Alguien sueña con nosotros y es soñado a su vez por otro que es el sueño de un sueño. Ana Blandiana -Genealogía
Otro día sin tu voz entre estas voces condenadas a una selva de hormigón y faroles heridos.
Sin ti en la espalda desnuda de una ciudad que late lento; cierta como los corazones pintados en las paredes sucias, pulsando sus vértebras ansiosas, apretada a su muslo caliente repartiendo el trigo y la avena de tus ojos.
Así te conocí en la decadencia de las horas, en medio del olor a metales y jardines vencidos con un golpe de soledad atrapado en la mirada, triste anécdota del tiempo.
Ruido de trenes y anuncios luminosos fueron el fondo del beso que me diste, y entonces llamé amor a la brisa hecha pájaro en mis manos.
Llamé amor a lo que no podía quedarse, al grito del adiós en los martillos del viento.
Prisionero de relojes que ya no marcan por ti, pareces tan distante como una memoria que nunca fue mía.
Quizás existas más allá de estas ventanas que parpadean lentamente o estés cuando me cruzo con otros cuerpos que no me tocan y se pierden. . Tal vez esta ciudad es el sueño de alguien más donde yo soy el intruso.
¿Cómo sabes que la tierra no es el infierno de otro planeta? Aldous Huxley -Un mundo feliz
La noche lentamente se desliza hacia el alba a través de este gran ventanal que amas tanto porque sus luces nocturnas ocultan la ciudad verdadera. Cristina Peri Rossi -Asombro
La nostalgia se filtra por los sumideros que recorren la ciudad. Algunas palomas se refugian en estrechos balcones donde sueños de asfalto se lanzan al vacío.
En las aceras, gentes que no hablan entre sí transitan sin pena ni gloria. Algo brusco y discorde les muda el rostro, las envuelve en un manto de ruido y mentira, mientras la ambición borra la última huella de humanidad que llevaban puesta.
Abordo un taxi hasta el puerto. –A veces, dicen, llegan en furgones ángeles mojados.
El chofer me mira por el retrovisor; parece leerme antes de iniciar plática.
Confiesa que, en ocasiones, las avenidas se abren como venas al tráfico y al vértigo, y maneja por horas sin recoger un solo cliente: no quiere oír historias ajenas, fragmentos de vidas contadas al azar en el asiento trasero. Conduce sin ruta ni plan porque perderse es un modo de buscar, y tal vez, en una de esas calles que no toma se encuentre el hogar que aún no conoce.
Me tranquiliza el azul nocturno cayendo sobre el mar, ahora que no queda nadie; el brillo de la luz urbana en el temblor del agua.
De regreso, a través del vidrio tintado, los semáforos titilan igual que luciérnagas ausentes.
Salgo del coche en una esquina con olor a café y carne quemada. Un indigente busca qué comer en la oscuridad de los zafacones.
Tal vez no haya ruta ni hogar, solo este viaje interminable entre sombras y luces, estas ganas de encontrarme en el reflejo fugaz de lo que aún no conozco.
¿Dónde estás, César, Vallejo, dónde estás? A qué Andes escalaste. En cuál Cusco se mimetizó tu boca. En qué Trilce tu enigma se extravió.
De qué habla esa mujer, inquieren. De qué habla su esqueleto amasado con hielo volcánico que corre por calles írritas y prodiga abrazos de frescor.
De qué habla tu lengua chola y críptica que se agita en mi boca bipolar, César, Vallejo, estoy aquí, soy una sin techo sin casa homeless sentada en tu zaguán.
Hoy me haces una falta sin fondo.
Juegos de coliseo
Lamento que mi poesía no sea para vos cómoda como dry fit capaz de evaporar en el aire las secreciones de tu alma y aquí nada pasó.
Me apena, de verdad, que mi lengua áspera provoque tu molestia con su decir de moscardón enrevesado zumbando en tus vestíbulos.
No reclames de mí jogo bonito, ni pas de deux, ni trago de miel apto para tumores faríngeos, ni viajes de diente de león sobre brisas exorcistas.
Porque apenas soy un grito que anuncia juegos de coliseo en la noche salvaje.
Los que van a morir te saludan.
No me pidas que no duerma en la falla, allí donde la tierra vomita sus vísceras.
Una pantera a mitad de salto, me mira desde el último vapor que sudan los espejos de la tarde. Alta, sin peso, en la mirada el enigma de lo que está por ocurrir.
De tristeza gemela, sus ojos son charcos de música intuida. Alguna vez fue suya una vocal de agua.
A veces la escucho en los incendios del sándalo como una canción muda que brota en silencio,
entre las voces que llaman sin cesar en la tibia erudición de mi sangre.
La sigo en tanto se desvanece su ágil simetría, y me hiere la primera sombra de la noche.
Por las negras cascadas del tiempo se desploman los axiomas del crepúsculo.
La lentitud del agua
Las horas perdidas
Porque lo único que no se nos quita es la memoria hubiera querido ser otro, el primer o el último hombre, los que fueron, son, los que están por venir, no este andar prendido en sombras que deshuesan los buitres del ocaso.
Pude haber sido la palabra precisa, el silencio justo, el beso que se da una tarde de oro molido y girasoles, la bondad de una ventana abierta hacia la sed del aire, y allá van mis años, pesarosos, como hojas que arden en la respiración del viento.
(Soñaba una flor abriendo hacia el mañana; ofrendas, claridades, y un simple concurso de acasos llenó mis puños con las horas perdidas).
Libélula fatale
Y vienes y te quedas blanca, casi de mármol, como un escalón puro para subir a Dios. Carlos Sahagún –Cuerpo desnudo
Me sorprende la velocidad de la noche en que viajas al límite del olvido.
Llevo tiempo sin oír de ti, de tus quejas habituales que, al final, no importan mucho, si termino besando las monedas que te alumbran la sonrisa.
Eres siempre otra cuando vienes y exhibes tus dotes de libélula fatale.
Si el humor te alcanza llegas reluciente, el brillo de mil lunas en los ojos;
otras veces decaída, como si fueran tuyos los pesares del mundo;
rubia o morena dorada de sol, la danza del viento en tus cabellos,
generalmente opaca, igual que esos pájaros que solo vuelan en la bruma.
