Te mudaste a mi piel desde el desierto y encontraste la sombra transitoria de un pájaro perdido en la memoria para resucitarte de lo muerto.
Me mudé a tu piel en desconcierto, al aura clandestina de tu historia desde mi libertad de trayectoria con la imaginación al descubierto.
Y tanto dibujamos el retrato de la fascinación, en concordato contra la oscura esencia del destino,
que de páramo a páramo la piel -nómada sobre el canto del papel- a jirones quedóse en el camino.
Sergio Oncina
Se acaba
El tiempo se me acaba. No hay mañana y siento que naufrago en lo corriente, que atesté de futuros el presente en una vida de rutina vana.
Respiro cada día con desgana el aire de la pena, la indecente mediocridad que habita entre la gente y me vulnera abúlica y tirana.
¿Cuántas horas me quedan de pasiones? ¿Cómo he de soportar las emociones que anticipan el fin de la existencia?
¿Aliviará la oscuridad maldita o dolerá la luz que inhabilita, nos duerme, nos deslumbra y nos silencia?
Silvio Rodríguez Carrillo
Cuándo
Los reveses acuden sin horario, sin saña, con el hambre inocente del neonato que busca en su madre sacarse de las tripas las lágrimas que le irritan sus modos y los ojos en fuga.
Los percances del viento musitando mañanas al oído del solo que dibuja negruras pretendiendo su muerte con el filo de un arma, acaecen sin fechas ni razones robustas.
En la prueba del nombre describiendo su fondo en las olas inquietas del papel que se mueve, se define constante, sin errores, la risa
o el lamento que marcan como emblema de vida, la actitud de arrecife, de oleaje demente, o de imbécil al uso que se goza en el lodo.
Jordana Amorós
Oración crepuscular
Que no sea el relente de la tarde norteño, que no asemejen sangre las luces del ocaso, que no truene esta noche, que llegue pronto el sueño a cerrarme los párpados con sus dedos de raso.
Que amanezca un mañana de semblante risueño en el que no diluvien las hieles del fracaso sobre mi corazón, pues, aunque pongo empeño ni una sola gota me cabe ya en su vaso.
Cada vez más perdida, cada vez más dejada de la mano de un Dios, que nunca presta oído a la oración que rezo con voz desesperada.
Cada vez más escéptica, cada vez más cansada de seguir por seguir el viaje sin sentido por este Erial de Lágrimas, camino de la nada
Isabel Reyes Elena
Oscuridad
Noche oscura del alma, quién pudiera frenar la sangre de mi turbia herida y en tu luz intangible y transgredida sembrar mi soledad de enredadera.
En ti y en tu silencio, compañera, establecer el punto de partida, y a tu lúcida sombra ser la vida que renueve la paz de otra ribera.
Quiero que acojas mi calvario interno en el combate inútil con lo inerte y me apartes el cáliz de su infierno.
Y abandonarme en ti para saberte conmigo ante el abismo de lo eterno hoy que siento el desgarro de la muerte.
Idella Esteve
Dudas
¿Cómo es estar allá; duermes y sueñas, vives, tienes consciencia de esa vida, algún recuerdo hay de tu partida, puedes mandarme algunas contraseñas?
Cuando voy a Castilla las cigüeñas contemplan mi apariencia alicaída, con la mirada ajada y aturdida, mis esperanzas viéndose pequeñas.
Pero he de remontar todas mis dudas pues no importa si vives o estás muerto si muerta es la ilusión de estar contigo
porque no tengo dioses y no hay budas ni a quien vaya a rezar en campo yerto para que puedas ser y estar conmigo.
Hacia algún lugar se va borrando el contorno esbelto de la noche y se marchan las estaciones que nos sueñan a mundos que se quedan sin luz como soles apagados de un zafiro. Tan lejos te fuiste con la oscuridad envuelta en tus pupilas a esas remotas aldeas del ayer donde yace el amplio corazón de los que amaron al lado del temblor desnudo que les arrebató el primer asombro.
Igual al solitario que arrea su embarcación destartalada por los mares atento a ese ribazo donde el azul se quiebra y susurran el más allá las caracolas, te busco con todo lo que soy y lo que espero, por si tal vez siga tu historia en esas arenas del olvido y se aferre aún el invierno a tu chamanto, al joyel y al anillo que en tu último Diciembre luciste detrás de las vidrieras para que más brillara la aurora en el negro adivino de tus ojos que sedujo jaguares en los míos,
Llueve y acaso escuche el nombre que tendrás mañana; ahora: es el peso aplastante de la ciudad sin ti, donde tú comienzas y lo demás termina, y dice Kafka que no somos más que fantasmas de tiempos pasados.
