Poesía de Antonio Rojas, República Dominicana

Poemas del viajero perdido

Alguien sueña con nosotros
y es soñado a su vez
por otro
que es el sueño de un sueño.
Ana Blandiana -Genealogía


¿Cómo sabes que la tierra no es el infierno
de otro planeta? Aldous Huxley -Un mundo feliz

La noche lentamente se desliza hacia el alba
a través de este gran ventanal
que amas tanto
porque sus luces nocturnas ocultan la ciudad verdadera.
Cristina Peri Rossi -Asombro



La nostalgia se filtra por los sumideros
que recorren la ciudad.
Algunas palomas se refugian
en estrechos balcones
donde sueños de asfalto se lanzan al vacío.

En las aceras,
gentes que no hablan entre sí
transitan sin pena ni gloria.
Algo brusco y discorde
les muda el rostro,
las envuelve en un manto de ruido y mentira,
mientras la ambición
borra
la última huella de humanidad que llevaban puesta.

Abordo un taxi hasta el puerto.
A veces, dicen, llegan en furgones ángeles mojados.

El chofer me mira por el retrovisor;
parece leerme antes de iniciar plática.

Confiesa que, en ocasiones,
las avenidas se abren como venas
al tráfico y al vértigo,
y maneja por horas
sin recoger un solo cliente:
no quiere oír historias ajenas,
fragmentos de vidas contadas al azar
en el asiento trasero.
Conduce sin ruta ni plan
porque perderse es un modo de buscar,
y tal vez, en una de esas calles que no toma
se encuentre el hogar que aún no conoce.

Me tranquiliza el azul nocturno
cayendo sobre el mar,
ahora que no queda nadie;
el brillo de la luz urbana en el temblor del agua.

De regreso, a través del vidrio tintado,
los semáforos titilan igual que luciérnagas ausentes.

Salgo del coche en una esquina con olor a café
y carne quemada.
Un indigente busca qué comer
en la oscuridad de los zafacones.

Tal vez no haya ruta ni hogar,
solo este viaje interminable entre sombras y luces,
estas ganas de encontrarme en el reflejo fugaz
de lo que aún no conozco.

Poesía de Silvia Heidel, Argentina

Episteia

¿Dónde estás, César, Vallejo, dónde estás?
A qué Andes escalaste.
En cuál Cusco se mimetizó tu boca.
En qué Trilce tu enigma se extravió.

De qué habla esa mujer, inquieren.
De qué habla su esqueleto
amasado con hielo volcánico
que corre por calles írritas
y prodiga abrazos de frescor.

De qué habla tu lengua chola y críptica
que se agita en mi boca bipolar,
César, Vallejo, estoy aquí,
soy una sin techo
sin casa
homeless
sentada en tu zaguán.

Hoy me haces una falta sin fondo.


Lamento que mi poesía
no sea para vos cómoda como dry fit
capaz de evaporar en el aire
las secreciones de tu alma
y aquí nada pasó.

Me apena, de verdad, que mi lengua áspera
provoque tu molestia con su decir de moscardón
enrevesado zumbando en tus vestíbulos.

No reclames de mí jogo bonito,
ni pas de deux,
ni trago de miel apto para tumores faríngeos,
ni viajes de diente de león
sobre brisas exorcistas.

Porque apenas soy un grito que anuncia
juegos de coliseo en la noche salvaje.

Los que van a morir te saludan.

No me pidas que no duerma en la falla,
allí donde la tierra vomita sus vísceras.

POESÍA DE ANTONIO ROJAS

Una pantera
a mitad de salto, me mira
desde el último vapor que sudan
los espejos de la tarde.
Alta,
sin peso,
en la mirada el enigma de lo que está por ocurrir.

De tristeza gemela,
sus ojos son charcos de música intuida.
Alguna vez fue suya una vocal de agua.

A veces la escucho
en los incendios del sándalo
como una canción muda que brota en silencio,

entre las voces que llaman sin cesar
en la tibia erudición de mi sangre.

La sigo en tanto se desvanece
su ágil simetría,
y me hiere la primera sombra de la noche.

Por las negras cascadas del tiempo
se desploman los axiomas del crepúsculo.


Las horas perdidas

Porque lo único que no se nos quita es la memoria
hubiera querido ser otro,
el primer o el último hombre,
los que fueron,
son,
los que están por venir,
no este andar prendido en sombras
que deshuesan los buitres del ocaso.

Pude haber sido
la palabra precisa, el silencio justo,
el beso que se da
una tarde de oro molido y girasoles,
la bondad de una ventana abierta hacia la sed del aire,
y allá van mis años, pesarosos,
como hojas que arden en la respiración del viento.

(Soñaba una flor abriendo hacia el mañana;
ofrendas, claridades,
y un simple concurso de acasos
llenó mis puños con las horas perdidas).


Libélula fatale

Y vienes y te quedas
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro para subir a Dios.
Carlos Sahagún –Cuerpo desnudo

Me sorprende la velocidad de la noche
en que viajas
al límite del olvido.

Llevo tiempo sin oír de ti,
de tus quejas habituales
que, al final, no importan mucho,
si termino besando
las monedas
que te alumbran la sonrisa.

Eres siempre otra
cuando vienes y exhibes
tus dotes
de libélula fatale.

Si el humor te alcanza llegas reluciente,
el brillo de mil lunas en los ojos;

otras veces decaída,
como si fueran tuyos los pesares del mundo;

rubia o morena
dorada de sol,
la danza del viento en tus cabellos,

generalmente opaca,
igual que esos pájaros que solo vuelan en la bruma.

Si supieras
que, por acariciarte,
se me han hecho las manos relámpagos de hielo.

POESÍA DE ALEX CABRERA

dónde queda Inglaterra

toca mi corazón
¿lo escuchas?

allí está Inglaterra
vive en mi corazón

¿un país cabe en un corazón?

cabe
un país es tu madre
tu padre y tus hermanos
los paseos en bicicleta

¿la bicicleta es otro país?

no
pero te permite viajar

si Inglaterra es tu corazón
qué país somos nosotros

ustedes son mis manos

por qué somos tus manos

porque todo lo hacemos juntos
ya ves lo bonita que quedó la escuela


mi mamá dice que allí podrá enseñar

pronto vamos a tener una iglesia para alabar a Dios como se debe

yo no quiero una «iglesia»
me gustan tus misas en el parque

pero a tus papis no
ellos casi no vienen

es que mis papis no tienen campanitas
cuando yo sea grande quiero ser viajero

por qué quieres ser viajero

para ser como tú
quiero tener países en mi corazón y en mis manos

Alex
las personas son como los espejos
cuando tú seas grande vas a ver un espejo y ese espejo te va a mostrar tu vida

lo vivido es a veces una suma de muertos

ahora que soy grande y veo espejos y que tengo países en la espalda
busco en mi corazón y no encuentro a Inglaterra
ni a ese hombre con barba en bicicleta


Las personas no son como los espejos

Soledad que vienes de los días curvos

soledad que vienes de los días curvos y las cuatro calles blancas de la infancia
ya no me persigas
déjame en el patio de esta vieja casa tan cerca del mar

he vivido un poco lejos de la lluvia
rodeado de muertos he nacido mucho y sigo naciendo cada que apareces con un nuevo nombre

nunca pedí un ángel ni tu gran amor

si la tumba es gloria prefiero la sombra

me sobraron luces al fin del camino y sigo despierto

esta esfera es corta para estar contigo y ya estoy muy viejo para continuar arañando el lodo

ha volado el tiempo y hoy tan solo tengo voces de otras vidas

vivir es amar
aunque nada vuelva de los días curvos


Palabras sin acentos

lo que nunca se va
de tanto querer ir retorna en polvo

cuatro horas son seis si nadie suma
o dos
si se miran las restas de aquello que no brilla
tres segundos al sur
o lo que sufre
por sobrar al momento
en el que cada quien se hace distinto

el otro siempre cambia en un espejo

no refleja la luz la sola sombra

la muerte es otra playa

todo vuelve al hogar
menos la vida

POESÍA DE ORLANDO ESTRELLA

Huyó

Huyó por la pendiente del temor.
Le molestaba mí ropaje pálido
manchado de recuerdos conflictivos.
No intuyó sobre la bondad oculta
entre la opacidad que predomina.