Si supieras que, por acariciarte, se me han hecho las manos relámpagos de hielo.
cabe un país es tu madre tu padre y tus hermanos los paseos en bicicleta
¿la bicicleta es otro país?
no pero te permite viajar
si Inglaterra es tu corazón qué país somos nosotros
ustedes son mis manos
por qué somos tus manos
porque todo lo hacemos juntos ya ves lo bonita que quedó la escuela
sí mi mamá dice que allí podrá enseñar
pronto vamos a tener una iglesia para alabar a Dios como se debe
yo no quiero una «iglesia» me gustan tus misas en el parque
pero a tus papis no ellos casi no vienen
es que mis papis no tienen campanitas cuando yo sea grande quiero ser viajero
por qué quieres ser viajero
para ser como tú quiero tener países en mi corazón y en mis manos
Alex las personas son como los espejos cuando tú seas grande vas a ver un espejo y ese espejo te va a mostrar tu vida
lo vivido es a veces una suma de muertos
ahora que soy grande y veo espejos y que tengo países en la espalda busco en mi corazón y no encuentro a Inglaterra ni a ese hombre con barba en bicicleta
Las personas no son como los espejos
Soledad que vienes de los días curvos
soledad que vienes de los días curvos y las cuatro calles blancas de la infancia ya no me persigas déjame en el patio de esta vieja casa tan cerca del mar
he vivido un poco lejos de la lluvia rodeado de muertos he nacido mucho y sigo naciendo cada que apareces con un nuevo nombre
nunca pedí un ángel ni tu gran amor
si la tumba es gloria prefiero la sombra
me sobraron luces al fin del camino y sigo despierto
esta esfera es corta para estar contigo y ya estoy muy viejo para continuar arañando el lodo
ha volado el tiempo y hoy tan solo tengo voces de otras vidas
vivir es amar aunque nada vuelva de los días curvos
Palabras sin acentos
lo que nunca se va de tanto querer ir retorna en polvo
cuatro horas son seis si nadie suma o dos si se miran las restas de aquello que no brilla tres segundos al sur o lo que sufre por sobrar al momento en el que cada quien se hace distinto
Huyó por la pendiente del temor. Le molestaba mí ropaje pálido manchado de recuerdos conflictivos. No intuyó sobre la bondad oculta entre la opacidad que predomina.
No revisó mi alforja para encontrar las luces que acompañaban los manchones. Se demoró en lo oscuro; el tono que la hizo infeliz, árida.
Yo no esperaba flores, sólo un espacio para sembrar frutos que agregara color a un rincón desteñido.
Nunca aprendí a camuflar mis grises. No ha valido rascarme como culebra vieja y prescindir de la coraza antigua. Pero las cicatrices delatan las lesiones como tatuajes que definen mi sino.
No quiero morir
No quiero morir sin antes ver muertos a los asesinos y a los abusadores, sin manos ni piernas.
No me juzgues. No soy un psicópata.
Si te vas primero lo sufriría. Pero no quiero irme sin ver al pederasta empalado y escuchar sus gritos.
Los únicos lamentos que conozco son los de infantes que ya son adultos y odian las iglesias aún siendo creyentes porque no saben olvidar recuerdos. -Culpa de las sotanas pervertidas-
Quiero vivir pues sólo he visto familiares en ataúdes con la impotencia dibujada en sus rostros. También las últimas miradas de hermanos, miradas que se han quedado conmigo. Son ojos que me rondan y hoy son mis fantasmas.
No quiero morir sin ver al traidor sin lengua ahogado en su sangre.
¿Crees que es demasiado odio? Es posible.
Pero no todo en mí es oscuro, nunca herí ni con palabras al inocente o al indefenso.
Un poeta judío que no conozco me dijo un día: «Uno es lo que la vida ha hecho de uno»
En alguna ocasión me han preguntado sobre algún poema mío por qué motivo he hecho una ruptura sintáctica al partir un verso. Pues bien yo lo hago inconscientemente y no suelo saber el porqué.
Alguien podría decirme en verso libre ¿cuándo debe iniciarse un verso nuevo y por qué?
Respuesta y explicación:
No creo que si utilizas una sintaxis normal, no sepas cuando una frase se corta de manera inadecuada forzando un encabalgamiento poco atractivo y, desde luego, únicamente el poeta sabe cuando debe iniciar un nuevo verso en función de su propia expresión y del ritmo que le esté imprimiendo.
Cualquier tipo de verso tiene unas normas determinadas, así que hablar en poética de libertad absoluta, es imposible. Lo que llaman verso libre es una variante compleja de conceptos que ya existen en el verso tradicional, como el ritmo y la cadencia, y de ningún modo se puede llamar verso libre a tantos casos lamentables como se ven, si carecen de ese ritmo. Aunque el verso libre rechaza la normativa poética tradicional, sin organización rítmica, el poema no puede existir.
Yo te aconsejaría, precisamente para afinar el oído y que no tengas dudas a la hora de dar por finalizado un verso, que estudies la técnica rítmica.
Ser poeta no es algo cómodo ni fácil, ningún arte lo es, así que nadie que desconozca la base de la poética o desprecie el arte que ser poeta requiere, puede llamarse a sí mismo poeta.
Picasso no empezó directamente como maestro cubista ¿verdad?, conocía la tradición y la técnica y a partir de ahí, pudo actuar. Los grandes músicos de jazz conocen a la perfección la música clásica y es en ese conocimiento como componen sus obras más brillantes.
Creo que era Robert Fros el que daba un ejemplo magnífico sobre la utilidad básica de la métrica para alcanzar la libertad a través de sus límites, porque ninguno de los dos conceptos existe sin el otro (libertad-límites). Decía «que nadie podría jugar al tenis sin disponer de un campo de determinadas características y medidas, de una red con una altura precisa y de otra serie de límites, que bueno, estaríamos jugando a cualquier otra cosa pero no al tenis.»
Lo mismo ocurre con el verso llamado libre. Dos jugadores que tengan una raqueta y una pelota reglamentaria, que no quieran delimitar su campo de juegos, pueden acabar haciendo carreras inacabables o a puñetazos si son intransigentes.
Elliot decía «Ningún verso libre es libre, para aquel que aspira a un buen trabajo».
Sobre una gráfica imaginaria, el trabajo del poeta puede provenir de dos líneas. Una de ellas es su conciencia y trabajo continuo, la otra línea es simplemente su curso normal de desarrollo, su acumulación y asimilación de experiencia (no buscada sino sólo aceptada en función de lo que se quiere hacer).
Por experiencia entendemos las consecuencias de la lectura y reflexión sobre intereses de todo tipo, contactos, conocimientos, así como pasión y aventura.
En cualquier momento, ambas lineas pueden converger en el punto más alto, de modo que obtenemos una obra maestra.
Es decir, de la acumulación de experiencias que cristalizó para obtener el material artístico y de años de trabajo en la técnica que preparó el medio adecuado, se deriva algo donde medio y material, forma y contenido, son indistinguibles.
Ahí está la perfección del verso. Incluso la del verso libre.
Para considerar libre a un verso con respecto a las convenciones métricas y rítmicas que rigen en cada lengua, hay que dejarlo reposar sobre la «violación» de la tradición y para violar algo es necesario conocerlo. El verso libre necesita contener un germen estructural que se repita, ser el reflejo de otros versos.
Por tanto, la base para la separación de los versos será el ritmo. La base para conocer el ritmo: la técnica métrica y acentual. Cuando conozcas mínimamente las normas básicas de la poética, podrás optar con brillantez por saltártelas sin perder lo fundamental y sin que se conviertan en simple prosa cortada o directamente en caos literario.
Lectura y estudio, ni más ni menos.
Intercambio:
Cuestión:
Tu artículo sobre los cortes versales en el verso libre es interesante al citar la necesidad del ritmo en el verso, pero si el verso tiene ritmo ya no es verso libre, sino verso blanco de longitudes métricas armónicas. Respecto a los cortes del verso en el supuesto verso libre son importantes las pausas fonéticas sintácticas, ya que aquí no tenemos ni el sostén de la rima ni el del metro. Un tema que no mencionas es el de las asonancias que suelen estropear los versos libres al provocar sonsonetes.
