Era como una larga espumadura de cimbreante cadencia y de paisajes en tonos de amapola, con celajes de aromo y hierbabuena. Una apertura al íntimo pregón y a sus anclajes
en un lecho abismal, intenso y ácido. Era en la suavidad un limonero que al tronco lleva atado al Can Cerbero defendiendo las gamas de lo plácido. En el fondo de mí, un dios austero
me llenaba de fe como de ramas. Creí en lo que decía y me hice fuerte en la batalla franca con la muerte que pelaba a cuchillo mis escamas. No voy a ser un pez, flotando inerte esperando abonar agua podrida.
Para quien lo pregunte : soy mi vida.
Isabel Reyes – España
El reto
(quintetos alejandrinos consonantes)
Era mujer de sombras, mañana luminaria huyendo del vacío que me niega el futuro; me deslizo en silencio de espaldas a lo oscuro emprendiendo la huida de la red carcelaria de viejas soledades con alma de siluro.
Intuyo un aire cálido que remueve los sauces que arraigaron antaño en los tiempos de ausencia marcándome el camino donde late la esencia de una vida alejada de los amargos cauces de hembra regicida que su muerte sentencia.
Temeraria y audaz desempolvo pasiones que quedaron ancladas en un arcén dormido me atavío de rojo –mi color preferido-. y con la mente abierta a golpe de pulsiones comienzo un nuevo puzle con todo lo vivido.
Ando por las cornisas de los esperanzados y amplío mis cajones para el dolor extinto; me dispongo a salir del aciago recinto que recoge las lágrimas de los desesperados. Hoy nace otra mujer… ¿Será todo distinto?
John Madison – Cuba
Jack Skeleton
(serventesios endecasílabos consonantes)
En voto de silencio me declaro aunque la «verbi gratia» me desborde que puede mi discurso no ser claro si mi voz de poeta es monocorde.
Y ya puede mi Sally tras la reja pedir que rompa en dos mi mandamiento que no daré cordel a la madeja de versos sin tener conocimiento
Hay silencios que dictan en su arrastre una suerte de efecto mariposa no temas, Sally Persson, si el desastre alcanza a mi liturgia clamorosa.
Te vuelves por momentos adictiva a amores que alimenten tu brasero, yo soy tu Frankenstein y tú la diva que doma la pasión del romancero.
Y mientras la metáfora resiste a regalarme su divino encanto carcelera es la sombra que te asiste hasta que el verbo anuncie el contracanto.
Morgana de Palacios – España
Mis rarezas
(serventesios pentadecasílabos consonantes)
Atarse por gusto al sonido de un metro supone, la vuelta de tuerca divina que reta al talento. No todos buscamos lo mismo ni a nadie se impone, mirar con mirada distinta los rostros del viento.
La música late en el aire: suspiro y tormenta, relámpago y rayo en el cielo de las armonías, rebeldes tambores que incitan a la guerra cruenta que a solas mantengo en la tierra de sus melodías.
No existe alambrada ni muro ni oscura frontera, que yo no atraviese buscando prohibidas canciones. Mi boca es soldado de guardia desde su trinchera, mi sangre tumulto en la esencia de sus vibraciones.
Si presa por gusto liberta de alas gloriosas persigo la huella de Orfeo sobre el pentagrama, mi vuelo es el vuelo brillante de las mariposas, mi voz envenena a la prosa cuando se derrama.
Lo mío es el silencio a bocajarro y es el sí pero no de los dementes, si juego al mordisqueo con los dientes en la vorágine del despilfarro.
Por algo soy la reina de un cotarro que es un milagro de maledicentes misántropos de lenguas impacientes que teorizan sobre mi desgarro.
Lo mío son las pieles con blindaje que huyen de la quema, el sabotaje del odio que de traumas se enguirnalda.
Los soldados del alma rompen filas en la fatalidad de mis pupilas y ¡sálvese quien mate por la espalda!
Cave canem
Nunca le tendré miedo a tu furia suicida, -dueño del lupanar de las descalzas- ni al vítreo humor que mana de tu memoria herida ni al púlpito de ira en que te alzas.
Siempre culpaste al mundo de tu propio fracaso, -indianajones virtual del malditismo- oscuro proxeneta del imparable ocaso, epicúreo voraz desde tu abismo.
Gozar manipulando perversiones ajenas para sacar partido de alegrías y penas, nunca resulta fácil. Triste lauro
coronando las sienes de tu instinto. Mi miedo se murió en tu laberinto. Cave canem…recuerda, minotauro.
Oblitare
Se me perdió el amor sobre una cama, me lo dejé tirado como un chal que se olvida y se recuerda sólo cuando el frío reclama su calor por los hombros de la vida.
Desechando aspavientos melindrosos, me acostumbré a temblar sin su seda crujiente. No me cegaron más sus destellos luctuosos ni su revuelo me enturbió la mente.
Se me olvidó el amor, su olor, su tacto, en el momento exacto de pisar el asfalto de charol.
Nada me hizo volver a buscar su cobijo, fue la calle acertijo que esplendió ante mis ojos con el sol.
A ese lo compro yo
A ese lo compro yo. Dime ¿Qué cuesta? ¿La libertad, la paz, un magnicidio, o tan sólo tu gesto de fastidio por la boca que esconde su respuesta?
La manzana podrida de la cesta la quiero para mí. Su voz de ofidio reptando por los muslos del suicidio con cara de ganar siempre la apuesta.
¿Disoluto y voraz, dices, vampiro? ¿Nosferatu del aire que respiro? ¿Visionario y Babel?
¿Cuánto vale su vil bala perdida? ¿Qué precio hay que pagar? ¿Sirve la vida? Yo me quedo con él.
Silencio
En brazos del silencio hoy busco mi acomodo. Con discreción de amante, su amable terciopelo me envuelve y yo lo siento un delicioso modo de olvidar el mundano fragor y su escarpelo .
A mí misma me niego el mínimo sonido, renuncio a que se sume mi lengua puntiaguda al rito del escándalo, antes que darla al ruido elijo libremente el estatus de muda.
Diré que se me ha roto la voz en la garganta y me callo mi hastío y que se me atraganta el bocado indigesto que se ha vuelto la vida.
No quiero malgastar saliva rebuscando la palabra forzada que no acabe sonando en mis labios de escarcha a triste despedida.
Génesis 3.0
Días de lluvia, hastío, miedo y llanto, en que reina un silencio diferente, y es obligado ser sobreviviente a base de encerrarse a cal y canto.
Sentir la incertidumbre en el ambiente, vivir la indefensión, sufrir quebranto ¿ qué huella dejará de solivianto en nuestro imaginario impenitente?
Y después de este tiempo detenido, el soñar con volver a todo aquello que nos trajo hasta aquí ¿ Tiene sentido?
Más bien debiera el hombre plantearse su absurdo existencial y en un destello de lucidez, volver a reinventarse.
La cadencia perfecta
Lo siento, hoy no me inspira la musicología preciosista, aspirante a lo imperecedero, de esa que se obtiene tallando con esmero la palabra vacía.
¿De qué me serviría gastar treinta segundos buscando en el tintero los melismas que aúpen mi nombre al candelero cuando ya no me queda ni media avemaría?
Ahora lo que urge es disfrutar absorta la cadencia que surge desde la sangre adentro y te endulza el latido.
La que te va evocando los rostros familiares de los que has ido amando, cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.
Un aleteo triste
Siempre estas ganas de salir corriendo, de huir de la diabólica rutina del silencio y la espina en la que hace ya tanto me vengo consumiendo.
Siempre la voluntad que predomina de continuar cumpliendo con tu papel estúpido , sonriendo mientras sin ruido mascas la obviedad de tu ruina
Un aleteo triste, rumor a libertad en cielos irreales, es todo el desahogo que el cuerpo se consiente.
Si el corazón resiste y late , aun malviviendo, trabado entre zarzales, pues qué va a hacer el alma, tan mística y prudente .
