CLÁSICOS EN BLANCO Y RIMADO

El viento en la enramada

La cordura
es un don que no abunda demasiado
ni conviene ejercerlo,
pues los locos no quieren que nadie les disuada
de que es solo ruido
ese abigarramiento polifónico
que suena en su cabeza.

Sin saber qué decir
que aporte algo de luz a toda la vorágine
de tantas y tan cáusticas babeles,
qué habrá de hacer mi voz, sino asumirse
lágrima en un océano de sal
y quedarse callada.

Hablar de la armonía
en un mundo de sordos
carece de sentido
mejor no exasperarse malgastando palabras.

Porque jamás la música
ni la verdad
necesitaron nada que no fuese
el susurro del viento en la enramada
y un corazón atento y sensitivo
para existir.

Quién quiera
puede llegar a ellas, solo tiene
que dejar al instinto que descubra
los rumores que pueblan los silencios.

Y escuchar con el alma ensimismada.

Jordana Amorós

Verso blanco

Miguel Urbano

Tercetos encadenados

Canto a la esperanza: A Lorca

Te busco amigo mío por doquiera…
mas no puedo arrancarte de mi mente
pues hiciste en mi alma enredadera.

Y a pesar de tan largo tiempo ausente
tu recuerdo me sirve de alimento,
pues, en mí, siempre vives tú presente

ocupándome todo el pensamiento.
Jinete cabalgando te he soñado,
cometa que volabas sobre el viento.

Y, ¿cuánto con tristeza te he llorado?
Que lágrimas de sangre aún me vierte
el corazón, del tuyo enamorado.

Con su guadaña vino a ti la muerte
quedando aquella noche ensangrentada;
¿Qué hados te trajeron mala suerte?

Y, ¿dónde estaba Dios la madrugada?…
Pero los hombres son con sus rencores,
el odio y tanta envidia despiadada.

Yo querría llevarte algunas flores,
donde tu cuerpo pueda reposar
con el trinar de pájaros cantores.

La luna se quería desposar
tú de negro, ella rojo su vestido
y en sus manos un ramo de azahar.

Y yo pregunto ¿Dónde te han metido?…
Alimentando rosas y jazmines
en un hondo barranco allí perdido.

Te buscaré del mundo sus confines
hasta haber tus reliquias encontrado
y haremos fiesta y fondo de violines.

Tu verso compañero va a mi lado
y, como perro mis entrañas muerde
dejándome el sentido traspasado

soñando…verde que te quiero verde…
Maldita sea siempre toda guerra.
El mismo vencedor también la pierde.

Si no aprendemos del error se yerra:
y esparcimos el odio de semilla
sembramos de cadáveres la tierra.

¡El poeta de alma tan sencilla
sea concordia entre los hermanos,
fanal de amor y paz su luz nos brilla,
y nos haga vencer rencores vanos!


Una fiesta de luz y de colores

Cuando me llamas Juan, Juan de mi signo,
cuando me llamas Juan entro en los cielos
cuando me nombras, Juan, soy tu cautivo.
Cuando me dices, Juan, Juan de los muertos.

Cuando me dices Juan, Juan de mi signo
se desordena el magma de mis versos.
Cuando pronuncias: Juan, no hay más caminos
que elegir en tu nombre de altos vuelos
la majestad de levantar destinos
en órbitas lejanas. Si tu verbo,
si tu cantar de pan, tu son de vino
me invoca: «Juan, mi Juan el marinero»
a mis montes regresan los olivos,
los albatros quebrando mis silencios

Cuando me dices Juan, Juan el marino,
cuando me llamas Juan, regreso al templo
que fundé para ti donde los hilos
del tiempo hacen posible los te quiero.

Cuando me llamas Juan, soy ese tipo
que levanta por ti mareas, reinos.
Cuando me llamas Juan, soy tu marido
en esos tentadores multiversos.

Cuando me dices, Juan, vuelvo a estar vivo,
Dios protege en sus aguas el secreto;
nuestro secreto, amor, donde existimos
en un castillo al borde del desierto,
y solo Dios conoce nuestro exilio
nuestro rito desnudos contra el miedo,
solo Dios reconoce tus vestidos
mis sombreros Fedora, mis misterios.
Solo dios sabe, Octavia, que dedico
al borde de tus labios mientras vierto
mi seminal victoria en tu delirios.

Cuando me llamas Juan, mi Juan el marinero,
mi capitán, mi Juan el de los himnos,
soy tu escritor mercante extra terreno
y en tu fiesta de pájaros y trinos
quiero morir de amor, morir en verso.

John Madison

Rima alterna

Orlando Estrella

Verso blanco
Mi compañera se marchó

Mi compañera se marchó de incógnito.
No me explicó porqué.
No se fue de mi casa, nunca vivimos juntos,
nuestro hogar era el mundo, los caminos, las calles,
los comedores, los hoteles chinos,
-ahí no hacen preguntas-,
les importa un carajo quien eres o quién no.
Y esos pormenores nos definían bien.

Nos gustaba estar solos, apartados de otros.
Amigos de los márgenes, algo así como antítesis,
un gran contraste, pues, éramos militantes
de un partido de masas que procuraba gente
para lograr sus fines.
No fue nada chocante que juntos renunciásemos
maldiciendo los putos dirigentes de mierda
que resultaron ser rateros consumados.

Una mujer brillante, cuyo sueño mayor
era ser contratada como investigadora
como cualquier ratón de biblioteca.
-Aunque esté recluida y que además me paguen-
musitaba con brillo en su verde mirada.

Pero un día se fue, se apartó sin decir,
sin dar explicación. Quizás sea frecuente
en la mujer independiente, libre.
O tal vez cometí un disparate
y no lo supe.

Si no fuese habitual mi mundo solitario,
me hubiese golpeado con una mayor fuerza
ese trance de vida que recuerdo
como el mejor poema que se adapta a mi estilo.


Mea culpa

Resultaría fácil
culpar a los demás de que haya huecos
en las opacas vetas de espejismo
con las que construí mi gazapera.

Afuera luce el sol
y por los agujeros se cuelan alfileres
que inoculan el frío de la luz.

Aunque me convirtiera en diosa de ocho brazos
los dedos no serían suficientes
para tapar las brechas que persisten
en su afán de mostrarme mi ceguera.