Isabel Reyes Elena
Naúfrago en tierra
¿Qué tiene dentro la paz de la palabra? Y muchas aguas diluviaron encima de mis manos sin dar con la respuesta. Estoy muy sola con unos cuantos nombres desnudando mis ojos. Han huido de mí dejándome en los dedos un perfume de armas y ceniza.
Yo soy una mujer imposible de atar que va dejando huellas por la arena, un perdido perfil en un retrato que no acierta la luz.
Y quemé mis pestañas y mis dientes en las hondas hogueras del ocaso con la misma pregunta. ¿Quizás puedo cambiar de rumbo al mundo?
Pero muchos maldicen mis palabras se juntan en las tardes, conjuran al crepúsculo, se miran buceando en los ojos y si oyen un momento mi voz levantan árboles y el mar ponen en pie. Ya no hay orillas para mí que soy náufrago de tierra.
Ahora al mediodía de mis años dejo que vengan otros a robarme lo que yo nunca tuve , que me exilien a una tierra jamás pertenecida y no sean las sombras quienes pongan mi grito en cuarentena.
Me he dado tanto cuanto me fue posible, mas ignoro si me queda en los huesos algún haz de luz por entregar. Mientras, persisto luchando por un mundo más humano con toda mi inocencia en carne viva.
Que nadie venga ahora a apedrearme la mirada pues me sobra el arrojo para quebrar sus cántaros de sombra.
Orlando Estrella
Cosas de compromiso
Nunca he sido el más rápido ni tampoco el más diestro, sólo he jugado con las cartas limpias en un campo minado de alimañas.
Me ha bastado cuidar mi espacio siempre como esos animales acosados y despreciados por el hombre y nadie ha traspasado esa personal línea al menos que lo haya permitido.
Sé que eso no es vivir de acuerdo con los tiempos donde hay que estar globalizado, público, donde nos puedan ver con su mira letal.
Así he sobrevivido no por ser más certero, quizás sí el más prudente. Y un dolor escondido, invisible, probable, de darle gusto a una pobre rata de cargarse y pisar a este tipo de hombre.
Si parezco arrogante, puede ser mi gran culpa, pero guardo recuerdos: permanecer callado y fuerte, mientras, me pedían a fuerzas las palabras.
¿Eso es orgullo? Sí. Y creo que cumplí con mi deber a proteger a mansos, también a cimarrones.
Esas fueron las cosas del compromiso.
Jordana Amorós
Feroz melancolía
Ni los ojos se inmutan, ni el corazón se duele.
Ahí fuera un insecto acaba de estrellarse contra el cristal, se agitan las hojas ya resecas al sentir el aliento de la brisa otoñal y un pájaro despide con un réquiem magnífico ese rayo de Sol, aún tibio de Octubre, que regala la tarde.
Aquí dentro, tristeza exhala cada pétalo de esa última flor que me brindó el rosal, que en un jarrón de vidrio, cortada, languidece.
¿De qué me quejo yo?
¿De tener una mente soñadora, amante de extraviarse en elucubraciones metafísicas, y una piel sensitiva hasta el espasmo?
Hoy han nacido estrellas y han llegado a su fin constelaciones.
La vida ha de seguir sin detenerse su ritual de costumbres.
El que el humus al humus deba volver, no es drama.
La tragedia es saberlo.
Y presentir que al aventar tu polvo no ha de haber quién se inmute, es lo más natural que no tiemble siquiera ni un átomo del aire
Dolor es la certeza que te infesta, feroz melancolía, igual que una carcoma mordiéndote la carne.
Ana Estepa
Laberíntica
Es comprensible que no me entiendas. Yo nunca me hallo cuando más me necesito. Estoy ausente entre mis pensamientos, perdida sobre mis huellas en un laberinto absurdo que tejí para nadie.
Tantas veces me he matado que ya no sé si soy una ilusión de mi memoria o un cuerpo vulgar y tangible.
Puedo jugar al juego de las ilusas y convertirme en una víctima de mis propios trucos, pero si el corazón se aferra a la locura debo de deslizarme entre las sombras, callada, antes de que enraicen los latidos.
Perdona mis silencios, o si mi voz te hizo daño. Si me marché de puntillas, de forma inesperada.
Solo busco la forma de huir de mí misma y de encontrar la manera de volver a estar sola.