Nada va a devolverme ni la laguna rota por la luna de octubre ni la pluma de cisne para escribir el agua.
Nada va a devolverme el rizo fantasmal del espejismo sobre un camino claroscuro y árido como un hábil recuerdo del corazón que fue.
Le propongo distancia a los silencios.
Una distancia fuera de rituales, lejos de los excesos de las rosas, cercada de lavandas, ardida de romeros.
Ahí, nada puede llegar a devolverme las frecuencias del antes donde el jolgorio de las mariposas era una fe de vida o era una fe debida.
La luz dispersa la credulidad, ilumina con sombras repentinas y calmas lo que se apaga del deslumbramiento
y deja apenas un claror difuso un claror desmembrado como algún buen recuerdo que termina travestido de olvido.
En este panorama – Silvio Rodríguez Carrillo – Paraguay
Con el barro marcando su tibieza de líquido brumoso, de piedra que se amolda a cada altanería que le impone mi zurda, avanzo con las manos desprovistas del puño que habitaron.
El sol, abyecto hermano que tiñó en mis espaldas el dorado inmoral de los temibles, discute con mis ojos lo que veo mientras mi pelo sigue su propio juego oscuro en el que se entrelaza con los dedos de ella.
Los fracasos sensibles, los dolores grandiosos, se me van desprendiendo como escamas de un animal antiguo que mutando continua siendo el mismo, que sin querer se muere de no poder mentir-se.
Los aciertos brutales, los aplausos, las sábanas manchadas de carmín, de azúcar bien, igual se me derriten por el pecho, y siguiendo su ritmo, de caracol o puta, terminan en la tierra.
«en este panorama»… de penas y de glorias «de» diciembre, «de» cenas con dis_cursos pro_fundos por un rato recuerdo como un golpe difícil de entender la cara de los otros, el gesto de ser isla del gregario común cuando no se le nombra.
Quizás en la otra orilla – Isabel Reyes – España
Acuden las imágenes y se acumulan aguas en la cúpulas abiertas de mis ojos.
«Anuncias el futuro cuando mueves el aire entre tus pies, y entre tus manos, peregrinan metáforas que avivan deseos de querer eternizarte en el atardecer del arco de mi boca.
No te quedas en ti vas más allá del sol hasta lugares donde mora escondida la esperanza esa escondida tierra que nos ve germinar».
Nos llevaba la tarde de verano lo mismo que un diluvio dirigiéndose al mar por la escalera íntima de los primeros éxtasis.
Hoy vuelvo a recordarte después de tanto tiempo y al atraparte toco la azotea más honda de todas las salinas de mi sed mientras voy dando cuerda al reloj para atrás con el vértigo agraz de la nostalgia.
Quizás en la otra orilla pueda pisar de nuevo las huellas de tu paso.
En memoria de Elia – María José Quesada – España
Podía haberla sazonado de caricias, trenzarle el nido con agujas de romero, lucirla entre sus manos como un ánfora que en tiempo de escasez contiene aceite. Velar el fruto predilecto de esos padres que en acto de confianza le entregaron.
Amarla con bondad bajo las cejas.
Y no hizo más que propagar golpe y disturbio ante el terrible amerizaje de sus ojos, descolocándole del cuerpo hasta las uñas con un desprecio inabarcable.
El ritmo evolutivo habrá de darnos, por pura protección de nuestra cría, olfato preventivo, so pena de que el tiempo nos disponga en gen y sangre la no continuidad de engendrar hembras.
Será el tercer arbitrio para frenar un daño irreparable, la invocación y grito en consecuencia:
Te informo sobre la situación en casa, por si te interesa. La persiana de nuestro dormitorio se trabó arriba y se niega a bajar. Las puertas del armario bostezan de noche y de día. La parte de tu lado de la cama se muere de aburrimiento. Una banda de polillas insensatas se comió la cortina azul. Cuelgan de todos los cajones lenguas de trapo sedientas. Las toallas que olvidaste en el suelo envejecieron precipitadamente. Los lirios de plástico que habías puesto sobre el calefactor se marchitaron. No quiero exagerar, pero alguno de los Rolling Stones humedeció con sus lágrimas la pared donde pegaste el póster. El cielorraso se descascara pidiendo que vuelvas.
(Y de mi corazón mejor no hablemos)
Alguien habrá acercado su mejilla a una almohada usada por mí para recordar el roce de mi piel? Alguien habrá permanecido despierto hasta la alta noche para seguir amando con su mirada mi egoísmo dormido? Alguien habrá caminado por una calle desierta de un país lejano murmurando mi nombre llamándome? Alguien habrá serenado su corazón apretando contra su rostro pequeñas ropas mías? Alguien habrá preferido mi muerte antes que verme en brazos de otra persona? Alguien habrá gozado entrando al baño después de mí, con el vapor, la temperatura y los perfumes de mi intimidad? Alguien habrá deseado caer en el sueño con mi sexo anclado en su cuerpo? O solamente yo amé de esa manera?
No dejes que te impresionen las estrellas que quizás estén todas muertas. No te dejes corroer por las canciones añejas Duerme y nada más. Esta noche, duerme Mañana una muchedumbre de arcoiris con lo que haya quedado vivo, ya conoces el mecanismo te fabricarán una sonrisa nueva. Ahora duerme y nada más, esta noche, duerme. No te castigues con la luna, ese transatlántico indiferente, este silencio pasará volverán las palabras como pájaros, como veranos, como soles volverán las palabras y alguien dirá tu nombre. Esta noche, duerme, echa el ancla y duerme, duerme. Que por unas horas oscuras nada te hiera. No llores, no implores, respira y duerme concéntrate en la respiración y acaríciate un hombro, amate un poco y duerme esta noche duerme. Mañana tendrás la oportunidad, flamante y renovada de volverte a equivocar.
Alaridos en el ventrículo de las torturas. El amor desollado pide a gritos que le devuelvan las epidemias. La memoria decapita los nombres de los fracasos. Alaridos en el ventrículo de las torturas. Se arrastra la tristeza por los túneles de las arterias. Los errores que cometí flotan en el pantano de mis pensamientos. Aúlla la traición en la bruma de mis ilusiones. Alaridos en el ventrículo de las torturas. En mi cuerpo, donde se celebraron los ritos del placer, monjes funerarios ofician la misa del adiós.
No te llevaste solamente tu paraguas, tus ropas y el cepillo de dientes. Te llevaste también la música el telón de las noches y la escenografía de los días arrasaste con todo.
Mientes. Nada de lo que respondes es verdad. Nada es cierto. Lo único cierto es que te anudarías a sus pies, que le besarías en todo momento hasta fastidiarlo, hasta perderlo. Haces estrategias. Haces estrategias para que alguien no se vaya de tu lado. Mientes para que no te abandonen. Tienes la certeza de que tu espontaneidad ahuyenta. Nunca más un gesto sincero.
Estaba en una fiesta. Sabía que existían personas interesadas en hacer el amor con él, del mismo modo que él intentaba hacer el amor con otras. Entonces visualizo un círculo de seres humanos, cada uno intentando seducir a otra persona que no era la que tenían delante, y así hasta el infinito.
Es sábado y es de noche vos estás sola yo estoy solo abracémonos desnudos digamos palabras excitantes y llamémoslo amor.
No. No conocí el amor. Solo conocí el exasperante deseo de que el amor existiese.
Alguien pronuncia mi nombre la grúa detiene su acción devastadora alguien pronuncia mi nombre los obreros se quitan los cascos y abandonan su tarea alguien pronuncia mi nombre soy una demolición en suspenso.
