La «poética del arrebato», el proyecto Ultraversal
por Gavrí Akhenazi
Es muy difícil hablar de lo que se hace; tomar distancia y hablar de Ultraversal. Al menos a mí, intentando armar conceptos en este editorial, se me produjo una especie de conmoción porque cuando los proyectos se llevan adelante, el proyecto te absorbe hasta el punto de perder la verdadera dimensión del mismo. Solamente uno se aboca a trabajar en él con toda su libido al servicio del objetivo y pierde la noción de «proyección» que el susodicho proyecto pueda tener o el impacto que logra en los demás.
Entonces, el editorial me obliga a detenerme y mirar y por sobre todo, a reflexionar sobre la historia de Ultra, que ya lleva más de 18 años en el aire y ha formado escritores que hoy se pasean por el mundo ostentando sus premios.
Ultraversal puede enorgullecerse de los nombres famosos que han pasado por sus entresijos.
En dieciocho años largos que Ultra está en el aire como Proyecto Cultural, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que de nuestro semillero han salido poetas y escritores que hoy están en los catálogos de esas editoriales que todos nombran y de otras muchas y que, cuando entraron a nuestro proyecto no podían distinguir una sinalefa de una sinéresis aunque hoy den conferencias.
Solamente hay que ir para atrás en las historia del foro, porque todo está escrito y lo escrito no permite mentir, ya que una de las premisas de Ultraversal, es que no se borra nada de lo que en ella se escribe.
La corriente literaria del Proyecto se llama «Poética del arrebato». Ese es el nombre que Morgana de Palacios eligió para bautizar el mecenazgo que encaró, porque Ultraversal es un proyecto gratuito, costeado por su fundadora y sin ningún fin de lucro. Se trabaja en él desde y por el amor a la literatura y en defensa de la literatura.
«Poética del Arrebato» porque la escritura es una movilización interna, íntima. que desafía los límites de la creatividad y detona la fuerza creadora del artista poético. Se basa en el sistema motivacional, en que lo que alguien dice despierte en el otro el ansia de crear y de hacerlo con calidad y excelencia. Que se muevan sus mundos interiores y suelten la voz oculta que todo escritor tiene.
La premisa es que todos aprendan de todos, que todos ofrezcan a todos la honestidad de la apreciación, y de ese modo, el crecimiento es conjunto.
A diferencia de otros proyectos que quisieron copiar el modelo Ultraversal, nosotros priorizamos la calidad sobre la cantidad. No nos interesa tener cincuentamil claques que se aplaudan y alaben unos a otros, sino cincuenta miembros solidarios que quieran crecer en conjunto ayudándose los unos a los otros desde la más profunda honestidad.
Por ende, todos somos iguales ante la ley, no importa si venimos de los catálogos de las editoriales o de la cocina de nuestra casa. No importa cuál fue nuestro recorrido literario antes de ingresar a Ultraversal, porque si decidimos poner nuestro conocimiento en este proyecto exigente y altruista, importa lo que hacemos, no quienes somos y por sobre todo, lo que creo que nos hace posibles, es si lo que hacemos, lo hacemos bien. Y en este punto, a las pruebas me remito. El que quiera certificar mis palabras, puede pasear por los anales de Ultra y verá nombres que rubrican lo que yo digo aquí.
Muchas de estas personas no dirán: «yo aprendí en tal lugar a escribir como escribo», porque el ego del artista es superior a la calidad humana en muchos casos, pero el mayor orgullo de Ultraversal es justamente haberlo conseguido, no estar en la boca de aquellos, sino saber que aquellos son esos que Ultraversal formó.
Así que, «formamos» es el término. Y la premisa es «se puede».
¿Se puede responder a la pregunta de cuál es la forma correcta de separar un verso en una composición en verso libre?
No creo que si se utiliza una sintaxis normal, un autor no sepa cuando una frase se corta de manera inadecuada forzando un encabalgamiento poco atractivo y, desde luego, únicamente el poeta sabe cuando debe iniciar un nuevo verso en función de su propia expresión y del ritmo que le esté imprimiendo.
Cualquier tipo de verso tiene unas normas determinadas, así que hablar en poética de libertad absoluta, es imposible.
Lo que llaman verso libre es una variante compleja de conceptos que ya existen en el verso tradicional, como el ritmo y la cadencia, y de ningún modo se puede llamar verso libre a tantos casos lamentables como se ven, si carecen de ese ritmo.
Aunque el verso libre rechaza la normativa poética tradicional, sin organización rítmica, el poema no puede existir.
Yo aconsejaría, precisamente para afinar el oído y que no existan dudas a la hora de dar por finalizado un verso, que se estudie la técnica rítmica.
Ser poeta no es algo cómodo ni fácil. Ningún arte lo es, así que nadie que desconozca la base de la poética o desprecie el arte que ser poeta requiere, puede llamarse a sí mismo poeta. Picasso no empezó directamente como maestro cubista ¿verdad?; conocía la tradición y la técnica y a partir de ahí, pudo actuar. Los grandes músicos de jazz conocen a la perfección la música clásica y es en ese conocimiento como componen sus obras más brillantes.
