Estar sin mí, sin lengua y sin sonido incognito de todos y en la nada. Dolor sobre el dolor de la tonada que asoma su rumor inadvertido.
Me alejo de mi centro indefinido sobre una cuerda floja o mal tensada un poco a tientas, ser a ser, callada, labio a labio, la noche, que se ha ido.
Sólo el sudor sobre el sudor, la mano sobre mi mano, muro a muro, adiós sobre el adiós, lo siento en el lo siento
no puedo en el rumor, rugir lejano del labio sobre el labio, dos a dos, piel a piel, verso a verso. Te presiento.
Henrry Di Spirito
Lo siento
Cuánto duele escribir dolor, lejana sin que mi mano esté sobre esa mano medirme en cuanto digo, si un vilano acaso, y no temer en la ventana.
Cuán difícil estar y ser nirvana sin memoria, ser libre en este plano y ofrecer las estrellas de un arcano que abrigase certezas del mañana.
Pero si muestro cuerda y sus dos puntas o que el centro lo es más si compartido, siento que ya mi sol no es placentero.
que disfrutes la vida a la que apuntas, es todo cuanto espera este latido y aún puedas creer que sí te quiero.
Solange Schiaffino
Compromiso
No sé si te parece sea absurdo pero sé que no miento si declaro que el Sol es sólo Sol y no pasado y el mar es sólo mar y no futuro.
Y es que me desentiendo de desnudos azules o salobres e incendiarios: desdigo del galope de caballos de alquitrán que recorren mis dos mundos.
Verás, las cosas piden que las nombre y haga versos de cal y lluvia fina en mi camino de regreso a casa.
No has de temer a párpados insomnes ni a mis quebrantos de promesas idas en esas noches de amapolas blancas.
Henrry Di Spirito
Mis quisiera
¿Quién dice que la vida es trazo recto? ¿Acaso desdecirse no es lo mismo que aceptar este avance con realismo? tampoco yo le creo a lo correcto.
El todo no equivale a lo perfecto, porque vengo de historias sin lirismo,* y decir un te amo en el abismo tiene de pan y piedra como efecto.
No maquillo los nombres de infinito y si beso no quiero lo que era pero el miedo se instala como escudo.
Quisiera que se oyera más bonito, que daría también la vida entera, que solo digo: «Amor» y ya no dudo.
Solange Schiffino
Jordana Amorós – Isabel Reyes
Curriculum vitae
Para bailar la conga hasta la aurora, jugar al mus, cantar en un sexteto, reír o hablar de todo lo indiscreto, siempre a alguien se encuentra a cualquier hora
Cuando, después, su faz abrumadora muestra la vida y te somete al reto feroz que te devasta por completo, compruebas que contigo nadie llora.
Otro fracaso más que condecora un «curriculum vite», ya repleto de ellos, conformando un mal panfleto de nuestra humana esencia perdedora
El mío, escrito a golpe de soneto desde una lejanía sanadora.
Jordana Amorós
Entre alfileres
Mi vida, esta fugaz luminiscencia que ante mis ojos pasa evanescente, me clava un aguijón incandescente, me induce a sopesar mi resiliencia.
Pensaba que tenía resistencia ante los avatares del presente y sin forzar el alma ni la mente rendida voy perdiendo la existencia.
Entregada y vencida, mi camino se encuentra envuelto en una bruma oscura y solamente veo anocheceres.
Ante el lance final yo me reclino y os dejo en testamento la locura de una vida sujeta entre alfileres.
Isabel Reyes
Mayo impenitente
Caminar por la calle con los pasos cansados del que ya ha recorrido su camino en la vida, posando sobre el mundo la mirada perdida y carente de brillo de los desengañados.
Comprobar que usa lentes de cristales ahumados el olvido y, si encuentra la cara conocida, no recuerda quién era ni cómo se apellida ese gesto que emerge de los años pasados.
Sentarse en algún banco, calcular cuánto queda para llegar adonde termina la alameda y si tendrá su cuerpo la fuerza suficiente.
Tragarse la congoja que oprime su garganta y le nubla los ojos cuando un pájaro canta y alrededor florece un mayo impenitente.
Jordana Amorós
Siembra
Y porque a veces, aun si inesperadas las cosas ven su fin y alguna llega a aquella plenitud con que se niega el destino, o quizás porque pasadas
se descubre que fueron deseadas yo seguiré apostando por la entrega sólo a favor del bien, contra la ciega mentira frente a esperas infundadas.
Pues no haber redención no significa rendirse ebrios de muerte a los agravios o entregar la razón a la derrota.
Nos cabe hendir los campos con la pica y hechos azada manos, piel y labios sembrar, siempre otra vez, la tierra rota.
Apurar los minúsculos resquicios de la vida por los que se colaban a tus espacios íntimos esos rayos de Sol capaces de animarla y aprovechar las largas tardes de lluvia y tedio para tejer saudades.
Ahora lo que toca es adaptarse a la necesidad de gestionar lo escaso, a aceptarte viviendo con los ojos escépticos y la piel agostada mientras dentro de ti, a tu pesar, cultivas la narcótica semilla del desapego.
Es fácil, se trata solamente de entrecerrar los párpados y borrar los paisajes, ideas, sensaciones y recuerdos que anidan en su envés como quien funde en negro el fotograma final de una película…
Solo queda esa hilacha, tenaz, que constituye una especie de insólita atadura, como un cordón umbilical inverso.
Con qué fuerza me une a la luz…
Cómo cuesta cortar esta invisible, sedosa y acerada hebra fundamental de los afectos.
Sombras chinescas
Grotescos esperpentos de pájaros. Pluma en pena que escapa rumbo a un sueño de luz.
En la penumbra agoniza la tórtola cautiva. Entre las manos su cuerpo es un dolor torpe y reseco que en las atormentadas puntas de los dedos todavía aletea.
Es finito el espacio de la pared.
Y en el silencio se oye el crepitar del alma al consumirse.