Cuando veo mis pies allá tan lejos de donde suceden las ceremonias, las tomas de decisiones y los bacanales, no puedo evitar un sentimiento de angustia por ellos. Me pregunto si podría acercarlos anotándome en un curso de contorsionismo y acrobacia. Pero no creo que el resto de mi cuerpo, tan habituado al desorden, soporte el método y los esfuerzos. Cuando yo muera sé que ellos se enfriarán primero, tendrán sus minutos de muerte solitaria hasta que reciban la compañía final de todo el andamiaje de mi esperpento. Pobres pies estos pies, tuvieron peor suerte aún que mi corazón. Lo cual no es decir poco. Recuerdo los tiempos felices que pasé a tu lado. Nunca olvidaré lo dichoso que fue en esos tiempos en los que, por lo menos, te tomabas la molestia de mentirme.
Ando por la casa buscando tus olores como cuando rastraba tus engaños. Busco aromas. Durante la primera semana encontré un par de medias y varias ropas que dejaste tiradas. Las huelo. Las beso. Al principio lo hacía con vergüenza. Después empecé a hacerlo con naturalidad. Ahora lo hago con desesperación. Las aplasto en mi boca y en mi nariz para extraerles algo de lo que amé. Sigo encontrando ropas tuyas, pero ya no huelen Contienen apenas el recuerdo del olor. Con el tiempo, menos el deseo, todo se diluye. ¿Por qué no construí una jaula? ¿Por qué no tejí una red para que dependieras solo de mí? Odio las teorías sobre el amor y la libertad. Debería haberte construído una sólida jaula. Y llevarte ahí el plato de comida, el agua y el sexo. Serte imprescidible. Ahora me he quedado sin tus olores Y para colmo en el prostíbulo de mi corazón están reclamando aumentos desmesurados.
Acerca del autor
José Sbarra (15 de julio de 1950 – 23 de agosto de 1996) es el poeta del under democrático que hizo del amor la estructura narrativa de su obra poética.
Dramaturgo, performance, autor de libros infantiles, conductor de ciclos de lectura de poesía en la ciudad, la figura de Sbarra se proyecta como el nexo cultural que une el destape tierno de la poesía posdictadura con las experiencias poéticas de la década del 90.
Sus obras de teatro plagadas de humor negro y poesía, su experiencia psicodélica y testimonial en Informe sobre Moscú (1996) y su obra póstuma El mal amor (2017) lo consagran a través del tiempo como una de las principales voces poéticas de nuestro país.
«No hay orfandad cósmica», como dice Sbarra, porque él mismo se inscribe con su poesía en una lecturadel amor que atraviesa tiempos y edades.
El mastín del dolor, con su hambre canina, me devora incesante royéndome los huesos. Orco fiero, imbatible, acosador de flores y alegría.
En las crines del aire, detrás de la paciencia, en el abrazo inmenso de mi padre me escondo. Es inútil, no tengo ni la pastilla mágica ni el arte de volverme invisible o madera de boj.
Zaragoza, 2007
ABRIL
Abril lleno de luz, de soles vivos, atraviesa la estepa de los brazos, cojea entre los pies, trata la lengua como un amante fiel, como si aún fuera un cuenco de luna; el ruiseñor que todavía canta en sus alcores.
Pleno de algarabía en la ventana, con suavidad él deja su presencia en la dehesa triste de los ojos, en el ocaso azul, los altozanos, sobre la voz del río y el adagio que es el cierzo callado cuando duerme.
Yo no quiero morir en primavera con el almendro en flor y los rosales, ni en la marcha triunfal de cuanto vive embriagada de aromas y de trinos.
¡Oh, Dios! Cómo me duele mi corazón de barro, mis huesos de madera, los nudos de mis dedos.
PERRA VIDA
No tengo amor ni hambre ni siquiera habito ya tu instinto o tu deseo. Temo, en esas soledades de ida y vuelta, encontrarme tus versos o mis besos, que me huyas como huyen los mirlos cuando llegan las blancas golondrinas del verano.
Solo mi perro sabe del aullido silente de una casa vacía. Mi perro que a bien tuvo adoptarme sabiendo-¡soberbio compañero!- que tal vez no le viva doce años.
Zaragoza, 2006
3
Han volcado los cielos, los alcores, el horizonte tiene dos soles y tres lunas sorprendidas, la sombra del amor tiene su sombra.
Besos de absenta dulce, adelfas en la boca y en el alma, entre sensibles campos que me cercan dibuja Frida Kahlo, la mañana.
La vida es un retorno sin fin en la memoria; los ojos de mi padre siguen vivos, cantan las golondrinas y retrocede el agua. Quizás salga del sueño y no esté el arcoíris, o ese banco de ayer de piedra entre la niebla. El amor es así, revelación, copa de sol y boca de ceniza.
4
Giralda soy y giro con el viento, ¿ de qué sirve oponerse a su gran fuerza? Me engañan las esquinas donde de rostro cambian aquellos que una vez caminaron conmigo en estas soledades sin retorno.
No existe la tragedia a los ojos del cielo, no hay misericordia en la luna encendida ni error que no se pague si pisas los confines de la niebla, este nimbus caído en pleno mayo. Me deslumbran estrellas que son tan solo rocas disfrazadas de luz o de cristales; un falso firmamento de la inocencia absurda que, a pesar de los años, no me deja crecer. -Quiero encontrar de nuevo la alegría que fui- ¡Oh, victoria, victoria, la risa de la muerte!
POEMA A VIVA VOZ
Junto al hermoso fantasma de Rimbaud, oceánico león que en la distancia clava su arañazo de luz, amo la pesadilla de mi tiempo.
Las flores de mercurio que en sus sudores queman los pétalos del alba sin dejar de llorar entre los números, relámpagos abstractos, que tercamente niegan mi cita con el heno. Esos rostros de milenaria escarcha con sus cabezas tristes dándose contra el cielo.
Persiguen la medida de mi fuerza, mi amor desesperado guardián de la locura, este manto de sal que tus delirios hiela.
La noche se rebela como un titán oscuro, condenándome todo a la muerte más fácil. Una revolución de lágrimas y dientes, estrangula y socorre mi herida eternizada: Yo soy el corazón de esta agonía.
Zaragoza, 1978
Acerca de la autora
Nació en las primeras estribaciones de la serranía de Cádiz, en Villamartín, primer pueblo de la Ruta de los pueblos blancos.
Desde el año 1966 reside en Zaragoza por motivos de trabajo de su padre.
Miembro de la tertulia del Ateneo de Zaragoza desde el año 1978.
Participación en varios libros colectivos: “Retos Poéticos”. Madrid, 2017 “La Cárcel”. ASEAPO. Madrid, 2017 “El viaje”, relato. Colección “Picapedreros”. Zaragoza, 2017 Antología a Federico G. Lorca. “Granada”. (Soneto) Córdoba Azalea. 2018. “A la hora del Café”. Amazon. Noruega. 2013. 53 Escritores a Ramón J. Sénder. Editorial Heraldo de Aragón.1980 Poemas a viva voz. C.S.I.C. Excma. Diputación de Zaragoza. 1999 Alijos Poéticos.Sdad. Coop. Librería General. Zaragoza 1989
«Ese» silencio, la cesura versal como elemento connotativo
porGavrí Akhenazi
La llamada cesura o pausa versal (el corte que se produce entre versos de un mismo poema), representa un elemento simbólico de gran importancia en la construcción de los discursos poéticos.
La cesura o pausa, no solamente es la mera separación versal que vemos cotidianamente sino que su implementación adecuada encabeza una de las funciones simbólicas más interesantes dentro de un poema: «la función del silencio».
¿Por qué? Precisamente, porque el silencio representado a través de una cesura amplia, distanciadora entre versos que se pretenden nodificar como un peso semántico dentro del discurso, permite al lector acceder de manera más reflexiva y emocional a la experiencia que el autor le ofrece, como su propia concepción de lectura para el trabajo.
La cesura no solamente sirve para conectar a los versos entre sí o acomodar sintagmas dirigidos por la esticomitia sino que ofrece también una amplia gama de posibilidades de implementación enfática sobre determinados nodos de incidencia que hacen a las ideas que el discurso trabaja.
