Eres cabalgata inagotable de segundos que a veces galopa y otras ralentiza el paso para cincelarnos el alma, a golpe de recuerdos.
Hoy te tengo, tiempo, atrapado en una lata de galletas donde mi madre encerró un caótico muestrario de tu rostro en distintos contornos y colores desgastados por viajes de ida y vuelta entre ojos y manos.
De vez en cuando juego a arrancarte al azar un trozo que coloco como un naipe, boca abajo sobre la mesa.
¿Será de risa o llanto la bala que dispares al voltear la foto?
Coloreando
Hace tiempo descubrí la realidad de mis adentros mortecinos con olor a pétalos y polen que se pudren en búcaros de melancolía que ahora redecoro.
Pinto en esta casa las paredes con la esmerada tarea de cubrir el miedo y el hastío, o el pasado que aparece insidioso entre las grietas.
Las pinto de verde: verde árbol, verde alga. Las pinto de rojo: rojo sangre, rojo vida . Las pinto de azul: azul sueño, azul mañana. Las pinto de confianza y de sonrisas porque el pincel es mío.
Juguete del miedo
Como siempre te arrastras en silencio, serpiente trepadora de mis piernas que entorpece el andar.
Encorsetas mi pecho y lo aprisionas, envuelves mi cabeza en un turbante pegajoso y caliente que me quema los ojos y la lengua. El aire se enrarece y ya no quiero bocanadas de brisa que me presten solo un fugaz alivio en la tortura.
Y es que me sé objeto de tus juegos: me ahogas y me sueltas, me sueltas y me ahogo en alegría, me alegro y apareces de repente para impregnarme, miedo, de tu esencia.
Quién pudiera ser viento que acaricia tu rostro. Quién la hoja caída que te logra tocar. Quién pudiera besarte como yo te besara -como chispa que salta, como llama en el lar-
Quién pudiera ser río que tu cara refleja y en sus aguas te mece con sutil suavidad. O la luna plateada que te envuelve en la noche, o este cielo de estrellas que te cubre al pasar.
Y quién fuera tu sombra aunque no puedas verme y quedarme a tu lado sin dejarte marchar. Quién la ola que llega a romper en la roca y te besa los labios con espuma de mar.
La niña pescadora
Una niña pescadora con su red se fue a pescar donde descansan las olas, en la orillita del mar.
En la cabeza un pañuelo, en el talle un delantal y en la cara lleva rosas con destellos de coral.
Echa la niña las redes sobre las aguas de sal y la corriente las mece como en un juego naval.
Cuatro peces ha encontrado cuando las viene a sacar y una blanca caracola que entre ellos fue a parar.
Acercándola a su oído un rumor cree escuchar, piensa que dentro hay sirenas que no dejan de cantar.
Lleva la niña a su casa ese regalo sin par y su madre le reclama: llévala, niña, a su mar,
que las sirenas son almas y solo pueden estar bajo las aguas azules; no las podemos guardar.
Y la niñita, apenada, la vuelve al agua a lanzar donde lanzaba sus redes, en la orillita del mar.
Veinte años han pasado en su rostro y en su hogar y la joven, aún pescando, con papá se ha ido a embarcar.
La calma vira a tormenta, el viento leva la mar. La muchacha cae al agua. De poco sirve nadar.
Hasta el lecho submarino su cuerpo ha ido a parar pero acudiendo a su encuentro de ella empiezan a tirar
cinco sirenas preciosas que no dejan de cantar. Y nadando la devuelven en la orillita del mar.
Si diferente a mí, gozas tus despertares y todo el esplendor que presenta la vida esperando el ocaso como un final feliz, entonces te veré como ese símbolo de lo que debe ser una existencia breve sin traumas ni dolores.
¿Qué se cruzó en mi senda enseñándome sólo el drama del vecino que lo convirtió en zombi y le marcó su vida? ¿Por qué me presentó un camino espinoso como si fuera el único que podía pisar?
