacio previo o posterior.

SONETOS

In memoriam

Gerardo Campani – Argentina

El idioma francés

—Quesquecé?—Celagom’e. La pregunta
un poco, y sobre todo la respuesta,
nos sintetizan y compendian esta
metafísica lengua. Aquí se junta

la ciencia con el arte, que barrunta
el lacanismo zen en unas fiestas
de máscaras, de sumas y de restas
de gran madeja y de ninguna punta.

Con el telón monumental de Chartres,
la crema intelectual de nuestros númenes
pergeñará novísimos resúmenes

de los Lyotard, Foucault y Jean-Paul Sartre.
Y mientras los sajones son los malos…
¡escriben y declaman nuestros galos!

(De su libro: Flatus vocis)



Vicente Mayoralas – España

Perdido

Hoy llevo tanta prisa, que adelanto
el paso para ver si me reencuentro
con ese otro yo que fue a mi encuentro
y juntos nos perdimos entretanto.

Cuánto paso mortal, cuánto quebranto
en ese caminar de fuera adentro,
en una regresión al mismo centro
donde yacen las huellas del espanto.

Buscar y rebuscar y no encontrarme.
Seguir y perseguir tan sólo sombras.
Caer y recaer conmigo mismo.

Esta es la cruz de mi tragedia: fiarme
de tu voz, compañero, si me nombras,
sabiendo que procedes de mi abismo.



Alejandro Salvador Sahoud – Argentina

Luz y maleficio

Una mujer de luz decapitada
avanza prodigiosa
hecha de alteridad como una cosa
prudencialmente efímera si alada
es sonoro animal. Crece su rosa
de páginas de sal. Despetalada,
su boca tormentosa
hace nacer un dios por madrugada.

Una mujer de luz cumple el oficio
de la sabiduría.
Ciñe su amor a mí como un cilicio
que la vuelve sangradamente mía.
Yo soy el maleficio.
Suya la hechicería.



Manuel Martínez Barcia – España

La patria insalvable

Siempre quiso tu vida saberte ingobernable
-con vocación de luz sembrada en la utopía-
buscándote de frente, por si hubiese algún día
turbado por dolor entre lo deseable.

Corazón de mujer por arma incontestable
enarbolaste tú la gran melancolía
y lo enjuto del ser por toda compañía,
igual que la bandera de una patria insalvable.

El viento de la noche gira sus remolinos,
desordena los pasos que ahondan los caminos
con las huellas del sur tan sólo por herencia.

Eres símbolo ahora, raíz entre los pinos
que señalan la ruta de antiguos peregrinos
a templos del placer, o acaso coincidencia.

EN BUEN ROMANCE

Jorge Ángel Aussel – Argentina

Su castillito de letras

Al caer la madrugada
para escribir se despierta,
toma una taza de insomnio
y en su pasado se acuesta:
las manos en el teclado,
los ojos en las estrellas,
el alma sobre la hoja
y los pies sobre la hiedra.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

A sus diecitantos años
ya se siente de setenta,
de ciento veinte, de miles
de años luz, de la pretérita
edad de los multiversos,
parte de Alfa y Omega,
primitivo como el mundo
singular que lo rodea,
y joven al mismo tiempo,
estrenando vida nueva.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

Fantasea con el sitio
en que, según argumenta,
habitaba mucho antes
de reencarnarse en la Tierra,
cuando solo era un espíritu
sin cuerpo que retuviera
su mente de vasto vuelo,
las alas que se le enredan
probando llaves y medios
a fin de cruzar sus verjas
y transmitir el mensaje
que todavía recuerda.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

Frente a la computadora
pasa los versos en vela,
en soledad, en la calma
de que el vecindario duerma,
escribiéndose un espejo
donde mirarse las penas
y escudriñar lo que ignora,
lo que oculta, lo que niega,
lo que nadie advertiría
si primero no lo muestra.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

Todavía no lo quiere,
todavía no lo sueña…
solo quiere ser él mismo
sin disfraces ni caretas,
y sueña con fabricarse
un castillito de letras
para encontrar en las páginas
su lugar de pertenencia.



