Arte minimalista » Por John Madison

Gladys llegó a Madrid como el turrón, por Navidad, con su manada de bártulos y esa descarada impertinencia que la hace ser quién es: Gladys Sánchez.

Por el volumen del equipaje deduje que aquella visita iba a durar mucho y que la convivencia sería difícil.

Y camuflados entre los Manolos, los vestidos de Versace, los jeans de Gloria Vanderbilt, los pañuelos de seda, las tenazas del pelo, los rulos, el maquillaje, las pestañas postizas y toda esa marabunta de cosas propias del acicalamiento de mi señora mamá: los santos, porque no existe lugar ni galaxia dentro del universo donde Gladys Sánchez ponga el tacón en el que no estén ellos también.

La verdad es que yo nunca he creído en esas paparruchas. Sí, ya sé,  me veo en el deber de explicarles qué son los santos. Verán, hay una larga lista de deidades africanas a las que los cubanos y una buena parte del Caribe rinden culto. Así ha sido desde tiempos inmemoriales. Está Yemanyá, y Obbatalá y Oggún…

Queridos lectores, estoy convencido de que sabrán darle un buen uso a la Wikipedia. Tengo un amigo escritor (escritorazo), de esos que cuentan la vida con auténtico talento y esplendor.

El tipo no es muy partidario de los glosarios ni de las notas a pie de página. Vamos, que no hay que ponérselo en bandeja de plata a los lectores, eso dice. Si alguna palabra extraña despierta su interés sabrán tirar del diccionario.

Culturizando a la peña, que con los tiempos que corren no viene nada mal.

Pues eso, como les decía, no creo que los santos tengan el poder de solucionarme la vida. Sin embargo, allí estaba yo, desesperado, arrodillado (por amor) como un gilipollas ante una ollita sopera de porcelana ¿japonesa? adquirida en un mercadillo de barrio de artículos de segunda mano y colocada en el piso justo en el centro de una esterilla de bambú, rodeada de velas aromáticas, incienso y ofrendas florales, girasolares diría yo, porque lo que allí imperaba era el girasol a punta de pala. Una ollita  a la que mi señora mamá –Gladys– llama ampulosa y misteriosamente: «Oshún», que para los cristianos corrientes de toda la vida no es otra que la Santísima Virgen de la Caridad, en este caso del Cobre, esa hermosa localidad santiaguera en la que se encuentra el santuario de la virgen.

Una ollita sopera que, más que un receptáculo-contenedor para deidades, semeja un objeto minimalista japonés de exquisita sobriedad en el grabado floral que eligieron para decorarla.

Ni puñetera idea de la relación entre la cultura nipona y las costumbres que nos dejaron nuestros ancestros: los esclavos africanos.

Y allí estaba yo, rayando el mediodía, ante la ollita sopera. Y en el interior de la ollita sopera: agua. Agua corriente, del grifo, ni siquiera bendita. Y unas cuantas piedras lisas y grises que, según Gladys, recogieron los santeros del sedimento del río donde se llevó a cabo la ceremonia religiosa previa a la entrega de dicho amuleto. Y el río, como todo cubano sabe, es el medio acuático de la Santa en cuestión: Oshún. La versión cubana de Afrodita.

Lo cierto es que se me hizo un cacao monumental sincretizar la ollita, el agua del acueducto madrileño y las piedras con el río y con la virgen mientras formulaba mi pedido especial.

Yo hablo con Dios muy a menudo, pero es un acto mucho más sencillo que hablarle a una ollita japonesa. Y siempre miro al cielo cuando lo invoco, que es siempre el techo de mi cuarto (uno no habla con Dios en plena calle). Sí. Es una estupidez. Según Juan María, el pastor evangelista de mi congregación, Dios está en todas partes, pero a mí me consuela saber que Dios está en mi techo.

Y como ya se sabe, nadie tiene ni zorra idea del rostro que se gasta Dios así que cada cual lo  imagina como se le viene en gana. Por regla general viejo, muy viejo, calvo y con las barbas como la cima del Everest, nevadas, mientras uno se lanza a pedir como un desquiciado sin la divina intervención del minimalismo japonés.

—¿Hijo?

—¿Mamá? ¿Es qué no sabes llamar antes de entrar?

—La verdad, es absurdo llamar a la puerta del cuarto de una. Por si no te has dado cuenta, este es mi cuarto, John.

Y claro que me había dado cuenta. Y bien. Existe una diferenciación muy clara entre el cuarto de mi madre y el mío y no me refiero al mobiliario. Mi cuarto siempre huele a ma-ría. Cualquier mortal sería capaz de colocarse sólo con abrir la puerta y dejarse acariciar por la fragancia, que no es precisamente el perfume a santidad que se supone acompaña a la madre de Jesús. De ser esa » María» lo habría escrito con mayúscula.

—Con la de veces que me has dicho que ésto de los santos era una auténtica mamarrachada, John —me soltó Gladys, la sarcástica. Y luego un: ja, ja, ja, kilométrico. De unos tres o cuatro renglones aproximadamente.

Sí, ya sé. Jamás en la vida un escritor debe incurrir en la desfachatez de referir la efusiva alegría de sus personajes con unos escuetos y bochornosos «ja, ja, ja». Hay que ser algo más creativo si se pretende al menos ser digno del oficio. Algo así como: lo agasajó con el desorden de su risa de opereta, el alto voltaje de su risa (puro 220 w) la electrizó hasta enamorarla, su risa era un estruendo de cristales rotos, su risa era la primavera echando a patadas, con su escandaloso apogeo, al invierno de sus penas. O simple y crudamente: se partió el culo de risa, se partió la caja, se meó (de risa) que para mi gusto va al pelo con mi personalidad, porque les advierto: no soy un escritor, simplemente alguien que se lo pasa de puta madre soltando sus paridas estúpidas por la red.

—Vaya, sí que estás metido con esa enfermera —el imperio Gladys contraataca.

—Como un camión en un bache. Y qué —contraataqué yo, el hijo del Imperio.

—No sé yo. A esta muchacha la encuentro poca mujer para un viudo de cuarenta y seis años al que le apasionan los combates nocturnos cuerpo a cuerpo, estás muy al día. Se te va un dineral en putas. Como sigas así no va a quedar ni un solo peso de la herencia de tu padre.

—¡Gladys!

—Con la de veces que le pedí a Oshún que te hiciera sentar la cabeza. Robertico necesita una mamá.

—No digas estupideces. Él ya tiene una madre.

—En el cementerio de Madrid. Desde hace quince años.

—Sí. Quince años de soledad.

—Si no espabilas se te van a convertir en cien como a García Márquez. Hijo, hasta cuándo vas a seguir venerando a una muerta.

—Y mira quién fue a hablar. Tú tampoco has tenido hombre desde que murió papá.

—Es diferente. Tu padre es irremplazable. Con lo feo que era, pero luego era tan especial. Un pedacito de pan. Cantaba de escándalo por Sinatra y bailaba tan bien los boleros. Apretaditos. Ay, era tan romántico. Cada vez que visito el blog de tu amigo me acuerdo de tu papá.

—¿El blog de mi amigo?

—»La maldad aparente», que poemas que escribe ese hombre. Demasiado para este corazón.

—Gladys, no sé qué bicho te habrá picado para que confundas de esa manera tan cruel la velocidad con el tocino. Papá era corredor de apuestas. Sí. Hubiera sido un poeta tremendo. Reconozco que se marcaba unos poemas de amor de campeonato. Pero a excepción de los versos no entiendo la conexión entre un corredor de apuestas neoyorkino y la brillante carrera literaria de un señor  de procedencia israelí.

—Bueno sí, sí, lo reconozco, Gavrí Akhenazi es más bueno que papá fabricando versos. Es por esa frase.

—Ah, ya: «porque todos los monstruos somos, en el fondo, románticos»*.

—Sí. Tú papá era un monstruo muy romántico al que echo mucho de menos. Y ya estoy muy mayor para despertarme con esa deprimente visión de una dentadura flotando desfigurada en un vaso de cristal, lavar gayumbos y tomar sopa en compañía.

Pero fíjate qué sorpresa lo tuyo. Va a ser que Oshún ha oído mis rezos, de lo contrario no estarías ahí tan arregladito, arrodilladito y con las manos junticas sobre el regazo y esa carita de “no he roto un plato en toda mi vida”. Pero si vas a embarcarte en esa relación te aconsejo que seas el mismo canalla de siempre.

—¡Gladys, ya está bien de jueguecitos de palabras!

—Bueno no lo niegues, amor mío y corazón de otra, que tú eres muy canalla. Ahí saliste a tu papá y cada madre sabe qué clase de hijo tiene, pero un canalla atento y super simpático. Y a las mujeres nos vuelve loca esa versión del canallismo. Y si ese hombre está, además, como para hacerle un par de homenajes, así, uno detrás del otro y sin descanso … y tú has nacido de pie, pero sólo porque te pareces a mí en eso de la hermosura y no a tu papá. Gracias le doy a la Santísima Caridad del Cobre. Los feos tienen que emplearse a fondo y muy a fondo en el amor …

—Y las madres métome en todo y lengua larga muy a fondo en el silencio.

—Porque un feo, re-feo, bueno, yo estuve casada cuarenta años con un feo maravilloso, poco creativo en la cama…

—¡Mamá!

—De acuerdo, hijo, no te molesto más. Te dejo para que tengas unos minutos con Oshún. Y ojito. No le prometas a cambio nada que no seas capaz de cumplir. No sea que se ponga brava y se tome la revancha.

—¿Cómo qué?

—Despedirte de las putas y de la marihuana.

