Un cactus floreciente es toda ella para mi corazón, otoño en trance, y solo el verbo Sol de mi sistema planetario da voz a su elegante poética manera de abrazarme.
Un cactus floreciente, una rareza, acuática es su risa de muchacha. Cactácea verde mar que a mí asexuada espiritualidad ha conquistado.
El Ra de mi nocturno round terráqueo: El amor verdadero es mi cactácea.
Aguacero astronáutico en mi nave, sambando va su lluvia por mi casa,
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Te espero en la otra vida, allí te espero con mis deudas saldadas, bajo el signo de otra era animal, amor, te espero. Con mi voz de poeta volcánico te espero.
En la ladera oculta de la luna, en los campos de Orión, allí te espero para poblar de flores tu canción, de renovados besos tu vivero.
Encontrarás mi savia en otra piel, pero sabrás que es Juan, el de los versos.
John Madison
La vida y sus problemas nos envuelven con espinas peores que las mías. Yo suelo ser aloe curativa o tunita de azúcar si me quieren.
Espinitas por fuera, miel por dentro, me defiendo a mi modo de las cosas pero tu corazón me desemboza con su boca que vuela a contraviento.
Algo de mi dulzor se ha despertado como un loto fugaz por tu palabra y, rosa del desierto, aquí te habla mi pétalo de agua, desflecando una razón de estrellas singulares.
Juan de los versos, Juan que siempre añades un fondo universal a mis espacios.
Eva Lucía Armas
“Mi corazón es tuyo”, dije un día hace ya algunos años, flor de loto. Mi corazón que entonces era un frágil misal que no encontraba su acomodo.
Mi corazón que escribe sin reposo en el norte caudal de su obra pía la fecha en que tu amor de Cataleya, dio muerte con su voz a mi perfidia.
Tu amor sin condición, tu amor de altares tu amor es mi oración, tu amor mi salve,
tu amor me llevo yo, mi Eva Lucía junto a la luz de Dios cuando él me llame.
John Madison
A veces, ya sabés, amortiguo la espina y me vuelvo una grosella verde para esa boca tuya, dorsal y masculina.
Una grosella ácida que arde por dentro de tus ganas y ambarina se licúa en sus rojos fiel al mordisco oculto de tus ojos.
Un talle milenario que se inclina en alas de tus vientos sin canceles y aparca los enojos en un grito de luz, alada harina para el pan de este Juan
y sus antojos.
Eva Lucía Armas
Animal de platea, vivo siempre en tu sueño irreal que me descorcha. Como un moet chandon soy en tu boca, el banquete en tu mesa de los viernes.
Tu harina de moldear tu permanente festejo literario, soy tu pronta máquina de inventar. Yo soy tu honda bahía espiritual, el hombre en ciernes
que juró lealtad hacia tus versos. Es tuyo mi monólogo despierto, mi ópera visceral y sus semillas,
mi poniente y mi luz. Tuyo mi arpegio de pajarero atlante, tuyo el fuego hacedor de mi tierra prometida.
John Madison
Algohay en vos de superhéroe Marvel, algo de extraño ídolo pagano, de niño del tambor, de árbol de antaño henchido de crepúsculos que arden.
Un espíritu errático que implora por sed al agua que su mano junta, y un mineral recrudecido en jungla, una anfibología que me nombra.
Te escucho en las ausencias más presentes, como una oximorante receptiva escucha las respuestas que no entiende.
Y te percibo al pie de mi silencio, figura universal que se alza en vuelo si coincide su alma con la mía.
El hombre que me habita tiene talla, su noble corazón amor rezuma, ante la sinrazón presta su pluma y raudo se dispone a la batalla.
El hombre que me habita no se calla ni por nada se arredra ni se abruma, a la causa del bien su esfuerzo suma y sale a flote si su barco encalla.
Quiere sembrar de abrazos el camino, soñando siempre en alcanzar la meta va con el rumbo fijo a su destino.
A la vida dibuja una pirueta, y tiene un no se qué de peregrino… El hombre que me habita es un poeta.
Sergio Oncina – España
¿Qué me queda?
La luna es un satélite desierto y no creo en los dioses ni en la magia, ¿cómo voy a frenar esta hemorragia de números sin fe, de un mundo yerto,
de tener desalmado más acierto? ¿Cómo voy a soñar si se presagia el fin y el pesimismo se contagia? ¿Qué me queda? ¿Morir entre lo cierto?
¿Reír sin que se note cuánto duele ocultar cada lágrima maldita detrás de una mentira que consuele?
¿Abandonarme exánime por mudo? Queda la voz y la palabra escrita, el verbo honesto, indómito y desnudo.
Jordana Amorós – España
Alienaciones
Me refugio en lo idílico, de raso azul celeste pinto el gris que aploma el horizonte y visto de paloma al halcón montaraz si llega el caso.
Fuerzo destellos en mi vida roma hasta que arde, veo siempre el vaso casi colmado aunque luzca escaso e incluso a la huesuda tomo a broma.
Si a mi realidad no la depuro tras un cristal rosado, es lo seguro que habrá de ser motivo de incomodo.
Ayuda a transitar las estaciones el ir coleccionando alienaciones. La ceguera es un don, después de todo.
Morgana de Palacios – España
Con la cola del viento
No te duelas por mí, que me sobra entereza y no le tengo miedo ni al cáncer ni a la muerte. Estas cosas ocurren en la naturaleza y no soy excepción por no tener más suerte.
Déjate de llorar que yo no quiero verte naufragando en el llanto sin tener la certeza de que vaya a morirme. Pretendo conmoverte con los ripios burlones que rondan mi cabeza.
Todavía soy joven, todavía me altero con la hombría de alguno, todavía me muero por aquel que se ríe del mundo y su falacia.
Créeme si te digo que prefiero, sin duda, vivir intensamente cuatro días desnuda a diez años vestida de luctuosa desgracia.
Envés de la cordura, cuánto llanto se vierte por mi cara. Cómo escuece el dolor entre los ojos cardo ahogado en la luna del silencio, la vida hecha ceniza destruyéndome.
Se derraman los años como un río y no tengo en mis dedos la compuerta contra ningún naufragio imprevisible y las voces no taponan la herida del futuro.
Mañana el sol no sale, y yo atónita mi breve arquitectura ante el asombro contemplo, dolorida, la oquedad que debiera rozar con estas manos.
Envés del corazón, el otro número del signo del zodiaco, el otro rostro que tiene el día 30 de este invierno escueto enero helado de la muerte que me empieza a sufrir frente a la piedra, sobre el mar nunca visto todavía, ardiendo la distancia de mis ojos al tempero salobre, siempre sola la océana nostalgia con verjas y con nieve.
Y mi cuerpo se queja de aguantar tanta ausencia en sus espaldas.
Morgana de Palacios – España
El cazador de cazadores
Te sangra el corazón y los ojos te sangran espantados.
Te sangra la conciencia como si fuera tuyo el pecado del mundo.
Toda la imperfección del hombre estalla con una impunidad paralizante, mientras se abusan niños, se torturan se gasean como si el que murieran entre espasmos fuera algo inevitable y hasta convencional en esta guerra sorda del hombre contra el hombre.
Eres un cazador de cazadores en un negro safari cazanegros, cazaesclavos sexuales cazaórganos, porque si hay demanda pervertida lloverán, fraudulentas, las ofertas, y las arañas tejerán las redes más insólitas.
No seré yo, ya sé, pero alguien tiene que mantener erguida la piedad y los ojos abiertos en la fosa común de la ignominia humana.
No, no seré yo, pero serán tus ojos repletos de cadáveres sin tumba, y tu rabia será y tu impotencia, y tu sordo dolor gritando testimonio para sacarte el asco de las tripas.
