APROXIMACIONES A UNA LECTURA METALITERARIA DE LOS TEXTOS RUBENDARIANOS

por Antonio Alcoholado

Primera entrega

I: EXISTENCIALISMO Y COMPROMISO CREADOR

Son varios los textos de Rubén Darío que, bajo una fuerte impresión inmediata que suele dificultar otras interpretaciones, ofrecen lecturas más cercanas a la íntima inquietud del autor: su propia misión literaria, el compromiso que guio su trabajo poético.

Estableciendo un juego de códigos interpretativos con sus lectores, Darío se vale de motivos y símbolos recurrentes que, a lo largo de su obra, los familiarizan con un mundo poético en el que, a través de otros temas, el autor expresa las preocupaciones que estimularon su labor versificadora.

En esta primera aproximación, vamos a centrarnos en uno de sus trabajos más celebrados, «Lo fatal», que ilustra la habilidad del autor para dotar a sus textos de diferentes niveles de interpretación. En este caso, una sólida apariencia de poema existencial tras la que se esconden las tribulaciones por las que atraviesa un creador literario. La diferencia entre ambas lecturas reside en claves ofrecidas por Darío en otros textos del mismo libro y, definitivamente, en un soneto de otro libro anterior.

Rubén Darío cierra su poemario Cantos de vida y esperanza con un soneto roto, formalmente inconcluso, que se ha aclamado como uno de los mejores exponentes de angustia existencial en verso:

LO FATAL

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror…

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos

ni de dónde venimos…!

Curioso oxímoron entre el título del libro y su último poema, que en un versificador de su destreza y visión no parece tratarse de un capricho.

En el caso del poema reproducido más arriba, no es casual que ya hubiera presentado en textos anteriores de Cantos de vida y esperanza al árbol como emisor en el acto de comunicación poética: “lo que el árbol desea decir y dice al viento” («Ay, triste del que un día»), y “Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa” («De otoño»).

Sin embargo, es en Prosas profanas, de publicación anterior, donde hallamos un soneto en alejandrinos (completo, en este caso), en el que la voz poética se dirige a un principiante, advirtiéndole de los pormenores que afrontará en su viaje iniciático:

LA FUENTE

Joven, te ofrezco el don de esta copa de plata

 para que un día puedas colmar la sed ardiente,

 la sed que con su fuego más que la muerte mata.

 Mas debes abrevarte tan sólo en una fuente,

otra agua que la suya tendrá que serte ingrata,

 busca su oculto origen en la gruta viviente

 donde la interna música de su cristal desata,

 junto al árbol que llora y la roca que siente.

Guíete el misterioso eco de su murmullo,

 asciende por los riscos ásperos del orgullo,

 baja por la constancia y desciende al abismo

cuya entrada sombría guardan siete panteras:

 son los Siete Pecados las siete bestias fieras.

 Llena la copa y bebe: la fuente está en ti mismo.

La interpretación general entre la crítica asocia este texto al alcoholismo padecido por Rubén Darío, pero las referencias a la búsqueda de satisfacción de una necesidad vital a través de dificultades y sacrificio personal parecen especificar el compromiso con un objetivo exigente, como lo fue el del autor desde que empezó a desarrollar su obra, según sabemos por sus propios prólogos y notas biográficas.

Teniendo en cuenta, pues, este antecedente, y regresando a «Lo fatal»: bajo la fuerte apariencia de canto desesperado ante la existencia que caracteriza a este poema, la diferencia entre el yo poético y el árbol o la piedra va más allá de la diferencia entre el ser humano y otros elementos de la naturaleza carentes de raciocinio: parece que el poeta distinga entre quienes sufren el compromiso con la creación literaria y quienes no.

Préstese atención, a este respecto, que se omite una de las tres grandes preguntas existenciales al final: la voz poética no sabe adónde vamos ni de dónde venimos, pero sí quiénes somos. Y el poema no ha terminado, el soneto sigue inconcluso.

A partir de ahí, la lectura adopta un cariz bien distinto, y el significado de “inevitabilidad” de su título adquiere otra connotación. Además, el texto se alinea de nuevo con el título unitario, referente a cantos, vida y esperanza, de la obra.

En los dos textos reproducidos en esta primera aproximación, damos con más motivos recurrentes en la poesía rubeniana (también en la prosa, como señalaremos en las aproximaciones siguientes), tales como la carne y la tumba, los riscos, los pecados capitales y su número, la música, o el étimo de “fatal”, que ayudan a reconocer el tema de la creación literaria como lectura latente en otros trabajos en los que Rubén Darío exhibe su afán de presentar diferentes niveles de entendimiento.

Los veremos en distintos escenarios textuales.

ESOS DEBATES

Sobre una décima de Isabel Reyes Elena y contrapunto

Imagen by Mylène

Origen:

La incoherencia es la norma
de aquel que nunca es capaz
volar alto cual rapaz
y con todo se conforma.
Pues son sus vuelos la forma
de no mostrar la ignorancia,
mas siempre haciendo jactancia
de la oscuridad del verso
obsceno a veces, converso
en salvaje extravagancia.

II

En su lengua de serpiente
ya no cabe más veneno,
su boca no tiene freno
y todo aquello que cuente
es producto de una mente
que nunca está en sus cabales,
sus discursos, anormales:
lo mismo da una sardina
que una vieja con sordina
y es el menor de sus males.


Contrapunto:

Más que ignorante, maligno
parece ser el mentado
que merece tal dechado
de insultos de un mismo signo.
Seguro que soy indigno
de limpiarle los zapatos
a este señor pelagatos,
pues con tanta jerarquía
coronas con tu poesía

al rey de los mentecatos.


Observación sobre poema de origen

Me parece que en estos versos

de aquel que nunca es capaz
volar alto cual rapaz

falta una preposición «de»: «capaz de volar…»


Réplica:

La elipsis de la preposición está admitida en poesía, y además si se añade la «de» se sale de métrica, no sería un octosílabo.

Observación sobre poema de contrapunto:

Advierto en su décima una sinéresis que a mi oído resulta forzada:

pues con tanta jerarquía
coronas con tu poesía
al rey de los mentecatos.


Réplica:

A raíz de tu respuesta he revisado un poco, y no me sorprendió comprobar que Salvador Rueda y Miguel Hernández hacen sinéresis en «poesía»: me quedo tranquilo.


Observación sobre el poema de origen:

Choca mucho la elisión de la preposición en el 3er. verso de la primera décima.

Suena mal, forzada, ya que es una elisión impropia dentro de la construcción que la incluye y no hay nada que funcione como sustituto. Opción: de altos vuelos cual rapaz.

Reflexión fonética 1:

En realidad, ha pasado mucha agua bajo el puente y si bien la norma gramatical señala que las vocales fuertes o abiertas son hiáticas entre sí cuando confluyen dentro de un vocablo, en el momento en que la norma se elaboró ni la fonética ni la fonología tenían el peso que ahora tienen y las reglas de idioma iban en una función más direccional sin respetar las diferencias de localía, ya que cuando se sistematiza, se sistematiza al bulto y las excepciones se engloban dentro de ese bulto.

Así que el justificativo de que Juan, Pedro o Magoya use diéresis o sinéresis en determinadas conjunciones vocálicas no es una «excusa» válida per sé, sino que responde a que tanto la diéresis como la sinéresis son fenómenos fonéticos que pueden encuadrarse perfectamente como hechos del habla en quien las emplea.

Esa es la realidad.

El que es hiático o dierético, leerá una sinéresis reprochable si el que la utiliza es sinerético o antihiático y eso es independiente de que la haya usado o dejado de usar algún prócer de las letras.

Es muchísimo más sencillo justificar el asunto en base a la verdad: la sinéresis es un hecho del habla que ocurre no solo en Latinoamérica sino también en varias regiones de España y la diéresis, otro tanto. Eso es lo real.

En casos como este, es más necesaria una explicación científica de la lengua, basada en estudios fonéticos y fonológicos, que ampararse en lo que tal o cuál hayan hecho en un determinado momento y en un determinado poema, ya que el que es sinerético hará sinéresis «siempre» (aunque ningún sinerético hace en la práctica oral todas las sinéresis que parecieran serlo y ahí sí entra tangencialmente la norma acentual de la curva sonora) y no como una elección para cuadrar metro, igual que hará diéresis el dierético.