Quiero que sigas viendo bellezas en el aire y brillos en las noches en que la luna falta. Cuéntame esas historias de las que yo no sé y algún día quizás, pueda captar tus mismas sensaciones
El silencio.
Tú rompes el silencio que nos une con esa indiferencia lastimante.
La falta de palabras nunca ha sido tragedia para nuestro informal pacto, que soportamos con sonrisas francas como si nos burláramos de todos los manuales de convivencia idílica.
El silencio es el arte forjado por los raros en este mundo donde las palabras valen más en papel que las sonoras por mejor timbre que cultiven.
De repente, miradas que eran el parlamento sobre el cual se erigía esta callada senda, se volvieron estruendos y pusieron en duda la firmeza del suelo construido.
¿Serán otros silencios u otros sonidos nuevos los que se han interpuesto en nuestro viaje?. De ser así, mejor volver al mundo de soledades en el cual vivimos porque la soledad es nuestra marca y estamos obsoletos para probar unión carnal, mujer.
Mira, que ya dejamos de ser niños y solo nos espera cuidar las cicatrices -abundantes por cierto- adquiridas en nuestro desandar.
Espero que la suerte acompañe el mañana.
El sueño
Camino entre los baches de calles en penumbra donde las sombras de cemento esconden los dones que -según las cábalas- me corresponden como inquilino del paisaje que ayer pinté.
Usé los colores grises a mi alcance, azules brumosos, ocres de tierra y gris de paine.
Busco un alma que rompa el silencio nocturno tarea imposible, pues mis calles son ricas en soledad y también en belleza que solo yo percibo.
¡Qué pintor del demonio! Ni dentro de mis cuadros consigo la armonía.
Las palabras son lúdicas, celebran estallando en metáforas lo pura que hoy se muestra la luz, la desmesura de espléndidos colores que la afiebran.
Las palabra son frágiles, se quiebran por cualquier nimiedad, por la fractura en el tacto del aire, que aventura sollozos que escondidos lo atenebran.
Las palabas son duras y resguardan pasiones sin cuartel en su apogeo debajo de una túnica de amianto.
Las palabras son música y aguardan que un corazón escuche un tintineo de inspiración y las transforme en canto.
Todas tienen su encanto, todas merecen una poesía…. Sin ellas, nuestra vida, poetas, ¿qué sería?
Soneto escrito con una mano atada a la espalda
Componer un soneto resulta entretenido aunque nunca consiga dejarte satisfecho: sobra o falta una coma, este acento jodido, esa rima imposible, aquel ripio al acecho….
Belicosos, de amor, de alabanza o despecho, los del verso melifluo, los del verbo encendido, polimétricos, blancos, del revés, del derecho, todos guardan la chispa de un secreto escondido.
Los que hacen que digas : “ Oye…, que yo no he sido…”. Los que firmas ,por eso de que “a lo hecho, pecho…”, los que escribes y olvidas como lluvia en barbecho…
Palpando lo pulsátil, lo que está dolorido por si salta la liebre, por si quiere el latido el que más y el que menos siempre saca provecho
Con la excusa de un día mortalmente aburrido y una mano a la espalda , este fue concebido. Para mí que ha salido un pelín contrahecho.
Goteo de miserias
¿Cuántos versos harían falta, dime, para comprar un sitio de honor en el Parnaso? ¿Diez haikus, cuatro décimas, unas odas o acaso unas estrofas libres en que rimar no prime?
Sus reversos apreciarán que anime echando en la amargura creciente de su vaso una pizca de almíbar, aunque no venga al caso, si con ello un carácter más amable le imprime.
Poeta no es quien quiere, por mucho que sublime pretenda su palabra, vistiéndola de raso y el brillo de su acento en nada le escatime.
Poeta es el que muere, verso a verso y se exprime un corazón ya exhausto, sabiendo que ese escaso goteo de miserias lo esquilma y lo redime.
Por mucho que al ocaso nadie habrá que recuerde su nombre y legitime que su ensueño poético no ha sido un gran fracaso.