Yo no hago nada, vida, sólo impongo alguna mano fría sobre la frente ardiente de tu desolación, mientras me sobrecojo en tu palabra que no se calla nunca suavemente.
Como tiene que ser cuando elegiste por qué ojos de hombre ver el mundo.
Gavrí Akhenazi – Israel
Negociación del fuego
Hemos dejado la violencia para ratos sin armas. Negociamos el fuego y hay narcisos de nuevas floraciones comiéndose despacio el roquedal.
Abruptos y volcánicos nuestros huertos parecen construcciones de piedra con sus plantas metálicas que ascienden encima de las frutas cristalinas afanándose en su protección.
Aprendimos la invisibilidad de tanto ser visibles para feroces mangas del langostón de tierra, cuando llega famélico y masticador a devorarnos hasta el esqueleto.
El cristal, de verdad que no es lo unánime. A la sumo, un vidrio esmerilado que lo traduce todo al idioma de la opacidad.
Mar García Romero – España
Tarifa
Cierro los ojos, Cohen susurra versos a la música. Es invierno, camino por la playa, Tarifa con el agua verde y honda hiela mis pies, me muestra su terrible verdad en estos vientos.
Entre las aguas veo una luna de algas y corales, menguante, dolorida, un mundo no visible, donde flotan almas sin nombres, seres sin esquelas, que gritan sin cesar en las corrientes. -Las olas con su furia redoblan esos gritos en mi sangre.
Me vuelvo angustia y sal y carne negra como otro muerto más junto a los muertos en esta fosa anónima y azul de catorce kilómetros sin fin. A merced del vaivén, que no se acaba, mi patera se hunde una vez más frente a las dos orillas, frente a mí.
Soy un cadáver frío, con memoria, y un gemido por siempre del Estrecho.
¿ Do I have to dance all night? Se preguntaba Cohen.
Ángeles Hernández Cruz – España
Mis pies desnudos
Por mucho que me pidan que suba a unos zapatos de incómoda puntera y tacón de estilete, no quiero ser izada porque no soy bandera de nada ni de nadie, ni siquiera de mí.
Me resisto a llevar unos botines de piel de cocodrilo o costra de serpiente, con brillos suntuosos que proclamen la obscenidad del lujo en sus charcos de mugre.
Tampoco me pondré unas zapatillas hechas para el deporte de aplastar los ojos con que muchos se ven en las estrellas.
No hay palabras aquí . Otros signos enlazan a las cúpulas. Quién pudiera traducir en sus neuronas la ilegible jerga de estos seres.
No hay palabras aquí. Apenas el runrún de las arañas. El articulado crujir de los glaciares y las uñas del viento tañendo hojas con pulso de arpa vieja.
No hay palabras aquí. Horizontal se hamaca el cielo en ese agujero móvil. Por su aérea escalera zambulliría mi cuerpo, intentando al borde de su acantilado un magistral clavado en aguas secas. Pero mi densidad sin plumas no pertenece a esa especie.
No hay palabras aquí. Mi oído en tierra descifra un trasiego de información entre las raíces. Los anillos y su vibración desajustada. La estampida de pequeños caminantes tras la perorata de las bandurrias.
No hay palabras aquí. Soy uno más de los caídos que el bosque venera. El musgo avanza en mis axilas, las flores en el pelo. Suelto al aire mi esqueleto verde y baja por mis ojos, antes de tocar mi corazón, esa certeza.
No hay palabras aquí. Nada que logremos entender.
Jesús M. Palomo – España
Frágil
La fragilidad de una simple hierba que soporta el peso de un caracol.
Así son los sueños que apenas recuerdo. Así son los primeros minutos de la mañana, tan confusos, tan oscuros.
Es tan endeble el equilibrio en ese minuto, que si cae o se mantiene, puede decidir el ánimo de la jornada entera.
La fragilidad de la confusión en sí, la precariedad es absoluta. Así rezan los días: frágil, no cargar demasiado peso.
Leonardo F. Zambrano – EEUU
La llamo y no me oye
Me hace falta crear luz sobre la tinta Para construir sombras sobre las líneas… …Creo más pluralidades entre los versos muy raras en las voces de los cánticos, pero soy yo, ¡tan otro y un poco desigual! Soy un adepto a pie con las individuales.
A veces nadie oye la sentencia tan incierta en las orillas del verso y es que las personalidades son otras donde vivir es un abismo donde caigo…
Entre mis polaridades un encuentro, simple al oido de mi otro paso sin embargo mi diente ya no muerde donde antes fue un pasado que arde…
Al caer la madrugada para escribir se despierta, toma una taza de insomnio y en su pasado se acuesta: las manos en el teclado, los ojos en las estrellas, el alma sobre la hoja y los pies sobre la hiedra.
No quiere ser escritor ni sueña con ser poeta.
A sus diecitantos años ya se siente de setenta, de ciento veinte, de miles de años luz, de la pretérita edad de los multiversos, parte de Alfa y Omega, primitivo como el mundo singular que lo rodea, y joven al mismo tiempo, estrenando vida nueva.
No quiere ser escritor ni sueña con ser poeta.
Fantasea con el sitio en que, según argumenta, habitaba mucho antes de reencarnarse en la Tierra, cuando solo era un espíritu sin cuerpo que retuviera su mente de vasto vuelo, las alas que se le enredan probando llaves y medios a fin de cruzar sus verjas y transmitir el mensaje que todavía recuerda.
No quiere ser escritor ni sueña con ser poeta.
Frente a la computadora pasa los versos en vela, en soledad, en la calma de que el vecindario duerma, escribiéndose un espejo donde mirarse las penas y escudriñar lo que ignora, lo que oculta, lo que niega, lo que nadie advertiría si primero no lo muestra.
No quiere ser escritor ni sueña con ser poeta.
Todavía no lo quiere, todavía no lo sueña… solo quiere ser él mismo sin disfraces ni caretas, y sueña con fabricarse un castillito de letras para encontrar en las páginas su lugar de pertenencia.
Gavrí Akhenazi – Israel
Agua y acero
«…aguacérame los ojos hasta que me abra de ideas y con paso resoluto cruza despacio mi lengua que, a los gritos, anda loca por la calle de tu ausencia».
Morgana de Palacios
Si te aguacero los ojos antigua gárgola negra y te crecen siete vientos dentro de la voz desierta, es que en el Templo se enciende la luz de la voz eterna y tiemblan las columnatas su feroz naturaleza.
Si te aguacero los ojos – como a un ídolo que tiembla – verdes de jade y humeantes como el mar bajo la niebla, ¿a quién perderá el Triángulo donde estallan mis tormentas? ¿A tu puente de amatista donde se acoda la tierra en que afincar el sangrado de mis alas turbulentas? ¿Al disgregado crepúsculo en que el vino se despuebla y fallecen los amantes bajo el farol de tu puerta?
No pidas que se deshagan ni tus labios ni tu lengua, que escuchan los malos duendes y con plácida inclemencia concederán tres deseos y trazarán cien fronteras.
Ellos te quieren a salvo de mi mirada perversa, de mi sonrisa disfónica de mi renegada pena. Te quieren lejos de mí, del caos de mi tristeza, de la sangre que me mancha por asesinar quimeras en los tiempos inhumanos con que remonto las guerras.
Mujer, no pidas por mí desde el borde de la ausencia. Mujer, no pidas por mí desde tus fieras almenas, porque si tu boca llama tu palabra me atormenta y una cadena de llanto a tus manos me encadena.
Por aguacerar tus ojos los ojos se me aguaceran.