Isabel Reyes – España
He de marcharme
Rodeada de cosas olvidadas con tanto agobio encima de mis hombros recojo libros, fotos, cuadros sin paisaje, mucho papel en blanco y mis pupilas sin saber dónde ir, ni cómo el alma se acostumbró a la luz de atardecer.
Toda mi casa es hoy incertidumbre, no encuentro lo esencial, en las carpetas se perdieron retratos, versos míos y aquellas primaveras. Quién me aguarda, me llama desde lejos, nada sirve de mis maletas, folios, a esta hora penúltima en que veo como si ya estuviera sin disfraces y fuese otra persona la que ocupa mi corazón, mis huesos, sólo míos los ojos esta tarde, rodeada de espejos del crepúsculo y cajas de cerillas e inútiles postales sin remite de caminos que nunca hube andado. Ha llegado la hora de partir.
Ruedan los cláxones en mi tranquilidad, en este miedo a ir cerrando ventanas. Me voy, he de marcharme de nuevo a ningún sitio, el mar no espera se mete en los dinteles, abre puertas empuja, inunda el alma y lanza mi existencia hacia las rocas.
¿Salvaréis mi equipaje de sus olas?
Indignación
Mientras el sol dispara sus espadas avanzo como un preso que huyera en los pantanos del presente: los perros del cansancio acechan por el bosque de la gran decepción. He de seguir, mi sitio está más lejos. Romperé mis cadenas con un tallo de hierba y volveré al origen, desnuda y en silencio alegre y desnortada, sin deudas, sin deberes oscura y encendida con mi verbo.
Si queréis encontrarme, no me escondo. Aunque me fugue estoy aquí, sentada y sola y triste como una gota dentro de la lluvia soportando la fiebre primitiva que me mantiene inmóvil y digna y vigilante. Encerrada en mí misma y tanta indignación por compañía.
Sergio Oncina – España
Ausencia de vida
No sé por qué ni dónde quiero irme. Este lugar me aleja de los sueños y me envuelve en tibieza; arropa y duerme, apaga los instintos, entierra voluntades y agota la impaciencia que incita a pelear contra el fracaso.
Vivo en barro que arrastra, arenas movedizas con la velocidad de la quietud y la satisfacción de mi apatía aceptadora.
Y truena y no me importa la tormenta aunque ilumine los charcos y embadurne mi rostro con resina mojada del árbol deshojado donde quise ampararme.
Es, por fin, lo distinto que acaba por hundirme en la basura de la que salir, estímulo asesino que concede una oportunidad para resucitar y sentir la alegría de un nuevo nacimiento en un edén.
No creo en paraísos ni en volver de la muerte.
Pero tampoco creo en la ausencia de vida.
En la noche de los vivos
Se dilata la noche de los vivos. Me entretengo mirando los árboles sin hojas, las farolas que lucen mortecinas y las aceras libres de nosotros.
Ahí, en la esquina próxima estuvimos los dos, entre la misma niebla, bajo el mismo silencio, en esta misma hora
y, como hoy, nada interrumpía a la ciudad que duerme sin saber que te amo, como si no importase y mañana la vida continuase impertérrita.
A nadie preocupa que no vuelvas conmigo; el furgón de reparto trae pan y pasteles, los barrenderos sueñan con dormir.
La radio sonará, a las seis y un minuto. Acabará mi insomnio. Compraré medialunas para desayunar con un tazón de leche, mantequilla, galletas y olvido.
Ángeles Hernández Cruz – España
Y pude
Enredada entre los hilos del miedo, me pesaba el recuerdo de aquel día en que el aire se hizo piedra para aplastarme el pecho; me pesaban los “no puedo” y los “quizás”, losas en el paisaje de mi terco discurso.
Pero usé tu sonrisa de bastón cuando te ofreciste a llevar mi carga para un trayecto de ida y vuelta entre la imprudencia y la victoria.
Con una palmera como único testigo, conseguimos surcar la mar escarpada de los barrancos, y los jadeos de mi corazón iban desamarrando, uno a uno, los pesados nudos del acobardamiento.
La cordura es un don que no abunda demasiado ni conviene ejercerlo, pues los locos no quieren que nadie les disuada de que es solo ruido ese abigarramiento polifónico que suena en su cabeza.
Sin saber qué decir que aporte algo de luz a toda la vorágine de tantas y tan cáusticas babeles, qué habrá de hacer mi voz, sino asumirse lágrima en un océano de sal y quedarse callada.
Hablar de la armonía en un mundo de sordos carece de sentido mejor no exasperarse malgastando palabras.
Porque jamás la música ni la verdad necesitaron nada que no fuese el susurro del viento en la enramada y un corazón atento y sensitivo para existir.
Quién quiera puede llegar a ellas, solo tiene que dejar al instinto que descubra los rumores que pueblan los silencios.
Y escuchar con el alma ensimismada.
Jordana Amorós
Verso blanco
Miguel Urbano
Tercetos encadenados
Canto a la esperanza: A Lorca
Te busco amigo mío por doquiera… mas no puedo arrancarte de mi mente pues hiciste en mi alma enredadera.
Y a pesar de tan largo tiempo ausente tu recuerdo me sirve de alimento, pues, en mí, siempre vives tú presente
ocupándome todo el pensamiento. Jinete cabalgando te he soñado, cometa que volabas sobre el viento.
Y, ¿cuánto con tristeza te he llorado? Que lágrimas de sangre aún me vierte el corazón, del tuyo enamorado.
Con su guadaña vino a ti la muerte quedando aquella noche ensangrentada; ¿Qué hados te trajeron mala suerte?
Y, ¿dónde estaba Dios la madrugada?… Pero los hombres son con sus rencores, el odio y tanta envidia despiadada.
Yo querría llevarte algunas flores, donde tu cuerpo pueda reposar con el trinar de pájaros cantores.
La luna se quería desposar tú de negro, ella rojo su vestido y en sus manos un ramo de azahar.