A uno y al otro les sonará horripilante lo que no entra en su vocalización natural pero la realidad es que la vocalización existe, que existe la fonética natural de cada región y que, como vengo proponiendo hace ya demasiado tiempo, hay que leer no solo al poeta sino a su región y a partir de allí, entender por qué lo que disuena a unos es natural en otros.

La lengua es ciencia pero el sentido común no le viene mal a nadie.


Réplica:

No hay, que yo sepa, estudios de fonética y fonología que hayan avanzado decisivamente en este tema: entre tanto, seguimos escribiendo y opinando.


Reflexión fonética 2:

Por difícil que parezca asumirlo, la fonética y la fonología han tenido siempre un peso definitivo, aunque bajo los nombres de prosodia y ortología.

Esa norma gramatical que supone límites silábicos entre vocales «fuertes» viene de interpretaciones erróneas de la Escuela de York (Beda el Venerable y su panda), que carecían de referentes orales porque ya no quedaban hablantes de «latín» en Britania cuando ellos determinaron que la diferencia entre latín escrito y el romance que se seguía hablando en otras geografías se correspondía con que el escrito era modelo del hablado (y no viceversa), y consecuentemente decidieron que si una vocal era descrita como larga y otra como breve, era porque una duraba dos tiempos y otra uno, y, a partir de ahí, ¿cómo iba a ser posible que dos vocales ocupasen un solo tiempo, menos aún si una de ellas era larga?

Dispersados los centros de estudios latinos de Italia e Hispania por las invasiones, York quedó como meca del saber. Alcuino (de York) fue contratado por Carlomagno para instruir a la aristocracia franca en el «latín» que supusieron «de los romanos auténticos» (para fundamentar su mando, los francos inventaron genealogías que los entroncaban con los patricios fundadores de Roma), que aprendieron como lengua extranjera a partir de suposiciones basadas en la escritura; al romance o latín nativo que hablaban los galorromanos lo denominaron «vernáculo» (habla de esclavos).

[Imaginad a un francés suponiendo que tiene que hablar según la ortografía de su lengua, articulando cada letra; o a un inglés. Pues ese mismo despropósito siguieron los carolingios con respecto al habla latina, y además tuvieron el descaro de decirle a los nativos que su propia lengua, en realidad, se hablaba así, pero que ellos como nativos eran ignorantes].

El mester de clerecía sigue el precepto yorkiano (foráneo) de escandir separando vocales en sílabas distintas («sílabas contadas»), contrariamente a la lírica popular que seguía el precepto latino (autóctono) que tiende a la sinalefa y la sinéresis naturales en latín y en las lenguas romances.

Por influjo de la Escuela de York, a través de las Reformas Carolingias, se mantuvo durante el medievo una idea del latín como modelo de dicción (y escansión) hiante. Nebrija, en su segunda parte de la Gramática, todavía entiende que cada vocal tiene una duración temporal y que por tanto lo «correcto» debería ser mantener cada vocal en una sílaba distinta, aunque observa que en la realidad no sucede así.

A partir de los preceptos yorkianos, la gramática ha solido considerar las vocales como entidades con independencia silábica, aunque los tratados de prosodia y ortología (y la práctica versificadora) registraban lo contrario.

Las Academias de la lengua están próximas a desdecir el juicio normativo que han mantenido (con altibajos) hasta ahora acerca de las combinaciones de vocales.

Intervienen: Isabel Reyes (España)- Jorge Busch (Argentina) – Eva Lucía Armas (Argentina) – Gavrí Akhenazi (Israel) – Antonio Alcoholado (Indonesia)

BÚSQUEDAS EXPERIMENTALES

Escribamos nuestro libro de amor

(Pseudo quenina de orden nueve)

Adrián González

I)

Te traigo ochenta y cuatro flores frescas,
perladas del rocío de la noche.
La misma cantidad te traigo en versos,
bordados con los flecos de la luna.
Quisiera pronunciar tu dulce nombre,
leyendo bajo un árbol este libro…
Quizás, en el murmullo de sus hojas,
se unieran tu recuerdo con mi sombra,
dormido en la fragancia de tu pelo.

II)

En el mágico aroma de la noche,
con el diáfano brillo de la luna;
a través de las páginas de un libro,
los destellos de luz entre la sombra
dando brillo a la espuma de tu pelo
¡llenaré de poemas miles de hojas!
dedicadas al gozo de tu nombre;
leerás con ternura aquellos versos,
mientras suena mi quena en notas frescas.

III)

Se ausentará la soledad, la sombra,
cuando respondas mi versar con versos.
Regresarás cuando en mi sueño nombre
la nueva página de nuestro libro.
Lo escribirá con tu pasión la noche,
mientras el viento ondeará tu pelo.
Y al despuntar las madrugadas frescas
encontraremos, al pasar las hojas,
que fue testigo en nuestro amor la luna.

IV)

¡Me encanta comprobar que hay tantas hojas
selladas con la firma de tu nombre!
que escritas en la piel de cada noche
serán más abundantes que tu pelo.
Así se escribirán aquellos versos,
de eclipses amorosos tras la luna.
Un juego incandescente, luz y sombra,
caricias con sabor de frutas frescas:
¡el viaje de un amor impreso en libro!

V)

¿Para qué es la negrura de la noche?
¿Para qué es el reflejo de la luna?
¿Para qué mil hojas blancas y un libro?
Y¿Por qué me brinda el bosque su sombra?
En mis dedos, cual cascada, tu pelo,
que otra vez va decorando las hojas…
ya se escucha la respuesta en tu nombre:
¡en la métrica de clásicos versos,
y en la brisa y sus corrientes tan frescas!

VI)

Cuando se acaben de caer las hojas,
me acordaré de pronunciar tu nombre.
Al comenzar y al terminar la noche,
acariciando con amor tu pelo.
¡Porque merece ser escrito en versos,
nuestro romance de arrebol y luna!
y aunque las nubes enchirán de sombra,
las madrugadas y las tardes frescas,
¡se entibiarán al recitar el libro!

VII)

Ven pronto y disfrutemos a la sombra,
¡y ayúdame a acabar con estos versos!
pensemos ¿cuál sería un bello nombre?
y así titularemos nuestro libro.
Si puedes, seguiremos esta noche:
¡tú escribes mientras yo te peino el pelo!
Te espero con aroma a flores frescas,
tintero, plumas y un millar de hojas
y un rayo de luz tenue, de la luna.

VIII)

Nuevamente la magia de la noche,
nos atrapa en sus lágrimas de luna,
ilustrando las páginas del libro,
¡un encanto que brilla entre la sombra!
Tiene música el vuelo de tu pelo,
es un suave rozar, como las hojas.
Un sonido melódico sin nombre,
que tan sólo se puede oír en versos,
en las horas del otoño más frescas.

IX)

Extrañaremos esas tardes frescas,
cuando se incendie de calor la noche…
introducido en mil quinientos versos,
¡un pasaporte al centro de la luna!
Entre gemidos gritaré tu nombre
¡y se abrirá mágicamente el libro!
pues nuestro amor hoy sellará las hojas,
que solamente podrá abrir tu sombra,
cuando te bese suavemente el pelo.

X)

¡Rosas frescas! ¡mil versos a tu nombre!
Tantas hojas, que al pelo le hacen sombra…
Nuestro libro, la luna… ¡y otra noche!

Nota del autor:

Nota:

El siguiente es el orden de permutación que he usado, basado en la Pseudo Quenina de orden 10, de Georges Perec, presentada en su novela: «La vida, instrucciones de uso»

Le agregué el cambio de ritmo por estrofa para salvarlo de la monotonía.

(Pseudo Quenina de orden nueve)

I)
1 2 3 4 5 6 7 8 9 (heroico)

II)
2 4 6 8 9 7 5 3 1(melódico)

III)
4 8 7 3 1 5 9 6 2 (sáfico)

IV)
8 3 5 6 2 9 1 7 4 (heroico)

V)
3 6 9 7 4 1 2 5 8 (melódico)

VI)
6 7 1 5 8 2 4 9 3 (sáfico)

VII
7 5 2 9 3 4 8 1 6 (heroico)

VIII)
5 9 4 1 6 8 3 2 7 (melódico)

IX)
9 1 8 2 7 3 6 4 5 (sáfico)

X)
135/798/642


Opinión 1:

No conocía la quenina, sí la sextina (me atreví con una hace unos años, pero me pasa con ella un poco como a ti con tu soneto aquel). Lo que encuentro con una búsqueda rápida es que la inventó en el siglo XX Raymond Queneau, derivándola de la sextina tradicional.

