Un año más o menos / A Rogelio Oficialdegui, in memoriam / Viajar con lentitud / Lunático que fui, por Ricardo Fernández Esteban

Un año más o menos

Cuando se muere un año y nace otro
no cambia nada más que el calendario.
Eso de que la vida fluye como los ríos
es mucho más que una metáfora,
nunca es la misma el agua que contemplas
ni podrás alterar lo ya vivido cauce arriba.

Preocúpate, barquero, por el tramo restante
y navega caudales con tu brazo al timón.
No está lejos el mar que todo iguala,
del que nada conoces, porque nadie retorna
por mucho que te vendan paraísos
e intenten corregirte con infiernos.

Por eso, no te importe una fecha concreta,
qué más nos da que acabe en cinco en vez de en cuatro,
lo que sí cuenta es que disfrutes
de las, ojalá muchas, singladuras
que aún ruedan en el bombo donde mora el destino.

Un año más o un año menos es sólo una medida
y la felicidad, por suerte, nunca supo de métricas.

A Rogelio Oficialdegui, in memoriam

Siempre llega la muerte tras la vida,
pero a veces nos roba de repente
sin dejarnos siquiera despedida,
conjugando lo duro del presente.

Rogelio, buen amigo, quién pudiera
ponerle alas de pájaro a ese avión,
no dejar que cruzases la frontera,
volver a oír tu voz y tu razón.

Nos queda tu nobleza, tu bondad,
esa fina ironía, esa prestancia,
buscando mitigar la soledad,
queriendo hacer cercana la distancia.

Lo que nos queda es mucho, compañero,
el recuerdo de todo un caballero.

Viajar con lentitud

Hay que saber viajar con lentitud
dejar que los paisajes derroten a las prisas,
acortar singladuras, paladear lo bello
y disfrutar en paz cada rincón.

Dar pasos, no zancadas,
parar, hacer un alto en el camino,
contemplar y admirar, en vez de ver,
y no perder el tiempo en las fotografías.

Si aprendes a viajar de esta manera
el destino del viaje no será lo importante;
en cambio lo serán esas pequeñas cosas,
que sólo llegarás a descubrir
cuando camines a su mismo ritmo.

Lunático que fui

Lunático por ti, fui hombre lobo
o cordero pascual, si lo pedías,
mas constato que tú, como la luna,
te creces y descreces en pasiones.

Hoy toca que estés llena y todo vale,
hasta que pronto mengües y los celos
te lleven a la nueva discusión
que olvidarás, voluble, cuando crezcas.

Este fiel selenita, mi lunática,
deja de ser satélite de ti
cansado de tus fases, el licántropo
echa el diente a las otras del astral.

Llevas razón, la fiera ha despertado
y abandona tu cárcel. De luneo
salgo de caza en busca de una estrella
y en vez de tibia luz encuentro un sol.

Tierno cobijo en cada amanecer
que me da rienda suelta por las noches.

¿Lo entiendes, cielo? ¡Cómo no escoger
pasión con libertad y sin reproches!

Acerca de Ricardo Fernández Esteban

Silvio Rodríguez Carrillo – Paraguay

Fotografía: Arantza Gonzalo Mondragón

Si llorar eso y esto

No, yo jamás me apuro
tan solo voy venciendo pronto al tiempo,
talando mi apellido como también mi nombre
desde la pena cruda hasta la inconfesable risa rota,
como se tala un árbol construido con piedras
con sólo gestos mudos.

Si me digo te nombro
sin querer y a conciencia,
como lo hacen los solos, desprovistos
de un corazón insano como manso,
masticando el sonido que no habla
y que sueña su canto vuelto carne.

Y si te nombro huyo
del centro de mis cosas y mis juegos,
como si consiguiendo dibujarte
logre también callar tanto demonio
gritando en mis tobillos su prisión.

No, yo jamás comulgo
ni con la virgen pura ni con la puta santa
ni con la tradición ni con lo nuevo,
vomito -simplemente- el escándalo cruel
de lo que me rebasa o que me sobra
cuando me faltan manos
para tocar la piel que más me falta.

Y danzo alegremente mi tristeza
poblada de granates indecibles
cuando siento que el límite me anuda los tendones,
y apago por afuera cada uno de mis ojos
cuando mi lengua lame el sabor de lo intenso
fatalmente encerrado
en un beso de fruta que nunca tuvo cifra.

Me pierdo del nosotros…
pero es así que tiendo sobre mí
el alambre de púas que escribe en mis espaldas
el ritmo de la luz latiendo entre lo oscuro,
es así que yo escribo
sobre el muro del mundo lo posible
de lo que llega y parte sin ser pleno,
y es así que me triunfo
del asco de los días sin llorar
eso de ser carencia
y todo esto de amar sin un destinatario.



Hay para qué

Hay un eco en mis manos sosteniendo tu nombre,
una tristeza simple acurrucada y muda
detrás de mi garganta que se calla el pasado,
y una canción tranquila que te imagina cerca.

Hay una noche inquieta de calor y bichitos
agolpándose fieros detrás del ventanal,
un dolor reprimido que sin victimizarme
me aleja un poco más de cualquier gesto burdo.

Para que así me encuentre con el balance abierto
marcando los vacíos que tanto significan
y que yo simbolizo desprovisto de formas.

Para que nuevamente me acompañe la luna
en este juego inútil en el que siempre vences
con tu voz que no llega y mi piel que zozobra.

Hay una noche inquieta de calor y bichitos
agolpándose fieros detrás del ventanal,
un dolor reprimido que sin victimizarme
me aleja un poco más de cualquier gesto burdo.
Para que así me encuentre con el balance abierto
marcando los vacíos que tanto significan
y que yo simbolizo desprovisto de formas.

Para que nuevamente me acompañe la luna
en este juego inútil en el que siempre vences
con tu voz que no llega y mi piel que zozobra.



Sigo siendo

Yo me caigo fácil
y reboto sencillo.

Me rompen los dientes en un saludo
mientras yo, anciano, mantengo mis ansias
al límite de los almanaques.

Con un gesto, frase o mirada
arranco la alfombra roja del suelo
y escupo sobre el ropaje que cubre
esa desnudez tranquila que alienta a mierda.

Si me compadecen
o me admiran
es algo que me importa mucho,
tanto, como a la mayoría le importa
qué siente el desconocido de siempre,
—ese que tiene un rostro ignorado
y un nombre que no se puede verbalizar—.

Me canso
y me repongo desde la risa
de correr de mí y hacia mí,
me repongo y me abastezco
de un sueño que tuve y te nombró,
con el cuello más allá de las citas
que dicen los doctos y que escupen
desde el púlpito los no aptos para el fracaso programado.

Yo soy dispersión —¿recuerdas?—
el grito que desafía a su posibilidad de paz
porque en el ego no encuentra destrucción
sino al potro más hermoso de domar sin ayuda.

Sigo siendo
la sintaxis que no se persigna
ante las formas que admira impunemente
y sobre las que defeca sin posibilidad de lástima.

Y en esta pulsión, ridícula, inexacta y precisa
siento que no necesito ni necesité nunca a nadie
para desafiar a la estatura del tiempo
con la poquedad infinita e inasible
de mi boca en tu cintura.