Silvio Rodríguez Carrillo
La torre
Desde siempre la lluvia y su susurro que no perdona rabias ni asiste por lo bajo al que ajeno a lo bello se dedica al odio sin secuelas, al puño sin violencia que termina en bostezo, en una lástima.
Y por siempre los guiños atrevidos; la mirada furtiva que busca en el debajo de las faldas aquello que le empuja a encontrarse con el límite puro de su hombría, el vacío que llena con las putas y santas que escribiera el Humberto en su novela.
Los ríos
Si después de mi risa y mis lamentos, se llena tu pantalla de perfiles exactos, con errores sin faltas estudiadas, con aciertos fortuitos, regalos de Fortuna, disfrutalos a pleno, que son tuyos.
Yo sé bien acentuar que soy pasado si el futuro me muestra que me toca perder o ganar -con los años es lo mismo-, y me gusta cederte la palabra final por si acaso te preña de alegría.
Los huecos
Sin ayuda me elevo y crucifico –sobre el rojo tardío de todos los crepúsculos– el suspiro intranquilo de las niñas que en mi boca anidaron su verdad que pretende imponerse por Roma a quien no ama.
Con mi sombra y mi nombre a los costados, trepado a las rodillas que me quebré de joven, me desplazo y te aparto; nos excluyo del relato sencillo que dicen y murmuran los que lucen, sin gloria, sólo huecos.
Morgana de Palacios
Disforma
Un poeta se sienta ante el papel en blanco y dice, hoy voy a escribir un metro y medio de poesía amorfa que es lo que se lleva hoy en día pero además como soy un innovador de la disforma la voy a vender al peso.
¿Cuánto vale un kilo de poesía amorfa? ¿Y un kilo de talento, cuánto vale?
¿Cuánto pesa un metro de poesía de amor? ¿y de odio? ¿y de despecho? ¿y de libertad, oiga, cuánto pesa un metro de poesía libericída arengadora de hordas verbolálicas?
¿Y qué es lo que más pesa en la lírica por metros?
Ya lo sé la elegíaca sin duda, la mortífera, la letal, la poética del desahucio el resto, pecata minuta intrascendente.
Ya no existen las formas, así que olvídate del clásico «y pesan más dos tetas que dos carretas»
ahora, ya sabemos que del amor al porno hay 30 gramos y que el desamor pesa un poco más y un poco más el despecho y un poco más pero poco la soledad.
Yo quiero romper el oremus del ojo lector y escribir un metro de elegía sobre la muerte de lo que sea
muerte y muerte, mucha muerte pesadísima
-Ah la erótica de la muerte-
al fin y al cabo se trata de un negocio que no entra en forma alguna
¿Quién me compra un cuartito de lengua putrefacta?
Anímense que a mí me quedan tres centímetros para terminar de cagarme en la putamadredelapoesíadisforme.
Gavrí Akhenazi
Manual de uso
Esto que hago es una especie de desaprendizaje.
Un regreso a lo darc tan necesario a mi supervivencia.
Mantener en la boca las continuas deslunas del suspenso deshabitar la calma, acidular la miel de lo que nunca mutará en ceniza, cargar el repertorio con antiguos hedores y dejar que refluyan los crujidos a hueso descarnado.
Esa victoria pírrica sobre la antigüedad de tus cadáveres solo ha alojado ruina en los pasillos
y las malas arañas tejen sus leyendas de sal sobre los ojos de las perfectas fantasmagorías que insisten pegadas a los muros.
La gloria ha caducado en su oropel de miedo mientras todas las ratas que han saltado del barco de la fe están ahítas de su propia mierda en despensas vacías.
Solo hay que dejar morir lo que no sirve para prevalecer.
Y luego, renacer holgadamente oscuro y torrencial para ser destripado por tu idioma.
Canto a tu voz mujer porque me trae el viento de la mar y me azulea el íntimo paisaje de mi isla. Somos dos soledades en la brecha del camino hacia el sol desde lo oscuro que envuelve nuestra voz, y donde empieza el periplo interior, nidos de umbría que el corazón a veces nos destrenza.
Solitarias las dos con muchas viñas, dos ríos estrellándose en las venas, dos ocasos volviendo con la lluvia volcando nuestra sed en los poemas que se van con el viento de la tarde, con palabras sembradas que aletean en el quieto paisaje de mis ojos y en mis manos de lianas y de selva, contigo estoy obviando a donde iba al aguacero intenso que no cesa y vuelvo con la lluvia a la nostalgia de antiguas y doradas primaveras.