En la sextina, se emplean seis estrofas de seis versos, con las mismas palabras a final de verso, en un orden cambiante según un esquema que no recuerdo de memoria. En los tratados de métrica, se recomienda para asuntos obsesivos, dada la repetición de palabras en una progresión de ideas que giran en torno a los mismos conceptos clave.

Este tipo de composiciones son ambiciosas, Adrián, y aplaudo doblemente la ambición a la hora de versificar.

La imagen de la lectura bajo el árbol, en la primera estrofa, se puede entender como un guiño a la ilustración del foro, que me parece muy simpático. La mención de la quena en la segunda estrofa me resulta una identificación muy hábil de la composición formal (quenina) con la música y el ritmo.

Es muy buena idea la de alternar ritmos en las distintas estrofas, lo que además intensifica la autoexigencia. He notado, sin embargo, en la mayoría de los versos de la quinta estrofa y en el último de la octava, que se te deslizan los acentos a la séptima sílaba (3-7-10, en lugar de 3-6-10). Creo que valdría la pena revisar esos versos, dada la naturaleza ambiciosa del poema.

En definitiva, una apuesta valiente y una labor ardua que refleja un compromiso profundo con el arte.


Respuesta:

En este tipo de estructuras veo la literatura y las matemáticas dándose un saludo, ya que estas son las que presentan el «teorema», digamos para la permutación de las «palabras rima».

Al igual que tú, conocí primero la sextina, la sextina provenzal y luego también hice un soneto sextina. Como me gustó, empecé a buscar más material y ahí conocí a las queninas. De esta manera me encontré con esta pseudo quenina y le hinqué el diente.

Como me suele pasar cuando me entusiasmo con un trabajo, me suelo saltar algún detalle que otro. Pero ahora que me señalas la 5ta estrofa y la 8va, ya me dieron ganas de repasar toda la obra.

Al usarse palabras completas como rima, se complica bastante para lograr mantener los ritmos uniformes. Por eso, aunque mi primer impulso fue hacerlo con versos puros en todas sus modalidades, me di cuenta de que iba a ser mucho más difícil.

Ahora cuando los acentos se «deslizan» a la 7ma, ya es cosa seria.

Ya tengo en el banco de suplentes una quenina de orden once, calentando y esperando revisión para entrar en la próximos días.


Opinión 2:

Además de los problemas acentuales, como está trabajando sin rima, las rimas que aparecen se notan mucho en los pies de verso. Entiendo que al ser un trabajo tan largo, cueste mucho evitarlas en todo el trayecto, pero lo señalo por las dudas.

En el V, la sinalefa para quees cae en el acento de 3ª, por lo tanto se desaconseja y por lo tanto, esos dos primeros versos se transforman en dodecas, además de lo que ya se señala del corrimiento acentual.

Hay una trialefa: ayúdameaacabar que transforma esa eaa en una construcción que suena: ayúdame a cavar. El peso de las homófonas ahí es muy fuerte y por tanto, se comen entre ellas y la e no alcanza para ejercer un contrapeso.

Son deslices pequeños porque el trabajo es esmerado y es destacable la suma de diferentes tipos de endecasílabos en las diferentes partes, así que más complejo resulta y por tanto, emprenderlo, más meritorio.

Intervienen: Adrián González (Uruguay) – Antonio Alcoholado (Indonesia) – Eva Lucía Armas (Argentina)

VERSO RIMADO

Canción de hojarasca

Antonio Alcoholado

Venían de lejos
y todas en una,
sus pieles las horas distintas del sueño,
sus voces las luces detrás de la bruma.

Venían del tiempo
de entonces y nunca,
de allende la noche
y sitios sin dónde.

Traían palabras y canto,
su son para hijos sin suerte,
los mismos muchachos descalzos
por esos rincones de siempre.

Cantaban de un árbol
secreto en su selva durmiente,
un árbol cargado de hojas
guardianas de sombra:

«El viento en las ramas, sin nadie que mire…
Las hojas al viento, sin nadie que escuche…
El viento y las hojas, quietud y silencio terribles
de quienes aguardan tu lumbre…»

Y nadie percibe
ni nadie descubre
al pobre muchacho que pierde los ojos
en este paisaje sin fondo

y encuentra el amor de la madre,
y entiende su herencia de niño:
la sombra que abrigan guardianes
de pecho encendido

y sigue creciendo en los márgenes
de tanta hojarasca que intuye el camino.



Me quedo ensimismado
como si me encontrara en otro mundo,
no reconozco nada,
solo a mí yo iracundo
que busca la respuesta a esa pregunta
que nadie ha formulado…
Me abstraigo en lo profundo
de lo que ha provocado en mi persona
el giro en la manera en que despunta
la inmensa soledad
con que esta realidad
se posa en el abismo de mi encierro.
Preparo la bañera,
que el agua limpie el mal de este pecado,
aunque solo por fuera
pues dentro está todo contaminado
– que allá, en el otro lado,
al cruzar la frontera,
al menos me reciban aseado.
Con mis mejores galas
– vestido elegante y afeitado –
entorno el alma antes que el gatillo
dispare el arma que en mi mano apunta,
justo en este momento
al que solo me enfrento,
para acabar con todo
y hundirme así en el lodo
del que he salido a flote en cada intento
que no tuve valor.
Apuro hasta el final un cigarrillo,
me deja un sinsabor, fugaz, amargo;
anoto sin detalle un gris lo siento
en un papel que saco del bolsillo;
evito despertarme del letargo
para no arrepentirme…
me invento una sonrisa
y rezo porque todo sea deprisa.

Diario de un suicida

Santiago Vázquez



Isabel Reyes

Malabaristas

Aquí o allá, todo es lo mismo,
Todo sucumbe y gira alrededor del miedo,
en el centro del vértigo. Todo busca caer.
Somos malabaristas sobre un centro
de gravedad que busca el extravío,
seres encaramados en el aguijón-vértice
de este tiempo cambiante, brevísimas catástrofes
que están balanceándose y evitan la caída
con cortos equilibrios inestables,
ingenuos trapecistas que no saben
que hacen sus aspavientos en una cuerda floja.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Agujas de San Juan (poemario)

Unnberleigh, 1794.

Este poema sigue la perspectiva de un reverendo anglicano, célebre en su entorno por su solidez teológica y científica, cuya carrera se ha encallado en la parroquia de Unnberleigh y la de la minúscula localidad vecina de Oakgrove.

La circunstancia finisecular, en el viejo reino de Mercia, es de cambios acelerados.

A lo lejos, los traumas de Francia y las perdidas colonias.

Mientras la fe cristiana está de largo establecida como única, y verdadera, la ilustración permea entre los académicos. Se está completando la red de canales para transporte comercial que se extiende desde el condado de Stafford hacia el de Dorset (poco después de acabada, esta titánica obra de ingeniería quedará desfasada por el ferrocarril). La industrialización se cierne sobre una economía y modos de vida que se tienen por perennes.

Es reciente la derogación de leyes (entre ellas, el estar condenados a muerte por el mero hecho de serlo) contra los gitanos que llegaron desde los Balcanes a comienzos del siglo anterior, pero el recelo perdura.

Una alteración genética ha empezado a caracterizar a ejemplares de la cabra local (que más tarde se denominaría “cabra primitiva unnberleighsis”, frecuente y erróneamente identificada como variante de cabra pigmea, por su escasa altura), alterando sus cuernos en una deformidad que los une en espiral uno con otro, aunque no es rara la simple yuxtaposición en longitud asimétrica, dando lugar a formas variopintas.

En la tradición cristiana, el unicornio simboliza en su recto cuerno la identidad de Dios padre y Cristo hijo, a través de la pureza de María que los ha encarnado.

“Oiga la tierra y lo que la fecunda, el mundo y lo que produce… los muertos serán exhumados… todo el ejército de los cielos se corromperá… y con ellos descenderán unicornios”.

