Video de Isabel Reyes sobre un poema de Morgana de Palacios
Si te tocara a ti sentir mi ausencia como sentí la tuya tantas veces, recuerda que volver es la premisa, que no olvido jamás a quien me enseña y tú me has enseñado que los hombres existen y se llaman «Lauchita» de pequeños.
Que tus manos de niño ya eran barricadas amorosas protectoras de abuelas y de hermanas porque tomar partido está en tus genes y es la voz de tu hombría nopoeta la que cava dulcísimas trincheras en nombre de mi nombre, jugado hasta la sangre.
Que da lo mismo el tiempo que transcurra con la carga letal del gas sarín, si un hombre como tú -más animal de láudano que nunca- me presta sus pulmones con el aire vital que no le sobra.
Te digo hoy te estoy diciendo todo por si mañana no llegara nunca y algo de mí muriera en el tintero. Te digo hoy y digo de la suerte de haberte disfrutado en toda tu potencia.
Ocurra lo que ocurra (si no lo escribes tú el destino no existe) voy a vivir en medio de tu frente y ese será mi templo al que volver y mi mayor triunfo.
El otro a tu costado
apareciste de pronto a mi costado como un grito espacioso de fatiga, vos la que levanta pájaros en el pecho del mundo la que surte profundos himnos de agua en la sed de mis ojos la que anda con mis jirones de alegría entre sus dientes como llevando pan como llevando nidos destejidos de aire como llevando parte de mis costillas rotas como llevando todo mi peso siempre
apareciste entre mis mordiscos hecha de mis severas maldiciones puteada en mis idiomas carniceros odiada mansamente por este animal árido que aceptaba el destino de tu fuerza
apareciste entre mis explosiones tenebrosas toda de candelabros y de mantras mientras yo me afanaba con mi tumba cavando a toda orquesta sosteniendo a mi muerte del cabello porque te vio y huía
apareciste como un puntal de mi costado flaco de mi torpeza embólica de mi tartamudez desafectiva de mis armas de guerra y mis sollozos
apareciste y te quedaste ahí como una jalâ santa en mi mesa sin dios
entonces mis hambres te comieron con todas sus mandíbulas y todos sus vacíos de estómago y se volvió mi mundo un juramento a tu carne de azúcares avaros azúcares inhóspitos y avaros
me quedé a tu costado con las armas cansadas y los pies monolíticos
me quedaste, mujer, a tu costado con la mano tendida y yo ahí volviéndome decente en medio de tu palma prodigiosa
eso es lo que soy ese oeste sombrío amoroso y violento guardián del cuadrante de tu brújula
Alguien sueña con nosotros y es soñado a su vez por otro que es el sueño de un sueño. Ana Blandiana -Genealogía
Otro día sin tu voz entre estas voces condenadas a una selva de hormigón y faroles heridos.
Sin ti en la espalda desnuda de una ciudad que late lento; cierta como los corazones pintados en las paredes sucias, pulsando sus vértebras ansiosas, apretada a su muslo caliente repartiendo el trigo y la avena de tus ojos.
Así te conocí en la decadencia de las horas, en medio del olor a metales y jardines vencidos con un golpe de soledad atrapado en la mirada, triste anécdota del tiempo.
Ruido de trenes y anuncios luminosos fueron el fondo del beso que me diste, y entonces llamé amor a la brisa hecha pájaro en mis manos.
Llamé amor a lo que no podía quedarse, al grito del adiós en los martillos del viento.
Prisionero de relojes que ya no marcan por ti, pareces tan distante como una memoria que nunca fue mía.
Quizás existas más allá de estas ventanas que parpadean lentamente o estés cuando me cruzo con otros cuerpos que no me tocan y se pierden. . Tal vez esta ciudad es el sueño de alguien más donde yo soy el intruso.
¿Cómo sabes que la tierra no es el infierno de otro planeta? Aldous Huxley -Un mundo feliz
La noche lentamente se desliza hacia el alba a través de este gran ventanal que amas tanto porque sus luces nocturnas ocultan la ciudad verdadera. Cristina Peri Rossi -Asombro
La nostalgia se filtra por los sumideros que recorren la ciudad. Algunas palomas se refugian en estrechos balcones donde sueños de asfalto se lanzan al vacío.
En las aceras, gentes que no hablan entre sí transitan sin pena ni gloria. Algo brusco y discorde les muda el rostro, las envuelve en un manto de ruido y mentira, mientras la ambición borra la última huella de humanidad que llevaban puesta.
Abordo un taxi hasta el puerto. –A veces, dicen, llegan en furgones ángeles mojados.
El chofer me mira por el retrovisor; parece leerme antes de iniciar plática.
Confiesa que, en ocasiones, las avenidas se abren como venas al tráfico y al vértigo, y maneja por horas sin recoger un solo cliente: no quiere oír historias ajenas, fragmentos de vidas contadas al azar en el asiento trasero. Conduce sin ruta ni plan porque perderse es un modo de buscar, y tal vez, en una de esas calles que no toma se encuentre el hogar que aún no conoce.
Me tranquiliza el azul nocturno cayendo sobre el mar, ahora que no queda nadie; el brillo de la luz urbana en el temblor del agua.
De regreso, a través del vidrio tintado, los semáforos titilan igual que luciérnagas ausentes.
Salgo del coche en una esquina con olor a café y carne quemada. Un indigente busca qué comer en la oscuridad de los zafacones.
Tal vez no haya ruta ni hogar, solo este viaje interminable entre sombras y luces, estas ganas de encontrarme en el reflejo fugaz de lo que aún no conozco.
El día me persigue como un gato mohíno que caza mis tormentas y me aleja del sol.