No revisó mi alforja para encontrar las luces
que acompañaban los manchones.
Se demoró en lo oscuro;
el tono que la hizo infeliz, árida.

Yo no esperaba flores,
sólo un espacio para sembrar frutos
que agregara color a un rincón desteñido.

Nunca aprendí a camuflar mis grises.
No ha valido rascarme como culebra vieja
y prescindir de la coraza antigua.
Pero las cicatrices delatan las lesiones
como tatuajes que definen mi sino.


No quiero morir

No quiero morir
sin antes ver muertos a los asesinos
y a los abusadores, sin manos ni piernas.

No me juzgues.
No soy un psicópata.

Si te vas primero lo sufriría.
Pero no quiero irme
sin ver al pederasta empalado
y escuchar sus gritos.

Los únicos lamentos que conozco
son los de infantes que ya son adultos
y odian las iglesias aún siendo creyentes
porque no saben olvidar recuerdos.
-Culpa de las sotanas pervertidas-

Quiero vivir
pues sólo he visto familiares en ataúdes
con la impotencia dibujada en sus rostros.
También las últimas miradas de hermanos,
miradas que se han quedado conmigo.
Son ojos que me rondan
y hoy son mis fantasmas.

No quiero morir
sin ver al traidor sin lengua
ahogado en su sangre.

¿Crees que es demasiado odio?
Es posible.

Pero no todo en mí es oscuro,
nunca herí ni con palabras
al inocente o al indefenso.

Un poeta judío que no conozco me dijo un día:
«Uno es lo que la vida ha hecho de uno»

Si estás conmigo es porque lo entiendes.


Los tiempos de paz

CUÁNDO Y POR QUÉ DIVIDIR UN VERSO LIBRE

por Morgana de Palacios

Requisitoria:

En alguna ocasión me han preguntado sobre algún poema mío por qué motivo he hecho una ruptura sintáctica al partir un verso. Pues bien yo lo hago inconscientemente y no suelo saber el porqué.

Alguien podría decirme en verso libre ¿cuándo debe iniciarse un verso nuevo y por qué?

Respuesta y explicación:

No creo que si utilizas una sintaxis normal, no sepas cuando una frase se corta de manera inadecuada forzando un encabalgamiento poco atractivo y, desde luego, únicamente el poeta sabe cuando debe iniciar un nuevo verso en función de su propia expresión y del ritmo que le esté imprimiendo.

Cualquier tipo de verso tiene unas normas determinadas, así que hablar en poética de libertad absoluta, es imposible. Lo que llaman verso libre es una variante compleja de conceptos que ya existen en el verso tradicional, como el ritmo y la cadencia, y de ningún modo se puede llamar verso libre a tantos casos lamentables como se ven, si carecen de ese ritmo. Aunque el verso libre rechaza la normativa poética tradicional, sin organización rítmica, el poema no puede existir.

Yo te aconsejaría, precisamente para afinar el oído y que no tengas dudas a la hora de dar por finalizado un verso, que estudies la técnica rítmica.

Ser poeta no es algo cómodo ni fácil, ningún arte lo es, así que nadie que desconozca la base de la poética o desprecie el arte que ser poeta requiere, puede llamarse a sí mismo poeta.

Picasso no empezó directamente como maestro cubista ¿verdad?, conocía la tradición y la técnica y a partir de ahí, pudo actuar. Los grandes músicos de jazz conocen a la perfección la música clásica y es en ese conocimiento como componen sus obras más brillantes.

Creo que era Robert Fros el que daba un ejemplo magnífico sobre la utilidad básica de la métrica para alcanzar la libertad a través de sus límites, porque ninguno de los dos conceptos existe sin el otro (libertad-límites). Decía «que nadie podría jugar al tenis sin disponer de un campo de determinadas características y medidas, de una red con una altura precisa y de otra serie de límites, que bueno, estaríamos jugando a cualquier otra cosa pero no al tenis.»

Lo mismo ocurre con el verso llamado libre. Dos jugadores que tengan una raqueta y una pelota reglamentaria, que no quieran delimitar su campo de juegos, pueden acabar haciendo carreras inacabables o a puñetazos si son intransigentes.

Elliot decía «Ningún verso libre es libre, para aquel que aspira a un buen trabajo».

Sobre una gráfica imaginaria, el trabajo del poeta puede provenir de dos líneas. Una de ellas es su conciencia y trabajo continuo, la otra línea es simplemente su curso normal de desarrollo, su acumulación y asimilación de experiencia (no buscada sino sólo aceptada en función de lo que se quiere hacer).

Por experiencia entendemos las consecuencias de la lectura y reflexión sobre intereses de todo tipo, contactos, conocimientos, así como pasión y aventura.

En cualquier momento, ambas lineas pueden converger en el punto más alto, de modo que obtenemos una obra maestra.

Es decir, de la acumulación de experiencias que cristalizó para obtener el material artístico y de años de trabajo en la técnica que preparó el medio adecuado, se deriva algo donde medio y material, forma y contenido, son indistinguibles.

Ahí está la perfección del verso. Incluso la del verso libre.

Para considerar libre a un verso con respecto a las convenciones métricas y rítmicas que rigen en cada lengua, hay que dejarlo reposar sobre la «violación» de la tradición y para violar algo es necesario conocerlo. El verso libre necesita contener un germen estructural que se repita, ser el reflejo de otros versos.

Por tanto, la base para la separación de los versos será el ritmo. La base para conocer el ritmo: la técnica métrica y acentual. Cuando conozcas mínimamente las normas básicas de la poética, podrás optar con brillantez por saltártelas sin perder lo fundamental y sin que se conviertan en simple prosa cortada o directamente en caos literario.

Lectura y estudio, ni más ni menos.


Intercambio:

Cuestión:

Tu artículo sobre los cortes versales en el verso libre es interesante al citar la necesidad del ritmo en el verso, pero si el verso tiene ritmo ya no es verso libre, sino verso blanco de longitudes métricas armónicas. Respecto a los cortes del verso en el supuesto verso libre son importantes las pausas fonéticas sintácticas, ya que aquí no tenemos ni el sostén de la rima ni el del metro. Un tema que no mencionas es el de las asonancias que suelen estropear los versos libres al provocar sonsonetes.

En resumen, si hay verso libre debe basarse en unas imágenes líricas muy potentes que den al verso esa consistencia que lo hace verso. Por eso no creo en el verso libre épico, ni sarcástico, ni humorístico, que no es sino prosa mal cortada. Y en cualquier caso las fronteras entre la prosa poética lírica y el supuesto verso libre son muy difusas.

Respuesta:

Te equivocas, Ricardo. El ritmo es connatural a la poesía. Sin ritmo no existe poesía y como el verso libre es poesía necesita el ritmo. Es más, es el único elemento tradicional que en el versolibrismo resulta indispensable.