Creo que era Robert Fros el que daba un ejemplo magnífico sobre la utilidad básica de la métrica para alcanzar la libertad a través de sus límites, porque ninguno de los dos conceptos existe sin el otro (libertad-límites).
Decía, que nadie podría jugar al tenis sin disponer de un campo de determinadas características y medidas, de una red con una altura precisa y de otra serie de límites, que bueno, estaríamos jugando a cualquier otra cosa pero no al tenis. Lo mismo ocurre con el verso llamado libre.Dos jugadores que tengan una raqueta y una pelota rglamentaria, que no quieran delimitar su campo de juegos, pueden acabar haciendo carreras inacabables o a puñetazos si son intransigentes.
Elliot decía: «Ningún verso libre es libre, para aquel que aspira a un buen trabajo».
Sobre una gráfica imaginaria, el trabajo del poeta puede provenir de dos líneas. Una de ellas es su conciencia y trabajo contínuo, la otra línea es simplemente su curso normal de desarrollo, su acumulación y asimilación de experiencia (no buscada sino solo aceptada en función de lo que se quiere hacer).
Por experiencia entendemos las consecuencias de la lectura y reflexión sobre intereses de todo tipo, contactos, conocimientos, así como pasión y aventura. En cualquier momento, ambas lineas pueden converger en el punto más alto, de modo que obtenemos una obra maestra.
Es decir, de la acumulación de experiencias que se cristalizó para obtener el material artístico y de años de trabajo en la técnica que preparó el medio adecuado, se deriva algo donde medio y material, forma y contenido, son indistinguibles.
Ahí está la perfección del verso…incluso la del verso libre.
Para considerar libre a un verso con respecto a las convenciones métricas y rítmicas que rigen en cada lengua, hay que dejarlo reposar sobre la «violación» de la tradición y para violar algo es necesario conocerlo. El verso libre, necesita contener un germen estructural que se repita, ser el reflejo de otros versos.
Por tanto, la base para la separación de los versos es el ritmo. La base para conocer el ritmo es la técnica métrica y acentual. Cuando un autor conozca mínimamente las normas básicas de la poética, podrá optar con brillantez por saltárselas sin perder lo fundamental y sin que se conviertan en simple prosa recortada, o directamente en caos literario.
Tú te anticipas, yo actúo cuando no tiene remedio y están los ojos del tedio fijos en mí, como un búho. Hasta que me desvirtúo con mi vestido de insecto y llego al fín del trayecto gris, desvalida y opaca, no salgo de la cloaca ni me alzo en vuelo perfecto.
Duermo poco, tengo afán de permanente vigilia y el sueño de mí se exilia con despechado ademán. Sólo despierta el desván de los sueños se me ofrece y es entonces cuando crece – con qué infinita paciencia- la flor de la efervescencia que entre mis versos, se mece.
Y deliro, como tú, arrebatada la frente más fría si más ardiente, dúctil caña de bambú. Plumita de marabú vilano de cualquier viento, cosquilla del sentimiento que se ríe de sí mismo. Deliro mi agnosticismo con la fe del irredento.
Morgana de Palacios
Si te digo piel de musa me rebanás el garguero y prefiero otro entrevero que morir bajo esa excusa. Para la ruleta rusa, me toca siempre la bala así, en tus manos, resbala mi cerebrito licuado. Y tu verbo, ensangrentado, en su pasión se acristala.
Pero es verdad que mi rumbo va siguiéndote el donaire, silbando bajo, al desgaire, como mosquita, te zumbo. Y si me amenaza el chumbo de tu mirada esmeralda, tu corazón rojo y gualda contra mi blanco y azul, sé que no ves un gandul olisqueándote la falda.
Porque aunque todos te digan que yo no soy para vos, que sos buena y yo feroz, nuestras semillas, espigan. Las pasiones desobligan a lamentar tanto muerto y a descabezar al tuerto que escupe malas miradas. Con las almas anudadas cruzamos cualquier desierto.
Gavrí Akhenazi
Si me dices piel de musa te condeno al ostracismo, que es un término en sí mismo del que hasta el más tonto abusa. Por debajo de la blusa se me «alergiza» la piel cuando veo en el papel el nombrecito de marras. Me gustas más si desbarras saliéndote del riel.
Anda, no delires tanto ni te busques más problemas que mi nombre en tus emblemas aumentará tu quebranto. Precisamente el encanto que tiene la situación, es que somos en función de cómo se mueva Eolo, ajenos al protocolo que requiere cada unión.
Que eres tú mucho poeta y no te hace falta alguna, cualquier musa inoportuna que quiera darte la teta y luego te comprometa a serle fiel de por vida, cerrándote la salida para el verso libertario. Quita, quita. Solitario te lames mejor la herida.
Para cruzar el desierto mejor sin musa ni muso, que ambos somos multiuso en cualquier terreno incierto. Con el pecho al descubierto y el corazón al galope, tendría que ser miope para no sentirte cerca. Soy altiva mas no terca si el tipo es cinemascope.