En resumen, si hay verso libre debe basarse en unas imágenes líricas muy potentes que den al verso esa consistencia que lo hace verso. Por eso no creo en el verso libre épico, ni sarcástico, ni humorístico, que no es sino prosa mal cortada. Y en cualquier caso las fronteras entre la prosa poética lírica y el supuesto verso libre son muy difusas.
Respuesta:
Te equivocas, Ricardo. El ritmo es connatural a la poesía. Sin ritmo no existe poesía y como el verso libre es poesía necesita el ritmo. Es más, es el único elemento tradicional que en el versolibrismo resulta indispensable.
Por supuesto no se refiere al ritmo derivado de las estructuras acentuales o silábicas como tu supones, erróneamente.
Tanto una como otra y las restantes, son formas de lograr el ritmo, pero existen además: reiteraciones, repeticiones sintácticas y semánticas, paralelismos y juego de grupos fónicos, encabalgamientos sirremáticos, etc.
Por su propio sentido individual, dice Navarro y Tomás, esta clase de ritmo exige por parte del autor una fina sensibilidad expresiva y un perfecto dominio del material lingüístico. Y añade «Con mayor riesgo que cualquier metro de forma definida y corriente, el verso libre pierde su virtud si sus cambios, divisiones y movimientos carecen de ritmo perceptible o resultan vanos e injustificados en el desarrollo de la composición».
Las imágenes líricas o no, no son las que hacen al verso libre, verso, sino la música, el ritmo que lo diferencia de la prosa, que siempre va por otros cauces propios. Sus fronteras, lejos de ser difusas, están perfectamente definidas por cualquier autor con un mínimo de conocimiento poético.
En resumen, te niego la mayor «pero si el verso tiene ritmo ya no es verso libre, sino verso blanco de longitudes métricas armónicas» (sic).
No hay verso sin ritmo, insisto.
Réplica:
En lo que dices, Morgana, hay algunas verdades, pero también mucho que se dice y no se demuestra.
¿Por qué nadie hace un comentario de un poema donde se explicite ese supuesto ritmo no fónico?
Yo acepto que existe a veces en la reiteración de imágenes con un cierto esquema, pero la mayoría de las veces ese supuesto poema de verso libre solo se sostiene por el lirismo y la frontera con la prosa poética es muy tenue.
Espero el comentario de un poema de verso libre que explicite esos ritmos no fónicos.
Segunda respuesta:
Creo que leíste muy superficialmente muchos comentarios -si es que los leíste alguna vez, cosa de la que me permito dudar- de los que yo hice en el foro, explicando todo esto, Fernández. Si los hubieras leído en su momento, no vendrías aquí con estos planteos que creo que son más motivados por otras cuestiones que porque el particular realmente te interese, cuando no te interesó leerlos en el foro en el momento en que fuiste parte de él, como, además, ni siquiera leías la Revista cuando yo publicaba tus cosas ni la compartías ni te dabas por enterado.
Ahora no solo venís acá, cuando jamás viniste sino que encima y además «se te dio por leer la Revista» con el solo espíritu de confrontar con Morgana -y me hago cargo de lo que digo- porque tu pregunta estaría resuelta de haber seguido «leyendo» la entrada consecutiva.
Pero bueno, creo que esta tontería que planteás y que ya fue debatida en el foro hasta la saciedad, aunque vos no hayas leído la demostración del teorema porque no te interesaba demasiado por entonces (y que, casualmente, acabo de explicarle a Vanders en un poema de Isa Reyes), responde a un espíritu de confrontación y nada más.
¿Cuando cursaste Filología Hispánica, no trataban este asunto en tu universidad?
Y lo que decís acerca de la «prosa poética», también deberías repensarlo porque se ve que tampoco leíste los ensayos sobre las diferencias y las cosas que se deben tener en cuenta desde el enfoque prosístico, porque poética o no, la prosa siempre será prosa, Fernández y en el foro, que yo recuerde, eso, tampoco, nunca te interesó.
No entiendo por qué está planteada una discusión sobre ritmo si de lo que trata el debate de origen es de cómo se cesura. Ofrezco, entonces, un par de consideraciones al respecto (de las que no leíste en el foro).
El nomenclado como «verso libre», bandera y bandería de la también denominada «poesía moderna, de vanguardia, nueva poesía o poesía actual» nunca ha tenido un verdadero abordaje ni en cuanto a su definición como tal ni en cuanto al porqué de esa definición en base a aquellos elementos exploratorios de su método constituyente.
Sabemos, casi de manera empírica o por qué no, directamente de manera empírica, que el denominado «verso libre» invoca para sí ser representativo de la experiencia emocional del poeta, basada más en una concepción de orden estético (en el mejor de los casos), que en una estructura netamente sonora (solo me refiero con estas consideraciones a la forma versal) como sí lo hacen las formas clásicas que combinan a una sintaxis lógica los elementos formales de la métrica.
El «verso libre» acuñado en su origen por el poeta estadounidense Walt Whitman, trabajaba sobre la idea de la imagen como sujeto poético, basado en un tratamiento directo de ese sujeto utilizando elementos de la búsqueda sonora per sé, edificando secuencias rítmicas apartadas del sonido que podrían conferirle a las mismas secuencias un conteo silábico y un correcto orden acentual en los metros escogidos o la periodicidad formal rimática.
Por ende, el verso libre, abriría las fronteras a otra clase de formas abiertas que buscarían una exploración adecuada a los dictámenes de la era actual.
Sucede, en general, que quienes se apegan a la denominación de «verso libre» para justificar cualquier cosa escrita en una pila de frases, (y con «cualquier cosa» digo «cualquier cosa»), sostienen que las formas «métricas» –ya sea blancas o rimadas– restan naturalidad, encorsetan y constriñen a la expresividad creadora real, porque delimitan lo que se desea decir y lo acondicionan dentro de un enmarque ya prefijado por la estructura. Sostienen, además, que dicho enmarque no condice con las formas de expresión actuales, desestimando, de este modo, el valor natural del discurso como propuesta y limitando la expresividad solo al formato dado al discurso.
La poesía, como tal, no es sistematizable y quizás, tampoco definible ya que responde a diversos factores que trabajan de manera conjunta hacia una percepción de ese «sujeto poético» que mencionábamos en un principio y por ende, la poesía podría explicarse (definirse sería un verbo pretencioso) como el resultado de un proceso desarrollado conjuntamente por elementos intuitivos, en cierto modo referenciales, que producirían una construcción entre esa visión o visualización de la «cosa» y sus interacciones, para ser sintetizada en forma de un lenguaje ad hoc.
De este modo, podemos encontrar en la poesía «libre» actual, un aparentemente irremediable ejercicio caótico que pendula entre una simbiosis burda de verso tradicional y elementos fuera de nomenclatura adaptados como una mala reforma que refieren a lo que se supone como «verso libre».
Infinidad de autores del género producen búsquedas con escaso significado para quien topa con ellas ya que si algo es natural al hecho poético, resulta en el feedback entre simbólicas que permitan reinterpretar al «sujeto poético» más allá del «sujeto estético», de manera intuitiva y emocional.