N. del A.: *La frase, del escritor argentino Israelí Gavrí Akhenazi, aparece encabezando la presentación de su blog, «La maldad aparente»

Acerca de John Madison

Aperi oculum / Soliloquio / La cárcel I, II & III » Por Mar García Romero

Aperi oculum

Aperi oculum, !abre el ojo!
gritaban las cuencas de la noche,
la telaraña azul del mediodía,
mi guardaespaldas
que cobra su salario cada mes
aunque no haya saldo en mi memoria.

!Abre el ojo!, el pañuelo de seda,
un nido de humedad en el armario,
el carmín que se oxida sin usar,
el pelo que ya roza las clavículas.

!Abre el ojo!, y esa mujer maldice,
como un húngaro ciego,
mientras muerde la rabia,
ortigas, nombres sucios,
y deja que los muertos se sienten en su mesa.

—Hoy he vuelto a soñar
con la franja de sol de tu sonrisa—.

!Abre el ojo!, y el cadáver de mi hermana
se abraza a mí temblando,
descorro los visillos del balcón,
no existe oscuridad ni se ven las estrellas,
y las dos nos reímos,
es verdad.

Soliloquio

Hay una luna nueva que gira en algún sitio,
aquí, sobre el asfalto,
una calima ardiente e invisible
se adueña del paisaje y nos abrasa
los ojos y la tarde.
Mi cabeza cobija un pandemónium
de estridentes sonidos y voces de ceniza
que me asaltan, cual brutos,
en los largos paseos a solas con mi perro.

No pondré por escrito la furia de un canalla
ni el peligroso tour que surge en las aceras,
no diré que he temblado, ni tampoco
que muero de impotencia muchos días.
Atardece,
un sol débil traspasa los álamos y el río,
como un cuadro exquisito de Monet.
Me voy a caminar,
quien sabe en qué momento
no volveré jamás a escribir un poema.

La cárcel

I

Atravesamos puertas y murallas,
un cancerbero triste las protege
con vocación de juez o de verdugo.
No importa cuántas veces, cuántos años,
ellos siguen juzgándonos, canallas,
presuntos asesinos o suicidas.
Este dolor endémico nos hace
carne de muladar para los buitres.

II

Azucenas y lirios mostramos en el pecho
con un nudo gordiano en la palabra.
Una breve visión, y el orbe hostil
nos ilustra la frente de certezas;
tengo una flor de lis en mis pupilas
y el viento que me empuja
abulta sin querer en mis bolsillos.
Cuando nos dejan solos,
nos volvemos un monte que solloza.
Afuera, sobre un pino de hierro, se reúne
una bandada triste de estorninos.

III

He contado seis jueces
y una prenda le arrojo a cada uno.
Mis ojos son dos puntas de alfiler,
hormigas asustadas,
un jadeo sin aire, sin embargo,
de mi rostro la máscara, no ha movido ni un músculo.

He sacado el revólver
del corazón
y los he ejecutado sonriendo;
debí haber dejado uno vivo
todo reo merece escuchar su sentencia.

!Lástima!
Cárcel y poesía, nunca son compatibles…

Esa especie de eunucos adiestrados
confundieron mi angustia con un hacha,
merecían morir
con la garganta llena de ababoles.

Volveré, Dios mediante, con la hoz de la luna.

Mar García Romero

Entrevista a Mercedes Carrión Masip » Por Rosario Alonso

“Sigo escribiendo porque cada paso, cada poema,
es un gran premio emocional y estético
y porque me siento parte de algo hermoso”

Mercedes Carrión es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Literaria de Valencia, su ciudad natal. Una vez afincada en Cataluña, dirigió un taller artesano de esmaltado a fuego durante muchos años, razón por la cual pudo enseñar el oficio a muchas mujeres. Se trata de una técnica milenaria que empleaban las civilizaciones egipcia, griega y bizantina para decorar metales preciosos.

Las buenas costumbres no las pierde y tal vez por eso le sigue gustando estudiar y aprender en general. Nos cuenta que es disciplinada para las tareas intelectuales y no le duele el tiempo que les dedica.

Le gusta mucho cantar, incluso ha musicalizado poemas propios acompañada por el guitarrista Kim Serrano. Disfruta de la música, del teatro y de la lectura siempre que puede.

Ha gozado muchísimo del mar con su familia aunque ahora, ella y su marido, son más de tierra adentro. El campo y sus habitantes son la pasión de ambos. Adora las plantas y su cuidado, tanto que se conoce los nombres de cada una.

Le gustan todos los días, con lluvia o sin ella. Para Mercedes cada jornada es un estrenar la vida: no le gusta hacer planes sino a muy corto plazo y espera a ver qué iniciativas tomará la propia vida.

Tiene, dicen quienes han probado sus manjares, buena mano para la cocina. Le gusta inventar y combinar todo, desde las sobras hasta los alimentos más exóticos, probar cosas nuevas y desde luego la cocina familiar de toda la vida que su gente valora. De hecho tiene más de un poema gastronómico.
Asiste los jueves a un taller de poesía (Metáfora) desde 2009. Allí conoció a la poeta Juliana Mediavilla que afortunadamente la trajo a Ultraversal. Esa reunión semanal es irrenunciable para Mercedes como lo son las páginas que comparte con los compañeros.

Ha sido muy viajera pero ahora ya no siente esa inquietud. Se ha vuelto más contemplativa, menos curiosa y atrevida que años atrás.
Dejó el deporte por el baile flamenco y el conocimiento de los palos y sus compases le ha aportado mucho. Toca además el cajón y los palillos y se le dan muy bien las palmas, nos dice.

Colecciona abanicos y pequeños objetos variados, bagatelas generalmente viejas. Muchos de ellos son recuerdos de sus viajes.
Le gustan mucho las muñecas, las peinetas, los pastilleros y conserva algunas piezas esmaltadas de su taller con mucho cariño.
Reconoce que la vida le ha cundido mucho. Sus escenarios han sido tantos que cree que en ninguno ha llegado a aprender lo suficiente. No importa, nos dice, el tiempo sigue ahí, abierto a tantas posibilidades.

1. ¿Qué es para ti la literatura?

La entiendo como parte necesaria de la vida pues a través de la palabra escrita se accede a todo conocimiento, a las diversas ciencias que lo contienen, incluida la estructura y la historia del propio pensamiento humano. También la vida del hombre en la tierra comienza a ser considerada como historia, precisamente, desde la aparición de los primeros textos que la acreditan.

La literatura es compendio pero también es una infinita posibilidad para la creación artística a través del lenguaje en sus diversas manifestaciones. En este sentido la literatura es, también, comunicación y oficio.

2. ¿Y la poesía?

La poesía es la proyección literaria de una manera específica de sentir el entorno, los acontecimientos y el propio bagaje cultural y espiritual de quien la escribe, sujetándose a unas características y normas predeterminadas que la definen como tal.

Personalmente la poesía me brinda una nueva mirada sobre mi mundo y lo que me concierne del mundo de los otros. Y es también una disciplina intelectual que modera mi voz y la conduce en busca de los más precisos matices del lenguaje.

3. ¿Desde cuándo escribes y qué motivación te impulsa a continuar escribiendo?

Escribo desde que sentí una especial necesidad de introspección. Fue algo casual e inexplicable, en unos momentos en que pasaba por problemas de salud y las noches eran interminables. Llegué a creer que eran otras voces en mí. Hace poco más de cinco años que ocurrió.

Me sentí bien escribiendo por intuición y enseguida quise aprender, pues los recuerdos de mis estudios de Literatura comenzaron a aflorar claros y altos. Me informé y me interesé por las actividades de un grupo de poetas de Barcelona (Metáfora), con espacio propio en la biblioteca Mercé Rodoreda, especializada en poesía. Fueron generosos conmigo, me hicieron hueco de aprendiza y con ellos sigo, aprendiendo.

Sigo escribiendo porque cada paso, cada poema, es un gran premio emocional y estético y porque me siento parte de algo hermoso. Sigo escribiendo por lo que descubro de mí y de los demás. Porque atrapo la vida en un papel. Por compartirlo.

Porque sigo en la investigación poética de todo lo que me rodea y siempre me parece que acabo de empezar.

4. ¿Qué influencias literarias han marcado tu poesía?

Técnicamente ya tenía conocimientos aunque archivados en la memoria desde mucho tiempo. Tuve una profesora en enseñanza media que marcó mi amor por el idioma y el cuidado del lenguaje, Doña Rosario… He sido hasta hace unos años una gran lectora, sobre todo una apasionada lectora juvenil. Toda literatura que haya pasado por mis manos ha dejado poso, sin duda. Ahora que puedo leer menos, la poesía es mi campo de lectura. Supongo que hay un currículum misceláneo entre muchos estilos, pero sobre todo creo que la etapa clásica, la de formación, digamos la más académica, es la que más me ha marcado.

5. ¿Cómo definirías tu poesía?

Creo que es una poesía sencilla, intimista, muy apegada a la naturaleza, muy espontánea también aunque me gusta cuidar el detalle y ceñirme a las normas en cuanto a estructura y sintaxis se refiere. En este sentido tengo la impresión de que cada vez es más fluida, menos encorsetada. Es difícil opinar sobre algo que me cuesta creer que de verdad
es mío, por lo que me sorprende.

6. ¿A qué público pretendes llegar?

