Video de Isabel Reyes sobre un poema de Morgana de Palacios
Si te tocara a ti sentir mi ausencia como sentí la tuya tantas veces, recuerda que volver es la premisa, que no olvido jamás a quien me enseña y tú me has enseñado que los hombres existen y se llaman «Lauchita» de pequeños.
Que tus manos de niño ya eran barricadas amorosas protectoras de abuelas y de hermanas porque tomar partido está en tus genes y es la voz de tu hombría nopoeta la que cava dulcísimas trincheras en nombre de mi nombre, jugado hasta la sangre.
Que da lo mismo el tiempo que transcurra con la carga letal del gas sarín, si un hombre como tú -más animal de láudano que nunca- me presta sus pulmones con el aire vital que no le sobra.
Te digo hoy te estoy diciendo todo por si mañana no llegara nunca y algo de mí muriera en el tintero. Te digo hoy y digo de la suerte de haberte disfrutado en toda tu potencia.
Ocurra lo que ocurra (si no lo escribes tú el destino no existe) voy a vivir en medio de tu frente y ese será mi templo al que volver y mi mayor triunfo.
El otro a tu costado
apareciste de pronto a mi costado como un grito espacioso de fatiga, vos la que levanta pájaros en el pecho del mundo la que surte profundos himnos de agua en la sed de mis ojos la que anda con mis jirones de alegría entre sus dientes como llevando pan como llevando nidos destejidos de aire como llevando parte de mis costillas rotas como llevando todo mi peso siempre
apareciste entre mis mordiscos hecha de mis severas maldiciones puteada en mis idiomas carniceros odiada mansamente por este animal árido que aceptaba el destino de tu fuerza
apareciste entre mis explosiones tenebrosas toda de candelabros y de mantras mientras yo me afanaba con mi tumba cavando a toda orquesta sosteniendo a mi muerte del cabello porque te vio y huía
apareciste como un puntal de mi costado flaco de mi torpeza embólica de mi tartamudez desafectiva de mis armas de guerra y mis sollozos
apareciste y te quedaste ahí como una jalâ santa en mi mesa sin dios
entonces mis hambres te comieron con todas sus mandíbulas y todos sus vacíos de estómago y se volvió mi mundo un juramento a tu carne de azúcares avaros azúcares inhóspitos y avaros
me quedé a tu costado con las armas cansadas y los pies monolíticos
me quedaste, mujer, a tu costado con la mano tendida y yo ahí volviéndome decente en medio de tu palma prodigiosa
eso es lo que soy ese oeste sombrío amoroso y violento guardián del cuadrante de tu brújula
El cuerpo de la hojarasca por el otoño y sin vida, como una serpiente inquieta a mis pies se arremolina, y entre el crujir de las hojas que anuncian la despedida se inunda el campo y me mojas el pelo con tu llovizna. Hueles a tierra mojada perfumando el nuevo día, a calma que se apodera –con su semblanza tranquila– del corazón que se mece en tus manos sanativas..
Disfruto tanto del agua, de la tierra, de este día, disfruto porque estás cerca entre mis cosas sencillas.
Eva Lucía Armas – Argentina
El otoño busca breve el día que se desliza con su diapasón de herrumbre sobre calles de llovizna.
El otoño, por aquí, muda su piel, la hace tibia, y en un carrillón de pájaros la luz huye, fugitiva.
Amo el otoño y su mundo, su acuarela de amatistas, su mansedumbre de cobre, el fuego de su hornacina.
Soy un otoño que late. Mi latir no tiene prisa.
Isabel Reyes – España
Vuelve el otoño de nuevo a ensombrecer la palabra pues la tristeza aparece y en mis adentros se instala.
El septiembre veraniego ha vuelto a mutar su cara y en este invierno precoz por nuestro rostro resbala el dolor de lo caótico que agresividad desata sucediéndose las guerras que algún orate proclama con el dolor que producen en las gentes indignadas inocentes e indefensas y en el centro de sus almas.
No puedo escribir, no puedo con la angustia que me mata ni siquiera un buen romance con lo bien que se me daban.
En este otoño baldío Isabel, en retirada, sigue intentando expresar lo que le duele con rabia pero se siente incapaz de dar a luz la palabra.
Solange Schiaffino – Chile
De pronto, hasta el cielo arde en rumor estremecido el alma estallando en rojo como recuerdos de niños que en sus rostros atardecen con el llegar del rocío. Es el tiempo en su inminencia alargado en un suspiro, la sombra de un banco viejo donde abracé mi destino.
Hoy son ecos, los Otoños del caminar desprovistos, tan desnudos en las ramas de cuanto pretenda abrigo en lo vano y material. Que no importe si deslizo los residuos del café en los márgenes del libro. Anhelar respiración sin sentir ya que me fijo cada vez que avanzo un paso por temor al amarillo. Simplemente oír descalza cuando el ocre se hace añicos y querer ese perderse de ir muriendo estando vivos.
María José Quesada – España
Las hojas tiernas que un día en los árboles brotaban, compitiendo con el verde de la hierba más lozana, han cambiado de color sin moverse de la rama. El otoño viste al bosque con trajecito de gala hecho de tinte marrón, amarillo y color grana.
Pero queda otra sorpresa: en cajitas bien cerradas el otoño trae tesoros -es un fruto y lleva cáscara- ¿qué será ese gran secreto? ¡Nuececitas y avellanas!
Esta estación cierra pronto las dos cortinas del cielo para que todos los niños también jueguen en sus sueños.
Orlando Estrella – República Dominicana
En un otoño se fue huyendo de los dorados. Se abrazó de los inviernos, prefería suelos blancos esos que inspiran pureza. Se enamoró de los cantos que anunciaban fantasias como de esos reyes magos,
pero el hielo sorprendió su alma tropical, causando malestar en su indefensa dermis de otoño y verano. Cuando quiso regresar era tarde para el salto.
Ana Bella López Biedma – España
Llega el otoño despacio a cubrirme las aceras con su corazón de noche y su abrazo de tristeza. Toca mis sienes de luna y en mis párpados recrea la estatura de los sueños cuando la vida era eterna. Camina el tiempo descalzo sobre mis costuras nuevas, me sepulta entre las hojas, soledad de las afueras. Hay un cansancio de pájaro sobre mis noches en vela. Pero aún en lo profundo me late la primavera.