Estos autores, enfrascados en sus búsquedas personales, muchas veces utilizan elementos que resultan solo comprensibles para esa búsqueda, produciendo, por ejemplo, rupturas del código comunicativo que dinamitan la significación de la obra como representante de un hecho universalizable, traspolándolo a una visión intelectualizada y acotada solo al espacio de la búsqueda personal. Más allá de la transgresión del código como elemento sustitutivo de lo comprensible, muchos autores deciden para su obra una simbólica «exploradora», como ofrecer enormes silencios cesurales sin motivo aparente que los justifique o cortes impredecibles en un discurso que resulta poco cohesionado estructuralmente, cuando no, repartido en sangrías, márgenes y otra suerte de espacialidades arbitrarias que terminan por desdibujar la propuesta y desleír la idea por transformarla en compleja de seguir.
Quizás, si de algo no debe apartarse el «verso libre» en cualquiera de sus variedades experimentales, es en tratar de mantener la vía comunicacional del código con el receptor de sus propuestas, si en realidad la suposición de escribir en él es un aggiornamento a las requisitorias del siglo a transitar.
Algunos autores lo comprenden. Otros, tal como lo que escriben, no.
En la entrada inmediatamente siguiente a esta, hay un enorme ejemplo de Verso Libre que te evitaría hacer algunas preguntas de las que formula tu requisitoria.
Porque no sabemos qué bestias sueña la noche cuando sus horas se hacen muy largas, incluso para que Dios esté despierto. Hildred Castaigne
El último adiós se dice para siempre, y así destroza y se recuerda.
Hay para quien partir es una manera de quedarse, y también quien es feliz porque no está contigo.
Hay quienes se rinden al llegar el otoño como espantajos erguidos en la nieve, yo, busco historias que contarme : el viento sopla mariposas frías; el humo de las chimeneas va con sus naves sobre el bosque, y las casas brillan en la oscuridad lo mismo que un animal muerto en el solar vacío.
II
Como el caldeo en las noches sin luna de Ur, abro el mapa de las constelaciones en busca del corazón que perdí en los sesenta grados del sextil inclemente. Amor, el terrible, el que oscurece la luz de los ojos como la arena que a veces cubre los bazares del Cairo.
III
Entran por la ventana los primeros lobos de la noche; apacibles, sin ruido, llenan el lugar de una soledad antigua; los árboles se hunden en la oscuridad y se estremecen a lo lejos como bestias regocijantes. No viene el monstruo que mi corazón sueña, sólo lejanía… y un estrecho de calle por donde salgo a caminar un ladrido encadenado a la espera por palabras, esas que redimen o le traen sentido al dolor, que es una forma de dicha.
IV
Desde otros incendios me recuerdo, por otras selvas de mangos y pájaros alucinantes, en una noche toda bosque, toda luna. Códigos de viejas estirpes circulan en la memoria de mis genes, ciclos milenarios de ángeles y bestias surgen sin edad en su invisible caudal de aguas metálicas; en ellos claman todos los muertos y se abre la tumba del ayer, el epitafio de las generaciones.
V
Agotadas mis últimas monedas, voy por la luz simple del día en espera del pan y el milagro. Mendicante de colores tibios y palabras puras, no espero la limosna del mundo; camino hacia mi, hacia la aldea de mis memorias, hasta oir aquella voz que rompía la noche como un golpe de remos la soledad del agua.
Claro el error y distante lo hermoso, me traen alegría las campanas de viento, su argot melódico de metales y madera, la parábola frutal de la brisa entre los árboles. En medio del ruido y el humo que ahogan la ciudad, un animal me mira con los ojos llenos de palomas; las costillas ardientes de cara al sol, se aleja sin nadie que lo ame.
El amor pasó de largo y nos negó su hueso.
Las calles sucumben al orden del caos; sólo se escuchan voces dentro de otras voces, pasos siguiendo otros pasos con precisión de hormigas; las gentes no se ven ni se escuchan, pasan a mi lado apuradas como moscas revoloteantes al banquete frío de un cadáver. Mi corazón recoge su mano; siempre supo que vivir es caminar entre gritos, la lengua húmeda para lamer su propia herida.
Me alejo en el naufragio de las horas: falta candor y sobra lo inquietante en el malogrado azul que avanza desde los detritus del ocaso; he visto la sombra que me muerde, la sombra que soy, y la condena de un beso.
Aquí están mis recuerdos, suspendidos en el espejo desviado de la memoria.
Aquí están: oscilan en trapecios de agua, evaden pesadillas. se intercambian, exaltados se quejan, duplican su carcajada, desayunan, salen de paseo, lloran, y sus lágrimas son ulexita que sabe ver a través de la pena.
Aquí estás vos, que sos un recuerdo, lo eras o, tal vez, no, porque batís palmas, corpóreo, en el horizonte de esa fantasmagoría, nombrándome.
Tu voz y su nítido eco, cómo trompeta de Miles David, profundo como un odaiko.
Aquí están mis recuerdos, arrojados en el tiempo lábil de un código postal que la emoción fijó en las cosas que pasan.
Código postal
Silvia Heidel
Visión en Laguna Redonda
Antonio Rojas
Sus ojos eran un sol negro sobre las aguas de Laguna Redonda; parecía un pez bíblico bebiendo la sombra de los árboles. De sus orillas emergen muertes paralelas a contemplar la muerte de los pájaros, la infancia de los lobos, y el éxtasis de los agonizantes. El viento arrastra letras y números que abren cortinas de bronce y combinaciones de aldabas, la perfección del olvido, y un bellísimo azul matemático. En su callar caben todas las voces, los cocodrilos silentes del ocaso, el peso de lo que está por existir, las llaves y cinceles que abren el ayer de los baúles y el orden estricto de los féretros, la espada de David y los espejos en la cabeza de Absalón, Jezabel y la Sulamita, la nave de Elías, El corcel de Saulo, los muros y las trompetas de Jericó, el oro, las piedras, los cristales, los dos ladrones en ambos extremos de la luz.
Su vista termina donde comienzan los sueños.
Más allá, la tarde eleva sobre la ciudad aéreas construcciones, (allí hay puertas que, al mirarlas, sueltan los cerrojos, se quiebran en relámpagos fríos, en cifras olorosas, y abundantes cabelleras caen de los dinteles).
El anciano se sienta en el borde de una piedra; tiene en las manos la marca de Caín y la daga de Atila, las eleva hacia el cielo en un semi círculo monstruoso buscando el corazón de la noche, y un duende infla danzas en la memoria, el ritmo de otras eras donde él es, apenas, el balbuceo de un instante que se consume aprisa en las fauces omnívoras del universo. Creo escucharle decir: -”Aleph”, y pienso en la cebada y la menta de Eleusis, en las mezquitas gemelas del Taj Majal, la piqueta y la lanza de Nemrod, el tango de una noche en Buenos Aires, las ruinas de Sechin… Pero él sólo buscaba comprender el horror de esa selva metálica donde duermen estrellas difuntas su ilusión de albas, pasear por los oráculos donde cantó Elohim su hosanna secreto, y descienden con la lluvia dioses azules, alas de ángeles…
huesos de hombres.