Morgana de Palacios
Si me aguanta, le respondo; pero más si viene fresca me gusta su picaresca y su garbo sabihondo. No se me da el cante jondo, pero a la pasión me entrego y en el amor soy tan lego como un dinosaurio fósil. Aunque su verso es tan dócil que me envuelve su dondiego.
Me tiene en muy alta estima su pensamiento poeta pese a que soy pura jeta en asuntos de la rima. No me hallo en la tarima, señora de mis quebrantos y asusto con mis encantos la modernista vanguardia. Sabe bien, pura metralla, mato diablos, bajo santos.
Divertido por bocón, rapidito en el negocio de achurarle el tiempo al ocio y alegrar su corazón. Cuando me mande al rincón, por zarpado y lenguaraz va a extrañar mi mente agraz en esta vida difusa. Usted, mi pasión, mi musa, yo apenitas, verbo audaz.
Gavrí Akhenazi
Tiene usted muchas pasiones cordobés de pacotilla, y yo estoy en la otra orilla estrangulando emociones. Siendo un As de corazones lleva repleto el petate de mujeres en combate por su músculo cardiaco. No me meta en ese saco no sea que me arrebate.
A jetón nadie le gana. ¿De dónde saca, querido, esa humildad sin sentido que me deja en la ventana? Con precisión cirujana se cachondea de mí clavándome el bisturí -volviendo a llamarme musa- en la dermis que, contusa, tiembla como un alhelí.
Ays qué malo, malo, bicho, de siete suelas, ladrón, mosasauridae cabrón que me pone en entredicho. Retráctese de lo dicho, que me jode el estandarte, y se está jugando el arte de la diversión conmigo, pues me iré como castigo con la música a otra parte.
Morgana de Palacios
Tan linda venía la joda, compañera de quilombo, que le iba a comprar el combo a su enjundia de rapsoda. Pero ya vio, está de moda y en auge la boludez del derecho y del revés sin que se entiendan razones. De punta, con mis tapones ando partiendo clichés.
Se me encolmilla la risa de animal de dentellada cuando hiende la pavada la verdad, sin cortapisa. Yo, que vivo en la cornisa del desastre y la tragedia parezco la Wikipedia: no hay guerra que no haya visto. A veces no sé si existo porque el mal, no se remedia.
Entonces, soy un iluso, todavía un serafín que va de uno a otro confín, ya desalado, contuso. Pero ¿sabe? me rehúso a resignar la bandera y aunque así mi vida entera sea un profundo fracaso no me arrodilla el ocaso. Sueña la paz, mi quimera.
Gavrí Akhenazi
Uno intenta ser amable como vendedor de tienda, por ver si el errado enmienda del verbo lo reprochable. Asertivo y agradable hasta que la mala baba de la prepotencia acaba con la paciencia más pura. Nunca fue Literatura lo que tu escritor soñaba.
Y se te afila el colmillo y las uñas se me afilan y los ojos que vigilan las estancias del castillo se vuelven torvos cuchillos para proclamar verdades. No sé si son las edades, las experiencias, el mundo y lo que tiene de inmundo lo que mata libertades.
Al final, la realidad llega con su cara acerba y consigue que nos hierva la sangre a su voluntad. Ni siquiera en la ciudad de la Utopía perece la hipocresía que crece entre mansedumbre escrita. ¿Quieres verdad? Dinamita el ego cuando aparece.
Ya sé que la alegría es transitoria como esa ciudad que siempre circunvalas en el viaje a nunca y en la que nunca te quedas a dormir.
Aromática como el dulce petricor que exhala la tierra cuando abre sus fauces al canto de las aguas.
Obscena como la sangre en el pan y el colmillo en la carne.
Inocente y estúpida como yo ante cualquier ventana abierta a temporales que he dejado de prever y me sorprenden sonriente y encueros.
Llega te besa nada contigo un rato se va y permanece escondida en la distancia con aquellas palabras que no quiero escribir.
A veces creo que no la necesito y me he coagulado de silencio.
Alegría
Morgana de Palacios
(verso blanco)
Con los libros bajo el brazo
Isabel Reyes
(verso blanco)
Llovía en el Retiro. Recuerdo escalinatas y un poema embrujado. Daba temor mirarme. También tengo yo ahora una sed infinita de que surja tu imagen.
Acaricias el frágil relente de mi pelo, sabe a limón de mármol la añoranza. No acierto a caminar, me asusto. Tus muros son muy altos. Quién me abrirá las puertas.
Casi apenas mujer te soy una exiliada que llega a la ciudad en esta noche espesa, esta cerrada lluvia. Me llamas desde hondos corredores sin aire.
Quién soy yo con los libros sujetos bajo el brazo, estudiante en la “Complu”. Me tomas de la mano y aquel parque disipa su maleficio verde. Se han secado mis lágrimas Nos vamos a encontrar.
Has llegado de lejos. El sol hace trasbordo por tu boca y empiezo a renacer. Reescribo a dos velas mi tesis doctoral, bebemos la tristeza solemne de esta ciudad a oscuras que mis ojos permiten.