Me siento valorada por mis compañeros, tanto de Metáfora como de Ultraversal. Es algo que me da mucha vida, los hace mis cómplices y me anima a ser yo misma. Con nadie más comparto mis poemas (la familia no cuenta, son incondicionales). No me imagino cómo serán otras lecturas por parte de otras personas y no pretendo nada al respecto. De hecho estoy empezando a imprimirlos, ahora, luego de cinco años de camino…y casi me asusto cuando los veo sobre el papel, como queriendo emprender vuelo.

7. Según tu punto de vista ¿qué condiciones debe cumplir el poeta para ser considerado como tal?

Creo que el poeta debe alcanzar su propia voz a través de su propia mirada: ser capaz de reconocerse y aceptarse en sus diferencias, incluso en sus carencias. E intentar paliarlas mediante el estudio y la caligrafía poética: romper papeles y aceptar las críticas y correcciones de aquellos poetas a quienes tiene la suerte de tener cerca y se interesan por él, como ocurre en Ultraversal. Conmigo, en esta casa, todo ha sido generosidad desde el comienzo.
También creo que hay una condición innata para llegar a eso: la poesía es también una manera de vivir y entender. Y de escuchar.

8. Si las hubiera, ¿cuáles son tus influencias poéticas?

Yo siento que mi evolución en poesía está presidida mayormente por los autores de Ultraversal y por los poetas clásicos, latinos, catalanes y castellanos que he tenido la oportunidad de estudiar en Metáfora, dentro de la disciplina del grupo.
Mis lecturas poéticas son variadas y casi siempre vienen dadas por las tareas de las que debo responder ante dicho grupo y mi propia exigencia para responder al ritmo y nivel de trabajo de Ultraversal.

9. Dentro de todo el panorama ¿con qué tipo de poesía te sientes más cómoda?

Me escribo mejor en verso blanco y suelo partir siempre de lugar, experiencia o sensación ligados a la naturaleza porque siento que todo está contenido en ella, todo está explicado, retratado en ella. Nosotros también. Yo también. Los sentimientos encuentran en ella un perfecto paralelismo.

10. Cuál es tu proceso creativo, ¿te sientas a escribir poesía o esperas que la inspiración llegue?

En ocasiones me siento a escribir poesía siguiendo inspiración previa o simplemente por disciplina y gusto, pero reconozco que tengo una actitud más bien voluntariosa. En ocasiones los versos me despiertan y aunque sea de madrugada me levanto para intentar hilvanarlos: me duele mucho olvidarlos, aunque luego yo misma acabe desechándolos.

11. Tus poemas también los has cantado. Háblanos un poco de tu faceta como cantante.

Es complicado. Me gusta mucho cantar, me limpia el alma. Hubiera deseado aprender música para llegar a componer mejores canciones con mis letras o las de otros autores. Hubo una etapa en que las circunstancias me permitieron abordarlo y aprendí mucho en cuanto a técnica de voz y grabación, pero hube de dejar atrás el intento que ha quedado como una experiencia incompleta pero gratificante, aunque sea tan solo por el hecho de haberla llevado a cabo y compartirla.
Mis canciones no han tenido difusión ni lo pretendo, pero me encanta que reposen entre las páginas de Ultraversal: realmente son su origen ya que las letras también andan perdidas entre algunos de mis poemas. Pero canto, en público o en privado, siempre que puedo. Y con el tiempo se ha afianzado mi voz, la disfruto más.

12. ¿Piensas que hay mucho egocentrismo en el mundo poético o que por el contrario es un mito?

Creo que todo poeta tiene una carga de egocentrismo en mayor o menor medida, porque se erige en voz abierta a los demás, a quienes quieran escucharle. Otra cosa es la vanidad, la egolatría que a veces subyace en algunas actitudes. Por mi experiencia me atrevo a decir que tampoco es tanta, que se ve venir de lejos y eso desarma su espoleta…

En parte es mito: se ha de comprender que la poesía nace de una necesidad subjetiva de compartirse y si no hay algo de amor propio, pues la voz se queda en nada…

13. ¿Crees que la poesía vende?

No creo que venda en el aspecto material, pero vende en el sentido de que se recurre a ella en muchas ocasiones, como expresión que supera a la prosa, en los medios públicos de comunicación, en las celebraciones… Se la protege poco desde los estamentos oficiales, se le da poca difusión entre los jóvenes. No es materia de enseñanza oficial. De hecho está ocurriendo lo mismo en cualquier manifestación de lo que se entiende por Humanidades. Solo hay que consultar los premios que se publican: son pocos e insuficientemente dotados. A excepción de las grandes convocatorias estatales que suelen tener, además, poca repercusión editorial.

14. ¿Cómo ves la poesía en la sociedad actual?

La veo muy diversa pero con una tendencia centrífuga respecto de la normativa. Creo que se abusa desconsideradamente del verso libre por desconocimiento de sus elementos esenciales. Se cae así con demasiada frecuencia en una prosa entrecortada y demasiadas veces carente de musicalidad, precisamente la característica por antonomasia de la poesía.

15. ¿Qué opinas del formato digital con vistas al futuro?

Pues que vamos cada vez más hacia ese inevitable futuro.

Bendito sea como elemento de salvación de selvas y bosques, aunque el libro en su formato tradicional sea para tantos de nosotros vehículo indispensable y materia de culto justificadísimo. Y en parte lo seguirá siendo.

Se impondrá el formato digital, es lo razonable.

16. ¿Hay alguna pregunta que no te hice y te gustaría que te formulara? 

Sí. ¿Consideras que el comentario sobre los poemas de los compañeros ultraversales puede llegar a ser una buena manera de mejorar tu expresión literaria también en prosa?

La respuesta es sí. Y deseo agradecer la oportunidad que tal escenario supone. Disfruto de explicar y explicarme, de dirigirme a los compañeros como si de una correspondencia personal se tratara, en tantas ocasiones. Disfruto de la cercanía que también se desprende de muchos de sus escritos. Lo considero una oportunidad irrenunciable para conocerse, apreciarse y remover a veces el baúl de los recuerdos, aprendiendo siempre.

Mercedes, ya hemos llegado al final. Se me ha hecho muy corta la entrevista. Agradezco mucho tu atención.

Admiro tu disposición para la revista Rosario y te agradezco el esfuerzo.

Mi » Por Nésthor Olalla

Mi argumentario: un ardid
Mi consigna: soltar lastre.
Mi pudor: temeridad.
Mi equilibrio: el desenfreno.
Mi pesadumbre: doler.
Mi asilo: la confusión.

Mi excentricidad: pensar.
Mi valor: a convenir.
Mi emoción: siempre un conato.
Mi morada: una trinchera.
Mi turbulencia: ventral.
Mi bandera: reversible.
Mi patria: donde no hay culpa.
Mi estímulo: conspirar.
Mi convicción: sólo dudas.
Mi anomalía: borrar huellas.
Mi urgencia: desratizar.

Mi identidad: un conflicto.
Mi sosiego: en cualquier bar.
Mi deber: según la urgencia.
Mi existir: tribulación
Mi reservorio: el azar

Mi aislamiento: por desidia.
Mi fineza: al delinquir.
Mi pasión: con poca espuma.
Mi pereza: desandar.
Mi mentor: el desafuero.
Mi filiación: dos zapatos.
Mi trono: sobre un volcán.
Mi pena: sin redimir.

Mi credo: si hay palpación.
Mi proyecto: despertar.
Mi impaciencia: concluir.
Mi pretendiente: el ocaso.
Mi adscripción: a la escasez.
Mi placebo: la razón.
Mi repulsa: a lo grupal.

Mi lado oscuro: a la vista.
Mi extrañeza: respirar.
Mi apostura: el desaliño.
Mi ideología: barril.
Mi regla: ser la excepción.

Mi esperanza: ornamental.
Mi honestidad: reductible.
Mi ideal: de quita y pon.
Mi mismidad: negligencia.
Mi excitación: resbalar.

Mi enemiga: la doblez.
Mi opulencia: una erección.
Mi privanza: lo fugaz.
Mi señuelo: una alabanza.
Mi agotamiento: ser yo.
Mi perversidad: cabal.
Mi tragedia: desistir.

Mi ruta: la del cometa.
Mi peripecia: volver.
Mi reino: desbastecido.
Mi comburente: la sed.

Análisis plausible / Como entonces » Por Mercedes Carrión Masip

Análisis plausible 

Renacer desde el dolor nos convierte en reinsertados, hambrientos de días en los que reconstruirnos para dar sentido y dignidad a la experiencia. Si es el paso de la muerte por la casa, nos deja derrotados, desposeídos de la fe, revestidos de harapos emocionales, con la inseguridad como promesa de futuro. Sobrevivir, en cierto modo indemnes, requiere de grandes reservas de amor, también de tiempo. Nosotros las teníamos. Solo éramos dos adolescentes y un padre siempre triste, pero las teníamos.

Me sentí reinsertada nuevamente mucho tiempo después, en plenitud vital, cuando la muerte acarició mi rostro y no me quiso para ella; o sí, porque está compartiendo el resto de mis días como vestal amable que me condona el miedo y me hace fuerte.

Hay otra reinserción que agradecer al misterio que somos y vivimos: me aconteció la poesía como un cambio en la edad, como una nueva luz en la mirada. Mi escritura pulida de estudiante despertó avariciosa, sorprendiéndome inerme en el asalto. Y hube de correr, acogerme a vuestras filas para recuperar, precisamente, el sentido y dignidad que el desuso, como una muerte más, le había arrebatado. Correr a vuestras filas apretadas de saber y compartir, de amor también, poetas.

Si quiero componer un sucinto balance, verter sobre mis versos análisis plausible, tendré que sujetarme tan solo a dos partidas: el amor y la muerte.