Acostumbro despertar a las cuatro para comunicarle con un beso ese buen día enamorado, como si fuese un laurel profético de luz sobre la oscuridad.
Ya sé de las confusiones que se alojan en su tránsito de decisión a victoria y cómo se repiten los mapas de la complacencia. Por eso, llevo días adelantándome a la madrugada para dar con el trayecto donde circulan juntos, razón, deseo y posibilidades.
A veces, pareciera plena noche al fondo y otras, la boca inédita del día, justo ahí donde cambia el destino de mis besos, como si todo se resumiera en actitudes mediando entre fugas de energía y fe.
Entonces agradezco las líneas que se escriben con esos silencios que ojalá también trazaran claramente los límites entre hora vacía y amanecer con sol estallando en la ventana y sus promesas.
He quedado solo con mi fe. Incorrupta, yace en el fondo de mi corazón, como dormida en el vientre de un pez milagroso.
Ahora que estalla de pronto la ira de las estaciones, las cosas ya no son sino como las recuerdo en la síntesis brumosa del paisaje infame. No solo el amor, también es bello el olvido. Aunque creer nos eleve, nunca alcanzamos la altura de los sueños: en el espacio que respira una flor se gesta todo un mundo de desdicha.
Alargo mis sentidos para atrapar al insecto de la tarde; como para nacer en otra era algunos pájaros huyen en la escasa luz que resta al día. Hora invidente, cazo pedazos de cielo en la tormenta, quizás porque amar es el último argumento, y el último grito.
Silvia Heidel
Uno infinito
«La pregunta ética ha desaparecido del preguntadero humano». Gavri Akhen.
intersecto números en mis venas esta noche que raspa con su alarido mis ojos alguna chispa de verdad relumbrará en esa crucifixión íntima
números que son Uno multiplicado a la enésima milésima millonésima cifra sinfin nos cerca con su horca de llanto
no ni nunca ajenidad frente al Uno de infinitesimales ojos boca lengua pies corazón brazos desmembrados por esta edad oscura sobre la tierra muda y ciega
Uno hendiendo lo umbrío sangre con alas en un pliegue de tiempo con nostalgia de futuro
Enrique Sanmol
La noche es sola
La noche es sola, y crece como una infección en el torrente sanguíneo. La noche es sola y yo intento escabullirme entre calles y arpegios, pateando un asfalto de señales horizontales y semáforos intermitentes, entre perros que defecan en las almas de las aceras. Ella odia dormir sola, y a mí la noche me asesina, como lo hacen los nonatos que anhelan desde el limbo la lotería de existir, de crecer como una infección vertiginosa y hermosa. La vida eterna entre perros que defecan y defecan en las almas de las aceras y los semáforos. Ella odia dormir sola, y a mí la noche me asesina. La vida eterna entre espectros que acuden a la llamada de una oscuridad desnuda, la oscuridad helada de un exoplaneta deambulando por un universo de noche sola.
Alex Augusto Cabrera
Día sin luz ni sol
mañana lloverá y no estaremos no seremos los mismos detrás de la ventana ni en el bar ni en el auto y habrá otras arañas recorriendo el vacío de la casa
lloverá y un diluvio de treinta y seis minutos se llevará tus años y los míos buscándote entre cada comienzo tercamente
lloverá como nunca y gota a gota se llenarán de moho nuestros nombres las paredes de ausencia la guitarra de voces silenciadas toda la espera y todos los proyectos serán tan solo esquirlas mis mapas y los tuyos se llenarán de polvo y sangrará la lluvia gota a gota hasta que se desborde lo que ya es inútil de tan tarde
pero seguirá el bar y el auto y la ventana y tú te irás allá al día nuevo
Hoy se me ocurren negaciones de esas que se saben limitadas, pero dramatizan el calendario y me ponen de rival frente al espejo.
Se me ocurre decir que no soy Solange que no, no me conoces, no me presientes, ni siquiera tu voz, me toca, que no volviste a enamorarme que no, no me has cambiado la mirada y la tuya tampoco revolea como ternura de colibrí sobre mi piel.
No, que no es posible que te la pases desordenándome y se haga tan apetecible mordedura de manzana tu boca sobre mi boca.
¿Para qué admitir que culpo a tu Play List Eterna por los besos y que muchas veces ansío que se trabe en mi canción favorita junto a tu lengua?
No, qué absurdo corazón en vértigo ¿Enamorarme yo? De la nada, de la nada. Por eso tampoco hay celos de seres astrales ni de la tierra.
Ay, ¿que fue una tarde de septiembre? Ya hace un mes o dieciséis años, no sé, seguro miento si se me escapa la palabra amor. Diré que no es mía, discutiremos y no esperaré a que me creas.
Solange Schiaffino
Fugarse es negar. Negar precisa del sol. La luz asume el teatro y deambula como sombra.
Negar es paroxismo, inacción, es sustantivo errante, determinista y a veces sacrílego.
Como cuando me invento océanos separando nuestras bocas.
William Vanders
A veces nos parece que un poema es una carta dejada para ser leída después del desayuno, otras, parece la copa de vino previo a la cena y otras tantas, seguro parece un mal trago.
Pero hoy niego todas las anteriores no es siquiera juego ni carta o confesión inversa
No diré que sea siquiera poesía ni límite en la acción o un océano separando dos bocas.
Negaré sin huir, no porque la inmovilidad no aprisione la voz o la respiración y un ataque paroxístico me reseñe como momento.
Niego porque este poema solo existe por el poder de negar lo que de otro modo aquí y ahora, no sería.
Solange Schiaffino
Henrry Di Spirito – William Vanders
L’orizzonte è una luce, mamma
A mi dios humano lo perdono, vive su humanidad humanamente.
Mi dios no es más colérico que el vuestro y yo lo acepto como cada uno el propio dios acepta.
Pero
hubo un tiempo de yoes reunidos al que regreso dignamente con los ojos callados y la espalda cansada
un tiempo en que mi Madre hacía la mañana con su café con leche y daba de comer en pleno vuelo a pájaros y hombres con sus manos.
Me enseñó el milagro del bautismo con un trozo de pan sumergido en el café cada mañana construida con manos de canela y albahaca.
Supo multiplicar los peces cuando el océano magnánimo de mi Padre no pudo regalar sus dones cotidianos.
Convirtió el vinagre en agua cuando tuve sed y encendió todas las luciérnagas del mundo para mis noches.
Se hizo molde para mi silueta en cada uno de mis regresos de la escuela de la universidad de llanto roto de espanto grave y de voz exiliada.
Ella, tan sólo ella, entiende plenamente los versos que yo escribo en los reveses de las lluvias.
Así, a ella la declaro único
Él
del evangelio de pomarosa y níspero de la iglesia en el patio grande de la casa de todos los inicios.
Henrry Di Spirito
Cuando Salvador conoció a Dios no supo quién era ese andrógino parlando sin mover la boca.
Era una tarde de golondrinas rasantes y la fuente pintaba nubarrones negros. A lo lejos ,las montañas bramaban desde su entraña de barro y roca.