Isaías, 34 (de la traducción de Casiodoro Reina –“Biblia del oso”–, Basilea, 1569).

I

Los dedos de su hijo
ya no dibujan sueños en su cara.
Son su recuerdo vivo:
el niño ahora pasa
la noche solo bajo aquella lápida.

Sus fechas y su cruz.
Su nombre como huellas en la nieve.
Perfecta pulcritud
de momento presente
que acecha tras su ausencia para siempre.

Quizás, con sus caricias,
araña ahora dentro de la tumba
la eterna pesadilla
de un padre que disputa
su fe con ese dios que no lo escucha.

No entiende aquel designio.
Él, que entendía todo el universo.
Su estirpe es puro olvido,
y aquellos dulces dedos
ya solo trazan sus peores sueños.


II

El día de los vivos continúa
y necesita mantener el culto:
ministro en dos parroquias, ni un minuto
de más le queda para su amargura.
Y truene o llueva, a lomos de su mula,
atento a cotidianos menesteres,
asiste a preocupados feligreses
(que todo transfiguran en problemas
y estúpidos litigios, que exageran),
a veces con la fuerza suficiente…

Y las más, sin embargo, solo un hilo
de inercia lo conecta a la rutina,
y, apenas percibiendo si respira,
se pierde en horas llenas de vacío.
Y hay días que el trayecto es un abismo
entre un templo y el otro, entre la iglesia
de San Juan el Bautista, con solera
en la villa notable y orgullosa,
y, en el pueblo vecino, casi homónima,
la del Evangelista, bien modesta.

Las dos se atisban y se reconocen
por sus agujas pétreas hacia el cielo,
erguidas e insolentes, como cuernos
(un símil que estremece al sacerdote).
Dos bestias erigidas por el hombre
para acercar a Dios a nuestro mundo,
dos clavos que aseguran el sepulcro
en el que celebrar el sacrificio
del Padre que mandó a morir al Hijo…
dos púas retorciéndose en el luto.



III

En su congoja,
la madre llora
hasta quedarse dormida.

Y, mientras él encara
despierto la desgracia,
el láudano piadoso la disipa

IV

Nada le queda, nada, si se aparta del día.
Él, que tuviera todo lo que siempre quisiera.
Él, que explicaba aquello que nos cuenta la Biblia.
Él, que entendía arcanos que devela la ciencia.

Él, que entonaba himnos con la voz contenida.
Él, que aspiraba al cielo y aun gozaba la tierra.
Él, con su esposa, él, con su risa,
tan erudito, joven promesa.

Padre de un muerto.
Joven y tan erudito…
pero ahora no sabe cómo medir su tiempo,

ni por dónde, ni cuándo puede encontrar camino
que retorne a su antes todo feliz, completo,
cuando tuvo su todo-lo-que-había-querido.


V

En ese vaivén a lomos de mula,
envuelto en sus ropas, su hábito negro
(faldón y bonete), solemne postura,
por el conocido paisaje proteico,
contempla animales y en ellos observa
la obra de Dios: natura, imperfecta.

Las bestias comunes: la oveja o el toro.
Un ave sublime, la ilustre lechuza.
Colores al vuelo: martín, petirrojo.
Bendice al halcón, que une en sus plumas
lo etéreo y lo impuro, el cielo y la tierra,
las dos dimensiones que el hombre concentra.

Oriundo de allí, de aquella comarca,
se da un animal, en cambio, que odia:
curiosa cabrilla de tez demoniaca,
de naturaleza falaz, portentosa,
que trenza sus cuernos en uno.
Un símbolo erróneo, un insulto.

No acepta que Dios creara una bestia
que forma, en sí misma, tamaña blasfemia.
Airado hasta el alma, maldice al engendro
culpable, además, del hijo en la tumba.
Que fue un accidente, o así le dijeron,
que dos cabroncillos en tonta trifulca…

No acepta que Dios así se equivoque.
Se niega a creer que ocurra, en Su nombre,
error semejante, ridículo, vano.
El Dios que mandaba morir a los hijos.
La cruz o unos cuernos, embistes o clavos.
Su niño, caduco. Jesús, infinito.

No hay oraciones, no hay evangelios
que hablen del hijo que a él se le ha muerto.


VI

En la colina, el colegio,
centro de conocimiento
de las comarcas vecinas
al que pudientes familias
fían a sus herederos.
Cuna de insólitos cambios,
desde su abstracta atalaya
oye el rumor del mañana,
huye el pasar de los años,
dota de voz a epitafios.

VII

Raros viajantes atrajo
(almas inversas y herejes)
la construcción del canal.

Vejan la tierra,
rasgan su útero
con su labor aberrante.

Habla la gente de horrores
dentro del propio colegio:
artes de largo prohibidas.

Dice y se cuenta la gente:
«juegos macabros, impíos».
Y esas cabrillas de un asta…



VIII

«Son buen reclamo para visitantes»
dice el Rector, llenándole la copa,
«aprecian su rareza como si fuese un arte».

Desdeña él: «Hablemos de otra cosa».

A pesar del sinfín de las murmuraciones,
han sido compañeros de charlas y lecturas
y quiere darle crédito a su nombre.
Están bebiendo, a solas, en horas ya de luna.

Le place hallarse allí, de nuevo huésped
en el colegio augusto y centenario.
Aunque solos los dos, la sala de banquetes,
en estos años de impacientes cambios,
lo acoge en un refugio de nostalgia.
Solía frecuentarla.
Y oficiar, en la cripta.
Mucho ha llovido desde aquellos tiempos,
cuando hubo alegría.

«Menudo fin de siglo, Reverendo:
perdidas las colonias en América;
perdida la corona de Francia, y sus cabezas.
Perdido, para ti, lo más querido,
si es cierto que lo has perdido, acaso…»
(un guiño del Rector, sonrisa, un trago),
«pues Dios también perdió, y no, a su hijo».

No entiende la razón de su insolencia.
Amigo, contertulio.
En toda la comarca, junto a él, el más culto.
Pero sabe que puede decirle, con franqueza:
«Mi hijo merecía biblia propia.»

Y el Rector lo convida a ir a más:
«Sé siempre bienvenido a blasfemar,
aquí sabemos mucho de esas cosas.»

«He escuchado rumores
de gitanos que vienen y que parten,
entre otros siniestros personajes»,
decide sincerarse el sacerdote,
«sacrilegios de magos
y tus ritos profanos».

Carraspea el Rector.
«¿Y si Dios» le pregunta,
«ha mentido?», su voz
despojada de duda,
«¿y si Dios se profana
y con ello nos burla,
y si Dios se degrada?»

Puño en la mesa,
tiemblan las velas.
«No lo tolero.
Dios es la norma,
todos sabemos:
cánones, dogmas.»

Ríe el Rector
y alza su brindis:
«Qué convicción
inverosímil».

Un movimiento de aire recorre,
brusco, la sala, cargado de encono.
Y, aunque en volumen muy flojo
(como el aliento del bosque),
oye la voz que lo llama: «Papá».
Gira en la silla y encuentra a su hijo
recto, desnudo, temblando de frío
(solo con verlo se echa a llorar).
Quiere abrazarlo,
húmedo aroma de suelo, de barro.

«Dios y sus trucos» comenta el Rector,
«Dios: excepciones a cada excepción».




IX

El día, ya, en la noche.
La noche como el día.

Radica en su desorden
la voluntad divina.

El cielo: luz y sombra.
Infierno el paraíso.

El suelo: abono y flora.
Eternos corrompidos.


X

Los dedos de su hijo, transformados,
inspiran sueños nuevos en sus sienes;
el crío, que murió con cuatro años,

se queda siendo niño para siempre:
los ojos deslucidos de un anciano,
la voz como el siseo de una sierpe.

Y el padre entiende que las dos iglesias
(San Juan Evangelista, y el Bautista),
como sarcófagos de su rutina,
son la inscripción de su futuro en piedra;

sus agujas, colmillos que desuellan
su carne para mantenerla viva;
y Dios, las ignoradas letanías
ocultas bajo el peso de la tierra.