Hoy permanezco a oscuras, desahuciada del gesto y la caricia con los ecos dentados de la palabra hiriente que vino a conversar con las ganas de irme a mi caparazón de cangrejo ermitaño.
Tan solo son recuerdos que se quedaron mudos, en estado latente, sin arañar mis noches,
-aunque a veces despiertan –
Mañana volverá la calma y su latido, la lluvia sigilosa, el sol y la alegría,
porque aunque no lo sepas no soy el cuerpo gris de un invierno perpetuo.
Corpore insepulto
Todo ha muerto, repites.
Todo ha muerto y tu lengua de sombra, de tumba abierta, se vuelve una corona de difuntos para cubrir mis ojos.
Caen sobre mi aliento las flores del sepelio y me vuelvo un jardín desconsolado.
La vida como un gato enfurecido araña las heridas sobre heridas
y cuánta desazón viaja a lomos de todos tus desvelos
y cuánta soledad sustenta el ánimo, cuánta llaga de sal y cuánta sangre.
Todo ha muerto de muerte innecesaria.
Es inútil rotar esta agonía de brillos apagados, de puertas para adentro, de padecer a secas.
Es inútil buscar escaparates de un mundo diferente.
Todo ha muerto, sin más, y yo lo entierro sin cruces y sin salmos sin un adiós siquiera.
Pero a ti no te cierro los ojos de cadáver andante, todavía se esconde algún fulgor aunque el miedo lo invente con el roce del frío, o el córpore insepulto de la vida.
¿Dónde estás, César, Vallejo, dónde estás? A qué Andes escalaste. En cuál Cusco se mimetizó tu boca. En qué Trilce tu enigma se extravió.
De qué habla esa mujer, inquieren. De qué habla su esqueleto amasado con hielo volcánico que corre por calles írritas y prodiga abrazos de frescor.
De qué habla tu lengua chola y críptica que se agita en mi boca bipolar, César, Vallejo, estoy aquí, soy una sin techo sin casa homeless sentada en tu zaguán.
Hoy me haces una falta sin fondo.
Juegos de coliseo
Lamento que mi poesía no sea para vos cómoda como dry fit capaz de evaporar en el aire las secreciones de tu alma y aquí nada pasó.
Me apena, de verdad, que mi lengua áspera provoque tu molestia con su decir de moscardón enrevesado zumbando en tus vestíbulos.
No reclames de mí jogo bonito, ni pas de deux, ni trago de miel apto para tumores faríngeos, ni viajes de diente de león sobre brisas exorcistas.
Porque apenas soy un grito que anuncia juegos de coliseo en la noche salvaje.
Los que van a morir te saludan.
No me pidas que no duerma en la falla, allí donde la tierra vomita sus vísceras.
La propuesta consiste en tomar uno o varios versos del poema de otro autor y escribir un romance en base a ellos, a modo de respuesta.
Romance de noviembre
El frío frota sus manos mientras tirita noviembre al calor de las bufandas que como piel de serpiente impiden el vaho helado que en las bocas se desprende. . La magia sale en mi ayuda desde el fondo de noviembre como el sombrero de un mago que saca un nuevo aliciente para que crucemos versos mostrando el alma o los dientes y escribir como se escribe sobre la piel o en papeles con el corazón abierto para atraer a la suerte. Nada nuevo bajo el sol para encontrarnos de frente.
El mes que comienza triste es el mismo mes de siempre.
Rosario Alonso
Desde el fondo de noviembre (Rosario Alonso)
Desde el fondo de noviembre me viene un regusto amargo porque cumplo un año más, no voy a llamarme a engaño pues la nostalgia se instala de nuevo sobre mis labios.
Llevo tanta carga encima por aquello que he pasado, y lo que me está ocurriendo con este cerebro extraño que se volvió del revés y ya no admite milagros que incapaz soy de narrar y escribir como un disparo como lo hiciera hace tiempo como escribiera yo antaño.
Es por ello compañeros que os pido con humildad no me soltéis de la mano y disculpad mis poemas pues muchas veces desbarro.
Isabel Reyes
pues la nostalgia se instala de nuevo sobre mis labios. Isabel Reyes
Guardo una pira de agua en el hueco de mis manos.
Quiero volar las palomas que anidaban en mis labios pero solo crece un yermo paisaje deshabitado.
Ya no me lleva en volandas ese olor a pan tostado ni las flores del camino. El mar se ha ido secando y la barquita de nube encallada sobre un banco llora en un mapa infinito hecho de añicos pasados.
¿Dónde la emoción tardía? ¿Dónde el hueco de un abrazo? El silencio se hizo sombra sobre el brocal de mi canto.
Ana Bella López Biedma
que quiero olvidar pues llegan igual que el viento solano y me asaltan con tal fuerza que se me van de los manos. (Isabel Reyes)
Rasguño desde el silencio el silencio a mi costado y si golpeo en mi pecho como en un tambor amargo, la resonancia rechina la voz de un noviembre extraño.
Tan extraño este noviembre de restos evaporados que sobre el cristal me dejan un aturdimiento apático, como un sol que ya no es sol porque el canto ya no es canto.
Miro la luz y mis ojos solo ven jirones magros, como si el tiempo muriera en un estertor sin pálpitos arrastrado por un viento todo de cuchillos álgidos.
¿Dónde el sosiego, noviembre? ¿Por qué oscuro el escenario? ¿Por qué la espira se angosta sobre el cuero quebrantado? ¿Por qué esperar a mañana? ¿Por qué no morir temprano?
Noviembre, sin las respuestas, junto a mí, pasa de largo.