Con voz de niño adulto, Salvador, preguntó:
-Hey, porqué me hablas con labio invisible, y porqué pareces un Modigliani asexuado. Acaso eres un mago del río aparecido como un rayo, vestido con escamas de plata y oro para mostrarme el don de la palabra sin ruido.
Entonces, el Dios disminuyó su efectismo, achicó su estatura, se transformó en mendigo y habló con ronquera:
– Vengo de tu mente cuando cumpliste nueve años, de cuando perseguías libélulas para atraparlas y ver en sus ojos el pasado del futuro. Vengo a devolverte la lámpara que me diste cuando tuve hambre.
Tómala, Salvador. Ve a multiplicar vida donde la tierra tiemble.
También le conocí. Me bautizó Poeta y ese día lloré como quien llora una tragedia bárbara caída desde y hacía la poza de las almas.
Me dijo: eres niño cometa en mano y luces de luciérnagas marcan tu camino.
Ese día me supe un ente único libre de mi atadura sucedánea y empecé a vagar por los silencios hediondo de mastrantos y puerco de moriches a la caza de verbos y metáforas creyente fiero de mi nueva dimensión.
También le conocí. Me dió su mano futura para días obligados. Supo que inevitablemente el llanto sería marca atávica y espina clavada a mi costado.
También le conocí. Me bautizó Poeta y me dió el ungüento con que curo las llagas de mis pies y toda soledad.
También le conocí. Alejandro su nombre y también yo le extraño.
Henrry Di Spirito
Gavrí Akhenazi – Morgana de Palacios
Transformismos
Dulce animal de miedo que me hostiga el corazón –espinas y tormentas– con un lazo arterial, un rudimento de puente entre latidos, un refresco de sangre que devuelve su sentido a la herida.
Desde esta piel lejana y sus cansancios, abrevo en su laguna atemporal y pongo a consideración de su elemento la terrenalidad de mis batallas.
Apilo las derrotas y los cuerpos de sueños que han pasado a mejor vida.
Sopla un viento de agua que levanta de lágrimas un aire en que no llueve como si fuera una región perdida de aquella África mía en las otras historias.
A veces me pregunto en cuál violencia de todas mis violencias, el animal de miedo se transformó en domador de furias y me arropó en su humedad de sedas lloviznosas.
Empapo mi animal con su animal de agua.
Y el mío, soberbio y monolítico, se vuelve un raro pez, un pez que vuela, un pez que canta con un canto sordo, un pez que a veces se transforma en nube y ha aprendido a llover.
Un pez con su sangre de pez que, mar abajo, se envuelve con lagunas los deseos.
Gavrí Akhenazi
Mnémico
Hay que ser muy valiente para encender la luz y sentarse a escribir oscuridades sin nadie alrededor. Sacar los trapos sucios del arcón del enigma y orearlos al sol, comprobando el alcance de la propia palabra, mientras las tripas hacen borborigmos con venenosa bilis de autocrítica.
Hay que ser muy valiente, casi profesional, para crear perfiles a las sombras cuando están entonando el mea culpa por su torpe ficción en el húmedo abismo al que le invocan.
Cada vez que alza vuelo memorioso, destroza la ceguera de la costumbre.
Morgana de Palacios
Curación por la lluvia
Hembra animal de agua ha puesto lluvia encima de la mesa.
Hoy mi animal no caza. Permanece, tenazmente sujeto a la vasija de escanciar el mundo, y habla con los dientes de habitar desastres hastiados a experiencias.
El animal de agua reflota las lagunas de todos los océanos y con una mirada las recoge y las junta en la vasija con que da de beber a mi animal de sed.
No me pregunta lo que otros me preguntan.
Nunca pregunta lo que otros le preguntan a mi animal sin ruidos, a la profunda bestia agazapada al fondo de su incógnita.
El animal de agua ha lavado a ese animal de sed casi todos los restos de derrumbe y en la noche es un ave solícita que canta mientras guía la sangre por un espacio entre candiles áridos.
Me pregunto, –como un desarrapado cazador de ausencias– qué será de mis pasos si el animal hembra de agua un día me abandona de nuevo en este viento desértico, oscuro e infinito.
Gavrí Akhenazi
Mnémico II
Realmente no sé, si amortajamos juntos lo frágil de este carro de combate o esperamos aún estrenar la palabra que nos defina únicos mientras rompe el silencio.
No se trata de amor ni de dolor ni de resignación a sus designios. Se trata de anhelar lo perdido hasta dañarnos, codiciar lo imposible, soñar con lo impalpable.
De verdad que no sé cómo es posible que mi huella de agua resbale por tu sangre y salga a borbotones de tu boca.
Qué inclemente ternura acompaña a los gestos de tus manos que acarician la piel de mi memoria, si se apaga la luz del corazón cuando me duermo, y no dejo un segundo de buscarte.
A lo bonzo te inmolaste tras esa zarza que ardía en tu jardín. ¿Quién daba campanadas en tu sangre repicando bautismos? ¿Quién recitaba salmos y encendía antorchas perennes? Bandadas migrantes devoraron tu horóscopo.
Sin mapa. Perdida. En tus fronteras, ancho precipicio.
II- TENGO QUE CONSEGUIR MUCHA MADERA
Se agitan las aguas cuando lanzo un conjuro para que regrese. Se arrima, aérea. Me pregunto si será el fantasma de aquella canción pegadiza.
Rítmica, se contonea timoneada por nadie. Me entusiasman sus velas de copo de algodón, su carcasa de canela jaspeada con moteados arrayanes australes.
Me incita, cadenciosa, a expediciones temerarias sin más compañía que la de un improvisado viernes. Después de todo, el mare nostrum está al alcance de unas cuantas remadas.
Pero, el galán de la pantalla me despabila: una ola de plomo quebró su timón y mi balsa ha mutado en montaña de aserrín. Son invencibles las polillas carpinteras de mi biblioteca.
III- SIN LEVANTES NI PONIENTES
Son nocivos los grises. Uno se estanca en su miel engañosa, en su campo minado de peros. Hay que huir de su garúa de paradojas, esa niebla cerrada donde los contornos se diluyen en una cómoda ingravidez que devora los puntos cardinales.
IV- TE ESPERO
En esta metrópoli sin esquinas, te espero. Aquí, sobre las brasas de mi tatami.. Busquemos juntos esa inflexión por donde la luz se cuela. Con el alma despellejada, te espero. Sin relato ni discurso. Con las manos abiertas crucificada en calles caníbales donde florece la implacable cicuta.
Gavrí Akhenazi
Hay un túnel sin luz en su final y hay una luz sin túnel en la espesa astilla de la sombra conque la calle se devora a sí misma y a aquellos que le confian su paso miserable.
Todo en la memoria padece de un ambiguo color sepia aferrado al orín del hierro que supo ser a veces ese profundo mundo contenido en un canto que acabaron devorando los pájaros del miedo.
Ahora, aquí, en tus calles caníbales propiedad de una ciudad canibal que ha perdido su puerto nos observamos sin fragilidad, atados al destiempo de alguna edad pasada en la que imaginarnos atrapados de vida.
El mundo puede resultar frente a nuestros ojos un tímido carrusel imaginado por lo que aún no hemos asesinado de la infancia, porque, quieras que no, el dolor es capaz de asesinar las alas no nacidas y fabricar en vez de un pájaro, un lagarto.