Como entonces

¿Recuerdas las ventanas? Se asomaban al jardín y un poco más allá paraban los tranvías. Su sonido metálico en la noche acunaba la nostalgia, desatando en nosotras tantos sueños que fueron quedando atrás por improbables.

Y qué risueñas las luces de la calle sobre el cuarto, aquel pequeño mundo perfecto en su especial desorden. Y aquél sonido sordo de la lluvia en el sosiego de la casa, tan solas frente al callado dolor de nuestro padre, tan unidas frente al nuestro.

Mis jirones de insomnio se han estremecido un día más ante este rezo que creía olvidado y me reclama ahora: por ti, como por Ella entonces, voy regresando torpemente a su regazo.

Acerca de Mercedes Carrión Masip

Revista Ultraversal edición número 5

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Editorial » Palabra intencionada » Eva Lucía Armas

Sumario

In memoriam » Homenaje a José Luis Jiménez Villena » Por autores ultraversales
Entrevista » Arantza Gonzalo Mondragón » Por Rosario Alonso
Poesía » Enero / Ansiedad / La tienda de Modesta / Lo poco que me queda » Por Máximo Pérez Gonzalo
Prosa » De: “Anotaciones para repetir en silencio” / La alegría de olvidar / Sin título » Por Ronald Harris
Artículo » El soneto: armonía y perfección » Por Juliana Mediavilla
Poesía » Epílogo / La crítica / Semblanza I & II / Negación del amor » Por Elhi Delsue
Humanidades » De suposiciones » Por Gildardo López Reyes
Reseña » La pasión triste: un libro de Gavrí Akhenazi » Por Ovidio Moré
Poesía » Maferefun, Cuervo / Mamá, quiero ser sonetista / Aún sigo en Estocolmo / La buena estrella » Por John Madison
Artículo » Novum Sub Solem » Por Almudena Santalla
Poesía » Atrapados / Hombre / Huérfano / Temores… » Por Orlando Estrella
Prosa » Unidad y lucha de contrarios » Por Ovidio Moré
Reseña » Su corto vuelo: un libro de Eugenia Díaz Mares » Por Isabel Reyes
Artículo » Recursos literarios (quinta entrega) » Por Enrique Ramos
Poesía » Fondo de armario / Dinámica de la vergüenza propia / Un instante eterno / La serena brevedad del agua I, II & III » Por José Carlos Hernández
Humanidades » Dudar es pensar / Por cobardía » Por Jorge Ángel Aussel
Prosa » Ardiente frialdad / Difícil despertar / SOS » Por María Del Mar Lana

Staff

EDICIÓN NRO. 5 – MARZO 2016

Dirección general
Gavrí Akhenazi

Subdirección
Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

Redacción
Arantza Gonzalo Mondragón
Eva Lucía Armas
Isabel Reyes Elena
Morgana de Palacios
Rosario Alonso

Diseño & diagramación
Jorge Ángel Aussel

Ilustración de tapa
Ovidio Moré

La pasión triste,
según el libro homónimo de Gavrí Akhenazi

Autores que aparecen en esta edición
Almudena Santalla
Arantza Gonzalo Mondragón
Elhi Delsue
Enrique Ramos
Eugenia Díaz Mares
Eva Lucía Armas
Gavrí Akhenazi
Gildardo López Reyes
Isabel Reyes
John Madison
Jorge Ángel Aussel
José Carlos Hernández
Juliana Mediavilla
María Del Mar Lana
Máximo Pérez Gonzalo
Orlando Estrella
Ovidio Moré
Ronald Harris
Rosario Alonso

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Editorial de la edición número 5 de la Revista Ultraversal, por Eva Lucía Armas

Palabra intencionada

La palabra es un arma. La palabra es una institución de la metáfora y tiene un peso específico dentro de cualquier desarrollo textual, inclusive atendiendo a sus diversos pesos semánticos de acuerdo a la ubicación intencional que demos a un mismo vocablo.
La palabra es una dirección de la voluntad expresiva. Mediante ella, se marca el sentido de circulación de las ideas y una misma palabra, adecuada a una determinada intención, sirve tanto para el amor como para el odio, porque la palabra en sí misma es metafórica, simbólica, es un elemento propio de un código que debe ser interpretado a partir del lecto y las condiciones en que se emplee.
Rodeada de otros símbolos que generan lo denotativo, una palabra siempre resulta connotativa en sí, porque depende de sus intérpretes que son los considerados receptores del mensaje final que la palabra representa y son los que deben aplicar interpretativamente la intención que tiene el símbolo colocado en tal o cuál posición dentro de lo oracional.
En nombre de la misma palabra, pongamos por caso Dios, se mata o se salva. Esto ocurre por la interpretación que se le otorga y el valor semántico que tiene para cada receptor, de acuerdo a su ámbito: “Dios lo manda” (como ejemplo de lo anterior).
Desde los simbolismos, las culturas trabajan sobre sus diseños comunicacionales y modifican el valor aséptico de los semas para reconvertirlos en una resemantización necesaria por el valor electivo que le da la cultura que los emplea.
La pérdida de la palabra es la pérdida del código completo y de sus variables, como aquello de que un kilo de plumas pesa igual que un kilo de plomo, ambos serán kilos, pero de diferente material y por lo tanto, pese a ser kilos, no son equiparables en una misma función.
En la actualidad hay una batalla de códigos que desarraigan las palabras para desarrollar mutaciones que se apartan de los valores simbólicos. Es el caso de la palabra “bizarro”. Según algún aberrante traductor perdido en los anales de la semántica contemporánea, la insólita traducción de un adjetivo inglés en su traspolación al castellano (ignorancia de ambos idiomas pura y dura y sin apelativo) ha vuelto del revés el significado y el símbolo que el español le otorga a esa palabra, justamente mutándola en su símbolo opuesto.
Y lo más trágico es que no se produce la corrección desde ningún lugar y aplicar la tergiversación pasa a ser de uso común. Alabar a alguien con la palabra bizarro se ha convertido en insultar a alguien con ella.
Sucede que los escritores no están exentos de estas peculiaridades, ya que hasta la misma palabra “escritor”, con el advenimiento de las redes sociales, ha dejado su valor semántico por el camino imitando a la palabra bizarro.
Me pregunto ¿qué querrá decir dentro de un tiempo lo que hoy escribimos aún con los símbolos dentro de sus expresiones semánticas?¿Dirá lo mismo que quisimos decir o justamente lo opuesto?
Verdaderamente trágico sería que no dijera nada, porque la Humanidad haya regresado a entenderse con gruñidos.

Acerca de Eva Lucía Armas

Homenaje a José Luis Jiménez Villena

¿Ves, te lo dije! Aquí, tras el invierno,
tras este invierno tan herido y tan hermoso,
otra vez reviven los colores, la mar
se hace un sínodo de carnes a la intemperie,
un reducto suntuoso de lascivia,
un canto universal a la belleza.

Sí, te lo dije, tras un invierno de pálidos
helores, tras nacernos oscuras las palabras,
revivirán las luces y los festejos
exigirán su sitio en las ciudades,
en los pueblos, en las aldeas y las gentes
afectas de fábricas y de asfaltos,
de cinc y de cristal y de cementos, de grises
paisajes indestructibles,
regresaremos, te lo dije,
al aire bruñido y a los azules,
al cántico-alborozo de las olas,
al olvido transitorio de sus males,
a vivir como único remedio,
a imbuirse de tus versos y a recordarte,
en este caso.

Jota Azimut

Llevo el peso de mi tigre abrochado a la noche
matarife inocente recortándome el vino
que amable me devora amadas luminarias
poblándome en sus dientes nacarados
el oscuro.
Es su calma, digo,
el tigre
todo el barro violento
de la paz nueva que clama en advertencia,
sangre sobre la nieve,
luz gacha.

Así, en la noche,
me siento de sus fauces inmersas de animal
y baldeo mi pánico con cantos melodiosos
quedando, de esa burla, contándome la boca,
borracho de su número, agitado, tranquilo.
Con ello, confío haber logrado
en aquellos momentos robados a la piel
anaquelar el brillo, capturar los afeites,
los giros de justicia de los que el caos se nutre.

Miradlo. Ya me ruge. Hoy toca hacer llanura
de nuevo está esa boca en boca de mis faldas
nacarando la senda que trazan sus colmillos.

El tigre
tiene la noche hoy lejos
por poner mi boca en cruz
el alba en amenaza.

Doblo mi cordobán, y espero
al cazador, al vino
violento de la noche, a la música
opaca de mis balas.

Esta noche ha de llover
a filo.

Federico Ruibal

Sé que estás…
aquí en tus palabras,
en tus poemas y sus finuras
y en la mano tendida a compartir tus sabidurías,
por eso sólo puedo agradecer a Dios tu presencia
y el regalo de tus versos.

Con pesar, por saberte ya del otro lado,
tan lejos nuestro,
pero con la fe de que vives y viven tus poemas,
un abrazo, señor, caballero de las letras.