Creen que me olvidé de escribir poesía, del juego deslumbrante y del placer de la piel en el verbo y de la muesca exacta en el renglón maldito.
Los fetiches caducan con la monotonía y el velo de las vírgenes ni frena la calima de la tinta en el sexo ni cubre tempestades.
Me entretuve, sin más, sin ninguna razón que justifique el borrón de la pena y el tiempo evaporado en las caricias.
Me erguí para otear lo que se palpa abracé los paisajes con el temblor extraño de quien se sabe solo en los muslos calientes del origen.
Hube de regresar al frío de mi roca, decepcionado, falto de la verdad escrita, el fármaco que palia los dolores agudos del bienestar fingido.
Maldito silencio
Un agosto pasado correteaban niños. Un abrupto septiembre se repartían besos al final del pasillo: un adiós, hasta luego, hasta un junio tardío.
Las paredes de adobe en el invierno nos resguardan del frío. No es lugar para nietos el hogar encendido.
Volverán a su mundo, su flamante colegio, poblarán sus retratos los estantes vacíos y quedarán recuerdos de las risas y gritos planeando en el aire e impregnando los sueños del calor en el patio, del olor a membrillo.
Se nos escapa el tiempo.
Ya no creo bendito el maldito silencio.
Súbdito
La ilusión del portazo se cuela entre mis sueños: un impotente adiós sin vuelta atrás tan sonoro y brutal como rotundo, un golpe seco que lo cambie todo aunque sea a peor.
Me anticipo a la fuga y al regreso del hombre arrepentido preguntándome cómo: ¿Cómo me sentiré apostatándome? ¿Cómo podré dormir convertido en la antítesis de lo que quise ser?
En la guerra del tedio elimino cualquier huida posible y busco en el manojo de las llaves la que cierra la puerta de salida y mata al desertor.
Siempre seré soldado sin ejército y súbdito de mí.
La estación del amor en la parada próxima es solo para amantes de flores que agonizan de mantos de hojas secas cubriendo pretéritos disipando sentires.
Los que buscan un rayo de luz marcando el suelo con nostalgia otoñal en medio de la bruma, que desde la ventana observan fascinados su sepulcral avance sobre las rosas secas.
Lo ideal es septiembre para el viaje llevando en la maleta esas paginas tristes tan llenas de saudades por ausencias muy largas la luz de una luciérnaga, alguna crisálida, el eco cristalino con risas de tu gente.
Aquí nadie te espera, la parada está sola el viento sopla helado y la calle esta oscura. Otoño es tu destino porque el cielo esta gris y las aves emigran.
Ya no importa el atasco
Hace cuarenta y cuatro años te dije que te amaba. Tomados de la mano me ayudaste a quitar las aves muertas, a ver el sol en día brumoso, me diste tus sonrisas y llenaste las grietas de mi mente.
Esta mañana fresca me despertó tu abrazo, me acurruqué sintiendo la cálida presión de tu refugio; sin que te despertaras te susurré un te amo.
Fue entonces que me dije que no importa el atasco si aquí estás. Insistente cerrándole las alas a mi tiempo, total, llevo ya muchos huecos en mis bolsillos como abismos profundos.
El tiempo se nos va, seré paciente, ya estoy acostumbrada a tu bipolaridad a tus ronquidos fuertes, tus manías. Caminaré contigo por el parque, me sentaré en silencio viendo pasar el mundo escuchando tus quejas de la vida.
No quiero que te mueras o morirme Y llevarme la culpa de rechazar las horas que pudimos vivir.
Libera mi garganta
¡Ay amiga! que sola te ves en esa cava, aunque se encuentre el vino tinto pegado a ti eres igual que yo, en esta acompañada soledad tan mortecina.
Ven amiga ayúdame. Ya vierte tu tequila en esta copa, libera mis temores como un rumor de vidrio que se quiebra.