Por supuesto no se refiere al ritmo derivado de las estructuras acentuales o silábicas como tu supones, erróneamente.

Tanto una como otra y las restantes, son formas de lograr el ritmo, pero existen además: reiteraciones, repeticiones sintácticas y semánticas, paralelismos y juego de grupos fónicos, encabalgamientos sirremáticos, etc.

Por su propio sentido individual, dice Navarro y Tomás, esta clase de ritmo exige por parte del autor una fina sensibilidad expresiva y un perfecto dominio del material lingüístico. Y añade «Con mayor riesgo que cualquier metro de forma definida y corriente, el verso libre pierde su virtud si sus cambios, divisiones y movimientos carecen de ritmo perceptible o resultan vanos e injustificados en el desarrollo de la composición».

Las imágenes líricas o no, no son las que hacen al verso libre, verso, sino la música, el ritmo que lo diferencia de la prosa, que siempre va por otros cauces propios. Sus fronteras, lejos de ser difusas, están perfectamente definidas por cualquier autor con un mínimo de conocimiento poético.

En resumen, te niego la mayor «pero si el verso tiene ritmo ya no es verso libre, sino verso blanco de longitudes métricas armónicas» (sic).

No hay verso sin ritmo, insisto.


Réplica:

En lo que dices, Morgana, hay algunas verdades, pero también mucho que se dice y no se demuestra.

¿Por qué nadie hace un comentario de un poema donde se explicite ese supuesto ritmo no fónico?

Yo acepto que existe a veces en la reiteración de imágenes con un cierto esquema, pero la mayoría de las veces ese supuesto poema de verso libre solo se sostiene por el lirismo y la frontera con la prosa poética es muy tenue.

Espero el comentario de un poema de verso libre que explicite esos ritmos no fónicos.


Segunda respuesta:

Creo que leíste muy superficialmente muchos comentarios -si es que los leíste alguna vez, cosa de la que me permito dudar- de los que yo hice en el foro, explicando todo esto, Fernández. Si los hubieras leído en su momento, no vendrías aquí con estos planteos que creo que son más motivados por otras cuestiones que porque el particular realmente te interese, cuando no te interesó leerlos en el foro en el momento en que fuiste parte de él, como, además, ni siquiera leías la Revista cuando yo publicaba tus cosas ni la compartías ni te dabas por enterado.

Ahora no solo venís acá, cuando jamás viniste sino que encima y además «se te dio por leer la Revista» con el solo espíritu de confrontar con Morgana -y me hago cargo de lo que digo- porque tu pregunta estaría resuelta de haber seguido «leyendo» la entrada consecutiva.

Pero bueno, creo que esta tontería que planteás y que ya fue debatida en el foro hasta la saciedad, aunque vos no hayas leído la demostración del teorema porque no te interesaba demasiado por entonces (y que, casualmente, acabo de explicarle a Vanders en un poema de Isa Reyes), responde a un espíritu de confrontación y nada más.

¿Cuando cursaste Filología Hispánica, no trataban este asunto en tu universidad?

Y lo que decís acerca de la «prosa poética», también deberías repensarlo porque se ve que tampoco leíste los ensayos sobre las diferencias y las cosas que se deben tener en cuenta desde el enfoque prosístico, porque poética o no, la prosa siempre será prosa, Fernández y en el foro, que yo recuerde, eso, tampoco, nunca te interesó.

No entiendo por qué está planteada una discusión sobre ritmo si de lo que trata el debate de origen es de cómo se cesura. Ofrezco, entonces, un par de consideraciones al respecto (de las que no leíste en el foro).

El nomenclado como «verso libre», bandera y bandería de la también denominada «poesía moderna, de vanguardia, nueva poesía o poesía actual» nunca ha tenido un verdadero abordaje ni en cuanto a su definición como tal ni en cuanto al porqué de esa definición en base a aquellos elementos exploratorios de su método constituyente.

Sabemos, casi de manera empírica o por qué no, directamente de manera empírica, que el denominado «verso libre» invoca para sí ser representativo de la experiencia emocional del poeta, basada más en una concepción de orden estético (en el mejor de los casos), que en una estructura netamente sonora (solo me refiero con estas consideraciones a la forma versal) como sí lo hacen las formas clásicas que combinan a una sintaxis lógica los elementos formales de la métrica.

El «verso libre» acuñado en su origen por el poeta estadounidense Walt Whitman, trabajaba sobre la idea de la imagen como sujeto poético, basado  en un tratamiento directo de ese sujeto utilizando elementos de la búsqueda sonora per sé, edificando secuencias rítmicas apartadas del sonido que podrían conferirle a las mismas secuencias un conteo silábico y un correcto orden acentual en los metros escogidos o la periodicidad formal rimática.

Por ende, el verso libre, abriría las fronteras a otra clase de formas abiertas que buscarían una exploración adecuada a los dictámenes de la era actual.

Sucede, en general, que quienes se apegan a la denominación de «verso libre» para justificar cualquier cosa escrita en una pila de frases, (y con «cualquier cosa» digo «cualquier cosa»), sostienen que las formas «métricas» –ya sea blancas o rimadas– restan naturalidad, encorsetan y constriñen a la expresividad creadora real, porque delimitan lo que se desea decir y lo acondicionan dentro de un enmarque ya prefijado por la estructura. Sostienen, además, que dicho enmarque no condice con las formas de expresión actuales, desestimando, de este modo, el valor natural del discurso como propuesta y limitando la expresividad solo al formato dado al discurso.

La poesía, como tal, no es sistematizable y quizás, tampoco definible ya que responde a diversos factores que trabajan de manera conjunta hacia una percepción de ese «sujeto poético» que mencionábamos en un principio y por ende, la poesía podría explicarse (definirse sería un verbo pretencioso) como el resultado de un proceso desarrollado conjuntamente por elementos intuitivos, en cierto modo referenciales, que producirían una construcción entre esa visión o visualización de la «cosa» y sus interacciones, para ser sintetizada en forma de un lenguaje ad hoc.

De este modo, podemos encontrar en  la poesía  «libre» actual, un aparentemente irremediable ejercicio caótico que pendula entre una simbiosis burda de verso tradicional y elementos fuera de nomenclatura adaptados como una mala reforma que refieren a lo que se supone como «verso libre».

Infinidad de autores del género producen búsquedas con escaso significado para quien topa con ellas ya que si algo es natural al hecho poético, resulta en el feedback entre simbólicas que permitan reinterpretar al «sujeto poético» más allá del «sujeto estético», de manera intuitiva y emocional.  

Estos autores, enfrascados en sus búsquedas personales, muchas veces utilizan elementos que resultan solo comprensibles para esa búsqueda, produciendo, por ejemplo, rupturas del código comunicativo que dinamitan la significación de la obra como representante de un hecho universalizable, traspolándolo a una visión intelectualizada y acotada solo al espacio de la búsqueda personal.  Más allá de la transgresión del código como elemento sustitutivo de lo comprensible, muchos autores deciden para su obra una simbólica «exploradora», como ofrecer enormes silencios cesurales sin motivo aparente que los justifique o cortes impredecibles en un discurso que resulta poco cohesionado estructuralmente, cuando no, repartido en sangrías, márgenes y otra suerte de espacialidades arbitrarias que terminan por desdibujar la propuesta y desleír la idea por transformarla en compleja de seguir.

Quizás, si de algo no debe apartarse el «verso libre» en cualquiera de sus variedades experimentales, es en tratar de mantener la vía comunicacional del código con el receptor de sus propuestas, si en realidad la suposición de escribir en él es un aggiornamento a las requisitorias del siglo a transitar.