Ambas en el silencio de la tarde introversas las dos con mucha esencia, Idella, amiga mía, mi tocaya estás aquí, con siglos de certezas abriéndole las puertas al silencio de esta mujer que pone en pie su idea de lavar en la lluvia a la nostalgia porque tiras de mi con mucha fuerza.
Isabel Reyes Elena
Sin palabras me quedo porque el agua de mis ojos ahoga mi voz seca que de tanto clamar se ha enronquecido y es tan solo el susurro de una vieja que ya se sabe estéril, solitaria, y no da con la fuerza del poema
Solamente en recuerdos se ha forjado que puede arrebatarse con vehemencia cuando llega otra voz que la acompaña y le dice en sus versos «compañera», cuando llega el calor de tantos años que van iluminando sus ojeras y se quedans las dos introvertidas pues siempre han sido almas introversas.
Isamaris las dos, como dos rosas que van juntas en una enredadera unidas por el son de las palabras que aunque cerradas siempre están abiertas, que a veces el silencio se nos abre y nos deja expeditas las cancelas para poder sacar todas las cargas que dejaron pasadas primaveras y se han vuelto livianas en otoño porque la edad nos hace estar alerta.
Con las lluvias de abril me va viniendo la nostalgia de versos en cadena que otras veces sutiles engarzamos como joyeros en una diadema que guardamos avaras en un arca para sacarla en tiempos de tristeza y desgranar sus cuentas, poco a poco, y alegrarnos al fin con su cadencia.
Idella Esteve
Andas buscando y buscándote en esa playa del alma como un haz de sol trenzado insaciable de palabras que den la luz al paisaje de oscuridad en que ambas nos removemos nerviosas desaguando nuestras ánforas que nos pesan como un fardo siempre sobre nuestra espalda.
Hay que saltar las orillas no echando atrás la mirada de recuerdos dolorosos de ausencias y de nostalgia como mujeres valientes pues no puede la añoranza entrañarse en dos poetas que a la vida le dan cara.
Esos versos en cadena para alegrar las mañanas me han servido en ocasiones para dejar la nostalgia escondida en los cajones donde guardo la amalgama de los recuerdos vividos que vívidos se derraman. Mis puertas están abiertas a todas horas hermana.
En los días que vivimos de esta manera tan trágica es cuando más precisamos que las dos demos la talla. Puedes entrar cuando quieras pues te regalo la entrada y en alejandrino el próximo pues cambiaré el pentagrama.
Isabel Reyes Elena
Alejandrinos si quieres, o endecas con filigrana de esas que labran en Córdoba con hilos de fina plata, cuando ambas romanceamos se viene a la letra el alma y no nos importa el metro si es el ritmo el que nos canta para que se salga al aire esa escondida esperanza que trina como los pájaros al filo de la alborada dejándose entre las sombras la penas y las nostalgias, amaneciendo con soles que no han de quemar las alas.
Volemos alto, querida al horizonte encaradas sobre el tomillo y romero que tapizan la montaña, sobre la dorada arena de los bordes de la playa sobre el azul de la tarde como dos gaviotas blancas
Porque me busco te encuentro en los versos que engalanas con ese decir tan tuyo tan diáfano como el agua esa que sale de dentro fluyendo de tu alfaguara, esa que limpia los ojos y hace ver las cosas claras esa con la que me calmo en mis horas más aciagas, esa que das en poemas, esa, mi querida hermana.
Ofréceme alejandrinos que suenen como romanzas nuestras voces son capaces de despertar la mañana.
Idella Esteve
Quiero apagar la antorcha de mi melancolía y alumbrar tus poemas de música inundada, quiero dejarte un mundo impune de tristeza con jirones de aurora y días de bonanza y que encienda la luz en tus días oscuros atravesando el halo de una luna incendiada.
Deseo mucho más, querida compañera de mis justas poéticas que tan bien engalanas y me animan y empujan a soñar horizontes sin hilos agridulces, con retales de albada.
Me enseñaste lo oculto del halo del poema y entre sombras y luces me diste la esperanza, levantaste mi ánimo cuando estaba sufriente y sé que en mi destino estabas reservada con las manos alígeras del aire de la vida y en muchas ocasiones me diste la palabra, encontrando los nudos que estaban señalados a que dos almas puras su introversión volcaran.
Tu voz, susurro cálido, destello de ternura, navegó por mi sangre con la única jarcia de los altos vocablos que traslucen tus versos.