Álvaro Font de Lajas
Tan extraño este noviembre de restos evaporados que sobre el cristal me dejan un aturdimiento apático, (Alvaro Font de Lajas)
Con el olor del membrillo llegó de súbita forma. Apagando los colores se coló trayendo sombras acompañadas de lágrimas que mojan el triste ahora. Tornó el calor por abrigo, cobijo con que se ahoga el canto calmo del agua mientras que en el cielo trona, callando a los gorriones dejando sus alas rotas. Arrancó en cada suspiro anhelos que el tiempo forja para cubrir con lamentos un rastro de mustia alfombra. Y entorno mis tenues ojos al igual que hace la aurora, para ver si se abre el alma, para ver si un verso asoma y brote la flor que cese la amargura que hoy me colma.
Santiago Vázquez
¿Dónde el sosiego, noviembre? ¿Por qué oscuro el escenario? ¿Por qué la espira se angosta sobre el cuero quebrantado? ¿Por qué esperar a mañana? ¿Por qué no morir temprano?
(Álvaro Font de Lajas)
Eso me pregunto yo estimado compañero si ha llegado la tristeza a empaparnos el pañuelo y a romper todos los mapas con que tocamos el cielo.
Sí se ha esfumado la magia aunque aquí quede su hálito ese que siempre nos daba la alegría y el encanto el valor de la amistad y que hoy solo son llanto.
Lloremos juntos amigo enterremos nuestro espanto porque sé que donde esté nos protege con su manto.
Isabel Reyes
Porque sé que donde esté nos protege con su manto.
Isabel Reyes
Verdaderos del dolor hijos míos empapados de todo lo que una herida pueda doler de arrebato, de ardientes letras ahora que llego a oír y mi canto suena frágil luz quebrada deshaciéndose en el pasto antes de las madres verdes.
Dejadme agitar badajos y ser una sola lágrima por el papel de tabaco. No pido a un dios. Solo pido romper la copa y sajado lloverme esta noche juntos.
Una voz, altiva y poderosa, tan humanamente femenina que, aún con todo su poder, siempre conservó lo sensitivo y lo frágil.
Desde aquello netamente poético como aggiornar al siglo el formato clásico, como lo íntimo vital del fatalismo que cae como un rapaz sobre los hiperlúcidos, su poética se centra en el análisis de «la poeta y sus circunstancias/la mujer y sus circunstancias/el ser y sus circunstancias».
ARS AMANDI
I
Si tus labios prensiles en la noche no me cercaran de infinitas lenguas y el corazón no fuera la palabra para beber a golpe de latido.
Si demorado el tacto, fuera el vínculo la razón de la huella clandestina en la humedad perfecta de las ingles
-retráctil caracol que sube por la espalda hasta la nuca hermética oculta en el temblor de los cabellos-
Si no fueras un cuerpo extemporáneo
vivo de cicatrices
para lamer despacio mientras fuerzas la verticalidad en la sonrisa del músculo extasiado.
Si yo no fuera yo ni tú el disturbio ni ambos el misterio
la herida fuera amor en la garganta.
II
Aquí me tienes vestida de inclemencia y en total desnudez. No existe luna que me alumbre la voz en la garganta bajo la negra bóveda del aire y nadie puede oirme si te hablo.
Mírame silenciosa.
Soy casi de cristal cuando respiro y de cristal las venas me recorren y de cristal me quiebro si me dices con la coral de hombres de tu boca que me quieres
que
bra
da
Quien me soñó de acero me consiguió de acero y estirada sobre un desierto frígido de olvido pero a ti te confieso que mi fragilidad no es inventada y que puedo morirme de repente sonora como el vidrio del insomnio.
Sé que me harás añicos de silencio cualquier fragante noche de verano.
III
Lo que nos hace cuerdos, nos disloca y nos rompe en pedazos imposibles el día que se cumplen las ausencias y como un animal agazapado palpita, predadora, la memoria en todos los febreros de la vida.
Febrero con su cruz, tiene su cara, con la mirada escéptica del que lo ha visto todo y en su fragilidad se hace de hierro y es yunque y es martillo y es chispa de mi fragua.
Lo mismo que nos mata nos rebela el instinto de la sobrevivencia.
No sería tan hombre como es de no haber sido bestia sin amarres ni amaría la vida con tanta intensidad, con esa lealtad de kamikaze si no tuviera claro lo fácil que es quitarla lo enormemente fácil que es morirse.
Porque conozco todos sus dogales sé de la seda oculta tras los dientes del ángel tenebroso que le signa, del código amoral con el que besa mi sombra cuando duermo descuidada.
Sé donde está.
Enraizando la voz en mis pupilas, frondoso como el árbol de la fatalidad vibrando mutaciones,
sólo para mis ojos que marcean en él.
IV
Mi silencio está vivo.
Es la autista criatura de sangre y semen que se opone al zumbido de lo muerto en tu piel añorante de su tábano.
No es mi voz quien te crea y regenera el miembro mutilado, es mi silencio el que fagocita la llamada a deshora del sepulcro abierto en la memoria.
Sólo entonces me exiges la palabra y buscas la ebriedad en su copa de láudano.
Sólo entonces me miras con los ojos de un vivo.
No temas mis silencios cuerpo a tierra mas no te atrevas nunca a respirar sin mí mientras me callo,
que no quiero morirme envenenada mordiéndome la lengua.
V
Se me olvida quien era antes de ti, como si mi consciencia necesitara espacio para que tú me ocurras con la amplitud de un sueño irremediable.
Todo se vuelve tú, después de ti.
Los vivos se enmarañan en mi sombra y los muertos se duermen en la hondura inevitablemente.
Sólo me asombras tú después de ti, y mi egoismo medra en la medida en que crece tu escándalo en mis pulsos.