Gavrí Akhenazi – Israel

Agua y acero

«…aguacérame los ojos
hasta que me abra de ideas
y con paso resoluto
cruza despacio mi lengua
que, a los gritos, anda loca
por la calle de tu ausencia».

Morgana de Palacios


Si te aguacero los ojos
antigua gárgola negra
y te crecen siete vientos
dentro de la voz desierta,
es que en el Templo se enciende
la luz de la voz eterna
y tiemblan las columnatas
su feroz naturaleza.

Si te aguacero los ojos
– como a un ídolo que tiembla –
verdes de jade y humeantes
como el mar bajo la niebla,
¿a quién perderá el Triángulo
donde estallan mis tormentas?
¿A tu puente de amatista
donde se acoda la tierra
en que afincar el sangrado
de mis alas turbulentas?
¿Al disgregado crepúsculo
en que el vino se despuebla
y fallecen los amantes
bajo el farol de tu puerta?

No pidas que se deshagan
ni tus labios ni tu lengua,
que escuchan los malos duendes
y con plácida inclemencia
concederán tres deseos
y trazarán cien fronteras.

Ellos te quieren a salvo
de mi mirada perversa,
de mi sonrisa disfónica
de mi renegada pena.
Te quieren lejos de mí,
del caos de mi tristeza,
de la sangre que me mancha
por asesinar quimeras
en los tiempos inhumanos
con que remonto las guerras.

Mujer, no pidas por mí
desde el borde de la ausencia.
Mujer, no pidas por mí
desde tus fieras almenas,
porque si tu boca llama
tu palabra me atormenta
y una cadena de llanto
a tus manos me encadena.

Por aguacerar tus ojos
los ojos se me aguaceran.



Gerardo Campani – Argentina

(In memoriam)

Romance del wild, wild west

Por la calle polvorienta
de aquel silencioso pueblo
avanza Randolph Scott
todo vestido de negro.
Rock Hudson lo está esperando
con un temblor en los dedos,
con la pistola prestada
y con la estrella en el pecho.
Qué destino tan injusto
para tan simple vaquero
enfrentarse con un killer
en duelo tan desparejo.

Siempre es novedad morirse
y alguna vez hay que hacerlo.
Si hay que ser hombre de veras
qué mejor que este momento.

El killer sigue avanzando;
el sheriff se siente muerto.

Y cuando están a dos pasos
ocurre un raro suceso:
Randolph Scott se abalanza
sobre Rock, muerto de miedo,
lo sujeta con sus brazos
y le da en la boca un beso.



Vicente Mayoralas – España

(In memoriam)

Sueños y cardo

Son las púas de mis sueños
punzantes como ese cardo
que sobrevive en mi tierra,
la tierra de mis quebrantos,
altanero y amarillo,
como la sed del secano,
en las espinas su angustia
y en las raíces su llanto,
y la mirada en el cielo,
y en el cielo el desengaño.
Así los sueños me hieren
tan profundos, como aciagos,
tan sublimes en recuerdos
y en perspectiva tan parcos.
¡Cómo me duelen los sueños
y cómo me hiere el cardo!
Ambos habitan en mí,
en mi pena, cuesta abajo,
por donde corren mis ansias
y mis anhelos truncados.
En ese amor que me escarba
y descuartiza en pedazos
tengo al niño que me habita
entre los surcos jugando,
ajeno a este otro hombre
de soledades sembrado
y que sueña juventudes
con la esperanza en el raso,
porque morir nunca muere
quien ama, como ama el cardo.


VERSOLIBRISMO

Manuel Martínez Barcia

Jaula de otoño

Ser, en jaurías de gritos,
casi a solas,
en la sombra de nadie.

El vacío en oleadas
sin límite.

Frío, otra vez, otoño
en la nada.