Quédate en mi garganta con tu sabor intenso, que el silencio se rompa y se deslicen las sílabas que cuelgan en cadena. Retira la mordaza que sigue mutilando los sonidos.
Que dejen de parir soles oscuros, que se suelte mi pelo y que mi boca baile sin reposo sobre el abecedario.
Devuelve a mi memoria con imágenes lo que en un tiempo fui.
si decides mañana amanecer sin mí déjame aquí el grial de tu santa palabra y haré que nuestra historia sacrílega se eleve por encima de todos los benditos contra los que hemos ido por sensuales
si amaneces sin mí y aun sombrío te pones a buscar algún espectro que luminoso apague mi memoria no olvides que mis uñas te han rasgado la espalda y todos reconocerán mi nombre cuando eyacules preso tu abundancia sobre cualquier viciosa sin palabras
yo te obligué a existir frente a ti mismo tú a indagarme viva entre muertos sin rostro y fue a través de ti, de tu desgarro que me volví cruel para los ojos dañina como la música de Bartok
no malvendas mis huellas digitales y te recordaré por todos los que te olviden
mantendré abierto tu vacío de par en par con palabras que cubrirán tu nombre si al final de la página épico me seduces como si no tuvieras la victoria al borde de unos labios hartos de copular con mi añoranza
si miras por mí el mundo con tus ojos antiguos olvidándote de lo mirado yo pagaré por ti lo que me pidan y es posible que hasta pueda
perdonar a dios por tenerte tan cerca sin tocarte
Digamos que…
Digamos que hace falta mucha insatisfacción y un conato de ira taladrando las sienes para escribir un verso que merezca la pena y yo me estoy volviendo oscura decepción, displicente y ecléctica transeúnte de andenes cementerio de trenes con flores de gangrena.
No hay dinero que compre mi dolor de mujer pero ya no lo muestro con dos copas de más ni enseño cicatrices de antiguos abordajes. Asumo consecuente que cada anochecer tiene su oculto éxtasis y disfruto quizás de la autenticidad de un tiempo sin blindajes.
No persigo la luna y come de mi mano, no manipulo mentes de amantes doloridos ni levito en crepúsculos de furibundas místicas. Digamos que me observo lejana, en otro plano, espectadora escéptica de versos descreídos que dislocan rutinas, sin ansias crematísticas.
Del beso al diente
No sé salir de ti, pero me fugo por las hendijas de mi claustrofobia.
Beberte a palo seco me perfora la lengua como un piercing de hielo y esnifarte necrosa mi frágil estructura.
Debe existir un modo de pasar del beso al diente sin un asesinato de por medio, de aclimatar la duda a la certeza, la abstinencia a las ganas.
Quizás exista un él sin condiciones con las mayúsculas que escribo el ansia que no le ponga trabas a la muerte si decide cortarse las venas en mis pechos.
Debe de haber un modo de observar -voyeuresse ajena a protocolos- cómo grita la corte milagrosa, sin ser el cul de sac de todas las miserias y llegar siempre tarde al chill out de la hombría desgastada, para la última copa.
No sé salir de ti pero estoy aprendiendo a morder los barrotes del poema, porque ya no me basta que la jaula se disfrace de pájaro.
Yo, la que mira de frente lo que encuentra en su camino, te he de mirar diferente, que no se note el cariño. Tú eres clavel de otra aurora, la religión de otro templo mientras que yo soy la autora de lo que siento por dentro. Y sí, te miro, distinto, te miro disimulando, sin que te des cuenta, niño, de cómo te estoy mirando.
La tormenta que me aviva
Estás lejos, me lo está diciendo el aire, no respiro tus partículas de hombría no resalta entre sus ondas tu lenguaje ni cabalga tu ansiedad sobre mi herida.
Porque no relampaguean las miradas que encendieron los rincones que me habitan, y no truenan poderosas las palabras, se desploma la tormenta que me aviva.
Quiero el rayo de tu impronta, tu amenaza, el estruendo de tu gen provocativo, la catarsis de tu nervio con mi calma como unión entre mi luz y tu sonido.