Gerardo Campani – Argentina
(In memoriam)
Romance del wild, wild west
Por la calle polvorienta de aquel silencioso pueblo avanza Randolph Scott todo vestido de negro. Rock Hudson lo está esperando con un temblor en los dedos, con la pistola prestada y con la estrella en el pecho. Qué destino tan injusto para tan simple vaquero enfrentarse con un killer en duelo tan desparejo.
Siempre es novedad morirse y alguna vez hay que hacerlo. Si hay que ser hombre de veras qué mejor que este momento.
El killer sigue avanzando; el sheriff se siente muerto.
Y cuando están a dos pasos ocurre un raro suceso: Randolph Scott se abalanza sobre Rock, muerto de miedo, lo sujeta con sus brazos y le da en la boca un beso.
Vicente Mayoralas – España
(In memoriam)
Sueños y cardo
Son las púas de mis sueños punzantes como ese cardo que sobrevive en mi tierra, la tierra de mis quebrantos, altanero y amarillo, como la sed del secano, en las espinas su angustia y en las raíces su llanto, y la mirada en el cielo, y en el cielo el desengaño. Así los sueños me hieren tan profundos, como aciagos, tan sublimes en recuerdos y en perspectiva tan parcos. ¡Cómo me duelen los sueños y cómo me hiere el cardo! Ambos habitan en mí, en mi pena, cuesta abajo, por donde corren mis ansias y mis anhelos truncados. En ese amor que me escarba y descuartiza en pedazos tengo al niño que me habita entre los surcos jugando, ajeno a este otro hombre de soledades sembrado y que sueña juventudes con la esperanza en el raso, porque morir nunca muere quien ama, como ama el cardo.
Era como una larga espumadura de cimbreante cadencia y de paisajes en tonos de amapola, con celajes de aromo y hierbabuena. Una apertura al íntimo pregón y a sus anclajes
en un lecho abismal, intenso y ácido. Era en la suavidad un limonero que al tronco lleva atado al Can Cerbero defendiendo las gamas de lo plácido. En el fondo de mí, un dios austero
me llenaba de fe como de ramas. Creí en lo que decía y me hice fuerte en la batalla franca con la muerte que pelaba a cuchillo mis escamas. No voy a ser un pez, flotando inerte esperando abonar agua podrida.
Para quien lo pregunte : soy mi vida.
Isabel Reyes – España
El reto
(quintetos alejandrinos consonantes)
Era mujer de sombras, mañana luminaria huyendo del vacío que me niega el futuro; me deslizo en silencio de espaldas a lo oscuro emprendiendo la huida de la red carcelaria de viejas soledades con alma de siluro.
Intuyo un aire cálido que remueve los sauces que arraigaron antaño en los tiempos de ausencia marcándome el camino donde late la esencia de una vida alejada de los amargos cauces de hembra regicida que su muerte sentencia.
Temeraria y audaz desempolvo pasiones que quedaron ancladas en un arcén dormido me atavío de rojo –mi color preferido-. y con la mente abierta a golpe de pulsiones comienzo un nuevo puzle con todo lo vivido.
Ando por las cornisas de los esperanzados y amplío mis cajones para el dolor extinto; me dispongo a salir del aciago recinto que recoge las lágrimas de los desesperados. Hoy nace otra mujer… ¿Será todo distinto?
John Madison – Cuba
Jack Skeleton
(serventesios endecasílabos consonantes)
En voto de silencio me declaro aunque la «verbi gratia» me desborde que puede mi discurso no ser claro si mi voz de poeta es monocorde.
Y ya puede mi Sally tras la reja pedir que rompa en dos mi mandamiento que no daré cordel a la madeja de versos sin tener conocimiento
Hay silencios que dictan en su arrastre una suerte de efecto mariposa no temas, Sally Persson, si el desastre alcanza a mi liturgia clamorosa.
Te vuelves por momentos adictiva a amores que alimenten tu brasero, yo soy tu Frankenstein y tú la diva que doma la pasión del romancero.
Y mientras la metáfora resiste a regalarme su divino encanto carcelera es la sombra que te asiste hasta que el verbo anuncie el contracanto.
Morgana de Palacios – España
Mis rarezas
(serventesios pentadecasílabos consonantes)
Atarse por gusto al sonido de un metro supone, la vuelta de tuerca divina que reta al talento. No todos buscamos lo mismo ni a nadie se impone, mirar con mirada distinta los rostros del viento.
La música late en el aire: suspiro y tormenta, relámpago y rayo en el cielo de las armonías, rebeldes tambores que incitan a la guerra cruenta que a solas mantengo en la tierra de sus melodías.
No existe alambrada ni muro ni oscura frontera, que yo no atraviese buscando prohibidas canciones. Mi boca es soldado de guardia desde su trinchera, mi sangre tumulto en la esencia de sus vibraciones.
Si presa por gusto liberta de alas gloriosas persigo la huella de Orfeo sobre el pentagrama, mi vuelo es el vuelo brillante de las mariposas, mi voz envenena a la prosa cuando se derrama.
Lo mío es el silencio a bocajarro y es el sí pero no de los dementes, si juego al mordisqueo con los dientes en la vorágine del despilfarro.
Por algo soy la reina de un cotarro que es un milagro de maledicentes misántropos de lenguas impacientes que teorizan sobre mi desgarro.
Lo mío son las pieles con blindaje que huyen de la quema, el sabotaje del odio que de traumas se enguirnalda.
Los soldados del alma rompen filas en la fatalidad de mis pupilas y ¡sálvese quien mate por la espalda!
Cave canem
Nunca le tendré miedo a tu furia suicida, -dueño del lupanar de las descalzas- ni al vítreo humor que mana de tu memoria herida ni al púlpito de ira en que te alzas.
Siempre culpaste al mundo de tu propio fracaso, -indianajones virtual del malditismo- oscuro proxeneta del imparable ocaso, epicúreo voraz desde tu abismo.
Gozar manipulando perversiones ajenas para sacar partido de alegrías y penas, nunca resulta fácil. Triste lauro
coronando las sienes de tu instinto. Mi miedo se murió en tu laberinto. Cave canem…recuerda, minotauro.
Oblitare
Se me perdió el amor sobre una cama, me lo dejé tirado como un chal que se olvida y se recuerda sólo cuando el frío reclama su calor por los hombros de la vida.
Desechando aspavientos melindrosos, me acostumbré a temblar sin su seda crujiente. No me cegaron más sus destellos luctuosos ni su revuelo me enturbió la mente.
Se me olvidó el amor, su olor, su tacto, en el momento exacto de pisar el asfalto de charol.
Nada me hizo volver a buscar su cobijo, fue la calle acertijo que esplendió ante mis ojos con el sol.
A ese lo compro yo
A ese lo compro yo. Dime ¿Qué cuesta? ¿La libertad, la paz, un magnicidio, o tan sólo tu gesto de fastidio por la boca que esconde su respuesta?
La manzana podrida de la cesta la quiero para mí. Su voz de ofidio reptando por los muslos del suicidio con cara de ganar siempre la apuesta.
¿Disoluto y voraz, dices, vampiro? ¿Nosferatu del aire que respiro? ¿Visionario y Babel?
¿Cuánto vale su vil bala perdida? ¿Qué precio hay que pagar? ¿Sirve la vida? Yo me quedo con él.
Silencio
En brazos del silencio hoy busco mi acomodo. Con discreción de amante, su amable terciopelo me envuelve y yo lo siento un delicioso modo de olvidar el mundano fragor y su escarpelo .
A mí misma me niego el mínimo sonido, renuncio a que se sume mi lengua puntiaguda al rito del escándalo, antes que darla al ruido elijo libremente el estatus de muda.
Diré que se me ha roto la voz en la garganta y me callo mi hastío y que se me atraganta el bocado indigesto que se ha vuelto la vida.