Culpo a mi cobardía y su tesón
en hacerme mirar hacia otra parte,
mientras tarde o temprano
los problemas que un día no enterré
revientan para abrir otro boquete.

Ángeles Hernández Cruz

Verso blanco

Eva Lucía Armas

Romance heroico

La playa de la Pena

Érase una vez un hombre antiguo
que amaneció en la playa de La Pena.
Con él había un esplendor de antaño,
su vieja Excalibur, cuatro quimeras,
un paquete con voces que cantaban
mojadas bajo el sol pero despiertas,
algunos abalorios hechiceros
que olían a Patchouly y hierbabuena,
conjuros varios, notas, mapas, pan
y un fuego que alumbraba en cualquier niebla.

Iba a pie por el mundo con sus cosas:
sus viejos dinosaurios de otras eras,
sus aves fabulosas e imposibles,
su voz de encantador de las tormentas,
su flauta de Hamelín, sus distracciones
y su red cazadora de cometas.

Un día, tuvo un barco y fue pirata,
un corsario en busca de una reina
y anduvo por «los mares procelosos»
al timón de su propio Perla Negra
que del norte hasta el sur viajó la aurora
buscando una esperanza aventurera.

Érase un hombre antiguo, un hombre extraño,
con manos de apartar todas las piedras
el que llegó a la playa dando voces
como conquistador de las sirenas
y levantó castillos y almanaques
puso en horario el reloj de arena
y se sentó a esperar tejiendo pájaros
a que se enamorara de él la ausencia.

La Pena lo miraba, alucinada.
Toda la isla olía a madreselvas.

CATORCE VERSOS

Jordana Amorós – España

Pájaro de nieve

En mi ventana canta un pájaro de nieve
con un trinar que habla de un pálpito aterido,
una canción que nunca jamás había oído
y al escucharla toda mi alm
a se conmueve.

El color de la tarde ya no es tan desvaído
y al tiempo sin textura le presta su relieve.
Hay una bocanada de suavidad que mueve
el aire, que en su encaje se queda entretenido

Con qué fervor quisiera aprender de su humilde
manera de olvidarse de sí, de hacerse albricia,
más allá de la anécdota del helor y su duelo.

Y practicar el arte de colocar la tilde
de mi decir en donde la voz se hace caricia
de pluma y se ensimisma en el placer del vuelo.


Sergio Oncina – España

La barca

Mecido por el mar, seguro y reo,
a merced de los vientos y la luna
soy Calypso, Penélope, Fortuna
y rico en soledad, cuanto deseo.

El cielo me acompaña y no me creo
esta suerte de calma, la oportuna
cadencia musical bajo mi cuna,
la extrema suavidad del bamboleo.

No lucho contra nadie en el camino,
barquichuela sin quilla a la deriva,
madera sobre el agua sin destino.

No sueño y tengo estrellas al alcance,
luciérnagas que miran desde arriba
la inconsciencia infinita de mi avance.


Morgana de Palacios – España

Relampadare

Quién no abrazó interminablemente
en un instante íntimo de exilio,
la plenitud salvaje de un idilio
hecho de carne y vísceras y mente.

Quién no abortó irremediablemente
algún amor gestado, sin auxilio,
en cualquier clandestino domicilio
ante un prohibido hogar de llama ausente.

Por el relámpago de un disparate,
quién no ha muerto en la gloria de un combate
de amotinadas sábanas furtivas,

para resucitar, sola y desnuda,
con la triste impudicia de una viuda
de muerto corazón y manos vivas.


MINIMALISMOS

Héctor Michivalka – Honduras

Mi vida fue buscar
siempre buscar

Busqué la luz en vano
como un ciego

Cayendo como río
que se condiciona
por la fuerza de la inercia

así voy

Ahora que me encontré
doy fe

de que estoy perdido


A pesar de todo
la vida ha sido un hotel

barato pero acogedor

Me agradó aprender viajar
soñar equivocarme…

Vine a vivir
y morí varias veces

La muerte ha sido mi lazarillo


Letrero de neón
tartamudeas en clave Morse

pasajes
del callejón sin salida

donde la nostalgia
cerró sus puertas

Heme aquí con el tintineo
de un manojo de llaves


Aunque
me tocó bailar con la más fea
hasta el amanecer

no perdí el estilo

Si la suerte
persiste en ser la misma

me encapricharé
en maquillarla


Se ríe el destino de mí
porque
según él
impera su última palabra

Mientras
yo lo moldeo en el barro
como hizo el demiurgo

que dudaba de mí


Me gusta ser yo
porque no tengo otra alternativa

Si me retracto de ser el mismo
perdería mi esencia

La bestia del dolor
se divierte con sus rémoras de colores

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Image by Maike und Björn Bröskamp from Pixabay

El agujero, un relato en sonetos

Miraban todos por el agujero
y la curiosidad me sugería
unirme a ellos, aunque todavía
tenía que afrontar un grave pero:
mi condición de raro y forastero,
exhausto de medirme cada día
contra el desdén hacia mi extranjería,
teniendo siempre que empezar de cero.
Al verlos, sin embargo, de ese modo,
ante el boquete absortos y apiñados,
parecía que ya el entorno todo,
el horizonte inmenso a ambos lados,
eran nada; y sentía, como un grito,
la llamada de aquel agujerito.


Es un apacible entorno:
prados verdes, bosque denso,
cielo de color intenso,
montes de dulce contorno.
Sin superfluidad de adorno,
en las casas, un consenso
por pertenecer al censo,
y pan salido del horno.
Algún vestigio romano,
una iglesia y un castillo,
y un antiguo ciudadano
con sus aires de caudillo
recordado en una piedra
que ahora cubre la yedra.


Y a solo unos pasos de aquel monumento,
el gran artilugio que a todos absorta:
apenas un mueble de altura muy corta
con ese boquete, magnífico invento
que ansiaba explorar, llegado el momento,
si así me dejaban, pues no les importa
la gana que el otro, distinto, soporta;
según sus razones, no tengo argumento.
De mí recelaban por ser un extraño,
y entiendo el temor a mi diferencia,
a no respetarles sus leyes de antaño…
Por eso, aquel día que al fin mi paciencia
obtuvo su fruto, miré agradecido
por ese agujero… y aun más, sorprendido.