El exilio del fuego

Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino
sin nadie a quien ahogar,
sin abismos de sed que me silencien…

Pero no, sus corrientes,
apenas la existencia de otro clima,
la sanación errónea de mi piel,

instantes de quietud,
algo de libertad,

pulsiones de esplendor que justifican
el exilio del fuego.


Fábulas de nieve

Mantengo en cuarentena
mi amor por Blancanieves
y a todos los enanos,

excepto al gruñón,

por su eterno reproche,
porque le dan lo mismo las mujeres
los príncipes y espejos
y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)

saber si la más bella
se ha teñido de rubio
o es esa morena del peine envenenado
que dio a un pretendiente
corazón a destiempo. Y para su extravío
también una manzana
y zapatos de hierro
que luego fue cristal
recalentado.

Ya sé que mi versión
no corresponde al cuento (fielmente).

En ciertas ocasiones
disfrazan a los niños de dóciles enanos
y los juntan de a siete,
un coro entre paréntesis cantando
diálogos de falsa realidad
azotada por esbirros del silencio.

Tan sólo aquel gruñón
es un rojo desorden,
el grito de un esclavo que no acepta
la cruel tiranía
de un reino rebosante de plebeyos

que roban y proclaman
con fábulas de nieve sus mentiras

… o una prima de riesgo?

José Luis Villena

De rodillas

Mientras me inclino calla en mí la ira,
se amansa el griterío y la desesperanza
y no me queda más lugar que el recogimiento,
más medida que este cuenco de carne,
ni estar que no sea mi propia vida postrada
bajo el haz de la vidriera
que me brinda el amparo de su espejismo.

Sólo al rendirme al miedo inevitable
se sosiega la furia como algo ajeno
y el esperpento transforma la gramática
de todo lo que temo en todo lo que digo,
mientras mascullo el puro disparate
y los nombres del pánico
en un murmullo impensable y subyugado.

Arde la hez del silencio en los cirios,
arde como un tiempo de cera y humo
imposible de entender si no es ardiendo
como una vela dúctil,
como una llama desprovista entre las sombras.

La vida aquí no es eterna,
pero es de piedra fría y susurrada,
de piedra esculpida por el vaho de las oraciones
nacidas de la fe de un sindiós
que pende de la angustia de estar vivo,

mientras alza sus rezos sin consuelo,
mientras vacía la boca de temores,
mientras llora su muerte de rodillas.


Message in the bottle

De la muerte de hace un rato vengo,
improbable y redivivo,
de la mirada sin párpado
que todo lo sabe y que todo lo ignora;
vengo del don del azar,
y de mi propia costilla,
de la apuesta al sin par mecanismo
que sostiene mi luz y mi historia,
toda ella,
en el aire.

Lo más exquisito, la voz más lejana,
en el aire,
como si del humo fuera cuanto digo
y se me escurriera el tiempo en mantenerme
sobre un equilibrio que no existe.

Aun así, hoy es veintitrés de Abril
en este lado del mundo
y es el año dos mil cinco.
Para quien lo lea. Queda escrito.


El azar reparte inicios


Si estalla la exactitud de la sabiduría
y el fiel de la justeza
es como un traspiés en el abismo,

si amanece poco sol
y es de piedra, bajo, mineral,

si el tiempo reza
el viejo artificio de los segundos
y la noche aún no viene,

si jura en vano significados la palabra
y el silencio llega a las puertas de la nada
y es nada su pálpito
y es nada su sombra
y nadie de nadie es,

entonces el azar reparte inicios
y lo muerto muere de nuevo
y en el vientre del mar estalla el agua.


Así el azar,
así el milagro,
así el orden sucesivo del misterio.

Manuel Martínez Barcia

Selección de poemas

Origen y exterminio

Necesito idear
un yo interpretativo del amor
sin llave en sus compuertas,

una imagen de ti

que sea irrenunciable cercanía
capaz de ser adverbio,
de modo, de lugar, de negación
si tú fueras apenas, casi, nunca,
el no de lo absoluto.