Y yo pregunto ¿Dónde te han metido?… Alimentando rosas y jazmines en un hondo barranco allí perdido.
Te buscaré del mundo sus confines hasta haber tus reliquias encontrado y haremos fiesta y fondo de violines.
Tu verso compañero va a mi lado y, como perro mis entrañas muerde dejándome el sentido traspasado
soñando…verde que te quiero verde… Maldita sea siempre toda guerra. El mismo vencedor también la pierde.
Si no aprendemos del error se yerra: y esparcimos el odio de semilla sembramos de cadáveres la tierra.
¡El poeta de alma tan sencilla sea concordia entre los hermanos, fanal de amor y paz su luz nos brilla, y nos haga vencer rencores vanos!
Una fiesta de luz y de colores
Cuando me llamas Juan, Juan de mi signo, cuando me llamas Juan entro en los cielos cuando me nombras, Juan, soy tu cautivo. Cuando me dices, Juan, Juan de los muertos.
Cuando me dices Juan, Juan de mi signo se desordena el magma de mis versos. Cuando pronuncias: Juan, no hay más caminos que elegir en tu nombre de altos vuelos la majestad de levantar destinos en órbitas lejanas. Si tu verbo, si tu cantar de pan, tu son de vino me invoca: «Juan, mi Juan el marinero» a mis montes regresan los olivos, los albatros quebrando mis silencios
Cuando me dices Juan, Juan el marino, cuando me llamas Juan, regreso al templo que fundé para ti donde los hilos del tiempo hacen posible los te quiero.
Cuando me llamas Juan, soy ese tipo que levanta por ti mareas, reinos. Cuando me llamas Juan, soy tu marido en esos tentadores multiversos.
Cuando me dices, Juan, vuelvo a estar vivo, Dios protege en sus aguas el secreto; nuestro secreto, amor, donde existimos en un castillo al borde del desierto, y solo Dios conoce nuestro exilio nuestro rito desnudos contra el miedo, solo Dios reconoce tus vestidos mis sombreros Fedora, mis misterios. Solo dios sabe, Octavia, que dedico al borde de tus labios mientras vierto mi seminal victoria en tu delirios.
Cuando me llamas Juan, mi Juan el marinero, mi capitán, mi Juan el de los himnos, soy tu escritor mercante extra terreno y en tu fiesta de pájaros y trinos quiero morir de amor, morir en verso.
John Madison
Rima alterna
Orlando Estrella
Verso blanco
Mi compañera se marchó
Mi compañera se marchó de incógnito. No me explicó porqué. No se fue de mi casa, nunca vivimos juntos, nuestro hogar era el mundo, los caminos, las calles, los comedores, los hoteles chinos, -ahí no hacen preguntas-, les importa un carajo quien eres o quién no. Y esos pormenores nos definían bien.
Nos gustaba estar solos, apartados de otros. Amigos de los márgenes, algo así como antítesis, un gran contraste, pues, éramos militantes de un partido de masas que procuraba gente para lograr sus fines. No fue nada chocante que juntos renunciásemos maldiciendo los putos dirigentes de mierda que resultaron ser rateros consumados.
Una mujer brillante, cuyo sueño mayor era ser contratada como investigadora como cualquier ratón de biblioteca. -Aunque esté recluida y que además me paguen- musitaba con brillo en su verde mirada.
Pero un día se fue, se apartó sin decir, sin dar explicación. Quizás sea frecuente en la mujer independiente, libre. O tal vez cometí un disparate y no lo supe.
Si no fuese habitual mi mundo solitario, me hubiese golpeado con una mayor fuerza ese trance de vida que recuerdo como el mejor poema que se adapta a mi estilo.
Mea culpa
Resultaría fácil culpar a los demás de que haya huecos en las opacas vetas de espejismo con las que construí mi gazapera.
Afuera luce el sol y por los agujeros se cuelan alfileres que inoculan el frío de la luz.
Aunque me convirtiera en diosa de ocho brazos los dedos no serían suficientes para tapar las brechas que persisten en su afán de mostrarme mi ceguera.
Culpo a mi cobardía y su tesón en hacerme mirar hacia otra parte, mientras tarde o temprano los problemas que un día no enterré revientan para abrir otro boquete.
Ángeles Hernández Cruz
Verso blanco
Eva Lucía Armas
Romance heroico
La playa de la Pena
Érase una vez un hombre antiguo que amaneció en la playa de La Pena. Con él había un esplendor de antaño, su vieja Excalibur, cuatro quimeras, un paquete con voces que cantaban mojadas bajo el sol pero despiertas, algunos abalorios hechiceros que olían a Patchouly y hierbabuena, conjuros varios, notas, mapas, pan y un fuego que alumbraba en cualquier niebla.
Iba a pie por el mundo con sus cosas: sus viejos dinosaurios de otras eras, sus aves fabulosas e imposibles, su voz de encantador de las tormentas, su flauta de Hamelín, sus distracciones y su red cazadora de cometas.
Un día, tuvo un barco y fue pirata, un corsario en busca de una reina y anduvo por «los mares procelosos» al timón de su propio Perla Negra que del norte hasta el sur viajó la aurora buscando una esperanza aventurera.
Érase un hombre antiguo, un hombre extraño, con manos de apartar todas las piedras el que llegó a la playa dando voces como conquistador de las sirenas y levantó castillos y almanaques puso en horario el reloj de arena y se sentó a esperar tejiendo pájaros a que se enamorara de él la ausencia.
La Pena lo miraba, alucinada. Toda la isla olía a madreselvas.
En mi ventana canta un pájaro de nieve con un trinar que habla de un pálpito aterido, una canción que nunca jamás había oído y al escucharla toda mi alma se conmueve.
El color de la tarde ya no es tan desvaído y al tiempo sin textura le presta su relieve. Hay una bocanada de suavidad que mueve el aire, que en su encaje se queda entretenido
Con qué fervor quisiera aprender de su humilde manera de olvidarse de sí, de hacerse albricia, más allá de la anécdota del helor y su duelo.