Dentro del hueco existía un prodigio:
toda la villa, en detalle y aspecto,
un ideal apolíneo y selecto,
cuna de eterno prestigio;
toda su gente, sin mal ni litigio,
solo elegancia y ejemplo perfecto,
formas amables y trato correcto,
música en modo mi frigio.
Todos con ropa de marca famosa;
ellos, peinado impoluto y ellas, audaz maquillaje;
autos de manufactura ostentosa.
Sí, miniatura sublime y un reducido paisaje.
Pero contentos de, cada segundo,
verse cual centro y ombligo del mundo.


Cuando al plano real retorné la mirada,
sentí por un momento la sórdida tristeza
por ellos compartida, la constante certeza
de no ser quien pareces en vida figurada.
Y cuando preguntaron, con mi mayor sonrisa
de reconocimiento, les alabé el buen gusto.
Apenas esto dije, y en el momento justo
volvieron a apiñarse junto al hoyo, deprisa.
Allí se acomodaban a insultos, a empujones,
como no quieren verse, como son de verdad,
ciegos a la existencia más allá de sus ojos,
sumidos y enredados en fatuas ilusiones,
a conciencia atrapados en aquella oquedad,
como si solo fueran un montón de despojos.


Porque soy extranjero
y siento diferente,
no encuentro inconveniente
andar el mundo entero.
Lo de aquel agujero
me es insuficiente,
pues paso a paso, enfrente
hay más, y verdadero.
Recogí mi equipaje,
retomé mi camino:
el cambiante paisaje
es mi mejor destino,
y la naturaleza
me explica mi rareza.

LOS CLÁSICOS

Sergio Oncina – España

La alborada

Hay quien busca la luz en la mentira
y se alumbra con lunas. Pide besos
ingenuos en un feudo de embelesos
y frente a la verdad sufre y delira.

Quiere verse en el sol y cuando mira
solo descubre ímpetu y excesos,
sentimientos agónicos y presos
que no sabe plasmar, rayos de ira.

No conoce la voz inmaculada,
la palabra perfecta que se asoma
al balcón de un poema transparente,

el verbo que ajusticia en la alborada
los miedos a las noches del idioma
y te desnuda agudo e insolente.

(Soneto)


Isabel Reyes – España

Daría

Daría todo el mar, todo mi anhelo
y el agua de mis ojos, mi llanura
con tanta sed de sal y tanto miedo

Daría el sufrimiento, los senderos
de tu boca a la mía, tantas leguas
que median de mi abrazo hasta tu cuerpo.

Daría el trigo verde y el silencio
de tu nombre crecido en los bancales
de mi heredad estéril tanto tiempo.

Daría estarme siempre entre los remos
de tus barcas y el mar, y estar contigo
más allá de los campos y del cielo.

Daría todo ahora, cuanto tengo
de bello en torno mío: las palabras
y el viento delicioso en que te envuelvo.

Por saber qué nostalgia, qué misterio
hay más allá, amigo, hay más acá
de esta orilla en que vivo y no te encuentro.

(Tercetos de Arte Mayor)


Miguel Urbano – España

Te busqué

Te busqué por las cumbres y los ríos,
por selvas y por ricos cafetales,
por remotos espacios siderales,
y por piélagos, cálidos y fríos.

Te busqué sin rendirme a desafíos,
por oasis de verdes palmerales,
por áridos desiertos minerales,
y por volcanes, mansos y bravíos.

Te busqué en el bullicio y en la calma,
sin cesar te soñaba noche y día
siendo de mi existencia ansiada palma.

Y cuando el desaliento me vencía,
al asomarme al fondo de mi alma
al fin te hallé, mi amada, poesía.

(Soneto)


Morgana de Palacios – España

Ciclotimias

Entre ¡vivas! y ¡mueras! me nazco solitaria,
nadie se asombre pues si escéptica me muestro
metáfora baldía y correligionaria
de los que no rezaron jamás un padrenuestro.

Simbólico aluvión de sangre derramada
en arenas extrañas a despecho de azares,
no encuentro mi lugar en ninguna alborada
ni sueño en publicar mis obras ejemplares.

Nací para ser libre con las manos abiertas
que se han ido colmando a traves de los años,
de brillantes esposas y de cerradas puertas
de todos los colores y todos los tamaños.

Hay quien inventa falsas conjunciones astrales
y en alarde piadoso se acaricia a sí mismo
con el polvo de estrellas de las aparenciales
orgásmicas visiones de su propio espejismo.

En la exacta frontera de las pulsiones grises
yo vivo a ras de suelo, casi definitiva.
Si tropiezas conmigo ¡cuidado! no me pises
que suelo revolverme si no hay alternativa.

(Serventesios de Arte Mayor)


John Madison – Cuba

Love cactus

Te encontré y no sabía que guardabas la llave
del orden de mis mundos, nightmare en rebeldía.
Te encontré como encuentras para un ánfora el agua.

Con esa fe imposible, yo encontré tu abadía.

Te encontré y ahora tengo que levantar diez puentes
de Madison en vuelo, poética osadía,
para activar la risa de tu barca nocturna,
verano de mi sangre al declararse el día.

Hoy he pensado en ti, en tu aroma de impúber,
conjugación almática de antigua novia mía,
y he sentido nostalgia de tu loca costumbre
de alunizar espléndida en mi casa baldía.

(Romance heroico)


Natalia Alberca – España

Futuro imperfecto

Un mal día dejé de conjugar
el futuro perfecto. Se esfumó
de aquel libro gastado de gramática
que solía leer asiduamente.

Y me topé de frente con la fobia
que me causaba el modo imperativo.
Con el condicional me consolé,
intentando pensar: ¿Y si tan solo

fuera una pesadilla?¿Si eso nunca
pasó? Me ilusioné con el acaso
que el subjuntivo, amable, me ofrecía

con rasgos irreales. No me queda
salida; aceptaré que mi vivir
es tan solo un gerundio: subsistiendo.

(Soneto)

EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel – Argentina

Imagen by Jackson David
Flashback

Una nube se ha detenido sobre el piso del cuarto.
Bajo su sombra que no se decide a ser lluvia,
lloran sin lágrimas los ojos de mis difuntos.

Acodados en la férula del recuerdo
son bocas descosidas de silencio,
gestos que bailan con pie mesurado
alrededor de la mesa vestida de fiesta.