No quiero malgastar saliva rebuscando la palabra forzada que no acabe sonando en mis labios de escarcha a triste despedida.
Génesis 3.0
Días de lluvia, hastío, miedo y llanto, en que reina un silencio diferente, y es obligado ser sobreviviente a base de encerrarse a cal y canto.
Sentir la incertidumbre en el ambiente, vivir la indefensión, sufrir quebranto ¿ qué huella dejará de solivianto en nuestro imaginario impenitente?
Y después de este tiempo detenido, el soñar con volver a todo aquello que nos trajo hasta aquí ¿ Tiene sentido?
Más bien debiera el hombre plantearse su absurdo existencial y en un destello de lucidez, volver a reinventarse.
La cadencia perfecta
Lo siento, hoy no me inspira la musicología preciosista, aspirante a lo imperecedero, de esa que se obtiene tallando con esmero la palabra vacía.
¿De qué me serviría gastar treinta segundos buscando en el tintero los melismas que aúpen mi nombre al candelero cuando ya no me queda ni media avemaría?
Ahora lo que urge es disfrutar absorta la cadencia que surge desde la sangre adentro y te endulza el latido.
La que te va evocando los rostros familiares de los que has ido amando, cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.
Un aleteo triste
Siempre estas ganas de salir corriendo, de huir de la diabólica rutina del silencio y la espina en la que hace ya tanto me vengo consumiendo.
Siempre la voluntad que predomina de continuar cumpliendo con tu papel estúpido , sonriendo mientras sin ruido mascas la obviedad de tu ruina
Un aleteo triste, rumor a libertad en cielos irreales, es todo el desahogo que el cuerpo se consiente.
Si el corazón resiste y late , aun malviviendo, trabado entre zarzales, pues qué va a hacer el alma, tan mística y prudente .
Nada va a devolverme ni la laguna rota por la luna de octubre ni la pluma de cisne para escribir el agua.
Nada va a devolverme el rizo fantasmal del espejismo sobre un camino claroscuro y árido como un hábil recuerdo del corazón que fue.
Le propongo distancia a los silencios.
Una distancia fuera de rituales, lejos de los excesos de las rosas, cercada de lavandas, ardida de romeros.
Ahí, nada puede llegar a devolverme las frecuencias del antes donde el jolgorio de las mariposas era una fe de vida o era una fe debida.
La luz dispersa la credulidad, ilumina con sombras repentinas y calmas lo que se apaga del deslumbramiento
y deja apenas un claror difuso un claror desmembrado como algún buen recuerdo que termina travestido de olvido.
En este panorama – Silvio Rodríguez Carrillo – Paraguay
Con el barro marcando su tibieza de líquido brumoso, de piedra que se amolda a cada altanería que le impone mi zurda, avanzo con las manos desprovistas del puño que habitaron.
El sol, abyecto hermano que tiñó en mis espaldas el dorado inmoral de los temibles, discute con mis ojos lo que veo mientras mi pelo sigue su propio juego oscuro en el que se entrelaza con los dedos de ella.
Los fracasos sensibles, los dolores grandiosos, se me van desprendiendo como escamas de un animal antiguo que mutando continua siendo el mismo, que sin querer se muere de no poder mentir-se.
Los aciertos brutales, los aplausos, las sábanas manchadas de carmín, de azúcar bien, igual se me derriten por el pecho, y siguiendo su ritmo, de caracol o puta, terminan en la tierra.
«en este panorama»… de penas y de glorias «de» diciembre, «de» cenas con dis_cursos pro_fundos por un rato recuerdo como un golpe difícil de entender la cara de los otros, el gesto de ser isla del gregario común cuando no se le nombra.
Quizás en la otra orilla – Isabel Reyes – España
Acuden las imágenes y se acumulan aguas en la cúpulas abiertas de mis ojos.
«Anuncias el futuro cuando mueves el aire entre tus pies, y entre tus manos, peregrinan metáforas que avivan deseos de querer eternizarte en el atardecer del arco de mi boca.
No te quedas en ti vas más allá del sol hasta lugares donde mora escondida la esperanza esa escondida tierra que nos ve germinar».
Nos llevaba la tarde de verano lo mismo que un diluvio dirigiéndose al mar por la escalera íntima de los primeros éxtasis.
Hoy vuelvo a recordarte después de tanto tiempo y al atraparte toco la azotea más honda de todas las salinas de mi sed mientras voy dando cuerda al reloj para atrás con el vértigo agraz de la nostalgia.
Quizás en la otra orilla pueda pisar de nuevo las huellas de tu paso.
En memoria de Elia – María José Quesada – España
Podía haberla sazonado de caricias, trenzarle el nido con agujas de romero, lucirla entre sus manos como un ánfora que en tiempo de escasez contiene aceite. Velar el fruto predilecto de esos padres que en acto de confianza le entregaron.
Amarla con bondad bajo las cejas.
Y no hizo más que propagar golpe y disturbio ante el terrible amerizaje de sus ojos, descolocándole del cuerpo hasta las uñas con un desprecio inabarcable.
El ritmo evolutivo habrá de darnos, por pura protección de nuestra cría, olfato preventivo, so pena de que el tiempo nos disponga en gen y sangre la no continuidad de engendrar hembras.
Será el tercer arbitrio para frenar un daño irreparable, la invocación y grito en consecuencia:
Te informo sobre la situación en casa, por si te interesa. La persiana de nuestro dormitorio se trabó arriba y se niega a bajar. Las puertas del armario bostezan de noche y de día. La parte de tu lado de la cama se muere de aburrimiento. Una banda de polillas insensatas se comió la cortina azul. Cuelgan de todos los cajones lenguas de trapo sedientas. Las toallas que olvidaste en el suelo envejecieron precipitadamente. Los lirios de plástico que habías puesto sobre el calefactor se marchitaron. No quiero exagerar, pero alguno de los Rolling Stones humedeció con sus lágrimas la pared donde pegaste el póster. El cielorraso se descascara pidiendo que vuelvas.
(Y de mi corazón mejor no hablemos)
Alguien habrá acercado su mejilla a una almohada usada por mí para recordar el roce de mi piel? Alguien habrá permanecido despierto hasta la alta noche para seguir amando con su mirada mi egoísmo dormido? Alguien habrá caminado por una calle desierta de un país lejano murmurando mi nombre llamándome? Alguien habrá serenado su corazón apretando contra su rostro pequeñas ropas mías? Alguien habrá preferido mi muerte antes que verme en brazos de otra persona? Alguien habrá gozado entrando al baño después de mí, con el vapor, la temperatura y los perfumes de mi intimidad? Alguien habrá deseado caer en el sueño con mi sexo anclado en su cuerpo? O solamente yo amé de esa manera?
No dejes que te impresionen las estrellas que quizás estén todas muertas. No te dejes corroer por las canciones añejas Duerme y nada más. Esta noche, duerme Mañana una muchedumbre de arcoiris con lo que haya quedado vivo, ya conoces el mecanismo te fabricarán una sonrisa nueva. Ahora duerme y nada más, esta noche, duerme. No te castigues con la luna, ese transatlántico indiferente, este silencio pasará volverán las palabras como pájaros, como veranos, como soles volverán las palabras y alguien dirá tu nombre. Esta noche, duerme, echa el ancla y duerme, duerme. Que por unas horas oscuras nada te hiera. No llores, no implores, respira y duerme concéntrate en la respiración y acaríciate un hombro, amate un poco y duerme esta noche duerme. Mañana tendrás la oportunidad, flamante y renovada de volverte a equivocar.