No pudiste escuchar mis oraciones
mientras éramos luz, el pulso creador
de lluvia estéril, pacto perdurable
de algún inexistir
en noches de recursos sin alzada.

Preciso creaciones que sean abstracción
fingiéndote invisible en mi materia,
temblor, ilusionismo, paréntesis que ocupe
este origen febril,

tan ávido ecuador de tu exterminio.


Las formas del aire

Hacia donde orientar
esta cálida luz
que pretende metáforas de ti
sembrando agitación en mis palabras
mientras los versos vuelan
las frágiles ideas de las ensoñaciones.

¿Acaso eres la ruta del amor?

Después de caminar por tu noche mis pasos
me basta con sentir la soledad que despiertan las flores
cuando tú eres mujer y el único atributo
capaz de ser escrito en un poema.

No sabría medir
la distancia que une
ese ir y volver
que atrae los sentimientos
y luego despereza.

Albérgame en tu sombra,
yo seré corazón
y hélice y válvula
y aliento

ese ardor tan fugaz que siempre te ilumina
y es bautismo de ángeles con sexo,
vigilia de tu nombre y la merced
de las formas del aire…


A pluma rota

Porque tú eres la piedra donde yo soy tropiezo

metaforicamente, diríase caer,
a paso cambiado, sin riesgo a fracasar
el límite absoluto, lo que repta el amor
sin huella en las alturas
.

Porque ambos fingimos ser pálpito de luz
mientras sueñan los cuervos
el tiempo de un poema,

porque yo soy guión
y te conozco actriz,
sobreactuando siempre,
veraz a tu manera.

Por estas tan inútiles razones
hoy pretendo extravíos,
la búsqueda de mí
sin que sangren palomas los aires de mi vuelo.


El norte de la rosa

Ayer estaba herido de locuras,
de ilusiones negándose a vivir
los tiempos que más amo.

¿De qué vale un ardor sin alegría,
silenciado en lo estéril que enfebrece
fulgores de la nada?

Gracias por este norte que oloriza
la brújula del sueño,
también la rosa virgen que liberta
lo esclavo del placer
sembrándome en la flor que lo perdura.


Des-atadura

Ya no me pesa el alma,
es como si por fin nos libertasen
de aquella esclavitud,
del abismo tan hondo que labramos
a golpes de insistencia, sin apenas minar
vetas del corazón,
sembrando la espesura en lo infeliz
sin frutos de esperanza.

Ya no duele el dolor,
me deshojo en tu piel, mientras náufrago escucho
el vacío del mar,
la silente inmersión de nuestra nada,

efímera la luz
nos desconvoca,
no hay sales en sus lágrimas
ni amor que las realce.


Pastoral sin nadie

Son mezcla de intuición y de lejura,
de relojes sin horas y mentes enceladas
en la promiscuidad de amoríos sin nadie.

En ellos las pasiones
sueñan que tiempo y luz son compañía
de un lápiz que gravita soledad
sobre un papel en blanco.

No hacen falta razones en su luna de miel,
ni siquiera invitados que engrandezcan
festejos por venir
cuando lo apalabrado ya es memoria.

En los poemas pueden contemplarse
los ecos del silencio cantando lo inmortal,
una sílaba oculta
que emite resplandores en espejos de sol
y a tu sombra sucede.

(así es como te escribo mi temblor cuando eres ausencia)


Sentir lo Ultraversal

Crucé lo imaginario sin saber
qué fuerza me arrastraba con sus brazos
hacia un mundo irreal,
emociones sin mí en la existencia,
con otro corazón alguna vez
latiendo mi sentir
en pulsiones gemelas de un tiempo iluminado.