Se ha detenido el mundo en tus pupilas y en tu boca la sed de mi memoria.
Todo eres tú y alrededor no hay nada salvo mi lengua viva pronunciándote.
VI
Mis ojos contra ti y tus oscuros ojos.
Siempre mis ojos contra tu mirada, por más que nuestras bocas se acompasen presas de algarabía o de silencio.
Rota tu voz contra la mía rota y el verso contra el verso que renuncia a juzgar tu inclemencia porque existe otra forma de ver, tras las palabras.
Como te miro yo, te mira el tiempo que en su fugacidad guarda las claves, te mira una mujer que no te teme porque no tiene nada que perder, ni ha de bailarle el agua a ningún loco herido porque la mire, absorto, como un hombre desprogramado y libre.
Tu cuervo contra el vuelo de mis pájaros por un cielo de puertas clausuradas, sin milagros ni llaves.
Y los días que pasan enseñando los dientes.
Detener el tiempo
Vas a heredar mi boca cualquier día, esa naranja amarga de adulterio, mi lengua de tormenta que incisiva hace crujir las gavias de tu aliento.
Heredarás mi voz de jarcha y sable, mi cetro de cristal, mi amor sin dedos, mi astucia de tarántula perdida en la vasta inquietud de los espejos.
Mi látigo de seda, la distancia que va del corazón hasta los huesos, la hondura roja y gualda de mi idioma bajo el azul y blanco de tu verbo.
El pulso de la luz con que destella el nombre que le puse a tu misterio, los confines del Norte que limitan con mi fatalidad de oscuro enebro.
Vas a heredar las cartas del ayuno, las horas de vigilia en el trapecio donde colgué tu sol dilapidado en el calor de mis poemas muertos.
Cuando te lleguen a los ojos, cava una fosa en la tierra de tu pecho y olvídate de mí en el instante en que me entierres cerca de tus miedos.
Cuando sientas que el aire huele a rosas será que han florecido los silencios.
Como un cuchillo de humo afilado en el poema yo me disuelvo y asumo que no he de beber el zumo de tu boca cuando quema.
Asumo que está perdida la guerra en los abrojales del corazón, que la vida no es más que una abierta herida sobre profundos eriales.
Y estoy tan acostumbrada a ir y venir por mí que sola o acompañada me resumo en la mirada con la que te mato a ti.
No sé quién está más roto si tu alien o mi extraña pero de la pena broto con los dientes de alboroto y la lengua de artimaña.
Por tanto, me da lo mismo que estés partido o entero. Con tu vocación de sismo siempre existirá un abismo para el que salte primero.
Más desnuda que un alambre y con vocación de endecha soy la Reina del enjambre que escribe viva de hambre para morir satisfecha.
Tal vez desilusión, no aburrimiento.
Jamás me aburro yo conmigo misma, me inauguro portátil, voy y vengo y me sobra talento armamentista para partir de cero en cualquier guerra, al no soñar con tierras prometidas.
Mi territorio se abre en el presente sobre el páramo azul de la inventiva.
No soy de las que lloran el pasado negando la pasión de cada día, porque lo que me gusta es el camino, la huella de los pasos, la genista en la cuneta donde duermen tantos sobre sus cuerpos yertos invasiva.
A ninguno le debo un mal capricho, ninguno me ha dejado malherida, lo que me dieron di, siempre sobrada, y al irse pasé página deprisa.
Mi lealtad se ajusta a lealtades que no terminan más que con la vida, el resto ni me mueve ni me importa ni consigue borrarme la sonrisa.
¿Aburrimiento? No, ni estando muerta. ¿Desengaño? Quizás, por estar viva.
Pero es lo que estoy, viva y armada hasta los dientes con la poesía.
Un mundo de metáforas
A veces, junto a ti, me ataca el desconcierto por esa diferencia de tu tacto y mi tacto e invento la caricia y el golpe y el exacto instante de atraerte a puro cielo abierto.
Por esa diferencia de tu boca y mi boca es que gestas las guerras que enamoran al labio y el verso que seduce, enardecido y sabio, de tu lengua a mi lengua se agita y descoloca.
Porque somos distintos de palabra y de gesto, de ojos y mirada, el instinto me apuesto para desentrañarte sin un roce de piel.
Un mundo de metáforas con el rostro velado no oculta la certeza de saberte a mi lado el más hombre del mundo con carne de papel.
Trepidaciones
No vayas a creerte que es oro todo lo que reluce si tiro de tu lengua porque desbarres sin asidero. La cita que propongo sólo conduce al despeñadero de lo que has aprendido de otras mujeres. Yo soy un cruce de verdad y mentira que no se apiada de voz alguna, un garfio en tu garganta, la cara oculta de cualquier luna que malvenda secretos por los tejados de lo prohibido asustando a los gatos ronroneantes. No admito dueño ni espuelas de jinetes en los ijares del turbio sueño en que, por ser yo misma ante los hombres, me he convertido.
A veces hasta siento no ser la tierra que engendra el beso de algunos hombres buenos para su lírica apasionada, pero cuando soy tierna siempre hay un malo con la mirada dispuesta a taladrar mi fragilidad hasta el mismo hueso.
Si me visto de seda para la fábula de tu hombría o me cimbro en el aire, látigo hembra de la utopía, no te quedes absorto ante el revuelo de mi palabra ni creas que lo escrito es algo más que provocación para que tú disfrutes mis alacranes de sinrazón. En mí no hay un resquicio ni puerta alguna que se entreabra.
2heroicos
Últimamente, siempre, estoy en otra parte y ni siquiera sé lo que deseo. Dios dejó de mirarme y se presenta tan sólo alguna vez durante el sueño y se mete en mi cama, tan cansado como cansada estoy de desafueros.