LOS MINIMALISTAS



El recién nacido
vive por instinto y con ayuda

el joven
se cree inmortal

el viejo le teme a la muerte
cuando cada mañana
resucita

dando la espalda a la tumba

*


El pasado sobrevuela
la página en blanco
dejando sombras
de murciélagos en miniatura

Por mi ceguera
siempre creí que eran palomas

*

Voy como un perdedor
ante la luz pública

Viajo con seudónimo

Brinca y chapalea
mi niño interior
sabiéndose feliz

desnudo
bajo la lluvia
escribiendo y capitaneando

al fin
su barquito de papel





La luz pública brilla en su cúpula oscura:
eres el hacedor de rayos
y la mano farolando soles.

*
Por una tristeza que apaga tu estrella
pinta diez en el cielo de tu abismo.

*

Si supieran la verdad del abismo
bajarían con lentes de sol:
hay más luz en la caverna
que en el corazón de un lucero.

*

El ayer es una sombra rota
guardada en tu puño:
vuelve a tu magia.


*

Estrella un upper cut en el pecho del cuervo:
libera sus origamis alados
y ve en pos de la sonrisa.

*

Hay un niño llorando en el vértice de tu ojo izquierdo.
Seca sus lágrimas, abrázale
y dibuja con él un helado de pistacho.



CONSTRUCCIÓN EN HAIKU

Otoño: Variaciones sobre el mismo tema

Santiago Vázquez


Robert Haro


Solange Schiaffino


TERCETOS NO HAIKUS

Faro

En singladuras
de temporal violento
y noches duras,

de frente al viento,
perpetua vigilancia
sin un lamento,

en la distancia
ofrece rumbo el faro
con su constancia.

Antonio Alcoholado


Héctor Michivalka

DÉCIMAS

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Mañana

1

Aspira el monte
a no quedar tan lejos
del horizonte.


2

Sin saber que aprendería
más de lo que se enseñaba
(más de lo que se esperaba),
decidí marcharme un día.
Y así vivo, todavía:
pasajero, deambulante
para siempre en el instante,
propietario de mi olvido,
soñador empedernido,
el camino por delante.

3

Vivo sueños, sueño vidas
cuando toca y a deshoras:
genuinas, impostoras,
ejemplares, divertidas,
hasta el fin comprometidas
y también indiferentes,
cándidas e irreverentes…
Y aunque andar así me gasta
tanto tiempo que no basta,
seguirán insuficientes.

4

Queda todo por delante:
queda empeño, desaliento,
otro sueño, un nuevo intento,
otro paso hacia adelante
en la búsqueda constante,
larga noche, inmenso día
en perpetua correría
tras la suerte, solamente
para verte, siempre al frente
y alejándote, Utopía.

5

Tiene la arena
afán de transparencia,
luz en las venas.


6

Siempre estoy agradecido
de tener salud, cultura,
un poquito de cordura,
alas, viento y más de un nido,
días llenos de sentido,
este corazón que siente
con su pulso diferente,
mi repertorio de sueños
grandes, medianos, pequeños…
tengo más que suficiente.



Morgana de Palacios – España

No miento

(Décima antigua propia de los cancioneros medievales)


Llega, si llega, diciendo
lo que no dice ninguno
con el descaro lobuno
de quien más me está queriendo.
Con la letra malherida
me hace un traje a la medida
para vestir mi desnudo.
El ángel del ala rota
sobrevuela mi derrota
y se olvida de que es mudo.

Mi obseso de oscuridades
de claridad me acomete
para poner en un brete
a mis clandestinidades.
Si habla por mí, mi boca
despliega un alma barroca
y se la ofrece al mordisco,
pues lo nuestro es una guerra
con los pies sobre la tierra
y el corazón levantisco.

Porque no me tiene miedo
mi verso nunca le miente
cuando va del beso al diente
o lo elige como credo.
Mi más íntimo enemigo
no me escatima el castigo
que implica su realidad,
mas como sé que se apuesta
la letra en cada respuesta
le pago con mi verdad.



Gavrí Akhenazi – Israel

Todos los días son De los Difuntos

El Día de los Difuntos
llueve sangre sobre el día
llueve con pura porfía
sangre de muertos adjuntos.
Llueve. Son las muertes untos
que esparzo en la llagadura.
Muerto voy sin sepultura
con tanto muerto inocente
y muerto doy el presente
en un mundo de locura.

¿De qué te quejás princesa
en tu mundo de papel?
¿Se te marchitó un clavel?
¿La salsa te salió espesa?
Vivir es una proeza
que merece su respeto,
porque vivir es un reto
y en tu mundo hay luz brillante.
Hay otro mundo distante
donde Dios murió de quieto.

Vengo de la oscuridad
con la blasfemia en los dientes
mordiendo a los indolentes
malditos de liviandad.
Vengo de la mortandad.
Llegue un día de Difuntos
a morir con muchos, juntos,
y por más que siga vivo
la muerte es un adictivo
que gana todos los puntos.

Morir por morir se empieza
o se empieza por matar;
se estrena prostibular
toda agalla en su entereza.
Los moridos de riqueza
misérrimos por doquier
van sin morir ni entender,
parias de la circunstancia.
Buitre no aprende constancia;
te almuerza… sin fallecer.

Tiros de gracia y gusanos
niños y mujeres muertas
pobre, ricos, lindos, tuertas
en manos de los insanos.
Ya no creo en los humanos
no creo en los elefantes
ni creo en tantos distantes
descreo de Dios y el Diablo
y descreo del vocablo.
La vida no está adelante.

La muerte si. Tanta junta
tanta sin ton y sin son
como un burdo diapasón
que invoca una marabunta.
Igual. Nadie se pregunta
si tiene acaso un hermano
si algún hombre le es cercano
por afuera de su ombligo.
Soy ira y dolor. Maldigo
a todo el género humano.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

(Décimas tradicionales y experimentales)

Imagen de Roman Kogomachenko en Pixabay

Iniciación

Lo real, lo imaginario,
lo que dicta la memoria,
lo que calla (o no) la historia,
lo común, lo extraordinario,
lo mismísimo y contrario
tan igual y tan distinto,
lo sabido por instinto,
las creencias heredadas…
todo minuciosas nadas
al salir del Laberinto.

El propósito del viaje
no es marcarme, yo, la ruta:
Luz y Sombra, en su disputa
por dominar el lenguaje
de este onírico paisaje,
van mostrándome caminos
en los de otros peregrinos,
y mi paso se restringe,
inconsciente, hacia La Esfinge
de los aciertos divinos.

No es mi rumbo y es mi huella,
y, al pisarla, escucho en ella
ecos del saber futuro
(equívoco, ambiguo, impuro)
que a mi alrededor resuella
y me empuja en el declive
hacia aquello que me encuentre,
a tropiezos, en el vientre
de la gruta donde vive
la voz que se desinhibe.

Y ya abajo, vacilante,
me asomo al borde del charco
que a mi imagen da su marco
y conozco, en ese instante,
a La Esfinge, en mí, delante:
mi rostro, en su doble anexo,
se ve, en el agua, inconexo;
mi sonrisa, enajenada;
mis ojos, no mi mirada;
y mi cuerpo, en otro sexo.

Y La Esfinge canta: «Quien
halla respuestas conmigo,
olvida lo que le digo.
Vienes sin recelos, y en-
tre miedos te irás. Si hay cien-
tos de intentos cruentos (reco-
vecos, sueños presos) sé co-
mo un mal sol y un buen planeta:
si la luna ves completa,
has vaciado tú su hueco».

Aturdido, le pregunto
qué conocimiento esconde
su mensaje, y me responde:
«Comprenderlo no es tu asunto.
Solo escucha, olvida, y punto».
Su mirada aún embruja
desde el agua, en fuerte puja
mientras que la superficie
va dejando que se vicie
esa faz que desdibuja.

Y vuelve a verse mi cara
solamente mía, todo
yo, solo yo y, de ese modo
medio yo, partido para
siempre en la mitad más rara.
Y entonces, en la experiencia
de lo vacuo, en mi dolencia,
fuera de la gruta encuentro
que he sacrificado, dentro,
lo mejor de mi inconsciencia.

Ni dormido, ni despierto,
retrocedo en el abismo
de mi viaje, con el mismo
ingenioso desconcierto
que me guía en el desierto
y me deja más perdido,
inseguro y decidido,
desnortado, firme, lento,
vigoroso y soñoliento,
ni despierto, ni dormido.