De ahí que la cesura amplíe sus límites hacia la experiencia emocional de una estructura melódica diferente y modificadora del molde sonoro tradicional que pueden ofrecer las estructuras clásicas, donde las cesuras están prefijadas.
La implementación discrecional de las cesuras, implica también un campo de preferencia estético/simbólica, con que el autor intenta traducir espacios determinados y determinantes por su significado particular a resaltar.
Representan un llamado de atención hacia el lector, una inducción reflexiva del porqué la cesura separa, por fuera de las convenciones, tal o cuál idea dentro del constructo general.
La ruptura cesural es, sin duda, un elemento intrínseco e importante a la transmisión efectiva de lo nodal: el banderín rojo que dice al lector «eh… lector, aquí está pasando algo». Por supuesto que me refiero a cortes cesurales bien empleados en función del discurso y no a esa arbitrariedad tan notoria que rompe sintagmas de manera azarosa sin un objetivo semántico prefijado por la incidencia del nodo poético.
La llamada «morfología poética», ha variado sustancialmente desde el molde clásico decimonónico al trabajo estructural sobre él que imponen las búsquedas poéticas de reforma del mismo, como también, la irrupción del «verso libre» en el panorama de la creación ha provisto de elementos ligeros que permiten una ampliación en el uso del silencio «conceptual».
Los silencios son componentes naturales de las partituras musicales y por tanto, su extrapolación a la melódica poética funciona casi en el mismo sentido, porque aportan la pausa necesaria entre un pensamiento y el siguiente, dentro de todas sus formas: cesura propiamente dicha, cesura de fin de idea (ya sea por punto o por esticomitia) y, por qué no incluir también a las pausas estróficas en este análisis.
La cesura impone el silencio dentro de la música poética aunque un poema no goce de demasiada armonía. El silencio poético ofrece un grado de intimidad extrarrítmico que busca crear atmósferas o climas diferentes dentro de la estructura.
El silencio no se escucha. Se percibe. Y es en base a esa percepción que el lector registra algo que el poema no explicita con palabras pero que llega con la misma intensidad de ellas.
El silencio despierta sensaciones diferentes de las lógicas porque la lógica de un silencio versal implica un significado diferencial y propio e induce a las preguntas no formuladas de ¿por qué el verso está separado del corpus aunque corresponda a una misma idea?¿Qué significa esta propuesta?
El silencio poético en todas sus formas tiene su propia dimensión dentro de la lectura e incita al lector a imaginar otras climáticas no verbales que vertebran de una manera connotativa las partes formales del discurso.
El silencio bien empleado es un símbolo, otro ámbito de lo poético, aquello que indica una intención no expresa pero no por ello menos eficiente.
Sin embargo, pese a que este movimiento cesural puede adaptarse a cualquier formato clásico, parece más patrimonio del verso libre que de alguna otra estructura estrófica o sea, el apego constriñe decididamente el trabajo que puede conseguirse en el plano de las sugerencias y en el diálogo autor/lector, relegando la importancia de los silencios y su innegable peso semántico para la imaginación y la sensibilidad del que lee.
Ahí está mi boca desbocada mezcla de ira ansiosa y de ternura cegada por la luz de la alborada y vidente de noche como un búho insomne por la presa deseada.
Mi amor sin nombre, está, mi voz sin grito mi corazón, mi esencia silenciada mi muerte protectora, mi estrategia para enfrentar la guerra programada. Ahí está mi cuerpo imperturbable su carne de cañón esclavizada, ahí mi libertad de pensamiento mi letra de cristal, mi llamarada.
Ahí está mi espera, mi renuncia. Nada más afilado que su espada.
Morgana de Palacios
Vaya por tu emoción mi furia trunca, mi visión sin amor, desabrigada, esta garganta al sol y este silencio, estas letras en rosa tan rosáceas en las que han muerto pájaros y árboles al son vibrante de sus asonadas.
Impotente de todo y vuelta furia la vida se ha ensañado en nuestras alas y ha dejado su sino el guerrerismo que tu ira y la mía acostumbraban.
Vamos de los cansancios a las flores, de la cocina suculenta al arma, de la quimioterapia a los escándalos del juzgado de turno a nuestra casa y nos quedamos como un jazmín seco guardadas en el libro de las causas.
Perdidas en las guerras de los otros nos volteamos furiosas y agraviadas, con estas manos que nacieron pródigas de abrigar el vacío y la nostalgia mientras la letra se nos va alejando hacia un futuro que no diga nada.
Vos con tu rebelión, yo con mi mundo. Nuestras almas gemelas. La distancia.
Y que nadie se meta en esta historia. Hagan silencio. Dos mujeres hablan.
Eva Lucía Armas
Jamás una palabra más alta que la otra ni aún cuando el poema dejara de ser arte y transmutado en losa nos crispara los nervios por no poder callarnos unas cuantas verdades.
No sé si hemos perdido los tiempos del amor o hemos ganado juntas tantas guerras brutales que se nos acabaron las razones profundas para fundar de nuevo bulliciosas ciudades.
Todo nos pasa cuenta mientras pasa la vida, los hombres y los hijos, los nietos, los pesares que siempre pesan más que aquellas alegrías que alguna vez tuvieron visos de realidades.
Fuiste para tu padre un escudo de luz y para mí una igual de mi raza y mi sangre, y no ha habido mujer más lúcida y leal renunciando al sosiego por seguir adelante.
Llegaste acostumbrada a jugarte la vida de palabra y de obra. No tuve que enseñarte.
Lejos de mí la muerte si te miro a esos ojos que la vencieron antes de mis oscuridades, porque no por más niña fuiste menos valiente para pisar descalza su senda de cristales.
Hablemos cuanto quieras, tú eliges el idioma que hay un mundo infinito de posibilidades para dos que se entienden más allá de los versos y pueden cerrar juntas los más siniestros bares.
Morgana de Palacios
En una macetita hoy he plantado incienso, un esqueje arrancado que me encontré en la calle mientras iba hacia el super con el bolso vacío y los ojos gastados por el mismo paisaje con que la vida ajusta esta ciudad cerrada a los dolores varios que atesora mi carne.
Porque yo soy de carne desde dentro hacia fuera y es de dentro hacia fuera que los dolores laten si fisuras de lluvia ocultan mis jardines bajo esta arquitectura de pagoda y cristales en la que se refugian los ecos trasegados con sus mendigos húmedos de tristeza insaciable.
Tanto romance heroico suena a marcha profana, a propaganda persa, a contínuos timbales con que marcan el paso los días de la angustia y se quedan callados los de festividades, porque solo una misma, amiga mía y larga, sabe hasta donde lucha la vocación de madre.
Nosotras guerrilleras del acto libertario convocamos a veces a todo el aquelarre por mantener intacta la esperanza baldía y sostener el día sobre los estandartes.
Porque si cabe pena en todos los caminos nosotras somos duras y fuertes caminantes.
Hoy que vuelvo a Madrid, dime quién me conoce cuando bajo hacia el metro de Diego de León y alguien lee junto a mí tu libro de murallas, mientras subo los ríos del recuerdo
El rostro de mis hijas es de color de fruta. Ellas sí que están vivas, lloran, juegan, se suben encima de la mesa. Tú me observas besándolas con tus labios distantes. Yo no soy la que era, me has divinizado, me he vuelto transparente, como cruza en los ojos un aroma inconsciente, un gesto que trasluce geografías voladas.
Los días se me escurren, son lo mismo que el agua y mi voz es reguero que se borra en el viento.
Todo ocurrió deprisa, un sueño inverosímil, como si mis poemas desnortaran relojes. ¿Adónde fue mi corazón, sus árboles?
El amor cuando nace tensa el aire y la lluvia, surgiste de ti mismo y cambiaste mis normas, me conociste frágil, hoy soy eternidad.