Y practicar el arte de colocar la tilde de mi decir en donde la voz se hace caricia de pluma y se ensimisma en el placer del vuelo.
Sergio Oncina – España
La barca
Mecido por el mar, seguro y reo, a merced de los vientos y la luna soy Calypso, Penélope, Fortuna y rico en soledad, cuanto deseo.
El cielo me acompaña y no me creo esta suerte de calma, la oportuna cadencia musical bajo mi cuna, la extrema suavidad del bamboleo.
No lucho contra nadie en el camino, barquichuela sin quilla a la deriva, madera sobre el agua sin destino.
No sueño y tengo estrellas al alcance, luciérnagas que miran desde arriba la inconsciencia infinita de mi avance.
Morgana de Palacios – España
Relampadare
Quién no abrazó interminablemente en un instante íntimo de exilio, la plenitud salvaje de un idilio hecho de carne y vísceras y mente.
Quién no abortó irremediablemente algún amor gestado, sin auxilio, en cualquier clandestino domicilio ante un prohibido hogar de llama ausente.
Por el relámpago de un disparate, quién no ha muerto en la gloria de un combate de amotinadas sábanas furtivas,
para resucitar, sola y desnuda, con la triste impudicia de una viuda de muerto corazón y manos vivas.
El hombre que me habita tiene talla, su noble corazón amor rezuma, ante la sinrazón presta su pluma y raudo se dispone a la batalla.
El hombre que me habita no se calla ni por nada se arredra ni se abruma, a la causa del bien su esfuerzo suma y sale a flote si su barco encalla.
Quiere sembrar de abrazos el camino, soñando siempre en alcanzar la meta va con el rumbo fijo a su destino.
A la vida dibuja una pirueta, y tiene un no se qué de peregrino… El hombre que me habita es un poeta.
Sergio Oncina – España
¿Qué me queda?
La luna es un satélite desierto y no creo en los dioses ni en la magia, ¿cómo voy a frenar esta hemorragia de números sin fe, de un mundo yerto,
de tener desalmado más acierto? ¿Cómo voy a soñar si se presagia el fin y el pesimismo se contagia? ¿Qué me queda? ¿Morir entre lo cierto?
¿Reír sin que se note cuánto duele ocultar cada lágrima maldita detrás de una mentira que consuele?
¿Abandonarme exánime por mudo? Queda la voz y la palabra escrita, el verbo honesto, indómito y desnudo.
Jordana Amorós – España
Alienaciones
Me refugio en lo idílico, de raso azul celeste pinto el gris que aploma el horizonte y visto de paloma al halcón montaraz si llega el caso.
Fuerzo destellos en mi vida roma hasta que arde, veo siempre el vaso casi colmado aunque luzca escaso e incluso a la huesuda tomo a broma.
Si a mi realidad no la depuro tras un cristal rosado, es lo seguro que habrá de ser motivo de incomodo.
Ayuda a transitar las estaciones el ir coleccionando alienaciones. La ceguera es un don, después de todo.
Morgana de Palacios – España
Con la cola del viento
No te duelas por mí, que me sobra entereza y no le tengo miedo ni al cáncer ni a la muerte. Estas cosas ocurren en la naturaleza y no soy excepción por no tener más suerte.
Déjate de llorar que yo no quiero verte naufragando en el llanto sin tener la certeza de que vaya a morirme. Pretendo conmoverte con los ripios burlones que rondan mi cabeza.
Todavía soy joven, todavía me altero con la hombría de alguno, todavía me muero por aquel que se ríe del mundo y su falacia.
Créeme si te digo que prefiero, sin duda, vivir intensamente cuatro días desnuda a diez años vestida de luctuosa desgracia.
Lo mío es el silencio a bocajarro y es el sí pero no de los dementes, si juego al mordisqueo con los dientes en la vorágine del despilfarro.
Por algo soy la reina de un cotarro que es un milagro de maledicentes misántropos de lenguas impacientes que teorizan sobre mi desgarro.
Lo mío son las pieles con blindaje que huyen de la quema, el sabotaje del odio que de traumas se enguirnalda.
Los soldados del alma rompen filas en la fatalidad de mis pupilas y ¡sálvese quien mate por la espalda!
Cave canem
Nunca le tendré miedo a tu furia suicida, -dueño del lupanar de las descalzas- ni al vítreo humor que mana de tu memoria herida ni al púlpito de ira en que te alzas.
Siempre culpaste al mundo de tu propio fracaso, -indianajones virtual del malditismo- oscuro proxeneta del imparable ocaso, epicúreo voraz desde tu abismo.
Gozar manipulando perversiones ajenas para sacar partido de alegrías y penas, nunca resulta fácil. Triste lauro
coronando las sienes de tu instinto. Mi miedo se murió en tu laberinto. Cave canem…recuerda, minotauro.
Oblitare
Se me perdió el amor sobre una cama, me lo dejé tirado como un chal que se olvida y se recuerda sólo cuando el frío reclama su calor por los hombros de la vida.
Desechando aspavientos melindrosos, me acostumbré a temblar sin su seda crujiente. No me cegaron más sus destellos luctuosos ni su revuelo me enturbió la mente.
Se me olvidó el amor, su olor, su tacto, en el momento exacto de pisar el asfalto de charol.
Nada me hizo volver a buscar su cobijo, fue la calle acertijo que esplendió ante mis ojos con el sol.
A ese lo compro yo
A ese lo compro yo. Dime ¿Qué cuesta? ¿La libertad, la paz, un magnicidio, o tan sólo tu gesto de fastidio por la boca que esconde su respuesta?
La manzana podrida de la cesta la quiero para mí. Su voz de ofidio reptando por los muslos del suicidio con cara de ganar siempre la apuesta.
¿Disoluto y voraz, dices, vampiro? ¿Nosferatu del aire que respiro? ¿Visionario y Babel?