He de extender tus versos en mi íntima playa.
Isabel Reyes Elena
En un tiempo, querida, fuiste luz de mis noches cuando con el silencio a leerte llegaba. Y yo hablaba contigo antes de irte a la cuna y tú, con la dulzura en ti identificada, escuchabas mis dudas, mis palabras, mis cuitas que por un largo tiempo estaban silenciadas.
Te sentí compañera desde el mismo principio y enseguida aprecié lo insondable del alma cuando con voz profunda escribías de adentro recuerdos escondidos que libres escapaban.
Temor reverencial surgía al contestarte por no saber decir. Mas tenía esperanzas puestas en tu consciencia de que yo era aprendiza y que estaba dispuesta a que tú me ayudaras.
Hubo una connivencia en lo que nos contábamos y aprendí a imaginarme las cosas que callabas por todas esas otras que tuve en confidencias unas veces dichosas y otras veces amargas.
Y siempre he demostrado lo mucho que te admiro, Eres el exponente de quien sufre y quien ama eres la gran poeta de precisos vocablos esos que te son fáciles y en poemas derramas.
Tus versos son suspiros que vuelan en el aire, que salen de la noche convirtiéndose en alba.
Con tu gesto tan lleno de impaciencia el cristal de los ojos se me rompe, agregándole arruga, sobre arruga a este corazón que late ya forzado.
Tú le gritas al viento que me quieres pero tu indiferencia me lastima. Sintiéndome un estorbo y enfadosa decido irme alejando de tu vida.
Te dejo en libre vuelo y me pregunto porqué me he convertido en una extraña; en qué me he equivocado, en qué fallé ya no soy prioridad en tu camino.
Soñé llegar a vieja entre tus brazos sintiendo la ternura que te di, sin mendigar el fruto que he sembrado desde que he concebido tu latido.
Sin consuelo
Yo quise unir mi llanto con el tuyo en busca de consuelo a nuestra pena, abrazarnos callando nuestro espanto de verla que quedaba bajo tierra, perdida para siempre entre las flores al quedar sin aliento y sin estrella.
Rechazaste mi mano y te encerraste en el infierno solo con tristeza, me has dejado vivir sola mi lucha, cegada me abrí paso entre la niebla para encontrarte hundido en tu silencio, con candado en la voz y en esa celda donde pagas las culpas que no debes, sin encontrar reposo con tu entrega.
Quisiera descansar y que descanses llorando junto al mar aunque nos duela.
Ella, la que viven en el espejo
Esta ahí, vive dentro del espejo y ve còmo sofoco sentimientos, aullando entre silencios mis lamentos en noches de un presente que ya es viejo.
Ríe de mi paraguas gris añejo que no cubre dolor ni pensamientos, olor a medicina y tratamientos, se burla de la lluvia en mi pellejo.
Me señala el atajo, la salida, mas decido quedarme en el lugar donde soy paliativo y buen soporte.
Deseo ser su lámpara encendida, esperanza, alegría y bienestar, aunque en este proceso me recorte.
Ya no quiero seguir. El manso río caliente de mi sangre esta cansado de correr por correr, desorientado, en la mitad de un páramo sombrío.
Bajo el cantar risueño y sosegado que entona su corriente, anida el frío de los limos del fondo y el hastío del que huye y no llega a ningún lado.
Siento la tentación de detenerme, para el desfallecido es placentera la agrisada visión de lo que duerme.
Pero algo me empuja a que prosiga, y es que, a veces, ¡qué bella es la ribera tecnicolor que mayo nos prodiga!
Aproximadamente
Echo en falta un color, un matiz de la luz, una textura…
Alguna interjección -de aquellas malsonantes- un adjetivo prístino, o un verbo palpitando con las ganas de decir la verdad.
Pero todo es inútil…
Un dolor sordo y sólido , enquistado en el pliegue más íntimo de la dermis del alma, no hay quien lo dibuje o lo defina, ni aproximadamente,
Y así no hay manera de encontrar la palabra con suficiente filo para sajar y aliviar los humores de su ántrax o la oración, a modo de conjuro, capaz de exorcizarlo.
En consecuencia, sigue ahí, ineluctable, urente, tenaz en su inhumana disciplina de arruinarme mis días, huérfanos de horizontes, y mis noches pulsátiles para enaltecimiento y gloria de su llaga.
Toca, pues, ignorarlo, tratar de sepultarlo en las regiones profundas del olvido.
Y esperar.