Algunos autores lo comprenden. Otros, tal como lo que escriben, no.

En la entrada inmediatamente siguiente a esta, hay un enorme ejemplo de Verso Libre que te evitaría hacer algunas preguntas de las que formula tu requisitoria.

Res non verba, Fernández.

Intervienen: Ricardo Fernández Esteban – Morgana de PalaciosGavrí Akhenazi

POESÍA DE ANTONIO ROJAS

Historias que me cuento

Porque no sabemos qué bestias sueña la noche
cuando sus horas se hacen muy largas, incluso para que Dios esté despierto.
Hildred Castaigne

El último adiós se dice para siempre,
y así destroza y se recuerda.

Hay para quien partir es una manera de quedarse,
y también quien es feliz porque no está contigo.

Hay quienes se rinden al llegar el otoño
como espantajos erguidos en la nieve, yo,
busco historias que contarme :
el viento sopla mariposas frías;
el humo de las chimeneas
va con sus naves sobre el bosque,
y las casas brillan en la oscuridad
lo mismo que un animal muerto
en el solar vacío.

II

Como el caldeo en las noches sin luna de Ur,
abro el mapa de las constelaciones
en busca
del corazón que perdí
en los sesenta grados del sextil inclemente.
Amor,
el terrible,
el que oscurece la luz de los ojos
como la arena que a veces cubre los bazares del Cairo.

III

Entran por la ventana
los primeros lobos de la noche;
apacibles,
sin ruido,
llenan el lugar de una soledad antigua;
los árboles se hunden en la oscuridad
y se estremecen a lo lejos como bestias regocijantes.
No viene el monstruo que mi corazón sueña,
sólo lejanía…
y un estrecho de calle
por donde salgo a caminar un ladrido encadenado
a la espera por palabras,
esas que redimen
o le traen sentido al dolor,
que es una forma de dicha.

IV

Desde otros incendios me recuerdo,
por otras selvas de mangos y pájaros alucinantes,
en una noche toda bosque, toda luna.
Códigos de viejas estirpes
circulan en la memoria de mis genes,
ciclos milenarios de ángeles y bestias
surgen sin edad
en su invisible caudal de aguas metálicas;
en ellos claman todos los muertos
y se abre la tumba del ayer,
el epitafio de las generaciones.

V

Agotadas mis últimas monedas,
voy por la luz simple del día
en espera del pan y el milagro.
Mendicante de colores tibios y palabras puras,
no espero la limosna del mundo;
camino hacia mi,
hacia la aldea de mis memorias,
hasta oir aquella voz que rompía la noche
como un golpe de remos la soledad del agua.

Claro el error y distante lo hermoso,
me traen alegría las campanas de viento,
su argot melódico de metales y madera,
la parábola frutal de la brisa entre los árboles.
En medio del ruido y el humo
que ahogan la ciudad,
un animal me mira
con los ojos llenos de palomas;
las costillas ardientes de cara al sol,
se aleja sin nadie que lo ame.

El amor pasó de largo y nos negó su hueso.

Las calles sucumben
al orden del caos;
sólo se escuchan voces dentro de otras voces,
pasos siguiendo otros pasos con precisión de hormigas;
las gentes no se ven ni se escuchan,
pasan a mi lado apuradas
como moscas revoloteantes al banquete frío de un cadáver.
Mi corazón recoge su mano;
siempre supo que vivir es caminar entre gritos,
la lengua húmeda para lamer su propia herida.

Me alejo en el naufragio de las horas:
falta candor y sobra lo inquietante
en el malogrado azul
que avanza desde los detritus del ocaso;
he visto la sombra que me muerde,
la sombra que soy,
y la condena de un beso.

VERSO LIBRE

Aquí están mis recuerdos,
suspendidos en el espejo desviado de la memoria.

Aquí están:
oscilan en trapecios de agua,
evaden pesadillas.
se intercambian, exaltados se quejan,
duplican su carcajada,
desayunan, salen de paseo, lloran,
y sus lágrimas son ulexita
que sabe ver a través de la pena.

Aquí estás vos,
que sos un recuerdo,
lo eras o, tal vez, no,
porque batís palmas,
corpóreo, en el horizonte de esa fantasmagoría,
nombrándome.

Tu voz y su nítido eco,
cómo trompeta de Miles David,
profundo como un odaiko.

Aquí están mis recuerdos,
arrojados en el tiempo lábil de un código postal
que la emoción fijó en las cosas que pasan.

Código postal

Silvia Heidel



Visión en Laguna Redonda

Antonio Rojas

Sus ojos eran un sol negro sobre las aguas de Laguna Redonda;
parecía un pez bíblico bebiendo la sombra de los árboles.
De sus orillas emergen muertes paralelas
a contemplar la muerte de los pájaros, la infancia de los lobos,
y el éxtasis de los agonizantes.
El viento arrastra letras y números
que abren cortinas de bronce y combinaciones de aldabas,
la perfección del olvido, y un bellísimo azul matemático.
En su callar caben todas las voces,
los cocodrilos silentes del ocaso,
el peso de lo que está por existir,
las llaves y cinceles que abren el ayer de los baúles
y el orden estricto de los féretros,
la espada de David y los espejos en la cabeza de Absalón,
Jezabel y la Sulamita, la nave de Elías, El corcel de Saulo,
los muros y las trompetas de Jericó,
el oro,
las piedras,
los cristales,
los dos ladrones en ambos extremos de la luz.

Su vista termina donde comienzan los sueños.

Más allá, la tarde eleva sobre la ciudad aéreas construcciones,
(allí hay puertas que, al mirarlas,
sueltan los cerrojos,
se quiebran en relámpagos fríos,
en cifras olorosas,
y abundantes cabelleras caen de los dinteles).

El anciano se sienta en el borde de una piedra;
tiene en las manos la marca de Caín y la daga de Atila,
las eleva hacia el cielo en un semi círculo monstruoso
buscando el corazón de la noche,
y un duende infla danzas en la memoria,
el ritmo de otras eras
donde él es, apenas, el balbuceo de un instante
que se consume aprisa en las fauces omnívoras del universo.
Creo escucharle decir: -”Aleph”,
y pienso en la cebada y la menta de Eleusis,
en las mezquitas gemelas del Taj Majal,
la piqueta y la lanza de Nemrod,
el tango de una noche en Buenos Aires,
las ruinas de Sechin…
Pero él sólo buscaba comprender el horror
de esa selva metálica
donde duermen estrellas difuntas su ilusión de albas,
pasear por los oráculos
donde cantó Elohim su hosanna secreto,
y descienden con la lluvia
dioses azules,
alas de ángeles…

huesos de hombres.


Acostumbro despertar a las cuatro
para comunicarle con un beso
ese buen día enamorado, como si fuese
un laurel profético de luz sobre la oscuridad.

Ya sé de las confusiones que se alojan
en su tránsito de decisión a victoria
y cómo se repiten los mapas de la complacencia.
Por eso, llevo días adelantándome a la madrugada
para dar con el trayecto donde circulan
juntos, razón, deseo y posibilidades.

A veces, pareciera plena noche al fondo
y otras, la boca inédita del día, justo ahí
donde cambia el destino de mis besos,
como si todo se resumiera en actitudes
mediando entre fugas de energía y fe.

Entonces agradezco las líneas que se escriben
con esos silencios que ojalá también trazaran
claramente los límites entre hora vacía
y amanecer con sol estallando en la ventana y sus promesas.

Rutina sin agenda

Solange Schiaffino

LOS LIBÉRRIMOS

Antonio Rojas

La ira de las estaciones

He quedado solo con mi fe.
Incorrupta, yace en el fondo de mi corazón,
como dormida en el vientre de un pez milagroso.