Solange Schiaffino

como un andén a medianoche que se vacía
mientras los viajes continúan
y los amantes miran las rutas de los mapas
tomados de la mano
y los que aún no tienen casa
duermen sobre un bongó envuelto en nylon
pasa este día sin haberte alcanzado

sintiendo que llegué tarde de nuevo
(y que sabías bien de mis defectos)
me queda la sensación de amor de hermano
que se posó en mis poemas cabizbajos
con la ternura de quien todo lo comprende

esos instantes en que tu voz llegaba al cuenco
y se volvía de vino o de agua
eran un día de campo

eran de noche con luz
de pueblo nuevo
probablemente a donde te diriges

no te alcancé
–ni con esta alma que suspira—
mas dejaste en nuestra banca tus dorados
tu letra en los umbrales hacia el triunfo
tu piel entretejida en las palabras
tu libertad
tu vuelo

a lo lejos se escucha un aleluya
mientras abrazo un hasta pronto
en tus cuadernos

Sabeli Ceballos Franco

Y aire y tiempo cubren lo espantable,
para que ni uno demasiado lo ame con oraciones
o el alma. Hölderlin -Grecia

Llenas de cosas confiadas,
alegremente extendidas las manos
hacia el caos en que eres memoria de fuego,
traen, desde una imposible primavera,
a este vuelo de aves tu asombro monosílabo:
ah no a esta hora,
no esta tarde de grullas y heliotropos,
cordilleras divinamente verticales
oh Dios, el pan recién tostado en la mesa
y mira: tronco adusto de acebos
y riachuelos de dulce resina.

Amable fue, tal vez, el silencio
al empuñar su cuchillada de negruras:
no viven ya, en tu corazón, los dioses de este mundo.
Panderos y címbalos de una canción poderosa
maduran el arroz y doblan las montañas,
mas tú, en la inocente paradoja de su ritmo,
traes los sones del amanecer
y un regio olor a madera florecida.

Antonio Rojas

salí
con la mente hirviendo de promesas
y el corazón atado con tres nudos

cercano el río despeñaba ausencias
y el aire respiraba masculino
sobre mi boca
su hálito desnudo

salí de mí rompiendo las paredes
y su cerco de trémulas visiones
crucé el umbral del rostro de Caronte
y desbrocé la hierba que gritaba
bajo mis pies
todos tus nombres

cómo no amar el pulso de la vida
si late en la corriente de la muerte

tú eres Octubre Rojo y estás vivo
yo sigo muerta

indefinidamente

Morgana de Palacios

Has galopado, amigo,
por la intemperie inmensa de los versos
sangrándote las manos,
sangrando la palabra que penetró tu carne
y te erigió poeta.

Al vuelo despeñado de tu pluma
me acostumbré callada,
bebiendo de tu verbo imaginario
a la sombra morena de tus dedos,
de tus lunas deslenguadas,
de tu mundo de cristal y soledades.

Por delante te has ido,
compañero,
para sembrar de versos el futuro
y no sabes, Villena, que me dejas
el sello de tu mito en las retinas
y un poema perdido en el papel
llorando tu vacío.

Luvia Kremel

Hay un hombre sepia
acurrucado
en la esquina de su dolor desnudo.
Es un ser sin rostro
tallado por Miguel Ángel
en el diván de la ceguera.
Séneca caligrafió su corazón
para la vida breve,
para el camino del sabio
que vence al tiempo
porque conoce el pasado
y responde al futuro.

Hay un hombre sepia
que sabe todo lo que no sabe
y que disimula el ingenium
tras un malabar de mariposas azules.

Este hombre serigrafiado
me enseñó los aquafortes
del silencio
y se hizo pasar por rico
cuando mendigué una palabra.

Está en la memoria del agua
que viaja al mar,
se evapora
y retorna a la montaña…
es un ser cíclico
que se conduce entre hados
para llegar con un acento de rocío
al recuerdo
de las horas de poesía.

Este hombre, amigos,
dejó en la mesa de todos nosotros
una taza de café
que jamás se enfría.

Ricardo Sayalero García

Justo. Llegó Octubre con su actitud de escudo,
noble como un caballo con crines de tormenta,
manos gigantes de coloso roto
y reciedumbre verde de acorazados tilos
a colgar su precisa lágrima
de víctima.

No quiso ser el mes, le fue impuesto.

Llegó desprotegido, con la angustia
creciendo
como crecen las sombras en la tarde
y el polvo en el camino. Y así, triste,
inmensamente triste, abrió su puerta grande,
porque grande es el alma en el umbral
y grande su equipaje de poemas.

¡Ay! ¡Triste Octubre!
Desgraciada tarea te fue impuesta.
¿Puedes darnos, Octubre,
los versos
que viven como alondras tiritando
en el asombro?
¿Los versos con sabor del hombre parco
de alma buena?
¡Ay! ¡Triste Octubre!
Desgraciada tarea te fue impuesta.

Enrico Espino

La luna se deshoja plateada
sobre el luto mortal del cementerio;
los cipreses murmuran un misterio
que se extiende en el mármol de la nada.

La noche no es tan noche, ni es callada,
ni sirve de mortaja al cautiverio
de esos huesos que yacen sin criterio
sobre el lecho ancestral de su morada.

Noche y luna se funden en quimera.
El hombre se estremece, siente pánico,
cuando del alma el miedo se apodera;

es un miedo feroz, casi volcánico,
plasmado en pesadilla, larga espera,
con un poder fatal, casi tiránico.

Vicente Mayoralas

No hay lágrimas que inunden tu latido
no hay voz, ni amor, ni besos en tu esquela,
no hay nada, nada -amigo, centinela-
ni un solo verso más ¿Por qué te has ido
dejándonos el cielo sin tu estela?
¿Por qué razón? ¿Acaso no he sabido
rezarle a Dios? ¿Por qué lo ha consentido?
Y ahora te vas, y sé que, aunque me duela,
aunque sufra en mi ser tu desventura
jamás podré encontrarte nuevamente
llenándonos el alma con tus gozos.
No hay lágrimas que apaguen mis sollozos
ni hay nadie que te alcance en estatura.
Lo sabemos los dos, perfectamente.

Vicente Vives

En cada madrugada, en cada ausencia,
se queda el corazón desangelado
y siente que por mucho que ha llorado
el llanto no ha borrado la impotencia.

El tiempo nos castiga sin clemencia,
el que pronto llegó ya ha descansado
pero el de aquí espera anonadado
mascullando su pena, su dolencia.

Y en cada atardecer vuela en el rojo
ennubecido cielo el corazón
que busca sin creer que te hayas ido

y se vuelve, y se afana y de reojo,
sin querer molestar, con aflicción,
ve tus letras y llora compungido.

Idella Esteve

Tanta belleza para vivir sólo
una vez compatriotas de la muerte;
cuán certero aquel hombre que desgasta
segundo tras segundo lo que tiene
de arena en la clepsidra del futuro.
El amor que se va será una uva
que el gusto del recuerdo catará
cuando afloren nostalgias del vivir.
El llanto es la gimnasia del dolor,
así como el paisaje, de los ojos.
Los momentos grandiosos de la vida
se convierten en sombras que refulgen
necias ante el acoso de los años.

Aquí nadie nos salva, sólo queda
aferrarse a la tabla del naufragio
y aguardar que aparezca tierra firme:

La tierra donde atraquen nuestros restos.

Héctor Michivalka

Enero / Ansiedad / La tienda de Modesta / Lo poco que me queda, por Máximo Pérez Gonzalo

Enero

Cuando el enero es blanco
la nieve es negra,
se hiela entre pinares
la madreselva,
y ojo al plantío,
con las hojas del chopo
tapa el camino.

Por la vereda quise
seguir tus huellas,
peregrinando al ritmo
de tus caderas,
ando de noche,
la razón que me guía
sólo es tu nombre.

De eneros tengo parte
de mi cosecha,
pregonando aleluyas
voy por mi aldea,
canto dorado,
puestas de sol que alargan
mi calendario.

Enero será corto
como el estuche
que me trajo un rey mago.
Por dentro luce
turrón y almendras,
en la vida te endulza
quien te recuerda.

Enero paliducho,
escarcha y frio,
parabién de contrastes
de a pan y vino,
quieto y en calma.
La ansiedad que me cubre
guarda mi casa.

Ansiedad

Ser o no ser, mi calidad no existe.
Sigue mi piel con los zurcidos ocres
de mi lejana juventud que escupe
la lluvia amarga de pasados sueños.

Risa fugaz de temporero al saco.
Casa de ayer, con paramera al aire
y soportales con hilvanes de ocio
que alimentaron de alquitrán mi barba.

En peso valgo lo que pesa un mirlo.
De estilizados compromisos lucro,
a media alforja, mi vejez creciente.

No gano el pan que mi sustento exige,
ni aporto el don que a perfección me inclina,
ni soy el ser que mi ansiedad reclama.

La tienda de Modesta

La plaza era sencilla, leve cuesta
en la calle empedrada, y por cimiento
la soledad de un viejo ayuntamiento,
y en la esquina, la tienda de Modesta.

De adobe y corazón creció el poblado,
y en la escasez, las sombras del destino,
sueños de alondra levantando el trino
para olvidar los ecos del pasado.

En los días de otoño una candela
colgaba en cada hogar. De mala gana,
con mueca de hambre y pantalón de pana,
aprendiendo a ser niño, iba a la escuela.

El rostro helado, la mirada ausente,
desnutrido el ajuar de cada día,
y un rayo de esperanza en sintonía
con la inquietud que amaneció en mi mente.

Una casucha oscura era la tienda,
que atendía Modesta, un santuario,
sometido a los ritos de un horario,
mitad despacho, y la mitad vivienda.

Alineados entorno a una farola,
colocada a la puerta de la casa,
con hambre y sed, y la barriga escasa,
los niños de la escuela haciendo cola.

Por despensa un arcón, y en la cocina
con zumo de limón y chocolates
solventaba la sed de los gaznates,
y algún beso perdido por propina.

Cuanto niño creció, amor y beso,
y un poco de ternura en la mirada
de aquella dama, loba enamorada
de limpia voz y corazón travieso.
En forjados de hierro, y por tabiques,
se colgaron escudos honorarios,
y entre letras de adorno y comentarios,
las hazañas de tiempos de caciques.