Milagros Morales – España
Con sigilo y con cuidado vas cambiando los colores: el verde por el dorado. Menos el verdor del pino que te desafía ufano, mirando desde su copa su victoria y tu fracaso.
¡Ay, otoño! ¿ Te creías que tenías en tus manos la destrucción absoluta?
Siempre habrá pinos más altos que harán inútil tu lucha.
Eugenia Díaz Mares – México
Una alfombra azafranada resguarda las experiencias, con horas y con minutos casi como la conciencia. La fina lluvia humedece los recuerdos con urgencia, envueltos en tonos rojos del otoño y su presencia, cuando apenas es verano en mí lo hace por prudencia, para no teñir de oscuro al sol con su diligencia sabe que quiero emigrar lejos de la penitencia, o buscar muy dentro mío manos con independencia suelo mojado al andar descanso de tanta pérdida, besar la tierra en mis pies con la semilla y su esencia ya carente de rastrojo, darle luz a mi existencia.
Raúl Muñoz – España
Escribo sobre la lluvia que decora mi cabeza. Amante de plataneros, esposo de la chopera; al abrigo de las nubes, alimento con promesas las miradas infantiles. De lluvia mi teorema corona melancolías, con otoños de la métrica escribo llenando copas, y los árboles se alegran.
Jorge Ángel Aussel – Argentina
El veintiocho de julio ocurre un suceso insólito: «Han muerto el rey y la reina», se titulan los periódicos.
«¡No es posible! ¡Es imposible!», plañe la plebe en sus tópicos.
En el palacio Versal, la Muerte toca en el órgano Adagio for Strings de Barber, mientras se reza el responso. El clima se torna un túnel tan oscuro y claustrofóbico que comprime las gargantas hasta el mismísimo ahogo. Sin la reina y sin el rey brindando guía y apoyo, el pueblo llora elegías en un reino, ahora, inhóspito.
Algunos autoexiliados se enteran del necrológico e imploran volver al reino, atraídos por el morbo.
Otros vuelven por amor, ese amor de darlo todo.
Los bufones de la corte y sus claques accesorios se asocian ilegalmente deseando el protagónico. Se comenta en el palacio que algunos son alcohólicos de los que beben delirios, como borrachos anónimos. Enmascarando el motín, se fingen fieles devotos mientras queman los jardines, como pirados pirómanos, para encender la discordia y hacerse al fin con el trono.
Los protectores del reino y nobles guardianes cósmicos, se enfrentan a las calumnias que persiguen el oprobio y van reventando egos igual que si fueran globos.
La reina envía señales del más allá a sus custodios y llama a la resistencia para vencer a los monstruos. «¡Solo ha cambiado de forma, pero sigue con nosotros!», los guardianes se convencen en medio de tanto engorro. «¡Mi seudónimo de bruja no es un seudónimo, tonto!», dice la reina a un guardián, desde el propio purgatorio. «¡Y cambien esa del Barber que me va a dar un soponcio!», termina diciendo «ríome», y ríe y llora, psicótico, el guardián que ve su voz de un violeta metamórfico.
El rey desaparecido reaparece ante los ojos de los leales guardianes que lo esperaban ansiosos. «¡El rey es un cuervo fénix que nunca nos deja solos!», grita un loco sin camisa afuera del manicomio. «Que la muerte no me quiere es un hecho categórico», contesta con su humor negro, el rey en un soliloquio.
Al final la luz triunfa contra cualquier despropósito y la Nueva Alejandría, que es el último unicornio, resurge, siempre resurge gracias a aquellos bibliófilos que la salvan de las llamas protegiendo su tesoro.
***
Acabo de comprender, con este relato corto, por qué es tan distinto este otoño de otros otoños.
***
El otoño es la estación donde mi tren se hace polvo cuando marchaba, por hora, a seiscientos tres kilómetros.
Después de un julio fatídico y de un despiadado agosto, en septiembre los planetas se ordenaron en el cosmos de tal forma que formaron varios aspectos armónicos que obraron en nuestro bien, con poderes milagrosos.
Pero el otoño ha llegado a sentarse en mi escritorio para reabrirme las llagas corroídas por el óxido.
¿Se puede salir incólume de la muerte y sus destrozos? ¿Cuando se tuercen los días como los malos negocios? ¿Cuando el mundo se derrumba justo encima de tu dorso y respiras atrapado debajo de tus escombros? Maldito otoño que llega con sus preguntas en ocho y por mucho que me esmero no desentraño el meollo. Giro y giro, giro y giro y giro en mí como un trompo.
Cuando mueren los que amas también te mueres un poco y aunque seas el que eras nunca más verás el rostro del que en otros tiempos fuiste cuando eras con el otro.
Con su marrón y su gris, el otoño es un cronómetro corriendo en contra del tiempo, pintando un lúgubre óleo dedicado al Dios Anubis que, con unos ojos torvos, nos observa y nos cuestiona en el drama tragicómico del funeral de la patria donde es posible lo utópico de dar por amor al arte sin falsedad ni autobombo, a la vez que el egoísmo pretende subirse abordo y actuar como siempre actúa, en su beneficio propio.
Después de un julio nefasto y del más nefasto agosto donde mostraron la piel los corderos y los ogros, las turbulencias siguieron, y a pesar del mal pronóstico, reflotamos nuestra nave descabezando demonios.
Recién entrando en octubre, por mucho que filosofo, no logro desentrañar el sentido filosófico que debe tener la vida en este planeta tosco, donde todo es tan ridículo que resta hacerse filósofo…
Este otoño es más difícil que muchos otros otoños porque de nuevo sentí lo poquitito que somos cuando la vida me hachó una vez más en el tronco; porque aquí los que se quedan se van al fondo del fondo de las cosas que no tienen ni remplazo ni retorno; porque estamos los que estamos, pero ya no estamos todos.
Lluna Vilanova – William Vanders – Henrry di Spirito – Santiago Vázquez
Disfruta de la vida
Disfrute de la vida
Estamos en la vida, a veces de golpe. Nos devastamos, palabras que oscurecen el futuro y que colocan plomo en nuestros pies del presente y al pasado anestesian.
Disfruta de la vida, cómete la vida, dale a los versos la libertad, recolecta cada átomo de felicidad.
Lluna Vilanova
Voy
La palabra es un sustantivo femenino y define al hombre
ensuentraña.