¿Cuánto vale su vil bala perdida? ¿Qué precio hay que pagar? ¿Sirve la vida? Yo me quedo con él.
Silencio
En brazos del silencio hoy busco mi acomodo. Con discreción de amante, su amable terciopelo me envuelve y yo lo siento un delicioso modo de olvidar el mundano fragor y su escarpelo .
A mí misma me niego el mínimo sonido, renuncio a que se sume mi lengua puntiaguda al rito del escándalo, antes que darla al ruido elijo libremente el estatus de muda.
Diré que se me ha roto la voz en la garganta y me callo mi hastío y que se me atraganta el bocado indigesto que se ha vuelto la vida.
No quiero malgastar saliva rebuscando la palabra forzada que no acabe sonando en mis labios de escarcha a triste despedida.
Génesis 3.0
Días de lluvia, hastío, miedo y llanto, en que reina un silencio diferente, y es obligado ser sobreviviente a base de encerrarse a cal y canto.
Sentir la incertidumbre en el ambiente, vivir la indefensión, sufrir quebranto ¿ qué huella dejará de solivianto en nuestro imaginario impenitente?
Y después de este tiempo detenido, el soñar con volver a todo aquello que nos trajo hasta aquí ¿ Tiene sentido?
Más bien debiera el hombre plantearse su absurdo existencial y en un destello de lucidez, volver a reinventarse.
La cadencia perfecta
Lo siento, hoy no me inspira la musicología preciosista, aspirante a lo imperecedero, de esa que se obtiene tallando con esmero la palabra vacía.
¿De qué me serviría gastar treinta segundos buscando en el tintero los melismas que aúpen mi nombre al candelero cuando ya no me queda ni media avemaría?
Ahora lo que urge es disfrutar absorta la cadencia que surge desde la sangre adentro y te endulza el latido.
La que te va evocando los rostros familiares de los que has ido amando, cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.
Un aleteo triste
Siempre estas ganas de salir corriendo, de huir de la diabólica rutina del silencio y la espina en la que hace ya tanto me vengo consumiendo.
Siempre la voluntad que predomina de continuar cumpliendo con tu papel estúpido , sonriendo mientras sin ruido mascas la obviedad de tu ruina
Un aleteo triste, rumor a libertad en cielos irreales, es todo el desahogo que el cuerpo se consiente.
Si el corazón resiste y late , aun malviviendo, trabado entre zarzales, pues qué va a hacer el alma, tan mística y prudente .
Hoy que vuelvo a Madrid, dime quién me conoce cuando bajo hacia el metro de Diego de León y alguien lee junto a mí tu libro de murallas, mientras subo los ríos del recuerdo
El rostro de mis hijas es de color de fruta. Ellas sí que están vivas, lloran, juegan, se suben encima de la mesa. Tú me observas besándolas con tus labios distantes. Yo no soy la que era, me has divinizado, me he vuelto transparente, como cruza en los ojos un aroma inconsciente, un gesto que trasluce geografías voladas.
Los días se me escurren, son lo mismo que el agua y mi voz es reguero que se borra en el viento.
Todo ocurrió deprisa, un sueño inverosímil, como si mis poemas desnortaran relojes. ¿Adónde fue mi corazón, sus árboles?
El amor cuando nace tensa el aire y la lluvia, surgiste de ti mismo y cambiaste mis normas, me conociste frágil, hoy soy eternidad.
Pero me estoy muriendo cada vez que te nombro.
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de verso alejandrino & heptasílabo).
Alejandro Sahoud
Menos tu nombre
cuando soy triste yo me voy al viento porque la sombra se vuelve inhabitable inhallable el camino y cuadrada la esfera
todo está de revés menos tu nombre que hace señas de niño en un andén sin trenes pero con tanto papel despedazado y tanto polvo largo que a veces es sólo un buen fantasma diletante
tu nombre sin zapatos que pisa minucioso el agua turbia me exime en la navaja y en las cruces del no miedo a sufrir mas sí a que sufras como la rozadura larga de una herida que me sangra en la frente
triste que soy a veces desleído acuarela de nieblas y lloviznas y babas que devoran eso pétreo de mí como un unto pulsátil largo musgo y ausencia inhóspita guarida de éste mi último aliento con que a veces escribo o me mojo en verde oliva rozo el viento en tu nombre con el cansancio trágico en el ala y la certeza de que el sol existe sobre lo más oscuro de su vientre
¿quién llagará tu espalda una vez que mi látigo se hiele? ¿quién llagará mi sed si se muere despacio en tu diluvio?
los dioses no se ocupan de esta tarde en que el viento y el polvo comulgan imprudentes en una niebla espesa de pañuelos
si no te importa me llevaré tu nombre en algún lado
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de versos en ritmo endecasilábico).
Silvio Rodríguez Carrillo
Lacondición
De pronto las calles asfaltan la noche, cantando silentes el paso tranquilo que ofrezco a la nada, callando el latido que sienten apenas oculto del odio feroz anidado en los ojos del pobre que tiende su mano y descubre el vacío en el otro.
Sospecho la llama, el sabor a madera quemada arriba, en el cuarto que fue de los niños que nunca supieron de qué se compone lo lleno, que acaso temprano aprendieron a hacerse maduros y fieros, igual que los libros que escriben los altos suicidas.
Detrás de las cámaras, siempre detrás de las cámaras, me miro las manos, reviso medidas y pesas, el paso del tiempo en mi vientre, los duelos que ocultan mi risa irredenta y que juzgo imperiosos, o justos, no sé… Las canciones esperan si digo que vienes.
(Poema blanco en verso pentadecasílabo)
Jordana Amorós
Abrazo extenuante
Me fatigas, lo sabes.
Es cansado tener que perseguirte por todos los rincones de mí misma con el afán voraz de conseguir exprimir, uno a uno, todos mis sentimientos.
En cada uno vives, en cada uno estallas, en cada uno entregas, sin pudor, Poesía, la palabra desnuda la que mejor define lo que soy.
Lo que sueño.