Vivir de cerca

Refugiarse de todos, solo, en uno,
en ese que palpita turbiamente
el principio de Dios y su destino,
desde el primer rugido liberado
al sumar impotencias y perfidias
junto con luminosas explosiones
tras la dura derrota de los doctos.

Dejar atrás tejados rotos, sucios
y el polvo de las calles bajo un cielo
sonriente de dolor y de vacío,
las canchas donde el tedio desganado
nutre con descarada altanería
la cruenta dualidad de los idiotas
empujados a un ocio sin final
mientras sienten que nada dura tanto
como una tarde infecta de victoria.

Con el torso desnudo entre murallas
empujar el presente hasta el pretérito
con pétrea fortaleza y sin pudor,
por quebrar con orgullo vanidoso
el puente que sujeta las acciones
al ajeno deseo de conquistas
allí donde no cabe sino sed
por despertenecer a lo común.

Y vivir estas cosas de más cerca
palpando a los opuestos con los ojos
como palpa la izquierda a su contraria
en el mismo momento en que sin dudas
se saben una parte del sentido
que quiere gobernar aprisionando
el último bastión de lo honorable,
la prescindencia recia e incompartible
que sostienen los solos con sus manos.

Acerca de Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

Color Sepia: un libro de Juliana Mediavilla, por Arantza Gonzalo Mondragón

Ficha del libro

Título: Color Sepia
Autor: Juliana Mediavilla
Publicado: 2015
Género: Poesía
Edición: Primera
Editorial: Alkaid Ediciones
ISBN: 978-84-942649-5-5

La magia de la infancia reside en que el niño descubre todo por primera vez, por eso los recuerdos de esa época se graban en la memoria como los surcos del arado en la tierra. Hubo un tiempo en que nos cuidaban, un tiempo donde estábamos exentos de responsabilidad y éramos pequeños dioses descubriendo el mundo.

Pero la infancia se va, no solamente por mandato biológico sino por la consciencia del primer zarpazo, el primer dolor del que ya no podemos escapar.

Juliana Mediavilla fue una niña de posguerra en un pueblo de Burgos. Su extraordinaria sensibilidad, su sencillez y su dominio de la técnica poética hacen de este libro un paseo emocionante por aquellos años perdidos en el tiempo y sin embargo, perennes en la memoria.

Sus recuerdos han despertado los míos porque todos llevamos un niño dentro que se reconoce tomando sopas de leche, mirando las estrellas en agosto o viendo coser a la madre.

Inolvidable en la voz de Juliana el primer beso que encendió el amor, las grandes nevadas de entonces que siguen abrigando el recuerdo, la escuela y su crucifijo observador, el conocimiento de lo que significaban los distintos toques de campana, las malas hierbas que borraban los caminos, las margaritas rojas, el homenaje a Edmundo.

Y la muerte, ese látigo que rompió la infancia, la deforestación de la arboleda.

Tras una fotografía en Color Sepia hay siempre una historia que contar:

Detrás está la vida y el instante:
sobrevuela la sombra de la guerra
que no vivimos
impresa en el ambiente,
en la calle, en la escuela y en las casas.
un río de silencio entre los padres,
una herida de ausencias sin retorno,
una desmesurada cicatriz.

Juliana escribe que no ha de callar su canto porque su madre la parió mujer y la parió poeta.

Así sea.

Silvana Pressacco – Argentina

Por un buen recuerdo

Me conoces y sabes que me duele dolerte
que mis palabras duras son cobardes
pues dejan la tarea difícil a mis ojos
que siempre me delatan.

Nos resulta imposible apagar los incendios
de todas las verdades. Nuestro círculo asfixia
mientras nos convencemos que es normal
que el arco iris pierda sus colores.

Ninguno admite frente a frente el desencanto
que habita dentro desde que la rutina echó
raíces en la tumba de los sueños.

Nuestra historia merece ser una buena historia
por eso mi mirada suplicante
se detiene en la puerta de salida.



Prioridades

Mi agenda es un exceso de palabras
y de cruces severas sobre las ilusiones.
Las horas son caudillos que cubren los paisajes
mientras se multiplican mis deberes.

A veces continúo por inercia
agregando renglones,
manteniéndome ciega a las señales,
con el asombro preso en los bolsillos
para no distraerme con otras trayectorias.

Las letras de mi nombre se fugaron
con la imagen que nunca pintaron los espejos,
los años se escurrieron vestidos de uniforme
sin conseguir aliados ni una bandera blanca.

Elegí estar detrás de la fila de hormigas
para llevar el peso que las demás negaban
y acopiando basura me crecieron jorobas.

Mientras el conformismo siga siendo mi escudo
sobrevivo apretando las alas impacientes
que anhelan el regreso de mi voz
en primera persona.

Mi pecho estallará cuando suelte las aves.



Contigo es más fácil

De pronto las salidas se me esconden
detrás de raros muros que crecen en las calles.

Mientras el sol burlón se muda hacia el oriente
para llevarme repetidas veces
a las coordenadas de tu nombre,
mi compás sigue haciendo pie en la misma sentencia
y el radio empequeñece acercando el infierno.

Nunca supe tomar atajos de mentiras
y las alas están presas por mi condena.



Me da lo mismo

Hoy estoy triste
y de nada me sirves, poesía.

Tal vez encuentre versos con metáforas claras
para hablar de mi fondo más penoso
que hoy presiento, fugaz y fugitivo.

Será que estoy cayendo
por la garganta inmunda
de la impotencia.

Mis manos acarician las paredes
porque aborté las uñas.

Es algo rutinario
un viaje sin boleto,
y ya me da lo mismo
adonde lleva.

Acerca de Silvana Pressacco

El qué y el cómo en los textos literarios, por Juliana Mediavilla

Comentario del poema “IN-CRÉDULA”

Quiero desmantelar todos los limbos,
extirparle su sílaba a la fe
y que la ingenuidad cierre sus piernas
de ninfómana virgen.

Pero me está costando
fusilar a la párvula que cree
que una mota de arena
puede agarrarse al mar como una isla.

Siempre vuelve a confiar en un mayo minúsculo,
en el hueso de un pétalo,
en verbos inconclusos y en abortos de puentes.

Y siempre le despista un sol de humo.

No comprendo por qué
no muere de una vez esta inocencia,
si tiene el cuerpo lleno de disparos.

Mariví González

Poema polimétrico que consta de 15 versos distribuidos en cuatro estrofas: dos de cuatro versos y dos de tres. Entre la tercera y la cuarta aparece un verso aislado. La combinación métrica es de heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos, con un predominio de endecasílabos: 8 frente a 5 heptasílabos y solo 2 alejandrinos.

Está escrito en verso blanco, aunque podemos encontrar algunas asonancias, pero su distancia no perturba la lectura:

  • é  (versos 2, 6, 13)
  • é-a (versos 3, 7)
  • ú-o (versos 9,12)
  • á-o (versos 4, 15)

La voz poética nos introduce, en primera persona, el tema de su deseada pérdida de la credulidad, ya insinuado en el título: IN-CRÉDULA y reforzado después con  palabras precisas como ingenuidad o inocencia. No es un tema tópico ni en su planteamiento ni en su desarrollo.