Dame el viento, remolino de mis aguas, y fundiremos esta muralla de hielo por caer después en libre catarata empapándote de amor hasta los huesos.
… y entre mi escombro, sanadora su agua si me ensombro enciende un lucerío… (Aira)
Digo la luz y el mundo se ilumina. Porque nombro la luz, la luz se crea y porque hay luz tu sombra se alabea y me besa en la boca y me asesina.
Mato la luz y asombro tu retina con la penumbra viva de la idea, parásito de luz que melindrea entre la esclavitud de la rutina.
Cuando escribo la luz, algo se enciende por seducir tu verbo que trasciende sobre la geografía de mis lutos.
Me llamo Claridad siendo La Oscura y en lo profundo de tu arboladura brilla el dulzor acerbo de mis frutos.
Solo letras
Donde yo digo amor, debe decir su rostro y donde digo tacto, su deseo.
Allí donde de pie alzo el puño, su guerra y donde me atrinchero, debe decir su boca.
El resto da lo mismo, sólo letras sin una fe de errata.
Como la boca al vaso
Me hago a sus maneras como la boca al vaso que guarda el agua fresca que la sed necesita, como el crimen al odio y el amor al fracaso, como el pulso a la sangre y la espera a la cita.
Me hago a sus disturbios como los pies al paso y el paso a los senderos de lucha que transita, como el reloj al tiempo y la risa al payaso, como el sol al ocaso y el arco a la sagita.
Me estoy haciendo a él como la Magdalena al Cristo del que vive enamorada incontrolable en su pasión prohibida.
Forma parte de mí como la inútil pena que me mata de día la mirada hasta que vuelvo a verle anochecida.
Misterio para dos
Si tus labios prensiles en la noche
no me cercaran de infinitas lenguas y el corazón no fuera la palabra para beber a golpe de latido.
Si demorado el tacto, fuera el vínculo la razón de la huella clandestina en la humedad perfecta de las ingles
-retráctil caracol que sube por la espalda hasta la nuca hermética oculta en el temblor de los cabellos-
Si no fueras un cuerpo extemporáneo
vivo de cicatrices
para lamer despacio mientras fuerzas la verticalidad en la sonrisa del músculo extasiado.
Si yo no fuera yo ni tú el disturbio ni ambos el misterio
la herida fuera amor en la garganta.
La sombra de mi sombra
Éste es mi hombre-oscuro, casi ciego, casi muerto de vida que le mata, el pájaro abrasado por el fuego que sueña el agua de mi catarata.
Ésta es su lengua dura e insultante que sacraliza el asco y la amargura y éste su corazón agonizante y éstas sus manos sobre mi cintura.
Mi niño de cristal despavorido, mi Quasimodo adusto y desabrido que se rompe en pedazos si me nombra.
Mi loco, mi feroz, mi mar de fondo viviendo en mí tan hondamente hondo. Éste es el hombre-sombra de mi sombra.
El ámbar del silencio
El ámbar del silencio.
Desde que desperté sucia y contigo la eternidad se agolpa en mis arterias, se amotinan los dioses en mis sienes contra sus paraísos y los hombres me escriben turbulencias que provocan sonrisas sibilinas.
Diseccionas mis versos analizas eliges masticas mis matices y me inventas de ámbar
y yo
con mi leyenda de relámpago arisco me pliego a tu tormenta por matar tu hermenéutica mirada.
Ensenada mestiza donde recalan voces de todos los pelajes.
Sólo desde el silencio puedo joderte vivo
violento hijodeputa ladrón de siete suelas ególatra suicida criminal amor mio
conseguiré que llores tu memoria como un manso animal sobre mi cuerpo de agua
El desencanto tiene los ojos amarillos y todo lo que mira lo ve de ese color, solo pétalos secos augura en cada flor y en la Luna creciente , avisos de cuchillos.
El hastío traspira resabios de alcanfor, atavía las horas con hábitos sin brillos, hasta que sus latidos se vuelven estribillos que apagan cualquier música que suene alrededor.