Quién eres, quién soy yo. Dónde vamos tan tarde a prender ideales si no queda ni un taxi por el puerto nevado de los amaneceres. Hoy tengo enfrente ese parque de mi inútil tristeza.
Demasiados peldaños ascendiendo a mi frente.
Sangran los horizontes por los cuatro perfiles mientras en las esquinas de las bocas, y a plena luz de las pantallas, se trafica con paz impunemente.
Te ofrecen papelinas con dibujos de palomas y olivos que tan solo contienen un cóctel de moral adulterada.
Qué inútil es dormirse en el deseo de antiguas psicodelias si no existe terapia que libere el tóxico del odio que regalan en las mismas esquinas, bajo la misma luz, y tras las mismas bocas.
Caramelo de regalo
Ángeles Hernández Cruz
(verso blanco)
Me convenzo
William Vanders
(verso libre)
Esta noche me convence el insomnio. Es un instinto primitivo, un alma con mil ojos en mi retina tapada.
Soy un Cro-magnon hibernando despierto, en alerta y sigiloso, cauto para no ser cautivo, con herencias tatuadas en el muslo, de verbo herido y rumiante, enfurecido en el temor, acostumbrado a la amnesia, de mandíbula pensante, sobreviviente, libre, despabilado dentro del párpado caído:
un homínido
intrascendente,
con auroras a cuestas
para oscurecer el pecho
durante el combate.
Miro el río y, en él, miro la sombra del crepúsculo que se hunde en su musculatura acuosa.
Una sombra que no hace pie en espesuras, y derrumba minaretes de sentido por correntadas que arrastran olvido y desmemoria, como si fuese posible amalgamar sus gotas de mercurio.
Acaso sea eso lo que desteje el pampero mientras peina las trenzas de los sauces, lo que repite con su canto el zorzal zarandeando las voces dormidas, lo que insinúan los juncos con sus guitarras de mil cuerdas.
Miro el río y sus luces de atardeceres fugados: me recuerdan que esa moneda inadvertida que la tarde dejó caer en su bolsillo no es la misma que aquella segada por el filo de cierta memoria implacable.
María García Romero no es una poeta para leer de paso. Es una voz poética intensa en su delicadeza, en la que el lector debe sumergir su vocación lectora para abstraerse y así sensibilizarse con el mundo que la autora propone. La voz de María es una voz de altura, de esas voces frente a las que voces como la mía se detienen y se quedan allí, disfrutando.
Lo real, lo imaginario, lo que dicta la memoria, lo que calla (o no) la historia, lo común, lo extraordinario, lo mismísimo y contrario tan igual y tan distinto, lo sabido por instinto, las creencias heredadas… todo minuciosas nadas al salir del Laberinto.
El propósito del viaje no es marcarme, yo, la ruta: Luz y Sombra, en su disputa por dominar el lenguaje de este onírico paisaje, van mostrándome caminos en los de otros peregrinos, y mi paso se restringe, inconsciente, hacia La Esfinge de los aciertos divinos.
No es mi rumbo y es mi huella, y, al pisarla, escucho en ella ecos del saber futuro (equívoco, ambiguo, impuro) que a mi alrededor resuella y me empuja en el declive hacia aquello que me encuentre, a tropiezos, en el vientre de la gruta donde vive la voz que se desinhibe.
Y ya abajo, vacilante, me asomo al borde del charco que a mi imagen da su marco y conozco, en ese instante, a La Esfinge, en mí, delante: mi rostro, en su doble anexo, se ve, en el agua, inconexo; mi sonrisa, enajenada; mis ojos, no mi mirada; y mi cuerpo, en otro sexo.
Y La Esfinge canta: «Quien halla respuestas conmigo, olvida lo que le digo. Vienes sin recelos, y en- tre miedos te irás. Si hay cien- tos de intentos cruentos (reco- vecos, sueños presos) sé co- mo un mal sol y un buen planeta: si la luna ves completa, has vaciado tú su hueco».
Aturdido, le pregunto qué conocimiento esconde su mensaje, y me responde: «Comprenderlo no es tu asunto. Solo escucha, olvida, y punto». Su mirada aún embruja desde el agua, en fuerte puja mientras que la superficie va dejando que se vicie esa faz que desdibuja.
Y vuelve a verse mi cara solamente mía, todo yo, solo yo y, de ese modo medio yo, partido para siempre en la mitad más rara. Y entonces, en la experiencia de lo vacuo, en mi dolencia, fuera de la gruta encuentro que he sacrificado, dentro, lo mejor de mi inconsciencia.
Ni dormido, ni despierto, retrocedo en el abismo de mi viaje, con el mismo ingenioso desconcierto que me guía en el desierto y me deja más perdido, inseguro y decidido, desnortado, firme, lento, vigoroso y soñoliento, ni despierto, ni dormido.
Es el estado inconcluso entre las contradicciones, esta ley de oposiciones, lo que da sentido incluso al sendero más confuso: adelanto en el atraso, alegría en el fracaso, indulgencia y voluntad; pues la ilógica verdad se discierne paso a paso.