Ahora que estalla de pronto la ira de las estaciones,
las cosas ya no son sino como las recuerdo
en la síntesis brumosa del paisaje infame.
No solo el amor,
también es bello el olvido.
Aunque creer nos eleve,
nunca alcanzamos la altura de los sueños:
en el espacio que respira una flor
se gesta todo un mundo de desdicha.

Alargo mis sentidos para atrapar al insecto de la tarde;
como para nacer en otra era
algunos pájaros huyen
en la escasa luz que resta al día.
Hora invidente,
cazo pedazos de cielo en la tormenta,
quizás porque amar es el último argumento,
y el último grito.



Silvia Heidel

Uno infinito

«La pregunta ética ha desaparecido del preguntadero humano». Gavri Akhen.

intersecto números en mis venas
esta noche que raspa con su alarido mis ojos
alguna chispa de verdad
relumbrará en esa crucifixión íntima

números que son Uno
multiplicado a la enésima
milésima millonésima
cifra sinfin
nos cerca con su horca de llanto

no ni nunca
ajenidad frente al Uno
de infinitesimales ojos
boca
lengua
pies
corazón
brazos
desmembrados por esta edad oscura
sobre la tierra muda y ciega

Uno hendiendo lo umbrío
sangre con alas
en un pliegue de tiempo
con nostalgia de futuro



Enrique Sanmol

La noche es sola

La noche es sola,
y crece como una infección
en el torrente sanguíneo.
La noche es sola
y yo intento escabullirme
entre calles y arpegios,
pateando un asfalto
de señales horizontales
y semáforos intermitentes,
entre perros que defecan
en las almas de las aceras.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina,
como lo hacen los nonatos
que anhelan desde el limbo
la lotería de existir,
de crecer como una infección
vertiginosa y hermosa.
La vida eterna entre perros
que defecan y defecan
en las almas de las aceras
y los semáforos.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina.
La vida eterna entre espectros
que acuden a la llamada
de una oscuridad desnuda,
la oscuridad helada
de un exoplaneta deambulando
por un universo de noche sola.



Alex Augusto Cabrera

Día sin luz ni sol

mañana lloverá y no estaremos
no seremos los mismos detrás de la ventana ni en el bar
ni en el auto
y habrá otras arañas recorriendo el vacío de la casa

lloverá y un diluvio de treinta y seis minutos
se llevará tus años y los míos
buscándote
entre cada comienzo tercamente

lloverá como nunca
y
gota a gota
se llenarán de moho nuestros nombres
las paredes de ausencia
la guitarra de voces silenciadas
toda la espera y todos los proyectos
serán tan solo esquirlas
mis mapas y los tuyos se llenarán de polvo
y sangrará la lluvia
gota a gota
hasta que se desborde
lo que ya es inútil de tan tarde

pero seguirá el bar y el auto y la ventana
y tú te irás allá
al día nuevo

día sin sol ni luz
día en pañales

el viento pasa

yo no sé a dónde iré

ni si hoy existo

EN VERSO LIBRE

Solange Schiaffino – William Vanders

Negaciones

Hoy se me ocurren negaciones
de esas que se saben limitadas,
pero dramatizan el calendario
y me ponen de rival
frente al espejo.

Se me ocurre decir que no soy Solange
que no, no me conoces,
no me presientes,
ni siquiera tu voz, me toca,
que no volviste a enamorarme
que no,
no me has cambiado la mirada
y la tuya tampoco revolea como ternura de colibrí
sobre mi piel.

No, que no es posible que te la pases
desordenándome
y se haga tan apetecible mordedura
de manzana tu boca sobre mi boca.

¿Para qué admitir que culpo
a tu Play List Eterna por los besos
y que muchas veces ansío que se trabe
en mi canción favorita junto a tu lengua?

No, qué absurdo corazón en vértigo
¿Enamorarme yo?
De la nada, de la nada.
Por eso tampoco hay celos
de seres astrales ni de la tierra.

Ay, ¿que fue una tarde de septiembre?
Ya hace un mes o dieciséis años,
no sé, seguro miento
si se me escapa la palabra amor.
Diré que no es mía,
discutiremos
y no esperaré a que me creas.

Solange Schiaffino



Fugarse es negar.
Negar precisa del sol.
La luz asume el teatro
y deambula como sombra.

Negar es paroxismo,
inacción,
es sustantivo errante,
determinista
y a veces sacrílego.

Como cuando me invento
océanos
separando nuestras bocas.

William Vanders



A veces nos parece que un poema es una carta
dejada para ser leída después del desayuno,
otras, parece la copa de vino previo a la cena
y otras tantas, seguro parece un mal trago.

Pero hoy niego todas las anteriores
no es siquiera juego
ni carta o confesión inversa

No diré que sea siquiera poesía
ni límite en la acción
o un océano separando dos bocas.

Negaré sin huir,
no porque la inmovilidad no aprisione la voz
o la respiración y un ataque
paroxístico me reseñe como momento.

Niego porque este poema solo existe
por el poder de negar lo que de otro modo
aquí y ahora, no sería.

Solange Schiaffino



Henrry Di Spirito – William Vanders

L’orizzonte è una luce, mamma

A mi dios
humano lo perdono,
vive su humanidad humanamente.

Mi dios no es más colérico que el vuestro
y yo lo acepto como
cada uno el propio dios acepta.

Pero

hubo un tiempo de yoes reunidos
al que regreso dignamente
con los ojos callados y la espalda cansada

un tiempo en que mi Madre
hacía la mañana con su café con leche
y daba de comer en pleno vuelo
a pájaros y hombres con sus manos.

Me enseñó el milagro del bautismo
con un trozo de pan sumergido en el café
cada mañana construida
con manos de canela y albahaca.

Supo multiplicar los peces
cuando el océano magnánimo
de mi Padre
no pudo regalar sus dones cotidianos.

Convirtió el vinagre
en agua cuando tuve sed
y encendió todas las luciérnagas del mundo
para mis noches.

Se hizo molde para mi silueta
en cada uno
de mis regresos
de la escuela
de la universidad
de llanto roto
de espanto grave
y de voz exiliada.

Ella, tan sólo ella,
entiende plenamente
los versos que yo escribo
en los reveses de las lluvias.

Así,
a ella la declaro único

Él

del evangelio
de pomarosa y níspero
de la iglesia en el patio grande
de la casa de todos los inicios.

Henrry Di Spirito


Cuando Salvador conoció a Dios
no supo quién era ese andrógino
parlando sin mover la boca.

Era una tarde de golondrinas rasantes
y la fuente pintaba nubarrones negros.
A lo lejos ,las montañas bramaban
desde su entraña de barro y roca.

Con voz de niño adulto, Salvador, preguntó:

-Hey, porqué me hablas con labio invisible,
y porqué pareces un Modigliani asexuado.
Acaso eres un mago del río
aparecido como un rayo,
vestido con escamas de plata y oro
para mostrarme el don de la palabra sin ruido.

Entonces, el Dios disminuyó su efectismo,
achicó su estatura,
se transformó en mendigo y habló con ronquera:

– Vengo de tu mente cuando cumpliste nueve años,
de cuando perseguías libélulas
para atraparlas y ver en sus ojos
el pasado del futuro.
Vengo a devolverte la lámpara que me diste
cuando tuve hambre.

Tómala, Salvador.
Ve a multiplicar vida
donde la tierra tiemble.