Me hago a un lado y llueve sin reproches sobre la rebeldía de mi fuego, y yo tampoco le reprocho nada, bastante tiene con contar los cuerpos que superpuestos llegan a su puerta, y separar los vivos de los muertos.
La omnipotencia da mucho trabajo y digan lo que digan, ya está viejo, como estoy vieja yo para el ruido que meten al entrechocar los huesos, los vivos que maté por divertirme y los que se mataron a destiempo, antes de que pudiera demostrarles que el mayor asesino es el recuerdo.
Me olvido de mí misma, por los que no me olvidan ni cuando tienen hambre de silencio.
Están pasando demasiadas cosas que no tienen que ver conmigo nada. Cosas que vuelan, cosas que bucean en rápido zig-zag, un sube y baja de la resignación por lo perdido, ante la euforia por lo que se gana.
Al mito se renuncia, la quimera nunca termina de enseñar la cara, y la vida nos cambia los paisajes que divisamos desde las ventanas.
Ya no siento placer cuando me pongo para bailar desnuda alguna máscara. El cuerpo que se exhibe no es mi cuerpo ni soy yo si me tapo la palabra.
Donde los fuegos eran de artificio, hoy solo queda pólvora mojada y tan solo resulto venenosa administrada en dosis elevadas.
El mar ya no me añora ni me entiende ni es la memoria que jamás me engaña, pero si nos rozamos pasan cosas, siguen pasando cosas si me abraza.
Legado
En ese libro extraño que nunca va a cerrarse hasta que deje un día de mirarme por dentro y me cierren los ojos los dedos de la vida, encontrarás la clave de todos mis silencios y la maraña oculta de los pájaros mudos que, para protegerte, nunca alzaron el vuelo.
Vas a entender, entonces, que no puede cambiarse lo anómalo del mundo ni sus vicios secretos, que miles de caminos no conducen a Roma y el mal lo embarga todo con su pútrido aliento.
Que no puedes salirte del ciclo de la luna ni eludir las mareas que te arrasen los sueños, que has de escuchar tu grito entre la muchedumbre y acorazarte en ti cuando te asalte el miedo.
Sabrás, sin una duda, que el amor solo es fuerte cuando lo despojamos de carne y de deseo, y es así como puede derribar las murallas y tender nuevos puentes y dominar los vientos.
Sabrás que, como el junco, adaptarse al entorno, no es doblegar la mente ni ceder tu terreno. Que esa es la estrategia para el sobreviviente que lucha por su vida, su familia, su credo, y atraviesa las zonas más oscuras del alma por buscarse a sí mismo, en un viaje eterno.
Al filo del amor que guardo en la memoria, al filo de la muerte y en su desfiladero, se amontonan las letras que dejaré a tu nombre para ser, en tus manos, un simple libro abierto.
Épica, sensitiva, fatalista, pragmática, apasionada, heroicamente frágil y violentamente femenina, con un extraordinario manejo de la técnica al servicio del discurso sin que la palabra pierda su autenticidad de alma y de raíz, es y será una de las mejores poetas que he leído.
Van los días trenzando mi memoria en su angosto y lentísimo descenso. Se posan en el aire como indecisa pluma, arraigan en la nada y su raíz estéril estrangula el discurso de las horas. En mi cuello el pasado echa su hálito áspero como un trago de aguardiente. Las furtivas figuras que poblaban este tiempo aplazado, se desvelan y renuevan los frágiles cimientos sobre los que mi vida alzó sus muros con la vana intención de hacerse fuerte.
Saber que ya no estás es el abismo y aunque soñar no acorta la distancia -es único reducto, el único artilugio- siempre recurro al sueño como a un mapa. Porque no sé qué hacer para encontrarte y la noche se adensa y tú no estás.
No queda tiempo ya
No queda tiempo ya. Se escurre de puntillas despoblándome, halo de luz que deja huellas tenues de seda parecida a la estela nocturna de un caracol que escapa.
Se alejan los recuerdos. Un frenesí de sombras como un río agitando su propia inexistencia que adelgaza la vida lo mismo que un silbido.
Ningún camino acoge el arrastrar del paso que soporto. Retrocede el aliento hasta su génesis para intentar decir palabras sanas, pero un silencio viejo agotado de andar entre los dientes anega los sembrados de mi voz. Tropiezo al escapar con mis deseos, a tientas los descubro y son viscosas formas que al intentar asirlas como peces escapan.
Nada sé del destino, y el pasado me ofrece sólo sombras deslizándose, apresurada brisa que se convierte en tiempo, en tierra, en polvo, en humo, en nada.
Ave de paso
Nunca sé cuando llega ni cuando va a emigrar, es un ave de paso que lo mismo detiene el curso del otoño, que rasga primaveras.
Puede encontrarme oyendo esa rapsodia in blue que ciñe a los crepúsculos el malva de sus notas o dejando en mis versos todo cuanto traspasa.
Hay veces que es el alba quien me lleva hasta ti haciendo de infinito, para que sienta el peso de las alas caídas, refugio de lo oscuro.
Yo no sé si te alejas, soledad, cuando cruzas este abismo ignorado o vienes a dejarme.
Llueve, y las gotas regalan su presencia sobre el azul cobalto de la marea calma.
Se apresura el otoño a cerrarme otro ciclo con su aroma indomable de tristeza, de hojas moribundas que me buscan para su despedida.
Se apresura y me pide que lacre las compuertas de un pasado dañino y que abra la vida al asombro de siempre,
-con el olor de fondo de la tierra mojada-
Y yo sigo sentada en mi rincón de huida preparando un destino , -una plaza de piedra, un cementerio viejo, el follaje, la senda- como el ave que busca la calidez del mundo para empezar de nuevo.