No es tan fácil hallar
los mágicos instantes de Dios en las palabras,

tan cerca del amor,
tan lejos de extinguirme de lo humano
que podría pecar de incongruencia
fingiendo lo que fui,

-un ángel asombrado en el espejo-

y un verso en la retina
mirándome con luz de mis pestañas,
aunque nadie lo vea,

aunque sean mudez
voces de poesía
tan adentro,

acaso pedernal cuando hay un fuego

(o tan solo palitos…)

Los presentes ausentes: José Luis J. Villena – poemas

Huya el tiempo

A veces el pasado es el destino
del humo de la vida, de la farsa
del amor que, sin serlo, nunca fragua,
como nunca es el agua un espejismo.

Dejaré en la tristeza un verso escrito,
desamor, esperanza huera o vana
e igual que su sentencia el reo acata
yo quiero que después cunda el olvido.

Huya el tiempo también y su premura
por caminos o vientos muy lejanos,
que yo quiero de nuevo la dulzura

de tener el amor entre mis labios
como el sediento que abre dulces frutas
y se come la pulpa muy despacio.


El espejo

Tras el frío bruñido del espejo
de alinde en que te miro,
en el eco del silencio estás llorando
y lloras lágrimas de cristal molido
y lloras penas que son de hielo seco
y lloras como un desterrado
en el espejismo de tu dolor secreto.

Vives en una ciudad de vidrio y viento
que tintinea en mi cabeza,
casi rompiéndose cada día,
pero yo no sé quién eres tú
y tú no sabes por qué lloras.

Y yo que venía desarrimado
a averiguarte la esencia del alma,
héroe efímero de los escaparates…
y yo que deseaba beber el aliento
de cristal envenenado de tus labios,
amor cercano e intocable…

y yo que quería preguntarte mi nombre…


La mujer del secreto

La mujer que me lleva a la otra orilla
es un puente de sombras deshiladas,
un atajo a la gloria o al infierno
de un querer que me quiere a vida o muerte.

La mujer que me mata y me desea
es la maga que embruja mis sentidos,
la razón que se pierde con ungüentos
aplicados de noche y a escondidas.

La mujer que me guarda y que me aleja
trae un río de ayeres altaneros,
desaguando en las dudas del ahora
lo cierto y lo seguido de su estirpe,
y es un brote de piedra en el futuro.

La mujer del secreto que ella sabe,
lo desvela en las noches del instinto
y fía ciegamente a mi vigilia
su vida, que hace tiempo que es la mía.

Hay dos firmas de amor al pie de un trato
avalando la sangre y su bullicio
en los frágiles días que nos sueñan.


Nocturno

La noche se abre en una flor de brea
que naciera del tallo de lo oscuro
y derrama su efluvio misterioso
bajo una lluvia de marfil eléctrico,
de una luz que quizás sea de luna.

Camino en la quietud de las aceras
buscando una guarida que me ampare
y un bar es un lugar donde esconderse
para encontrar sosiego en una copa
y suponer tu cara entre las caras
que me miran mirando lo que miro.

No sabe nadie que te busco a tientas,
que me parece verte en algún rostro
o en el cristal narcótico de un beso
que me devuelve a ti,
a la derrota absurda de quererte
en unos labios de carmín postizo.

No estás y a la intemperie,
cuando las putas vuelven del infierno,
en esa hora turbia en que el delirio
tiene un aroma de flor del trasmundo,
sin aliento ni ruido vuela un ángel
que desangra en palabras su agonía
y un poeta se bebe los silencios
del amargo licor de los crepúsculos.

Nunca hubo un amor tan imposible.


In the road

Dejé que el coche fuera despacio y sin destino
hacia la noche albada del neón y el desvelo,
igual que un ángel roto volando al ras del suelo
la gloria me pillaba muy lejos del camino.

Por las calles oscuras, por las sombras opacas,
la gente de la noche peleaba su esquina
con la sed insaciable del vicio y la ruina
que, al hervir de la niebla, bullía en las cloacas.

Yo, que buscaba el rastro y el perdón del olvido,
devoraba kilómetros huyendo de lo inmundo
y drogado de pánico, conduciendo errabundo,
maldecía la suerte que tiene el forajido.