Han sentado en mi falda
las llanuras oscilantes donde rieron,
sus huertas y jardines de corolas gigantes
hoy brotan en mi alfombra.

Han puesto a cantar al rescoldo
levando misterios con sus manos blancas
que regalan duraznos al aire
y musitan claves a sus bandoneones.

Un tobogán de niebla los trajo a mi puerta,
ahora que mi memoria opone su espalda
a este catálogo que naufraga en un vórtice.

Y ese fogonazo dispara su carta sin remitente
en el ojo del espejo que me mira desolado.
Impasible.


Love and peace

Hay olor a sol de verano en el aire,
bajo un cielo tan brillante que lastima.

Se diría que los eucaliptus
transpiran tristezas mentoladas,
heridos por el flechazo de siriríes
ajenos a tanta escaramuza.

Escucho el golpeteo del oleaje
acariciando mis perímetros.
Reincido en ejercicios de olvido,
hamaca de viento que lleva y trae
sobre las luces flotantes del día.

Mientras, descifro titulares:
los leo al revés,
en diagonal,
en zigzag,
en jeringozo.
Están escritos en idiomas que no entiendo.
Deberíamos inventar un esperanto
que no sea polilla de biblioteca.

Todo esto, para no ver los peces
que alguien arrojó en mi living.
Una tonelada de peces muertos.

Te lo dije.
No es un lugar seguro.
Nunca lo fue.
Solo en tu cabeza love and peace.
Solo en tu cabeza.


Jesús M. Palomo – España

¿Cómo te llamas?

Me llamo Jesús por mi abuelo.
Me llamo Jesus,
sin tilde,
porque mi padre lo escribía así.

Me llaman Jesus, o Palomillo
pero me han llamado de todo.

Cuando era niño me llamaban Chusete
y lo aborrecía.
Así aprendí a hacerme el sueco.

Y, cuando era menos niño,
me llamaban Txus,
porque había otro que portaba el mismo nombre
y yo,
que llegué más tarde,
no era merecedor de ser nombrado completo.
Por eso ahora siempre llego antes que los demás.

Cuando me salio el bigote
y me afeitaba con la cuchilla de mi padre
nadie me llamaba.
Dejé de ser popular.

De vuelta de Mallorca,
me llamaban maricón.
Pero lo decían por lo bajini,
no fuera a ser cierto.
Con mis plumas los descolocaba.

Tuve una época
donde casi ninguno de los que conocí
recuerda mi nombre.
Aún hoy, algunos ni me saludan.
Cómo iba a saber yo que estaban casados.



Siri dice

Avanzo hacia un destino
que aún no soy capaz de vislumbrar.

Lo hago usando mapas antiguos,
pues renuncio
a ser mecido por el ge pe ese,
que me hace sentir atontado,
adormecido entre las consignas.

«Siga adelante en la rotonda
si quiere llegar a la Gloria»

Pues no quiero.

Desisto de ser guiado por satélites,
a pesar de las ocasiones
que me he precipitado por ruas embarradas,
por rutas que acaban en basureros
y en cuevas ciegas.

Avanzo errando,
sin que nadie me controle
y voy encontrando recovecos insospechados.

Solo cuando en la niebla
me abandona hasta la orientación,
se me antoja poética la última voz de Siri.
«Ha llegado.
Su destino está a la izquierda».

EN VERSO BLANCO

Silvana Pressacco – Argentina

Tal vez, solo así

Todo continuará
cuando cierre los ojos definitivamente.
Yo me iré y quedarán tareas inconclusas,
no habré aprendido todo,
me iré sin más reclamos,
sin darles más respuestas.
No sabré ni la fecha, ni la hora,
ni el valor de mi entierro
y no me importará, ya nada importará,
ni siquiera que deje de dar explicaciones
y nadie, ni yo misma,
pueda con un regaño.

Espero que después
no surja algún soldado
que quiera reemplazarme en esta imaginaria
hasta quedar sin resto,
alguien que encuentre el norte sin agujas
y ofrezca su columna como armario de errores.

Se apagará mi luz y tal vez, sólo así,
de sus ojos se caigan las cortinas,
entiendan que detrás de las ventanas
hay golpes, frustraciones, sufrimientos
y sobre todo hay un aire delicioso .



Ana Bella López Biedma – España

Cuadernario de silencio

Un golpe.
Un golpe y el silencio.

Hay un hombre talado en mitad de la tierra.
Sus raíces me muerden de los pies a la boca.
Apenas es de día y, sin embargo,
se ha derrumbado el sol sobre mi espalda.

Después solo un tic tac acuoso, inexorable
y un pasillo plagado de luciérnagas
con su destello triste.

Mi mundo se parece a un ajedrez
lleno de damas blancas
que cruzan el cansancio de mis ojos
con su rictus de pájaro.

Voy tejiendo la espera con hilos de colores
que destiñen mis manos, deshaciéndose en lágrimas
que gotean también sobre el silencio.

Hay un beso de polvo que se durmió en tu nombre
por no llamarte hogar lo suficiente.



Ángeles Hernández Cruz – España

Los de antes, los de ahora


Un pañuelo anudado detrás de la cabeza
enfunda mi cabello rubio eslavo
con tonos albaneses;
los ojos se entrecierran
para que no deserten del horror
mis párpados semitas;
la nariz es de indígena amerindio,
pequeño promontorio
que equidista los pómulos de un azul bereber;
de Birmania y el Tíbet es la sal de mi cuello,
y la barbilla siria se me escurre
sobre la piel del rostro negra centroafricana.

Mi lengua habla el idioma
de todas las mujeres, los niños y los hombres
subidos a unos pies que se deshacen
por el camino amargo de la huida,
al vadear los ríos de esperanza,
cuando escalan los muros de vergüenza,
y al adherirse al suelo de los botes
que llevan rumbo al fondo de los mares
o al castigo
de una deuda perpetua.

Qué corta es la memoria
para tan largo viaje.

MINIMALISMOS

Haikus

Héctor Michivalka – Isabel Reyes

1

Abro mis ojos
chorros de humo en el cielo
se acabó todo

2

De barro el hombre
desliza su codicia
cual lava ardiendo

3

Tantos hambrientos
El precio de un misil
evita muertos

4

Los pueblos pobres
son palillos de dientes
para los ricos

Héctor Michivalka

Traduciendo a mi gato


Isabel Reyes

Nocturnos

1

Se incendia el cielo
y a pesar de la guerra
nace la vida.