El mar en ti
El mar mece su cuerpo como una danza hipnótica que induce al sosiego y la calma.
Me pierdo en su vaivén y adormecida profundizo en su arena mojándome los pies.
Camino por la orilla un rato largo y el tiempo se detiene porque sabe que vengo a descansar todas las prisas y a reposar en ti mientras contengo el mundo con el compás pausado de tu respiración.
Hoy me quedo a vivir en tus espacios de sal y de silencio.
Amanece en mí
Porque amanece en mí la vida y su revuelta pongo mi corazón a tu recaudo en este día pleno que saluda con olor a café, a corriente marina, a barcas que se alejan hacia ninguna parte.
Amanece, y sí , tu nombre y su cadencia se mece en la mañana al ritmo de tus pasos.
El sol viene muy lento y entrará sin permiso a mis rincones hondos tocando los soportes que juntos compartimos y el entorno será un manto que acaricie los planes de este día.
Ven aquí lucero hermoso, dame tus manitas tiernas, voy a contarte los dedos como si contara estrellas:
Diez dedos tiene este niño como diez luces pequeñas y en los pies, diez diminutos cordeles de una cometa. Cuando tu aprendas a andar se irán soltando los hilos con la justa longitud que hay de los padres al hijo.
A la par que vas creciendo se hará más largo tu paso, y cuando seas ya un hombre que no cabe entre mis brazos, si la vida me da tiempo, me sostendrás como un arco.
Vuela niño cuanto puedas con nobleza y desenfado.
Dos cometas en los pies y una estrella en cada mano.
Los dedos de la mano
Cada dedo de la mano tiene un nombre personal, el primero es el más bajo y le llamamos Pulgar. Al pequeño regordete lo usamos para agarrar.
Al siguiente de la fila le gusta más señalar, Índice es largo y delgado, más que su hermano Pulgar y cuando cumples un año ¡a todos se lo dirá!
El tercero de la fila es el dedo Corazón está en el centro de todos y es alto como un señor, queda en medio de la mano, a su lado hay dos y dos.
Ya casi estamos llegando, con los dedos, al final, pero antes de que acabemos hay que nombrar a dos más; uno que es muy presumido, y que se llama Anular porque se pone el anillo de los novios y papás.
Por último un chiquitín, pequeño como un penique, más flaquito que el Pulgar ¿Cómo se llama? ¡Meñique!
Y ya que los conocemos, ¡vamos todos a jugar! Pero antes diré un secreto: a los dedos de las manos ¡les encanta dibujar!
La bruja Lombarda se ha puesto perdida: haciendo un brebaje le saltó una chispa, le cayó en la falda, se ha vuelto amarilla.
Su búho, asustado, no quiere mirarla, le dice muy serio y hablando de espaldas: ¡Estás horrorosa! ¡Límpiala con agua!
La bruja Lombarda no viste colores, siempre va de negro, de día y de noche, y el color del sol le alegra la cara igual que el limón alegra la rama.
Se han puesto a bailar por toda la casa, el búho la sigue, -qué cosa más rara- y es que la brujita le ha echado en las alas gotas del brebaje que tiñó su falda.
El cuerpo de la hojarasca por el otoño y sin vida, como una serpiente inquieta a mis pies se arremolina, y entre el crujir de las hojas que anuncian la despedida se inunda el campo y me mojas el pelo con tu llovizna. Hueles a tierra mojada perfumando el nuevo día, a calma que se apodera –con su semblanza tranquila– del corazón que se mece en tus manos sanativas..
Disfruto tanto del agua, de la tierra, de este día, disfruto porque estás cerca entre mis cosas sencillas.
Eva Lucía Armas – Argentina
El otoño busca breve el día que se desliza con su diapasón de herrumbre sobre calles de llovizna.
El otoño, por aquí, muda su piel, la hace tibia, y en un carrillón de pájaros la luz huye, fugitiva.
Amo el otoño y su mundo, su acuarela de amatistas, su mansedumbre de cobre, el fuego de su hornacina.
Soy un otoño que late. Mi latir no tiene prisa.
Isabel Reyes – España
Vuelve el otoño de nuevo a ensombrecer la palabra pues la tristeza aparece y en mis adentros se instala.
El septiembre veraniego ha vuelto a mutar su cara y en este invierno precoz por nuestro rostro resbala el dolor de lo caótico que agresividad desata sucediéndose las guerras que algún orate proclama con el dolor que producen en las gentes indignadas inocentes e indefensas y en el centro de sus almas.
No puedo escribir, no puedo con la angustia que me mata ni siquiera un buen romance con lo bien que se me daban.
En este otoño baldío Isabel, en retirada, sigue intentando expresar lo que le duele con rabia pero se siente incapaz de dar a luz la palabra.
Solange Schiaffino – Chile
De pronto, hasta el cielo arde en rumor estremecido el alma estallando en rojo como recuerdos de niños que en sus rostros atardecen con el llegar del rocío. Es el tiempo en su inminencia alargado en un suspiro, la sombra de un banco viejo donde abracé mi destino.
Hoy son ecos, los Otoños del caminar desprovistos, tan desnudos en las ramas de cuanto pretenda abrigo en lo vano y material. Que no importe si deslizo los residuos del café en los márgenes del libro. Anhelar respiración sin sentir ya que me fijo cada vez que avanzo un paso por temor al amarillo. Simplemente oír descalza cuando el ocre se hace añicos y querer ese perderse de ir muriendo estando vivos.