Alaridos en el ventrículo de las torturas. El amor desollado pide a gritos que le devuelvan las epidemias. La memoria decapita los nombres de los fracasos. Alaridos en el ventrículo de las torturas. Se arrastra la tristeza por los túneles de las arterias. Los errores que cometí flotan en el pantano de mis pensamientos. Aúlla la traición en la bruma de mis ilusiones. Alaridos en el ventrículo de las torturas. En mi cuerpo, donde se celebraron los ritos del placer, monjes funerarios ofician la misa del adiós.
No te llevaste solamente tu paraguas, tus ropas y el cepillo de dientes. Te llevaste también la música el telón de las noches y la escenografía de los días arrasaste con todo.
Mientes. Nada de lo que respondes es verdad. Nada es cierto. Lo único cierto es que te anudarías a sus pies, que le besarías en todo momento hasta fastidiarlo, hasta perderlo. Haces estrategias. Haces estrategias para que alguien no se vaya de tu lado. Mientes para que no te abandonen. Tienes la certeza de que tu espontaneidad ahuyenta. Nunca más un gesto sincero.
Estaba en una fiesta. Sabía que existían personas interesadas en hacer el amor con él, del mismo modo que él intentaba hacer el amor con otras. Entonces visualizo un círculo de seres humanos, cada uno intentando seducir a otra persona que no era la que tenían delante, y así hasta el infinito.
Es sábado y es de noche vos estás sola yo estoy solo abracémonos desnudos digamos palabras excitantes y llamémoslo amor.
No. No conocí el amor. Solo conocí el exasperante deseo de que el amor existiese.
Alguien pronuncia mi nombre la grúa detiene su acción devastadora alguien pronuncia mi nombre los obreros se quitan los cascos y abandonan su tarea alguien pronuncia mi nombre soy una demolición en suspenso.
Cuando veo mis pies allá tan lejos de donde suceden las ceremonias, las tomas de decisiones y los bacanales, no puedo evitar un sentimiento de angustia por ellos. Me pregunto si podría acercarlos anotándome en un curso de contorsionismo y acrobacia. Pero no creo que el resto de mi cuerpo, tan habituado al desorden, soporte el método y los esfuerzos. Cuando yo muera sé que ellos se enfriarán primero, tendrán sus minutos de muerte solitaria hasta que reciban la compañía final de todo el andamiaje de mi esperpento. Pobres pies estos pies, tuvieron peor suerte aún que mi corazón. Lo cual no es decir poco. Recuerdo los tiempos felices que pasé a tu lado. Nunca olvidaré lo dichoso que fue en esos tiempos en los que, por lo menos, te tomabas la molestia de mentirme.
Ando por la casa buscando tus olores como cuando rastraba tus engaños. Busco aromas. Durante la primera semana encontré un par de medias y varias ropas que dejaste tiradas. Las huelo. Las beso. Al principio lo hacía con vergüenza. Después empecé a hacerlo con naturalidad. Ahora lo hago con desesperación. Las aplasto en mi boca y en mi nariz para extraerles algo de lo que amé. Sigo encontrando ropas tuyas, pero ya no huelen Contienen apenas el recuerdo del olor. Con el tiempo, menos el deseo, todo se diluye. ¿Por qué no construí una jaula? ¿Por qué no tejí una red para que dependieras solo de mí? Odio las teorías sobre el amor y la libertad. Debería haberte construído una sólida jaula. Y llevarte ahí el plato de comida, el agua y el sexo. Serte imprescidible. Ahora me he quedado sin tus olores Y para colmo en el prostíbulo de mi corazón están reclamando aumentos desmesurados.
Acerca del autor
José Sbarra (15 de julio de 1950 – 23 de agosto de 1996) es el poeta del under democrático que hizo del amor la estructura narrativa de su obra poética.
Dramaturgo, performance, autor de libros infantiles, conductor de ciclos de lectura de poesía en la ciudad, la figura de Sbarra se proyecta como el nexo cultural que une el destape tierno de la poesía posdictadura con las experiencias poéticas de la década del 90.
Sus obras de teatro plagadas de humor negro y poesía, su experiencia psicodélica y testimonial en Informe sobre Moscú (1996) y su obra póstuma El mal amor (2017) lo consagran a través del tiempo como una de las principales voces poéticas de nuestro país.
«No hay orfandad cósmica», como dice Sbarra, porque él mismo se inscribe con su poesía en una lecturadel amor que atraviesa tiempos y edades.
El mastín del dolor, con su hambre canina, me devora incesante royéndome los huesos. Orco fiero, imbatible, acosador de flores y alegría.
En las crines del aire, detrás de la paciencia, en el abrazo inmenso de mi padre me escondo. Es inútil, no tengo ni la pastilla mágica ni el arte de volverme invisible o madera de boj.
Zaragoza, 2007
ABRIL
Abril lleno de luz, de soles vivos, atraviesa la estepa de los brazos, cojea entre los pies, trata la lengua como un amante fiel, como si aún fuera un cuenco de luna; el ruiseñor que todavía canta en sus alcores.
Pleno de algarabía en la ventana, con suavidad él deja su presencia en la dehesa triste de los ojos, en el ocaso azul, los altozanos, sobre la voz del río y el adagio que es el cierzo callado cuando duerme.
Yo no quiero morir en primavera con el almendro en flor y los rosales, ni en la marcha triunfal de cuanto vive embriagada de aromas y de trinos.
¡Oh, Dios! Cómo me duele mi corazón de barro, mis huesos de madera, los nudos de mis dedos.
PERRA VIDA
No tengo amor ni hambre ni siquiera habito ya tu instinto o tu deseo. Temo, en esas soledades de ida y vuelta, encontrarme tus versos o mis besos, que me huyas como huyen los mirlos cuando llegan las blancas golondrinas del verano.
Solo mi perro sabe del aullido silente de una casa vacía. Mi perro que a bien tuvo adoptarme sabiendo-¡soberbio compañero!- que tal vez no le viva doce años.
Zaragoza, 2006
3
Han volcado los cielos, los alcores, el horizonte tiene dos soles y tres lunas sorprendidas, la sombra del amor tiene su sombra.
Besos de absenta dulce, adelfas en la boca y en el alma, entre sensibles campos que me cercan dibuja Frida Kahlo, la mañana.
La vida es un retorno sin fin en la memoria; los ojos de mi padre siguen vivos, cantan las golondrinas y retrocede el agua. Quizás salga del sueño y no esté el arcoíris, o ese banco de ayer de piedra entre la niebla. El amor es así, revelación, copa de sol y boca de ceniza.
4
Giralda soy y giro con el viento, ¿ de qué sirve oponerse a su gran fuerza? Me engañan las esquinas donde de rostro cambian aquellos que una vez caminaron conmigo en estas soledades sin retorno.
No existe la tragedia a los ojos del cielo, no hay misericordia en la luna encendida ni error que no se pague si pisas los confines de la niebla, este nimbus caído en pleno mayo. Me deslumbran estrellas que son tan solo rocas disfrazadas de luz o de cristales; un falso firmamento de la inocencia absurda que, a pesar de los años, no me deja crecer. -Quiero encontrar de nuevo la alegría que fui- ¡Oh, victoria, victoria, la risa de la muerte!
POEMA A VIVA VOZ
Junto al hermoso fantasma de Rimbaud, oceánico león que en la distancia clava su arañazo de luz, amo la pesadilla de mi tiempo.
Las flores de mercurio que en sus sudores queman los pétalos del alba sin dejar de llorar entre los números, relámpagos abstractos, que tercamente niegan mi cita con el heno. Esos rostros de milenaria escarcha con sus cabezas tristes dándose contra el cielo.
Persiguen la medida de mi fuerza, mi amor desesperado guardián de la locura, este manto de sal que tus delirios hiela.