Es el estado inconcluso
entre las contradicciones,
esta ley de oposiciones,
lo que da sentido incluso
al sendero más confuso:
adelanto en el atraso,
alegría en el fracaso,
indulgencia y voluntad;
pues la ilógica verdad
se discierne paso a paso.

Paradójicos vecinos
y ya perpetuos soportes
en su baile de consortes,
atento a mis desatinos
y a sus efectos perversos,
yo los sigo: dos caminos
paralelos pero adversos
que son uno, en mí enlazados:
Sombra y Luz, a los dos lados
y, delante, el universo.

UNIDAD EN LA DIVERSIDAD

Particularidades de pronunciación en el verso hispano

Por Antonio Alcoholado

Se distinguen tres tipos de variantes del habla, a grandes rasgos: diatópica (geográfica, esos “acentos” de lugares que podemos diferenciar), diafásica (relacionada con el contexto social en el que se habla) y diacrónica (diferencias por época). Todos notamos rápidamente las diferencias de pronunciación y entonación de otros hablantes, con respecto a las nuestras, por su acento de una región concreta; también notamos diferencias entre hablantes de un mismo acento pero con distinto aprendizaje de la lengua, o distinto uso según las convenciones sociales de los ambientes en que se desenvuelve como hablante. El lingüista Juan Manuel Lope Blanch estudió que hay mayor distancia entre hablantes de distintas variantes diafásicas, dentro de una misma ciudad, que entre hablantes de distintos países pero con un grado alto de instrucción lingüística.

Es natural que, al leer versos, cada uno los oiga con su pronunciación propia, según la variante diatópica, y la diafásica que se le suponga a la voz poética.

Esto lleva a inevitables “choques” de pronunciación cuando, especialmente en las rimas, reconocemos rasgos de pronunciación de otras variedades, como comúnmente sucede a los apenas cuarenta millones de hispanohablantes que en nuestra habla cotidiana distinguimos dos sonidos diferenciados para las letras ese /s/, por un lado, y ce y zeta /θ/ por otro, que no encontramos rima consonante entre palabras como fresa y cereza, que sí riman en consonancia para la inmensa mayoría de los hispanohablantes.

La riqueza de variantes (no solo geográficas, sino también sociales e históricas) de la lengua que compartimos se refleja en la enorme producción poética a la que tenemos acceso.

Sin embargo, existe en nuestros días una batalla en torno a las particularidades de pronunciación, por parte de dos perspectivas diferentes: el panhispanismo, y frente a este, la idea de un español internacional o neutro que todos los hispanohablantes deberíamos adoptar para comunicarnos entre usuarios de variantes distintas.

La postura panhispánica, adoptada por la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE, compuesta por Real Academia Española y las veintidós establecidas en los distintos estados hispanohablantes), en este siglo XXI, es integradora: en la variedad está la fuerza. No es una postura nueva en el caso de España, pese a la visión purista y anquilosada que popularmente se atribuye a la Academia: a lo largo de su historia se esforzó por tener académicos americanos, y de hecho trató, en el siglo XIX, de adoptar la reforma ortográfica de Bello que funcionó durante algún tiempo en Chile; no pudieron porque desde las instituciones del Estado se interpretó como una traición (las independencias americanas estaban recientes y dolían), y cabe imaginar que el pueblo se les hubiera lanzado a la yugular (recuerdo las innumerables peroratas de conocidos y allegados que no dan una en el clavo en lo que a tildes respecta, en redes sociales allá en 2010 y 2011, renegando con incontables faltas de la decisión de quitar la tilde del adverbio solo, de guion, y de los pronombres demostrativos, cuando solamente se trataba de una simplificación ortográfica en su propio beneficio).

Por otro lado, y aprovechando la simpatía de los muchos hablantes que conciben a las Academias como instituciones retrógradas, hay manipulaciones ideológicas como la del español internacional que habría de imponerse sobre las variantes, a cuyo defensor académico, Raúl Ávila, he tenido la oportunidad de escuchar en dos congresos y debatir con él directamente en el segundo de ellos.

Según este profesor e investigador adscrito al Colegio de México, hay una variante que denomina «español alfa» y es esa entonación y pronunciación que se utiliza en los doblajes mexicanos de películas extranjeras y en los medios de comunicación mexicanos.

Los locutores y actores de doblaje no hablan así en realidad; se trata de unas normas de estilo que deben aplicar al discurso público.

Reconoce una variante “alfa 2”, correspondiente con el habla de los medios de comunicación colombianos; sin embargo, alega que, dado que México con al menos 120 millones de hablantes de español es el estado mayoritario en número de hispanohablantes nativos, el “español alfa” de los medios de comunicación mexicanos es el más representativo de los dos.

Después admite tres españoles denominados «beta 1, 2 y 3», uno de las cuales agruparía a Venezuela y el Caribe (pese a las diferencias notables), otro al Río de la Plata y el resto de Argentina hacia el sur (pese a lo mismo), y el último a Chile. Por último, habría un español «gamma» que es el europeo (como si no tuviéramos dialectos, y tan diferenciados, en España) y que desdeña por su escaso número de hablantes, en comparación con los de los españoles alfa y beta. Por criterio numérico, el “alfa” de los medios de comunicación mexicanos habría de ser reglamentario para todos los hispanohablantes en nuestra comunicación internacional.

Esto ha dado lugar al doblaje de series de televisión chilenas al supuesto español neutro o “alfa” para su emisión en otros países: doblar de un español real, hablado cotidianamente en una región concreta por sus hablantes, a un formato de estilo oral televisivo de otro país, en el que los televidentes hablan el mismo idioma, solo que con un acento diferente al original de la serie (y diferente también, en la realidad diaria, de ese formato de estilo que emplean en sus canales de televisión).

Creo sinceramente que se trata de un aparatoso acto de exclusión que empobrece nuestro entendimiento de la lengua y el respeto a su diversidad.

Dejando aparte el disparate de asumir que como se habla en los medios de comunicación anula la realidad de las incontables variantes regionales y sociales, la verdad es que Raúl Ávila está acertado en lo referente a porcentajes. No porque 120 millones de mexicanos hablen igual, que es imposible según de qué parte de México procedan y qué instrucción hayan recibido y cómo hayan decidido o no asimilarla, pero sí porque el número de hispanohablantes que diferenciamos /s/ y /θ/ es ridículo. Pero no desdeñable, dado que forma parte de nuestra habla, y por tanto de nuestro espíritu vivo.

El rehilamiento yeísta asociado a las letras ye y al dígrafo ‘ll’, pronunciando el sonido [ʃ], se da en un área extensa, y tampoco de manera uniforme (se da una variante [ʒ]), por un número de hablantes determinado. No es desdeñable en absoluto, por las mismas razones.

La diferencia entre ye /ʝ/ y el dígrafo ‘ll’ como /ʎ/ está restringida a un número ínfimo de hablantes con respecto del total, pero no es para nada desdeñable, por las mismas exactas razones.

Centrándome ahora de nuevo en la lectura de versos, y desde una posición panhispánica, si leo a poetas rimar «paso» con «trazo», tengo que hacer el esfuerzo consciente de que para la grandísima mayoría de hispanohablantes se trata de una rima consonante. Yo ahí soy la minoría, y tengo que aceptarlo, del mismo modo que tengo que aceptar que Garcilaso pronunciaba una consonante en sustitución de ‘f’ inicial latina que lleva a escandir como octosílabos «… que hablar a todos diste, / que un milagro que heciste…», aunque otros poetas en su tiempo ya no lo hicieran.

Lo que no puedo hacer es como algunos colegas en la enseñanza de español, que alegando que en su región de procedencia no se usa el pretérito perfecto, se niegan a enseñarlo. O difundir prejuicios sobre qué español es bueno o no, cuando el estudio de la lengua presenta tanta riqueza y variedad dentro de cada país. En materia de lengua, creo que nuestra diversidad nos hace fuertes.

MINIMALISMOS

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Milagros y prodigios

Te he visto obrar milagros y prodigios
y sin superstición te rindo culto:
la eternidad es un momento juntos;
la inmensidad, andar tras nuestros hijos.
El universo es suyo en tu homenaje.
Si hay dioses, se asemejan a tu imagen.