El cansancio nos llena de piedras los bolsillos, nos desahucia los sueños al feudo del sudor y los va disolviendo igual que azucarillos.
¿Entonces qué misterio, qué milagro, qué error de nuestros genes teje encajes de bolillos que en los adentros guardan incólume el amor?
Triste lógica
Ya no canto al amor, no me molesto en buscar adjetivos melindrosos y verbos francamente pegajosos, ni en discurrir el cómo los unzo y los orquesto.
Y todo para hacer unos pomposos elogios a quien deja descompuesto tu corazón, sin otro de repuesto, a cambio de unos pocos instantes tumultuosos.
Qué podría decir que no parezca que entono en un tristísimo gospel su póstuma elegía disimulando el llanto.
Hay que loar a quien se lo merezca, pues sabes que ha de serte siempre fiel. Hoy , y por triste lógica, al desamor le canto.
Duda
No hay mariposas blancas… escorpiones se adueñan de mi estómago y me late dispuesto el corazón para el combate, a veinticinco mil revoluciones.
No puedo permitir que me delate una mirada, que mis emociones dejen al descubierto los rincones del alma en que mi duda se debate.
Tanto y tanto… y tan alto y tan lejano… tanto beso que no sabe que existo, -quizás tan al alcance de la mano-.
Tener que decidir si a la agonía del silencio me obligo o bien conquisto tu boca y mi Jardín de la Alegría.
Eres
Eres la melodía inacabada que el corazón conoce y que se adueña de su latido y lo vuelve enseña de la esperanza cada madrugada.
Eres la suave esencia destilada de una noche de Abril clara y risueña y el encaje de seda con que sueña, cualquier mujer hacerse una almohada
Eres el arco iris de colores que me restaña la mirada herida. Eres esa criatura concebida para que alumbre versos sin dolores.
Serías el amor de mis amores, si lo quisieras tú, toda mi vida.
Si me nombras
Si un día tú me nombras, espero que tus labios pronuncien los sonidos con la pasión devota del que a su dios le reza y en su palabra flota el fervor encendido que esfuma los agravios.
No dejes que pervivan en ellos los resabios de ayeres sin ventura y observa como brota la dulzura escondida, licor de bergamota que vuelve las palabras y los besos más sabios.
Que yo sabré mostrarte el modo como suena el júbilo en los míos, con notas anisadas endulzaré tus días, feliz y agradecida.
Y embaucaré tus noches con cantos de sirena que al rendirse en tus brazos todas las madrugadas encienda las auroras, translúcida de ardida.
Regalo
Si quieres dibujarme a pulso una sonrisa que nunca se marchite, no me obsequies con flores, ya sé que son hermosas, pero de sus colores más vivos los desnuda un soplo de la brisa.
No me ofrezcas tampoco aquellas confituras que ponen en la boca un sinfín de embelesos, semejante al agrado de un enjambre de besos pues llega a empalagarme su aluvión de dulzuras.
Regálame la música que corre por tus venas, hazme con ella el Himno al Santo Disparate de que este amor nos llene la vida de sentido.
Bailar a su cadencia nos lleva a las amenas regiones donde habitan los locos de remate que de ilusión se nutren por tiempo indefinido.
No me sigas ni me esperes que me estoy abriendo paso luchando contra lo que dijeron que soy, destruyendo la fe más errada y que me obligaste a beber, desestimando bloques enteros de mi realidad que creí no cambiarían.
No te duelas en mi desapego ni le recrimines a lo histórico el estruendo de los ángeles al romperse, todo se hizo necesario esa mañana en la que llegué tan temprano que no había amor para repartir y te inventé el que pude sin saber que no iba a durar.
Detén el llanto antes que nazca o escúpelo en torrente irrefrenable, pero no te detengas en un dolor que sólo es mancha sobre los nombres y acaso ancla en los pies del que lo porta, no sea que en soledad en lugar de brillar termines amalgamándote con sombras hirientes que beben de sí, de sólo silencio.