La noche se rebela como un titán oscuro, condenándome todo a la muerte más fácil. Una revolución de lágrimas y dientes, estrangula y socorre mi herida eternizada: Yo soy el corazón de esta agonía.
Zaragoza, 1978
Acerca de la autora
Nació en las primeras estribaciones de la serranía de Cádiz, en Villamartín, primer pueblo de la Ruta de los pueblos blancos.
Desde el año 1966 reside en Zaragoza por motivos de trabajo de su padre.
Miembro de la tertulia del Ateneo de Zaragoza desde el año 1978.
Participación en varios libros colectivos: “Retos Poéticos”. Madrid, 2017 “La Cárcel”. ASEAPO. Madrid, 2017 “El viaje”, relato. Colección “Picapedreros”. Zaragoza, 2017 Antología a Federico G. Lorca. “Granada”. (Soneto) Córdoba Azalea. 2018. “A la hora del Café”. Amazon. Noruega. 2013. 53 Escritores a Ramón J. Sénder. Editorial Heraldo de Aragón.1980 Poemas a viva voz. C.S.I.C. Excma. Diputación de Zaragoza. 1999 Alijos Poéticos.Sdad. Coop. Librería General. Zaragoza 1989
«Ese» silencio, la cesura versal como elemento connotativo
porGavrí Akhenazi
La llamada cesura o pausa versal (el corte que se produce entre versos de un mismo poema), representa un elemento simbólico de gran importancia en la construcción de los discursos poéticos.
La cesura o pausa, no solamente es la mera separación versal que vemos cotidianamente sino que su implementación adecuada encabeza una de las funciones simbólicas más interesantes dentro de un poema: «la función del silencio».
¿Por qué? Precisamente, porque el silencio representado a través de una cesura amplia, distanciadora entre versos que se pretenden nodificar como un peso semántico dentro del discurso, permite al lector acceder de manera más reflexiva y emocional a la experiencia que el autor le ofrece, como su propia concepción de lectura para el trabajo.
La cesura no solamente sirve para conectar a los versos entre sí o acomodar sintagmas dirigidos por la esticomitia sino que ofrece también una amplia gama de posibilidades de implementación enfática sobre determinados nodos de incidencia que hacen a las ideas que el discurso trabaja.
De ahí que la cesura amplíe sus límites hacia la experiencia emocional de una estructura melódica diferente y modificadora del molde sonoro tradicional que pueden ofrecer las estructuras clásicas, donde las cesuras están prefijadas.
La implementación discrecional de las cesuras, implica también un campo de preferencia estético/simbólica, con que el autor intenta traducir espacios determinados y determinantes por su significado particular a resaltar.
Representan un llamado de atención hacia el lector, una inducción reflexiva del porqué la cesura separa, por fuera de las convenciones, tal o cuál idea dentro del constructo general.
La ruptura cesural es, sin duda, un elemento intrínseco e importante a la transmisión efectiva de lo nodal: el banderín rojo que dice al lector «eh… lector, aquí está pasando algo». Por supuesto que me refiero a cortes cesurales bien empleados en función del discurso y no a esa arbitrariedad tan notoria que rompe sintagmas de manera azarosa sin un objetivo semántico prefijado por la incidencia del nodo poético.
La llamada «morfología poética», ha variado sustancialmente desde el molde clásico decimonónico al trabajo estructural sobre él que imponen las búsquedas poéticas de reforma del mismo, como también, la irrupción del «verso libre» en el panorama de la creación ha provisto de elementos ligeros que permiten una ampliación en el uso del silencio «conceptual».
Los silencios son componentes naturales de las partituras musicales y por tanto, su extrapolación a la melódica poética funciona casi en el mismo sentido, porque aportan la pausa necesaria entre un pensamiento y el siguiente, dentro de todas sus formas: cesura propiamente dicha, cesura de fin de idea (ya sea por punto o por esticomitia) y, por qué no incluir también a las pausas estróficas en este análisis.
La cesura impone el silencio dentro de la música poética aunque un poema no goce de demasiada armonía. El silencio poético ofrece un grado de intimidad extrarrítmico que busca crear atmósferas o climas diferentes dentro de la estructura.
El silencio no se escucha. Se percibe. Y es en base a esa percepción que el lector registra algo que el poema no explicita con palabras pero que llega con la misma intensidad de ellas.
El silencio despierta sensaciones diferentes de las lógicas porque la lógica de un silencio versal implica un significado diferencial y propio e induce a las preguntas no formuladas de ¿por qué el verso está separado del corpus aunque corresponda a una misma idea?¿Qué significa esta propuesta?
El silencio poético en todas sus formas tiene su propia dimensión dentro de la lectura e incita al lector a imaginar otras climáticas no verbales que vertebran de una manera connotativa las partes formales del discurso.
El silencio bien empleado es un símbolo, otro ámbito de lo poético, aquello que indica una intención no expresa pero no por ello menos eficiente.
Sin embargo, pese a que este movimiento cesural puede adaptarse a cualquier formato clásico, parece más patrimonio del verso libre que de alguna otra estructura estrófica o sea, el apego constriñe decididamente el trabajo que puede conseguirse en el plano de las sugerencias y en el diálogo autor/lector, relegando la importancia de los silencios y su innegable peso semántico para la imaginación y la sensibilidad del que lee.
Ahí está mi boca desbocada mezcla de ira ansiosa y de ternura cegada por la luz de la alborada y vidente de noche como un búho insomne por la presa deseada.
Mi amor sin nombre, está, mi voz sin grito mi corazón, mi esencia silenciada mi muerte protectora, mi estrategia para enfrentar la guerra programada. Ahí está mi cuerpo imperturbable su carne de cañón esclavizada, ahí mi libertad de pensamiento mi letra de cristal, mi llamarada.
Ahí está mi espera, mi renuncia. Nada más afilado que su espada.
Morgana de Palacios
Vaya por tu emoción mi furia trunca, mi visión sin amor, desabrigada, esta garganta al sol y este silencio, estas letras en rosa tan rosáceas en las que han muerto pájaros y árboles al son vibrante de sus asonadas.
Impotente de todo y vuelta furia la vida se ha ensañado en nuestras alas y ha dejado su sino el guerrerismo que tu ira y la mía acostumbraban.
Vamos de los cansancios a las flores, de la cocina suculenta al arma, de la quimioterapia a los escándalos del juzgado de turno a nuestra casa y nos quedamos como un jazmín seco guardadas en el libro de las causas.
Perdidas en las guerras de los otros nos volteamos furiosas y agraviadas, con estas manos que nacieron pródigas de abrigar el vacío y la nostalgia mientras la letra se nos va alejando hacia un futuro que no diga nada.
Vos con tu rebelión, yo con mi mundo. Nuestras almas gemelas. La distancia.
Y que nadie se meta en esta historia. Hagan silencio. Dos mujeres hablan.
Eva Lucía Armas
Jamás una palabra más alta que la otra ni aún cuando el poema dejara de ser arte y transmutado en losa nos crispara los nervios por no poder callarnos unas cuantas verdades.
No sé si hemos perdido los tiempos del amor o hemos ganado juntas tantas guerras brutales que se nos acabaron las razones profundas para fundar de nuevo bulliciosas ciudades.
Todo nos pasa cuenta mientras pasa la vida, los hombres y los hijos, los nietos, los pesares que siempre pesan más que aquellas alegrías que alguna vez tuvieron visos de realidades.
Fuiste para tu padre un escudo de luz y para mí una igual de mi raza y mi sangre, y no ha habido mujer más lúcida y leal renunciando al sosiego por seguir adelante.
Llegaste acostumbrada a jugarte la vida de palabra y de obra. No tuve que enseñarte.