Palabra es una ser
piente
porque piensa,
tiene siete cerebros
P ara escuchar, A brir la mente, L abrar símbolos, A montonar incógnitas, B eber traba-lenguas, R omper cánones, A brazar la paz
arabrir abrar montonar eber-omper brazar
antes
de
que
la
guerra
suceda.
William Vanders
¿Vienes?
¿Vienes? No tengo mucho, como sabes. No tengo si no versos para dar. Quizá una canción crepuscular amarga de nostalgia. Días graves que importan sólo a dos. Tal vez mis naves de versos imprecisos. Navegar nocturnidades claras por un mar en luna llena. Poco y mucho. Claves sonoras ya perdidas. Mi tesoro lírico no muy rico -lo lamento-
Pero entiende que en bosques y riveras brillan los pedernales más que el oro y que puedo sembrar así en el viento.
¿Vienes? ¿Por qué se van las primaveras?
Henrry Di Sipirito
Esperanza
Sabemos que la vida da la espalda a todo aquel que espera algo de ella, disfruta medio llena la botella y mira lo que esconde tras su falda.
Aprecia cuando el cielo es esmeralda o cuando emite luz cualquier estrella, olvida aquello que ha dejado mella y apóyate en aquel que te respalda.
No todo te será color de rosa, habrá mil experiencias detestables que empujen a que tires la toalla.
Pero al final no busques otra cosa: de escenas que parezcan razonables elige la que gane la batalla.
Estar sin mí, sin lengua y sin sonido incognito de todos y en la nada. Dolor sobre el dolor de la tonada que asoma su rumor inadvertido.
Me alejo de mi centro indefinido sobre una cuerda floja o mal tensada un poco a tientas, ser a ser, callada, labio a labio, la noche, que se ha ido.
Sólo el sudor sobre el sudor, la mano sobre mi mano, muro a muro, adiós sobre el adiós, lo siento en el lo siento
no puedo en el rumor, rugir lejano del labio sobre el labio, dos a dos, piel a piel, verso a verso. Te presiento.
Henrry Di Spirito
Lo siento
Cuánto duele escribir dolor, lejana sin que mi mano esté sobre esa mano medirme en cuanto digo, si un vilano acaso, y no temer en la ventana.
Cuán difícil estar y ser nirvana sin memoria, ser libre en este plano y ofrecer las estrellas de un arcano que abrigase certezas del mañana.
Pero si muestro cuerda y sus dos puntas o que el centro lo es más si compartido, siento que ya mi sol no es placentero.
que disfrutes la vida a la que apuntas, es todo cuanto espera este latido y aún puedas creer que sí te quiero.
Solange Schiaffino
Compromiso
No sé si te parece sea absurdo pero sé que no miento si declaro que el Sol es sólo Sol y no pasado y el mar es sólo mar y no futuro.
Y es que me desentiendo de desnudos azules o salobres e incendiarios: desdigo del galope de caballos de alquitrán que recorren mis dos mundos.
Verás, las cosas piden que las nombre y haga versos de cal y lluvia fina en mi camino de regreso a casa.
No has de temer a párpados insomnes ni a mis quebrantos de promesas idas en esas noches de amapolas blancas.
Henrry Di Spirito
Mis quisiera
¿Quién dice que la vida es trazo recto? ¿Acaso desdecirse no es lo mismo que aceptar este avance con realismo? tampoco yo le creo a lo correcto.
El todo no equivale a lo perfecto, porque vengo de historias sin lirismo,* y decir un te amo en el abismo tiene de pan y piedra como efecto.
No maquillo los nombres de infinito y si beso no quiero lo que era pero el miedo se instala como escudo.
Quisiera que se oyera más bonito, que daría también la vida entera, que solo digo: «Amor» y ya no dudo.
Solange Schiffino
Jordana Amorós – Isabel Reyes
Curriculum vitae
Para bailar la conga hasta la aurora, jugar al mus, cantar en un sexteto, reír o hablar de todo lo indiscreto, siempre a alguien se encuentra a cualquier hora
Cuando, después, su faz abrumadora muestra la vida y te somete al reto feroz que te devasta por completo, compruebas que contigo nadie llora.
Otro fracaso más que condecora un «curriculum vite», ya repleto de ellos, conformando un mal panfleto de nuestra humana esencia perdedora
El mío, escrito a golpe de soneto desde una lejanía sanadora.
Jordana Amorós
Entre alfileres
Mi vida, esta fugaz luminiscencia que ante mis ojos pasa evanescente, me clava un aguijón incandescente, me induce a sopesar mi resiliencia.
Pensaba que tenía resistencia ante los avatares del presente y sin forzar el alma ni la mente rendida voy perdiendo la existencia.
Entregada y vencida, mi camino se encuentra envuelto en una bruma oscura y solamente veo anocheceres.
Ante el lance final yo me reclino y os dejo en testamento la locura de una vida sujeta entre alfileres.
Isabel Reyes
Mayo impenitente
Caminar por la calle con los pasos cansados del que ya ha recorrido su camino en la vida, posando sobre el mundo la mirada perdida y carente de brillo de los desengañados.
Comprobar que usa lentes de cristales ahumados el olvido y, si encuentra la cara conocida, no recuerda quién era ni cómo se apellida ese gesto que emerge de los años pasados.
Sentarse en algún banco, calcular cuánto queda para llegar adonde termina la alameda y si tendrá su cuerpo la fuerza suficiente.
Tragarse la congoja que oprime su garganta y le nubla los ojos cuando un pájaro canta y alrededor florece un mayo impenitente.
Jordana Amorós
Siembra
Y porque a veces, aun si inesperadas las cosas ven su fin y alguna llega a aquella plenitud con que se niega el destino, o quizás porque pasadas
se descubre que fueron deseadas yo seguiré apostando por la entrega sólo a favor del bien, contra la ciega mentira frente a esperas infundadas.
Pues no haber redención no significa rendirse ebrios de muerte a los agravios o entregar la razón a la derrota.
Nos cabe hendir los campos con la pica y hechos azada manos, piel y labios sembrar, siempre otra vez, la tierra rota.
Hoy se me ocurren negaciones de esas que se saben limitadas, pero dramatizan el calendario y me ponen de rival frente al espejo.