Modesta se perdió, tarde sin prisa,
con su pobreza al sol de una mañana,
y en los golpes de honor de una campana
se fue su voz y el eco de su risa.

Nadie esculpió su gesto, y en aquellas
calles de ayer, la indiferencia y mito.
Entre el recuerdo, y el altar de un rito.

Lo poco que me queda

El hambre con la sed se acerca a la ligera
lamiendo la pandemia que abrasa mi costado,
y ese grito de ayer, que presumo olvidado,
me rasca en el recuerdo, como si ayer, hoy fuera.

En mis sienes rezuman las mieles de la higuera,
el aroma del huerto, aquel canto rodado
entre cercos de adobe, y albardas de un pasado
con el sello en las noches de luna pasajera.

No consigo el olvido ni afilando mi mente,
y aunque rabie y no escuche, oigo el canto del mirlo.
La penitencia suple el afán de mi encierro.

Al río de mis años, le pesa la corriente,
y en la edad que me oprime, me da miedo decirlo,
lo poco que me queda, pasear a mi perro.

Acerca de Máximo Pérez Gonzalo

De: “Anotaciones para repetir en silencio” / La alegría de olvidar / Sin título, por Ronald Harris

De: “Anotaciones para repetir en silencio”

Batallamos cada día con toda esta ternura que llamamos tristemente soledad. Abrimos y cerramos nuestros ojos a tanta maravilla diciendo: “no gracias, hoy no quiero ser ni parecer”. Pero nos equivocamos, y caemos arrodillados cada siguiente ocasión, tentados en la posibilidad de encontrar lo que nos huye; pertenecer no es verbo para moribundos. Supongo que no todo obedece al macabro juego del azar. Eso debería incitar una plegaria, pero mi lengua está cansada de pedir. Quizá me he metido demasiadas cosas en el alma o los alvéolos. Demasiadas trampas. Demasiadas pesadillas. He recorrido este infierno demasiadas veces. Pero hoy todo me parece demasiado: el horario, las luces, el pastoso murmullo de mi respiración. Todo me parece innecesario y petulante: la música que baja de los muros, la sequedad del aire acumulado en las oficinas, todos estos papeles llenos de garabatos incomprensibles. Y si pudiera gritar o llorar, levantarme y destruirlo todo con un alarido, asesinarlos a todos bramando sus nombres en un solo y aterrador sonido, también me parecería demasiado.

La alegría de olvidar

Acceder a esa parte del alma que todo lo puede, que todo lo perdona. Acceder al amor que trasciende la carne, el deseo, la necesidad. Tareas de santo que arruinan el ego más viril. Divinas tareas para un dios pobre, un dios vagabundo que todo lo soporta. El asceta que habita en mí, que duerme en su manta acurrucado en la orilla, esperando despertar. Ese oscuro monje con su puñal de amor que me empobrece. Lo que alguna vez fue poesía en mí, y que hoy no es más que este dulce abandono en la alegría de olvidar.

Sin título

Al final la condena era yo y esta manía insoportable de querer ser otro. Yo y el hábito amargo de suponer que no me amas, que no me amarás, cuando en realidad no hay más cielo para ti que mis vellos acariciando el amanecer de tus caderas. Hay una celda en cada beso, un grillete sexual que arrastramos hasta la saciedad. Pero la condición implícita de odiarnos acaba por ser la única certeza, el vínculo inevitable de esta tragedia griega.

Acerca de Ronald Harris

El soneto: armonía y perfección, por Juliana Mediavilla

Tú, aire de mi aliento, creadora
de la perfecta calma que me ofreces.
Me naces, me renaces y me creces
como una rosa blanca. Me enamora
esa voz que te inspira, soñadora
y vuelves hacia mí, reapareces,
como un ángel de vida tantas veces
y a cada cual mejor, más escritora.
Adorarte sería poco o nada
y quererte, quererte y adorarte,
no podría pagar lo que te debo.
Me puede la verdad de tu mirada
y por vivir en ella y por mirarte
si hace falta, poeta, hasta me apruebo.
Vicente Vives
Mi voz llega tardía, descompuesta
desde la luna en vilo de mis lares.
Marinero remando entre pesares
te presintió mi tiempo en la floresta.
Sobre el canto del agua que me presta
el arroyo abrazado a los pinares,
aquí, donde levanto mis altares,
se nutrió mi esperanza en tu respuesta.
Reposa de tu larga travesía,
quédate en mi cercado. Ya amanece
y el trino del jilguero, risa pura,
despertará en tus versos la alegría.
También tu voz descanso se merece
para volver, repuesta, a la aventura.
Mercedes Carrión 

Tomados del poemario de sonetos “A una voz que es la mía” de Vicente Vives.

El soneto de Vicente resulta muy rítmico por la variedad de los acentos en los endecasílabos, entre los que encontramos un cierto predominio de los melódicos, en combinación con enfáticos, heroicos y yámbicos. La rima se ciñe a los modelos clásicos: ABBA-ABBA-CDE-CDE. Entre la variedad de rima en los tercetos, vemos que riman en paralelo: 1º con 1º, 2º con 2º y 3º con 3º.

Forma parte de un largo poemario de sonetos que está colgado en el Foro actualmente, con un dominio de esta estrofa en todas sus variantes: en alejandrinos, blanco, asonante, polimétrico… He escogido éste que responde al soneto clásico y que está dedicado a Mercedes Carrión, por lo que incluyo también su respuesta, para mostrar un ejemplo de pequeño contrapunto, en una disciplina tan difícil como ésta. Pretendo también destacar esa «sincronía» de los contrapuntos, en los que las réplicas tienen que responder al sentido del que las provoca, aunque cada una de las voces conserve su idiosincrasia.

Vemos que el presente soneto es un poema de admiración, de cariño, de complicidad hacia su destinataria, en una especie de reencuentro.

El afecto y sus matices recorren toda la composición, incluso respetando fielmente la estructura del soneto:

  • Presentación del tema y desarrollo en los cuartetos.
  • Reflexión de la idea central en el primer terceto.
  • Conclusión y emotividad en el segundo terceto.

Los cuartetos se escriben en segunda persona y están presididos por el tú, de la destinataria, mientras que los tercetos se centran en el yo, reafirmando sus sentimientos:

Cuartetos

  • Tú, aire de mi aliento…
  • creadora de la perfecta calma que me ofreces…
  • me naces, me renaces, y me creces…
  • y vuelves hacia mí, reapareces…

Tercetos

  • y quererte, quererte, y adorarte…
  • no podría pagar lo que te debo…
  • me puede la verdad de tu mirada…
  • y por vivir en ella y por mirarte…

En el presente soneto destacamos los recursos por repetición, muy notables en el tercer verso: «Me naces, me renaces y me creces», en el que destaca la trimembración de los verbos, dos con el mismo lexema, también el “me” se repite anafóricamente delante de los tres, que a su vez tienen la misma aliteración  de la sílaba “ces”. Un verso muy logrado porque su forma pronominal otorga a la destinataria unos poderes especiales entre maternales y divinos.

La repetición destaca también en el verso 10: «y quererte, quererte y adorarte», también en trimembración, formando una rima interna y con la aliteración rt en los tres términos.
Anafóricamente aparece la conjunción y al inicio de verso, en los versos 6, 8, 10 y 13. Otras veces como nexo del último miembro de la trimembración o de la bimembración:

  • y quererte, quererte y adorarte
  • y por vivir en ella y por mirarte

Dentro del campo metafórico, encontramos imágenes que tienden a la idealización de la destinataria en los sentimientos que le despierta:

  • Tú, aire de mi aliento
  • creadora de la perfecta calma que me ofreces
  • esa voz que te inspira, soñadora
  • Me puede la verdad de tu mirada

Son notables las comparaciones:

  • vuelves hacia mí… como un ángel de vida
  • me creces como una rosa blanca

Destacamos también un encabalgamiento que se produce entre los dos cuartetos:

  • …………………………….Me enamora
  • esa voz que te inspira, soñadora…

Vemos que todos los recursos están encaminados a resaltar esa corriente afectiva entre el emisor y su destinataria. Sentimientos más cercanos al cariño, a la admiración, al respeto y a esa búsqueda de apoyo en la serenidad que le inspira.

El soneto nos muestra no solo los sentimientos, hay en él toda una confirmación del «oficio» de Vicente Vives en esta estrofa. Éste y otros poemas en contrapunto responden a la poética del arrebato. Acunado en el soneto por los grandes sonetistas de Ultra —él suele citar mucho a Isabel Reyes—, su dominio del mismo le ha permitido saltar a todo tipo de composiciones poéticas pasando de las estructuras clásicas al verso blanco o al verso libre. Poeta prolífico, se mueve bien por todas las secciones del foro, no solo en sus posteos, también acude puntual a la lectura y comentario de sus compañeros en cualquiera de los subforos.

Mercedes nos muestra su respuesta mediante otro soneto clásico que se atiene con fidelidad a la estructura, la rima sigue el esquema del anterior, incluso en los tercetos: ABBA-ABBA-CDE-CDE.
Destaca la musicalidad del poema por la variedad de los endecasílabos, entre los que encontramos un ligero predominio de los melódicos, seguidos de yámbicos y heroicos.

La claridad y la armonía son cualidades que destacan en este soneto que es el contrapunto al de Vicente.

La voz del compañero después de una ausencia convoca a la poeta que nos habla de esa larga espera y lo incita a quedarse.