Solo el tiempo puede sanar, si nunca le devuelve el aliento a los cadáveres, hecha ceniza, al menos aligera su carne putrefacta.
Echo en falta un reloj, quiero contar -aproximadamente- cuantas eternidades torturadas aguanto a malvivir sin derrumbarme.
Sospechando la cruda realidad:
Apenas la presencia indefinible de mi dolor -ahora es MI dolor- pujante, omnipresente me abandone, mi corazón, absurdo y rutinario, habrá de comenzar a echarlo en falta.
Debería poder eternizar la voz de donde nacen tus diluvios desembocando en mí, deletreando los torrentes de versos que desaguan en los amplios bancales de mis senos.
Discurre entre tus manos la ternura del mundo y por las mías la procesión nocturna de estériles palabras.
No te alejes pues mis versos-semilla se han perdido con las cosechas de los tiempos áridos y no tengo más nada que ofrecerte para saciar el hambre de tu espera. Sólo puedo llevarte hasta mis bosques, al árbol donde irrumpen los misterios de mi espíritu fiel en pie de llamas.
Hoy me acerco hasta ti para que siembres mis sueños de azaleas porque tengo mucha niñez mezclada con la greda, mucho frío en las manos y no sé dónde puedo llegar con el tumulto que produce tu boca en mi energía
Toma mi mano y guíame al silo donde guardas tus cosechas.
Introversiones
Vivo con avidez este presente que sólo en mí se fragua, beso apenas las huellas del pasado que en mis venas transitan con su lengua irreverente.
Borro las cicatrices de mi frente para no recordar y a duras penas intento transcender en las arenas del río del que soy eterno afluente.
Y me invento horizontes de esperanza vistiéndome de roca en mi paisaje de subterráneos pozos artesianos.
Y me bebo la vida por si alcanza la intemperie que llevo de equipaje a retener el tiempo entre mis manos.
Nuevo ciclo
La luz por mi paisaje de humo viene inundando mi otoño. A su llegada toma conciencia de ser luz y luego anida en mis ojos abiertos. La claridad desnorta el canto funeral y los oasis del éxodo y los días de mis sombras y árboles me envía, telegramas de música apacible. En la memoria, para acunar el sol suena una estrofa, no importa de qué música, que el túnel de mis miedos desescombra.
Comienza un nuevo ciclo luminoso. Fueron ríos, senderos, muchas horas de nostalgia y de espera. Por los grandes agujeros del llanto y por las lomas va penetrando el ánimo a raudales y me cierra caminos hacia el Gólgota.
Late la vida en mí, miro al invierno volviendo a ver la vida que revive y comienza otra vez, luz adelante lo mismo que una tromba de sol en mis palabras, de alegría que vuela las cenizas de mi historia.
Podría porque es fácil meter sexta y huir de lo que me repele cuando miro por el ojo violeta de mi última amatista, y entrar en la tertulia de lo etéreo.
Podría unirme al coro de malditas con mis obras completas y la desilusión como estandarte.
El cómo es lo de menos -siempre hay formas- pero el porqué no es nunca suficiente, salvo que el egoísmo de ser tú -en exclusiva tú- rompiera cualquier lazo con la tierra, que allá se las apañe con sus contradicciones y sus poetas únicos y con su paradoja de dolor sublimado y con sus ideales opiáceos.
Podría cualquier tarde
en la que Plath o Sexton o Pizarnik o Teasdale o Storni
-mientras hago un sprint bajo la ducha- me hablan del vacío existencial con un frufrú de seda en la palabra y la mirada vacua y el sarcófago flotando inercialmente sobre el tiempo, y casi me convencen de que el mayor error es seguir viva matándote por otros.
Ninguna derrotó al Arcángel del Tedio ni sedujo a sus dioses de papel ni mató sus demonios interiores. Yo tampoco.
Estar cuerda no siempre resulta ventajoso porque duele el espíritu y acaba resentido, pero soy algo más que el aura negra de mi farsa poética.
Yo soy mi rebeldía.
Detener el tiempo
Vas a heredar mi boca cualquier día, esa naranja amarga de adulterio, mi lengua de tormenta que incisiva hace crujir las gavias de tu aliento.
Heredarás mi voz de jarcha y sable, mi cetro de cristal, mi amor sin dedos, mi astucia de tarántula perdida en la vasta inquietud de los espejos.
Mi látigo de seda, la distancia que va del corazón hasta los huesos, la hondura roja y gualda de mi idioma bajo el azul y blanco de tu verbo.