Analizando la estructura interna, vemos que dicho tema aparece ya de forma clara en la primera estrofa, con la introducción de esa primera persona verbal:

Quiero 

  • desmantelar todos los limbos
  • extirparle su sílaba a la fe
  • que la ingenuidad cierre sus piernas…

Una segunda parte abarcaría la segunda y la tercera estrofa y el verso que se intercala entre ambas, mediante la oración adversativa: Pero me está costando…

En esta parte se nos explicarán las dificultades para conseguir dicha pérdida. Aparece aquí la tercera persona mediante “la párvula” que no deja de ser un desdoblamiento del “yo”:

Pero

  • me está costando fusilar a la párvula…
  • siempre vuelve a confiar…
  • siempre la despista un sol de humo

La tercera parte que abarca la última estrofa tiene un carácter conclusivo. Encontramos una pregunta indirecta, en la que otra vez desde el yo, la poeta no llega a entender esa persistencia de la ingenuidad a pesar de su lucha por perderla:

No comprendo por qué

  • no se muere de una vez…

La estructura es por tanto lineal y clara, podríamos decir que responde a las tres partes clásicas del texto: exposición, nudo y desenlace.

Es un texto diáfano que se entiende en primera lectura, pero es muy rico en recursos e imágenes genuinas de la autora, dándonos la clara impresión de estar ante un poema nuevo, diferente como lo  es su voz.  

Los recursos más destacados se encuentran dentro del campo semántico. El poema parte de la personificación de la ingenuidad, ya en la primera estrofa:

  • …la ingenuidad cierra sus piernas / de ninfómana virgen

Una imagen inesperada que nos introduce de lleno en el terreno sexual y que resalta aún más por esa paradoja entre los términos ninfómana- virgen.

El recurso de la personificación se consolida en la segunda estrofa en la que la ingenuidad se convierte en párvula. A partir de ahí tomará esa identidad, mediante una metáfora en la que el término imagen: ingenuidad=párvula tiene, además de la belleza poética, una relación semántica clara.

Dentro del campo metafórico destacamos ya en la primera estrofa la hermosa plasticidad de las imágenes:

  • desmantelar todos los limbos
  • extirparle su sílaba a la fe (muy acertada, dentro del concepto lingüístico).

Otra serie de metáforas girarán en torno a la personificación:

Párvula

  • vuelve a confiar en un en un mayo minúsculo
  • en el hueso de un pétalo
  • en verbos inconclusos 
  • en abortos de puentes
  • siempre la despista un sol de humo

La siguiente imagen incluye también una hipérbole y una antítesis:

  • que una gota de arena / puede agarrase al mar como una isla

Al margen de la belleza de las imágenes, encontramos también abundancia de recursos morfosintácticos como los paralelismos:

  • en un mayo minúsculo
  • en el hueso de un pétalo
  • en verbos inconclusos
  • Algunos, como en estos casos, precedidos por la anáfora.

Es notable también la aparición de los verbos en el inicio de cada estrofa. Algunos formados por perífrasis y que contribuyen a estructurar el poema:

  • Quiero desmantelar
  • Pero me está costando
  • Siempre vuelve a confiar 
  • y siempre la despista
  • No comprendo por qué

Si nos detenemos en el campo semántico veremos que si el tema era el deseo de eliminar la ingenuidad, hay una serie de palabras, abundantes para la extensión del poema, que hacen alusión a esa eliminación:

  • Desmantelar
  • Extirparle 
  • Fusilar 
  • Muere 
  • Disparos.

El poema refleja esa lucha contra la permanencia de la ingenuidad a la que se combate como a un enemigo y a la que se le da una identidad mediante el recurso de la personificación.

Los recursos más notables son, como decíamos antes, los recursos semánticos que, partiendo de la personificación abarcan imágenes, metáforas y sentidos figurados. Son recursos originales y en ningún momento se recurre a los estereotipos.

La disposición formal del texto, aireada y muy fluida, así como la claridad sintáctica, contribuyen a que el poema sea atractivo no solo por su belleza estética, también por la coherencia textual y el equilibrio, que son tanto de agradecer a la hora de leer y comentar un poema.

El qué y el cómo (qué se dice y cómo se dice) tienen aquí el perfecto maridaje forma-fondo y es esa relación indisoluble de ambos aspectos la que nos habla de la calidad del poema.

Qué queda de ti I, II, III & IV, por Ricardo López Castro

¿Qué queda de ti?

I

Los paisajes redoblan sus esfuerzos;
puedo verlo, se sacrifican
en su quietud.

Siento cómo las cosas se pelean
por no querer caer en el olvido
-incluidos también
todos esos «te quiero» que creíste-.

A veces lo que uno quiere
no es lo que desea.

Te quería.
Quise que me quisieras a mi modo,
pero no fue posible.

Todavía no acepto
que el amor sea diferente
para cada persona
y prefiero pensar que muchos me mintieron,
entre ellos tú.

La vida sigue y todo lucha
por moverse
-yo me resisto, y nunca mejor dicho-;

entre ayer y mañana
sólo un pronombre
consigue su propósito,
y los demás se agitan, se preguntan
si forman parte
de ti.

II

El amor sabe a uno,
y no existen maneras de decir lo que expresa.
El silencio y el tiempo confluyen en lo diáfano
cuando sentimos, tímidos,
pudorosos.

Y nos callamos todos los colores
para poder amarlos.

Y el instante se vuelve
y nos mira,
pero no nos importa.

La vida que creímos nuestra
es de todos
y es entonces que salen las palabras.

III

Si lo que vemos es lo que observamos
descubrimos sin ánimo de lucro
la vida,
nos hacemos partícipes
a pesar de los males que nos unen.

Al fin y al cabo todo se desdice,
me cuestiono nombrando mi silencio
cuánto eco tendrá mi eternidad.

IV

Los amores,
en su fugaz simpleza
nos absorben la carne
y nos hielan los restos.

Vienen sin preguntar,
y nosotros les respondemos
abriendo nuestras puertas.

Quizá sepan lo indómito
de la memoria
y por eso conmueven haciendo los honores
de guardarse.

Son un guante de seda
para los pensamientos
y por eso resuenan,
y por eso se esconden hasta que al fin, vencidos,
recordamos.