Pero me estoy muriendo cada vez que te nombro.
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de verso alejandrino & heptasílabo).
Alejandro Sahoud
Menos tu nombre
cuando soy triste yo me voy al viento porque la sombra se vuelve inhabitable inhallable el camino y cuadrada la esfera
todo está de revés menos tu nombre que hace señas de niño en un andén sin trenes pero con tanto papel despedazado y tanto polvo largo que a veces es sólo un buen fantasma diletante
tu nombre sin zapatos que pisa minucioso el agua turbia me exime en la navaja y en las cruces del no miedo a sufrir mas sí a que sufras como la rozadura larga de una herida que me sangra en la frente
triste que soy a veces desleído acuarela de nieblas y lloviznas y babas que devoran eso pétreo de mí como un unto pulsátil largo musgo y ausencia inhóspita guarida de éste mi último aliento con que a veces escribo o me mojo en verde oliva rozo el viento en tu nombre con el cansancio trágico en el ala y la certeza de que el sol existe sobre lo más oscuro de su vientre
¿quién llagará tu espalda una vez que mi látigo se hiele? ¿quién llagará mi sed si se muere despacio en tu diluvio?
los dioses no se ocupan de esta tarde en que el viento y el polvo comulgan imprudentes en una niebla espesa de pañuelos
si no te importa me llevaré tu nombre en algún lado
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de versos en ritmo endecasilábico).
Silvio Rodríguez Carrillo
Lacondición
De pronto las calles asfaltan la noche, cantando silentes el paso tranquilo que ofrezco a la nada, callando el latido que sienten apenas oculto del odio feroz anidado en los ojos del pobre que tiende su mano y descubre el vacío en el otro.
Sospecho la llama, el sabor a madera quemada arriba, en el cuarto que fue de los niños que nunca supieron de qué se compone lo lleno, que acaso temprano aprendieron a hacerse maduros y fieros, igual que los libros que escriben los altos suicidas.
Detrás de las cámaras, siempre detrás de las cámaras, me miro las manos, reviso medidas y pesas, el paso del tiempo en mi vientre, los duelos que ocultan mi risa irredenta y que juzgo imperiosos, o justos, no sé… Las canciones esperan si digo que vienes.
(Poema blanco en verso pentadecasílabo)
Jordana Amorós
Abrazo extenuante
Me fatigas, lo sabes.
Es cansado tener que perseguirte por todos los rincones de mí misma con el afán voraz de conseguir exprimir, uno a uno, todos mis sentimientos.
En cada uno vives, en cada uno estallas, en cada uno entregas, sin pudor, Poesía, la palabra desnuda la que mejor define lo que soy.
Lo que sueño.
Me consumes, quisiera poderme liberar de la querencia innata de tu abrazo extenuante, al menos mientras duermo.
Pero es que eres tú o tener que enfrentar a solas mis temores.
Eres tú o mis angustias.
Eres tú o la verdad de mi fracaso.
Eres tú o mi desdicha.
Eres tú o aprender a tragarme mis gritos.
Eres tú o existir sin que el aire se entere.
Y morir poco a poco como mueren los tristes.
Sin haberle encontrado un sentido a la vida y rumiando amargores.
Eres tú o aceptarme, derrotada anticipadamente.
Sucumbiendo, sin dar una batalla, al sepulcral abrazo del silencio.
(Poema de verso blanco polimétrico : combinatoria de versos de arte menor y arte mayor en ritmo endecasilábico).
No me quedan más pájaros en la imaginación, huyeron de la quema en este Agosto ardido. Se han llevado mi rostro, mi nombre, mi apellido, las ganas de latir del corazón.
Ya no reparto pájaros para la rebelión de todas las razones que matan el olvido. Se me resiste el aire al vuelo desabrido y el alma se resiste a la emoción.
Estoy pagando caro el íntimo arrebato por no leer la letra pequeña del contrato que firmé este verano cuando me volví loca.
Jamás decir te amo, en serio, al contrincante, no te hará más feliz, pero es más elegante que amanecer sin pájaros que beban de tu boca.
José Luis Villena
Plenilunio
Tan callada la hora, tan dormida, tan ayer el olvido y el recuerdo, casi tibia la albura en la que pierdo el escaso relieve de mi vida.
Soy la sombra que encuentra la salida por el lado contrario, por lo izquierdo, y en la noche que vuelve loco al cuerdo busco la magia negra, la prohibida.
El aire lleva tinta y me supura el aliento de voces nocturnales, que silabeo con mi lengua oscura.
La luna con sus nombres desiguales me murmura en la boca y la blancura se ahonda en mis penumbras abisales.
Manuel Martínez Barcia
Negro e impar
También a ti tendrá que sucederte lo que nos precipita contra el muro anunciando el latir de lo inseguro con manso corazón sobreviviente
y esa lidia constante de la suerte, enigma en la ruleta del venturo, su interminable azar, y de lo oscuro, mañana en la intención con rumbo inerte.
Y también te dirán que es utopía hollar el porvenir con tirafuera por ver si la fortuna es doblegable.
Las puertas del destino, llave un día, cerrarán para siempre su frontera contigo al contraluz más insalvable.
Jordana Amorós
Extenuación
Esta gravosa cruz que llevo a cuestas es a ojos de todos invisible y el que no tenga el cuerpo para fiestas a muchos les resulta incomprensible.
No debo sucumbir bajo su peso, lo sé , ni analizar si en el camino agreste que recorro, cada beso de sus piedras resulta más mezquino.
¿Pero quién no cuestiona a cada paso si no es mejor que acabe la agonía cuando el dolor rebosa de su vaso?
Yo agoté ya ese cupo de energía que te exige el vivir viendo tu ocaso y seguir siendo fiel a la alegría.
Ser, en jaurías de gritos, casi a solas, en la sombra de nadie.
El vacío en oleadas sin límite.
Frío, otra vez, otoño en la nada.
El exilio del fuego
Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino sin nadie a quien ahogar, sin abismos de sed que me silencien…
Pero no, sus corrientes, apenas la existencia de otro clima, la sanación errónea de mi piel,
instantes de quietud, algo de libertad,
pulsiones de esplendor que justifican el exilio del fuego.
Fábulas de nieve
Mantengo en cuarentena mi amor por Blancanieves y a todos los enanos,
excepto al gruñón,
por su eterno reproche, porque le dan lo mismo las mujeres los príncipes y espejos y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)
saber si la más bella se ha teñido de rubio o es esa morena del peine envenenado que dio a un pretendiente corazón a destiempo. Y para su extravío también una manzana y zapatos de hierro que luego fue cristal recalentado.
Ya sé que mi versión no corresponde al cuento (fielmente).
En ciertas ocasiones disfrazan a los niños de dóciles enanos y los juntan de a siete, un coro entre paréntesis cantando diálogos de falsa realidad azotada por esbirros del silencio.
Tan sólo aquel gruñón es un rojo desorden, el grito de un esclavo que no acepta la cruel tiranía de un reino rebosante de plebeyos
que roban y proclaman con fábulas de nieve sus mentiras
… o una prima de riesgo?
José Luis Villena
De rodillas
Mientras me inclino calla en mí la ira, se amansa el griterío y la desesperanza y no me queda más lugar que el recogimiento, más medida que este cuenco de carne, ni estar que no sea mi propia vida postrada bajo el haz de la vidriera que me brinda el amparo de su espejismo.
Sólo al rendirme al miedo inevitable se sosiega la furia como algo ajeno y el esperpento transforma la gramática de todo lo que temo en todo lo que digo, mientras mascullo el puro disparate y los nombres del pánico en un murmullo impensable y subyugado.
Arde la hez del silencio en los cirios, arde como un tiempo de cera y humo imposible de entender si no es ardiendo como una vela dúctil, como una llama desprovista entre las sombras.