Paradójicos vecinos y ya perpetuos soportes en su baile de consortes, atento a mis desatinos y a sus efectos perversos, yo los sigo: dos caminos paralelos pero adversos que son uno, en mí enlazados: Sombra y Luz, a los dos lados y, delante, el universo.
Alma que se esparce y se eleva cuando quiero bajar al rio.
Piel y hueso ardiendo: quisiera huir de esta tierra en desolación.
Conciencia sostenida a bocanadas, aliento repelente que grita dejando atrás el tuétano vacío.
Me pregunto si soy cuerpo, tierra, deseos.
No soy metáfora de nada. Me veo tan real que me duele. Tan niño ya, tan moribundo, que la vida se me pasa pensando; que los dias se me escriben en prosa, en cencelladas, en aire, en nata.
Cuerpo mojado, alma en mojama, ceniza profunda.
Jesús M. Palomo
Te has dado cuenta que la luna tiene dados en que los números son historia rotando para ser marea sobre la arena que pisamos.
El tiempo juega con las copas sin morir… …corre aunque deseemos contenerlo. La tierra sigue mudando en su historia, nuevos números y una celda de espantos con otras cenizas y con masas entre soles.
Todo lo que pedimos es una pieza del río… …Y el llanto está secando nuestros ojos.
Leonardo Zambrano
Andar por esta mente troceada recogiendo jirones de mí misma es como practicar mi propia autopsia.
Bisturíes de luz arrancan del recuerdo las entrañas.
Todo me devora. Cuando tengo los ojos cerrados, es por mi vientre por el que soy devorada, es en mi vientre donde me ahogo. Cuando tengo los ojos abiertos, es a través de lo que veo por lo que soy devorada, es en el vientre de lo que veo donde me asfixio. Soy devorada por el río demasiado grande, por el cielo demasiado alto, por las flores demasiado frágiles, por las mariposas demasiado tímidas, por el rostro demasiado bello de mi madre. El rostro de mi madre es bello sin más. Si fuese feo, sería feo sin más. Los rostros, bellos o feos, no sirven para nada más. Miramos un rostro, una mariposa, una flor, y eso nos transforma, después nos irrita. Si nos dejamos llevar, nos desespera. No debería haber ni rostros, ni mariposas, ni flores. Tenga los ojos abiertos o cerrados, estoy contenida en un todo: de repente, ya no hay suficiente aire, el corazón me aprieta, el miedo se adueña de mí.
En verano, los árboles están vestidos. En invierno, los árboles están desnudos como los gusanos. Dicen de los que están criando malvas que se comen los dientes de león por la raíz. El jardinero encontró dos toneles viejos en su desván. ¿Sabéis qué hizo con ellos? Los serró por la mitad para sacar cuatro barreños. Puso uno en la playa y tres en el campo. Cuando llueve, la lluvia queda recogida dentro. Cuando tienen sed, los pájaros detienen el vuelo y vienen a beber. Estoy sola y tengo miedo. Cuando tengo hambre, como dientes de león por la raíz y se me pasa. Cuando tengo sed, sumerjo la cara en uno de los barreños y sorbo. Mis cabellos caen al agua. Sorbo y se me pasa: ya no tengo sed, es como si nunca hubiera tenido sed. Nos gustaría tener tanta sed como agua lleva el río. Pero bebemos un vaso de agua y ya no tenemos sed. En invierno, cuando tengo frío, vuelvo a casa y me pongo un grueso jersey azul. Vuelvo a salir, comienzo de nuevo a jugar en la nieve y se me quita el frío. En verano, cuando tengo calor, me quito el vestido. El vestido ya no se pega a mi piel, me encuentro a gusto y me pongo a correr. Corremos por la arena. Corremos y corremos. Después tenemos menos ganas de correr. Nos aburrimos de correr. Nos paramos, nos sentamos y enterramos nuestras piernas. Nos tendemos y nos enterramos de cuerpo entero. Después nos cansamos de jugar en la arena. Ya no sabemos qué hacer. Miramos, por todas partes, como si escudriñáramos. Miramos y miramos. No vemos nada de interés. Si prestamos atención cuando miramos de ese modo, nos daremos cuenta de que mirar así nos hace daño, de que estamos solos y de que tenemos miedo. Nada se puede hacer contra la soledad y el miedo. Nada nos puede ayudar. El hambre y la sed tienen sus dientes de león y su agua de lluvia. La soledad y el miedo no tienen nada. Cuanto más intentamos calmarlos, más se desviven, más gritan, más arden en deseos. El cielo se desploma, los continentes se hunden en un abismo: te quedas en el vacío, solo. Estoy sola. Solo tengo que cerrar mis ojos para darme cuenta de ello. […]
3.-
El olmo, él es mi navío. Cuando ya no sé qué hacer, me embarco. He anudado un banderín amarillo en la copa. La vieja lata de conservas completamente oxidada que cuelga del extremo de un cordel, es mi ancla. Largad los continentes. Izad los horizontes. Ahora, partamos. He puesto rumbo hacia unas riberas más escarpadas y más volcánicas que las de este país. Voy a caballo sobre la rama más alta, por ver si unos arrecifes se desprenden de la bruma. De repente, mi pie resbala, pierdo el equilibrio. Me voy a pique. Al caer, mi cara golpea en una piedra y me desmayo, me deslizo hasta el fondo del océano sordo y oscuro. Me veo ahogada. El olmo navega a la deriva, la quilla por encima del puente. Me recupero en la cama de un hospital. Al recobrar el conocimiento, noto que algo me falta en la boca. Con razón. Me faltan los cuatro dientes de delante. No puedo parar de meterme la lengua en la herida. La Sra Einberg está en mi cabecera. Se apresura a calmarme. ¡Tus dientes van a volver a crecer! Cuando se es una niñita como tú, todo vuelve a crecer, todo se recupera, todo se cura. Tengo nueve años. Christian tiene once. Einberg y la Sra. Einberg son tan viejos como mi ancla. Van cuesta abajo, del otro lado de la colina. […]