María José Quesada – España
Las hojas tiernas que un día en los árboles brotaban, compitiendo con el verde de la hierba más lozana, han cambiado de color sin moverse de la rama. El otoño viste al bosque con trajecito de gala hecho de tinte marrón, amarillo y color grana.
Pero queda otra sorpresa: en cajitas bien cerradas el otoño trae tesoros -es un fruto y lleva cáscara- ¿qué será ese gran secreto? ¡Nuececitas y avellanas!
Esta estación cierra pronto las dos cortinas del cielo para que todos los niños también jueguen en sus sueños.
Orlando Estrella – República Dominicana
En un otoño se fue huyendo de los dorados. Se abrazó de los inviernos, prefería suelos blancos esos que inspiran pureza. Se enamoró de los cantos que anunciaban fantasias como de esos reyes magos,
pero el hielo sorprendió su alma tropical, causando malestar en su indefensa dermis de otoño y verano. Cuando quiso regresar era tarde para el salto.
Ana Bella López Biedma – España
Llega el otoño despacio a cubrirme las aceras con su corazón de noche y su abrazo de tristeza. Toca mis sienes de luna y en mis párpados recrea la estatura de los sueños cuando la vida era eterna. Camina el tiempo descalzo sobre mis costuras nuevas, me sepulta entre las hojas, soledad de las afueras. Hay un cansancio de pájaro sobre mis noches en vela. Pero aún en lo profundo me late la primavera.
Milagros Morales – España
Con sigilo y con cuidado vas cambiando los colores: el verde por el dorado. Menos el verdor del pino que te desafía ufano, mirando desde su copa su victoria y tu fracaso.
¡Ay, otoño! ¿ Te creías que tenías en tus manos la destrucción absoluta?
Siempre habrá pinos más altos que harán inútil tu lucha.
Eugenia Díaz Mares – México
Una alfombra azafranada resguarda las experiencias, con horas y con minutos casi como la conciencia. La fina lluvia humedece los recuerdos con urgencia, envueltos en tonos rojos del otoño y su presencia, cuando apenas es verano en mí lo hace por prudencia, para no teñir de oscuro al sol con su diligencia sabe que quiero emigrar lejos de la penitencia, o buscar muy dentro mío manos con independencia suelo mojado al andar descanso de tanta pérdida, besar la tierra en mis pies con la semilla y su esencia ya carente de rastrojo, darle luz a mi existencia.
Raúl Muñoz – España
Escribo sobre la lluvia que decora mi cabeza. Amante de plataneros, esposo de la chopera; al abrigo de las nubes, alimento con promesas las miradas infantiles. De lluvia mi teorema corona melancolías, con otoños de la métrica escribo llenando copas, y los árboles se alegran.
Jorge Ángel Aussel – Argentina
El veintiocho de julio ocurre un suceso insólito: «Han muerto el rey y la reina», se titulan los periódicos.
«¡No es posible! ¡Es imposible!», plañe la plebe en sus tópicos.
En el palacio Versal, la Muerte toca en el órgano Adagio for Strings de Barber, mientras se reza el responso. El clima se torna un túnel tan oscuro y claustrofóbico que comprime las gargantas hasta el mismísimo ahogo. Sin la reina y sin el rey brindando guía y apoyo, el pueblo llora elegías en un reino, ahora, inhóspito.
Algunos autoexiliados se enteran del necrológico e imploran volver al reino, atraídos por el morbo.
Otros vuelven por amor, ese amor de darlo todo.
Los bufones de la corte y sus claques accesorios se asocian ilegalmente deseando el protagónico. Se comenta en el palacio que algunos son alcohólicos de los que beben delirios, como borrachos anónimos. Enmascarando el motín, se fingen fieles devotos mientras queman los jardines, como pirados pirómanos, para encender la discordia y hacerse al fin con el trono.
Los protectores del reino y nobles guardianes cósmicos, se enfrentan a las calumnias que persiguen el oprobio y van reventando egos igual que si fueran globos.
La reina envía señales del más allá a sus custodios y llama a la resistencia para vencer a los monstruos. «¡Solo ha cambiado de forma, pero sigue con nosotros!», los guardianes se convencen en medio de tanto engorro. «¡Mi seudónimo de bruja no es un seudónimo, tonto!», dice la reina a un guardián, desde el propio purgatorio. «¡Y cambien esa del Barber que me va a dar un soponcio!», termina diciendo «ríome», y ríe y llora, psicótico, el guardián que ve su voz de un violeta metamórfico.
El rey desaparecido reaparece ante los ojos de los leales guardianes que lo esperaban ansiosos. «¡El rey es un cuervo fénix que nunca nos deja solos!», grita un loco sin camisa afuera del manicomio. «Que la muerte no me quiere es un hecho categórico», contesta con su humor negro, el rey en un soliloquio.
Al final la luz triunfa contra cualquier despropósito y la Nueva Alejandría, que es el último unicornio, resurge, siempre resurge gracias a aquellos bibliófilos que la salvan de las llamas protegiendo su tesoro.
***
Acabo de comprender, con este relato corto, por qué es tan distinto este otoño de otros otoños.
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El otoño es la estación donde mi tren se hace polvo cuando marchaba, por hora, a seiscientos tres kilómetros.
Después de un julio fatídico y de un despiadado agosto, en septiembre los planetas se ordenaron en el cosmos de tal forma que formaron varios aspectos armónicos que obraron en nuestro bien, con poderes milagrosos.
Pero el otoño ha llegado a sentarse en mi escritorio para reabrirme las llagas corroídas por el óxido.