Me consumes, quisiera poderme liberar de la querencia innata de tu abrazo extenuante, al menos mientras duermo.
Pero es que eres tú o tener que enfrentar a solas mis temores.
Eres tú o mis angustias.
Eres tú o la verdad de mi fracaso.
Eres tú o mi desdicha.
Eres tú o aprender a tragarme mis gritos.
Eres tú o existir sin que el aire se entere.
Y morir poco a poco como mueren los tristes.
Sin haberle encontrado un sentido a la vida y rumiando amargores.
Eres tú o aceptarme, derrotada anticipadamente.
Sucumbiendo, sin dar una batalla, al sepulcral abrazo del silencio.
(Poema de verso blanco polimétrico : combinatoria de versos de arte menor y arte mayor en ritmo endecasilábico).
Te mudaste a mi piel desde el desierto y encontraste la sombra transitoria de un pájaro perdido en la memoria para resucitarte de lo muerto.
Me mudé a tu piel en desconcierto, al aura clandestina de tu historia desde mi libertad de trayectoria con la imaginación al descubierto.
Y tanto dibujamos el retrato de la fascinación, en concordato contra la oscura esencia del destino,
que de páramo a páramo la piel -nómada sobre el canto del papel- a jirones quedóse en el camino.
Sergio Oncina
Se acaba
El tiempo se me acaba. No hay mañana y siento que naufrago en lo corriente, que atesté de futuros el presente en una vida de rutina vana.
Respiro cada día con desgana el aire de la pena, la indecente mediocridad que habita entre la gente y me vulnera abúlica y tirana.
¿Cuántas horas me quedan de pasiones? ¿Cómo he de soportar las emociones que anticipan el fin de la existencia?
¿Aliviará la oscuridad maldita o dolerá la luz que inhabilita, nos duerme, nos deslumbra y nos silencia?
Silvio Rodríguez Carrillo
Cuándo
Los reveses acuden sin horario, sin saña, con el hambre inocente del neonato que busca en su madre sacarse de las tripas las lágrimas que le irritan sus modos y los ojos en fuga.
Los percances del viento musitando mañanas al oído del solo que dibuja negruras pretendiendo su muerte con el filo de un arma, acaecen sin fechas ni razones robustas.
En la prueba del nombre describiendo su fondo en las olas inquietas del papel que se mueve, se define constante, sin errores, la risa
o el lamento que marcan como emblema de vida, la actitud de arrecife, de oleaje demente, o de imbécil al uso que se goza en el lodo.
Jordana Amorós
Oración crepuscular
Que no sea el relente de la tarde norteño, que no asemejen sangre las luces del ocaso, que no truene esta noche, que llegue pronto el sueño a cerrarme los párpados con sus dedos de raso.
Que amanezca un mañana de semblante risueño en el que no diluvien las hieles del fracaso sobre mi corazón, pues, aunque pongo empeño ni una sola gota me cabe ya en su vaso.
Cada vez más perdida, cada vez más dejada de la mano de un Dios, que nunca presta oído a la oración que rezo con voz desesperada.
Cada vez más escéptica, cada vez más cansada de seguir por seguir el viaje sin sentido por este Erial de Lágrimas, camino de la nada
Isabel Reyes Elena
Oscuridad
Noche oscura del alma, quién pudiera frenar la sangre de mi turbia herida y en tu luz intangible y transgredida sembrar mi soledad de enredadera.
En ti y en tu silencio, compañera, establecer el punto de partida, y a tu lúcida sombra ser la vida que renueve la paz de otra ribera.
Quiero que acojas mi calvario interno en el combate inútil con lo inerte y me apartes el cáliz de su infierno.
Y abandonarme en ti para saberte conmigo ante el abismo de lo eterno hoy que siento el desgarro de la muerte.
Idella Esteve
Dudas
¿Cómo es estar allá; duermes y sueñas, vives, tienes consciencia de esa vida, algún recuerdo hay de tu partida, puedes mandarme algunas contraseñas?
Cuando voy a Castilla las cigüeñas contemplan mi apariencia alicaída, con la mirada ajada y aturdida, mis esperanzas viéndose pequeñas.
Pero he de remontar todas mis dudas pues no importa si vives o estás muerto si muerta es la ilusión de estar contigo
porque no tengo dioses y no hay budas ni a quien vaya a rezar en campo yerto para que puedas ser y estar conmigo.
Hacia algún lugar se va borrando el contorno esbelto de la noche y se marchan las estaciones que nos sueñan a mundos que se quedan sin luz como soles apagados de un zafiro. Tan lejos te fuiste con la oscuridad envuelta en tus pupilas a esas remotas aldeas del ayer donde yace el amplio corazón de los que amaron al lado del temblor desnudo que les arrebató el primer asombro.
Igual al solitario que arrea su embarcación destartalada por los mares atento a ese ribazo donde el azul se quiebra y susurran el más allá las caracolas, te busco con todo lo que soy y lo que espero, por si tal vez siga tu historia en esas arenas del olvido y se aferre aún el invierno a tu chamanto, al joyel y al anillo que en tu último Diciembre luciste detrás de las vidrieras para que más brillara la aurora en el negro adivino de tus ojos que sedujo jaguares en los míos,
Llueve y acaso escuche el nombre que tendrás mañana; ahora: es el peso aplastante de la ciudad sin ti, donde tú comienzas y lo demás termina, y dice Kafka que no somos más que fantasmas de tiempos pasados.
Isabel Reyes Elena
Naúfrago en tierra
¿Qué tiene dentro la paz de la palabra? Y muchas aguas diluviaron encima de mis manos sin dar con la respuesta. Estoy muy sola con unos cuantos nombres desnudando mis ojos. Han huido de mí dejándome en los dedos un perfume de armas y ceniza.
Yo soy una mujer imposible de atar que va dejando huellas por la arena, un perdido perfil en un retrato que no acierta la luz.
Y quemé mis pestañas y mis dientes en las hondas hogueras del ocaso con la misma pregunta. ¿Quizás puedo cambiar de rumbo al mundo?