2

Agazapada
la mar borra la noche
y olvida al cielo.

3

En los adentros
del ser más despojado
se hospeda el cosmos.

4

Sobre mis ojos
las sombras depositan
miedo y palabras.

EN BUEN ROMANCE

Arte menor

Natalia Alberca – España

Luz de luna

Encaramada en un árbol
la niña dijo a la luna:
─Tengo sed, quiero beber
tu leche de blanca espuma,
alimentarme de sueños,
de esos que de ti rezuman;
como cuando era pequeña
y acostadita en la cuna,
a través de la ventana
de mi habitación oscura,
veía el cielo estrellado
y soñaba que a la grupa
de un magnífico unicornio
llegaba hasta las alturas
y conseguía, por fin,
descubrir tu cara oculta.

La luna le contestó:
─Si soñar es lo que buscas
te contaré mi secreto,
préstame atención, escucha…

Y en voz bajita le habló
con mucho amor y dulzura.
La niña escuchaba absorta
recortada en la penumbra
con los ojos muy abiertos
y con la boquita muda.

Después se volvió a su casa
con una escudilla oculta,
resplandeciente de sueños
y llena de luz de luna.



Isabel Reyes – España

Oscuridad

La sombra se ha aposentado
en la mitad de mi entraña
y por más que río y río
la oscuridad me avasalla.
Ni la luz ni los silencios
me dan su dosis de calma
-la que se fue un mes de enero
al filo de la mañana-

El cómo nubla mi vista
entre lamentos y lágrimas
el porqué quema mi boca
al llegar las madrugadas.

Voy a tomar buena nota,
y retirarle las máscaras
a las muchas cicatrices,
que enraizadas como un ancla,
no me dejan volar libre
cual humo de marihuana
para ver si así es posible
que vuelva a brillar mi aura.

Voy andando hacia el futuro
contemplándolo a distancia.



Romance heroico

Gildardo López Reyes – México

Dilema del erizo

Viviendo en el «dilema del erizo»
con todas mis espinas alineadas,
el tiempo me afiló todas las puntas
y ya las tengo todas preparadas.

Mutaron los amores en rencores
con el temor regado en las mañanas,
aquellos sueños que se suicidaron,
con mis preguntas nunca contestadas.

Dispuesto siempre a hincharme sin motivo
con mi supuesta pretensión de calma,
con esta lengua que se afila sola
por demostrar que a mí nadie me gana.

Pero también está el temor creciente
a morir solo, lleno de nostalgia,
sin esa compañera indispensable
con una soledad exacerbada.

¿Te acuerdas de La célula que explota?
ahora quiero todo, al rato nada,
hoy siento que te quiero demasiado,
quizá en la noche ya no me hagas falta.

EL ARTE DEL CONTRAPUNTO

John Madison – Eva Lucía Armas

Love cactus

Un cactus floreciente es toda ella
para mi corazón, otoño en trance,
y solo el verbo Sol de mi sistema
planetario da voz a su elegante
poética manera de abrazarme.

Un cactus floreciente, una rareza,
acuática es su risa de muchacha.
Cactácea verde mar que a mí asexuada
espiritualidad ha conquistado.

El Ra de mi nocturno round terráqueo:
El amor verdadero es mi cactácea.

Aguacero astronáutico en mi nave,
sambando va su lluvia por mi casa,


2

Te espero en la otra vida, allí te espero
con mis deudas saldadas, bajo el signo
de otra era animal, amor, te espero.
Con mi voz de poeta volcánico te espero.

En la ladera oculta de la luna,
en los campos de Orión,
allí te espero
para poblar de flores tu canción,
de renovados besos tu vivero.

Encontrarás mi savia en otra piel,
pero sabrás que es Juan, el de los versos.

John Madison


La vida y sus problemas nos envuelven
con espinas peores que las mías.
Yo suelo ser aloe curativa
o tunita de azúcar si me quieren.

Espinitas por fuera, miel por dentro,
me defiendo a mi modo de las cosas
pero tu corazón me desemboza
con su boca que vuela a contraviento.

Algo de mi dulzor se ha despertado
como un loto fugaz por tu palabra
y, rosa del desierto, aquí te habla
mi pétalo de agua, desflecando
una razón de estrellas singulares.

Juan de los versos, Juan que siempre añades
un fondo universal a mis espacios.

Eva Lucía Armas


“Mi corazón es tuyo”, dije un día
hace ya algunos años, flor de loto.
Mi corazón que entonces era un frágil
misal que no encontraba su acomodo.

Mi corazón que escribe sin reposo
en el norte caudal de su obra pía
la fecha en que tu amor de Cataleya,
dio muerte con su voz a mi perfidia.

Tu amor sin condición, tu amor de altares
tu amor es mi oración,
tu amor mi salve,

tu amor me llevo yo, mi Eva Lucía
junto a la luz de Dios cuando él me llame.

John Madison


A veces, ya sabés, amortiguo la espina
y me vuelvo una grosella verde
para esa boca tuya, dorsal y masculina.

Una grosella ácida que arde
por dentro de tus ganas y ambarina
se licúa en sus rojos
fiel al mordisco oculto de tus ojos.

Un talle milenario que se inclina
en alas de tus vientos sin canceles
y aparca los enojos
en un grito de luz, alada harina
para el pan de este Juan

y sus antojos.

Eva Lucía Armas


Animal de platea, vivo siempre
en tu sueño irreal que me descorcha.
Como un moet chandon soy en tu boca,
el banquete en tu mesa de los viernes.

Tu harina de moldear tu permanente
festejo literario, soy tu pronta
máquina de inventar. Yo soy tu honda
bahía espiritual, el hombre en ciernes

que juró lealtad hacia tus versos.
Es tuyo mi monólogo despierto,
mi ópera visceral y sus semillas,

mi poniente y mi luz. Tuyo mi arpegio
de pajarero atlante, tuyo el fuego
hacedor de mi tierra prometida.

John Madison


Algo hay en vos de superhéroe Marvel,
algo de extraño ídolo pagano,
de niño del tambor, de árbol de antaño
henchido de crepúsculos que arden.