William Vanders – Venezuela

Agrietado

Se nace agrietado,
luego el rayo se hinca en la fisura
y uno queda anochecido y ciego.


Isabel Reyes – España

Haikus

Agazapada
la mar borra la noche
y olvida al cielo.

En la rotonda
se oscurecen los árboles.
Pasa una nube.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Image by Gerd Altmann from Pixabay

«Espejos», narración en versos

Bahía de Qorna, ciudad predilecta
de ilustres familias, un año impreciso.
Un hombre encumbrado que todo lo quiso
y le parecía rutina perfecta:
pujante, el negocio; la casa, lujosa;
la hija, muy guapa (también presumida);
modélica esposa
de buen apellido (también negligida);
sus viajes constantes marchándose lejos,
dejándolas solas,
trayendo consigo de allende las olas
el mismo regalo siempre: más espejos.


Sinfín de diseños, orígenes, modas,
su gran colección de espejos, de todas
hechuras, tamaños y formas pensables,
tapaba paredes, cubría hasta el techo
y abría, de hecho,
la vista hacia espacios inconmensurables…
La gente llamaba “Mansión de Cristal”
a aquel palacete por cuyos salones
y alcobas sin fondo flotaban visiones
y, oculto entre ellas, un extraño mal.


La casa se llena de espejos,
la casa se llena de sombra,
la casa se llena de viejos
demonios, y nadie los nombra.



La niña tenía, por toda afición
empeño de verse, y en su laberinto
de joven belleza, con todo su instinto
devoto y absorto por esa obsesión,
vivía sus días,
soñaba sus noches, por las galerías
detrás de sí misma, su mero reflejo,
su copia en la luz, los ojos curiosos
en busca de todos sus rasgos hermosos
ya tan aprendidos, un juego complejo
de incógnitas reglas y efectos extraños:
de tanto mirarse, su inmensa guapura
hacía aumentar en número, en años,
cual si una pintura cobrase textura
del lienzo incompleto, la imagen sumisa,
la pose segura de amada figura
salida de un sueño, con esa sonrisa
que augura desastre… signos de locura.


El día relata una historia,
la noche susurra un secreto.
La luz recupera memoria
y la oscuridad su alfabeto.



La madre quedaba detrás, sin lugar
ni asunto ni voz ni apenas palabras.
Y sola, en penumbra, se daba a alumbrar
ideas macabras.
Veía en la niña su propia belleza
copiada, usurpada por una criatura
que trajo a su vida tan solo amargura,
dolor y tristeza, rencor y aspereza.
Y, al verse en los mismos, distintos espejos,
veía a la niña con rasgos ya viejos.
Y no distinguía ya más que una altiva
presencia encarnada en dos, y que oscura,
corrupta en su esencia, furtiva, abusiva,
venía a imponerle violencia lasciva:
romperla en el vientre, quebrar su cintura,
cubrirla de arrugas, ahogarla en saliva,
llevársela viva,
rapto ponzoñoso y a la sepultura.


La obscena presencia que allí se ocultaba,
por arte de sombra, se hizo alimento:
un tósigo gris, insípido ungüento
que, en cada comida, la madre mezclaba.
La hija sufría dolores y llanto
durante la noche; de día, el impulso
de verse, en penoso gemido convulso,
delante de aquellos retratos de espanto.
La contemplación de tal deterioro
creaba en la madre placeres impúdicos,
temblores de gozo perversos y lúdicos
que, igual que un tesoro
de nueva, tardía, vital experiencia,
propósito pleno le daba al suplicio,
gloriosa dolencia,
justo sacrificio.


Me muero, y me muero de miedo,
el miedo de ser un delirio
por siempre, en silencio, y no puedo
salir de este horrendo martirio.



El médico obraba con sus soluciones
de friegas, purgantes, jarabes, punciones…
Tras cinco semanas de intensa agonía
(un largo suspiro), la niña acabó.
Y aquel mismo día,
la madre esta historia de nuevo empezó:
oculto el ultraje
detrás del lamento de las plañideras,
la hija en la tumba y el padre de viaje,
ajeno a su luto y ajena, de veras,
la causa fatal de aquel maleficio
al propio servicio,
la madre tenía la casa al completo
dispuesta a guardarle por siempre el secreto…

… y a solas, de noche,
se ve en cada espejo
un vago reflejo,
y un tenue murmullo de queja y reproche
la acecha detrás de la espalda,
le tira, sutil, de la falda,
le palpa y eriza la piel…
y en tal arrebato,
se lanza a la mesa, tantea el mantel,
vomita en el plato
la blanca simiente
de un horror demente.


Perduro en el aire que pasa
y el aire repite, con creces,
en cada rincón de esta casa,
repite mi imagen mil veces.



Privada de sueño, que no de dolor
ni miedo en el lecho,
mayor pesadilla perturba su pecho
y llena sus horas de horror:
exhausta y enferma,
hambrienta, vampírica, yerma,
consume sus fuerzas… ¡y cada mañana
la muestra el espejo más bella y lozana!

Bahía de Qorna, ciudad predilecta
de augustas familias; por fin ese día
que vuelve del viaje, rutina perfecta,
el hombre encumbrado que todo quería:
pujante, el negocio; la casa, endiablada;
la hija, difunta (que no lo sabía);
y, cada jornada
mucho más hermosa,
esa noble esposa…

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Image by Maike und Björn Bröskamp from Pixabay

El agujero, un relato en sonetos

Miraban todos por el agujero
y la curiosidad me sugería
unirme a ellos, aunque todavía
tenía que afrontar un grave pero:
mi condición de raro y forastero,
exhausto de medirme cada día
contra el desdén hacia mi extranjería,
teniendo siempre que empezar de cero.
Al verlos, sin embargo, de ese modo,
ante el boquete absortos y apiñados,
parecía que ya el entorno todo,
el horizonte inmenso a ambos lados,
eran nada; y sentía, como un grito,
la llamada de aquel agujerito.


Es un apacible entorno:
prados verdes, bosque denso,
cielo de color intenso,
montes de dulce contorno.
Sin superfluidad de adorno,
en las casas, un consenso
por pertenecer al censo,
y pan salido del horno.
Algún vestigio romano,
una iglesia y un castillo,
y un antiguo ciudadano
con sus aires de caudillo
recordado en una piedra
que ahora cubre la yedra.


Y a solo unos pasos de aquel monumento,
el gran artilugio que a todos absorta:
apenas un mueble de altura muy corta
con ese boquete, magnífico invento
que ansiaba explorar, llegado el momento,
si así me dejaban, pues no les importa
la gana que el otro, distinto, soporta;
según sus razones, no tengo argumento.
De mí recelaban por ser un extraño,
y entiendo el temor a mi diferencia,
a no respetarles sus leyes de antaño…
Por eso, aquel día que al fin mi paciencia
obtuvo su fruto, miré agradecido
por ese agujero… y aun más, sorprendido.


Dentro del hueco existía un prodigio:
toda la villa, en detalle y aspecto,
un ideal apolíneo y selecto,
cuna de eterno prestigio;
toda su gente, sin mal ni litigio,
solo elegancia y ejemplo perfecto,
formas amables y trato correcto,
música en modo mi frigio.
Todos con ropa de marca famosa;
ellos, peinado impoluto y ellas, audaz maquillaje;
autos de manufactura ostentosa.
Sí, miniatura sublime y un reducido paisaje.
Pero contentos de, cada segundo,
verse cual centro y ombligo del mundo.


Cuando al plano real retorné la mirada,
sentí por un momento la sórdida tristeza
por ellos compartida, la constante certeza
de no ser quien pareces en vida figurada.
Y cuando preguntaron, con mi mayor sonrisa
de reconocimiento, les alabé el buen gusto.
Apenas esto dije, y en el momento justo
volvieron a apiñarse junto al hoyo, deprisa.
Allí se acomodaban a insultos, a empujones,
como no quieren verse, como son de verdad,
ciegos a la existencia más allá de sus ojos,
sumidos y enredados en fatuas ilusiones,
a conciencia atrapados en aquella oquedad,
como si solo fueran un montón de despojos.