La vida aquí no es eterna, pero es de piedra fría y susurrada, de piedra esculpida por el vaho de las oraciones nacidas de la fe de un sindiós que pende de la angustia de estar vivo,
mientras alza sus rezos sin consuelo, mientras vacía la boca de temores, mientras llora su muerte de rodillas.
Message in the bottle
De la muerte de hace un rato vengo, improbable y redivivo, de la mirada sin párpado que todo lo sabe y que todo lo ignora; vengo del don del azar, y de mi propia costilla, de la apuesta al sin par mecanismo que sostiene mi luz y mi historia, toda ella, en el aire.
Lo más exquisito, la voz más lejana, en el aire, como si del humo fuera cuanto digo y se me escurriera el tiempo en mantenerme sobre un equilibrio que no existe.
Aun así, hoy es veintitrés de Abril en este lado del mundo y es el año dos mil cinco. Para quien lo lea. Queda escrito.
El azar reparte inicios
Si estalla la exactitud de la sabiduría y el fiel de la justeza es como un traspiés en el abismo,
si amanece poco sol y es de piedra, bajo, mineral,
si el tiempo reza el viejo artificio de los segundos y la noche aún no viene,
si jura en vano significados la palabra y el silencio llega a las puertas de la nada y es nada su pálpito y es nada su sombra y nadie de nadie es,
entonces el azar reparte inicios y lo muerto muere de nuevo y en el vientre del mar estalla el agua.
Así el azar, así el milagro, así el orden sucesivo del misterio.
Entre la pléyade de amigas y amigos en estos ocho años se han casado y divorciado casi todos. En mi pared, una ventana va contigo en tus pasos y en tu insomnio. ¿Sabes cuantos eclipses parpadean en mi silencio? Este calendario rota y rota sobre sí mismo.
Entre tu jaula y la mía aun cae el rocío.
CINEMASCOPE
Si. Es verdad que no duermo, pero da igual. Mirando las imperfecciones del cielo raso repaso las arrugas que asoman en tus mejillas. Si. Es verdad, el techo este es un cine de fantasías desde el que me sonríes y me pregunto por qué aun sueño contigo.
MUJER QUE MIRA COLORES EN UNA PARED
Si llegas hecha verso y metáfora desenredando tu ADN de maga, balanceando tu existencia de penumbras o mirando de revés la tómbola de tus años, quedarán tus huellas en mi pared. Si llegases -octosílaba, silente- danzando y alumbrando el último adjetivo, masticando una calle de favelas, tiñendo de sangre tu luna menstrual, dejarías tu alma descansando en esta ventana.
DOBLEZ
Camíname después de las orillas, en otras ramas, dibujando en la periferia estos ángulos que matan.
Cada esquina un vórtice que nos mira.
Un vals de ballenas en el ajedrez planetario.
Esta fuente gorgotea sangre de unicornios, tan mal está nuestra sociedad. Las muchachas se pintarrajean como si con eso acunaran horizontes. Las manos líquidas de labiales trasvestidos inoculan falsos pentagramas, no hay año bisiesto en una uña que maquilla, en un labio que se pudre en una tumba. Esta fuente se deshace y arroja pelucas al viento. ¿Quién caminó sobre sus pecados a medio confesar? Desvistieron cada muñeca y ocultaron sus lágrimas entre tanto reloj sin cuerda. ¿Dónde estuvo la señora muerte en sus zapatos blancos? ¿Dónde quedó el verde que te quiero verde si solo hay humo en la memoria? La densidad misma, tarjetas de crédito y plástico en todos los océanos.
Esta fuente, esta fuente… Esta fuente gorgotea sangre de unicornios, tan mal está nuestra soledad.
Prosa
UNA MANO MUERTA SALUDA MI NAUFRAGIO
Todos los puertos están clausurados. Canta mi canción, leva tus anclas, estruja mi sombra. La tarde cae y caen tus lágrimas, así, de soledad inmune.
EN TRÁNSITO SIN MÁS ADICCIONES NI FALSAS EXPECTATIVAS.
Dejar que la noche se devore a sí misma en algún oscuro rincón del alma, deshabitar aquellos hilos que alguna vez fueron puentes luminosos apretando ese destino hacia una calle sin salida, intentando resolver, a golpes cotidianos, una ecuación desde el inicio mal planteada, una esperanza inocente que se diluye ya en pasos perdidos tras la luna.
Abandonar caminos de fantasía y espejos, triturarse los ojos, las manos, las rodillas; arrancarse los sueños dejándolos ir hacia cualquier cementerio, solo rosas negras serán pasaporte hacia el olvido, una larga cadena de amaneceres y lluvia que ya no me revivirán, negras rosas de silencio, rosas de vacío implacable, horizonte preso en nunca más voltear la vista. Huérfano, ahora, de vino y tabaco, madrugando sin norte, voz perdida en la arboleda. Tanto ir solo a estrellarme, a repensarme solitario escudriñando viejas huellas en arena, un triste canto de gaviotas sobre un mar embravecido, una gran circunferencia que abandonó su centro, inútil reloj durmiendo sin horas, estrella muriendo lejos de cualquier constelación.
Unos resabios amargos de voces me aguijonean a la distancia. Se ha ido la luz, el multiverso no amanecerá en mi desayuno; ninguna plaza volverá a triangular esa distancia, la pandemia será apenas una anécdota, un paréntesis de temor y mascarillas, la hora final en un juego de abalorios diluidos, un punto aparte en sonrisas que no veré, una lámpara sin combustible mirando por última vez al infinito.
Es la hora de tatuarse un sol muerto, de clavarse las uñas en la garganta, arrancarse uno a uno todos los versos que, atragantados, esperaban la vida. Esta es la hora, la de caer al pozo ciego, inmisericorde, en la contraportada de un libro que no se volverá a transitar, palabras sin sentido, gramática esquizoide en un silabario de hojas marchitas.
Aquella hora en ese huerto donde el todo nos abandona, cuando el silencio nos golpea a gritos en los huesos y la noche nos besa los ojos.
La última cruz, sin salvoconducto, directa a la muerte segunda, un remolino ciego blandiendo su estocada final, sin despedidas, ningún obituario; un corte perfecto y limpio llevándose los dedos del espíritu. La última cruz, trazada en el aire con lágrimas de sangre que no se recordarán.
Llueve ahora. De medias hojas, de medias lunas, llueve. Rojos hilillos me atraviesan.
Es la hora de tatuarme todos los soles muertos.
TODO CRÉDITO TIENE VENCIMIENTO
En este callejón sin salida, la muerte me arrincona, me ofrece un año más de vida a cambio de mis manos. Sin emoción alguna advierte que mi tiempo se ha terminado, que nada puedo hacer sin saltarme esta larga cadena de aspiraciones y remordimientos, solo me apunta y exige: mis manos por más vida.
Le respondo: tu cabeza por un año de lluvia en un calendario bisiesto.
No se lo esperaba, baja su capucha y saca de entre los jirones de su capa, una baraja que me ofrece. Naipes cotidianos, todas las postales aún no dibujadas, una colección de sermones y batucadas, inútiles timones en barcos olvidados, llaveros inservibles en noches de eclipse, ruidos apenas audibles para una carabela que flota en una nube de luciérnagas; me entusiasma con viajes a diestra y siniestra. Siniestros, más bien.
Yo también insisto: tu guadaña y un volcán boca abajo.
La muerte no renuncia, nunca lo ha hecho, por lo que sé.
Extiende frente a mí un tablero de cementerios fugaces y rotos, una cierta amalgama de ofrendas amarillas y oscuras, una total muestra tipo feria transuniversal, una tempestad de algoritmos en un cuaderno de agua, pasos lentos en tres dimensiones; intenta ganar su partida, es decir, mi partida…, pero yo tampoco renunciaré, no ahora.
Negociando con la muerte pasaron estos años. Sí. Y tuve hijos, huertos, amantes, amores que no fueron pero que igual fueron y dejaron otros caminos en medio de agujeros negros y enanas blancas.