Se me ocurre decir que no soy Solange que no, no me conoces, no me presientes, ni siquiera tu voz, me toca, que no volviste a enamorarme que no, no me has cambiado la mirada y la tuya tampoco revolea como ternura de colibrí sobre mi piel.
No, que no es posible que te la pases desordenándome y se haga tan apetecible mordedura de manzana tu boca sobre mi boca.
¿Para qué admitir que culpo a tu Play List Eterna por los besos y que muchas veces ansío que se trabe en mi canción favorita junto a tu lengua?
No, qué absurdo corazón en vértigo ¿Enamorarme yo? De la nada, de la nada. Por eso tampoco hay celos de seres astrales ni de la tierra.
Ay, ¿que fue una tarde de septiembre? Ya hace un mes o dieciséis años, no sé, seguro miento si se me escapa la palabra amor. Diré que no es mía, discutiremos y no esperaré a que me creas.
Solange Schiaffino
Fugarse es negar. Negar precisa del sol. La luz asume el teatro y deambula como sombra.
Negar es paroxismo, inacción, es sustantivo errante, determinista y a veces sacrílego.
Como cuando me invento océanos separando nuestras bocas.
William Vanders
A veces nos parece que un poema es una carta dejada para ser leída después del desayuno, otras, parece la copa de vino previo a la cena y otras tantas, seguro parece un mal trago.
Pero hoy niego todas las anteriores no es siquiera juego ni carta o confesión inversa
No diré que sea siquiera poesía ni límite en la acción o un océano separando dos bocas.
Negaré sin huir, no porque la inmovilidad no aprisione la voz o la respiración y un ataque paroxístico me reseñe como momento.
Niego porque este poema solo existe por el poder de negar lo que de otro modo aquí y ahora, no sería.
Solange Schiaffino
Henrry Di Spirito – William Vanders
L’orizzonte è una luce, mamma
A mi dios humano lo perdono, vive su humanidad humanamente.
Mi dios no es más colérico que el vuestro y yo lo acepto como cada uno el propio dios acepta.
Pero
hubo un tiempo de yoes reunidos al que regreso dignamente con los ojos callados y la espalda cansada
un tiempo en que mi Madre hacía la mañana con su café con leche y daba de comer en pleno vuelo a pájaros y hombres con sus manos.
Me enseñó el milagro del bautismo con un trozo de pan sumergido en el café cada mañana construida con manos de canela y albahaca.
Supo multiplicar los peces cuando el océano magnánimo de mi Padre no pudo regalar sus dones cotidianos.
Convirtió el vinagre en agua cuando tuve sed y encendió todas las luciérnagas del mundo para mis noches.
Se hizo molde para mi silueta en cada uno de mis regresos de la escuela de la universidad de llanto roto de espanto grave y de voz exiliada.
Ella, tan sólo ella, entiende plenamente los versos que yo escribo en los reveses de las lluvias.
Así, a ella la declaro único
Él
del evangelio de pomarosa y níspero de la iglesia en el patio grande de la casa de todos los inicios.
Henrry Di Spirito
Cuando Salvador conoció a Dios no supo quién era ese andrógino parlando sin mover la boca.
Era una tarde de golondrinas rasantes y la fuente pintaba nubarrones negros. A lo lejos ,las montañas bramaban desde su entraña de barro y roca.
Con voz de niño adulto, Salvador, preguntó:
-Hey, porqué me hablas con labio invisible, y porqué pareces un Modigliani asexuado. Acaso eres un mago del río aparecido como un rayo, vestido con escamas de plata y oro para mostrarme el don de la palabra sin ruido.
Entonces, el Dios disminuyó su efectismo, achicó su estatura, se transformó en mendigo y habló con ronquera:
– Vengo de tu mente cuando cumpliste nueve años, de cuando perseguías libélulas para atraparlas y ver en sus ojos el pasado del futuro. Vengo a devolverte la lámpara que me diste cuando tuve hambre.
Tómala, Salvador. Ve a multiplicar vida donde la tierra tiemble.
También le conocí. Me bautizó Poeta y ese día lloré como quien llora una tragedia bárbara caída desde y hacía la poza de las almas.
Me dijo: eres niño cometa en mano y luces de luciérnagas marcan tu camino.
Ese día me supe un ente único libre de mi atadura sucedánea y empecé a vagar por los silencios hediondo de mastrantos y puerco de moriches a la caza de verbos y metáforas creyente fiero de mi nueva dimensión.
También le conocí. Me dió su mano futura para días obligados. Supo que inevitablemente el llanto sería marca atávica y espina clavada a mi costado.
También le conocí. Me bautizó Poeta y me dió el ungüento con que curo las llagas de mis pies y toda soledad.
También le conocí. Alejandro su nombre y también yo le extraño.
Henrry Di Spirito
Gavrí Akhenazi – Morgana de Palacios
Transformismos
Dulce animal de miedo que me hostiga el corazón –espinas y tormentas– con un lazo arterial, un rudimento de puente entre latidos, un refresco de sangre que devuelve su sentido a la herida.
Desde esta piel lejana y sus cansancios, abrevo en su laguna atemporal y pongo a consideración de su elemento la terrenalidad de mis batallas.
Apilo las derrotas y los cuerpos de sueños que han pasado a mejor vida.
Sopla un viento de agua que levanta de lágrimas un aire en que no llueve como si fuera una región perdida de aquella África mía en las otras historias.
A veces me pregunto en cuál violencia de todas mis violencias, el animal de miedo se transformó en domador de furias y me arropó en su humedad de sedas lloviznosas.
Empapo mi animal con su animal de agua.
Y el mío, soberbio y monolítico, se vuelve un raro pez, un pez que vuela, un pez que canta con un canto sordo, un pez que a veces se transforma en nube y ha aprendido a llover.
Un pez con su sangre de pez que, mar abajo, se envuelve con lagunas los deseos.
Gavrí Akhenazi
Mnémico
Hay que ser muy valiente para encender la luz y sentarse a escribir oscuridades sin nadie alrededor. Sacar los trapos sucios del arcón del enigma y orearlos al sol, comprobando el alcance de la propia palabra, mientras las tripas hacen borborigmos con venenosa bilis de autocrítica.
Hay que ser muy valiente, casi profesional, para crear perfiles a las sombras cuando están entonando el mea culpa por su torpe ficción en el húmedo abismo al que le invocan.