Repartía el semáforo en tres luces el mundo
y en la duda del ámbar me quedé detenido.


Origamia, por Alejandro Salvador Sahoud

Imagen by Susan Cipriano

Llevaba un retrato en el morral y preguntaba a todos en las calles, imponiéndoles la visión de retrato: «Has visto a La Mujer».

Los habitantes todos lo miraban, porque el retrato vacío tenía solamente escritas dos palabras: «La Mujer».

Pero él insistía, como enfermo de algún mal incurable que debiera encontrar un mago curandero en un mundo sin magos.

«Esa Mujer no existe», se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el retrato vacío y las palabras.

Él señaló entonces todos los papeles de los que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto papel escrito de formas infinitas, sólidos como muros, voladores como pájaros, luminosos como farolitos, altos como palabras, profundos como el cielo, tristes, como él mismo.

—Esa busco.

—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma. Es lo que estás viendo…papeles con palabras.

«Menos tu nombre», «Cuando yo me haya ido», «Como una voz ausente», tres poemas de Alejandro Salvador Sahoud

Imagen by Matthias Böckel

Menos tu nombre

cuando soy triste
yo me voy al viento
porque la sombra se vuelve inhabitable
inhallable el camino
y cuadrada la esfera

todo está de revés menos tu nombre
que hace señas de niño en un andén sin trenes
pero con tanto papel despedazado
y tanto polvo largo
que a veces
es sólo un buen fantasma
diletante

tu nombre sin zapatos
que pisa minucioso el agua turbia
me exime en la navaja
y en las cruces
del no miedo a sufrir
mas sí a que sufras
como la rozadura larga de una herida
que me sangra en la frente

triste que soy a veces desleído
acuarela de nieblas y lloviznas
y babas
que devoran eso pétreo de mí
como un unto pulsátil
largo musgo y ausencia
inhóspita guarida de éste
mi
último
aliento
con que a veces escribo
o
me mojo en verde oliva
rozo el viento en tu nombre
con el cansancio trágico en el ala
y la certeza
de que el sol existe
sobre lo más oscuro de su vientre

¿quién llagará tu espalda
una vez que mi látigo se hiele?
¿quién llagará mi sed
si se muere despacio en tu diluvio?

los dioses no se ocupan de esta tarde
en que el viento
y el polvo
comulgan imprudentes
en una niebla espesa de pañuelos

si no te importa
me llevaré tu nombre en algún lado



Cuando yo me haya ido

Cuando yo me haya ido, quizás de madrugada
sabrás que se habrá muerto lo mejor de ti misma
porque los sueños caben, porque viene la albada
y habrás de descubrirte desnuda y encendida.
Cuando yo me haya muerto porque tu me has matado
habrá un silencio oculto, en tu mirar de ausencia
habrá de desarmarse el río de tu mundo,
musitarás mi nombre…como en la adolescencia
porque el amor abarca también lo inabarcable
porque el sueño fulgura el revés de las rosas
porque todo es presente, desigual e involable
porque tu amor es mio…porque estoy en tus cosas
porque me tienes siempre y no te tengo nunca
como nunca he tenido aquello que he amado
pero saberte apenas, un sitio, una penumbra
me habita todo aquello que está deshabitado.



Como una voz ausente

Matar el alma a veces es como matar pájaros
que habitan en las islas donde nace lo verde
de las resurrecciones y de las madrugadas
donde no llega nunca el dolor que nos muerde.

El alma muere sola de propia cuchillada
sequita, otoñecida, de tanto perder tiempo
detenida mirando larguísimos ponientes
como un recuerdo de esos que van a contratiempo

Luego el amor se filtra como una escaramuza
de guerrillero torpe. Como una voz ausente
se camufla de escarcha, de tomillo y espliego
haciéndose pequeño en un cajón que miente
el sueño de Pandora.

La esperanza de otoño, tus ojos en los míos
son luz de una candela oculta, intermitente.