Los cuartetos describen la inquietud por ese silencio y la espera de una respuesta. Los tercetos recogen ese encuentro y la dulce incitación de la amiga:

  • Reposa de tu larga travesía…

El escenario del encuentro es en el soneto de Mercedes la Naturaleza, un marco muy reconocible en su poética:

  • Te presintió mi tiempo en la floresta
  • Sobre el canto del agua
  • el arroyo abrazado a los pinares
  • Quédate en mi cercado
  • El trino del jilguero, risa pura

Aparecen también términos que identifican  la ausencia con un viaje, que se presenta con reminiscencias de lejanas epopeyas:

  • Marinero remando entre pesares
    te presintió mi tiempo…
  • Aquí donde levanto mis altares,
    se nutrió mi esperanza en tu respuesta
  • Reposa de tu larga travesía
  • También tu voz descanso se merece
    para volver, repuesta, a la aventura.

Puesto que el poema se centra en la voz: mi voz llega lejana…y se dirige a la voz: También tu voz…, vemos que está presente en el poema el recurso de la personificación de la voz, que incluye a su vez una metonimia (la parte por el todo). Es un recurso potente que preside todo el poema.

Aunque ambas voces son las protagonistas, en el plano real, no es la voz, sino la palabra escrita.
En la sonoridad del soneto influye el gusto de Mercedes por las aliteraciones:

  • desde la luna en vilo de mis lares (aquí con la personificación de la luna que   nos sugiere el insomnio  en las noches de espera)
  • Marinero remando entre pesares (aparte de la aliteración, el acierto de ese sentido figurado: remando entre pesares, que es como ella lo imagina, nos presenta la acción en desarrollo y nos hace visualizar la escena y el esfuerzo)
  • El arroyo abrazado a los pinares (que suma a la claridad de las vocales, la personificación del arroyo).

Los cuartetos discurren serenos con encabalgamientos suaves que finalizan en el siguiente verso. Los tercetos aparecen encabalgados hasta el primer verso del segundo terceto. El encabalgamiento se inicia casi al final del verso:

  • Reposa de tu larga travesía,
    quédate en mi cercado. Ya amanece
    y el trino del jilguero, risa pura,
    despertará en tus versos la alegría.

Dentro del campo de la metáfora, hay imágenes de una gran belleza:

  • Marinero remando entre pesares
  • Sobre el canto del agua
  • el arroyo abrazado a los pinares
  • quédate en mi cercado
  • el trino del jilguero, risa pura,
  • despertará en tus versos la alegría

Destacamos también ese presente del verbo amanecer, que sugiere el renacer afectivo y tiene un gran valor poético:

  • quédate en mi cercado. Ya amanece.

Vemos que, al contrario del soneto de Vicente, en éste hay un reparto invertido de las voces: en los cuartetos la presencia del yo y en los tercetos la del tú:

Cuartetos

  • Mi voz llega tardía, descompuesta
  • Te presintió mi tiempo en la floresta            
  • Se nutrió mi esperanza en tu respuesta

Tercetos

  • Reposa de tu larga travesía
  • Despertará en tus versos la alegría
  • También tu voz descanso se merece

El amor se manifiesta en el soneto de Mercedes como un sentimiento acogedor que invita a la serenidad, al descanso y al recogimiento y se ciñe por tanto a la demanda amorosa del emisor en el primer soneto.

Los versos son claros, sin artificios ni en el léxico ni en la construcción sintáctica, eso unido a una puntuación abundante versal o dentro del verso, dan al poema un gran dinamismo.

En su lectura destaca la armonía, la belleza y la precisión. A pesar de que Mercedes siempre muestra sus reservas frente al soneto, ella dice moverse mejor en verso blanco, los que la conocemos sabemos que es capaz de ceñirse a cualquier estructura. Poeta contrapuntista por excelencia, ha mantenido contrapuntos en sonetos y los mantiene en verso  blanco. Su voz es muy reconocible porque la ha ido forjando y consolidando, no solo en sus poemas, también en los comentarios que deja, o a los que responde en los espacios de los compañeros y en los que se implica a fondo. Es perfeccionista y generosa: cuando uno de sus textos sale a escena ha pasado ya todos los filtros. Se atiene a aquella expresión juanramoniana: “¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas!”, porque en poesía no cuenta solo la inspiración y el trabajo, la inteligencia es también un factor muy importante, puesto que un poema, como cualquier obra de arte, no deja de ser, entre otras cosas, un ejercicio intelectual.

Acerca de Juliana Mediavilla

Epílogo / La crítica / Semblanza I & II / Negación del amor, por Elhi Delsue

Epílogo

¡No me levantes!, deja que mis pies
palpen las blancas vísceras del aire,
que lo que ayer fue lazo
hoy es horrenda soga,
y es la muerte fatídico presagio
y la felicidad, simple entelequia.

No mires los espasmos de mis ojos,
no beses las tinieblas de mis manos,
que lo que ayer fue eterno
hoy es clamor del polvo,
y es la vida el cantil hacia un calvario
coronado por cruces en la cima.

No digas, madre mía, que fui solo
pálido lis que flageló el invierno,
si hallé en la poesía
todo el calor divino
que no encontré jamás en otro fuego,
ni otro sol, ni otro vientre, ni otro hogar.

No hurgues en la umbría de mi fe
mis alucinaciones y demonios;
abre veredas nuevas
con tus dolores viejos
y en el altar, refugio de tus santos,
ponme, madre, de hinojos ante Dios.

Ábreme con cuchillos de la aurora
para que broten todas las luciérnagas
que quedaron cautivas
en mi sangre quijote,
y amarra en los puntales de la noche
los volantines que jamás icé.

Esparce las cenizas de mis versos
en las aguas del mar de las Antillas
¡Que surquen victoriosos
continentes de espuma
y renazcan blanquísimos de luz
en los silos poéticos del alma!

La crítica

Inspirado en el artículo «De odios necesarios y otras literaturas» publicado en la Revista Ultraversal n.° 3, de nuestro compañero Gavrí Akhenazi, y a él dedicado.

Parecía en el fondo de su fosa
un souvenir de la desidia humana…
Su voz, que de la lengua fue soldado,
yacía en la conciencia sepultada
y era una piedra oscura enmohecida
su corazón de cáñamos y dalias.

Allí estaban, al pie de su sepulcro,
los pseudos más sesudos con la farsa
de su gran «patrimonio emocional»,
sus berrinches pueriles y patrañas,
sus moldes y su ego, sus falencias,
la métrica excusándoles la plana,
sus imposturas y sus fondos Disney
y el ludismo en su forma más prosaica.

Allí estaban, al pie de su sepulcro,
con sus negros crespones y corbatas,
sus versos con olor a naftalina,
estériles las sienes de metáforas
y el tosco diccionario de clichés
y la obvia torpeza en la palabra.

Nunca hallarán el tiempo que no sea
el de ver sus ombligos y medallas,
abonarán las sendas del elogio,
crecerá entre las rosas la cizaña.
La matarán mil veces, como aquella
canción de Soledad a la cigarra;
pero mil veces resucitará
con la fuerza que tiene la esperanza.

La crítica es amor, es altruismo,
no el indigno argumento que difama,
una cantera de la poesía,
un remanso de tinta, una ventana,
un ejercicio humano, una virtud,
una espada en la roca literaria.

Semblanza

I

Tal vez fui bendecido el día que la Muerte
vertió su suero amargo en el cáliz materno
y quiso amamantarme de sus senos inmundos
para que nunca vieran mis ojos la alborada.
Tal vez nunca lo he sido… y mis lábiles sueños
aprendieron el vuelo que no pueden las alas
y mis sienes palparon el pedazo de cielo
celosamente oculto detrás de las palabras.

Yo amalgamé la plata, el jade y la genista
recostado en la hierba, bajo lunas y soles,
y me amparé en la música como un ciego al sonido,
y ensordecí de rabia del amor las campanas
para que no quedara ni un atisbo de sombra
que pudiera empañar el prisma de mis versos.
Y fue así que empezó la hermosa travesía
de este epígono triste de vuelos nerudianos
que amó su glauca esencia, su inusitada lira,
sus osadas metáforas y el tristísimo acento
mineral y salino de su voz de atalaya.

No sé cuándo llegaron las Piérides del alba
con sus labios etéreos a besar mis silencios;
sólo sé que era noche mi nemorosa vida
y flagraba en el novel tintero de mi sangre,
como tímida llama, la luz de la poesía.

II

Así fueron naciendo mis primeros poemas,
como constelaciones de universos ignotos,
y mudaron el pálido color de su plumaje,
y vencieron las simas del fondo de mi alma
como aves que emigran buscando su destino
Muchas veces cayeron de bruces derrotados,
otras se levantaron como atlas soberbios
y cargaron el peso de toda mi existencia,
de todos mis azares, de toda mi amargura.
Y surcaron el aire como australes cometas
que vuelan anhelantes buscando entre las cosas
la unicidad sublime del instante poético,
ese donde la magia se funde en los vocablos,
donde el aliento suave de la lengua acaricia
como un céfiro blando la gravidez del verso.

Allí están, en la aurora, como gárgolas negras,
como heraldos de piedra, como espejos dormidos,
como simientes nuevas bajo la tierra vieja,
esperando que el cántaro de la lluvia se rompa
y germine de nuevo mi verso en el papel.

Negación del amor

Vengo del fondo de la tierra misma,
raíz de lluvia soy, cieno y tinaja,
soy de la oscuridad negra navaja,
brasa ardiente en el frío del sofisma.

Mi verso es como el ave que se abisma
buscando entre lo bello una migaja,
una rosa de luz que se desgaja
pétalo a pétalo en su limpio prisma.