19.-
Bajo un túmulo desmoronado del que se alza un poste de creta, en el que se retuerce una llama negra, los huesos de Iseo se pulverizan y se confunden con la tierra para hacer crecer las flores. En el salón de baile del palacio, las baronesas gordinflonas bailan con las baronesas en flor. De repente, una araña de cristal tan grande como un árbol se descuelga del artesonado, se estrella contra las baronesas que bailan con baronesas, y, deslizándose, desmembrándose y dispersándose a toda velocidad por el enlosado de azabache, hace repicar los frisos de acero con sus mil piedras saltarinas. Veo un navío cubrir una distancia de más de cien acres de océano. Estoy sentada encima, con las piernas colgando, casi en la punta de un promontorio. Es un abrupto malecón, un malecón de cristal compacto, un rompeolas monumental tallado en una canica transparente y multicolor. Lo que me arrastra en su loca deriva es un vitral tan macizo como un acantilado. Sentada entre el cielo y la tierra, sentada entre el día y la noche, instalada en una vagoneta de la noria de la cantera, sueño cosas imposibles. Soy el ombligo del mundo y, mientras que las tinieblas se concentran en derredor para crear una vez más la noche, sueño con cosas que nunca existirán. Hay un sauce llorón al otro lado del canal, justo frente al banco de piedra donde, cabizbaja, Chamomor está sentada. Miro como es debido al sauce llorón llorar, dejar arrastrar sus mustias ramas como cabellos por la corriente. Miro al sauce, desemboco en el sauce. Cuando un ombligo del mundo se vierte en un sauce, el sauce se convierte en ombligo del mundo. El sauce me mira, se vierte en mí, me traga y el ombligo del mundo se convierte en sauce. Un mar es un enorme vaso de agua. Una tempestad en el mar solo es una tempestad en un vaso de agua. Los primos permanecen escondidos entre la maleza con todas las antorchas apagadas, esperando a que oscurezca del todo. Es el cumpleaños de Chamomor. […]
41.-
La luz ha tomado forma, está fuera del océano de aire que le daba el aspecto inmaterial de la sombra. El sol tiene rayos de hierro. La luna tiene rayos de madera, como una rueda de carreta. Estoy tranquila. Nunca más gritaré. Lo he entendido todo. Lo sé. Cuando sabes donde estás y quien eres, puedes, como el gato, abalanzarte sobre la canica que rueda por el suelo e imaginar que eres un dragón. Cuando te has comprendido, puedes correr por la inmensa esfera armilar e imaginarte que, al igual que la ardilla en su jaula, uno juega, se divierte. El único medio de pertenecerse es comprender. Las únicas manos capaces de agarrar la vida están en el interior de tu cabeza, en el cerebro.
No soy responsable de mí ni puedo llegar a serlo. Como todo lo que ha sido fabricado, como la silla y el radiador, no tengo que responder de nada. La bala que hiere al animal en el corazón no es delictiva. Fue lanzada y no podía escapar a su dirección. Un impulso me ha sido otorgado y no puedo escapar de él. Más avispada que una granizada de perdigones, puedo contrariar el impulso, aspirar a otros blancos, pero mi sangre y mis carnes están encaminados en una dirección y yo ya no puedo cambiarla al igual que una botella no puede cambiar de contenido. En otras palabras, he sido configurada como Bérénice tal como el radiador ha sido configurado como radiador. Puedo resistirme a Bérénice e intentar ser otra, pero, al igual que un radiador no puede convertirse en boa, yo no podría convertirme en Constance Chlore. Cuando has sido configurado como indiferente, mezquino y áspero, no puedes ser sensible, caritativo y dulce. ¡Cómo pueden haceros daño las cosas si no contáis para ellas! Puedes oponerte a tu mezquindad pero sigues siendo mezquino. Puede tender a lo suave pero la piedra permanece dura. A quien le gusta el vino no puede no gustarle el vino. Al que no le gusta el vino no puede gustarle el vino. Uno está configurado. Y punto. Se es radiador. No se puede cambiar nada. Los seres humanos son los únicos radiadores que pueden dar cornadas al aire contra su configuración. […]
Acerca del autor
Réjean Ducharme, hijo de Omer Ducharme, jornalero, y de Nina Lavallée, nació en Quebec en 1941 y murió en 2017. Tras la publicación de de su primera novela L’Avalée des avalés en 1966 por Gallimard, Radio-Canadá habló con sus padres, Omer Ducharme y Nina Lavallée. Tras esta entrevista, Réjean Ducharme pedirá a sus allegados que «no contacten con los medios» . Réjean Ducharme siempre ha rechazado cualquier solicitud de entrevista y no ha aparecido en público. Apenas existen dos fotos de él, y solo unas pocas cartas raras a los diarios se publicaron al comienzo de su carrera. Vivía en Montreal . Como el escritor estadounidense Thomas Pynchon , vivió en el anonimato.