¿Se puede salir incólume de la muerte y sus destrozos? ¿Cuando se tuercen los días como los malos negocios? ¿Cuando el mundo se derrumba justo encima de tu dorso y respiras atrapado debajo de tus escombros? Maldito otoño que llega con sus preguntas en ocho y por mucho que me esmero no desentraño el meollo. Giro y giro, giro y giro y giro en mí como un trompo.
Cuando mueren los que amas también te mueres un poco y aunque seas el que eras nunca más verás el rostro del que en otros tiempos fuiste cuando eras con el otro.
Con su marrón y su gris, el otoño es un cronómetro corriendo en contra del tiempo, pintando un lúgubre óleo dedicado al Dios Anubis que, con unos ojos torvos, nos observa y nos cuestiona en el drama tragicómico del funeral de la patria donde es posible lo utópico de dar por amor al arte sin falsedad ni autobombo, a la vez que el egoísmo pretende subirse abordo y actuar como siempre actúa, en su beneficio propio.
Después de un julio nefasto y del más nefasto agosto donde mostraron la piel los corderos y los ogros, las turbulencias siguieron, y a pesar del mal pronóstico, reflotamos nuestra nave descabezando demonios.
Recién entrando en octubre, por mucho que filosofo, no logro desentrañar el sentido filosófico que debe tener la vida en este planeta tosco, donde todo es tan ridículo que resta hacerse filósofo…
Este otoño es más difícil que muchos otros otoños porque de nuevo sentí lo poquitito que somos cuando la vida me hachó una vez más en el tronco; porque aquí los que se quedan se van al fondo del fondo de las cosas que no tienen ni remplazo ni retorno; porque estamos los que estamos, pero ya no estamos todos.
cabe un país es tu madre tu padre y tus hermanos los paseos en bicicleta
¿la bicicleta es otro país?
no pero te permite viajar
si Inglaterra es tu corazón qué país somos nosotros
ustedes son mis manos
por qué somos tus manos
porque todo lo hacemos juntos ya ves lo bonita que quedó la escuela
sí mi mamá dice que allí podrá enseñar
pronto vamos a tener una iglesia para alabar a Dios como se debe
yo no quiero una «iglesia» me gustan tus misas en el parque
pero a tus papis no ellos casi no vienen
es que mis papis no tienen campanitas cuando yo sea grande quiero ser viajero
por qué quieres ser viajero
para ser como tú quiero tener países en mi corazón y en mis manos
Alex las personas son como los espejos cuando tú seas grande vas a ver un espejo y ese espejo te va a mostrar tu vida
lo vivido es a veces una suma de muertos
ahora que soy grande y veo espejos y que tengo países en la espalda busco en mi corazón y no encuentro a Inglaterra ni a ese hombre con barba en bicicleta
Las personas no son como los espejos
Soledad que vienes de los días curvos
soledad que vienes de los días curvos y las cuatro calles blancas de la infancia ya no me persigas déjame en el patio de esta vieja casa tan cerca del mar
he vivido un poco lejos de la lluvia rodeado de muertos he nacido mucho y sigo naciendo cada que apareces con un nuevo nombre
nunca pedí un ángel ni tu gran amor
si la tumba es gloria prefiero la sombra
me sobraron luces al fin del camino y sigo despierto
esta esfera es corta para estar contigo y ya estoy muy viejo para continuar arañando el lodo
ha volado el tiempo y hoy tan solo tengo voces de otras vidas
vivir es amar aunque nada vuelva de los días curvos
Palabras sin acentos
lo que nunca se va de tanto querer ir retorna en polvo
cuatro horas son seis si nadie suma o dos si se miran las restas de aquello que no brilla tres segundos al sur o lo que sufre por sobrar al momento en el que cada quien se hace distinto
Una pantera a mitad de salto, me mira desde el último vapor que sudan los espejos de la tarde. Alta, sin peso, en la mirada el enigma de lo que está por ocurrir.
De tristeza gemela, sus ojos son charcos de música intuida. Alguna vez fue suya una vocal de agua.
A veces la escucho en los incendios del sándalo como una canción muda que brota en silencio,
entre las voces que llaman sin cesar en la tibia erudición de mi sangre.
La sigo en tanto se desvanece su ágil simetría, y me hiere la primera sombra de la noche.
Por las negras cascadas del tiempo se desploman los axiomas del crepúsculo.
La lentitud del agua
Las horas perdidas
Porque lo único que no se nos quita es la memoria hubiera querido ser otro, el primer o el último hombre, los que fueron, son, los que están por venir, no este andar prendido en sombras que deshuesan los buitres del ocaso.
Pude haber sido la palabra precisa, el silencio justo, el beso que se da una tarde de oro molido y girasoles, la bondad de una ventana abierta hacia la sed del aire, y allá van mis años, pesarosos, como hojas que arden en la respiración del viento.
(Soñaba una flor abriendo hacia el mañana; ofrendas, claridades, y un simple concurso de acasos llenó mis puños con las horas perdidas).
Libélula fatale
Y vienes y te quedas blanca, casi de mármol, como un escalón puro para subir a Dios. Carlos Sahagún –Cuerpo desnudo
Me sorprende la velocidad de la noche en que viajas al límite del olvido.
Llevo tiempo sin oír de ti, de tus quejas habituales que, al final, no importan mucho, si termino besando las monedas que te alumbran la sonrisa.
Eres siempre otra cuando vienes y exhibes tus dotes de libélula fatale.
Si el humor te alcanza llegas reluciente, el brillo de mil lunas en los ojos;
otras veces decaída, como si fueran tuyos los pesares del mundo;
rubia o morena dorada de sol, la danza del viento en tus cabellos,
generalmente opaca, igual que esos pájaros que solo vuelan en la bruma.
Si supieras que, por acariciarte, se me han hecho las manos relámpagos de hielo.