Un espíritu errático que implora
por sed al agua que su mano junta,
y un mineral recrudecido en jungla,
una anfibología que me nombra.

Te escucho en las ausencias más presentes,
como una oximorante receptiva
escucha las respuestas que no entiende.

Y te percibo al pie de mi silencio,
figura universal que se alza en vuelo
si coincide su alma con la mía.

Eva Lucía Armas


SONETISTAS

Miguel Urbano – España

El hombre que me habita

El hombre que me habita tiene talla,
su noble corazón amor rezuma,
ante la sinrazón presta su pluma
y raudo se dispone a la batalla.

El hombre que me habita no se calla
ni por nada se arredra ni se abruma,
a la causa del bien su esfuerzo suma
y sale a flote si su barco encalla.

Quiere sembrar de abrazos el camino,
soñando siempre en alcanzar la meta
va con el rumbo fijo a su destino.

A la vida dibuja una pirueta,
y tiene un no se qué de peregrino…
El hombre que me habita es un poeta.



Sergio Oncina – España

¿Qué me queda?

La luna es un satélite desierto
y no creo en los dioses ni en la magia,
¿cómo voy a frenar esta hemorragia
de números sin fe, de un mundo yerto,

de tener desalmado más acierto?
¿Cómo voy a soñar si se presagia
el fin y el pesimismo se contagia?
¿Qué me queda? ¿Morir entre lo cierto?

¿Reír sin que se note cuánto duele
ocultar cada lágrima maldita
detrás de una mentira que consuele?

¿Abandonarme exánime por mudo?
Queda la voz y la palabra escrita,
el verbo honesto, indómito y desnudo.



Jordana Amorós – España

Alienaciones

Me refugio en lo idílico, de raso
azul celeste pinto el gris que aploma
el horizonte y visto de paloma
al halcón montaraz si llega el caso.

Fuerzo destellos en mi vida roma
hasta que arde, veo siempre el vaso
casi colmado aunque luzca escaso
e incluso a la huesuda tomo a broma.

Si a mi realidad no la depuro
tras un cristal rosado, es lo seguro
que habrá de ser motivo de incomodo.

Ayuda a transitar las estaciones
el ir coleccionando alienaciones.
La ceguera es un don, después de todo.



Morgana de Palacios – España

Con la cola del viento

No te duelas por mí, que me sobra entereza
y no le tengo miedo ni al cáncer ni a la muerte.
Estas cosas ocurren en la naturaleza
y no soy excepción por no tener más suerte.

Déjate de llorar que yo no quiero verte
naufragando en el llanto sin tener la certeza
de que vaya a morirme. Pretendo conmoverte
con los ripios burlones que rondan mi cabeza.

Todavía soy joven, todavía me altero
con la hombría de alguno, todavía me muero
por aquel que se ríe del mundo y su falacia.

Créeme si te digo que prefiero, sin duda,
vivir intensamente cuatro días desnuda
a diez años vestida de luctuosa desgracia.

MANEJO DE METRO, MANEJO DE RITMO

El verso blanco

Isabel Reyes – España

30 de enero

Envés de la cordura, cuánto llanto
se vierte por mi cara.
Cómo escuece el dolor entre los ojos
cardo ahogado en la luna del silencio,
la vida hecha ceniza destruyéndome.

Se derraman los años como un río
y no tengo en mis dedos la compuerta
contra ningún naufragio imprevisible
y las voces
no taponan la herida del futuro.

Mañana el sol no sale, y yo atónita
mi breve arquitectura ante el asombro
contemplo, dolorida, la oquedad
que debiera rozar con estas manos.

Envés del corazón, el otro número
del signo del zodiaco, el otro rostro
que tiene el día 30 de este invierno
escueto enero helado de la muerte
que me empieza a sufrir frente a la piedra,
sobre el mar nunca visto todavía,
ardiendo la distancia de mis ojos
al tempero salobre, siempre sola
la océana nostalgia con verjas y con nieve.

Y mi cuerpo se queja
de aguantar tanta ausencia en sus espaldas.



Morgana de Palacios – España

El cazador de cazadores

Te sangra el corazón
y los ojos te sangran
espantados.

Te sangra la conciencia
como si fuera tuyo el pecado del mundo.

Toda la imperfección del hombre estalla
con una impunidad paralizante,
mientras se abusan niños,
se torturan
se gasean
como si el que murieran entre espasmos
fuera algo inevitable y hasta convencional
en esta guerra sorda del hombre contra el hombre.

Eres un cazador de cazadores
en un negro safari cazanegros,
cazaesclavos sexuales
cazaórganos,
porque si hay demanda pervertida
lloverán, fraudulentas, las ofertas,
y las arañas tejerán las redes más insólitas.

No seré yo, ya sé, pero alguien tiene
que mantener erguida la piedad
y los ojos abiertos
en la fosa común de la ignominia humana.

No, no seré yo,
pero serán tus ojos repletos de cadáveres sin tumba,
y tu rabia será y tu impotencia,
y tu sordo dolor gritando testimonio
para sacarte el asco de las tripas.

Yo no hago nada, vida, sólo impongo
alguna mano fría sobre la frente ardiente
de tu desolación,
mientras me sobrecojo en tu palabra
que no se calla nunca
suavemente.

Como tiene que ser cuando elegiste
por qué ojos de hombre ver el mundo.


Gavrí Akhenazi – Israel

Negociación del fuego

Hemos dejado la violencia para ratos sin armas.
Negociamos el fuego
y hay narcisos de nuevas floraciones
comiéndose despacio el roquedal.

Abruptos y volcánicos
nuestros huertos parecen construcciones de piedra
con sus plantas metálicas que ascienden
encima de las frutas cristalinas
afanándose en su protección.

Aprendimos la invisibilidad de tanto ser visibles
para feroces mangas del langostón de tierra,
cuando llega famélico y masticador a devorarnos hasta el esqueleto.

El cristal, de verdad que no es lo unánime.
A la sumo, un vidrio esmerilado
que lo traduce todo al idioma de la opacidad.



Mar García Romero – España

Tarifa

Cierro los ojos,
Cohen susurra versos a la música.
Es invierno, camino por la playa,
Tarifa con el agua verde y honda
hiela mis pies, me muestra
su terrible verdad en estos vientos.