También le conocí. Me bautizó Poeta
y ese día lloré como quien llora
una tragedia bárbara caída
desde y hacía la poza de las almas.


Me dijo: eres niño cometa en mano y luces
de luciérnagas marcan tu camino.


Ese día me supe un ente único
libre de mi atadura sucedánea
y empecé a vagar por los silencios
hediondo de mastrantos y puerco de moriches
a la caza de verbos y metáforas
creyente fiero de mi nueva
dimensión.


También le conocí. Me dió su mano
futura para días obligados.
Supo que inevitablemente el llanto
sería marca atávica y espina
clavada a mi costado.


También le conocí. Me bautizó Poeta
y me dió el ungüento con que curo
las llagas de mis pies y toda soledad.

También le conocí. Alejandro su nombre
y también yo le extraño.

Henrry Di Spirito



Gavrí Akhenazi – Morgana de Palacios

Transformismos

Dulce animal de miedo que me hostiga
el corazón –espinas y tormentas–
con un lazo arterial,
un rudimento de puente entre latidos,
un refresco de sangre que devuelve su sentido a la herida.

Desde esta piel lejana y sus cansancios,
abrevo en su laguna atemporal
y pongo a consideración de su elemento
la terrenalidad de mis batallas.

Apilo las derrotas y los cuerpos
de sueños que han pasado a mejor vida.

Sopla un viento de agua
que levanta de lágrimas un aire en que no llueve
como si fuera
una región perdida de aquella África mía
en las otras historias.

A veces me pregunto en cuál violencia
de todas mis violencias,
el animal de miedo se transformó en domador de furias
y me arropó en su humedad de sedas lloviznosas.

Empapo mi animal con su animal de agua.

Y el mío, soberbio y monolítico, se vuelve un raro pez,
un pez que vuela,
un pez que canta con un canto sordo,
un pez que a veces se transforma en nube
y ha aprendido a llover.

Un pez con su sangre de pez que, mar abajo,
se envuelve con lagunas los deseos.

Gavrí Akhenazi


Mnémico

Hay que ser muy valiente para encender la luz
y sentarse a escribir oscuridades
sin nadie alrededor.
Sacar los trapos sucios del arcón del enigma
y orearlos al sol,
comprobando el alcance de la propia palabra,
mientras las tripas hacen borborigmos
con venenosa bilis de autocrítica.

Hay que ser muy valiente, casi profesional,
para crear perfiles a las sombras
cuando están entonando el mea culpa
por su torpe ficción
en el húmedo abismo al que le invocan.

Cada vez que alza vuelo memorioso,
destroza la ceguera
de la costumbre.

Morgana de Palacios


Curación por la lluvia

Hembra animal de agua ha puesto lluvia encima de la mesa.

Hoy mi animal no caza. Permanece,
tenazmente sujeto a la vasija de escanciar el mundo,
y habla con los dientes de habitar desastres
hastiados a experiencias.

El animal de agua reflota las lagunas de todos los océanos
y con una mirada
las recoge y las junta en la vasija con que da de beber
a mi animal de sed.

No me pregunta lo que otros me preguntan.

Nunca pregunta lo que otros le preguntan a mi animal sin ruidos,
a la profunda bestia agazapada
al fondo de su incógnita.

El animal de agua ha lavado a ese animal de sed
casi todos los restos de derrumbe
y en la noche es un ave solícita que canta
mientras guía la sangre por un espacio entre candiles áridos.

Me pregunto,
–como un desarrapado cazador de ausencias–
qué será de mis pasos si el animal hembra de agua
un día me abandona de nuevo en este viento
desértico, oscuro e infinito.

Gavrí Akhenazi


Mnémico II

Realmente no sé, si amortajamos juntos
lo frágil de este carro de combate
o esperamos aún estrenar la palabra
que nos defina únicos
mientras rompe el silencio.

No se trata de amor
ni de dolor
ni de resignación a sus designios.
Se trata de anhelar lo perdido hasta dañarnos,
codiciar lo imposible,
soñar con lo impalpable.

De verdad que no sé
cómo es posible que mi huella de agua
resbale por tu sangre
y salga a borbotones de tu boca.

Qué inclemente ternura
acompaña a los gestos de tus manos
que acarician la piel de mi memoria,
si se apaga la luz del corazón
cuando me duermo,
y no dejo un segundo de buscarte.

Morgana de Palacios

CONTRAPUNTO EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel & Gavrí Akhenazi

Mapamundi (fragmentos)

Silvia Heidel

I-¿QUIÉN?

A lo bonzo te inmolaste tras esa zarza
que ardía en tu jardín.
¿Quién daba campanadas en tu sangre
repicando bautismos?
¿Quién recitaba salmos
y encendía antorchas perennes?
Bandadas migrantes devoraron tu horóscopo.

Sin mapa.
Perdida.
En tus fronteras,
ancho precipicio.

II- TENGO QUE CONSEGUIR MUCHA MADERA

Se agitan las aguas
cuando lanzo un conjuro para que regrese.
Se arrima, aérea.
Me pregunto si será el fantasma
de aquella canción pegadiza.

Rítmica, se contonea timoneada por nadie.
Me entusiasman sus velas de copo de algodón,
su carcasa de canela jaspeada
con moteados arrayanes australes.

Me incita, cadenciosa, a expediciones temerarias
sin más compañía que la de un improvisado viernes.
Después de todo, el mare nostrum
está al alcance de unas cuantas remadas.

Pero, el galán de la pantalla me despabila:
una ola de plomo quebró su timón
y mi balsa ha mutado en montaña de aserrín.
Son invencibles las polillas carpinteras de mi biblioteca.

III- SIN LEVANTES NI PONIENTES

Son nocivos los grises.
Uno se estanca en su miel engañosa,
en su campo minado de peros.
Hay que huir de su garúa de paradojas,
esa niebla cerrada
donde los contornos se diluyen
en una cómoda ingravidez
que devora los puntos cardinales.

IV- TE ESPERO

En esta metrópoli sin esquinas,
te espero.
Aquí, sobre las brasas de mi tatami..
Busquemos juntos esa inflexión
por donde la luz se cuela.
Con el alma despellejada,
te espero.
Sin relato ni discurso.
Con las manos abiertas
crucificada en calles caníbales
donde florece la implacable cicuta.



Gavrí Akhenazi

Hay un túnel sin luz en su final
y hay una luz sin túnel
en la espesa astilla de la sombra
conque la calle se devora a sí misma
y a aquellos que le confian su paso miserable.

Todo en la memoria
padece de un ambiguo color sepia
aferrado al orín del hierro que supo ser
a veces
ese profundo mundo contenido en un canto
que acabaron devorando los pájaros del miedo.

Ahora, aquí, en tus calles caníbales
propiedad de una ciudad canibal que ha perdido su puerto
nos observamos sin fragilidad,
atados al destiempo de alguna edad pasada
en la que imaginarnos atrapados de vida.

El mundo
puede resultar frente a nuestros ojos
un tímido carrusel imaginado
por lo que aún no hemos asesinado de la infancia,
porque, quieras que no,
el dolor es capaz de asesinar las alas no nacidas
y fabricar en vez de un pájaro, un lagarto.



Silvia Heidel

UNA LUZ SIN TÚNEL

Esa astilla de sombra
se clava en la aorta de ciudades
abandonadas por los pájaros
donde el dolor ha crecido
lagartos en las alcantarillas.

Allí prospera una sangre de hielo
que no sabe de nacimientos.
Pero hay luces sin túnel
que se expanden a la vera de la noche
empujándola hacia su nada
con dragones de fuego .