Pero muchos maldicen mis palabras se juntan en las tardes, conjuran al crepúsculo, se miran buceando en los ojos y si oyen un momento mi voz levantan árboles y el mar ponen en pie. Ya no hay orillas para mí que soy náufrago de tierra.
Ahora al mediodía de mis años dejo que vengan otros a robarme lo que yo nunca tuve , que me exilien a una tierra jamás pertenecida y no sean las sombras quienes pongan mi grito en cuarentena.
Me he dado tanto cuanto me fue posible, mas ignoro si me queda en los huesos algún haz de luz por entregar. Mientras, persisto luchando por un mundo más humano con toda mi inocencia en carne viva.
Que nadie venga ahora a apedrearme la mirada pues me sobra el arrojo para quebrar sus cántaros de sombra.
Orlando Estrella
Cosas de compromiso
Nunca he sido el más rápido ni tampoco el más diestro, sólo he jugado con las cartas limpias en un campo minado de alimañas.
Me ha bastado cuidar mi espacio siempre como esos animales acosados y despreciados por el hombre y nadie ha traspasado esa personal línea al menos que lo haya permitido.
Sé que eso no es vivir de acuerdo con los tiempos donde hay que estar globalizado, público, donde nos puedan ver con su mira letal.
Así he sobrevivido no por ser más certero, quizás sí el más prudente. Y un dolor escondido, invisible, probable, de darle gusto a una pobre rata de cargarse y pisar a este tipo de hombre.
Si parezco arrogante, puede ser mi gran culpa, pero guardo recuerdos: permanecer callado y fuerte, mientras, me pedían a fuerzas las palabras.
¿Eso es orgullo? Sí. Y creo que cumplí con mi deber a proteger a mansos, también a cimarrones.
Esas fueron las cosas del compromiso.
Jordana Amorós
Feroz melancolía
Ni los ojos se inmutan, ni el corazón se duele.
Ahí fuera un insecto acaba de estrellarse contra el cristal, se agitan las hojas ya resecas al sentir el aliento de la brisa otoñal y un pájaro despide con un réquiem magnífico ese rayo de Sol, aún tibio de Octubre, que regala la tarde.
Aquí dentro, tristeza exhala cada pétalo de esa última flor que me brindó el rosal, que en un jarrón de vidrio, cortada, languidece.
¿De qué me quejo yo?
¿De tener una mente soñadora, amante de extraviarse en elucubraciones metafísicas, y una piel sensitiva hasta el espasmo?
Hoy han nacido estrellas y han llegado a su fin constelaciones.
La vida ha de seguir sin detenerse su ritual de costumbres.
El que el humus al humus deba volver, no es drama.
La tragedia es saberlo.
Y presentir que al aventar tu polvo no ha de haber quién se inmute, es lo más natural que no tiemble siquiera ni un átomo del aire
Dolor es la certeza que te infesta, feroz melancolía, igual que una carcoma mordiéndote la carne.
Ana Estepa
Laberíntica
Es comprensible que no me entiendas. Yo nunca me hallo cuando más me necesito. Estoy ausente entre mis pensamientos, perdida sobre mis huellas en un laberinto absurdo que tejí para nadie.
Tantas veces me he matado que ya no sé si soy una ilusión de mi memoria o un cuerpo vulgar y tangible.
Puedo jugar al juego de las ilusas y convertirme en una víctima de mis propios trucos, pero si el corazón se aferra a la locura debo de deslizarme entre las sombras, callada, antes de que enraicen los latidos.
Perdona mis silencios, o si mi voz te hizo daño. Si me marché de puntillas, de forma inesperada.
Solo busco la forma de huir de mí misma y de encontrar la manera de volver a estar sola.
Silvio Rodríguez Carrillo
La torre
Desde siempre la lluvia y su susurro que no perdona rabias ni asiste por lo bajo al que ajeno a lo bello se dedica al odio sin secuelas, al puño sin violencia que termina en bostezo, en una lástima.
Y por siempre los guiños atrevidos; la mirada furtiva que busca en el debajo de las faldas aquello que le empuja a encontrarse con el límite puro de su hombría, el vacío que llena con las putas y santas que escribiera el Humberto en su novela.
Los ríos
Si después de mi risa y mis lamentos, se llena tu pantalla de perfiles exactos, con errores sin faltas estudiadas, con aciertos fortuitos, regalos de Fortuna, disfrutalos a pleno, que son tuyos.
Yo sé bien acentuar que soy pasado si el futuro me muestra que me toca perder o ganar -con los años es lo mismo-, y me gusta cederte la palabra final por si acaso te preña de alegría.
Los huecos
Sin ayuda me elevo y crucifico –sobre el rojo tardío de todos los crepúsculos– el suspiro intranquilo de las niñas que en mi boca anidaron su verdad que pretende imponerse por Roma a quien no ama.
Con mi sombra y mi nombre a los costados, trepado a las rodillas que me quebré de joven, me desplazo y te aparto; nos excluyo del relato sencillo que dicen y murmuran los que lucen, sin gloria, sólo huecos.
Morgana de Palacios
Disforma
Un poeta se sienta ante el papel en blanco y dice, hoy voy a escribir un metro y medio de poesía amorfa que es lo que se lleva hoy en día pero además como soy un innovador de la disforma la voy a vender al peso.
¿Cuánto vale un kilo de poesía amorfa? ¿Y un kilo de talento, cuánto vale?
¿Cuánto pesa un metro de poesía de amor? ¿y de odio? ¿y de despecho? ¿y de libertad, oiga, cuánto pesa un metro de poesía libericída arengadora de hordas verbolálicas?
¿Y qué es lo que más pesa en la lírica por metros?
Ya lo sé la elegíaca sin duda, la mortífera, la letal, la poética del desahucio el resto, pecata minuta intrascendente.