Como antes en el inicio del puente bajo la luna, festeja que siendo como los demás no soy como los otros, como yo celebré en su momento en tu simpleza lo único y definitivo.
Sé contigo y déjame ser con lo que me ronda lo que no pude hallar en tu presencia, el fondo preciso de lo ilimitado y el rostro de Dios sonriendo sobre mis errores.
Rompebolas
Escuchame, pedazo de boluda, si a vos no te produce regocijo nada que no refiera de tu hijo como si fueses ciega sorda y viuda,
es un problema tuyo, solo tuyo, pues hay quienes se placen en más cielos de los que conocieron tus abuelos -que no pensaban mucho, me lo intuyo-.
Así que ya cortala, despertate buscate algún librito que te valga para hacer algo más que un sucio mate,
renová tu pensar, mové la nalga o ponete al costado de mis olas que te pasás rompiéndome las bolas.
Elegiste seguir lo vivido
En el centro movible de la arena clavé una estaca enorme, pura altura y en ella la bandera más preciosa: el viento incontenible con voz cruda repitiendo el cantar de tus cabellos disolviendo mis más íntimas dudas.
Desde el futuro vine a tu pasado a llenarlo de aromas improbables, a tornar toda cruz en mil espadas y lograr que te rías y me abraces como en tu dimensión se puede y debe, sin mirar a los lados, aunque enfade al que pide le den lo que no fue y llenar con lo ajeno su equipaje.
Te di mi risa bruta, mi decir y con sólo mi espalda fui tejiendo la lluvia por adentro del afuera y la tórrida luz que brinda un beso si ocurre en la mañana y sin aviso tapando toda falta y todo hueco.
Pero nunca sirvió lo de quererte, encaraste los daños como meta y con lágrimas fuiste destrozando todo lo que busqué no sea prueba; extraviando controles y colores juzgaste que mejor era ser mueca, dejándome intentar golpes de sombras por traerte del lado que no enreda.
Elegiste seguir lo vivido por quienes no vivieron mis acciones, repetir lo seguro de lo necio y evitar arriesgar ser quien impone esa no imposición que clava y duele en el alma del burdo en sus barrotes.
Al Ángel que me escucha cuando hago mis monólogos, el que cruza de acera al vernos en la calle y me mira con dudas de ser yo el elegido, debo advertirle pronto que no soy de Sodoma.
Él, todo poderoso, solo anda por mi senda, no es por casualidad a pesar del recelo. Detrás de su mirada de terneza,sencilla, hay hongos destructivos que se traslucen claros.
Sabe y también conozco su objetivo final pero quiere ser justo. Algunos inocentes pagaron en antaño culpas viles, ajenas y quedaron dolores que el tiempo no ha curado.
¿Por qué a mí loco impuro, me busca como amigo será que ha visto letras salidas de mi puño? Parece que las mira como muestra de honor de alguien que no traiciona ni venderá a sus hijos por salvar el pellejo, eso habrá de entender.
Hablaremos de frente, y estaremos acorde. Y le diré:
—Cumple tu cometido, ya nuestro referente lo dijo alguna vez. -¡Qué se hunda la isla antes de la ignominia!-. Lanza todo tu fuego, nadie mirará atrás, esta vez no habrá estatua, porque yo haré la única en el fondo del mar. No somos un desierto, recuerda lo que somos.
Mañana, dos isleños, una pareja apátrida querrá recomenzar y le dará color de tres tonos a un lienzo que habrán de enarbolar quién sabe en qué lugar más lejano del globo. Inventarán los cantos que nunca se escucharon, unas baladas tristes colmadas de dolor y nadie sabrá quiénes moraban en la isla más bella del caribe.
II
Arcángel, ¿le propones a este mortal de barro una misión tan noble, de tanta envergadura? Un proyectil gastado, casi al implosionar aunque lleno de hongos y deseos frustrados. ¿Esos eran tus planes al perseguirme ansioso?