Y, nosotros, que nos hemos fabricado
esta metrópoli desprovista de carreteras
sentados en una arista de fragilidad,
en su acantilado de seda,
podemos reconocernos
en el capullo sin laberintos,
que cuelga de las moreras
sobrevivientes de la infancia.

Nosotros, en este instante
bajo la misma estrella.



Gavrí Akhenazi

Aún podemos detener la voluntad
bajo la sombra de los olivos
y permanecer frágiles, solo para nosotros,

efímeramente frágiles

con las frentes alzadas a un viento pendular
parecido al paso de la vida.

En el espejo
el roce de los ojos tiene esa condición de la añoranza
que aprendemos a borrar levantando las manos
y así tapar la imagen que nos devuelve el tiempo.

Acumula, ese espejo invisible que habitamos,
sus magias que nos miran,
nos explican de pie
como si fuéramos inexplicables
allí, en ese retrato tantas y tantas veces malquerido.

A nuestro modo, hemos sobrevivido a las mareas y hasta a ciertos mareos perniciosos
cuando no nos fue dada la quietud
y el rigor se transformó en un hábito
parapetado en los relojes.

«Cada vez que estés triste
siembra un olivo», me explicaron un día.

Hay infinitas formas de sembrar un olivo
en el olvido.

¿Qué hará tu corazón con esa estrella?



Silvia Heidel

¿QUÉ HARÁ TU CORAZÓN CON ESA ESTRELLA?

Él hará lo que se hace con todas las estrellas:
guardar ese reflejo de joya facetada en su vientre,
para derrotar a la inclemencia,
y gobernar a las mareas del hábito.

Es su mirada la que me acompaña,
hoy, bajo la sombra
de este olivo prendido a la tierra
como un sobreviviente etrusco

que se burla del paso de los siglos
ofreciendo sus frutos cual
distracción frente a su malicia

que exhibe su rugosidad como un trofeo
a estos leones que desperezamos
nuestra quietud junto a la sombra de su velo

alejados de toda cacería.

VERSO LIBRE Y VERSO BLANCO

Ya sé que la alegría es transitoria
como esa ciudad que siempre circunvalas
en el viaje a nunca
y en la que nunca te quedas a dormir.

Aromática como el dulce petricor que exhala la tierra
cuando abre sus fauces al canto de las aguas.

Obscena como la sangre en el pan
y el colmillo en la carne.

Inocente y estúpida como yo
ante cualquier ventana abierta a temporales
que he dejado de prever y me sorprenden
sonriente y encueros.

Llega
te besa
nada contigo un rato
se va
y permanece escondida en la distancia
con aquellas palabras que no quiero escribir.

A veces creo que no la necesito
y me he coagulado de silencio.

Alegría

Morgana de Palacios

(verso blanco)


Con los libros bajo el brazo

Isabel Reyes

(verso blanco)

Llovía en el Retiro.
Recuerdo escalinatas y un poema embrujado.
Daba temor mirarme. También tengo yo ahora
una sed infinita de que surja tu imagen.

Acaricias el frágil relente de mi pelo,
sabe a limón de mármol la añoranza.
No acierto a caminar, me asusto.
Tus muros son muy altos. Quién me abrirá las puertas.

Casi apenas mujer
te soy una exiliada que llega a la ciudad
en esta noche espesa, esta cerrada lluvia.
Me llamas desde hondos corredores sin aire.

Quién soy yo con los libros sujetos bajo el brazo,
estudiante en la “Complu”.
Me tomas de la mano y aquel parque disipa
su maleficio verde. Se han secado mis lágrimas
Nos vamos a encontrar.

Has llegado de lejos.
El sol hace trasbordo por tu boca
y empiezo a renacer.
Reescribo a dos velas mi tesis doctoral,
bebemos la tristeza solemne
de esta ciudad a oscuras que mis ojos permiten.

Quién eres, quién soy yo. Dónde vamos tan tarde
a prender ideales si no queda ni un taxi
por el puerto nevado de los amaneceres.
Hoy
tengo enfrente ese parque de mi inútil tristeza.

Demasiados peldaños ascendiendo a mi frente.


Sangran los horizontes por los cuatro perfiles
mientras en las esquinas de las bocas,
y a plena luz de las pantallas,
se trafica con paz impunemente.

Te ofrecen papelinas con dibujos
de palomas y olivos que tan solo contienen
un cóctel de moral adulterada.

Qué inútil es dormirse en el deseo
de antiguas psicodelias si no existe
terapia que libere
el tóxico del odio que regalan
en las mismas esquinas,
bajo la misma luz,

y tras las mismas bocas.

Caramelo de regalo

Ángeles Hernández Cruz

(verso blanco)


Me convenzo

William Vanders

(verso libre)

Esta noche me convence el insomnio.
Es un instinto primitivo,
un alma con mil ojos
en mi retina tapada.

Soy un Cro-magnon
hibernando despierto,
en alerta y sigiloso,
cauto para no ser cautivo,
con herencias tatuadas en el muslo,
de verbo herido y rumiante,
enfurecido en el temor,
acostumbrado a la amnesia,
de mandíbula pensante,
sobreviviente,
libre,
despabilado dentro del párpado caído:

un homínido

intrascendente,

con auroras a cuestas

para oscurecer el pecho

durante el combate.


Miro el río y, en él,
miro la sombra del crepúsculo
que se hunde en su musculatura acuosa.

Una sombra que no hace pie en espesuras,
y derrumba minaretes de sentido por correntadas
que arrastran olvido y desmemoria,
como si fuese posible
amalgamar sus gotas de mercurio.

Acaso sea eso lo que desteje el pampero
mientras peina las trenzas de los sauces,
lo que repite con su canto el zorzal
zarandeando las voces dormidas,
lo que insinúan los juncos
con sus guitarras de mil cuerdas.

Miro el río y sus luces de atardeceres fugados:
me recuerdan que esa moneda inadvertida
que la tarde dejó caer en su bolsillo
no es la misma que aquella segada
por el filo de cierta memoria implacable.

Re-lecturas

Silvia Heidel

(verso libre)

ARREBATO Y PENSAMIENTOS

Anatomía tumoral

Cuerpo que me sostiene,
cuerpo que me ata.

Alma que se esparce
y se eleva
cuando quiero bajar al rio.

Piel y hueso ardiendo:
quisiera huir de esta tierra en desolación.

Conciencia sostenida a bocanadas,
aliento repelente que grita
dejando atrás el tuétano vacío.

Me pregunto si soy cuerpo, tierra, deseos.

No soy metáfora de nada.
Me veo tan real que me duele.
Tan niño ya, tan moribundo,
que la vida se me pasa pensando;
que los dias se me escriben en prosa,
en cencelladas, en aire,
en nata.

Cuerpo mojado,
alma en mojama,
ceniza profunda.

Jesús M. Palomo


Te has dado cuenta que la luna tiene dados
en que los números son historia rotando
para ser marea sobre la arena que pisamos.

El tiempo juega con las copas sin morir…
…corre aunque deseemos contenerlo.
La tierra sigue mudando en su historia,
nuevos números y una celda de espantos
con otras cenizas y con masas entre soles.

Todo lo que pedimos es una pieza del río…
…Y el llanto está secando nuestros ojos.

Leonardo Zambrano


Andar por esta mente troceada
recogiendo jirones de mí misma
es como practicar mi propia autopsia.

Bisturíes de luz
arrancan del recuerdo
las entrañas.