Vivir, morir tan solo es el reflejo
de lo que soy: el tímido trebejo
que elude los escaques de la ausencia.

Y soy feliz así porque en el fondo,
allí de donde soy, en lo más hondo,
es donde no me alcanza su presencia.

Acerca de Elhi Delsue

John Madison – Cuba

Maferefun, Cuervo

Me preguntaba yo, luego de hacer la siesta,
qué pasaría hoy,
exactamente hoy. Un Lunes a las seis
si me muriera.

Mi amor, mi gran amor del mundo y de los mundos
buscaría otro amor,
porque tú sabes bien, amigo mío,
de amor nadie se muere.
Y el hombre siempre vuelve a ser amor.

Es ley de vida.

Mis hijas, mis mataharis guerreras. Compañeras
de fatigas del alma
a las que hice mujeres
antes de que sus ojos lo pidieran,
a las que hice montañas
sin posibles ascensos de lo absurdo,
se buscarán la vida
con tal de que la vida no las muerda.

Como les enseñé.

Me quiero más que nunca en esta hora.
6:45 de la tarde.

Cada trozo de carne, de manos y de noche.

De mí, lo adoro todo.

Porque quiero vivir
pa’ que vivan los míos mi alegría.
Mi son de libertad.
Cada grito de guerra que le doy al destino.

Vaya a la mierda el diablo y sus tragedias.

Nunca creí en la muerte. Ni quiero que me lloren.

Que corra el ron sobre cubierta.

Pero aún queda mucho que dar a nuestra flota.

Maferefun mi cuervo,
Maferefun.

Ayer mañana y siempre.



Mamá, quiero ser sonetista

Querido Juan Ramón, pido un soneto
como quien pide en medio de una fiesta
vuelen al aire ritmos de bolero
para amarrarse al cuerpo de una hembra.

Tu abolengo y montura, moguereño,
inalcanzables  son para mi empresa.
Lánzame un cable a tierra, viejo arriero,
desde tus anchos vuelos de poeta.

Pues de catorce patas y once nudos
se presenta la bestia ante mis ojos
retándome a montarla en desafío.

Si domarla consigo, te aseguro,
la bulla va a escucharse en «Alto Songo».

En su grupa violenta voy mecido.



Aún sigo en Estocolmo

Aún sigo en Estocolmo.

El galeón
se derrumba
sobre la laxitud
callada de su suerte.

Es un Lázaro envuelto
en un sudario blanco de carámbanos
a la espera de Cristo,
un témpano aquietado sobre el mar
negado a subyugarse.

Hoy nieva en Estocolmo.

El ancla se resiste a toda orden.

La arboladura gime
y el velamen
sisea moribundo entre mis rezos.
Los ángeles custodios
han tendido sus alas
sobre el sindicalismo
de la huelga.

El tiempo confabula.

La ciudad confabula
como una bailarina caprichosa
que ofrece a los turistas y portuarios
su exigua pompa de gogó falsaria
solo por retenerlos.

Quizá mañana.

Quizá mañana ronden otros vientos
y llueva en Estocolmo.

Desde cubierta exijo a lo divino:
—Que no cese. Que no calle, Señor
mi delgada llovizna libertaria.

Ésta palabra ardiendo que me cruza la frente
y los deseos.

Que no calle tu índigo de peces
ni tu morral de panes de futuro
que barre con pensarte
las rejas de mi oscuro falansterio.



La buena estrella

Algunas noches
no quiero ser marino.
Solo Goriot.

Ese Goriot tan francés y abnegado
que ofrece sus rodillas
a tu joven ventura
y bebe sopa amarga con migas de pan duro
sin quejarse durante todo el año.

Y el otro,
y el siguiente.

Para cumplir con todos tus caprichos.
Mi botín a los vientos
para limpiar tu estrella.

Pero no necesitas un Goriot,
sino a este Draco de papel
que mata
a puros cañonazos,
a los caimanes fieros de la ciénaga
que veneran a Giorgio.

Un igual que conozca la magnitud y el peso
de tu terrible caja de pandora.

(De: A instigación del viento)

Acerca de John Madison

Orlando Estrella – República Dominicana

Atrapados

Nos cubren las tinieblas como mantos del mal,
horadan pensamientos que quedaron varados
en ambientes hipócritas.

Así estamos, mi nena,
viendo en los mares rojos impensables señales
de un mundo sin razón.

Traiciones encubiertas como velos mugrientos
que enlodan los caminos
para que resbalemos sobre esa mierda húmeda
que nos arropa hoy
los sueños inconclusos.

La vida pasajera nos obliga a mentir
y solo las verdades las usamos de paso
como puñales finos para herir las ideas
que defienden el mundo.

-Y que por cierto está-
en manos de cabrones.

Vamos para la cama
que es el único sitio donde somos nosotros.

Ahí quizás logremos
ser felices un chin.

Entonces la mañana nos despertará lúcidos
pero si nos pasamos la gran noche fingiendo
que somos detectives, entonces somos pillos
y estamos atrapados.



Hombre

Tomaste posesión de un horizonte límpido
—el que la rigidez te fijó en la mirada—,
ese fue tu sendero que habrías de trillar
y caminaste incólume cual guerrero de luz.

Fui tu primer destello, sol que te deslumbró
y motivó la fuerza de macho convencido
con su inmenso poder y de inusual sorpresa
e instinto maternal ¡ vaya la vida extraña!

Hiciste añicos normas sagradas hasta hoy
pero, ¿de qué maldito material te fundieron?,
una incógnita grata que me sigue feliz.
Bien hubiera querido heredar tal proeza.

Sentí en mi piel de niño tu firmeza letal
que marcó como hierro mis tiempos del futuro
¿fue mi necedad bruta o tú fuiste vidente?
Incorruptible ser, lo fuiste hasta tu ocaso.

Te honraré mientras pueda, pero no soy igual.
Tus tiempos fueron calmos, los míos turbios, padre.



Huérfano

Te mecieron con cantos que aún recuerdas.
Fueron notas muy breves, canciones sin final
que el destino truncó por azares secretos.
Esos versos de paz hoy son baladas tristes
cosas que el gran amor desconocía, niño.

Hoy vas de salto en salto buscando las respuestas,
incógnita de vida oculta en pesadillas.
Solo el tiempo descifra estos juegos del hambre
y lo hará con tu vida y también con tu muerte.
Tú, trata de ganar, que perder no es fracaso.

Una inocencia muda, una infancia perdida
en calles de avatar con suelos movedizos
donde naufragan sueños de bebés hechos hombres
a fuerza de sus huevos curtidos en las lides
de luchas desiguales contra un mundo sin alma.



Temores…

Temes a la muerte siendo un laureado
que ganó la vida por suerte o azar
en un maratón de miles de ansiosos
en busca del premio de un vientre materno.

Esos perdedores también lo soñaban
¿Sabes dónde fueron? A burdos canales
y jamás verán ni las sombras muertas
de su travesía hacia tal incógnita
que solo un dichoso como tú conoces.

¿Y tú, qué esperabas? ¿Ser un inmortal?

Eres privilegio, todo un monumento
que respira y sangra, que come y defeca
ama y también odia, -especie de Dios-
sobre un suelo turbio donde tú pernoctas
y ahí quedarás con tus blancos huesos.

Tú sigues temiendo pero es a la vida
pues ésta se esfuma y no hay ningún modo
de variar el curso de esa gran verdad.

Fondo de armario / Dinámica de la vergüenza propia / Un instante eterno / La serena brevedad del agua I, II & III, por José Carlos Hernández

Fondo de armario

Me propongo adivinarte
aunque sé que tú me ignoras,
mientras me dejas colgado
de una percha para besos
en el fondo del armario de tus dudas:
entre un vestido de fiesta
y alguna reticencia a nuestras fantasías.

Mi único empeño entonces
es empapar de amor a tus hormonas
y a ti envolverte en citas románticas,
mientras te pienso en clave de sexo
e intento seducirte
con todo lo que tengo a mi alcance.

Porque llegados a este punto…
no quiero seguir perdido
en la confusión de tu fondo de armario.

Dinámica de la vergüenza propia

Me cayó encima como si fuera un mundo
y no supe librarme de tanto peso,
quizás porque me faltó astucia,
sesera
o el coraje suficiente.

Lo cierto es que me hizo trizas la moral,
me abolló la armadura de las certidumbres,
llenando el aire con mis rubores
por toda la verdad desoída.

Al menos pude conservar
el cuero que me envuelve los huesos.

Un instante eterno

De cómo puede el sol de la mañana,
suspendido sobre un mar en calma,
redimirme y transportarme a un lugar
desconocido de mi propio universo.

traza un surco de fuego lacerante
y estalla su poder ante mis ojos
cuando agota su viaje por la lámina inmensa
nimbando el horizonte
lamiéndose la sal
.
me sobrecoge tanto como me reconforta
la pasión del abrazo
dejándome temblar en el umbral del éxtasis

sólo pienso en fundirme con un todo
del que integro la parte más humilde
y la intuición me anuncia perdurable

La serena brevedad del agua

I

Susurro recogido el de la lluvia
cuando sutil se vierte
componiendo aguazales cristalinos
en la fría piedad del roquedal:
lágrimas
que la tierra cobija.

II

A las puertas del alba
son los inquietos dedos de la brisa
los que rompen la esférica presencia
de la luna, alterando su reflejo
sobre el mutable espejo de las aguas.

III

Apaciguo mi sed en la gárgola espléndida
por la que mana vida esa montaña
de cima encanecida por la nieve.

Acerca de José Carlos Hernández