El pulso de la luz con que destella el nombre que le puse a tu misterio, los confines del Norte que limitan con mi fatalidad de oscuro enebro.
Vas a heredar las cartas del ayuno, las horas de vigilia en el trapecio donde colgué tu sol dilapidado en el calor de mis poemas muertos.
Cuando te lleguen a los ojos, cava una fosa en la tierra de tu pecho y olvídate de mí en el instante en que me entierres cerca de tus miedos.
Cuando sientas que el aire huele a rosas será que han florecido los silencios.
Lengua de sol
Qué cerca estás de mí, vida, qué cerca, qué hondo me penetra tu palabra, con qué fuerza tu fuerza me esclaviza y con qué levedad me pone alas.
Nadie espera de mí, vida, que amarte sea como saltar las alambradas de la calamidad, nadie supone que tu hombría asesine su algarada.
En qué cenote oscuro me verán nadar contra corriente turbias aguas, que no imaginan, vida, que estoy viva sobre la curvatura de tu espalda.
Duele la claridad aparatosa de tu lengua de sol en mi ventana.
el lobo que aulló dulcemente tras tu puerta cede al asombro ante la levedad de tus pasos sin huella aparente
es que quizá la arena que cubre la memoria no sabe el peso de tu pie
ni la forma de tus dedos cuando pasan sobre mí
evita entonces los nombres del odio que te muerden la sinapsis como un Cristo rojo ardiendo en las neuronas
recuerda
no hay pájaros que trinen lo suficiente en esta jaula para despertarnos del olvido
Gusanos del olvido
se alargan hacia una nada triste las orillas de todo destino posible
dónde estás
me crecen las palabras y se me mueren en los labios organizadamente
a veces parecen versos
dónde estás dónde estás
se pudren dulcemente mis histerias en tu busca y se duermen a veces en ciertas playas acurrucadas sólo en algunos paisajes
dónde estás
quizá te escondes en el ojo del miedo o en la esquina sagrada de una tragedia
y quizá ya no existas y quizá deba alimentar mil años a los gusanos del olvido para hallarte
No hay tiempo que perder
no hay tiempo que perder no hay tiempo caen pájaros en tu lengua transparente cae el presente cuando no estamos en vigilia y la estatura de los ojos cuando te buscan ya no alcanza a ver el laberinto
no hay tiempo que perder huye conmigo sigue estas palabras
no hay tiempo suficiente cuando volvemos del olvido no hay tiempo que perder cuando no somos no hay tiempo que perder cuando perdimos
Un año sin abrazos y sin besos, sin cenas y sin copas con amigos, manteniendo distancias, sin mostrar los rostros ni las almas, olvidando nuestra forma de ser y convivir.
Un año en que perdimos allegados, sin poder ni siquiera despedirlos, más allá de un recuerdo por las redes que suena a frase hecha, a burda excusa por no poder acompañar el duelo.
Un año que reduce nuestras vidas, en un punto del cauce muy sensible, porque ya queda poco para un mar de horizontes perdidos, bajo brumas que no albergan islarios de refugio.
Un año que no acaba, que prosigue entre nubes que ocultan aquel sol que iluminaba rutas de ilusiones. Será una lucha larga y, si hay victoria, precisará perder muchas batallas.
Un año en el que el miedo se ha instalado como clave de bóveda y la gente se confina olvidando que la vida es aceptar vivir burlando al riesgo, pues no suman los tiempos de prisión.
Un año que he perdido y no sé cuántos tendré para olvidar. No quedará por mí el intento de empezar de nuevo, si prosigo el camino está por ver, hará falta esperar a otro poema.
Selección de haikus
Otoño
Llega el otoño, cambia el color del bosque, las hojas mueren.
En la agonía, se visten de colores antes del luto.
Cuando fallezcan alfombrarán la tierra, con mantos pardos.
Circula el tiempo y los bosques reflejan sus estaciones.
Este jardín estima sus notas de color, haikús con rima.
Las buganvillas de las Joras de Grecia son maravillas.
Las amapolas que enrojecen los campos nunca están solas.
La margarita cuando cuentas sus hojas te da o te quita.
Pero la rosa es de todas las flores la más hermosa
Virus y síndrome de la cabaña
Esto ya dura más que un embarazo; quién nos hubiese dicho que tamaña pandemia incidiría con la saña de este corona-virus, ¡qué mazazo!
Y lo peor será que por rechazo nos coja el “síndrome de la cabaña”, ese miedo a salir, la telaraña que te atrapa en tu hogar con mental lazo.