Silvia Heidel
UNA LUZ SIN TÚNEL
Esa astilla de sombra se clava en la aorta de ciudades abandonadas por los pájaros donde el dolor ha crecido lagartos en las alcantarillas.
Allí prospera una sangre de hielo que no sabe de nacimientos. Pero hay luces sin túnel que se expanden a la vera de la noche empujándola hacia su nada con dragones de fuego .
Y, nosotros, que nos hemos fabricado esta metrópoli desprovista de carreteras sentados en una arista de fragilidad, en su acantilado de seda, podemos reconocernos en el capullo sin laberintos, que cuelga de las moreras sobrevivientes de la infancia.
Nosotros, en este instante bajo la misma estrella.
Gavrí Akhenazi
Aún podemos detener la voluntad bajo la sombra de los olivos y permanecer frágiles, solo para nosotros,
efímeramente frágiles
con las frentes alzadas a un viento pendular parecido al paso de la vida.
En el espejo el roce de los ojos tiene esa condición de la añoranza que aprendemos a borrar levantando las manos y así tapar la imagen que nos devuelve el tiempo.
Acumula, ese espejo invisible que habitamos, sus magias que nos miran, nos explican de pie como si fuéramos inexplicables allí, en ese retrato tantas y tantas veces malquerido.
A nuestro modo, hemos sobrevivido a las mareas y hasta a ciertos mareos perniciosos cuando no nos fue dada la quietud y el rigor se transformó en un hábito parapetado en los relojes.
«Cada vez que estés triste siembra un olivo», me explicaron un día.
Hay infinitas formas de sembrar un olivo en el olvido.
¿Qué hará tu corazón con esa estrella?
Silvia Heidel
¿QUÉ HARÁ TU CORAZÓN CON ESA ESTRELLA?
Él hará lo que se hace con todas las estrellas: guardar ese reflejo de joya facetada en su vientre, para derrotar a la inclemencia, y gobernar a las mareas del hábito.
Es su mirada la que me acompaña, hoy, bajo la sombra de este olivo prendido a la tierra como un sobreviviente etrusco
que se burla del paso de los siglos ofreciendo sus frutos cual distracción frente a su malicia
que exhibe su rugosidad como un trofeo a estos leones que desperezamos nuestra quietud junto a la sombra de su velo
Ya sé que la alegría es transitoria como esa ciudad que siempre circunvalas en el viaje a nunca y en la que nunca te quedas a dormir.
Aromática como el dulce petricor que exhala la tierra cuando abre sus fauces al canto de las aguas.
Obscena como la sangre en el pan y el colmillo en la carne.
Inocente y estúpida como yo ante cualquier ventana abierta a temporales que he dejado de prever y me sorprenden sonriente y encueros.
Llega te besa nada contigo un rato se va y permanece escondida en la distancia con aquellas palabras que no quiero escribir.
A veces creo que no la necesito y me he coagulado de silencio.
Alegría
Morgana de Palacios
(verso blanco)
Con los libros bajo el brazo
Isabel Reyes
(verso blanco)
Llovía en el Retiro. Recuerdo escalinatas y un poema embrujado. Daba temor mirarme. También tengo yo ahora una sed infinita de que surja tu imagen.
Acaricias el frágil relente de mi pelo, sabe a limón de mármol la añoranza. No acierto a caminar, me asusto. Tus muros son muy altos. Quién me abrirá las puertas.
Casi apenas mujer te soy una exiliada que llega a la ciudad en esta noche espesa, esta cerrada lluvia. Me llamas desde hondos corredores sin aire.
Quién soy yo con los libros sujetos bajo el brazo, estudiante en la “Complu”. Me tomas de la mano y aquel parque disipa su maleficio verde. Se han secado mis lágrimas Nos vamos a encontrar.
Has llegado de lejos. El sol hace trasbordo por tu boca y empiezo a renacer. Reescribo a dos velas mi tesis doctoral, bebemos la tristeza solemne de esta ciudad a oscuras que mis ojos permiten.
Quién eres, quién soy yo. Dónde vamos tan tarde a prender ideales si no queda ni un taxi por el puerto nevado de los amaneceres. Hoy tengo enfrente ese parque de mi inútil tristeza.
Demasiados peldaños ascendiendo a mi frente.
Sangran los horizontes por los cuatro perfiles mientras en las esquinas de las bocas, y a plena luz de las pantallas, se trafica con paz impunemente.
Te ofrecen papelinas con dibujos de palomas y olivos que tan solo contienen un cóctel de moral adulterada.
Qué inútil es dormirse en el deseo de antiguas psicodelias si no existe terapia que libere el tóxico del odio que regalan en las mismas esquinas, bajo la misma luz, y tras las mismas bocas.
Caramelo de regalo
Ángeles Hernández Cruz
(verso blanco)
Me convenzo
William Vanders
(verso libre)
Esta noche me convence el insomnio. Es un instinto primitivo, un alma con mil ojos en mi retina tapada.
Soy un Cro-magnon hibernando despierto, en alerta y sigiloso, cauto para no ser cautivo, con herencias tatuadas en el muslo, de verbo herido y rumiante, enfurecido en el temor, acostumbrado a la amnesia, de mandíbula pensante, sobreviviente, libre, despabilado dentro del párpado caído:
un homínido
intrascendente,
con auroras a cuestas
para oscurecer el pecho
durante el combate.
Miro el río y, en él, miro la sombra del crepúsculo que se hunde en su musculatura acuosa.
Una sombra que no hace pie en espesuras, y derrumba minaretes de sentido por correntadas que arrastran olvido y desmemoria, como si fuese posible amalgamar sus gotas de mercurio.
Acaso sea eso lo que desteje el pampero mientras peina las trenzas de los sauces, lo que repite con su canto el zorzal zarandeando las voces dormidas, lo que insinúan los juncos con sus guitarras de mil cuerdas.
Miro el río y sus luces de atardeceres fugados: me recuerdan que esa moneda inadvertida que la tarde dejó caer en su bolsillo no es la misma que aquella segada por el filo de cierta memoria implacable.
Alma que se esparce y se eleva cuando quiero bajar al rio.
Piel y hueso ardiendo: quisiera huir de esta tierra en desolación.
Conciencia sostenida a bocanadas, aliento repelente que grita dejando atrás el tuétano vacío.
Me pregunto si soy cuerpo, tierra, deseos.
No soy metáfora de nada. Me veo tan real que me duele. Tan niño ya, tan moribundo, que la vida se me pasa pensando; que los dias se me escriben en prosa, en cencelladas, en aire, en nata.
Cuerpo mojado, alma en mojama, ceniza profunda.
Jesús M. Palomo
Te has dado cuenta que la luna tiene dados en que los números son historia rotando para ser marea sobre la arena que pisamos.
El tiempo juega con las copas sin morir… …corre aunque deseemos contenerlo. La tierra sigue mudando en su historia, nuevos números y una celda de espantos con otras cenizas y con masas entre soles.
Todo lo que pedimos es una pieza del río… …Y el llanto está secando nuestros ojos.
Leonardo Zambrano
Andar por esta mente troceada recogiendo jirones de mí misma es como practicar mi propia autopsia.