Cada vez que alza vuelo memorioso, destroza la ceguera de la costumbre.
Morgana de Palacios
Curación por la lluvia
Hembra animal de agua ha puesto lluvia encima de la mesa.
Hoy mi animal no caza. Permanece, tenazmente sujeto a la vasija de escanciar el mundo, y habla con los dientes de habitar desastres hastiados a experiencias.
El animal de agua reflota las lagunas de todos los océanos y con una mirada las recoge y las junta en la vasija con que da de beber a mi animal de sed.
No me pregunta lo que otros me preguntan.
Nunca pregunta lo que otros le preguntan a mi animal sin ruidos, a la profunda bestia agazapada al fondo de su incógnita.
El animal de agua ha lavado a ese animal de sed casi todos los restos de derrumbe y en la noche es un ave solícita que canta mientras guía la sangre por un espacio entre candiles áridos.
Me pregunto, –como un desarrapado cazador de ausencias– qué será de mis pasos si el animal hembra de agua un día me abandona de nuevo en este viento desértico, oscuro e infinito.
Gavrí Akhenazi
Mnémico II
Realmente no sé, si amortajamos juntos lo frágil de este carro de combate o esperamos aún estrenar la palabra que nos defina únicos mientras rompe el silencio.
No se trata de amor ni de dolor ni de resignación a sus designios. Se trata de anhelar lo perdido hasta dañarnos, codiciar lo imposible, soñar con lo impalpable.
De verdad que no sé cómo es posible que mi huella de agua resbale por tu sangre y salga a borbotones de tu boca.
Qué inclemente ternura acompaña a los gestos de tus manos que acarician la piel de mi memoria, si se apaga la luz del corazón cuando me duermo, y no dejo un segundo de buscarte.
A lo bonzo te inmolaste tras esa zarza que ardía en tu jardín. ¿Quién daba campanadas en tu sangre repicando bautismos? ¿Quién recitaba salmos y encendía antorchas perennes? Bandadas migrantes devoraron tu horóscopo.
Sin mapa. Perdida. En tus fronteras, ancho precipicio.
II- TENGO QUE CONSEGUIR MUCHA MADERA
Se agitan las aguas cuando lanzo un conjuro para que regrese. Se arrima, aérea. Me pregunto si será el fantasma de aquella canción pegadiza.
Rítmica, se contonea timoneada por nadie. Me entusiasman sus velas de copo de algodón, su carcasa de canela jaspeada con moteados arrayanes australes.
Me incita, cadenciosa, a expediciones temerarias sin más compañía que la de un improvisado viernes. Después de todo, el mare nostrum está al alcance de unas cuantas remadas.
Pero, el galán de la pantalla me despabila: una ola de plomo quebró su timón y mi balsa ha mutado en montaña de aserrín. Son invencibles las polillas carpinteras de mi biblioteca.
III- SIN LEVANTES NI PONIENTES
Son nocivos los grises. Uno se estanca en su miel engañosa, en su campo minado de peros. Hay que huir de su garúa de paradojas, esa niebla cerrada donde los contornos se diluyen en una cómoda ingravidez que devora los puntos cardinales.
IV- TE ESPERO
En esta metrópoli sin esquinas, te espero. Aquí, sobre las brasas de mi tatami.. Busquemos juntos esa inflexión por donde la luz se cuela. Con el alma despellejada, te espero. Sin relato ni discurso. Con las manos abiertas crucificada en calles caníbales donde florece la implacable cicuta.
Gavrí Akhenazi
Hay un túnel sin luz en su final y hay una luz sin túnel en la espesa astilla de la sombra conque la calle se devora a sí misma y a aquellos que le confian su paso miserable.
Todo en la memoria padece de un ambiguo color sepia aferrado al orín del hierro que supo ser a veces ese profundo mundo contenido en un canto que acabaron devorando los pájaros del miedo.
Ahora, aquí, en tus calles caníbales propiedad de una ciudad canibal que ha perdido su puerto nos observamos sin fragilidad, atados al destiempo de alguna edad pasada en la que imaginarnos atrapados de vida.
El mundo puede resultar frente a nuestros ojos un tímido carrusel imaginado por lo que aún no hemos asesinado de la infancia, porque, quieras que no, el dolor es capaz de asesinar las alas no nacidas y fabricar en vez de un pájaro, un lagarto.
Silvia Heidel
UNA LUZ SIN TÚNEL
Esa astilla de sombra se clava en la aorta de ciudades abandonadas por los pájaros donde el dolor ha crecido lagartos en las alcantarillas.
Allí prospera una sangre de hielo que no sabe de nacimientos. Pero hay luces sin túnel que se expanden a la vera de la noche empujándola hacia su nada con dragones de fuego .
Y, nosotros, que nos hemos fabricado esta metrópoli desprovista de carreteras sentados en una arista de fragilidad, en su acantilado de seda, podemos reconocernos en el capullo sin laberintos, que cuelga de las moreras sobrevivientes de la infancia.
Nosotros, en este instante bajo la misma estrella.
Gavrí Akhenazi
Aún podemos detener la voluntad bajo la sombra de los olivos y permanecer frágiles, solo para nosotros,
efímeramente frágiles
con las frentes alzadas a un viento pendular parecido al paso de la vida.
En el espejo el roce de los ojos tiene esa condición de la añoranza que aprendemos a borrar levantando las manos y así tapar la imagen que nos devuelve el tiempo.
Acumula, ese espejo invisible que habitamos, sus magias que nos miran, nos explican de pie como si fuéramos inexplicables allí, en ese retrato tantas y tantas veces malquerido.
A nuestro modo, hemos sobrevivido a las mareas y hasta a ciertos mareos perniciosos cuando no nos fue dada la quietud y el rigor se transformó en un hábito parapetado en los relojes.
«Cada vez que estés triste siembra un olivo», me explicaron un día.
Hay infinitas formas de sembrar un olivo en el olvido.
¿Qué hará tu corazón con esa estrella?
Silvia Heidel
¿QUÉ HARÁ TU CORAZÓN CON ESA ESTRELLA?
Él hará lo que se hace con todas las estrellas: guardar ese reflejo de joya facetada en su vientre, para derrotar a la inclemencia, y gobernar a las mareas del hábito.