No toqué sus cartas a pesar de su asombro, me negué a sostener su violín o a caminar sobre sus ojos. Truqué y retruqué cada astilla de su tiempo, enarbolé toda raíz que brotó en mis sienes, no dejé piedra lunar sobre venus y trepé, trapecista sin vértigo, hasta el último cuadrante.
No sé si fue una tregua. Alzó su diestra y me mostró la torre Eiffel. Orgullo, dijo, solo una vez.
Es lo último que recuerdo en este quirófano en el que me arrancan el corazón.
Acerca del autor
Jorge Alejandro Neira Rozas nació en Chile; es antropólogo de profesión, poeta y cuentista. Escribe desde su juventud apareciendo su primera publicación en 1975, como integrante de un poemario junto a otros dos destacados poetas nacionales: José María Memet y Gustavo Becerra.
Fue luchador social contra la dictadura de Augusto Pinochet y debió exiliarse. Retomando la escritura en 2013, en 2018 ve la luz su primer libro «De nostalgias y caminos».
Al día de hoy, Neira Rozas cuenta ya con seis libros terminados, de los cuales «Mujeres de luz y sombras» está en proceso editorial y «Peldanne» siendo prologado.
El autor es miembro de número de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile)
Sentada frente al mar bajo la calma de las olas rompiendo, con sus voces de piedra es muy fácil pensar que el mundo es bello.
Mientras mis hijas juegan en la playa la espuma de algún dios de pacotilla posa suave en mis ojos el extraño sabor de la armonía.
Aquel barco pesquero que regresa perseguido por miles de gaviotas Esta brisa, esta luz, este poema…
Sentada frente al mar sería fácil volar también con ellas y subirse al alto del paisaje, pensar a voz en grito que la paz es posible.
El mundo se desangra en mi mirada por un cuerpo de niña de Kabul y es difícil sentarse frente al mar sin separar el agua de las lágrimas.
Puedo oír las sirenas convertidas de pronto en ambulancias aparcando el horror frente a la entrada de una escuela hospital, aquí tan cerca.
Ese cuerpo me sigue a todas lados cojea en mi retina, en mi cabeza en la terca cojera de mis manos arrastrando palabras, sin saber bien del todo, si este frío en la punta de los labios es la pierna amputada de una niña o la sangre de alguna de mis hijas alcanzadas de pronto por las balas.
(Esta vieja obsesión que me persigue de sufrir por los hijos que no sufren, de llorar de repente en cualquier parte…)
Pero el mar sigue ahí, y ellas persisten levantando castillos en la arena y es difícil negarles si me miran la sonrisa más cálida y más tierna.
Esta brisa, esta luz, este poema aquel barco pesquero regresando perseguido por miles de gaviotas…
Esta mujer que ríe amargamente porque el mar sigue ahí… también sus olas.
Morgana de Palacios
Peligrosa
Pervivo en una especie de desierto en que los hombres son un campo abierto a las contradicciones y soy como una oscura profetisa que a la hora de amar siempre divisa sus circunvalaciones.
Voy más allá de mí cuando adivino quién dejará su instinto en mi camino de malherida rosa por decir una flor que hermosa rime con una realidad que legitime ser peligrosa.
Porque lo soy, sin darme apenas cuenta. Lo soy porque mi letra es una afrenta cuando un hombre me miente, y me han mentido siempre, tanto y tanto, que voy curada de cualquier espanto, creciéndome en el diente.
No me escondo ante ti. No soy perfecta ni sublime mujer ni loba abyecta. Sé objetivo conmigo. Necesito creer que hay algo cierto y me escribes a pecho descubierto. El mundo por testigo.
Alejandro Sahoud
Pájaro félido
¿Quién gritará tu nombre con la tarde en la boca?
Desde tu pelo sube un pájaro a mi pecho vegetal y brumático. Sube un pájaro terso con frente de pantera y aletear de mar calmo encima de mis vientos.
Cierra la puerta al aire que te roba esos besos celestes . Enciéndeme con ellos tus inciensos de angustia. Vuélvete barcarola en éstas las manos de mi sangre. Vuélvete unicidad sedosamente pausa de lo eterno e invulnerable al día de los vivos.
Y que nadie te llame. Vuélvete a su palabra un espejismo cuando habitas mis cosas.
Igual que una luna en llamas que en metáforas se empoza damos a luz la palabra con cruces de la memoria. Abrimos senderos íntimos que dejan al mar sin olas y la tinta sangra y sangra por nuestro parque de sombras.
Pero ocurre algunas veces que el sol se nos desmorona y no podemos plasmar el grito, el llanto, el aroma del alma que va por libre sobre el blanco de las hojas y es cuando miro al reloj despojado de sus horas y en el mapa de mis ojos se reflejan las palomas.
Cuando la música llega a desaguar en mi boca, la poesía me llama con su voz arrulladora. Entonces me arrugo en mí igual que una caracola y en introspección me escribo y el poema se desborda.
Pero ocurre algunas veces que el sol se nos desmorona y no podemos plasmar el grito, el llanto, el aroma del alma que va por libre sobre el blanco de las hojas y es cuando miro al reloj despojado de sus horas y en el mapa de mis ojos se reflejan las palomas.
Cuando la música llega a desaguar en mi boca, la poesía me llama con su voz arrulladora. Entonces me arrugo en mí igual que una caracola y en introspección me escribo y el poema se desborda.
Iza velas compañero timonel de las palabras y a la orilla de las horas ponle música a tu alma dirigiéndote sin miedo hacia el noray de mi abra donde rugen los silencios y los siglos de nostalgia.
No tengas miedo y expresa qué te duele, qué sed alta te está quemando por dentro y se enraíza con saña en el fondo de tu mente, las palabras susurradas que temen salir al aire y son aves que no cantan.
En mi isla de sigilo allá donde guardo el arca de metáforas y versos siempre encontrarás la calma.
Amigo de tus amigos no defraudes a tu dama.
Ella guarda mi armadura yo en el alma su requiebro, pienso llevarme a la tumba este amor, todo desvelo y no pienso olvidar nunca su nombre de altos cerros..
Por favor, pido a la luna que cuando crucé mi cuerpo el túnel a sierras pulcras me devuelva su recuerdo y le susurre a mis dudas su mantra edénico entero.
Ella guarda mi armadura, yo en mis arterias su verso, mi pasaporte de runas para salir del infierno:
¡Son poemas de alta cuna!, dirá seguro el barquero.
Ella guarda mi armadura, yo su sonido en stereo
Morgana de Palacios & Gavrí Akhenazi
Pleamar
En las islas de tu nombre hay pájaros veraniegos.
Un hecho del mar, tu boca, para mi río de muertos que desagua algunas veces sus peores pensamientos en su rutina sin sol sobre tus playas sin miedo.
En las islas de tu nombre hay pájaros extroversos.
Un hecho del mar, tus pájaros sobre el camino desierto que sobrevuelan constantes –como a historias de misterio– la sequía de mis pasos desprovistos de alimento.
En las islas de tu nombre hay pájaros a destiempo.
Un hecho del sol, tu mar acantilado de besos, amurallado de pájaros, desabrigado y esbelto que con sus manos de agua va moldeando mis silencios.
Cuando mi boca se calla, un hecho de amor, tu gesto.
Gavrí Akhenazi
En las islas de tu nombre un cuervo tutela alondras que en lengua romance dicen lo que murmuran las sombras.
Cuando el sol quiebra el ocaso y la noche se transforma en la escalada de odio que al sur de tu sur zozobra, me han dicho que los misiles caen a cientos en la zona, que son días de matanzas programadas peligrosas, que las alertas no cesan en sus gritos a deshoras, que se incendian edificios, bosques, desiertos y rocas.
Que siguen acuarteladas en sus cuarteles las tropas, con la paciencia perdida y un «alto el fuego» en la boca que no cumplen las naciones de la muerte expendedoras.