La repercusión en 1966 de su novela L’Avalée des avalés, lo estableció instantáneamente como uno de los grandes escritores quebequenses de su generación. En 1992 , Jean-Claude Lauzon dirigió Léolo , una película inspirada en el espíritu de la novela de Réjean Ducharme y en la que el personaje principal lee L’Avalée des avalés . En 2005 , la revista Time incluyó a Léolo en su lista de las «100 mejores películas de todos los tiempos» .
Particularidades de pronunciación en el verso hispano
Por Antonio Alcoholado
Se distinguen tres tipos de variantes del habla, a grandes rasgos: diatópica (geográfica, esos “acentos” de lugares que podemos diferenciar), diafásica (relacionada con el contexto social en el que se habla) y diacrónica (diferencias por época). Todos notamos rápidamente las diferencias de pronunciación y entonación de otros hablantes, con respecto a las nuestras, por su acento de una región concreta; también notamos diferencias entre hablantes de un mismo acento pero con distinto aprendizaje de la lengua, o distinto uso según las convenciones sociales de los ambientes en que se desenvuelve como hablante. El lingüista Juan Manuel Lope Blanch estudió que hay mayor distancia entre hablantes de distintas variantes diafásicas, dentro de una misma ciudad, que entre hablantes de distintos países pero con un grado alto de instrucción lingüística.
Es natural que, al leer versos, cada uno los oiga con su pronunciación propia, según la variante diatópica, y la diafásica que se le suponga a la voz poética.
Esto lleva a inevitables “choques” de pronunciación cuando, especialmente en las rimas, reconocemos rasgos de pronunciación de otras variedades, como comúnmente sucede a los apenas cuarenta millones de hispanohablantes que en nuestra habla cotidiana distinguimos dos sonidos diferenciados para las letras ese /s/, por un lado, y ce y zeta /θ/ por otro, que no encontramos rima consonante entre palabras como fresa y cereza, que sí riman en consonancia para la inmensa mayoría de los hispanohablantes.
La riqueza de variantes (no solo geográficas, sino también sociales e históricas) de la lengua que compartimos se refleja en la enorme producción poética a la que tenemos acceso.
Sin embargo, existe en nuestros días una batalla en torno a las particularidades de pronunciación, por parte de dos perspectivas diferentes: el panhispanismo, y frente a este, la idea de un español internacional o neutro que todos los hispanohablantes deberíamos adoptar para comunicarnos entre usuarios de variantes distintas.
La postura panhispánica, adoptada por la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE, compuesta por Real Academia Española y las veintidós establecidas en los distintos estados hispanohablantes), en este siglo XXI, es integradora: en la variedad está la fuerza. No es una postura nueva en el caso de España, pese a la visión purista y anquilosada que popularmente se atribuye a la Academia: a lo largo de su historia se esforzó por tener académicos americanos, y de hecho trató, en el siglo XIX, de adoptar la reforma ortográfica de Bello que funcionó durante algún tiempo en Chile; no pudieron porque desde las instituciones del Estado se interpretó como una traición (las independencias americanas estaban recientes y dolían), y cabe imaginar que el pueblo se les hubiera lanzado a la yugular (recuerdo las innumerables peroratas de conocidos y allegados que no dan una en el clavo en lo que a tildes respecta, en redes sociales allá en 2010 y 2011, renegando con incontables faltas de la decisión de quitar la tilde del adverbio solo, de guion, y de los pronombres demostrativos, cuando solamente se trataba de una simplificación ortográfica en su propio beneficio).
Por otro lado, y aprovechando la simpatía de los muchos hablantes que conciben a las Academias como instituciones retrógradas, hay manipulaciones ideológicas como la del español internacional que habría de imponerse sobre las variantes, a cuyo defensor académico, Raúl Ávila, he tenido la oportunidad de escuchar en dos congresos y debatir con él directamente en el segundo de ellos.
Según este profesor e investigador adscrito al Colegio de México, hay una variante que denomina «español alfa» y es esa entonación y pronunciación que se utiliza en los doblajes mexicanos de películas extranjeras y en los medios de comunicación mexicanos.
Los locutores y actores de doblaje no hablan así en realidad; se trata de unas normas de estilo que deben aplicar al discurso público.