Es su mirada la que me acompaña, hoy, bajo la sombra de este olivo prendido a la tierra como un sobreviviente etrusco
que se burla del paso de los siglos ofreciendo sus frutos cual distracción frente a su malicia
que exhibe su rugosidad como un trofeo a estos leones que desperezamos nuestra quietud junto a la sombra de su velo
Tú te anticipas, yo actúo cuando no tiene remedio y están los ojos del tedio fijos en mí, como un búho. Hasta que me desvirtúo con mi vestido de insecto y llego al fín del trayecto gris, desvalida y opaca, no salgo de la cloaca ni me alzo en vuelo perfecto.
Duermo poco, tengo afán de permanente vigilia y el sueño de mí se exilia con despechado ademán. Sólo despierta el desván de los sueños se me ofrece y es entonces cuando crece – con qué infinita paciencia- la flor de la efervescencia que entre mis versos, se mece.
Y deliro, como tú, arrebatada la frente más fría si más ardiente, dúctil caña de bambú. Plumita de marabú vilano de cualquier viento, cosquilla del sentimiento que se ríe de sí mismo. Deliro mi agnosticismo con la fe del irredento.
Morgana de Palacios
Si te digo piel de musa me rebanás el garguero y prefiero otro entrevero que morir bajo esa excusa. Para la ruleta rusa, me toca siempre la bala así, en tus manos, resbala mi cerebrito licuado. Y tu verbo, ensangrentado, en su pasión se acristala.
Pero es verdad que mi rumbo va siguiéndote el donaire, silbando bajo, al desgaire, como mosquita, te zumbo. Y si me amenaza el chumbo de tu mirada esmeralda, tu corazón rojo y gualda contra mi blanco y azul, sé que no ves un gandul olisqueándote la falda.
Porque aunque todos te digan que yo no soy para vos, que sos buena y yo feroz, nuestras semillas, espigan. Las pasiones desobligan a lamentar tanto muerto y a descabezar al tuerto que escupe malas miradas. Con las almas anudadas cruzamos cualquier desierto.
Gavrí Akhenazi
Si me dices piel de musa te condeno al ostracismo, que es un término en sí mismo del que hasta el más tonto abusa. Por debajo de la blusa se me «alergiza» la piel cuando veo en el papel el nombrecito de marras. Me gustas más si desbarras saliéndote del riel.
Anda, no delires tanto ni te busques más problemas que mi nombre en tus emblemas aumentará tu quebranto. Precisamente el encanto que tiene la situación, es que somos en función de cómo se mueva Eolo, ajenos al protocolo que requiere cada unión.
Que eres tú mucho poeta y no te hace falta alguna, cualquier musa inoportuna que quiera darte la teta y luego te comprometa a serle fiel de por vida, cerrándote la salida para el verso libertario. Quita, quita. Solitario te lames mejor la herida.
Para cruzar el desierto mejor sin musa ni muso, que ambos somos multiuso en cualquier terreno incierto. Con el pecho al descubierto y el corazón al galope, tendría que ser miope para no sentirte cerca. Soy altiva mas no terca si el tipo es cinemascope.
Morgana de Palacios
Si me aguanta, le respondo; pero más si viene fresca me gusta su picaresca y su garbo sabihondo. No se me da el cante jondo, pero a la pasión me entrego y en el amor soy tan lego como un dinosaurio fósil. Aunque su verso es tan dócil que me envuelve su dondiego.
Me tiene en muy alta estima su pensamiento poeta pese a que soy pura jeta en asuntos de la rima. No me hallo en la tarima, señora de mis quebrantos y asusto con mis encantos la modernista vanguardia. Sabe bien, pura metralla, mato diablos, bajo santos.
Divertido por bocón, rapidito en el negocio de achurarle el tiempo al ocio y alegrar su corazón. Cuando me mande al rincón, por zarpado y lenguaraz va a extrañar mi mente agraz en esta vida difusa. Usted, mi pasión, mi musa, yo apenitas, verbo audaz.
Gavrí Akhenazi
Tiene usted muchas pasiones cordobés de pacotilla, y yo estoy en la otra orilla estrangulando emociones. Siendo un As de corazones lleva repleto el petate de mujeres en combate por su músculo cardiaco. No me meta en ese saco no sea que me arrebate.
A jetón nadie le gana. ¿De dónde saca, querido, esa humildad sin sentido que me deja en la ventana? Con precisión cirujana se cachondea de mí clavándome el bisturí -volviendo a llamarme musa- en la dermis que, contusa, tiembla como un alhelí.
Ays qué malo, malo, bicho, de siete suelas, ladrón, mosasauridae cabrón que me pone en entredicho. Retráctese de lo dicho, que me jode el estandarte, y se está jugando el arte de la diversión conmigo, pues me iré como castigo con la música a otra parte.
Morgana de Palacios
Tan linda venía la joda, compañera de quilombo, que le iba a comprar el combo a su enjundia de rapsoda. Pero ya vio, está de moda y en auge la boludez del derecho y del revés sin que se entiendan razones. De punta, con mis tapones ando partiendo clichés.
Se me encolmilla la risa de animal de dentellada cuando hiende la pavada la verdad, sin cortapisa. Yo, que vivo en la cornisa del desastre y la tragedia parezco la Wikipedia: no hay guerra que no haya visto. A veces no sé si existo porque el mal, no se remedia.
Entonces, soy un iluso, todavía un serafín que va de uno a otro confín, ya desalado, contuso. Pero ¿sabe? me rehúso a resignar la bandera y aunque así mi vida entera sea un profundo fracaso no me arrodilla el ocaso. Sueña la paz, mi quimera.
Gavrí Akhenazi
Uno intenta ser amable como vendedor de tienda, por ver si el errado enmienda del verbo lo reprochable. Asertivo y agradable hasta que la mala baba de la prepotencia acaba con la paciencia más pura. Nunca fue Literatura lo que tu escritor soñaba.
Y se te afila el colmillo y las uñas se me afilan y los ojos que vigilan las estancias del castillo se vuelven torvos cuchillos para proclamar verdades. No sé si son las edades, las experiencias, el mundo y lo que tiene de inmundo lo que mata libertades.
Al final, la realidad llega con su cara acerba y consigue que nos hierva la sangre a su voluntad. Ni siquiera en la ciudad de la Utopía perece la hipocresía que crece entre mansedumbre escrita. ¿Quieres verdad? Dinamita el ego cuando aparece.