Qué pasará si el poder con su mano temblorosa aprieta el botón del pánico y descarga cuatro bombas contra Irán y los sicarios del terror que en Gaza flota como el venenoso aliento traicionero de las cobras.
La información que nos llega desorienta más que informa, porque pocos son veraces con la realidad rabiosa y menos los que dan cuenta de las manos tenebrosas que en la guerra de desgaste trafica con sangre roja.
Tú escribes por olvidarte un rato de tus pistolas, y yo porque no me olvido de la luz vertiginosa de esos misiles que estallan sobre el rostro de la aurora.
Morgana de Palacios
Décima espinela
Ángeles Hernández Cruz – Ana Bella López Biedma
Encadenados a la esperanza – Paisajes de interior
Ángeles Hernandez Cruz
Ana Bella López Biedma
Hoy quiero que fabriquemos una gran cometa blanca que nos sirva de palanca y arranque el mal que tenemos. En su vela pintaremos flores de vivos colores que ahuyentarán los temores, los llantos y pesadillas. Volverán las maravillas con eco de cantadores.
Con eco de cantadores, volando en nuestra cometa, veremos la silueta del monte de los amores. Te pediré que no llores por los que se han apagado que estarán al otro lado arropando nuestras vidas. Aun con las almas heridas el dolor será olvidado.
El dolor será olvidado y nuestro Teide orgulloso destacará siempre hermoso aunque el día esté nublado. Lo perverso desterrado, nos hará ser más humanos, generosos, más cercanos, aunque quede algún mezquino. La esperanza es como el trino de un canario en nuestras manos.
Abro la ventana. Llueve con su arpegio gris plomizo. En mi corazón granizo y en mis ojos pura nieve. Busco un gesto que me lleve hasta un paisaje de sol, un roce de tornasol a esta foto en blanco y negro. Una sonata en allegro a mi pena en Mi Bemol.
Cruza el portal, el bolsillo lleno de arrojo, aventura, y un toque sin calentura. Juega conmigo chiquillo a ese corre que te pillo que nos devuelva a la infancia. Retemos con elegancia a este tiempo que nos toca. Tiremos a quemarropa sin mirar la circunstancia.
Inventemos mil paisajes de vinilo o mazapan, lugares a los que van solo los que inventan trajes sobre torpes fuselajes con los que subir al cielo. Convirtamos cada anhelo en la real realidad. Solo aquí somos verdad que en su verdad alza el vuelo.
Puedo olvidar mi cita con el médico las gafas, el teléfono o el paso castigador del sol de mi hemisferio pero nunca su voz, ahí no hay trato. Su voz me trae de vuelta del infierno.
Hace algunos otoños, tiempos malos para la de la voz, pedí en secreto a mi Dios sanador en desacato: “Permítele vivir, yo te lo ordeno. Y busca en el jardín de tus finados las memorias de Juan, el marinero”.
Dios cumplio aquel mandato y un catálogo de versos tramontanos y te quieros nos marcaba la ruta por océanos tan solo navegables en los cuentos.
Viví días felices al amparo de su voz medallistica de ensueño olvidando con ello que el naufragio estaba por llegar. Los sortilegios practicados por Dios conllevan altos impuestos que abonar. Ya no recuerdo la letra ni el arpegio de aquel canto que levantaba oleajes en su pelo. Dios se llevó mis barcos, mató a Madison.
Hoy solo reina un Juan: el de los muertos.
Eugenia Díaz Mares
Sin consuelo
(romance heroico)
Yo quise unir mi llanto con el tuyo en busca de consuelo a nuestra pena, abrazarnos callando nuestro espanto de verla que quedaba bajo tierra, perdida para siempre entre las flores al quedar sin aliento y sin estrella.
Rechazaste mi mano y te encerraste en el infierno solo con tristeza; Me has dejado vivir sola mi lucha. Cegada me abrí paso entre la niebla para encontrarte hundido en tu silencio, con candado en la voz y en esa celda donde pagas las culpas que no debes, sin encontrar reposo con tu entrega.
Quisiera descansar y que descanses llorando junto al mar aunque nos duela.
Morgana de Palacios
Baja las armas
(quintetos)
El diablo me observa desde la sombra con gesto displicente, me inhibe el roce con tu boca pausada, la que me nombra en la carrera diaria y hasta se asombra de este empecinamiento que desconoce.
El diablo no sabe de mis anhelos ni de la guerra santa que me desvela. No sabe que atravieso todos los cielos como un águila oscura de altivos vuelos hacia la luz amante de tu candela.
El diablo del tiempo me desespera con sus cambios de horario sobre mis risas, pirocúmulo extraño para la espera del incendio que llega y que persevera cuando para mis ojos te descamisas.
Gavrí Akhenazi
Mar de viento
(romance heroico)
En la ecuación final, cálida y ágil, quiero tu nombre aquí, si es mi derecho ser el que te ha besado la palabra en la infidelidad de los deseos forzandote a vivir de cara al sol las incomodidades del secreto.
No he conseguido pronunciar tu boca con el rubor de un niño descubierto lanzando papirolas de amargura al alféizar sin tiempo de tu tiempo porque me he dedicado a ser el hombre que se ha gastado el negro entre tus pechos la cruda noche en que tu navegante ha debido enfrentar mi mar de viento.
Hemos viajado por la vida entera irrespetuosos y en espacio abierto, porque escribir de cara a tu mirada representa un desnudo a fuego intenso, que derrite su cáscara de espanto mientras nace de él este hombre nuevo.
Te dije siempre, traducción mediante, que el judío te nombra «su consuelo», en esta amante edad que llega tarde a provocarnos el renacimiento.
Nejama, mi nejama, mi guerrera, que empapeló mi tumba con sus versos.
Idella Esteve
Ocaso y ciprés
(serventesios)
Deprisa o demorando recorro mi camino y voy desaprendiendo aquello que dolía por no querer llevarlo al fin de mi destino para que no se torne en mi última agonía.
Se me apaga la luz y se me enciende el llanto; las lágrimas no sirven ni siquiera en la sombra; se abotargan los ojos, permanece el quebranto, nada se nos olvida y todo se renombra.
Y con supremo esfuerzo en momentos extremos hago acopio de vida para verme feliz, -lejanos son las losas, cipreses, crisantemos- sonriendo al horizonte como una buena actriz.
Ana Estepa
Desde que me despierto
(romance heroico)
Desde que me despierto hasta que duermo llevo mi delantal como estandarte, con mi niño montado en la cadera y mi pecho dispuesto a amamantarle.
Desde que me despierto hasta que duermo cocino, plancho, limpio y tejo el aire que se enreda en las curvas de mis venas y me llenan de vida para darte.
Desde que me despierto hasta que duermo espero a que regreses con la tarde mientras pasan las horas y en la espera me dibujo los labios de besarte.
Desde que me despierto hasta que duermo el brillo de mis ojos se reparte entre el vaivén del viento por la hierba y en contar los segundos para amarte.
Isabel Reyes
Nueve lunas
(cuartetos)
¿Ves aquélla mujer mecer la cuna? Parece tan posible y tan cercano tocar el horizonte con la mano, uncirle un cielo nuevo a la fortuna…
Nueve lunas comió una por una ese vientre crecido del rellano; las tibias levaduras del arcano leudaron en sus pechos una duna.
¿Adviertes la patada inoportuna la náusea repentina y el desgano? ¿La larva del antojo a contramano de ese cuerpo por dos, su raya bruna?
La punta del pezón como aceituna que espera el amasar de su artesano ya sueña con la vida mano a mano ¿Has visto a esa mujer mecer la cuna?
María José Quesada
Floración del almendro
La noche se ha inclinado en el almendro rozando su clavícula en las ramas y al ir a recogerse los cabellos caídos hacia un lado de la cara se ha roto su collar de cuatro espejos y todo en el almendro ahora es luz blanca.