Reconoce una variante “alfa 2”, correspondiente con el habla de los medios de comunicación colombianos; sin embargo, alega que, dado que México con al menos 120 millones de hablantes de español es el estado mayoritario en número de hispanohablantes nativos, el “español alfa” de los medios de comunicación mexicanos es el más representativo de los dos.
Después admite tres españoles denominados «beta 1, 2 y 3», uno de las cuales agruparía a Venezuela y el Caribe (pese a las diferencias notables), otro al Río de la Plata y el resto de Argentina hacia el sur (pese a lo mismo), y el último a Chile. Por último, habría un español «gamma» que es el europeo (como si no tuviéramos dialectos, y tan diferenciados, en España) y que desdeña por su escaso número de hablantes, en comparación con los de los españoles alfa y beta. Por criterio numérico, el “alfa” de los medios de comunicación mexicanos habría de ser reglamentario para todos los hispanohablantes en nuestra comunicación internacional.
Esto ha dado lugar al doblaje de series de televisión chilenas al supuesto español neutro o “alfa” para su emisión en otros países: doblar de un español real, hablado cotidianamente en una región concreta por sus hablantes, a un formato de estilo oral televisivo de otro país, en el que los televidentes hablan el mismo idioma, solo que con un acento diferente al original de la serie (y diferente también, en la realidad diaria, de ese formato de estilo que emplean en sus canales de televisión).
Creo sinceramente que se trata de un aparatoso acto de exclusión que empobrece nuestro entendimiento de la lengua y el respeto a su diversidad.
Dejando aparte el disparate de asumir que como se habla en los medios de comunicación anula la realidad de las incontables variantes regionales y sociales, la verdad es que Raúl Ávila está acertado en lo referente a porcentajes. No porque 120 millones de mexicanos hablen igual, que es imposible según de qué parte de México procedan y qué instrucción hayan recibido y cómo hayan decidido o no asimilarla, pero sí porque el número de hispanohablantes que diferenciamos /s/ y /θ/ es ridículo. Pero no desdeñable, dado que forma parte de nuestra habla, y por tanto de nuestro espíritu vivo.
El rehilamiento yeísta asociado a las letras ye y al dígrafo ‘ll’, pronunciando el sonido [ʃ], se da en un área extensa, y tampoco de manera uniforme (se da una variante [ʒ]), por un número de hablantes determinado. No es desdeñable en absoluto, por las mismas razones.
La diferencia entre ye /ʝ/ y el dígrafo ‘ll’ como /ʎ/ está restringida a un número ínfimo de hablantes con respecto del total, pero no es para nada desdeñable, por las mismas exactas razones.
Centrándome ahora de nuevo en la lectura de versos, y desde una posición panhispánica, si leo a poetas rimar «paso» con «trazo», tengo que hacer el esfuerzo consciente de que para la grandísima mayoría de hispanohablantes se trata de una rima consonante. Yo ahí soy la minoría, y tengo que aceptarlo, del mismo modo que tengo que aceptar que Garcilaso pronunciaba una consonante en sustitución de ‘f’ inicial latina que lleva a escandir como octosílabos «… que hablar a todos diste, / que un milagro que heciste…», aunque otros poetas en su tiempo ya no lo hicieran.
Lo que no puedo hacer es como algunos colegas en la enseñanza de español, que alegando que en su región de procedencia no se usa el pretérito perfecto, se niegan a enseñarlo. O difundir prejuicios sobre qué español es bueno o no, cuando el estudio de la lengua presenta tanta riqueza y variedad dentro de cada país. En materia de lengua, creo que nuestra diversidad nos hace fuertes.
Un latido insistente atropella las puertas del silencio en busca de una luz, un trozo de aire, una dosis de algo que perfore mi adentro y consuma la nada.
…………………………………………………………………………………
Ya cansa este paseo sigiloso por la orilla que encierra el sueño de mis sueños mientras el mar arrasa el horizonte y se adueña de todo.
Leonardo Zambrano – USA
¿Cómo romper el verso para ser otro hombre? Sin contener más tú risa idónea e irrevocable y llenar la última gota que bebas de mi copa. No trato por eso ser la cara que no pintaste… …Aún siendo el payaso sin llantos en el espejo.
…………………………………………………………………………………
Ya amasé los pedazos y mis memorias el llanto y la herida no entraron en la gota la copa y el espejo, rotos por el impacto… …ella, mi hija se quedó con sus ojos tristes.
¡Ay… de los reflejos!
Isabel Reyes – España
Haikus
Cae la tarde zurean las palomas en mi terraza. …… Secas las lágrimas simulan las ojeras a los balcones.
……
Requiem nocturno remolinos de incienso de llanto y humo.
William Vanders – Venezuela
Me golpearon las sombras de mis sobras.
Me gritaron: Mastica, come y agradece…
porque hay un sol amagando con incendiar tu alma.
…………………………………………………………………………………
Si el hambre duele en la entraña de uno, duele más verla en el rostro de un niño.
Duele el dolor de los hijos del mundo, duele en mi su angustia, su muerte lenta, me duele esta impotencia infinita, el no poder sembrar pan donde hay abismo.