Alma que se esparce y se eleva cuando quiero bajar al rio.
Piel y hueso ardiendo: quisiera huir de esta tierra en desolación.
Conciencia sostenida a bocanadas, aliento repelente que grita dejando atrás el tuétano vacío.
Me pregunto si soy cuerpo, tierra, deseos.
No soy metáfora de nada. Me veo tan real que me duele. Tan niño ya, tan moribundo, que la vida se me pasa pensando; que los dias se me escriben en prosa, en cencelladas, en aire, en nata.
Cuerpo mojado, alma en mojama, ceniza profunda.
Jesús M. Palomo
Te has dado cuenta que la luna tiene dados en que los números son historia rotando para ser marea sobre la arena que pisamos.
El tiempo juega con las copas sin morir… …corre aunque deseemos contenerlo. La tierra sigue mudando en su historia, nuevos números y una celda de espantos con otras cenizas y con masas entre soles.
Todo lo que pedimos es una pieza del río… …Y el llanto está secando nuestros ojos.
Leonardo Zambrano
Andar por esta mente troceada recogiendo jirones de mí misma es como practicar mi propia autopsia.
Bisturíes de luz arrancan del recuerdo las entrañas.
Quizás la magia existe. No lo sé. Pero muchas veces, el acto de escribir se transforma en un acto de magia que devela ante los ojos atónitos del lector, todo un universo ideal hecho con propuestas sanadoras, con ímpetus heroicos, con penas restañadas y, por sobre todo, como en una ensoñación, un universo en que hay «amor del bueno».
Eva Lucía Armas y John Madison existen y escriben en ese plano que transforma lo real en un caleidoscopio de sensaciones armoniosas.
Han hecho del verso y la palabra, un arma de combate para enfrentar la vida cotidiana y llevarla al plano de los sueños.
Ambos coinciden en el don. Y ambos poseen un don poderoso para hacer de la expresión escrita un ancho mundo sano a través del cual los lectores pueden encontrar la ruta de la sanación siguiendo el rastro de las emociones en su estado más puro.
Dos autores con poder de fuego que viajan por todos los mundos que sus voces fabrican con esmero y latido.
Leerlos vivifica y remodela el día. Como si fuera magia.
Un cactus floreciente es toda ella para mi corazón, otoño en trance, y solo el verbo Sol de mi sistema planetario da voz a su elegante poética manera de abrazarme.
Un cactus floreciente, una rareza, acuática es su risa de muchacha. Cactácea verde mar que a mí asexuada espiritualidad ha conquistado.
El Ra de mi nocturno round terráqueo: El amor verdadero es mi cactácea.
Aguacero astronáutico en mi nave, sambando va su lluvia por mi casa,
2
Te espero en la otra vida, allí te espero con mis deudas saldadas, bajo el signo de otra era animal, amor, te espero. Con mi voz de poeta volcánico te espero.
En la ladera oculta de la luna, en los campos de Orión, allí te espero para poblar de flores tu canción, de renovados besos tu vivero.
Encontrarás mi savia en otra piel, pero sabrás que es Juan, el de los versos.
John Madison
La vida y sus problemas nos envuelven con espinas peores que las mías. Yo suelo ser aloe curativa o tunita de azúcar si me quieren.
Espinitas por fuera, miel por dentro, me defiendo a mi modo de las cosas pero tu corazón me desemboza con su boca que vuela a contraviento.
Algo de mi dulzor se ha despertado como un loto fugaz por tu palabra y, rosa del desierto, aquí te habla mi pétalo de agua, desflecando una razón de estrellas singulares.
Juan de los versos, Juan que siempre añades un fondo universal a mis espacios.
Eva Lucía Armas
“Mi corazón es tuyo”, dije un día hace ya algunos años, flor de loto. Mi corazón que entonces era un frágil misal que no encontraba su acomodo.
Mi corazón que escribe sin reposo en el norte caudal de su obra pía la fecha en que tu amor de Cataleya, dio muerte con su voz a mi perfidia.
Tu amor sin condición, tu amor de altares tu amor es mi oración, tu amor mi salve,
tu amor me llevo yo, mi Eva Lucía junto a la luz de Dios cuando él me llame.
John Madison
A veces, ya sabés, amortiguo la espina y me vuelvo una grosella verde para esa boca tuya, dorsal y masculina.
Una grosella ácida que arde por dentro de tus ganas y ambarina se licúa en sus rojos fiel al mordisco oculto de tus ojos.
Un talle milenario que se inclina en alas de tus vientos sin canceles y aparca los enojos en un grito de luz, alada harina para el pan de este Juan
y sus antojos.
Eva Lucía Armas
Animal de platea, vivo siempre en tu sueño irreal que me descorcha. Como un moet chandon soy en tu boca, el banquete en tu mesa de los viernes.
Tu harina de moldear tu permanente festejo literario, soy tu pronta máquina de inventar. Yo soy tu honda bahía espiritual, el hombre en ciernes
que juró lealtad hacia tus versos. Es tuyo mi monólogo despierto, mi ópera visceral y sus semillas,
mi poniente y mi luz. Tuyo mi arpegio de pajarero atlante, tuyo el fuego hacedor de mi tierra prometida.
John Madison
Algohay en vos de superhéroe Marvel, algo de extraño ídolo pagano, de niño del tambor, de árbol de antaño henchido de crepúsculos que arden.
Un espíritu errático que implora por sed al agua que su mano junta, y un mineral recrudecido en jungla, una anfibología que me nombra.
Te escucho en las ausencias más presentes, como una oximorante receptiva escucha las respuestas que no entiende.
Y te percibo al pie de mi silencio, figura universal que se alza en vuelo si coincide su alma con la mía.
Ahí está mi boca desbocada mezcla de ira ansiosa y de ternura cegada por la luz de la alborada y vidente de noche como un búho insomne por la presa deseada.
Mi amor sin nombre, está, mi voz sin grito mi corazón, mi esencia silenciada mi muerte protectora, mi estrategia para enfrentar la guerra programada. Ahí está mi cuerpo imperturbable su carne de cañón esclavizada, ahí mi libertad de pensamiento mi letra de cristal, mi llamarada.
Ahí está mi espera, mi renuncia. Nada más afilado que su espada.