Entre las aguas veo
una luna de algas y corales,
menguante, dolorida,
un mundo no visible, donde flotan
almas sin nombres, seres sin esquelas,
que gritan sin cesar en las corrientes.
-Las olas con su furia
redoblan esos gritos en mi sangre.

Me vuelvo angustia y sal y carne negra
como otro muerto más junto a los muertos
en esta fosa anónima y azul
de catorce kilómetros sin fin.
A merced del vaivén, que no se acaba,
mi patera se hunde una vez más
frente a las dos orillas, frente a mí.

Soy un cadáver frío, con memoria,
y un gemido por siempre del Estrecho.

¿ Do I have to dance all night?
Se preguntaba Cohen.



Ángeles Hernández Cruz – España

Mis pies desnudos

Por mucho que me pidan que suba a unos zapatos
de incómoda puntera y tacón de estilete,
no quiero ser izada porque no soy bandera
de nada ni de nadie,
ni siquiera de mí.

Me resisto a llevar unos botines
de piel de cocodrilo o costra de serpiente,
con brillos suntuosos que proclamen
la obscenidad del lujo
en sus charcos de mugre.

Tampoco me pondré unas zapatillas
hechas para el deporte de aplastar
los ojos con que muchos
se ven en las estrellas.

Si tengo que elegir,
prefiero andar descalza.

EL VERSOLIBRISMO

Silvia Heidel – Argentina

Certeza

No hay palabras aquí .
Otros signos enlazan a las cúpulas.
Quién pudiera traducir en sus neuronas
la ilegible jerga de estos seres.

No hay palabras aquí.
Apenas el runrún de las arañas.
El articulado crujir de los glaciares
y las uñas del viento tañendo hojas
con pulso de arpa vieja.

No hay palabras aquí.
Horizontal se hamaca el cielo
en ese agujero móvil.
Por su aérea escalera
zambulliría mi cuerpo,
intentando al borde de su acantilado
un magistral clavado en aguas secas.
Pero mi densidad sin plumas
no pertenece a esa especie.

No hay palabras aquí.
Mi oído en tierra descifra un trasiego
de información entre las raíces.
Los anillos y su vibración desajustada.
La estampida de pequeños caminantes
tras la perorata de las bandurrias.

No hay palabras aquí.
Soy uno más de los caídos que el bosque venera.
El musgo avanza en mis axilas, las flores en el pelo.
Suelto al aire mi esqueleto verde
y baja por mis ojos, antes de tocar mi corazón,
esa certeza.

No hay palabras aquí.
Nada que logremos entender.



Jesús M. Palomo – España

Frágil

La fragilidad de una simple hierba
que soporta el peso de un caracol.

Así son los sueños que apenas recuerdo.
Así son los primeros minutos de la mañana,
tan confusos,
tan oscuros.

Es tan endeble el equilibrio en ese minuto,
que si cae o se mantiene,
puede decidir el ánimo de la jornada entera.

La fragilidad de la confusión en sí,
la precariedad es absoluta.
Así rezan los días:
frágil, no cargar demasiado peso.



Leonardo F. Zambrano – EEUU

La llamo y no me oye

Me hace falta crear luz sobre la tinta
Para construir sombras sobre las líneas…
…Creo más pluralidades entre los versos
muy raras en las voces de los cánticos,
pero soy yo, ¡tan otro y un poco desigual!
Soy un adepto a pie con las individuales.

A veces nadie oye la sentencia
tan incierta en las orillas del verso
y es que las personalidades son otras
donde vivir es un abismo donde caigo…

Entre mis polaridades un encuentro,
simple al oido de mi otro paso
sin embargo mi diente ya no muerde
donde antes fue un pasado que arde…

Ella no me oye,
quiere que la oigan.

EN PROSA POÉTICA

Isabel Reyes – España

¿Un poema de amor en tierra extraña?

Niña, niña, niña… para poder cruzar el estrecho puente hacia ti me hace falta apoyarme en tus pensamientos y en tus ojos: ¿por qué no me miras?

La ciudad suspendida en el aire, mondaba despacio la manzana inabarcable de la aurora.


Se precisa un hombro donde descansar la cabeza. Cuando se encuentra amanece antes en los descansillos de las escaleras.

Préstame un cestillo de rosas para la procesión de la vida y de la muerte.

Ahora cada día amanece más temprano. La noche es algo provisorio, carece de esencialidad y fundamento. Estamos sobre la vida para caminar hacia la luz.

En nuestro interior tenemos un gran horno de leña en el que se cuecen todos los soles, el sol del pan crujiente que se come en la mesa para estar todos juntos, el sol armonioso de tu cuerpo, mujer, que huele a labranza.

O el sol maduro de mediodía, amigo, que semeja en estos momentos tu rostro trasfigurado y tú ni te enteras…


¿Sabemos hacia dónde nos dirigimos? Aún no hemos aprendido a pesar de cruzar los tenebrosos caminos de la noche.

Ahora mujer, es cuando deberías ponerte a escribir un poema. Porque la poesía es siempre un amanecer que va llenando de resplandor los muebles de la casa y los cuadros de las paredes del cuarto de estar. Pero ¿cómo va a ser posible escribir un poema en tierra extranjera? Niña, tienes la capacidad de hacer posible lo imposible. Escribe pues poemas de amor.


Un día todos los poemas de amor del mundo servirán de epílogo para el Libro del Apocalipsis, pues se nos ha dicho que el mar después no existirá y pasará la figura de este mundo. Te ayudaré a cruzar ese puente carcomido mirándote a los ojos; y tú, no te preocupes, te enviaré a casa por correo mi último poema.


El encuentro con la luz, hija, es lo tuyo. A qué tiene que venir nadie a casa con sus serillos de oscuridad. Las tonterías esas de los poemas de amor, comprenderás niña tonta, que las madres no las consentimos.



Gavrí Akhenazi – Israel

Poiesis

En el cuarto de los solos, somos dos, o tres o tres son multitud y entonces ya somos demasiados dependiendo.
El cuarto de los solos dejó de ser el cuarto de los solos y ahora casi nos empujamos por ese pequeño espacio especial, especial y espacialmente disputado, que es tu corazón.

Pero no cabe ahí una sola pena más, como en el mío.