Bisturíes de luz arrancan del recuerdo las entrañas.
III Podría suceder que el mar fuese devorado por las dunas . Que abra sus compuertas y mis pasos atraviesen el desfiladero hasta desenrollar el ovillo de resplandor encantado con médula de miel. Es tan clara mi voz desde este lado de la ilusión . Tan suficiente para hipnotizar a la cascabel de siete cabezas tatuada en mi espalda. Instante, canta tu bossa nova. Cómo imaginarte? Inmortal, pese a que sos fuego? O, apenas y a penas, infinito mientras dures.
IV Igual que yo, esta bahía y su calendario se han desprendido de los inviernos. Aquí un sol atemporal desliza brillos sobre cuerpos inmersos en gradaciones de aguamarina. Una gaviota inmóvil despliega su fuselaje. Un cardumen quiebra iridiscencias en juegos sin guión previo. Hay un batir de oleajes que vienen, van y regresan a la misma playa. Ecos de risas que erizan la dermis con escalas de garganta salobre. Sobra tanta placidez bajo estas hojambres de redondez imperfectible. Vibra una energía expansiva en la atmósfera: desmesura que desborda la palabra y rebasa los contornos. Es mi corazón acurrucado en tu palma. Descalzo, el tiempo se detuvo en mi portal. No sabe adónde ir.
William Vanders – Venezuela
Parco
Narrar con sombra el fantasma de la sangre.
Fugarme del otro cuando la mente se asusta.
Caminar descalzo sobre los cardos de una lágrima.
Sospechar de la violencia dormida en la derrota.
Ser ángel descosido en la raíz del árbol.
Entrar en el ojo de Dios y extraer origamis de fuego.
Palpar la ceniza oculta en el archivo de la piedra.
Reconocerme.
Saberme.
Hablarme.
Evocar a la muerte que me aviva.
Transcribir mi naufragio.
Volver.
Mudar este silencio a la pausa habladora.
Transferir mi alma a un pez milenario.
Quedarme quieto en la parquedad de su espíritu.
En fin:
Volcar la aurora en mi frente.
Desplazar el infinito a mi nariz oceánica.
Colocar azúcar sobre la sal derramada.
Arrojar esqueletos maniatados por la memoria.
Cincelar.
Olvidar.
Desmarcar.
Partirse desde adentro.
Reunirse.
Beber.
Zigzaguear.
Habitar la locura del sol tragamundos.
Andar.
Mirar.
Callar.
Reconocer al magma en la lengua.
A las anclas incrustadas en la espalda.
Al barco hundido en el pecho.
Dormir.
No despertar.
Descansar.
Lamer la dulzura salobre del destino.
Viajar siempre viajar adonde habita mi ternura.
Jesús M. Palomo – España
Poema de amor
Note escribo poemas de amor. Y te podría decir que tengo las palabras rotas, pero sería como ladrar en una comisaría.
No te escribo poemas de amor porque al amor no lo entiendo. Te llegué con batallas de más y dejé los adjetivos grandes esparcidos por los campos, los tequieros desterrados, al sol.
No te escribo poemas de amor. Desisto de usar las manos para aplaudir a mi propio ego. He dejado aquello atrás también.
Prefiero callar, escuchar la vida mecido en tu regazo y dejar que sea el silencio quien marque el compás de este corazón adormeciente.
Rosario Vecino – Uruguay
A pesar, quizás, aún
castradora de aguas santas mis fluidos mi llanto
la sagrada humedad de dos cuerpos trenzados amándose
cadena de mis manos impidiéndome el tacto la caricia
traidora de mi esencia has congelado mi lengua junto con mi corazón
pero no recordaste -rosarito- que yo respiro por el estómago me escondo en el estómago me muestro en el estómago
Una nube se ha detenido sobre el piso del cuarto. Bajo su sombra que no se decide a ser lluvia, lloran sin lágrimas los ojos de mis difuntos.
Acodados en la férula del recuerdo son bocas descosidas de silencio, gestos que bailan con pie mesurado alrededor de la mesa vestida de fiesta.
Han sentado en mi falda las llanuras oscilantes donde rieron, sus huertas y jardines de corolas gigantes hoy brotan en mi alfombra.
Han puesto a cantar al rescoldo levando misterios con sus manos blancas que regalan duraznos al aire y musitan claves a sus bandoneones.
Un tobogán de niebla los trajo a mi puerta, ahora que mi memoria opone su espalda a este catálogo que naufraga en un vórtice.
Y ese fogonazo dispara su carta sin remitente en el ojo del espejo que me mira desolado. Impasible.
Love and peace
Hay olor a sol de verano en el aire, bajo un cielo tan brillante que lastima.
Se diría que los eucaliptus transpiran tristezas mentoladas, heridos por el flechazo de siriríes ajenos a tanta escaramuza.
Escucho el golpeteo del oleaje acariciando mis perímetros. Reincido en ejercicios de olvido, hamaca de viento que lleva y trae sobre las luces flotantes del día.
Mientras, descifro titulares: los leo al revés, en diagonal, en zigzag, en jeringozo. Están escritos en idiomas que no entiendo. Deberíamos inventar un esperanto que no sea polilla de biblioteca.
Todo esto, para no ver los peces que alguien arrojó en mi living. Una tonelada de peces muertos.
Te lo dije. No es un lugar seguro. Nunca lo fue. Solo en tu cabeza love and peace. Solo en tu cabeza.
Jesús M. Palomo – España
¿Cómo te llamas?
Me llamo Jesús por mi abuelo. Me llamo Jesus, sin tilde, porque mi padre lo escribía así.
Me llaman Jesus, o Palomillo pero me han llamado de todo.
Cuando era niño me llamaban Chusete y lo aborrecía. Así aprendí a hacerme el sueco.
Y, cuando era menos niño, me llamaban Txus, porque había otro que portaba el mismo nombre y yo, que llegué más tarde, no era merecedor de ser nombrado completo. Por eso ahora siempre llego antes que los demás.
Cuando me salio el bigote y me afeitaba con la cuchilla de mi padre nadie me llamaba. Dejé de ser popular.
De vuelta de Mallorca, me llamaban maricón. Pero lo decían por lo bajini, no fuera a ser cierto. Con mis plumas los descolocaba.
Tuve una época donde casi ninguno de los que conocí recuerda mi nombre. Aún hoy, algunos ni me saludan. Cómo iba a saber yo que estaban casados.
Siri dice
Avanzo hacia un destino que aún no soy capaz de vislumbrar.
Lo hago usando mapas antiguos, pues renuncio a ser mecido por el ge pe ese, que me hace sentir atontado, adormecido entre las consignas.
«Siga adelante en la rotonda si quiere llegar a la Gloria»
Pues no quiero.
Desisto de ser guiado por satélites, a pesar de las ocasiones que me he precipitado por ruas embarradas, por rutas que acaban en basureros y en cuevas ciegas.
Avanzo errando, sin que nadie me controle y voy encontrando recovecos insospechados.
Solo cuando en la niebla me abandona hasta la orientación, se me antoja poética la última voz de Siri. «Ha llegado. Su destino está a la izquierda».