Miguel Ángel Palacios – España

Haikus

Soy un lucero
y al llegar la mañana
voy… y me muero.

v

Tú, mi tormento,
acaparas de lleno
mi pensamiento.

v

Tú y yo imbricados,
desmadejando versos.
Concatenados.

v

¡Qué golosina!,
tomada de tus labios,
crema divina.

v

Evoluciones
forjaron en mi mente
las prohibiciones.

v

Claustro severo,
ostracismo agobiante.
Asaz austero.

v

Desde la cuna,
regalando alegrías
una por una.

v

Umbrío, bruno,
tiznado de amargura.
Calor ninguno.

v

Cara sirena,
expectante del cambio
te vuelves plena.

v

Como batracio
emergiendo del agua.
Quiero tu espacio.

v

Corta se hará;
si la vives conmigo
perdurará.

v

Etéreo ser
oxidas lo que tocas,
es menester.

v

Mujer de hielo,
al calor de la noche
te vuelves fuego.

v

Mujer fatal,
destila su veneno.
Trampa mortal.

v

Mujer de hielo
se licúa tu ser
bajo mi anzuelo.
(te fundes, de repente,
si yo te anhelo).

v

En plenilunio
tu risa, y mi dolor
del infortunio.

v

Amor eterno,
duraste lo que dura
todo un invierno.

v

Yo no te hago
en sitio tan profundo
y tan aciago.

v

Si existes tú
no necesitas karma.
Karma eres tú.

v

Mantén tu calma,
para un logro mayor
preserva el alma.

v

Flor tan hermosa
se merece mil dones
más que una diosa,

v

Mas si tu quieres
compartirás el sino
de las mujeres.

v

Mujer o diosa,
en derredor de ti
vega frondosa.

v

¡Llegué a buen puerto!
No tendré que dar voces
en el desierto.

v

En la astronave
jugamos a ser dioses.
Perdí la llave.

v

Y el firmamento,
tan lleno de agujeros,
ríe contento.

v

Con tu presencia
se avivan las ideas.
Despiertas ciencia.

v

En abstracciones,
quisiera zambullirme
sin emociones.

v

Tienes razones
que a veces yo confundo
con ilusiones.

v

Gran osadía,
cuando es «subliminar»
el alma mía.

v

Ya están dorados
el trigo y el centeno.
Días contados.

v

Con armonía,
da paso el horizonte
al nuevo día.

v

Tras de tus huellas
te anduviste buscando
por las estrellas.

v

Alma mojada ,
discurre por tu ser
la madrugada.

v

Tienes belleza
y en la boquita el dulce
de la cereza.

v

Y tu candor
me sirve de refugio
acogedor.

v

Va tu mirada
con la mía ya siempre
concatenada.

v

Atemporales
persisten en su sitio
todos los males.

v

Dentro del marco
que encierra nuestras vidas
fleté mi barco.

v

Tu casa es una,
su influjo te rodea,
te da fortuna.

Acerca de Miguel Palacios

Revista Ultraversal edición número 3

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Editorial » Ladran Sancho » Por Jorge Ángel Aussel

Sumario

In memoriam » En torno a Manuel Martínez Barcia » Por Mercedes Carrión Masip
Prosa » De: Diario de la gata / Breves » Por Morgana de Palacios
Poesía » De mis errores / Quinteto sin nombre » Por Ovidio Moré
Artículo » De odios necesarios y otras literaturas » Por Gavrí Akhenazi
Reseña » Lejaim: un libro de Gavrí Akhenazi » Por Iosi Erdân
Poesía » Escribo / Silencio / No siempre / Si lloran » Por Rosario Alonso
Prosa » Pabellón 5 » Por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
Humanidades » ¿Fashion victim o Fashion executioner? » Por Mabel Lemos
Poesía » Yo elijo —siempre— / De: Inventario / De: Dí-antes » Por Rosario Vecino
Reseña » Aire: libro de poemas de Silvio Manuel Rodríguez Carrillo » Por Ruffo Jara
Entrevista » Manuel Martínez Barcia » Por Rosario Alonso
Artículo » A o B » Por Gerardo Campani
Poesía » Cuestión de equilibrio / La líbido textual / Vanguardia / Ábrete vida » Por Morgana de Palacios
Prosa » Kalani: 1ª & 2ª parte » Por Jorge Roussell Perla
Humanidades » Por qué y para qué comentar un texto » Por Silvio Manuel Rodriguez Carrillo
Poesía » Rebelión / Honestidad / Insensibilidad / Resurrección » Por Mariví González
Artículo » Recursos literarios (tercera entrega) » Por Enrique Ramos

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Ladran Sancho

Entre los cargos que pretenden imputarnos nuestros detractores, se encuentran los de tener “malos modales” para decir nuestra verdad, ser “criticones”, “insensibles”, “crueles”, “rígidos” y hasta “despóticos”, lo cual es erróneo en todas las acepciones de la palabra, por un lado porque el único “poder” del que hacemos uso y “abuso” los ultraversales, es el del conocimiento puesto al servicio de quien lo corresponda en reciprocidad, y, por otro, porque siempre actuamos en consecuencia al Ideario que es Nuestra Ley Suprema, al que nos atenemos en todo momento y bajo toda circunstancia, y al que cualquiera que esté interesado en leer puede acceder desde el enlace que destinamos para dicho fin en el menú principal de la cabecera de Ultraversal.com.

Podría continuar con la vasta enumeración de agravios, ya que son múltiples los descalificativos que nos propinan ciertos individuos que caen en nuestros territorios como paracaidistas, pasándose nuestras normas de convivencia por donde no les da el sol y, encima, ofendiéndose como si les insultáramos a la madre que los parió cuando les impedimos hacer en nuestra casa lo que les nace de sus partes pudendas, pero todas las injurias habidas y por haber tienen su eje en la que, a mi entender, es la cualidad más valiosa e inherente a todo ultraversal, nunca entendida por los detractores ni mencionada por su nombre de pila: honestidad.

En un mundo donde el doblez es el plato principal de cada día, no es de extrañar que se nos acuse por ser honestos, con calumnias de todas las calañas y una procacidad capaz de poner a prueba la tolerancia del más tolerante entre los tolerantes, puesto que es de la única forma que saben hacerlo los mediocres, para colmo de males, cobardes. Mas nótese que digo “saben” y no “pueden”, ya que por mucho que quieran, con esa pertinacia que en ocasiones rebasa los límites del enseñamiento, no pudieron, no pueden ni podrán arremeter contra la transparencia de nuestras acciones. Sus desbocadas tentativas de descrédito hacia nuestro proceder no hacen otra cosa que atrincherarnos cada vez más en nuestro Ideario, que entre otras peculiaridades trata de compromiso y generosidad en la práctica continua, único modo en que entendemos que cobran sentido estos conceptos, hoy más que nunca opacados por sus antónimos imperantes, pero que, sin embargo, al hacerlos verbo desde el rincón en que nos toca desempeñarnos, posibilitan la supervivencia de nuestra civilización sobre la Tierra. Y dirán que exagero, pero ya Goethe, en uno de sus más célebres aforismos, dijo que si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia, y nosotros creemos desde lo más profundo que la labor por el bien común puede llevarse a cabo en cualquier ámbito de la vida, e Internet no deja de ser parte de la misma, ya que lo que hacemos en la virtualidad repercute de manera directa en la realidad y viceversa, hasta ese punto donde la línea que divide ambos mundos se difumina y tanto lo “virtual” como lo “real” dejan de ser compartimentos estancos en nuestras mentes.