Lejos de mí la muerte si te miro a esos ojos que la vencieron antes de mis oscuridades, porque no por más niña fuiste menos valiente para pisar descalza su senda de cristales.
Hablemos cuanto quieras, tú eliges el idioma que hay un mundo infinito de posibilidades para dos que se entienden más allá de los versos y pueden cerrar juntas los más siniestros bares.
Morgana de Palacios
En una macetita hoy he plantado incienso, un esqueje arrancado que me encontré en la calle mientras iba hacia el super con el bolso vacío y los ojos gastados por el mismo paisaje con que la vida ajusta esta ciudad cerrada a los dolores varios que atesora mi carne.
Porque yo soy de carne desde dentro hacia fuera y es de dentro hacia fuera que los dolores laten si fisuras de lluvia ocultan mis jardines bajo esta arquitectura de pagoda y cristales en la que se refugian los ecos trasegados con sus mendigos húmedos de tristeza insaciable.
Tanto romance heroico suena a marcha profana, a propaganda persa, a contínuos timbales con que marcan el paso los días de la angustia y se quedan callados los de festividades, porque solo una misma, amiga mía y larga, sabe hasta donde lucha la vocación de madre.
Nosotras guerrilleras del acto libertario convocamos a veces a todo el aquelarre por mantener intacta la esperanza baldía y sostener el día sobre los estandartes.
Porque si cabe pena en todos los caminos nosotras somos duras y fuertes caminantes.
1.- Solitario escorpión de amarillo purísimo con erecciones que delatan la guerra
Bajo las puras rosas las palabras más áridas resisten. Bermellones y negras fulguran casuarinas languidecientes brotes y viento atribulado. Atadas están al carruaje del sol y a la desolación del mundo. Acompañan postales con dinamita y gritos de locura. Pronto desaparecen todos los ruidos del amor mezclados con amuletos, consumaciones y presagios. Amor que se complace con herejías y reniega del hombre. Piratas como dioses sellan la última puerta como mudos sonámbulos de otro lagar oscuro.
De otro violín de infortunada melodía.
Texturas para un cielo que contrasta el furor. Doble corona de infaustas mariposas. Paneles que se cierran por adentro. Huestes que ardieron antes y yacen apagadas recubiertas de sal. En cautiverio
Solamente nube rizada de pólvora y ángel desvelado. Oh aldeas enterradas y lábiles como el fino temblor. Espacios de inocencia. Nieve de la tristeza que encanece jardines. Llamador insistente en la desierta alcoba abandonada. Aquietad remolinos. Tened piedad en esta angustia larga. Resistid el escombro de inauditos recuerdos porque en Ruanda aún se abren blanquísimos capullos y en Ruanda todavía los espejos resplandecen.
2.- Las banderas de orfandad enrojecen la lluvia
La partición de las estrellas descubre oscuridad sobre los mismos cuerpos que luminosos nos herían. Agotados estaban de escandalosos sueños sin conocer del llanto, esa orla de pies inertes. Su filo de flamencos que van minando las profundas sedas, las mordidas de besos, las diminutas lunas de la mano.
Deseo por deseo el borde de mis labios amaneció vacío. Adormideras del mar retengo a mi costado. Escalofrío de extremaunción convocan las campanas de norte a sur. Su oficio de follaje y negra sed se instala en las murallas.
La palabra cabeza funda banderas lejos de su templo en ingle alucinada en rojo ardiendo.
En gotas de atormentados niños cayendo a sobresalto, aullando a flor de vientre desde una comisura de relojes. Busco el secreto manuscrito de Ruanda, su memoria discriminada al cielo polvoriento y el pobre Dios cruzaba la frontera esparciendo como al acaso pétalos.
Naturalmente la víspera caían abriendo al mundo de par en par sus ritos para que entrara el mago de la suerte. Y pagar su rescate de azucenas desnudo hasta el cabello prendido de una nube como si fuera un ángel.
3.- Y el valle violento es como un matuasto al sol galopado de turbulencias
Volvía del castigo y recordé los tártagos donde enredaba música la luciérnaga triste con instrumentos traídos de la guerra. La huída a contraluz .
Los corredores que sepulta la tierra gris y el viaje de la aurora cuidan mi corazón, mi vino pálido que noche a noche sorbe la metralla. Yo he intentado morir y no he podido.
Desciende el viento pero nunca muero. Quema lágrima heroica en carne que supura tanta impiedad tanta neblina ansiosa. Dios proteja esta herida dulcemente
Y entorne las ventanas del espejo.
4.- Como una caracola la muerte estará en otro ruido Como un higo de luto en otros dientes de tímido conocimiento blanco
Oscuros umbrales de revelación sostienen temerarios la edad impura o el cuchillo de plata a la intemperie o la caravana que alisa arenas y castiga a los pájaros heridos
(Cuando aparece el huésped persignarse)
La inocente descubre ceremonias en los huesos de un niño. Voraz, una cascada de nieve derretida lava de olvido su alma, red luminosa fluye en el coro de renacuajos del diluvio Y plegaria comulgante en el oído sordo de tristeza sobre tristeza Ruanda inventa un corazón para olvidar.
Suelta lujurias en los ojos velados que encienden la imaginación.
Aquí en su piel existe una rosa cautiva perversamente lastimada.
Es la rosa esclava de secretas voces.
La casa desprovista de manjares y paciencia
Los fantasmas del ancestro que convocan animales,
libidinosos ruidos
y grifos de voces permanentes.
Dioses sorprendidos en el Kivú, apostados entre mariposas salvajes. Oscuros umbrales de revelación. Cuerpos destruidos de tanto vagabundeo sin brújula con su joroba verdinegra que asoma en la claraboya de la luna.
Deseo comparecer a tu lado Ruanda de incestuosas lágrimas efímera como tu pulso de felicidad invisible.
12.-Se oyen lejanos gritos de hombre y de mujer y el fuego que devora un monte en la dinastía de los pétalos
La enemiga cruzaba la frontera. Iba dormida la inocente abeja. La matriz de su ala sangraba hilo delgado de oro fino. Y el sacerdote pescador hilaba perlas negras cama de erizos para la novia tímida, apresurada amante de la muerte. Su noche errática. Su posada de palmeras y tigres.
Gritan los pájaros gemelos en su pareja celestial. Aldea virgen, Ruanda. Heridas respirantes la convocan. Fulgores que salvan la oscuridad, verbenas machucadas con olor a alcanfor.
Las manos los pulmones y la sombra son el humo de un pez. Encima de la fuente agonizan los capullos del iris. La creación abre sin luna al mirto.
Tatuada selva maldecida.
Muertos de Ruanda descorren los visillos de sangre. Miran pueblos llenos de excusas, renegados sacramentales del azar y palpitantes sexos en la hoguera quieren medir el peso de los huesos (que aquel que te acompaña te derrumba) mientras el alacrán del lago cuida su prole hambrienta bajo las hojas amarillas.
La enemiga cargaba su fusil. Iba dormida la inocente abeja.
14.-Papeles amarillos húmedos de oscuridad destiñen de a poco las galas del reino
En remolino de menguados ojos entro en el laberinto de la guerra El delirio flamea junto a una nube extraña con una agorería de gallo bataraz, de ave gloriosa incursionando en causes de zozobra. Bajo un aura salvaje donada por las flores más lujosas atraigo mi deriva de ser en el lago Kivú. En los fértiles sueños jubilosos rodeados de azahares que junio resucita.
La dimensión del luto es hálito inocente. Como un padrillo en celo descarrila sus ángeles en cavidad de piedra desollada. Nadie le salva el corazón a nadie
Nadie le salva el beso, la herencia la memoria el trino.