Porque soy extranjero
y siento diferente,
no encuentro inconveniente
andar el mundo entero.
Lo de aquel agujero
me es insuficiente,
pues paso a paso, enfrente
hay más, y verdadero.
Recogí mi equipaje,
retomé mi camino:
el cambiante paisaje
es mi mejor destino,
y la naturaleza
me explica mi rareza.

SINÉRESIS, FONÉTICA Y NORMA GRAMATICAL

por Antonio Alcoholado Feltstrom

Escala de sonoridad y estructura de la sílaba:

Los sonidos emitidos por humanos, según sus características articulatorias, se distribuyen en una escala de perceptibilidad/sonoridad. La posición más alta de dicha escala la ocupa la vocal /a/, y la última las consonantes oclusivas (/t/, /p/, /k/…) El grado de abertura en la articulación del sonido es lo que determina su sonoridad.

En una sílaba compleja (en la que se agrupa más de un sonido), el orden en que se presentan los distintos sonidos no es arbitrario. El impulso silábico obedece a un movimiento de abertura y posterior cierre. La posición culminante en este proceso, denominada núcleo silábico, la ocupa el más sonoro de los sonidos implicados. Contiguos al núcleo se sitúan los más sonoros entre los restantes, y gradualmente se separan del núcleo según su sonoridad decreciente.

Por ejemplo, en una sílaba como ‘trans’, /a/ es el culmen sonoro (el sonido que se articula con mayor abertura), mientras que la líquida /r/ y la nasal /n/ son consonantes más sonoras que la fricativa /s/ y la oclusiva /t/, de ahí que se distribuyan en ese orden de menos sonora en ascenso sonoro hasta el culmen y a partir de ahí en descenso de sonoridad (/trans/). No serían posibles las sílabas *rtasn, o *antsr, por simple impedimento articulatorio.

Escala de sonoridad entre las vocales:

Lógicamente, la de articulación más abierta /a/ es la más sonora, seguida de las medias /e/, /o/, y las menos sonoras son las cerradas /i/, /u/.

A efectos de estructura silábica, si se dan dos o más vocales en un mismo impulso silábico, la más abierta ocupa el culmen sonoro (núcleo) y la(s) menos abierta(s) son movimiento de apertura hacia el núcleo o cierre tras él.

Función estructural de las vocales:

Toda vocal puede constituir núcleo silábico en español, si es el sonido más abierto entre los que se agrupen en el impulso silábico.

La norma gramatical acepta que las vocales cerradas /i/, /u/, en diptongos, cumplen función marginal, es decir, de transición ascendente o descendente hacia el núcleo silábico, que ocupa otra vocal más sonora.

La norma gramatical se resiste (de momento) a aceptar que las vocales medias /e/, /o/, entre sí o con abierta, cumplen función marginal ascendente o descendente hacia un núcleo silábico constituido por otra vocal más sonora. A pesar de que la realidad del habla, y el precepto literario, indican lo contrario.

Así, la voz línea se considera trisílaba, y esdrújula a efectos ortográficos, aunque se articule bisílaba y llana (uso este ejemplo concreto porque lo emplea Gómez Torrego [2007: 35], lingüista normativo de tendencia más conservadora aún que las Academias de la Lengua, que ya es decir).

Sin embargo, tanto desde el punto de vista estructural como desde la escala de sonoridad, nada parece impedir que las vocales medias funcionen como marginales.

Fotos, fotos (dicen que una imagen vale más que mil palabras, aunque yo sostengo que esa apreciación es relativa):
Espectrograma de las vocales [é.a] en impulsos silábicos distintos:


https://drive.google.com/file/d/1tbT32M … sp=sharing


Se ven dos líneas de sombra: formante 1 (inferior, que se corresponde con la abertura de la boca) y formante 2 (superior, que se corresponde con la posición de la lengua). Se ve una estabilidad en forma de líneas paralelas en la primera vocal y en la segunda, separadas por una transición abrupta en forma de escalón en el segundo formante (el superior).

Sucede lo mismo en el hiato [í.a] (en «tenía»):


https://drive.google.com/file/d/1OKC4s_ … sp=sharing

Sin embargo, en las combinaciones de vocales en un mismo impulso silábico, la vocal marginal presenta inestabilidad y transición suave en el segundo formante (el superior, el que se corresponde con el movimiento de la lengua), en la forma de un deslizamiento hacia la vocal nuclear, que sí se presenta estable (líneas paralelas). Ejemplo de [ia], diptongo, en «tenia»:


https://drive.google.com/file/d/1kGhYVQ … sp=sharing

Ahora, ejemplo de [ea], sinéresis, en «línea»:


https://drive.google.com/file/d/1otYVVn … sp=sharing

El comportamiento de /e/ como margen silábico en casos de sinéresis es el mismo que el de /i/ en casos de diptongo. Comprensible, dado que el núcleo silábico lo constituye una vocal de mayor sonoridad.

La norma, de momento (atestiguo una batalla que ya sé que está perdida), rechaza el comportamiento marginal de /e/ sin más razón que un argumento gramatical según el que /e/ es un sonido «fuerte».

El habla, el análisis fonético, la versificación y el testimonio de los prosodistas, desde antiguo, testifican en contra.


Acerca del autor

Antonio Alcoholado Feltstrom es Doctor en Filología por la Universidad de Jaume, integrando actualmente el Seminario Permanente de Innovación en la Enseñanza de Español como Lengua Extranjera.

Entre sus publicaciones encontramos:
– Fenómenos métricos y antihiatismo en hablantes cultos de español. Enfoques histórico, preceptivo y empírico. Vindicación gramatical y normativa. Tesis doctoral dirigida por Mercedes Sanz Gil. Universitat Jaume I, 2017. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/14011.2017.450627
– M. Anglada y A. Alcoholado: Panorama histórico-cultural de España. Shanghai Foreign Language Education Press, 2012. ISBN: 978-7-5446-2799-3. Libro de texto oficial del currículo universitario chino para estudios superiores de español.
– Vocales en contacto en la expresión oral del español. Planteamientos teóricos y perspectivas de trabajo con estudiantes universitarios chinos de español como lengua extranjera. SinoELE Suplementos, nº 8, 5/2013.

Artículos:
«Problemas métricos en «Lo fatal» de Rubén Darío: escansión y estructura estrófica». Anales de Literatura Hispanoamericana [en imprenta].
«Antihiatismo en español: un problema fonológico entre la preceptiva literaria y la normativa gramatical». Lexis, 44(1), 2020.
«En torno al antihiatismo hispanohablante: norma gramatical frente a precepto literario, norma culta y estándar». Revista de Investigación Lingüística, 22, 2020.
«Canon y transgresión métricos como tema en dos composiciones de Prosas profanas». Cultura, Lenguaje y Representación, 21, 2019.
«Reflejo en un estudio de corpus de la evolución y frecuencia de la dialefa en la versificación española». Lectura y Signo, 13, 2018.
«La oralidad del latín en las letras hispánicas: proporción y jerarquía de los fenómenos métricos en la poesía española e hispanoamericana». Actas IX Congreso Intnal. de la Asociación Asiática de Hispanistas. SinoELE Monográficos 17, 2018.
«Conciencia fonológica y expresión oral en ELE: el caso de las combinaciones vocálicas». Actas del XIV Simposio sobre Didáctica, Cultura y Traducción del español. Taipéi: Universidad de Tamkang. ISBN: 978-957-8736-05-4. 2018.
«Fonética, fonología y normativa gramatical: la función marginal de las vocales medias en español». En Marrero Aguiar, Vª y Estebas Vilaplana, Eva (eds): Tendencias actuales en fonética experimental: cruce de disciplinas en el centenario del Manual de pronunciación española (Tomás Navarro Tomás). ISBN: 978-84-697-7855-5. 2017.
«La enseñanza de literatura española e hispanoamericana en universidades de la R. P. China». SinoELE 14, 2016.
«Tres problemas básicos para el profesor en la expresión oral en ELE: fundamentos técnicos para su solución». RedELE, 2015.
«Necesidades en el desarrollo de la expresión oral en español como lengua extranjera». Actas VIII Congreso Intnal. de la Asociación Asiática de Hispanistas. Shanghai Foreign Language Education Press, 2015. ISBN 978-7-5446-3989-7.