El problema surge cuando lo que para nosotros es hacer el bien común, como compartir nuestros conocimientos en defensa de la correcta ejecución del arte que amamos, para otros es poco más que un oprobio, porque ¿cómo podemos tener el tupé de señalar siquiera un fallo en el gato que venden por liebre como obra maestra inmaculada? ¡Qué desconsiderados! Con lo que les habrá costado escribir esas sin-cuenta sobras…

Para cualquier aspirante a ser un buen escritor o poeta o ambos, el poco o mucho talento que posea y la perseverancia, no son suficientes. Se precisa, además, de una buena dosis de humildad para aceptar la crítica de aquellos que ya han hecho carrera en el oficio literario; escritores que actúen como espejos de los ojos incapaces de verse a sí mismos si no es a través de… Y de estos, está lleno Ultraversal. Y como aprendiz que soy, me excluyo de esa lista.

Pero la honestidad de los ultraversales a la hora de transmitir lo que sabemos a través de la crítica constructiva, tras tomarnos el minucioso trabajo de leer una obra, desmenuzarla y analizarla por partes con todas las herramientas del saber con las que contamos, no sirve de mucho, por no decir de nada, si además no entran en juego la sensatez del autor para afrontar nuestra opinión y la honestidad para consigo mismo, así como su voluntad de ampliar el criterio literario y aplicarlo en la mejora de la obra en cuestión y las que le sucederán a partir de ese punto de inflexión que significa contar con la ayuda de personas idóneas que nos guíen en el campo de la literatura.

Un escritor siempre debe saber “desprenderse” de su obra y estar dispuesto a editarla ante eventuales fallos estructurales o de cualquier otra índole, e incluso tener el valor de deshacerse de ella cuando esta sea insalvable. Porque un texto en prosa o en verso no es la canalización de un mensaje extraterrestre vomitada sobre una hoja, como para negarse a tocarle una vocal. Y aunque lo sea, seres de otros mundos no pondrán la cara por nosotros cuando haya que rendir cuentas sobre el mamarracho que escribimos, así que más vale atenernos a las normas terrícolas que pasar vergüenza delante de toda la clase. Que un texto nazca de nuestros corazones no nos imposibilita a depurarlo hasta obtener un fruto digno de degustación. Poner en un altar lo que escribimos y negarnos a corregirlo porque “así salió de nuestras almas y así se quedará”, es de una comodidad y una pedantería calamitosas.

El autor incapaz de desdoblarse para verse y ver su obra con la mayor objetividad posible, se ve limitado en su capacidad de crecimiento por el continente al cual se halla ceñido, como un árbol que no puede seguir echando raíces si permanece plantado en la diminuta maceta donde germinó, y, por tanto, no desarrollará toda su capacidad de crecer en altura. La diferencia fundamental radica en que los seres humanos, la mayoría de las veces, podemos elegir entre permanecer circunscriptos a la mediocridad o expandir nuestros horizontes a través de la adquisición de nuevos conocimientos.

Lamentablemente, por lo general, no es lo que eligen aquellos que nos difaman, cuyas obras, en casi la totalidad de los casos, fueron puestas en evidencia en comentarios que les realizamos, en contraposición a las alabanzas inmerecidas de incalculables aduladores que van por la red repartiendo quélindos a trabajos impresentables, como también a los que no lo son, devaluando así a estos últimos y enalteciendo aquellos dignos de la hoguera.

No obstante, desde Ultraversal, nuestro hogar poético y literario, llámese Foro, Comunidad y/o Revista, estamos dispuestos a resistir, como lo hemos hecho hasta ahora, sin traicionarnos.

Aunque borren con un dedo lo que escriben con sus manos y censuren los comentarios que realizamos con tanta dedicación y buena voluntad; aunque intenten afrentarnos en vez de enfrentarnos con la hidalguía que parece que no tienen; aunque vayamos contracorriente y las olas de la desidia amenacen con arrasarnos, seguiremos combatiendo el egoísmo e individualismo con altruismo y generosidad, y desempeñando la labor docente de llevar a cabo un taller literario como el que llevamos, totalmente gratuito y abierto a todo aquél que esté dispuesto a trabajar uniendo sus manos con las nuestras, con la decencia que nos caracteriza y en pos de aportar al desarrollo conjunto, por la firme, y mucho más que firme, inquebrantable convicción de que cuando crece el otro, también lo hacemos nosotros.

Acerca de Jorge Ángel Aussel

Manuel Martínez Barcia, in memoriam, por Mercedes Carrión Masip

En torno a Manuel Martínez Barcia

El árbol del embrujo de fuego: ilustración de Ovidio Moré en homenaje a Manuel Martínez Barcia

Se nos han ido el hombre y el poeta. Y una estela de amor y verso mantendrá por siempre su luz en esta casa.

Manuel Martínez Barcia nos ha mostrado su alma con excelente calidad poética, desde la pausa y la pasión, en una aparente calma que tensa su discurso embelleciéndolo, igual que lo sujeta a una somera estructura entre el espacio y el lenguaje, de una plasticidad  perfeccionista que roza en ocasiones la abstracción, especialmente en verso blanco, confiando no solo en la sensibilidad del lector sino también en su inteligencia.

Hay en la poesía de Manuel una emoción latente, un amor incontenido, un ansia de hablar no satisfecha que le impele a escribir en tantas ocasiones de forma compulsiva, movido de una necesidad extrema que en estas tristes circunstancias  parece revestir carácter premonitorio.

No era muy dado a confidencias pero desde su actividad continua en el foro   nos fue dejando ver su gran calidad humana, un talante sentimental, cercano,  y aquella facilidad casi angustiosa para pedir perdón ante quien fuere si creía haber cruzado alguna puerta sin permiso.

Amable y cariñoso para los veteranos como para quienes acudían al foro con la ilusión del principiante, no dejaba de mostrar su voz airada si pensaba que la ocasión lo requería. Entonces el color de su palabra se tornaba marea expresionista, espátula y pincel de trazo recio, dejándonos también sentir su fuerza.

Su empatía, generosidad  y afecto por Ultraversal, por todos nosotros,  se ha mostrado en lo cotidiano de su participación, en sus comentarios acompañados tantas veces de exquisitos poemas,  y en su entrega desde los contrapuntos que tanto provocó y llegó a disfrutar.

Nos deja como herederos de su voz y su pasión poética sin límites. Algunos de nosotros, además, hemos ido recibiendo a título personal generosos legados de su arte, valiosísimos, que seguirán fructificando, irrenunciables ya, en memoria suya.

Manuel amaba la vida en las personas y solicitaba abiertamente ser correspondido. Nos queda el consuelo de que sin duda se supo muy querido y admirado en este foro. Nunca le faltaron pruebas.

Para Manuel éramos y para él seguiremos siendo, gozosamente, su familia poética, la madre Ultraversal.

Mercedes Carrión Masip
Septiembre de 2015

Homenaje a Manuel M. Barcia

Selección de poemas

El 30 de Noviembre de 2013 Manuel Martínez Barcia escribió en el Foro:

Nunca he sido renglón de ningún libro, mi tiempo en poesía se limita al espacio de mi blog y, desde que descubrí el espacio Ultraversal, a compartir aquí vivencias y palabras con ánimo de ser encuentro en compañía.

No aspiran estos versos que ahora escribo a dejar unos surcos profundos, ni a ser del día a día, deseo o frustración, ni del dolor infiel, futuro o despedida.