Que de olvido y de brasa son los pueblos que entregan sus ovejas y corolas. En duelo desesperan a los ríos ocultos
Madres rituales que desgranan fábulas en un recodo de aquietada guerra Lagrima mía. Efigie de medalla oxidada reconocidamente muerta, desgajada en la rama.
Ya nadie cuida el oro fuera de la tierra Ya nadie nombra el llanto
Ediciones ibuK – 2013
Acerca de la autora
Nacida en Valle de San Javier, Córdoba, Argentina en 1921 y fallecida en Portezuelo, Maldonado, Uruguay en 2010, Meleck Vivanco publicó siete libros –número cabalístico- y dejó inéditos otro tanto desde 1956, cuando escribió su libro inicial «Taitacha temblores» hasta la publicación en 2009 de su Antología poética. Sus otros libros publicados son: Hemisferio de la rosa (1973), Rostros que nadie toca (1978), Los infiernos solares (1988), Balanza de ceremonias (1992) y Canciones para Ruanda (1999); mientras que en la lista de inéditos figuran: Plaza prohibida, La moneda animal, Balanza de memorias, Bañados de sereno, Mi primitiva cruza, Los regalos de la locura y Mar de Mármara.
Hoy que vuelvo a Madrid, dime quién me conoce cuando bajo hacia el metro de Diego de León y alguien lee junto a mí tu libro de murallas, mientras subo los ríos del recuerdo
El rostro de mis hijas es de color de fruta. Ellas sí que están vivas, lloran, juegan, se suben encima de la mesa. Tú me observas besándolas con tus labios distantes. Yo no soy la que era, me has divinizado, me he vuelto transparente, como cruza en los ojos un aroma inconsciente, un gesto que trasluce geografías voladas.
Los días se me escurren, son lo mismo que el agua y mi voz es reguero que se borra en el viento.
Todo ocurrió deprisa, un sueño inverosímil, como si mis poemas desnortaran relojes. ¿Adónde fue mi corazón, sus árboles?
El amor cuando nace tensa el aire y la lluvia, surgiste de ti mismo y cambiaste mis normas, me conociste frágil, hoy soy eternidad.
Pero me estoy muriendo cada vez que te nombro.
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de verso alejandrino & heptasílabo).
Alejandro Sahoud
Menos tu nombre
cuando soy triste yo me voy al viento porque la sombra se vuelve inhabitable inhallable el camino y cuadrada la esfera
todo está de revés menos tu nombre que hace señas de niño en un andén sin trenes pero con tanto papel despedazado y tanto polvo largo que a veces es sólo un buen fantasma diletante
tu nombre sin zapatos que pisa minucioso el agua turbia me exime en la navaja y en las cruces del no miedo a sufrir mas sí a que sufras como la rozadura larga de una herida que me sangra en la frente
triste que soy a veces desleído acuarela de nieblas y lloviznas y babas que devoran eso pétreo de mí como un unto pulsátil largo musgo y ausencia inhóspita guarida de éste mi último aliento con que a veces escribo o me mojo en verde oliva rozo el viento en tu nombre con el cansancio trágico en el ala y la certeza de que el sol existe sobre lo más oscuro de su vientre
¿quién llagará tu espalda una vez que mi látigo se hiele? ¿quién llagará mi sed si se muere despacio en tu diluvio?
los dioses no se ocupan de esta tarde en que el viento y el polvo comulgan imprudentes en una niebla espesa de pañuelos
si no te importa me llevaré tu nombre en algún lado
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de versos en ritmo endecasilábico).
Silvio Rodríguez Carrillo
Lacondición
De pronto las calles asfaltan la noche, cantando silentes el paso tranquilo que ofrezco a la nada, callando el latido que sienten apenas oculto del odio feroz anidado en los ojos del pobre que tiende su mano y descubre el vacío en el otro.
Sospecho la llama, el sabor a madera quemada arriba, en el cuarto que fue de los niños que nunca supieron de qué se compone lo lleno, que acaso temprano aprendieron a hacerse maduros y fieros, igual que los libros que escriben los altos suicidas.
Detrás de las cámaras, siempre detrás de las cámaras, me miro las manos, reviso medidas y pesas, el paso del tiempo en mi vientre, los duelos que ocultan mi risa irredenta y que juzgo imperiosos, o justos, no sé… Las canciones esperan si digo que vienes.
(Poema blanco en verso pentadecasílabo)
Jordana Amorós
Abrazo extenuante
Me fatigas, lo sabes.
Es cansado tener que perseguirte por todos los rincones de mí misma con el afán voraz de conseguir exprimir, uno a uno, todos mis sentimientos.
En cada uno vives, en cada uno estallas, en cada uno entregas, sin pudor, Poesía, la palabra desnuda la que mejor define lo que soy.
Lo que sueño.
Me consumes, quisiera poderme liberar de la querencia innata de tu abrazo extenuante, al menos mientras duermo.
Pero es que eres tú o tener que enfrentar a solas mis temores.
Eres tú o mis angustias.
Eres tú o la verdad de mi fracaso.
Eres tú o mi desdicha.
Eres tú o aprender a tragarme mis gritos.
Eres tú o existir sin que el aire se entere.
Y morir poco a poco como mueren los tristes.
Sin haberle encontrado un sentido a la vida y rumiando amargores.
Eres tú o aceptarme, derrotada anticipadamente.
Sucumbiendo, sin dar una batalla, al sepulcral abrazo del silencio.
(Poema de verso blanco polimétrico : combinatoria de versos de arte menor y arte mayor en ritmo endecasilábico).
No me quedan más pájaros en la imaginación, huyeron de la quema en este Agosto ardido. Se han llevado mi rostro, mi nombre, mi apellido, las ganas de latir del corazón.
Ya no reparto pájaros para la rebelión de todas las razones que matan el olvido. Se me resiste el aire al vuelo desabrido y el alma se resiste a la emoción.
Estoy pagando caro el íntimo arrebato por no leer la letra pequeña del contrato que firmé este verano cuando me volví loca.
Jamás decir te amo, en serio, al contrincante, no te hará más feliz, pero es más elegante que amanecer sin pájaros que beban de tu boca.
José Luis Villena
Plenilunio
Tan callada la hora, tan dormida, tan ayer el olvido y el recuerdo, casi tibia la albura en la que pierdo el escaso relieve de mi vida.
Soy la sombra que encuentra la salida por el lado contrario, por lo izquierdo, y en la noche que vuelve loco al cuerdo busco la magia negra, la prohibida.
El aire lleva tinta y me supura el aliento de voces nocturnales, que silabeo con mi lengua oscura.
La luna con sus nombres desiguales me murmura en la boca y la blancura se ahonda en mis penumbras abisales.
Manuel Martínez Barcia
Negro e impar
También a ti tendrá que sucederte lo que nos precipita contra el muro anunciando el latir de lo inseguro con manso corazón sobreviviente
y esa lidia constante de la suerte, enigma en la ruleta del venturo, su interminable azar, y de lo oscuro, mañana en la intención con rumbo inerte.
Y también te dirán que es utopía hollar el porvenir con tirafuera por ver si la fortuna es doblegable.
Las puertas del destino, llave un día, cerrarán para siempre su frontera contigo al contraluz más insalvable.
Jordana Amorós
Extenuación
Esta gravosa cruz que llevo a cuestas es a ojos de todos invisible y el que no tenga el cuerpo para fiestas a muchos les resulta incomprensible.
No debo sucumbir bajo su peso, lo sé , ni analizar si en el camino agreste que recorro, cada beso de sus piedras resulta más mezquino.
¿Pero quién no cuestiona a cada paso si no es mejor que acabe la agonía cuando el dolor rebosa de su vaso?
Yo agoté ya ese cupo de energía que te exige el vivir viendo tu ocaso y seguir siendo fiel a la alegría.