Neguemos luz al monstruo microscópico, venzámoslo en el cuerpo y en la mente, salgamos de la cueva y abracemos, besemos, y comamos con la gente. No me taches de ser un tonto utópico, sígueme, simplemente, y venceremos.
No me imagino ahora, en este tiempo de rudimentos que se vuelven anclas y la jaula libera con sus fondos de humo los pájaros armados en que nos convertimos para salvar el vuelo.
Hemos salvado, también, algunos pocos cantos al cabo de la risa como la conjetura de estar vivos a pesar de estar vivos.
Venías tan inerme de nobleza a ofrecerme las rosas de tus balas que era imposible condenarte a muerte ni en batalla ni fuera de la guerra de bien que proponías sobre arpones, puñales y armisticios que hablaban de pañuelos y de trenes que no saben llegar si no es descarrilando en tus andenes.
Venías tan desarmada con tus armas, con esa gravedad del verbo grávido sobre la lengua impura, con el gesto pausado y detenido de la mano que es sabia en amansar rincones con cadáveres
que tuve que mirarte.
Y luego, ya no dejé de hacerlo como se mira el mar con esa nostalgia sin premura que poseen los puertos en invierno y esa costumbre mansa de animal que se refugia en sí cuando la noche es más amplia que el aire.
Un riego por goteo en este yermo un día y otro día y otro día hasta el ancho momento de los verdes.
Ahora, no sabría cómo no verdecer en la sequía sobre la que tu boca me acontece alimentaria.
Caída libre
Esta deriva de pequeños gestos envuelve las ausencias con un hálito oscuro que arremete sobre las condecoraciones y se expande con una suavidad de labio
hermético turgente
agranadado como si de él brotaran verbos viejos.
Caen aquí.
Todas tus palabras caen como caen las reminiscencias en el vértigo y en el esplendor como si tuvieran su propia Shangrilâ en un rincón del tiempo en que la vida moja sus historias.
Viajo despacio en este velero impenetrable y hay en el aire una hondura que ha perdido las alas porque tus pájaros
ásperos y metálicos como si fueran pájaros de guerra
se zambullen dentro de mi boca para escribir las palabras descorazonadas las palabras irrespirables las palabras que parecen bruñidas por un zapatero de brujas
no de Cenicientas.
Entonces, solo para tu boca unto de sangre a mi propio verbo como si escribirte fuera un parto distócico
y el poema, mi alma.
Preso del fuego
¿Cuántas veces la muerte me ha pisado la sombra y ha teñido mis manos con su oscura calaña? ¿Y cuántas otras veces la ha escupido mi boca como un hueso podrido que me ha podrido el alma?
No sabría contar las voces de violencia que atraparon sin rumbo mi poca algarabía ni las veces que herido he rasgado la tela de tus versos, con saña, para vendar mi vida.
Retorcido, malsano, mal curado, mal muerto, que escribe lo que piensa cuando no siente nada o siente demasiado su oscuridad de ciego
soy bicho malhadado que recubre con karma a su letra rabiosa y al perverso deseo de inmolarte algún día a su férrea esperanza.
¿Cómo podemos encontrar la luz en la soledad? Cuando las manos labran en la voz al tocar el sol. Cuán grande es el verbo en nuestros lamentos y la prenda que nos pinta esa fe en las sombras.
Hoy este insólito pretérito manoseó mis silencios jugó en el papel hasta arrancarme una lágrima y no me aparté de nadie en sus mismas muertes… …Ni salvé un beso, al poner señales donde las di.
Cuál mi narcisismo despertó todos mis espectros este poema se acerca a la lujuria que concebí sutil grande y elocuente en mis deseos indescriptibles inexplicable porque la hora fue siempre tiempo…
…la suyas en sus sesenta minutos tocando estrellas las mías en la luna entre el cabezal y sus fantasías.
Mis horas y las de ellas siguen siendo eternas…
II
Hoy día he perdido a un hijo, sin ser mío lo siento triste y llorando su padre no lo aceptó y no fue eco hoy partió con todos sus silencios…
Nadie se enteró cuánto es sufrir y ahora el llanto se nos pega en la cara por no entender lo que sucedía atrás sin embargo sentir es una tumba más…
Recuerdo de mi pasado
Aún siento esa noche tan lenta y tan húmeda cuando mis labios se despidieron de su alma, aún siento esa noche con su soledad profunda una lágrima más con sus marcas en el tiempo…