Ya no existen las formas, así que olvídate del clásico «y pesan más dos tetas que dos carretas»
ahora, ya sabemos que del amor al porno hay 30 gramos y que el desamor pesa un poco más y un poco más el despecho y un poco más pero poco la soledad.
Yo quiero romper el oremus del ojo lector y escribir un metro de elegía sobre la muerte de lo que sea
muerte y muerte, mucha muerte pesadísima
-Ah la erótica de la muerte-
al fin y al cabo se trata de un negocio que no entra en forma alguna
¿Quién me compra un cuartito de lengua putrefacta?
Anímense que a mí me quedan tres centímetros para terminar de cagarme en la putamadredelapoesíadisforme.
Gavrí Akhenazi
Manual de uso
Esto que hago es una especie de desaprendizaje.
Un regreso a lo darc tan necesario a mi supervivencia.
Mantener en la boca las continuas deslunas del suspenso deshabitar la calma, acidular la miel de lo que nunca mutará en ceniza, cargar el repertorio con antiguos hedores y dejar que refluyan los crujidos a hueso descarnado.
Esa victoria pírrica sobre la antigüedad de tus cadáveres solo ha alojado ruina en los pasillos
y las malas arañas tejen sus leyendas de sal sobre los ojos de las perfectas fantasmagorías que insisten pegadas a los muros.
La gloria ha caducado en su oropel de miedo mientras todas las ratas que han saltado del barco de la fe están ahítas de su propia mierda en despensas vacías.
Solo hay que dejar morir lo que no sirve para prevalecer.
Y luego, renacer holgadamente oscuro y torrencial para ser destripado por tu idioma.
Ya no quiero seguir. El manso río caliente de mi sangre esta cansado de correr por correr, desorientado, en la mitad de un páramo sombrío.
Bajo el cantar risueño y sosegado que entona su corriente, anida el frío de los limos del fondo y el hastío del que huye y no llega a ningún lado.
Siento la tentación de detenerme, para el desfallecido es placentera la agrisada visión de lo que duerme.
Pero algo me empuja a que prosiga, y es que, a veces, ¡qué bella es la ribera tecnicolor que mayo nos prodiga!
Aproximadamente
Echo en falta un color, un matiz de la luz, una textura…
Alguna interjección -de aquellas malsonantes- un adjetivo prístino, o un verbo palpitando con las ganas de decir la verdad.
Pero todo es inútil…
Un dolor sordo y sólido , enquistado en el pliegue más íntimo de la dermis del alma, no hay quien lo dibuje o lo defina, ni aproximadamente,
Y así no hay manera de encontrar la palabra con suficiente filo para sajar y aliviar los humores de su ántrax o la oración, a modo de conjuro, capaz de exorcizarlo.
En consecuencia, sigue ahí, ineluctable, urente, tenaz en su inhumana disciplina de arruinarme mis días, huérfanos de horizontes, y mis noches pulsátiles para enaltecimiento y gloria de su llaga.
Toca, pues, ignorarlo, tratar de sepultarlo en las regiones profundas del olvido.
Y esperar.
Solo el tiempo puede sanar, si nunca le devuelve el aliento a los cadáveres, hecha ceniza, al menos aligera su carne putrefacta.
Echo en falta un reloj, quiero contar -aproximadamente- cuantas eternidades torturadas aguanto a malvivir sin derrumbarme.
Sospechando la cruda realidad:
Apenas la presencia indefinible de mi dolor -ahora es MI dolor- pujante, omnipresente me abandone, mi corazón, absurdo y rutinario, habrá de comenzar a echarlo en falta.
No sé si es que leí mal los prospectos de la vida o es que no traduje bien su argot, que por mucho que me estruje las neuronas, no cuajan mis proyectos.
Cuando a tu alrededor el mundo cruje al sentir que te fallan lo afectos, un buen boceto de los desperfectos no habrá ningún Da Vinci que dibuje.
¿Quién no tiene en su haber un cataclismo, virus, error o eructo del abismo que le ha puesto la vida bocabajo?
Si alguien te viene a hablar del optimismo existencial… enfréntalo allí mismo y, sin remite,!mándalo al carajo!
Y si no es ahora
Después de pelearse, tan a brazo partido, con la vida, hasta el borde del desfallecimiento, ¿Quién hay que no ambicione recobrar el aliento, mientras dentro del pecho se aquieta su latido?
Yo le mantuve el pulso, pero que lo he perdido hoy me predice el aire con su temblor friolento, y, si no es ahora, ¿Cuándo será el momento de iniciar el regreso hasta el calor del nido?
Allí donde al rumor de un mal presentimiento acallan los arrullos, donde no existe un ruido que distriga al espíritu y florece el olvido benefactor, que ignora cualquier resentimiento,
En el que abandonarnos al ensimismamiento y volver a soñarnos los que habíamos sido.
Huele a húmedo octubre… No varía el ritmo estacional y a mí, puntuales, llegan hoy los aromas espectrales a flores secas y a melancolía.
Siempre llueve en otoño y la sangría de las líquidas venas celestiales escribe mansamente en mis cristales con su confidencial caligrafía.
Quisiera descifrar, tras la angostura lacrimosa que traza en sus regueros, a qué pesar se deben sus enojos.
Y es que me niego a oír lo que murmura mi corazón, que tales aguaceros perennes solo ocurren en mis ojos.
Bye, bye
Dos mil veinte maldito, hace ya doce meses todos te recibíamos contentos y felices pues aunque no creyéramos que trajeras perdices, tampoco imaginábamos que tan nefasto fueses.
Te habríamos cerrado con muy malos modales la puerta en las narices, de haberte conocido y así nadie en el mundo hubiese padecido tu luctuoso e infame catálogo de males.
A pesar de las lágrimas que hemos derramado por ti, nos disponemos hoy a decirte adiós con el ánimo firme y el gesto esperanzado.
Y alzamos nuestra copa por el que ahora a estreno viene a sustituirte, pidiendo solo a Dios que, queriendo imitarte, no llegue a hacerte bueno.