Tan sólo en su interior, traspasar las fronteras de la luz, un viento del exilio que libere al lector de pesos y cadenas, acaso un desandar entre la gente, un bosque inesperado, una nueva galaxia o el brote de una estrella en éxtasis de dos… infinito su amor bajo palabra.

Mi signo, sin embargo, es su eco, mi voz en el cristal y tras mis reflexiones un perfil.

Bastaría un oasis oculto en mis quimeras, si no hubiese un mar de sensaciones que extiende su oleaje en la quietud, acariciando mis huellas en la arena…

Ahora, con vuestro permiso, que no celosa complacencia, quisiera dejar aquí, estos trozos de alma que algún día sembré surcando con mi lápiz los papeles, como un tragaluz de mi memoria convertido en deseo.

Acá de lo versal

Ha vuelto a suceder.

Me idean en la sombra
unas voces que omiten la ilusión.
Guiones de lo absurdo
y páginas en blanco de otra edad
que nunca leeré,
mi pasado imperfecto.
No tengo más historia que narrar,
ni mitos, ni leyendas.
Pero el amor no sabe de pedazos,
sólo mi alma se mantiene
a golpe de anhelos,
sin culpa, sin plegarias.

Aunque nadie comprenda que no es mía,
que sangra la locura de un poeta,
acá de lo versal,
luz de otoño que aviva la nostalgia
en las huellas del viento
y aurora boreal de lo que nace
tendido en las quimeras.

Hay nubes con silueta de alimaña
y buitres que carroñan la paz del creador,
dejadme abrir la puerta
hacia un mundo volátil,
las órbitas del bien cuando despierte
y devorad mis sueños,
la noche os pertenece.

De todo corazón

Mientras son desnudez las iras aparentes
que hicieron desabrigo en el amor,
la querencia en el mal
del yo más verdadero
en alguien que no fui.

Mientras, a media noche,
me despierto con culpa,
sin discernir apenas
la antigua vocación de amanecer
tan libre de pecado,
la presencia de un dios entre mis sueños
llevándome a la luz
de los mundos nacientes…

Mientras soy en la niebla testigo de mudez
que se finge invisible
para esquivar miradas al frente del espejo,
para ser corazón
que supo alguna vez tener amante
con el alma versal,
tan palpable su espíritu en mí mismo,
tan inútiles justas que hicieron miserables

mis ansias de virtud.

Acaso regalé
sin pretenderlo
al manso más pueril
para que fueran otros
causantes de la guerra.

Tan inútil costumbre

Es tiempo de elegir,
una vida pendiente, suicidio en lo que fui,
o la profanación del interior
saqueando del miedo la memoria.
Pero cómo olvidar la esclavitud,
esta luz del otoño contigo en su lamento.

Me hiere todavía tu impostura
en brazos del amor.

Aquellos paraísos alcanzables
que dejamos caer
en profundos abismos de la noche,
como un temblor de cielo sin fronteras.

No es preciso saber quién te convoca.

Atravieso la esfera del reloj,
tus huellas envejecen
y escribo una historia sin recuerdos:

Tan inútil costumbre
fingir que soy poeta.

Evocaciones

La escucho conversar en un siseo,
entrecortado y leve,
como los pensamientos que rehúyen
las razones de algún significado.

Y sigilosamente
abre mi corazón y se agiganta,
expande la mandíbula hasta mí
y ansía devorarme
con signos de tarot entre mis sueños.

Apenas soy del tiempo escaramuza,
lugar donde expiar lo que no existe,
para sobrevivir,
para que su tesón no venza mi memoria,
ni me aprisione Brecht
volteando los pájaros de luz
como si fueran dudas.

Acaso sea yo aquel Narciso
que habita en el espejo.

Responde, criatura:
¿Hablas tú con mi mente?

Mujer de barro y furia

Había en las palabras retazos de la noche
con huellas de cristal
delirando la luz de mis pisadas.

(De mí mismo)
robótica también
y abstracta, fantasía e intuición
según sea el cristal donde se mire.

No hay en su destino fijaciones,
salvo el grito del mar,
allí la voz es suya,

—porque se siente libre—

navegando espejismos del amor
que avista horizontes con un verso cercado.

No es fácil definir la resiliencia,
pero ella lo sabe,
para ser amazona sin espuelas,
caminito del alma
si hay hombre que le fuerce a ser guerrera.

Y podría seguir
difundiendo toda su antología
mientras Tauro enrojece
la sed de mis pupilas.

Pero hubiere de robar su talento,
ser letra de Morgana
y yo sólo soy luz cuando me asombra,
ardiendo entre mis ojos ese barro…

Los otros poetas

Ya sé que tú conoces el alma de un poeta,
su desnudo sutil
y esa pretensión de libertades
que buscan sobresalto si seducen
lo que la mente quiera,

—no hablo de recuerdos, ni de oír
esa lenta llamada sin voz al otro lado—

hablo de conversar
en memorias de nadie,
dormir las estaciones y viajarlas,
a veces en lo cómplice del frío
mientras la luna cae
silencios de una noche rutinaria
y otras con el fuego bajo piel,
las súplicas a un dios
que asombra y nunca llega.

Es posible que tú, si eres juglar,
conozcas en los signos del dolor
a los otros poetas,
a los que cada día el hambre sufren,
secuelas de la guerra,
el envejecimiento en la mirada,
la desesperación,
a los que el mundo da por excluidos
en cárceles sin sol
mientras ellos vislumbran abundancias
de amor por compañía,

esas etnias extrañas
donde palabra y luz son único deseo.

Nadie suple tu luz

He cubierto la etapa, cada paso insalvable
durante el recorrido que transita la pena
por espacios de amor y las huellas de arena
marcadas por relojes allá de lo insondable.

Crepúsculos de ti me hacen vulnerable
al sentir todavía esa piel tan morena
tupiéndome de sol la noche que la estrena
con la ilusión de ser apetito insaciable.

Todo es silencio ahora, nadie suple tu luz,
apenas los recuerdos asoman la testuz
para dar apariencia de tristeza y olvido,

la urgencia de latir el último reproche
y la amortización de todo aquel derroche,
inútil terminal del tiempo que se ha ido.

Amor, digo sin más

Abril se ha encarnizado por tu boca,
más caníbal que nunca, predador
original del fuego, fingidor
restañando la herida de la roca.

De tu labio extensión que nos embroca,
inútil el vacío de su ardor,
generar en su instinto poblador
ofrendas beatíficas si toca.

Sólo resucitamos en la luz
inframundos cubiertos por la espera,
no existe muerte allí, ni laberinto.

Mis brazos y tus piernas forman cruz,
apasionadamente sementera,
surcos nuevos de amor en tu recinto.

A pluma rota

Porque tú eres la piedra donde yo soy tropiezo
metafóricamente, diríase caer,
a paso cambiado, sin riesgo a fracasar
el límite absoluto, lo que repta el amor
sin huella en las alturas.

Porque ambos fingimos ser pálpito de luz
mientras sueñan los cuervos
el tiempo de un poema,
porque yo soy guión
y te conozco actriz,
sobreactuando siempre,

veraz a tu manera.