La luz se ha derrumbado.
Debajo de la luz, soy una sombra que escapa por un hueco.
La luz se ha derrumbado sobre mí, igual que la memoria.
Anaqueles de luz se han derrumbado con sus libros monótonos encima de mis libros y todos confundidos, somos papeles viejos.
Pero no llega el viento a hacer limpieza.

La luz no existe más.
Tampoco el aire.

Luego vendrá la escoba a poner orden en el sitio impedido de las manos.
Barrerá los cerebros que acumulo, el hambre de beber, la sed del daño, la impúdica y reñida mansedumbre de lo que persevera y nunca ceja.

El dolor está listo y embalado, pero se hallan de huelga los correos y bajo el brazo pesa su gratuidad, temblando.
¿En qué buzón comprado depositar la ofrenda que agoniza con su propio holocausto entre mis dientes?

La luz no vuelve más desde la aurora.

Que todo sea un apagón de sangre. Un sitio de metales que rodean un latido penúltimo y disparan -fiera violencia rota- destiñendo la boca de la carne hacia un cementerio de cerámicos.

Que todo sea un apagón de sangre. Una boca deshecha que se abre con hondo estremecimiento muscular y tiembla, precipitada como alguien que corre, boqueando como alguien que gotea su último estertor amurallado y acaba, dulcemente, en un sopor de charco que coagula.

La sangre es lo más íntimo de un hombre.
Pinto en rojo tu nombre sobre el karma y luego resucito, ya vacío.

EN BUEN ROMANCE

Jorge Ángel Aussel – Argentina

Su castillito de letras

Al caer la madrugada
para escribir se despierta,
toma una taza de insomnio
y en su pasado se acuesta:
las manos en el teclado,
los ojos en las estrellas,
el alma sobre la hoja
y los pies sobre la hiedra.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

A sus diecitantos años
ya se siente de setenta,
de ciento veinte, de miles
de años luz, de la pretérita
edad de los multiversos,
parte de Alfa y Omega,
primitivo como el mundo
singular que lo rodea,
y joven al mismo tiempo,
estrenando vida nueva.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

Fantasea con el sitio
en que, según argumenta,
habitaba mucho antes
de reencarnarse en la Tierra,
cuando solo era un espíritu
sin cuerpo que retuviera
su mente de vasto vuelo,
las alas que se le enredan
probando llaves y medios
a fin de cruzar sus verjas
y transmitir el mensaje
que todavía recuerda.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

Frente a la computadora
pasa los versos en vela,
en soledad, en la calma
de que el vecindario duerma,
escribiéndose un espejo
donde mirarse las penas
y escudriñar lo que ignora,
lo que oculta, lo que niega,
lo que nadie advertiría
si primero no lo muestra.

No quiere ser escritor
ni sueña con ser poeta.

Todavía no lo quiere,
todavía no lo sueña…
solo quiere ser él mismo
sin disfraces ni caretas,
y sueña con fabricarse
un castillito de letras
para encontrar en las páginas
su lugar de pertenencia.



Gavrí Akhenazi – Israel

Agua y acero

«…aguacérame los ojos
hasta que me abra de ideas
y con paso resoluto
cruza despacio mi lengua
que, a los gritos, anda loca
por la calle de tu ausencia».

Morgana de Palacios


Si te aguacero los ojos
antigua gárgola negra
y te crecen siete vientos
dentro de la voz desierta,
es que en el Templo se enciende
la luz de la voz eterna
y tiemblan las columnatas
su feroz naturaleza.

Si te aguacero los ojos
– como a un ídolo que tiembla –
verdes de jade y humeantes
como el mar bajo la niebla,
¿a quién perderá el Triángulo
donde estallan mis tormentas?
¿A tu puente de amatista
donde se acoda la tierra
en que afincar el sangrado
de mis alas turbulentas?
¿Al disgregado crepúsculo
en que el vino se despuebla
y fallecen los amantes
bajo el farol de tu puerta?

No pidas que se deshagan
ni tus labios ni tu lengua,
que escuchan los malos duendes
y con plácida inclemencia
concederán tres deseos
y trazarán cien fronteras.

Ellos te quieren a salvo
de mi mirada perversa,
de mi sonrisa disfónica
de mi renegada pena.
Te quieren lejos de mí,
del caos de mi tristeza,
de la sangre que me mancha
por asesinar quimeras
en los tiempos inhumanos
con que remonto las guerras.

Mujer, no pidas por mí
desde el borde de la ausencia.
Mujer, no pidas por mí
desde tus fieras almenas,
porque si tu boca llama
tu palabra me atormenta
y una cadena de llanto
a tus manos me encadena.

Por aguacerar tus ojos
los ojos se me aguaceran.



Gerardo Campani – Argentina

(In memoriam)

Romance del wild, wild west

Por la calle polvorienta
de aquel silencioso pueblo
avanza Randolph Scott
todo vestido de negro.
Rock Hudson lo está esperando
con un temblor en los dedos,
con la pistola prestada
y con la estrella en el pecho.
Qué destino tan injusto
para tan simple vaquero
enfrentarse con un killer
en duelo tan desparejo.

Siempre es novedad morirse
y alguna vez hay que hacerlo.
Si hay que ser hombre de veras
qué mejor que este momento.

El killer sigue avanzando;
el sheriff se siente muerto.

Y cuando están a dos pasos
ocurre un raro suceso:
Randolph Scott se abalanza
sobre Rock, muerto de miedo,
lo sujeta con sus brazos
y le da en la boca un beso.



Vicente Mayoralas – España

(In memoriam)

Sueños y cardo

Son las púas de mis sueños
punzantes como ese cardo
que sobrevive en mi tierra,
la tierra de mis quebrantos,
altanero y amarillo,
como la sed del secano,
en las espinas su angustia
y en las raíces su llanto,
y la mirada en el cielo,
y en el cielo el desengaño.
Así los sueños me hieren
tan profundos, como aciagos,
tan sublimes en recuerdos
y en perspectiva tan parcos.
¡Cómo me duelen los sueños
y cómo me hiere el cardo!
Ambos habitan en mí,
en mi pena, cuesta abajo,
por donde corren mis ansias
y mis anhelos truncados.
En ese amor que me escarba
y descuartiza en pedazos
tengo al niño que me habita
entre los surcos jugando,
ajeno a este otro hombre
de soledades sembrado
y que sueña juventudes
con la esperanza en el raso,
porque morir nunca muere
quien ama, como ama el cardo.