No sé que poder viste en este cadavérico que arrastra sus caídas como Cristo a su cruz, con victorias efímeras solo como consuelo del derrotado. Oye, he logrado entender que el amor por el prójimo son lágrimas de salva si no va de la mano de la fuerza brutal y del odio aprendido a través de los golpes.
¿Estaré apto y tendré el amor suficiente para la hora crucial? Mira que no lo sé. Nunca me he contemplado en mis sueños constantes acostado, en la espera del decreto oficial anunciando el deceso de un vivo desahuciado.
Eso está a tu favor y de aquellos que esperan que se haga la justicia que ellos por cobardía nunca han decidido. Pero si me acompañas cuidaré de tus alas «vaya suerte de ateo» porque en ellas me iré a la estrella más triste que no será más mustia que el país donde moro.
III
Hace ya cierto tiempo que me ocupan los ángeles, no es por remordimiento por mi poca creencia y no es por el rechazo cada vez más al prójimo que solo ve su sombra como si más allá no existieran más hombres que solo se reflejan levemente en vidrieras. Y si, tengo remuerdos.
Serán los serafines, los que habitan mi mente que tratan de guardarme, o son dardos mortales en busca de respuestas, de por qué un ilusorio se sumió en la catástrofe trepándose a las nubes queriendo sofocar las llamas en que el hombre y sus propias miserias se extinguían en vez de suscitar una canción de cuna a parte de su sangre, de ser mio aquel niño.
Podrán ser rescatistas detrás de perdedores que contienen las lágrimas esperando el momento para inundar los suelos y extinguir los demonios que pululan y dictan las normas a seguir.
Los veo blandir espadas sin inspirar temores, quizás son los espectros que otrora fueron víctimas y hoy, en su nuevo rol, llegan con nuevos bríos transformados en líderes proyectando las luces adquiridas en luchas con los demonios muertos.
Puede ser todo un símbolo que refleja el fracaso de aquel tipo de ayer muy cerca de victorias o un signo de esperanza en días venideros.
De todas formas guardo una espada embotada a un lado de la cama y en otro unos escritos por si me toca irme, casarme con la gloria, o si por el contrario solo me espera un mueble cercano a una máquina para corregir musas.
Te conocí una mañana, tú te marchabas del puerto yo a la bahía bajaba y quiso dios que ese encuentro mi vida entera cambiara.
Llevabas la red al hombro, venías de la almadraba, para el mar eras un lobo para mis ojos, un Atlas.
Y al pasar junto a tu mano y contemplar tu sonrisa mi ser quedó hipnotizado como por arte de ondina.
La red te ofreció la estrella que me engarzaste en el pelo: Es para ti, mi sirena, dijiste sin titubeo.
Sin tener culpa la estrella quise esquivar ese gesto y al darme la media vuelta se me enredó en el cabello.
Cerró el círculo de presa tu corazón lisonjero.
Las caracolas cantaban y susurraban dulzonas, algo fue cortando el aire con alas de mariposas.
Cada noche una fogata nos encendía la Luna, sí mi amor, mi lirio de agua, febril, lumínica, pura.
Volviste de nuevo al mar, pasión de los marineros, yo te quería alcanzar con las ondas del pañuelo que lloraban soledad, marino de mis anhelos.
Guardado celosamente, el miedo, veta profunda, desbarató los dinteles de mi templanza madura.
Regidas por un mal viento una formación de bocas iba desgarrando el puerto. Gritaban las caracolas, yo les pedía silencio.
Marché hasta la última piedra, aquella que el mar bañaba. Con arañazos de fieras nereidas desesperadas no daban siquiera tregua a que mi voz te nortara.
Sin guarda quedó la noche, los ángeles descansaban y el agua imantó en su cauce nombre, amor, estrella y barca.
No quiero ver más el mar sino entregarle a su hambre mi cuerpo y mi soledad. Me dejará enamorarte vestida de agua y coral.