Por estas tan inútiles razones
hoy pretendo extravíos,
la búsqueda de mí
sin que sangren palomas los aires de mi vuelo.

Inútil mi presente

Los únicos demonios en este mundo son los que
corren por nuestros propios corazones. Es allí donde se tiene que librar la batalla.
Mahatma Gandhi

Imposible volver a los tiempos en calma,
abrir el corazón en lo contaminado
sin que sangre la herida puñaladas recientes
en sonetos que nunca se atreven a callar.

Hay una voz oscura transitando los versos,
en sus huellas el frío desnuda la testuz
fingiéndose verano, le arde la impaciencia
con que ha de irruir poemas humillados.
Yo soy en esta guerra destino de finales,
causa de la pasión que grita desde adentro
cuando sufre un amigo sin que nadie le atienda,
como rinde blancura la paz en las batallas,
como si fuera olvido,

inútil mi presente.

Poema final

Diles que mi vida fue maravillosa
Ludwig Wittgensten
Antes de mí, tan sólo inspiraciones
copulando quietud,
palabras de papel con que burlar
el asedio veloz
de lo imaginario.

Mas no podré saber
quiénes fueron sembrando
plantaciones de abril
mientras la sombra finge medialuna
y un verso en lejanía.
Soy margen desvalido en el final,
un apartado punto
sin reseñas de musas que otorgar
ni cárceles de piel que me cautiven.
En esta ingravidez,
en su calma sin noche,
ecos del escritor que fue leyenda
de lo que cumple luz
por tiempo hereditario

y me nombra,
como un instante en ti,
sonora libertad
si enmudecieras
la risa, el vientre

y todo.

Mercedes Carrión Masip para Ultraversal,
20 de Septiembre de 2015

Ovidio Moré – Cuba

De mis errores

Me gustan mis errores, no quiero renunciar a la libertad deliciosa de equivocarme.
Charles Chaplin

Me equivoco a conciencia muchas veces,
no me importa mostrarme equivocado,
no nací siendo un ente iluminado:
fui borrego en rebaño de mil reses.

Me arrepiento de algunas idioteces,
porque vi que quedé bien retratado
como el tonto del bote y esquilmado
por meter la nariz en otras mieses.

El consejo de Chaplin yo lo asumo,
a mí también me gustan mis errores
porque aprendo de ellos y me crezco.

Me la suda el pastiche con su grumo,
me han tirado otras cosas aun peores
y aquí sigo, tan pancho y más que fresco.



Quinteto sin nombre

v

Avatares del destino
se enredan en nuestros pasos
y todos son como ocasos
de soles en el camino.
El hombre es un inquilino
en esta tierra marcada
por la desidia y la espada
de la inconsciencia de otrora.
Si queremos nueva aurora
hay que empezar de la nada.

vv

Es cierto, la estrella está,
aunque el cielo nuble todo,
pero siempre encuentra el modo
de eclipsarse más allá.
Ya nunca me alumbrará
con los ojos del amor,
porque sembrado el temor
Ha  quedado en mi mirada.
Siento que no valgo nada,
que sólo fui un soñador.

vvv

En  este cielo trascribo
con letra de nube clara
que si en la lluvia bajara
la montaña yo derribo.
Con el pie sobre el estribo
galopo en veloz caballo;
gritando voy y no callo
porque callar me hace vil.
Atrás quedó lo servil,
ya nunca seré un vasallo.

vvvv

Espero la eternidad
como espero una palabra,
que surja al verso y se abra
tras cualquier adversidad.
Las espero en la oscuridad
De los rincones vacíos
Y la espero en los navíos
Del corazón si zozobra.
La espero aunque sé que cobra
por todos los extravíos.

vvvvv

Hablé del horror un día
y tanto hablé que sentí
el horror dentro de mí
dejando el alma vacía.
Lo recuerdo todavía
bajando como un dolor,
y a cada paso un temblor
sacudía mis entrañas,
como si miles de arañas
Crecieran en mi interior.

Rosario Alonso – España

Escribo

Escribo desde el alba de la vida
con tantos claroscuros en los ojos
que soy de luz y sombra.

Me anclo en la blancura y me convierto
en su extremo más claro
y allí, hipersensible, escapo a otros contornos
donde nada me duela.

Escribo con la llaga de los días,
con el blando almohadón de la ternura,
con las manos abiertas,
con la boca torcida,
con mi poco universo donde a veces no quepo.

—Un péndulo incansable que no para—.

Escribo cuando lloro y cuando río,
cuando cierro los puños,
cuando pretendo abrirme las ventanas,
cuando sueño,
cuando salto al vacío de tus ojos
como un suicidio blanco.

Escribo porque sé que si no escribo
los ojos se me cierran como a un muerto.

Silencio

Todo es silencio
aunque hable la noche con su lengua de agua
riñendo con la acera,
o escuche en mi ventana andares solitarios
embriagados de alcohol o desconsuelo.

Todo es silencio a pesar de los ruidos
a pesar de los muebles que rasgan su madera
y de los radiadores.

Todo…
porque ocupan mi mente
tus últimas palabras,

y hoy la noche no existe.

No siempre

No siempre, pero a veces
me enfrento con el fondo más triste de la noche
desde el luto que cierra mi garganta.

Todo se vuelve grito que callo entre las sombras
arrullando en mis ojos los recuerdos
de las noches en vela.

Y es que no me acostumbro
al vacío que mece en su butaca
la orfandad que me envuelve
como un viento que llora.

Regresa la costumbre, la de siempre,
y me trago los gestos
y un complejo de claves, un idioma,
que adapté a sus olvidos,

Aún quedan palabras en mi lengua
carentes de remite.

Si lloran

Si lloran por llorar, como costumbre,
sin que haya motivo para el duelo
fingiendo con la piel del desconsuelo
que no existe una luz que los alumbre.

Si llevan en la boca la quejumbre
que escupen sobre ti y en su pañuelo
a la espera de verte por el suelo
muriéndote de pena y pesadumbre.

No dudes en marchar con paso raudo
y alejarte hasta estar a buen recaudo
de su música gris y lastimera

pues no cejan jamás, ni lo pretenden.
Si ignoras su llantina hasta se ofenden
al no saber vivir de otra manera.

Pabellón 5, por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

Lunes y martes. Vamos exponiendo nuestras desgracias, disciplinadamente. Cada cual, a su turno, va explicando por qué es el ser más infeliz del planeta y de la historia. Indiferencia, ingratitud, e incomprensión rellenan todos y cada uno de los discursos. La competencia es dura, dolor tras dolor edificamos una espiral de horror en la que sólo el más carenciado de todos podrá coronar lo ilimitado con un último destello, mediante un cartelito puesto al final que indica, a un mismo tiempo, tres mensajes: “hombres trabajando”, “curva peligrosa”, “camino en construcción”. Al final de cada jornada, comentamos lo agotador que resulta ser desgraciado.