Morgana de Palacios
Vaya por tu emoción mi furia trunca, mi visión sin amor, desabrigada, esta garganta al sol y este silencio, estas letras en rosa tan rosáceas en las que han muerto pájaros y árboles al son vibrante de sus asonadas.
Impotente de todo y vuelta furia la vida se ha ensañado en nuestras alas y ha dejado su sino el guerrerismo que tu ira y la mía acostumbraban.
Vamos de los cansancios a las flores, de la cocina suculenta al arma, de la quimioterapia a los escándalos del juzgado de turno a nuestra casa y nos quedamos como un jazmín seco guardadas en el libro de las causas.
Perdidas en las guerras de los otros nos volteamos furiosas y agraviadas, con estas manos que nacieron pródigas de abrigar el vacío y la nostalgia mientras la letra se nos va alejando hacia un futuro que no diga nada.
Vos con tu rebelión, yo con mi mundo. Nuestras almas gemelas. La distancia.
Y que nadie se meta en esta historia. Hagan silencio. Dos mujeres hablan.
Eva Lucía Armas
Jamás una palabra más alta que la otra ni aún cuando el poema dejara de ser arte y transmutado en losa nos crispara los nervios por no poder callarnos unas cuantas verdades.
No sé si hemos perdido los tiempos del amor o hemos ganado juntas tantas guerras brutales que se nos acabaron las razones profundas para fundar de nuevo bulliciosas ciudades.
Todo nos pasa cuenta mientras pasa la vida, los hombres y los hijos, los nietos, los pesares que siempre pesan más que aquellas alegrías que alguna vez tuvieron visos de realidades.
Fuiste para tu padre un escudo de luz y para mí una igual de mi raza y mi sangre, y no ha habido mujer más lúcida y leal renunciando al sosiego por seguir adelante.
Llegaste acostumbrada a jugarte la vida de palabra y de obra. No tuve que enseñarte.
Lejos de mí la muerte si te miro a esos ojos que la vencieron antes de mis oscuridades, porque no por más niña fuiste menos valiente para pisar descalza su senda de cristales.
Hablemos cuanto quieras, tú eliges el idioma que hay un mundo infinito de posibilidades para dos que se entienden más allá de los versos y pueden cerrar juntas los más siniestros bares.
Morgana de Palacios
En una macetita hoy he plantado incienso, un esqueje arrancado que me encontré en la calle mientras iba hacia el super con el bolso vacío y los ojos gastados por el mismo paisaje con que la vida ajusta esta ciudad cerrada a los dolores varios que atesora mi carne.
Porque yo soy de carne desde dentro hacia fuera y es de dentro hacia fuera que los dolores laten si fisuras de lluvia ocultan mis jardines bajo esta arquitectura de pagoda y cristales en la que se refugian los ecos trasegados con sus mendigos húmedos de tristeza insaciable.
Tanto romance heroico suena a marcha profana, a propaganda persa, a contínuos timbales con que marcan el paso los días de la angustia y se quedan callados los de festividades, porque solo una misma, amiga mía y larga, sabe hasta donde lucha la vocación de madre.
Nosotras guerrilleras del acto libertario convocamos a veces a todo el aquelarre por mantener intacta la esperanza baldía y sostener el día sobre los estandartes.
Porque si cabe pena en todos los caminos nosotras somos duras y fuertes caminantes.
La poesía del arrebato (corriente literaria en que se basó el proyecto Ultraversal) debe su nombre a la propuesta de improvisación en que dos autores se desafían en tiempo real a responderse con poemas. Es un ejercicio de agilidad y coherencia que permite demostrar el dominio de la técnica tanto poética como de discurso.
Cárceles y causas (improvisaciones en tiempo real)
(soneto – arte mayor – pareados – rimado)
Yo no te mentí nunca. Te dije que no soy más que el rescoldo oculto en la ceniza vieja, el humo que se expande inasible y no deja ni la más leve huella de los pasos que doy.
Lázaro imprevisible, resucito si estoy absorta con un rostro que la luna refleja mas cuando llega el día, la tumba que no ceja me requiere a su sombra y hacia su sombra voy.
Todo me es cárcel, todo, salvo mi pensamiento, larga la pena larga en el penal del viento que no precisa rejas para echar sus cerrojos.
No me quieras querer, no soy la primavera, sólo ceniza y humo en tránsito y entera toda la muerte, toda, se florece en mis ojos.
Morgana de Palacios
Todo me es cárcel, todo, menos la libertad el cerrojo que ciñe mi puta humanidad y el látigo en mi boca.
Carcelera del precio de la roca carcelera tenaz sobre la soledad que descoloca, sobre todas mis fugas va tu instinto, asesino y procaz
Si me muriera ayer desde la muerte, si no fuera este grito, ni tus cadenas unieran a mi suerte su recurso maldito, toda mi voluntad sería inerte.
Toda esta furia sorda en que me hundo valdría acaso la ira en que te irrito desde lo demencial que hace a mi mundo.
Gavrí Akhenazi
Todo es circunstancial cuando tiras los dados de la furia fugaz. Alma sobrecogida en el intento gris de acaparar la vida trascendiendo sin pausa, versos accidentados.
En la frontera fértil de tus acantilados columpio mil vocablos con sabor a manzana y nadie encontrará la pasión de morgana porque en el lado oscuro mantiene sus reales.
No es la razón de ser de los hombres cabales que no han de traspasar su cerrada ventana.
Por si quieres hablar del rumor del pecado de la desolación que nos marca la vida, de por qué mi canción suena a causa perdida, recuerda, por favor, que no tengo pasado ni creo en los futuros de terciopelo ajado, ni finjo algarabía si hablo con verdad.
Me someto al decreto de la banalidad sólo por hacer dedos desde cualquier teclado. Si miras lo profundo de mi verso acerado verás que no comulgo con la casualidad.
Morgana de Palacios
Una causa perdida ya no tiene remedio ni en tu boca que canta ni en tu boca de tedio. Una causa perdida es un rincón oscuro una ansiedad a medias, un parto prematuro.
Una causa perdida es también una meta una propuesta al viento que rompe una veleta para que ya no existan los puntos cardinales ni las mediocridades ni las banalidades.
Una causa perdida es la luz de un proyecto que se mantiene siempre altanero y erecto. Una causa perdida es un sueño a futuro. Para soñar tal causa, hay que nacer impuro.