Isabel Reyes

VERSOLIBRISTAS

Silvia Heidel – Argentina

Image by Bianca Van Dijk from Pixabay

Postales del instante

III
Podría suceder que el mar fuese devorado por las dunas .
Que abra sus compuertas y mis pasos atraviesen el desfiladero
hasta desenrollar el ovillo de resplandor encantado con médula de miel.
Es tan clara mi voz desde este lado de la ilusión .
Tan suficiente para hipnotizar a la cascabel de siete cabezas
tatuada en mi espalda. Instante,
canta tu bossa nova.
Cómo imaginarte?
Inmortal, pese a que sos fuego?
O, apenas y a penas, infinito mientras dures.


IV
Igual que yo, esta bahía y su calendario
se han desprendido de los inviernos.
Aquí un sol atemporal desliza brillos sobre
cuerpos inmersos en gradaciones de aguamarina.
Una gaviota inmóvil despliega su fuselaje.
Un cardumen quiebra iridiscencias en juegos sin guión previo.
Hay un batir de oleajes que vienen, van y regresan a la misma playa.
Ecos de risas que erizan la dermis con escalas de garganta salobre.
Sobra tanta placidez bajo estas hojambres de redondez imperfectible.
Vibra una energía expansiva en la atmósfera:
desmesura que desborda la palabra y rebasa los contornos.
Es mi corazón acurrucado en tu palma.
Descalzo, el tiempo se detuvo en mi portal.
No sabe adónde ir.



William Vanders – Venezuela

Image by Kerstin Riemer from Pixabay

Parco

Narrar con sombra el fantasma de la sangre.

Fugarme del otro cuando la mente se asusta.

Caminar descalzo sobre los cardos de una lágrima.

Sospechar de la violencia dormida en la derrota.

Ser ángel descosido en la raíz del árbol.

Entrar en el ojo de Dios y extraer origamis de fuego.

Palpar la ceniza oculta en el archivo de la piedra.

Reconocerme.

Saberme.

Hablarme.

Evocar a la muerte que me aviva.

Transcribir mi naufragio.

Volver.

Mudar este silencio a la pausa habladora.

Transferir mi alma a un pez milenario.

Quedarme quieto en la parquedad de su espíritu.

En fin:

Volcar la aurora en mi frente.

Desplazar el infinito a mi nariz oceánica.

Colocar azúcar sobre la sal derramada.

Arrojar esqueletos maniatados por la memoria.

Cincelar.

Olvidar.

Desmarcar.

Partirse desde adentro.

Reunirse.

Beber.

Zigzaguear.

Habitar la locura del sol tragamundos.

Andar.

Mirar.

Callar.

Reconocer al magma en la lengua.

A las anclas incrustadas en la espalda.

Al barco hundido en el pecho.

Dormir.

No despertar.

Descansar.

Lamer la dulzura salobre del destino.

Viajar siempre viajar adonde habita mi ternura.



Jesús M. Palomo – España

Image by Bianca Van Dijk from Pixabay

Poema de amor

No te escribo poemas de amor.
Y te podría decir que tengo las palabras rotas,
pero sería como ladrar en una comisaría.

No te escribo poemas de amor
porque al amor no lo entiendo.
Te llegué con batallas de más
y dejé los adjetivos grandes
esparcidos por los campos,
los tequieros desterrados, al sol.

No te escribo poemas de amor.
Desisto de usar las manos
para aplaudir a mi propio ego.
He dejado aquello atrás también.

Prefiero callar, escuchar la vida
mecido en tu regazo
y dejar que sea el silencio
quien marque el compás
de este corazón adormeciente.



Rosario Vecino – Uruguay

Imagen de Peggychoucair en Pixabay

A pesar, quizás, aún

castradora de aguas santas
mis fluidos
mi llanto

la sagrada humedad de dos cuerpos
trenzados
amándose

cadena de mis manos impidiéndome
el tacto
la caricia

traidora de mi esencia
has congelado mi lengua junto con mi corazón

pero no recordaste -rosarito-
que yo respiro por el estómago
me escondo en el estómago
me muestro en el estómago

y
resucito a otras vidas
-adiviná-

regurgitando

EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel – Argentina

Imagen by Jackson David
Flashback

Una nube se ha detenido sobre el piso del cuarto.
Bajo su sombra que no se decide a ser lluvia,
lloran sin lágrimas los ojos de mis difuntos.

Acodados en la férula del recuerdo
son bocas descosidas de silencio,
gestos que bailan con pie mesurado
alrededor de la mesa vestida de fiesta.

Han sentado en mi falda
las llanuras oscilantes donde rieron,
sus huertas y jardines de corolas gigantes
hoy brotan en mi alfombra.

Han puesto a cantar al rescoldo
levando misterios con sus manos blancas
que regalan duraznos al aire
y musitan claves a sus bandoneones.

Un tobogán de niebla los trajo a mi puerta,
ahora que mi memoria opone su espalda
a este catálogo que naufraga en un vórtice.

Y ese fogonazo dispara su carta sin remitente
en el ojo del espejo que me mira desolado.
Impasible.


Love and peace

Hay olor a sol de verano en el aire,
bajo un cielo tan brillante que lastima.

Se diría que los eucaliptus
transpiran tristezas mentoladas,
heridos por el flechazo de siriríes
ajenos a tanta escaramuza.

Escucho el golpeteo del oleaje
acariciando mis perímetros.
Reincido en ejercicios de olvido,
hamaca de viento que lleva y trae
sobre las luces flotantes del día.

Mientras, descifro titulares:
los leo al revés,
en diagonal,
en zigzag,
en jeringozo.
Están escritos en idiomas que no entiendo.
Deberíamos inventar un esperanto
que no sea polilla de biblioteca.

Todo esto, para no ver los peces
que alguien arrojó en mi living.
Una tonelada de peces muertos.

Te lo dije.
No es un lugar seguro.
Nunca lo fue.
Solo en tu cabeza love and peace.
Solo en tu cabeza.


Jesús M. Palomo – España

¿Cómo te llamas?

Me llamo Jesús por mi abuelo.
Me llamo Jesus,
sin tilde,
porque mi padre lo escribía así.

Me llaman Jesus, o Palomillo
pero me han llamado de todo.

Cuando era niño me llamaban Chusete
y lo aborrecía.
Así aprendí a hacerme el sueco.

Y, cuando era menos niño,
me llamaban Txus,
porque había otro que portaba el mismo nombre
y yo,
que llegué más tarde,
no era merecedor de ser nombrado completo.
Por eso ahora siempre llego antes que los demás.

Cuando me salio el bigote
y me afeitaba con la cuchilla de mi padre
nadie me llamaba.
Dejé de ser popular.

De vuelta de Mallorca,
me llamaban maricón.
Pero lo decían por lo bajini,
no fuera a ser cierto.
Con mis plumas los descolocaba.

Tuve una época
donde casi ninguno de los que conocí
recuerda mi nombre.
Aún hoy, algunos ni me saludan.
Cómo iba a saber yo que estaban casados.



Siri dice

Avanzo hacia un destino
que aún no soy capaz de vislumbrar.

Lo hago usando mapas antiguos,
pues renuncio
a ser mecido por el ge pe ese,
que me hace sentir atontado,
adormecido entre las consignas.

«Siga adelante en la rotonda
si quiere llegar a la Gloria»

Pues no quiero.

Desisto de ser guiado por satélites,
a pesar de las ocasiones
que me he precipitado por ruas embarradas,
por rutas que acaban en basureros
y en cuevas ciegas.

Avanzo errando,
sin que nadie me controle
y voy encontrando recovecos insospechados.

Solo cuando en la niebla
me abandona hasta la orientación,
se me antoja poética la última voz de Siri.
«Ha llegado.
Su destino está a la izquierda».