Miércoles y jueves. Ser elegido el más desgraciado del grupo, supone la frustración de todos los demás participantes, por lo que se genera un resentimiento colectivo que no tiene desperdicio. A manera de venganza, respuesta, o contraindicación, comenzamos entonces a buscar la peor desgracia ajena. Como lo que nos pasa no ganó la prueba anterior, exponemos simplemente desgracias ajenas. Aquí, aunque la línea es la misma, el color va definiendo a los campeones. Hambre, pestes, guerras, violencia, telenovelas, van siendo elaboradas con una marcada renovación, lo que nos permite sentirnos orgullosos, íntimamente, unos de otros. Finalmente, siempre declaramos este premio desierto.

Viernes y sábados, Ya todos estamos listos para el mejor de los juegos, el de los opuestos absurdos. Aquí nos juzgamos impúdicamente, y gana la partida quien destruye al oponente. Cada cual expone un discurso, que es contestado, y se participa en parejas. Hay discursos de una frase, que resulta en una contestación de una hora, y viceversa. La otra vez, por ejemplo, cuando Coplard expuso su teoría del suicidio de Storni, Yisel sólo contestó “yo tampoco”, y se ganaron la jornada. En otra oportunidad, Lili no dijo nada, y Wilfred, comenzando con un “¡Exacto!” contestó cincuenta minutos de respuesta. Ganaron.

Domingos. Aquí se vuelven a revisar los procesos anteriores, pero resumidamente. Volvemos a repasar las desgracias de cada uno de nosotros, las ajenas, y los absurdos. Se revisan los resultados, se analizan las propuestas, y si cabe, se regulariza la situación. Luego de estas revisiones, los ganadores a veces son cambiados. Es la jornada más intensa, pues reescuchar, sobre todo aquello que no se quiere volver a escuchar jamás, sí que implica una capacidad de dación que sólo en este pabellón puede ocurrir. Es por esto que cuando terminan las revisiones, nos ponemos esa cara de docto que nos hace despreciables.

“Fondo y forma” dicen nuestros uniformes, y las palabras “límite y distancia” están bordadas en la funda de nuestras almohadas. En un momento, que nadie sabe bien cuándo se da, nos quedamos en silencio, decimos “seis” (y, al hacerlo, decimos, adelante, atrás, izquierda, derecha, arriba, abajo) con los ojos cerrados, y correteamos en un espacio en el que ni vemos ni podemos ser vistos, pero en el que siempre podemos intuir y ser intuidos.

Es ahí que lanzamos la cuerda y el gancho, una y otra vez, cada día de la semana, sabiendo, como sólo nosotros, que escapar difiere de buscar.

Acerca de Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

¿Fashion victim o Fashion executioner?, por Mabel Lemos

Hablando en cristiano,  ¿victima de la moda o verdugo de la moda?… ¡he ahí la cuestión!

Reflexionando sobre el mundo de la moda y la proliferación de blogueras, más que setas en el campo y al igual que éstas, difícil de discernir las venenosas de las inocuas. Cavilaba en las nuevas circunstancias que imperan, el poder del blog y sus designios, cuyo nivel de popularidad  y referencias se basa en el mayor número de acólitos, fervientes seguidores de cada coma, punto y coma, especial hincapié en los dos puntos y punto, del nuevo gurú. Provistas todas ellas de dispositivo móvil, ordenador y espejo (sin este último, imposible hacerse hueco en los top ten), posando sublime ante él con el conjunto divino de la muerte que proponen. Si hubiera pillado estos tiempos la madrasta de Blanca Nieves, sin lugar a dudas, sería bloguera. Y no me estoy refiriendo, a aquellas que gestionan un comercio de moda y crean un blog con el fin de dar salida a sus colecciones. Estas merecen todo mi respeto, no engañan a nadie, ni tan siquiera a sí mismas. Defienden sus intereses, sus gustos y su medio de vida.

Lo triste, injusto o tal vez engañoso, es que gran parte de la gente que se dedica a ese mundillo no tiene ni conocimientos, ni experiencia, ni tan siquiera criterio propio… Si, digo bien, porque el criterio que marca sus tendencias, sus fotos, escritos y alabanzas son los intereses comerciales de la industria de la moda: los regalos, promociones, invitaciones… Esas prebendas son las que hacen que inclinen su balanza a este o aquel producto.

En fin, una lástima que las últimas tendencias, las ventas, los dictados de la moda, ya no dependan del buen hacer de profesionales, ni de la experiencia, ni de los expertos en crítica, ahora tan solo dependen del blog y el poder de convocatoria, oratoria y retórica de una maruja sin oficio pero está visto, que con mucho beneficio. Estamos en la era del MARUJAPOWER.

Acerca de Mabel Lemos

Yo elijo —siempre— / De: Inventario / De: Dí-antes, por Rosario Vecino

Yo elijo —siempre—

I

¿en qué momento les vendí mi plexo
o dejé entrever que quería sus lisonjas?

no necesito que nadie se meta en  mi basura

yo puedo ver en los ojos de los  otros

los puedo olfatear

soy como el buitre
nadie puede esconderme su carroña

me agotan sus abrazos de caros perfumes
me dan gracia esos pelos arreglados
quietitos
a la moda

no me torturen más ,yo no soy de su élite
mis paredes se caen a cada rato

no me molestan las cortinas rotas
porque no las veo

creo que nadie me ha entendido aún
 no es cuento lo mío
soy alguien que muchos ni querrían ver

no me «creen» a su semejanza
no tengo referencias  para mostrar

II

si acaso aguantaras uno o dos round
sin axiomas que te quiten el riesgo a equivocarte
podrías sentir mi olor a nunca

quizás hasta rozaras
esta  lujuria anestesiada por el tiempo

si acaso tuvieras adentro la pureza
de escupir con rabia esa  hipocresía

podrías descubrir que en los subsuelos
también nace una flor en un «pecado»

pero eso no es posible y te juro que lo entiendo

eso solo es para gente rara
insanos, harapientos

vivos

no es para  muertos tan sensatos como vos

De: Inventario

en el país de mi esqueleto

hoy

no se le da asilo a la idiotez
de ayeres y mañanas inasibles

en mi nación sin líneas paralelas

hoy

caben todas las sensaciones
todas las caricias que estaban empacadas

en el país de mi autoestima

hoy

rompí mi pasaporte
junto a un par de pasajes al apego

hice implosión

y en cuestión de dos o tres suspiros

murieron de polvo todas mis fronteras

De: Dí-antes

¿Por qué estás cabizbaja? Fue mucho lo que hiciste,
porque te diste toda y tu dolor de parto
ya cumplió veinticinco, dejala que se busque,
mirá que todavía no estás muerta, metele.

Hermana, la pifiamos; nos bajamos del mundo
y hoy somos dos extrañas que no saben ni cómo
encontrar el camino de aquellas mariposas.
Ay, mujer, ¿dónde estamos? Se nos borró el sendero.

La ignorancia ha logrado que siempre los prejuicios
nos taparan con humo el derecho a ser hembras
y no solo cordones dando vida a otra vida.

Sé que te asusta mucho que te hable así, de bruta.
Es que te veo, amiga, inventando emociones
que hace rato perdimos. Pero dale, ¿quién sabe?

Acerca de Rosario Vecino